Conociendo al chico del chat
Paula y Lucas llevaban varios meses hablando por un chat, hasta que un día decidieron conocerse en persona y pasó lo que tenía que pasar...
Conocí a Lucas en un chat de España, y la verdad, me metí en aquella página con el único fin de pasar un buen rato y tener algo con lo que excitarme y masturbarme aquella noche. Pero me sorprendió gratamente la forma que tuvimos de conectar. Lucas tenía la misma edad que yo, veintiséis años, estaba terminando la carrera periodismo, procedía de familia adinerada, a pesar de vivir con sus padres. Compartíamos muchos gustos e inquietudes, se podría decir que estábamos hechos el uno para el otro, tal para cual. Así que nos dimos nuestros números de teléfono y pasamos más de dos meses y medio hablando día sí y día también. He de decir que Lucas no me producía ningún tipo de atracción tanto física como sexual, simplemente era una persona de esas con las que da gusto mantener una buena conversación.
Una de las pocas cosas que no compartíamos Lucas y yo, era el lugar de residencia. Él vivía en Granada y yo en Madrid; se podría decir que había una distancia más o menos razonable entre ambos, pero a pesar de éste pequeño impedimento decidimos vernos igualmente. Quedamos en que bajaría yo hasta su ciudad a verle. Yo lo prefería así, ya que por lo general no me gusta subir a desconocidos a casa y Madrid me aborrecía bastante. Él no puso ningún impedimento, y a pesar de mi insistencia en buscarme un hotel donde pasar las noches consiguió convencerme de que me alojara en casa de sus padres. Mis ingresos mensuales eran escasos, así que acepté su invitación.
Por fin llegó el día, por fin Lucas y yo íbamos a conocernos en persona. Era un viernes de agosto y llegué a la estación de Granada a eso de las once y media de la mañana. Allí estaba él, esperándome tras las escaleras mecánicas del andén. Llevaba una camiseta de Los Lakers morada con un pantalón corto negro de deporte y unas zapatillas también deportivas. Lucas era realmente alto, más alto de lo que yo esperaba, y físicamente me pareció más atractivo en persona que en foto, a pesar de no ser mi tipo de hombre.
-¿Cómo ha ido el viaje, Paula? – dijo acercándose a mi cara para darme dos besos.
-Bien, se me ha pasado bastante rápido. – dije sonriendo.
Estuvimos hablando todo el camino de las típicas tonterías que se dicen dos personas cuando se conocen por primera vez: qué tal ha ido el viaje, cuánto hay de tu casa a la estación, qué planes había para el día, las opiniones de cada uno al verse en persona, etc.
Lucas había quedado con varios amigos en casa de uno de ellos, el cual tenía piscina, para comer allí todos juntos y darnos después un remojón. Me pareció buen plan, y yo que soy una chica bastante previsora había traído bikini.
Antes de ir a casa de su amigo, pasamos por la suya para que yo dejara mi maleta y mis cosas y pudiera cambiarme de ropa. Sus padres estaban cuando llegamos nosotros y me recibieron con una gran sonrisa, me resultaron muy agradables. Lucas me indicó dónde podía dejar mis cosas.
-Pero… Esta es tu habitación, ¿no? –pregunté algo cortada.
-Sí, claro.
-¿Y tú dónde vas a dormir?
-Yo aquí en mi habitación, contigo.
-¡¿Conmigo?!- Dije entrecortada. La garganta se me secó de golpe y un bolo de saliva intentaba atravesarla lentamente.
-Sí… A no ser que te moleste…
-No, no, tranquilo. Me parece bien, mientras no seas sonámbulo, ni hables en sueños, ni hagas cosas extrañas de ningún tipo, me parece bien. –Bromeé. Aunque en realidad fingí bromear, porque he de reconocer que compartir cama con él me daba un poco de apuro. Pero no era mi casa, no era quién para exigir dónde y cómo dormir.
Tras haberme cambiado de ropa y cogerme una bolsa playera llegamos a casa de su amigo. Se llamaba Pablo y era bastante agradable, también había un par de chicos más con sus respectivas novias. Estuvimos preparando la comida entre todos y la verdad es que me trataron como una más.
Después de comer y de recoger los platos, algunos de sus amigos empezaron a meterse a la piscina. Lucas se acercó a mí, yo estaba colocada en una silla de madera sobre el césped cerca de la piscina, me sonrió y me dijo si no me metía al agua. Le negué con la cabeza sin mediar palabra y con una sonrisa. Acto seguido se quitó la camiseta y se metió a la piscina de cabeza.
Me quedé impactada por su cuerpo, lo poco que pude ver esos segundos me gustó, me gustó bastante. Tenía un cuerpo muy bonito, muy de hombre. A pesar de tener bastante vello corporal, se podía apreciar que estaba fuerte, pero no era un cuerpo de gimnasio, si no un cuerpo natural, un músculo trabajado de actividad diaria y no de machacarse al gimnasio. No estaba ni gordo ni delgado, y he de decir que tenía muy buen trasero, al cual se me desviaron los ojos en cuanto se lanzó de cabeza.
No sé si fue la curiosidad de ver mejor su cuerpo, si el calor que tenía bajo el sol, o el aburrimiento de estar sola en el césped, que me levanté de golpe para meterme al agua con él.
-¿No decías que no querías meterte? –preguntó.
-Y no quería, pero he cambiado de opinión, hace mucho calor ahí. –Apenas sin poder terminar la frase, Pablo, el amigo de Lucas, me empujó al agua haciéndome un placaje perfecto. Al asomar mi cabeza a la superficie noté que no tocaban mis pies al fondo de la piscina.
-Joder, ¿pero cuánto cubre esto? –pregunté alucinada.
-Un metro ochenta. -respondió Pablo.
-¿Toda la piscina? ¿Está toda la piscina al mismo nivel?
- Sí –dijo riendo.
-Ven, mujer. Agárrate a mí, no te vayas al bordillo. –me dijo Lucas.
Nadé hasta él y como si de un koala se tratase, le envolví el cuerpo con mis piernas y mis brazos. Estaba cómoda abrazada a él, pero la verdad es que había algo en mí que me bloqueaba. Sentía levemente su miembro contra mi entrepierna, era algo inintencionadamente y sin maldad, pero no podré negar que aquello no me excitara al menos un poco. Sentir mis pechos por pequeños que fueran contra su torso tampoco es que ayudara mucho, la verdad es que la postura que tenía para agarrarme a él no era la más correcta, pero ¿cómo iba a ponerme si no?
Lucas se giró hacia mí, nuestras miradas se cruzaron por unas fracciones de segundo, bajé mi mirada hacia sus labios, y pude sentir que la suya se dirigió también hacia los míos. Estábamos a tan sólo unos escasos centímetros el uno del otro. Mi mirada hizo el mismo recorrido varias veces, al igual que la suya: boca, ojos, ojos, boca. No sé en qué narices estaba pensando, pero aquella situación me ponía tensa y me agradaba al mismo tiempo. Para evitar el momento embarazoso y quitarle paja al asunto, me reí y salpiqué en la cara a Lucas. Después me fui nadando hasta el bordillo de la piscina.
Pasamos muy buena tarde, y finalmente acabamos cenando allí. Ninguno de los dos hizo comentario alguno respecto al momento íntimo que habíamos tenido en el agua, pero en varias ocasiones a lo largo del día nuestras miradas hablaban cómplices por sí solas. Parecía como que ambos dos deseábamos el uno al otro, pero que preferíamos mantener una buena amistad.
Cuando llegó el momento de dormir juntos, fui al cuarto de baño para cambiarme de ropa y ponerme el pijama. Al llegar a la habitación Lucas estaba echado en el lado izquierdo de la cama visto de frente, viendo la televisión pequeña de plasma que tenía en la pared de su dormitorio.
-¿Te importa dejarme ese lado, por favor? Es que siempre duermo ahí. –dije.
-Ah no, tranquila. A mí me da igual, como siempre duermo en el medio.
Estuvimos viendo y comentando durante una hora un programa basura de éstos que echan en la televisión por la noche y que acabas tragándote con patatas porque no echan nada mejor. Inconscientemente, me fui reclinando contra su cuerpo, y acabé de medio lado hacia él con la cabeza apoyada sobre su hombro derecho y mi mano en su pecho.
Él colocó su mano sobre la mía y comenzó a acariciarla cariñosamente sin apartar la mirada del televisor. No sé por qué, pero en el momento de sentir su mano sobre la mía, mi respiración se entrecortó y mi vagina comenzó a contraerse lentamente. Sentí un pequeño espasmo en mi sexo que me despertó por completo. No entendía lo que me estaba pasando, yo jamás había pensado en Lucas como algo sexual, pero en aquel momento no podía quitarme de la cabeza la idea de que me arrancara la ropa y descubrir cómo sería sentirlo dentro de mí.
Maldije en silencio mentalmente para mí misma tratando de quitar esa idea de la cabeza, hasta que mi mirada se desvió hacia la entrepierna de Lucas. ¡Joder! Aquello se estaba levantando. Lucas se estaba excitando, al igual que yo. Quise evitar aquella situación “incómoda”, así que giré mi cabeza hacia a él para hablarle, pero me quedé sin palabras al ver que él se giró también hacia mí y nuestras narices se rozaron dejando una distancia de apenas dos/tres centímetros entre nuestros labios.
La boca de Lucas no era muy grande, pero debajo de aquella barba morena tenía unos labios muy carnosos y bastante apetecibles. He de reconocer que me entraron unas ganas inmensas de besarle y de sentir su lengua bailando con la mía, pero lo evité retomando la frase que iba a pronunciar:
-¿Dormimos ya? Estoy un poco cansada del viaje.
Lucas sonrió dulcemente sin apartar sus ojos de los míos, me besó en la punta de la nariz al mismo tiempo que me acariciaba la cara y dijo un “vale” con un hilito de voz.
-Buenas noches. –dije al mismo tiempo que apagaba la luz y seguidamente la televisión.
-Buenas noches. –respondió él.
Me giré en la cama de espaldas a él, para evitar cualquier roce o cualquier gesto que diera pie a algo que no tenía por qué suceder. Pasaban las horas lentamente y era evidente que ninguno de los dos estábamos dormidos, a pesar de no haber mediado palabra alguna. Cambié de postura para ver si de ese modo cogía el sueño mejor y me giré hacia él. Yo fingía estar dormida, pero Lucas ni siquiera fingía. Estaba tumbado hacia mí y sentía cómo no paraba de mirarme entre las sombras de la oscuridad. Su mano se posó sobre mi brazo y comenzó a acariciarme. Seguí en esa posición fingiendo estar dormida por unos minutos, hasta que finalmente me volví a girar de espaldas a él.
Sin pensarlo un segundo, Lucas se acercó a mí abrazándome por la espalda, sentí cómo su erección se clavaba contra mis nalgas (esta vez no sé si intencionadamente o no) y no pude evitar soltar un leve suspiro.
-¿No te puedes dormir? – me preguntó. Yo negué con la cabeza.
-¿Y qué hacemos…? –volvió a preguntar mientras su mano izquierda se colocó justo debajo de mi ombligo, casi rozando mi pubis.
-No sé… -dije con voz de llevar en la frente lo muy jodidamente cachonda que iba.
-¿No sabes? – me susurró al oído seguido de un intenso y suave muerdo en el lóbulo de mi oreja.
No pude evitarlo más y puse mi mano sobre la suya haciendo una presión hacia abajo, indicándole que podía tocarme donde quisiera, que yo estaba dispuesta a llegar hasta el final con él. Quería acabar esa noche agotada de sus embestidas, quería sentir aquella erección tan inflada dentro de mí.
Me giré rápidamente hacia él, y ambos dos nos lanzamos a la boca del otro como dos animales hambrientos. Fue un beso perfecto, cargado de mucho sexo y de cariño al mismo tiempo, de esos besos que te aceleran el corazón y te hacen dilatar tu vagina al mismo tiempo, de esos besos que te hacen soltar una pequeña cantidad de flujo indicándote lo muy cachonda que estás. Lucas besaba bien, besaba más que bien, le ponía una pasión desenfrenada al asunto. En el momento que nuestras bocas se separaron, mi barbilla quedó algo enrojecida del roce de su barba.
En aquel instante estaba tan excitada que me arranqué del cuerpo la camiseta de tirantes de mi pijama, dejando mis pechos con los pezones erectos al desnudo. Lucas me colocó sobre él, dejándome sentada sobre su erección la cual únicamente tapaban unos pantalones cortos sin ningún tipo de calzoncillo bajo éstos.
Podía ver su torso desnudo gracias a un poco de luz que entraba de las farolas de la calle. Como me había fijado en la piscina, tenía bastante vello, pero no me importaba, de hecho me excitaba. Coloqué mis manos sobre sus pectorales recorriendo levemente su abdomen hasta llegar al ombligo. Él puso sus grandes manos sobre mis pechos y comenzó a amasarlos con delicadeza al mismo tiempo que jugaba con mis pezones. Aquel modo que tenía de pellizcarlos me enloquecía, me hacía mojar bastante. No me pude resistir, y me incliné hacia él pasa seguir besándole, estaba deseosa de sus besos y de sentir su lengua de nuevo contra la mía. Al tiempo que nos besábamos, me introduje la poca tela de mis shorts del pijama que apenas tapaban algo mi trasero entre mis nalgas, dejándolo a “modo tanga” y coloqué sus manos sobre estas, dejándole hacer con mi trasero lo que quisiera.
-Joder cariño… Vaya culazo tienes – dijo gruñendo con voz ronca seguido de un azote en mi trasero.
-Ssshhh…. Están tus padres durmiendo Lucas, se van a enterar.
-Pues espera a que la tengas dentro, entonces sí que se van a enterar. – dijo mientras me agarró de la cintura haciendo una gran fuerza para clavar todo mi cuerpo contra su gran erección.
La sentía enorme bajo la ropa… No quería ni pensar cómo tenía que ser al desnudo y dentro de mí.
Comencé a moverme como una auténtica perra en celo sobre él, haciendo un refrote de sexo contra sexo, creando una fricción de su pene en mi vagina, la cual ya estaba suficientemente empapada para ser penetrada. Me recreé un tiempo realizando éste movimiento de cabalgamiento sobre él, estaba muy excitada.
Lucas se incorporó de golpe y agarró uno de mis pechos, metiéndoselo prácticamente entero en la boca. Era una sensación increíble sentir como toda su boca envolvía mi pecho y cómo su lengua hacía círculos alrededor de mi pezón. Después hizo lo mismo con el otro, sin soltarme el pecho que quedaba libre. Yo, mientras bañaba en saliva mis pezones, le agarraba fuertemente la cabeza dejando caer la mía hacia atrás gimiendo en voz baja, casi en susurro para que sus padres no pudieran escucharme gozar.
De repente paró, y me tumbó por completo bocarriba en la cama. Agarró mis pantalones y los bajó hasta los tobillos llevándose con ellos mi tanga. Besó levemente mi pubis regalándome un suave lametón en el clítoris. Me quitó los pantalones y el tanga de los tobillos tirándolo al suelo para poder abrir mis piernas al completo. Tras dejar mis piernas en una perfecta posición de “X”, dejó perder su cabeza entre ellas, hundiendo su lengua en mis entrañas.
Lucas me lamía con mucha delicadeza y fuerza al mismo tiempo, sentía un cosquilleo constante entre mis labios vaginales. No cambiaba de ritmo pero sí de intensidad. Tenía una forma única de comerme. Mientras se iba perdiendo poco a poco más al fondo de mí, mis manos agarraban sobre mi cabeza la almohada con fuerza. Quería gritar de placer, pero no podía, situación la cual me excitaba más todavía.
Si Lucas era capaz de excitarme de ese modo sólo con su lengua, el momento en que sumó sus dedos a su lengua en mi sexo fue algo indescriptible. Tenía unos dedos enormes y una lengua ágil, la combinación de ambos me hacía enloquecer.
Lo deseaba… Joder que sí lo deseaba. No quería que su boca se apartase de mi vagina en ningún momento y al mismo tiempo mi cuerpo lo necesitaba. Sentía que iba a estallar, sentía unos calambres que me bajaban del estómago a la vagina como si estuviese a punto de correrme.
-Para… Para Lucas, por favor. Para… - suplicaba.
Él hacía caso omiso, estaba disfrutando como un chiquillo con aquello, disfrutaba con mi desesperación y el alto grado de excitación al que había logrado ponerme en cuestión de minutos.
Estuvo comiéndome entera durante casi un cuarto de hora… Aquello era maravilloso y al mismo tiempo un infierno por tener que aguantar tanto tiempo el soltar toda el agua contenida en mi interior a causa de sus lametones.
Finalmente paró, y me besó la boca con todo el sabor de mi flujo en la suya. Era un sabor dulce, no me disgustaba, pero prefería saber cómo era el sabor de su miembro. Así que sin pensarlo dos veces bajé hasta su pantalón y se lo quité arrojándolo también al suelo. Dejé que su mástil invadiera por completo mi boca. Aquel montón de carne era deliciosa, me encantaba el sabor de su pene, por lo tanto comencé a chupársela lentamente, saboreando cada poro de su piel como si de una piruleta se tratase. Estaba húmeda, podía sentir el sabor fuerte de su líquido pre seminal, pero estaba tan excitada que no me importaba, incluso me sabía bien y lograba excitarme más todavía de lo que ya estaba.
Lucas tenía el pene demasiado grande para que me cupiese por completo en la boca, así que se la mamaba lentamente haciendo lo que podía para llegar hasta lo más hondo posible. Poco a poco, con cada movimiento de cabeza, mi garganta se iba amoldando a su grosor. Cuando me la metía prácticamente hasta el fondo podía escucharlo gemir entre dientes, sentía cómo todo su cuerpo se tensaba en una fracción de segundo. Aquello me encantaba, me encantaba darle placer oral. Seguí acompañando mi mamada con la mano, meneándosela muy lento y con la mano firme. Sus gemidos eran un gruñido en forma de “o” clarísimos. Escucharle me ponía malísima, tenía un gemido muy grave y me volvía loca. Para excitarnos más a ambos aumenté el ritmo de mi felación, se lo fui haciendo más y más deprisa, su jadeo grave se convirtió en una serie de gemidos más continuados pareciendo casi un tiriteo, como una súplica. Cuando escuchaba que sus jadeos se aceleraban y sus manos se clavaban en mi cabeza hundiendo su pene contra mi campanilla frenaba el ritmo, y se la lamía con delicadeza, después volvía a hacerlo rápido.
-¡Santo Dios, Paula! ¿Dónde has aprendido a comerla así? ¡Vas a volverme loco!
Sus palabras me enorgullecían y me excitaban más todavía. Yo seguía chupándosela más y más deprisa hasta que cuando sentí vibrar una vena de su pene advirtiéndome de que estaba a punto de correrse paré en seco y me puse a un lado de él metiéndome tres dedos de su mano en mi vagina.
-Vas a matarme cariño… -Me dijo sofocado.
Volvimos a fundirnos en varios besos, rodando alrededor de toda la cama con nuestros cuerpos sudorosos y desnudos. Ambos jadeábamos de excitación mientras nuestras bocas no se despegaban ni un segundo.
Yo estaba tan abierta, que en uno de los giros que hacíamos agarrados el uno al otro sobre la cama su pene entró como la seda en mi vagina.
-Uuuhmmm… Lucas… Te tengo dentro… -Gemí con voz deseosa.
Él la sacó despacio, apartó su boca de la mía y me pidió un momento. Abrió el cajón de su mesilla y se colocó un preservativo para invadirme por completo.
-Ponte a cuatro patas – me ordenó. A lo que yo sin poner ningún impedimento me coloqué como una auténtica perra a un lateral de su cama para que el pudiera penetrarme de pie.
Antes de embestirme, su mano acarició mi pelo, dejándome la melena a un lado, bajó por mi cuello, espalda, y ambas manos se posaron con fuerza en mis caderas hasta que de repente… ¡zas! Su miembro entró por completo en mi interior. Una, dos, tres, cuatro, cinco embestidas suyas fueron suficientes para que a la quinta vez que sacó su pene de mí comenzase a correrme como una auténtica catarata.
-Buff… Madre mía –gruñía Lucas viendo el espectáculo. Acto seguido pasó su lengua por todo mi agujero para probar el sabor de mi corrida. Yo gemí de placer, todos los poros de mi piel se pusieron erectos poniéndome de inmediato la piel de gallina.
Me dejé caer sobre la cama con las piernas abiertas, le miré a los ojos, y con voz exhausta le supliqué: “Acaba de una vez”. Y así lo hizo él. Comenzó a follarme con gran rapidez, en cuestión de pocos minutos yo volví a eyacular, dejando sus sábanas completamente empapadas y él poco después eyaculó dentro del preservativo deshaciéndose en un grave y suave gemido.
Caímos los dos exhaustos sobre el colchón quedándonos dormidos en cuestión de minutos. Fue un encuentro sexual indescriptible, el cual se volvió a repetir durante infinidad de veces aquellos días en los que fui a conocer personalmente a Lucas, el chico del chat.