Conociendo a Raquel -en el sentido bíblico-
Raquel es una chica muy bella que ahogada en sus tabúes se niega a despojarse de su virginidad. Pero al despertar a su sexualidad hecha mano a "otros" recursos. El sexo es una carretera con muchas desviaciones y Raquel viaja veloz en una de ellas.
Hace algunos meses, mi amigo Ramiro me invitó a visitar la congregación de una iglesia protestante en la cual, según el, se encontraban las mujeres mas apetecibles de la ciudad. Escéptico, lo acompañé parte para complacerlo y que dejara de insistir, parte para satisfacer mi curiosidad que se había despertado con las descripciones de algunas de las hermanas de dicha iglesia.
Llegamos muy temprano y tras registrarnos como "Visitas" nos acomodaron en un grupo de "Jóvenes" en donde habían chavas y chavos mas o menos de nuestra misma edad. Era imposible dejar de darse cuenta que las mujeres del grupo no despegaban la mirada de nosotros. También era notable que la proporción de mujeres a hombres era aproximadamente de 5 a 1. La gran mayoría de estas jovencitas habían nacido en la religión y por lo tanto su moralidad e ideología estaban moldeadas de acuerdo a principios morales basados en la Biblia.
Al terminar el servicio religioso, salimos al atrio en donde todos los feligreses se acercaron a mí y me dieron una calurosa bienvenida. Invariablemente, todos preguntaban que de dónde los visitaba y me echaban el rollo sobre la "salvación" y lo "perdido que está el mundo". Aquello parecía un ritual ensayado para reclutar nuevos miembros con las muchas sonrisas y mucha "hermandad". Al cabo de un rato, solo quedaba un grupito de cinco muchachas entre los 16 y los 18 años de edad. Todas muy bien vestiditas y arregladas con suma discreción; agregando misterio a su sensualidad aparentemente dormida. Sin embargo, sus risas y sus miradas las delataban. Como mas tarde descubrí, invariablemente sus padres y clérigos les prohibían casarse con hombres que no fueran miembros de su iglesia por lo que desde muy niñas se resignaban a solo aceptar salir con chavos de la congregación. Aquí es donde tomó sentido el entusiasmo de mi amigo Ramiro y el por qué de su insistencia en venir al templo. Esto resultaba verdaderamente un harem. Todas estas señoritas estaban en el apogeo de su sensualidad pero había sobrepoblación de hembras en comparación de hombres. La visita de un hombre soltero era muy bien acogida y sobraban candidatas para tratar de doctrinarlo con el propósito de eventualmente llegar a una relación formal con el. Esas intenciones se desbordaban a través de las miradas de cada una de esas hermosas muchachitas.
Una chica sobresalía del grupo por su alegría y por su belleza. Su piel era lozana de un moreno claro, casi blanca. Su pelo negro, lacio a media espalda. Era un tanto difícil discernir con precisión la figura de su cuerpo pues sus ropas eran muy sueltas y discretas; pero por lo que se alcanzaba a ver, tenía bonitos tobillos, y era delgada, como de 1.60 de estatura. Su cara estaba verdaderamente llena de una belleza natural, resaltando particularmente sus largas y espesas pestañas que adornaban sus grandes ojos negros y sus labios pequeños y bien delineados. Su nombre era Raquel y era sobrina del Pastor que dirigía esa iglesia.
Varias chicas se ofrecieron a impartirme estudios bíblicos, pero acepté tomarlos de Raquel, la más bella del grupo. Nuestra primera sesión, fue en la misma iglesia, las siguientes dos en su casa en donde me presentó a toda su familia la cual era muy respetada entre los miembros de la congregación. Cuando estudiábamos, era imposible impedir que fluyeran las preguntas personales, lo cual nos permitió irnos conociendo en un nivel personal. Tampoco pudimos impedir las miradas delatadoras que nos decían cuanto nos atraíamos el uno al otro.
Para abreviar la historia, agregaré que aceptó que fuéramos novios y después de salir un par de veces aceptó que la besara en la boca. Lo tibio de sus labios era delicioso y compensaba su torpeza pues era su primer beso y carecía absolutamente de experiencia. El enseñarle a besar fue muy excitante, acercar su cuerpo al mío y sentirla vibrar al contacto, era la locura.
Para una de las lecciones, le propuse que ella fuera a mi casa en donde la invitaría a comer. Fue difícil persuadirla, pero finalmente accedió. Llegó puntual y tras una muy breve lección nos dedicamos a disfrutarnos mutuamente. Los besos y las caricias fueron aumentando el combustible que difícilmente se contenía en nuestros cuerpos dispuestos a arder hasta consumirse en el fuego del placer. Debajo de su holgada ropa, se escondían los contornos muy apetecibles de su cuerpo. Mis manos rodearon y pudieron sentir lo estrecho de su cintura, contrastando con sus caderas perfectamente proporcionadas. Para mi sorpresa, al llegar a sus nalgas tan redonditas y firmes, no me detuvo, al contrario, se estremeció completamente y se entregó fervientemente al beso que nos unía. Dada su reacción, continué masajeando sus glúteos mientras frotaba mi ya endurecido pene contra su pelvis. Subí mis manos alrededor de sus caderas y esbelta cintura continuando hasta el contorno de sus senos los cuales tomé con ambas manos y suavemente los apreté arrancándole un fuerte gemido el cual aceleró nuestros pulsos y respiración. Mis manos quedaron como prensadas a tan firmes pechos los cuales masajeé con mucho tacto hasta sentir sus pezones en la punta de mis dedos.
Todo parecía ir bien, inclusive sentía su cuerpo moverse como remolino contra mi endurecida verga. Era obvio que me deseaba así que mi mano empezó a buscar su rodilla y levantando su vestido acariciaba sus piernas y poco a poco me iba acercando a su entrepierna. Cuando sintió mi mano en su sexo, se separó de mí casi de golpe y mirándome a los ojos me dijo que eso no estaba bien. Que ella no podía acceder a sus pasiones y que su ilusión era llegar virgen al altar, vestida de blanco.
De esta manera cachondeamos varias veces sin llegar a tener relaciones sexuales. La verdad es que me encantaba como mujer y disfrutaba estar con ella aunque me quedara con las ganas de hacerla mía. Su fuerza de voluntad se iba debilitando y al cabo de vernos en mi departamento en repetidas ocasiones, su sexualidad se iba despertando y sus cohibiciones desvaneciendo. Cada encuentro superaba al anterior en lo atrevido de las caricias. La naturaleza de sus instintos femeninos se imponía y vencía su pudor.
Así llegó el día que tras desabrochar su brassiere, levanté su blusa para por vez primera poder ver sus pechos desnudos. Eran de tamaño regular, pero desafiaban la ley de la gravedad manteniéndose erguidos y firmes. El centro de la redondez de cada seno, estaba coronado con unos pequeños pezones y aureolas. Mientras la besaba, masajeaba ese par de tetas en movimientos circulares, mis dedos no tardaron en tomar posesión de sus pezones los cuales retorcía y apretaba sintiendo a la joven Raquel vibrar y estremecerse hasta el grado de gemir y respirar agitadamente. Mientras sentía sus manos frotar mi espalda, proseguí a desabotonar su blusa dejando su torso descubierto. Mis manos recorrían cada milímetro de su piel en su cintura, su abdomen, sus senos, y espalda.
Cargándola entre mis brazos, la llevé a mi alcoba acostándonos en la cama. Después de un breve momento de seguir acariciándonos y besándonos, ella me dijo preocupada:
- Se me va a arrugar mi falda. ¿Me la quito?
Le quité sus zapatillas lentamente, y la ayudé a despojarse no solo de la falda, sino del fondo también. Tenía un cuerpo precioso. Solo le quedaban las pantymedias y sus calzoncitos. Sus medias eran de color natural, así que virtualmente se dibujaba perfectamente su silueta, la cual contrastaba sensualmente entre el valle de su cinturita y las protuberancias de sus senos y caderas. Sus piernas eran largas y esbeltas. Mientras yo me despojaba de mi ropa, ella me veía con atención. Sus ojos se llenaron de brillo cuando al quedar completamente desnudo, mi pene brotó de entre mi trusa, quedando perpendicular a mi cuerpo por encontrarse completamente erecto.
-¡Qué grande lo tienes! me dijo en un tono de verdadero asombro.
Le tomé una de sus pequeñas manos y la dirigí hasta mi miembro que al sentir el roce de su piel, palpito y aún se endureció más. Ella se aferró a mi verga, apretándola con fuerza mientras que yo me recostaba a su lado para empalmar mi cuerpo al suyo. Acerqué de nueva cuenta mis labios a los suyos a lo cual ella respondió frotando su lengua a la mía. Mis besos llenos de calor fueron descendiendo por su piel. Mordisqueé su barbilla, sus mejillas, lamí sus oídos y su cuello; hasta que sentí la protuberancia de sus senos entre mis labios. Tomé su sensible pecho entre mi mano y me dediqué a chupar y lamer su pezón, al tiempo que ella casi gritaba de placer.
Entre gemidos y suspiros logró decirme que nunca había estado con un hombre, y que no quería que metiéramos la pata. Que por favor desistiéramos por que no quería que nos expulsaran de la iglesia. Era obvio que su cuerpo respondía al placer que estaba experimentando por vez primera, pero su mente seguía atada a sus convicciones religiosas. Como si no la hubiera oído, yo seguía dando placer a todo su cuerpo, inclusive había empezado a despojarla de sus pantymedias y ropa interior, a lo cual ella ponía cierta resistencia, pero al sentir mis mano en sus nalgas desnudas, el placer fue demasiado y se dejo desnudar.
-¡No quiero perder mi virginidad! - Me dijo con voz entrecortada mientras le abría las piernas y metía mi cuerpo entre ellas.
Yo estaba muy confundido. Por un momento llegué a pensar que estaba lista para entregarse, pero seguía resistiéndose incansablemente y yo no quería tomarla a la fuerza. Es mas, tampoco estaba seguro de querer tomarla, sabiendo que eso representaría complicaciones con su familia por tratarse de una tan tradicional. Apreciaba mi soltería, y no estaba dispuesto a perderla por un momento de calentura. Así que le dije que no se preocupara, que la iba a respetar, que yo también quería que conservara su virginidad hasta la noche de su boda. Creo que le impartí confianza puesto que se relajó y accedió a que nuestros genitales se juntaran mientras regresábamos a los besos y las caricias. Sin penetrarla, puse mi pene contra su rajita la cual pude sentir ardiendo de calor y bastante mojada. Con el solo rocé de mis genitales en su rajita, ella terminó de abrir sus piernas aferrándose a mi espalda al tiempo que giraba su cabeza con los ojos cerrados y gimiendo de placer. Así estuvimos un momento, frotándonos nuestros genitales. Mientras la dejaba fantasear al contacto de mi endurecida verga, seguía comiéndome sus ricas tetas y acariciando su cuerpo por completo.
Mi confusión era muy grande. La veía y me hacía pensar que quería ser penetrada, pero si tan solo intentaba acercar mi mano a su vagina, ponía completa resistencia.
-Te deseo Raquel- le dije al oído, mientras apretaba mis mandíbulas para no estallar de la locura que me provocaba.
-Yo también...pero no debemos.
Los besos de mis labios fueron bajando por sus curvas hasta llegar a su ombligo. Pude sentir como se tensaba de miedo o tal vez de excitación. Puesto que no me detenía, seguí descendiendo hasta que sus vellos púbicos estaban entre mis dientes. Con mi lengua apenas toqué sus labios vaginales lo más leve que pude. No hubo resistencia así que continué dándole placer con mi boca. Con mi lengua abrí sus labios y pude ver de cerca su virginidad. Me parecía realmente increíble que una mujer tan hermosa y a su edad no conociera las delicias carnales. Al intentar meter mi lengua, se quejó como de dolor y gritó que no, con desesperación. Desistí y me dediqué a seguir lamiendo sus labios y clítoris a lo cual no se resistía; al contrario, lo disfrutaba mucho.
Mientras le acariciaba su botoncito endurecido con mi lengua, tomó mi cabeza con sus manos y casi clavándome las uñas en mi cuero cabelludo, se dejó venir en mi boca emanando grandes cantidades de sus jugos, los cuales tragué saboreando su sabor saladito.
Confundida, me dijo que no sabía lo que le había pasado, que nunca lo había sentido y que ni siquiera podía describirlo, pero que le había gustado mucho aunque le había quitado fuerzas y la había excitado más. Al verla semi asustada, le aclaré que se trataba de un orgasmo, que si nunca lo había sentido le daba la bienvenida oficial a su sexualidad. Le dije que el hombre siente algo similar cuando eyacula y que es precisamente eso lo que se busca en el acto sexual.
-¿Y tu quieres sentirlo ahorita?- me preguntó con ingenuidad. - ¿Conmigo?
-Claro que si, y no solo contigo, sino que dentro de ti.
-No pues eso si que no se va a poder, ya te dije que . . .
La interrumpí acercando mi verga a su cara y casi ordenándole:
-Dale un beso.
Con cara de confusión titubeó como medio minuto, pero ante mi absoluto silencio y mi mirada de plegaria, por fin acerco sus labios y la besó con ternura.
-No, chiquita, mira a esto es a lo que me refería...
Le pedí que abriera su boca y en ella metí la cabeza de mi verga la cual estaba hinchada y caliente. Sin sacarla, le dije que la lamiera y me diera placer con su lengua igual que lo había hecho yo. Creo que agarró la onda, por que incorporando su cabeza tomó mi tronco con una de sus manos y sentí como movía su lengua en movimientos arbitrarios frotándola contra la sensibilidad de mi glande.
-Así chiquita, gózala, solo disfrútala en tu boca.
Era torpe, pero agradecía su esfuerzo por quererme complacer. Poco a poco fue agarrando ritmo y siguiendo mis indicaciones empezó a frotar sus labios, sus dientes, su lengua en toda mi caña. Tampoco voy a decir que fue la mejor mamada que me han dado, pues de verdad era primeriza y por lo mismo bastante torpe. Sin embargo, llegó su excitación a tal grado que tras sacar mi falo de su boca, la frotó contra su hermoso rostro haciendo gestos de satisfacción como si buscara que mi enorme verga le acariciara y le embarrara en su piel mis líquidos preseminales.
Pude darme cuenta que aprendía rápido; sus instintos estaban vivos y rápidamente despertaban.
-¡Te deseo!- me decía mientras seguía jugando con mi endurecido miembro que ya había alcanzado sus máximas dimensiones de 20 centímetros.
-Yo te deseo más.- le contesté.
-¿Es cierto que se puede hacer por atrás?-me preguntó mientras se ruborizaba.
-¿Por qué me preguntas eso? ¿Quién te lo dijo?
-Me lo dijo una Hermana de la iglesia, dice que ella lo ha hecho con su novio para no perder su virginidad. Dime ¿se puede?
La tomé con fuerza y volteándola la coloqué en cuatro.
-Pues salgamos de dudas.-le dije- No te muevas, ahora mismo vuelvo.
De prisa fui al baño y saqué del botiquín el frasco de vaselina. Mientras regresaba, me di cuenta de lo que estaba pasando. Lucía espectacular puesta en cuatro, con su culito respingón apuntando hacia mí, listo para ser poseído. Sin más, abrí sus glúteos y como en ritual de preparación, dediqué unos minutos a chupar y lamer su ano mientras ella movía sus caderas completamente enardecida. En este orificio si me dejó meter la lengua, la cual se deleitaba dentro de sus paredes rectales. Tomé vaselina y le metí un dedo, luego dos. Ella gritaba abiertamente.
Por temor de que reaccionara, me abstuve de preguntarle si le dolía. Preferí suponer que de así ser, me pararía en seco, como ella sabía hacerlo. Froté una amalgama de vaselina y saliva en mis 20 cms. y sin más, acerqué mi verga a su hoyito dispuesto a cogerme a tan hermosa mujer. Al nuestras pieles hacer contacto, ella suspiro profundamente. Sin darle tiempo a que se resistiera, presioné mi pene con fuerza al tiempo que con mi mano la guiaba y le daba apoyo hasta lograr que el glande se comprimiera y entrara en tan deliciosa cueva.
Mientras ella gemía interminablemente, yo seguí metiéndole mi verga mientras jalaba con ambas manos sus caderas hacia mí.
Reconozco que para mi también era la primera vez que disfrutaba del sexo anal, y estaba inseguro de cuanta verga darle y si soportaría que la embistiera.
Al principio fui lento, dejándole espacio para que su culito se dilatara. En cuestión de minutos, no salía de mi sorpresa al ver sus nalgas completamente ensartadas con mi polla que gozaba completamente del calor de sus entrañas.
Una vez dentro de ella, sin mucha fuerza saqué y metí como la mitad de mi herramienta. Mi temor era que se fuera a salir y que ya no quisiera que se la metiera. Conforme iba aumentando la velocidad y la fuerza de mis embestidas, noté que ella movía sus caderas circularmente. Fue hasta entonces que me atreví a preguntarle:
-¿Te gusta?
-Si, me gusta mucho. Solo al principio me molestó un poquito pero ahorita me encanta cuando te mueves y cuando me la metes hasta el fondo. ¿A ti te gusta?
-Claro que me gusta, estas riquísima.
Rodeé su cuerpo con mis brazos y con ambas manos masajee sus pechos que colgaban alargados por su propio peso. La tomé de sus hombros y sin compasión la bombié con fuerza dispuesto a dejarme venir dentro de ella. Mientras mi cuerpo chocaba contra la redondez de sus nalgas, la oía gritar de placer. Mi verga entraba y salía sin tregua de su estrecho culo el cual me abrazaba y daba placer. Mis testículos se estrellaban contra su rajita la cual escurría en sus propios jugos. Tras breves momentos de estarla culeando salvajemente, mi verga liberó grandes cantidades de semen las cuales inundaron lo mas profundo de su intestino. Mientras me corría, pude oírla gritar y hasta llorar de placer.
Era novata y muy torpe para mamar, pero que buen culo resultó ser.
Nuestras lecciones bíblicas continuaron, así como nuestras sesiones de sexo oral y anal. Con el tiempo aprendió a mamar y habría que ver de que manera. Mientras fue soltera, no pude gozar su vagina pues me abstuve de arrancarle su virginidad. No hacía falta, cogiendo por el ano me supo dar mucho placer y recibió un sin número de orgasmos.
Así es como "conocí" a Raquel, en el sentido bíblico. Con el tiempo se casó de blanco como siempre fue su ilusión.