Conociendo a mi vecino 2

Acabo la historia de como mi vecino me hizo llegar al séptimo cielo.

Tras lo que os conté en mi anterior relato, con mi vecino exigiéndome que subiera a la terraza después de asaltarme en el ascensor, me quedé congelado. No porque me lo estuviera pensando, si no porque me costaba respirar después de sentir su ansia; mi propia excitación me nublaba la vista.

Salí del ascensor como zombi y subí la planta que daba al rellano de la puerta de la terraza. Allí estaba él, tan serio como siempre, mirándome con ojos que me hacían temblar. Tenía un poco de inquietud por todo lo que yo le había hecho pasar desde nuestro primer encuentro, jugueteando con él y excitándolo tanto como podía.

Al llegar a su altura, me dejó un par de minutos en silencio. Sólo podía oír nuestras respiraciones, la mía entrecortada, porque la excitación me podía. Tímidamente llevé mi mano a su paquete, que ya había notado tan claramente en el ascensor y sabía bien duro, y se lo froté por encima de su pantalón de deporte.

Él continuaba mirándome, sin decir palabra, y se dejaba masajear, hasta que cuando iba a abrir su bragueta, me agarró del pelo y me obligó a ponerme de rodillas. Se me escapó un quejido por el tirón de pelo, pero quedé frente a su polla que quería salir, y reconozco que me excitó mucho que me tratara así. Ante su silenciosa mirada solo pude sacarle la polla y abrir la boca. Él hizo el resto.

Me la metió de un solo golpe, casi me da algo de la arcada, pero no le importó lo más mínimo. Como ya me tenía del pelo, empezó a follarme salvajemente la boca, con embestidas profundas y largas, que hicieron que forcejeara para poder tomar aire, pero infructuosamente. Me tenía bien dominado.

Solo cuando la asfixia me llegaba, la sacaba para que yo pudiera tomar aire, y entonces me lazó un guantazo en la cara gruñéndome:

  • Has sido malo conmigo. Te mereces un buen castigo.

Me quedé parado un momento. La situación, me sorprendía yo, me estaba excitando. Joder, me daba cuenta de que yo quería ese castigo.

  • Sí, me lo merezco, por favor -respondí yo, asombrándome a mí mismo.

Él me miraba atentamente y debió gustarle lo que vio en mis ojos, que era un vicio absoluto por la situación, y volvió a follarme la boca sin piedad, provocando que un río de lágrimas cayeran por mis mejillas por la profundidad que alcanzaba su polla en mi garganta. Eran tantas que se detuvo un segundo y me la sacó completamente para dejarme hablar, a lo que yo solo pude farfullar:

  • ¡No pares, cabrón!

Aquello firmó mi sentencia. Con cara de sádico empezó a darme pollazos en la cara y a follarme la boca con más fuerza, y yo estaba temblando, entre el éxtasis y la asfixia, el punto óptimo para el placer. Como iba pudiendo me saqué la polla y comencé a pajearme a su ritmo, pero él se dio cuenta y me obligó a parar.

  • No te toques hasta que yo te lo diga -me ordenó con la voz ronca-. Quítate la ropa.

De rodillas en el suelo, ante su polla enhiesta y dura, le obedecí como pude. En unos instantes me quité la camiseta, los pantalones y el slip.

  • Las zapatillas y los calcetines también -me volvió a ordenar.

Eso me extrañó, pero yo ya no tenía voluntad, así que unos instantes estaba completamente desnudo, y en cuanto pude, volví a abrir la boca, reanudando él su follada. Mis manos recorrían sus piernas y acariciaban su culo, aparentándolo contra mí para que me metiera la polla aún más, lo que seguramente no era posible pero yo estaba fuera de control.

Aunque todo el control se me vino de golpe cuando oí el ascensor, en la planta de abajo, abrirse y unos pasos que se dirigían hacia la escalera. Tanto él como yo nos quedamos paralizados, yo con su polla en la boca aún y él sujetándome el pelo. Nuestras miradas se cruzaron y los dos nos inmovilizamos, jadeando, hasta que pudimos oír como los pasos continuaban hacia el pasillo.

Fueron unos instantes de pánico embriagador. Imaginarme que nos pillaran así, con la escena de mi yo juvenil desnudo, arrodillado con la polla de un vecino mayor en la boca, lleno de saliva y fluidos, me generó un miedo y una excitación tan brutal que casi me muero de placer. Supongo que a él también, con más pánico imagino ya que a él le podía caer una peor que a mí, pero fue suficiente para que arreciara sus silenciosas embestidas y pronto sentí su leche llenarme la boca.

Ni aún así la sacó, tuve que tragármela toda para no ahogarme, y no dejó su mete y saca hasta que sus espasmos de placer no desaparecieron y solo entonces me la sacó. Mi boca fue detrás de ella, y seguí chupándosela un rato hasta que se la dejé bien limpia. Después abrí la boca para que viera los restos de su semen y ante él me lo tragué todo.

El asentía, como dándome a entender que era lo que se esperaba de mí, y se apoyó en la puerta de la terraza para reponer el aliento. Yo seguía en el suelo, arrodillado y desnudo, con la polla como el acero y jadeando aún de lo cachondo que iba, porque su mirada seguía en mí.

De repente, se la guardó y girándose abrió la puerta de la terraza. Me dio una llave y me dijo:

  • Mi trastero es el nº 11, ve allí y espérame.

Cogí la llave y empecé a ponerme la ropa, obediente, pero él me detuvo.

  • No. Vete así. Te gusta provocar yendo desnudo, pues ahora hazlo. Yo llevaré la ropa después.

Ahí me tenía bien cogido. Los trasteros están muy separados de la puerta, así que suponía un considerable riesgo. Además, mi edifico es de los más bajos de la zona, por lo que era imposible que alguien no estuviera mirando y me viera.

La duda se me debió translucir porque el hizo amago de quitarme la llave, pero rápidamente mi morbo y vicio ganaron la batalla, y quedándome la llave, me levante y me dirigí a la puerta mientras él me devoraba con sus ojos.

  • Y nada de correr, ve andando tranquilo que te vea yo -me advirtió-. Cuando llegues, espérame.

Aquello me podía. Tuve que recorrer los más de 50 metros hasta el puto trastero a paso lento, descalzo y con la polla tan dura que dolía. En un balcón del otro lado, una mujer mayor me miraba con cara de incredulidad y más allá un chico de mi edad me miraba y se reía, pero sus ojos no se apartaban de mi. Un tío mayor en otro balcón me miraba imperturbable mientras se fumaba un cigarro. Me sentía el centro de todos los deseos y aquello me ponía muy caliente. ¡Cómo me conocía el vecino!

Tras unos interminables segundos, llegué a la puerta que mostraba el nº 11, abrí y entré, quizás con más lentitud de la que debiera, pero me había gustado mucho la sensación, y jadeaba porque necesitaba más. Era un trastero grande, con varias estanterías, un par de armarios y un viejo sofá en un rincón.

Para este último me fui. Dejé la puerta abierta y me senté a cuatro patas en él, con el culo hacia la puerta, porque necesitaba que esa polla me follara urgentemente y no podía aguantar más sin tocarme. Decidí darle a mi vecino lo que le gustaba.

Durante varios minutos él no llegó. Yo empezaba a temer que me hubiera tomado el pelo, que me quedara en la terraza en pelotas y tuviera que volver a casa así, obligado a llamar al timbre porque mis llaves iban en mi pantalón. Y lo peor de todo, es que esa situación solo empeoraba mi calentura. Mi polla latía demandando atenciones, pero no quería concedérselas porque sabía que sería muy breve y quería que él me tuviera entero.

Por fin oí llegar unos pasos. Enterré la cabeza en el sofá, mientras ofrecía cuanto podía mi culo al visitante. Pude notar como se cerraba la puerta, unos segundos de silencio y comencé a sentir sus labios en mi culo, sus manos apretándome fuerte y mi ojete siendo traspasado por su lengua. Comencé a lanzar los gemidos y gritos de placer que me había visto obligado a contener, y él los incrementaba con unos azotes que me estaba matando de gusto.

Me comió el culo, preparándolo para el plato fuerte, durante un buen rato, hasta que le imploré muchas veces que por favor me follara, que me la metiera entera. Por fin me hizo caso. Apoyó mi cuerpo en el respaldo del sofá, me hizo empinar más el culo y de un solo golpe de cadera me la metió entera. Dolió un poco, pese a todo el previo y la lubricación de su saliva, pero ni me quejé, es lo que necesitaba.

Su pecho se apoyó en mi espalda, sentía su aliento en mi nuca, sus mordidas y lametones en mi cuelo, y sus manos en mis caderas le ayudaban a manejarme a su antojo, mientras su polla me llenaba, me daba un placer infinito y me hacía sentir tan lleno, que solo podía jadear y jadear, gruñendo algún “Así, Así” muy de vez en cuando.

Él de vez en cuando me azotaba en el culo, lo que provocaba que yo culeara más buscando un mayor contacto. Solo le oía murmurar, entre dientes:

  • Eres una puta…

A lo que yo siempre contestaba que sí, que me diera más fuerte, y eso lo ponía aún más frenético y me daba más caña, mientras yo con los ojos cerrados solo sentía estímulos de placer absoluto. Después de un buen rato así, me levantó en peso y me tumbó boca arriba, me estampó un beso bien largo con su lengua juguetona y me la volvió a meter de golpe.

En esta nueva postura, notaba su polla aún más adentro, y su mirada viciosa devorándome. Repasó con su lengua mi pecho, mis pezones y mi cuello, y con su mano empezó a masturbarme suavemente. No podía describir todo el gozo que me estaba dando, demasiado, porque pronto tuve que reconocerle entre jadeos que me iba a correr. Él arreció la paja y comencé a explotar en violentos chorros que llegaron a mi cara y por supuesto a la suya. Me convulsionaba de lo profundo que fue el orgasmo y mi culo se comprimió, lo que hizo que él acelerara el ritmo en su follada.

Una gota de mi semen cayó de su cara en la comisura de mi boca, así que la cogí con la lengua y jugueteé con ella, lo que hizo que él se lanzara a darme otro prolongado beso en el que jugamos con mi leche entre nuestras lenguas, abrazados en el sofá, mientras él seguía dándome fuerte como un puto martillo con su polla. Yo levanté las piernas y lo rodeé la cintura con ellas mientras comencé a decirle guarradas en el oído y animarle a que se corriera dentro de mí.

Ya no hacía falta más. Entre gritos salvajes, noté como se estremecía entre mis piernas y me llenaba el culo de su todavía abundante leche a la vez que me mordía en el cuello y yo gemía de puro gusto.

Después de correrse, aún seguimos en esa postura un rato, con su polla perdiendo tamaño dentro de mí, y yo agotado como hacía tiempo, pero en la puta gloria.

Luego él se levantó, con unos pañuelos de papel se limpió y me dio otros a mí para que hiciera lo propio. Todo transcurrió en silencio, quizás por agotamiento o por vergüenza, no por mi parte. Se vistió rápidamente y me dijo:

  • Ahí te dejo la ropa y las llaves. Cuando acabes, cierra tú, pásate un día por casa y me las devuelves. La próxima vez, ven y pídeme lo que necesites.

Y guiñándome el ojo, se fue. Yo me quedé tumbado un poco más, reflexionando sobre como había ido el día y bastante satisfecho. Al rato cogí mi ropa, pero mi sorpresa llegó cuando no estaban mis calzoncillos. El muy cabrón se los había quedado y yo ahora tenía que salir a casa de mis primos así. Y encima, eso me excitaba, por lo que se me notaba aún más la polla. Podía haber pasado por mi casa a coger otros, pero si a él le excitaba así, así me quedaría todo el día. Al menos hasta que fui a su casa a devolverle las llaves, claro.

Espero que os haya gustado. Ya sabéis que cualquier comentario, duda o propuesta será bien recibido en remyvelez85@gmail.com .