Conociendo a mis hijos (12)

Mi corazón se iba a salir, los nervios me estaban ahogando, la corbata la tuve que aflojar porque era un cordel en el cuello. Estaba excitado.

CONOCIENDO A MIS HIJOS (XII)

Por fin terminé la jornada, estaba agotado. Entre el madrugón a media noche por parte de Carlos, luego el despertar con mi hijo y el trabajo en sí. Estaba deseando llegar a casa. Pero antes me tenía que llegar al centro comercial a comprar cosas para la semana y un colchón hinchable para que Carlos pudiera dormir mejor. No sabía por cuánto tiempo quedaría en casa, y no iba a dormir siempre en el sofá. Podría montar el colchón en el cuarto de Luis, que adora a su tío, y tiene espacio suficiente. Así le dejaría un poco más de intimidad a su hermano, además, estos días, al estar Quique, sería más agobio.

Aparqué el coche en el parking. Me coloqué la chaqueta y me dirigí hacia la salida para tomar la rampa de acceso al centro comercial. Mi vejiga me avisó de que reventaría si no la vaciaba enseguida. A prisa me dirigí a los servicios que se encontraban en el hueco de debajo de la rampa. Me situé en uno de los urinarios, ya que, sinceramente, me daba morbillo eso de poder ver alguna polla mientras está alguien a mi lado, pero estaba solo.

En el urinario de al lado se situó un chico, de unos veintipocos años, rubio, media melena, y con muy buen cuerpo. –Hola-me dijo por lo bajo. Me miró a la cara y se sonrió. ¡Qué ojos azules más hermosos! Nunca había visto unos ojos tan bonitos. Yo acababa de orinar y el chico me empezó a mirar con insistencia. Observé que se pasaba la lengua por los labios y me guiñó un ojo. Yo estaba perplejo, no sabía cómo actuar. El chico se apartó del urinario dando un paso atrás y pude contemplar aquella polla tan enorme. ¡Nunca jamás había visto algo así de grande! Me sorprendió. Se retiró del urinario con la polla fuera, pajeándose y se dirigió al cubículo, me miró y me hizo una seña para que le siguiera.

Mi corazón se iba a salir, los nervios me estaban ahogando, la corbata la tuve que aflojar porque era un cordel en el cuello. Estaba excitado. Entré en el cubículo y el chico se abalanzó a mi boca. Me comenzó a besar, ¡qué bien lo hacía! –No tenemos mucho tiempo-me dijo-pueden venir los seguratas- Me comenzó a besar el cuello y me mordisqueó mi pezón por encima de la camisa. Se arrodilló, me bajó la cremallera y me sacó la polla. En décimas de segundo ya la tenía dentro de su boca. Buff, ¡qué delicia! ¡Cómo me la mamaba! El chico se sacó su polla y se pajeaba a la misma vez.

Me la lamía de arriba abajo, bajaba hasta mis huevos, me los succionaba, para subir de nuevo hasta mi glande. Estaba aferrado a mi polla. La lamía y la mamaba como el mejor. El chaval se levantó me agarró del cuello y me besó fuertemente en la boca. ¡Quiero notar ese pedazo de carne en mi culo! Me dijo. Ahí me dejó muerto…¡¿Follar? ¿En una cabina de un servicio de un centro comercial?!... ¿Tienes un condón? –le pregunté decidido- El chico se miró en los bolsillos y sacó dos sobrecitos, en uno había un condón. Lo tomé y me lo puse rápidamente. El chico cogió el otro sobre, era lubricante, lo abrió y se lo juntó en el ano, y otro poco me lo puso en mi polla. ¡Sin piedad!-me dijo al oído.

Coloqué la punta de mi polla a la entrada de su ano y de un empujón se la introduje entera. ¡Umm sí!-gimió el chaval. Y sin pensarlo comencé a fallármelo fuertemente. El chaval tenía un culo de lo más rico. Llevaba años sin follar con nadie y según veía, no había perdido mis cualidades de macho dominante. Porque el chico disfrutaba a lo lindo. Se pajeaba con una mano y con la otra me tocaba el culo, me clavaba las uñas y me apretaba contra él. ¡Joder, qué morbo tenía aquello! ¡Cuando te vayas a correr avísame!-me dijo- Pues estoy a punto-dije yo. El chico se sentó en el váter, me quitó el condón y siguió mamándome la polla. Se levantó la camiseta y tras darle dos chupadas le avisé que me venía, apuntó hacia su pecho y lo bañé entero de semen. Fueron siete fuertes trallazos los que salieron disparados hasta su pecho lo cual lo llenó entero. Me agarró con fuerza la polla que ya estaba morcillona y empezó a pasársela por su pecho, restregando así todo mi semen. Se puso en pie y me dijo. Vístete y sal fuera. Espérame en la puerta. Quiero decirte algo.

Le obedecí, me recompuse toda la ropa y esperé a que el chaval se vistiera. Mientras le esperaba en la puerta miré el móvil. Un mensaje de Andrés: Papá, hoy saldré con Quique y demás compañeros de clase. Me quedaré en casa de alguno de ellos a dormir. Te quiero. Cuando acabé de leer el mensaje ya estaba el chico frente de mí. Se me acercó al oído y me susurró:

-Muy buena la follada… Roberto… -me sorprendió que supiera mi nombre, mi cara se descompuso y cuando fui a hablarle el chico había salido corriendo hacia el parking.

Intenté alcanzarle pero entre mi reacción y… ¿Quién era ese chaval? ¿de qué me conocía?... ¡Dios mío! ¿Qué he hecho?.... Si este chaval le cuenta a alguien algo, me puede arruinar. Era la primera vez que hacía algo en un lugar público y mi mala suerte hace que dé con alguien que me conoce. Estaba nervioso, y asustado. Yo un tío con mi edad, asustado de un niñato así.

Subí las rampas de las escaleras, y me dirigí al supermercado donde haría las compras que traía en mente. Pero mi mente, solo estaba en la cara de ese muchacho y en lo que había sucedido minutos antes.