Conociendo los moteles
Una chica nueva en moteles es llevada a su estreno y se encontrará con una gran sorpresa.
Tenía 24 años y poca experiencia, en general hasta ese entonces el sexo estaba reservado para las relaciones estables con un novio, me encontraba recientemente soltera y abierta a conocer qué había por descubrir en lo sexual.
Nos conocimos en un cumpleaños y hubo química enseguida, recuerdo que conversamos harto y lo acompañé a dejar a su padrastro en auto, excusa barata para quedarnos a solas. Él era encantador, mucha labia y todo un conquistador, yo cohibida porque había diferencia de edad a mi favor, cosa que nunca me había pasado: sentir atracción sexual por un hombre menor. Pero eso no impidió que me corriera mano en el auto, me tocaba con una suave intensidad alucinante y entregarme al placer resultó fácil. Seguimos en contacto, éramos de ciudades distintas, pero aún así acordamos seguir viéndonos. Recuerdo también otra corrida de mano en una plaza, en el pastito, donde pude palpar superficial y tímidamente su miembro.
Llegó el día de concretar. Él había propuesto ir a un motel y alojar juntos, acepté llena de curiosidad y nos dirigimos a un sector de su ciudad famoso por ofrecer gran variedad de ellos. Los encuentros previos y las fantasías me tenían muy excitada con él y quería seguir avanzando en recorrerlo y sentirlo sin límites. Necesitábamos un lugar privado y así llegamos a la habitación que nos recibió con espejos murales, una cama doble plaza, mesita con sillas y una silla erótica. Lo que más me llamó la atención fueron los espejos, había escuchado que en estos lugares eso era normal, pero verlo fue llamativo. Ya no recuerdo cómo nos desnudamos, han pasado 6 años y mucha agua bajo el puente, pero si recuerdo estar completamente desnuda en posición misionero con las piernas bien abiertas esperando ser penetrada. Pero había un problema, su pene era demasiado grande y no entraba, no sin causar mucho dolor. No contaba con eso, me sentí mal e incapaz por no poder resistir, me sentía comprometida a entregar mucho placer, después de todo a eso nos habíamos juntado y no hacerlo era fallar y yo no quería fallar. De algún lado saqué personalidad (me cuesta entrar en confianza y en ese entonces era mucho más tímida que después) y me subí yo encima. Confieso que todavía uso ese momento de empoderamiento para masturbarme, recordar lo que sentí mientras me sentaba lentamente sobre su miembro, el dolor suave y delicado de controlar la penetración, pero al mismo tiempo no poder manejar ese grosor y largo, mi vagina fue abierta poco a poco como nunca hasta ese momento, él me decía cosas como tú puedes, dale, dale, que me excitaba más aún y me alentaba a seguir, uff que costó y que fue rico sentir cuando por fin llegó a su fin, nos quedamos quietos un momento, sintiendo cómo todo se encajaba dentro mío y en eso siento que me toma firme de la cintura y en un movimiento me tuvo debajo suyo nuevamente sin que se saliera su pene de dentro mío. Sin duda una movida ya largamente prácticada pensé y eso me gustó, estaba con alguien con mucha experiencia y quería aprender y sacarle lo máximo a la experiencia. Me embistió con ganas, movió mis piernas (no soy muy flexible, pero algo pude hacer), yo sentía mucho dolor y placer, podía gemir y gritar libremente y lo hice, cambiamos a en cuatro y en ese momento me agarro del pelo y me giró la cabeza bruscamente hacia el espejo diciendo MIRA y vi, como si fuera una porno, mi cuerpo en esa posición de entrega y recibiendo sus duras y decididas embestidas, me encantó verme así y a él también le gustaba, recuerdo que dijo: "Así quería tenerte", uff qué me excité cuando lo dijo, y es que me excitan mucho las palabras y que me digan cosas sucias como se dice.
Fue una noche intensa, me ofreció usar la silla erótica, pero no quise, me daba vergüenza, seguimos follando y luego dormimos abrazados, fue sin dudas un estreno de motel memorable al que le siguieron dos encuentros más que ya les contaré en otra ocasión. Besos.