Conociendo a mi sumisa 4

Días siguientes donde mi sumisa pagará las consecuencias de haberse masturbado sin mi permiso. Continúa su adiestramiento.

Después de haberme masturbado como una loca el día anterior, como respuesta a su llamada le contesté con un whatsapp de que estaba bien y que gracias por ese día tan especial y terrible, me contestó con un lacónico ok y no volví a tener noticias suyas en el resto del día. Me sentí en cierto modo aliviada por tener un descanso, dormí la noche de un tirón abrazada a la almohada.

Al día siguiente, me levanté relajada y feliz, me duché, me vestí, revisé el whatsapp por si tenía algún mensaje de mi Señor y nada; no le di importancia y me fui al trabajo canturreando. Según fue pasando la mañana iba consultando el teléfono esperando noticias suyas, pero nada, cada hora que pasaba más nerviosa me iba poniendo y cada vez con más ansia consultaba el teléfono.

Maldita sea, se ha enfadado, me está castigando por no haberle contestado, seguro que adivina que le he desobedecido, que me he masturbado. Ya no aguanto más, tengo que escribirle, necesito saber de él, decirle que soy suya.

Después de seis whatsapps ni caso, no tiene la confirmación de lectura pero le he pillado en línea, así que sí los ha leído pero ni caso, castígame pero no me tortures así, no me ignores, no me abandones, no puedes pasar de mí cabrón. Le he llorado por whatsapp, he reconocido que masturbé y que me castigue… pero nada. Me he pasado el día entero fundiendo la batería del móvil, hasta que por fin a media tarde, una notificación el teléfono, cogerlo con ansía y sí era él. Me ha escrito.

Sabía perfectamente que le habría desobedecido, y tal y como le pedí tendría mi castigo. Mañana tendría que ir al trabajo con la falda de tubo y una blusa blanca vaporosa, delgadita, de esas semi transparentes, estábamos en julio y hacía calor así que no supondría problema, salvo por el hecho de que mi puesto de trabajo estoy sentada y la maldita falda ya corta de por sí se me iba a subir hasta las caderas.

Al despertar, ya tenía mensajes suyos dándome instrucciones; dar el visto bueno a mi ropa interior y lo que me temía, el sujetador el más minúsculo y delgadito, se podía adivinar el tamaño de mis pezones, el contorno de la areola a través de ellos. No satisfecho con ello, los labios rojo pasión y mientras bajaba en el ascensor enviarle una foto. Sabía cuál iba a ser la respuesta que me desabrochase otro botón más de la blusa, ya no era escote lo que se me veía, era el botón a medio torso, un giro brusco o un poco forzado y se me vería completamente el sujetador que no tapaba nada. Parecía una auténtica puta que va a ponerse en Montera.

Ya el paseo por la calle hasta llegar al trabajo fue una odisea, no hubo chico o caballero que no se girase al mirarme, me encantaba sentirme deseada, siendo la sumisa de mi Señor pero deseada por todos, me encantaba; pero no dejaban de ser desconocidos, pero en mi trabajo… iba a ser demasiado y le pedí permiso para poder abrocharme un par de botones de la blusa a mi Señor… es cruel y me tortura pero sabe entenderme y me cuida, me dio su permiso.

Las caras de los compañeros, al verme entrar eran un poema, el orgullo inicial de pasear por la calle se transformó en vergüenza, saludé a los compañeros y me fui a mi sitio a pelearme con aquella dichosa falda que luchaba por subirse enseñando más de lo apropiado en un ambiente de trabajo.

Fue pasando la mañana, hasta conseguí olvidarme de como iba vestida absorta en el trabajo, de vez en cuando las miradas de mis compañeros perdiendo los ojos por el escote y tratando de ver el escote me recordaban como iba y mi reacción era echarme las manos a la falda aunque lo que me estaban mirando era el pecho.

En esas estaba hasta que pasó la chica del correo, y entre lo que dejó en mi mesa había un paquete y el remitente no era ninguno de los clientes de la empresa, al menos que yo conociese. Inocente de mí, lo abrí sin mayor cuidado hasta que al separar las solapas de la caja se aparecieron ante mis ojos unas llamativas bolas chinas de color rojo chillón. Se me aceleró el pulso, se me mojaron las braguas y me puse roja, todo en un segundo. Cerré la caja de un manotazo, la abracé contra el pecho, durante un par de segundos no pude pensar, era mi Señor, sentí feliz y salí corriendo al baño abrazada a la caja.

Una vez sentada en la taza del váter, abrí de nuevo la caja, era demasiado grande para sólo una bolas chinas… el pulso se me había acelerado aún más, qué habría preparado esta vez este cabrón. Debajo de las bolas una nota manuscrita.

“no hará falta que te diga lo que tienes que hacer con ellas, no?”

Por supuesto que no, ni tuve que levantarme la falda ya estaba por mi cintura y estaba sentada sobre unas ya muy húmedas braguitas, un tironcito de la tela dejaba a la vista los labios mayores del coño, húmedos y brillantes; eran tres bolas unidas por una cuerda cada una un poco más grande que la anterior, la primera entró sin problema, un gemido se escapó de mi boca, la segunda al entrar hizo tope con la primera y tener que hacer más fuerza para empujar a ambas dentro, sentir como me rozaban por dentro, dios… y quedaba la tercera la más gorda, si no fuese por el extremo de la cuerda para poder retirarlas me las habría puesto del revés, empezando por la más gorda… qué gusto, sentirlas empujando mis paredes, como se mueven y recolocan dentro de ti, es como una polla empujando por todos sitios…

Me recreé un par de segundos con ellas dentro, sin tocarme si quiera, podría haberme pasado la mañana allí sentada; pero la caja tenía más cosas. Debajo de la nota había otra caja, rectangular… no hace falta ser un genio para adivinar, era un plug anal, negro de punta con una estrechez al final para el orificio anal quede cerrado, coronado por un tapón ancho y plano. Al menos parecía cómodo para poder estar sentada.

“hay que ir empezando a ensanchar ese culo, prepararlo para mi polla”

Leer las notas de mi Señor conseguían hacer que me sintiese más puta y sometida. No había ningún lubricante, habría sido un detalle, pero de la cachonda que estaba de rozarlo contra el coño se quedó absolutamente mojado, hasta pensé en masturbarme frotándome contra él, pero decidí seguir sus instrucciones y no desobedecerle.

Me puse de pie, apoyé el plug sobre la base en la tapa del váter, apuntando hacia arriba, ya con la falda enrrollada en la cintura, me acuclillé sobre él dirigiéndolo hacia mi culito, tocar con la punta en la entrada, esa parte fue fácil era estrechita como un dedo, me fui dejando caer flexionando las rodillas, entrando cada vez un poco más y un trozo un poco más gordo, empezaba a doler, para compensarlo me masturbaba. Lo forzado de la postura y el placer de frotarme hicieron que mis rodillas fallasen y caí de golpe sentada sobre el plug que se me clavó hasta el fondo. Fue un rayo de dolor, me quedé parada recuperándome y volví a tocarme el coño, aquel dolor se convirtió en puro placer, tenía los dos agujeros llenos y estaba en los baños del trabajo, maldita sea, no podría masturbarme sin riesgo de que alguna compañera entrase y escuchara mis gemidos.

Me levanté, bajé la falda hasta su sitio y antes de irme cogí papel de baño y limpiara la taza de mis jugos babosos que ya parte habían resbalado hasta el fondo, secarme mi propio coño, del que ahora asomaba un hilito del final de tres bolas juguetonas que con cada pasa se movían rozándose y cambiando la posición, haciendo que me volviese a mojar.

Pasé la peor mañana de mi vida, además de cachonda, con miedo a que la falda se me subiese y se me pudiese ver lo que llevaba dentro de mi cuerpo. El mejor momento fue el descanso con los compañeros ante la máquina de café, de pie parada la falda se estaba quietecita y me excitaba sobremanera estar allí de pie hablando con mis compañeros, sintiendo el plug en mi culo y las bolas. Tenía que acordarme de coger una servilleta para limpiar mi silla al acabar el día antes de irme.

Acabando la mañana, mi Señor me dio una dirección a la que debía dirigirme sin más instrucciones, no podía más, adelanté la hora de salida diez minutos, ya una vez en la calle volví a desabrocharme dos botones de la blusa, me daban ya igual las miradas de la gente, solo quería llegar hasta mi Señor y ponerme a sus pies.

La dirección no era lejos así que fue a paso acelerado, era un edificio normal, supuse que sería su piso, esto podría ser muy divertido si realmente vivía tan cerca de mi trabajo, las fantasías se sucedían en mi cabeza mientras arrastraba los pasos hasta la puerta. Pararme ante la puerta, colocarme el pelo, la comisura de los labios del pintalabios y llamar.

Tras la puerta se me apareció mi Señor, todo un señor, de camisa blanca, traje oscuro con la chaqueta abierta, barba de tres días y aire socarrón.

  • Pasa zorrita, tienes cara de sofocada. Ni que hubieses venido corriendo-

Al pasar a su lado, me besó, aún tenía la cicatriz de mi mordisco de hace dos días, quise ser buena y dejé la herida tranquila, cruzamos nuestras lenguas. Tras cerrar la puerta, me condujo hasta una habitación con una gran cama.

  • Desnúdate y me esperaras de rodillas, con las manos a la espalda. Cuando entre y esté delante de ti, darás las gracias a tu amo y te postraras para besar mis pies, manteniendo las manos a la espalda.-

Él salió de la habitación y allí me dejó desnudándome, decidí dejarme el plug y las bolas chinas. Al volver, lleva una copa en la mano, me arrodillo besándole los pies.

-Gracias mi Señor, aquí estoy para servirte- y ya cedí todo mi control a sus manos.

Bien… sientes como se mojan aún más tu braguitas, y sin verlo oyes como se desliza el cinturón, el tintineo de la hebilla. Sabes lo que viene...

-Apoya las manos a los lados de la cabeza perra y no dejes de lamer. El culo bien arriba-

Me agacho y sientes la palma de mi mano acariciando tu culo, como las yemas de mis dedos buscan tu culito, agarro el plug que llevas en el culo y tironeo, a cada tirón se opone una contracción del esfinter y sin más lo saco de golpe.

Sientes un leve dolor, pero mucha excitación, en seguida lo que más echas de menos es el vacío que queda en tu culo. Gimes, suplicas... protestas

Lo coloco entre mis pies al lado de tu cara, ya sabes lo que tienes que hacer, probar el sabor de tu culo. Lames con pasión imaginando que es mi polla y cuando estás en plena mamada, un calor rápido y picante en el culo.... una oleada de placer recorre tu cuerpo, un escalofrío sube por la base de tu columna, es el primero de los azotes que te recuerda el suave tintineo del cinturón.

Cada azote es un poco más fuerte, van cayendo alternativamente en cada nalga. En cada azote das gracias a tu amo por disciplinarte, lágrimas van bajando por tus mejillas. Con las gracias, das un número de intensidad del 0 al 10 para calibrar tu tolerancia al dolor, donde 10 es lo máximo quieres aguantar cada azote y noto como te arde el culo. Sé que quieres complacerme y aguantar más de la cuenta.

Paro los azotes me vuelvo a agachar y acaricio tus enrojecidas nalgas, la simple caricia te escuece, pero es una descarga de electricidad que te pone cachonda. Notas como te agarro del pelo por la nuca e incorporo tu cuerpo hasta la altura de mi cara, me miras suplicante por primera vez a los ojos, abres la boca jadeante, tienes el pulso acelerado a mil. Acerco mis labios a tu oreja y susurro "muy bien perra, me gusta que seas tan sumisa y obediente, saca la lengua"

Te tiro aún más del pelo hasta dejarte mirando hacia arriba, justo debajo de mí, abres la boca y sacas la lengua... te escupo en la boca, un hilo de saliva cae desde mis labios hacia tu lengua.

Lo recibes gustosa, tragas y vuelves a sacar la lengua.

-Así que quieres más? Así me gusta-

Me bajo la cremallera y saco mi brillante polla. Ya gotas de líquido preseminal mojan la punta.

-Me pones cachondo zorra, puedes estar orgullosa esto es por ti.-

Sigues inmóvil, con la boca abierta y la lengua fuera deseosa, la deseas dentro de tu boca

-Vamos, lámela, límpiala- antes de llegar a tu boca, te abofeteo -que la lamas, nada de tragarla-

Entendida la orden, la lames como un polo de helado, te mueres por tragártela, por sentirla caliente dentro de tu garganta, notas el sabor salado de mis liquidillos y quieres más. Te agarro otra vez del pelo y la retiro. Me agacho te miro fijamente. Pasan los segundos eternos, ves el deseo en mis ojos, sonrío y te beso, mis labios se posan sobre los tuyos, nuestras lenguas se entrelazan compartiendo sabores, muerdo tus labios...

Dejo de besarte, con el mismo cinturón con el que te he azotado lo utilizo para pasártelo por el cuello, cruzo la tira por la hebilla hasta estrangularte el cuello formando una correa. Me incorporo y de un tirón caes a cuatro patas.

-Mira que perrita más mona, vamos, menea el culito- sacudes el culo como si fueses una perra feliz agitando el rabo.

-Pero aquí sobra algo y falta algo- tal como estás a cuatro patas rodeo tu cuerpo me siento sobre tu espalda de espaldas a tu cabeza. Y sacudo tu culo, aún te escuece de los azotes del cinturón, meto la mano bajo tu cuerpo y acaricio la raja de tu coño, estás encharcada. Un dedo empapado de tus flujos resbala por la rajita y te penetra hasta el fondo, engancho el hilo conductor de la bolas y tirando suavemente van descendiendo, hacia la salida, cada roce es demasiado, podrías llevarlas siempre. No tienes tiempo de echarlas menos, mi mano se coloca otra vez en tu entrada, estas siendo follada por un dedo, dos tres, cuatro. Con media mano metida dentro de tu coño empiezo a follarte, gimes cada vez más fuerte, tus jugos vaginales resbalan por los muslos.

Hasta que una vez más y sin previo aviso retiro la mano con violencia y la sensación de vacío en tu coño se suma a la de tu culo hace unos momentos, gruñes molesta. Rodeo tu cuerpo, me vuelvo a agachar junto a tu cabecita. Te lamo una oreja, preguntando qué te pasa perra. Extiendo una mano y agarro tus pechos que cuelgan balanceándose hacia el suelo y mientras te voy lamiendo la oreja, mordisqueando el cuello, mis manos atrapan tus pezones y los pellizco, los aprieto, retuerzo... gimes, en un momento los retuerzo tan fuerte que sueltas un gritito.

-Quién te ha dado permiso para quejarte perra? Vamos a tener que corregir eso- sentado frente a tu caro, mi mano te levanta la cara empujando el mentón, llevo las bragas en la mano, las enrollo están empapadas, sin ordenártelo abres la boca y te las meto con un pañuelo.

Las muerdes, y como una bayeta se derrama en tu boca una cantidad de tus flujos que inunda toda tu boca del sabor de tu coño. Sigo retorciéndote los pezones, ya no puedes gritar, para soportar el dolor muerdes con más fuerza las braguitas y más te inunda el sabor de tu coño.

Libero tus pezones de mis pellizcos, respiras aliviada, pero joder... ese ardor ese dolor en los pezones te encantaba, esa mezcla de dolor y placer que te hace palpitar. Me miras con cara de pena de ansiosa, y parece que adivine tus pensamientos porque del bolsillo de mi americana saco unas pinzas de acero, unidas por una cadenita, las palas de las pinzas no son planas si no que dibujan unos dientes...

-Vas a echar de menos los pellizcos, esto muerde un poco más intenso-

Notas como las pinzas muerden tus pezones, te tensas del dolor, respiras con fuerza. Pero estoy a tu lado, acaricio tu mejilla y según vas respirando el dolor va disminuyendo y se hace soportable. Es más nunca habías sentido los pezones tan disparados, tan erectos... y ese calor constante se baja a tu coño con una oleada de placer.

Continúa el juego y ves que te doy un beso tierno en la frente, que estoy pendiente de ti y meto la mano a otro bolsillo de la chaqueta... De la chaqueta, saco unas muñequeras de cuero, con argollas. Unidas por una cadena rematada en mosquetones de gatillo, es decir que se pueden abrir a voluntad. Son apenas dos palmos de cadena. Suelto la cadena y coloco una muñequera en cada mano te agarro del cuello te levanto incorporándote sobre las rodillas y llevando las manos a tu espalda las uno con la cadena. Esta postura te obliga a llevar los hombros hacia atrás y sacar el pecho hacia afuera. La cadenita que une las pinzas de los pezones se balancea y rebota contra tu pecho, notas el frio metal en contraste con tus calientes pezones.

Y tal cual estás me pongo de pie y llevándote del cinturón que llevas anudado al cuello te llevo hacia la cama, caminas de rodillas a duras penas, las manos atadas a la espalda, los pezones pinzados y las bragas en tu boca y una correa tirando de tu cuello en pos de mí. Al llegar a la cama, me siento al borde mirando hacia ti que aún llegas a saltitos sobre las rodillas hasta un par de palmos del borde. Te acaricio la cara y llevando la mano a tu boca, retiro tu mordaza, las bragas están húmedas pero de tu saliva, ya apenas queda nada de tus flujos que has ido tragando.

Te las froto por el pecho, cada roce sobre las tetas mueve las pinzas y pequeñas punzadas te recorren el cuerpo, mientras que la mezcla de saliva y flujo viscoso resbala por tu torso mezclándose con el sudor. Estás acalorada, te sientes sucia, pringosa y apenas hemos empezado.

Agarro las bragas y las retuerzo como un trapo para que caiga más líquido baboso por tu pecho y las arrojo a una esquina. Ni miras donde caen, solo tienes ojos para mí, estás cachonda y te excita ver mi cara de placer. Me reclino hacia adelante hasta tu cara y te vuelvo a besar, mezclamos nuestras lenguas en un beso apasionado. Casi olvidas lo incómodo de tu postura, las pinzas, todo, todo  desaparece ante la calidez de los besos. Pero poco dura el momento me retiro otra vez a mi posición.

Te agarro de la nuca y te atraigo hacia mí, tan solo puedes flexionarte sobre la cintura. Para acabar con la cabeza encima de mi polla, a escasos dos centímetros, te ordeno que abras la boca y la mantengas abierta.

Ante tus ojos me bajo del todo los pantalones y el calzoncillo, mi polla erecta se muestra lustrosa, te mueres de ganas de comerla, de tener la boca abierta un hilo de saliva empieza a colgar de la comisura de tus labios. Son unos instantes eternos, te llega hasta la nariz el aroma a polla que te embriaga. Y cuando ese hilillo de saliva toca la punta del capullo me empiezo a pajear suavemente, y por fin te llevo la cabeza hasta la polla y te hago tragártela entera.

Te agarro con las manos por ambos lados del cuello y empiezo a empujar la polla hasta el fondo de la garganta, empujo con las caderas, los huevos te golpean la cara y empieza a meterla violentamente, a follarte la boca. Te dan arcadas, apenas la das tragado, babeas y te sigo follando la boca. Cada vez estoy más cachonda, sientes como mi polla aún crece más en tu boca, la sientes palpitar. Necesito levantarme para encajártela bien la boca y follártela con más fuerza. Estoy de pie me cuesta mantener el equilibrio de los temblores que me dan.

-Oh si zorra, que bien la tragas, vas a hacer que me corra- te sientes orgullosa, aún de rodillas y atada tienes el poder de hacer que me corra.

Mis gemidos, anuncian el final, espasmos en la polla, y un chorro caliente pega contra tu garganta. Me agarro la polla y termino mis espasmos mientras me masturbo con violencia con la polla en tu garganta. Te la saco de la boca y aún caen calientes chorros de esperma sobre tu boca abierta, tu lengua ofrecida, tu pecho... salpicaduras espesas bajan lentas y calientes por tus tetas.

Termino de sacudírmela y la restriego por tu cara y tus tetas. Me miras satisfecha, sientes el control, pero rápidamente voy a borrar esa sonrisita de autosatisfacción. Aún tembloroso y jadeante, me vuelvo a sentar al borde la cama, recuperando fuerzas. Te miro, estás preciosa, la piel brillante del sudor, cara enrojecida de la excitación, manos atadas a la espalda, completamente bañada en mi leche y los pezones pinzados sonriendo orgullosa. Yo también sonrío, estiro lentamente mi mano hacia ti, agarro uno de tus pechos como si fuese una manzana y lo aprieto con fuerza, no parece que me importe mancharme la mano con la mezcla de mi semen y tus babas, apenas te duele, y con la otra mano agarro la pinza y libero el pezón.

Un dolor como de agujas te sobreviene, gritas. Tranquila, zorrita solo es un momento, me miras con pena y ves en mi cara, ese ya te lo dije. Sabías que esa mirada desafiante y orgullosa por hacer que me corriese te iba a costar cara. Masajeo tu pezón suavemente y poco a poco el dolor deja paso a una placentera caricia. La pinza suelta queda colgada balanceándose del extremo de la cadena que está unida a la otra pinza que muerde aún muerde tu otro pezón.

Termino de acariciar tu pezoncito, te miro sonrío sádico y arrastrando los dedos por la piel de tu pecho los desplazo de forma horizontal hasta llegar al otro pezón. Ahora estás en guardia y te tensas, sabes que duele y te anticipas al dolor conteniendo la respiración. Me rio, tironeo de la pinza, cierras los ojos y la suelto...

-Joder!!- no puedes evitar gritar. Y de nuevo aplico el mismo masajito de caricias circulares en el pezón. El dolor dura apenas un par de segundos.

-Bien, en pie zorrita, este orgasmo me ha abierto el apetito- te incorporas poniéndote de pie a mi lado. Te rodeo me coloco a tu espalda y libero tus muñecas. Estás caliente y cachonda pensando este cabrón me va a dejar así!!

Pero en seguida compruebas que no. Llevo tus manos delante por la cintura y las vuelvo a atar. Tus hombros agradecen el cambio de postura. Desengancho el cinturón de tu cuello y me lo coloco, me guardo la polla en el pantalón y me recoloco la ropa. Salgo de la habitación, ni de te ocurre moverte ni preguntar. Permaneces quieta expectante, por lo menos si vamos a salir me dejará vestirme y limpiarme piensas.

No tardo en volver. Me acerco por la espalda y acaricio tu nuca, un par de tiernos besos que te hacen sentir cariñosa. Un roce de cuero abraza tu cuello, es un collar de perro con argollas para la cadena. Una vez bien ajustado, te encanta sentirlo fuerte sobre tu piel.

-abre las piernas- mientras recibes un azote en una nalga. Por supuesto obedeces. Escuchas un leve click, y acto seguido una fina cadena que baja desde el cuello por toda tu espalda hasta el culo. Ves como aparezco por tu lado y me agacho, pasando la cadena por medio de las nalgas.

Me acomodo agachado delante de ti, y separo los labios vaginales, golpeteo el clítoris, lo froto con fuerza, y así palpitante y bien expuesto paso la cadena por en medio rozándolo. Subo la cadena por la barriga, entre tus pechos y la llevo de vuelta al collar.

Otra vez estoy frente a ti, te miro a los ojos y pego un tirón fuerte y seco que hace que la cadena se incruste en tu rajita aplastando en clítoris. Das un saltito y un gemido. Y con un candado aseguro la cadena a la argolla delantera del collar del cuello.

Tu coño y el culo ahora mismo están atravesados por un fina cadena anclada a tu cuello, cualquier movimiento hace que la cadena se deslice subiendo o bajando hacia adelante o hacia atrás rozándote el coño. Dios casi podrías correrte con ese movimiento, pero necesitarías más fuerza más presión. Es lo suficiente para ponerte cachonda pero para frustrarte que no puedas terminar.

-vamos, zorrita- te llevo hasta donde tienes los zapatos. El tener que caminar y seguirme hace más rápido e intenso el roce de la cadena por tu empapada rajita. Gimes...

Me paro me agacho agarro tus tobillos y los ato entre sí, y ves como de una bolsa saco unos zapatos de tacón de aguja de por lo menos 10 cm calculas. Te va a costar mantener el equilibrio sobre ellos y más en estas condiciones...