Conociendo a mi sumisa 3
Al salir de los probadores en el centro comercial, el cabrón de mi Señor, mi Amo o como cojones se llame, casi me mata del susto, creí que se me paraba el corazón cuando lo veo hablando con el vigilante de seguridad mientras me señalaba.
Al salir de los probadores en el centro comercial, el cabrón de mi Señor, mi Amo o como cojones se llame, casi me mata del susto, creí que se me paraba el corazón cuando lo veo hablando con el vigilante de seguridad mientras me señalaba.
La idea de ser manoseada en un cuarto oscuro por un grupo de desconocidos suena fantástica en mi cabeza, pero hacerlo realidad… aún no estoy preparada para algo así, soy suya y que acabaré haciendo lo que me pida pero aún debo descubrir facetas de mí misma y aprendiendo.
Salimos del centro comercial y nos fuimos directos a un sex shop, normalmente me habría muerto de la vergüenza, jamás había entrado en uno, pero pasado el susto inicial del segurata del calentón que llevaba y la mala hostia por no poder correrme, estaba dispuesta a dejarme follar en una cabina o a moderle el cuello y empezar a pegarle para soltar tanta rabia como llevaba dentro.
Apenas recuerdo como era el sitio porque entre la vergüenza y lo cachonda que iba solo tenía ojos para la mirada pícara y desafiante de mi Señor, esa sonrisa maliciosa que me encanta, me pone más cachonda y a la vez me inspira confianza. Al entrar me ordenó que manos agarradas a la espalda y piernas quietas, así me dejó en el centro del sex shop cual estatua, mientras él se iba parando entre artilugios, vibradores, látigos, preciosos corsés. El resto de clientes de la tienda pasaban por mi lado incrédulos pensando que estaría sola, alguno ante mi quietud aprovechó para pasar deliberadamente cerca y rozarse contra mi culo, otros pasaban por delante y me devoraban con la mirada mientras mi Señor permanecía ajeno a todo.
Por un momento el hijoputa de mi Señor desapareció de mi vista, dejándome sola… eso era imposible, desde mi posición podía ver la puerta de salida así que sabía que estaría en algún lado divertido contemplándome allí expuesta como si fuese una mercancía más de la tienda. Por momentos los pervertidos del sex shop se iban envalentonando, desde el que guapa eres, a menuda zorra; los roces eran cada vez mayores y alguno ya se atrevió a darme un azote en el culo al pasar, o tal vez fuese mi Señor.
Así que allí estaba yo en medio de un antro de sexo para pervertidos y pajilleros, cachonda, mojada y deseosa de que me follasen, intentaba no pensar cerrando los ojos y en una venganza adecuada para el capullo de mi Amo… cuando reconozco el tomo melodioso de su voz a mi espalda.
-muy bien putita, así me gusta. Hoy acabas de hacer feliz a muchos pajilleros, seguro que ahora mismo hay alguno en las cabinas masturbándose pensando en ti-
Mientras lo decía me agarraba de las manos y notar una presión, unas correas o muñequeras estaba apretando fuerte, a tirones para llevar la hebilla al agujero más cercano y quedar bien aprisionada. No se lo puse fácil forcejamos, me resistí a ser atada, me encantaba sentir su fuerza y oponer la mía, sentirme dominada.
Una vez que tuve las manos firmemente atadas a la espalda, me arrastró a la zona de cabinas, un pasillo formado por minúsculas puertas de color negro, diversas musiquitas o sonidos de gemidos se mezclaban en un tono sonoro suave, el olor a sexo, a macho a polla inundaba el aire y me embriagaba.
Abrió la cabina más próxima, y me empujó como yo le había empujado en los baños del centro comercial, caía sentada en una silla con apenas un palmo las paredes a cada lado, a los pies una papelera y un monitor de tubo encima del hueco de la puerta. Así sentada con las manos atadas a la espalda, metió un par de monedas y la pantalla de televisión pasó del negro a una escena en la que dos mujeres se peleaban por comer una enorme polla a un mazado chaval lleno de tatuajes.
-espérame aquí mientras voy a pagar esas muñequeras que llevas puestas y compro alguna cosilla más- se inclinó hacia mí, pero solo fue para pulsar subir el volumen de la cinta porno que se proyectaba.
–está bien así el volumen o lo quieres más… alto- preguntaba con sorna mientras de los laterales me llegaba el sonido de los gemidos de una de las rubias que cansada de pelear por la polla se había subido a la cara del mazado tatuado para que le comieran el coño, mezclado con el sonido de la mamada a toda velocidad de la otra rubia y mezclado con los gritos de alguna otra cinta que estaban viendo en las cabinas de los lados.
Antes de salir, me subió la falda, me bajó el tanga hasta los tobillos y sacó un gran consolador realista de color carne y lo apoyó en el borde de la silla entre mis muslos. Así me dejó, cerrando la puerta pero sin poder pasar el pestillo que sólo podía ponerse desde dentro.
Maldito capullo, no podía más, qué iba a hacer si alguien abría la puerta de mi cubículo, qué más daba, estaba cachonda, en ese momento enviaba a las hijas de puta de la película, gimiendo y teniendo para ellas una enorme polla, yo solo tenía un trozo de latex mal colocado que no dejaba de moverse como queriendo escapar con cada movimiento que hacía sobre aquella silla.
Ya no podía más, necesitaba correrme como fuese, eché el cuerpo hacia adelante, sentarme sobre aquella polla de plástico y frotarme como un perro moviendo las caderas hacia adelante y hacia atrás. El aroma a sexo, los gemidos de las películas y mi calentura desde los probadores me iban a hacer explotar.
Conseguí atrapar el vibrador entre los labios del coño pero no conseguía que el roce me llegase al inflamado clítoris que me palpitaba, maldita sea, aquella mierda no dejaba de moverse, eché el cuerpo aún más hacia adelante buscando un contacto más profundo, un roce muy tenue pero que en mi estado me estaba sabiendo a gloria, ya estaba empapado de mis flujos, un poco más, un poco más fuerte por favor… y joder!! La mierda esa se resbala cayendo al suelo.
No podía más, me levanté como puede en el ridículo espacio que quedaba entre la silla y la puerta y me arrodillé dejando las rodillas a cada lado del vibrador, mierda sí que podría cogerlo con las manos. Me abrí de piernas, o más bien de rodillas, hasta pegar contra las paredes del cubículo.
Retorciendo la cadera hacia la derecha, estiré el brazo derecho hasta conseguir alcanzarlo, apenas lo tocaba con los dedos y se me resbaló varias veces de lo pringoso que estaba hasta que por fin conseguí agarrarlo completamente, y con varios tanteos llegar a metérmelo entero en el coño… Dios… fue sentir un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo, hasta puro alivio de sentir algo dentro de mí. Me dejé caer contra un lateral, cerrando las piernas para sentir bien apretadito dentro de mi coño que no se escurriese fuera.
Así estuve unos deliciosos instantes, recuperando fuerzas y antes de que pudiese pensar en cómo llegar al orgasmo en esa situación se abrió la puerta, apareciendo mi Señor a cortarme el rollo.
-No puedo dejarte sola, ni sentada aguantas.- apreté mis muslos con fuerza intentando ocultar el tesoro que llevaba alojado en mis entrañas. Le hubiese mordido de acercar su mano para quitármelo. Supongo que pudo leer mis intenciones porque no hizo ademán de quitármelo.
-Vamos arriba zorrita, ya nos vamos- asiéndome de un brazo me fue levantando sin yo dejar de apretar aquella cosa rosada que asoma entre los labios del coño. Una vez puesta en pie, me miró se arrodilló, y recogió el tanga de mis tobillos y lo subió hasta colocarlo en su sitio, aquel hilito de algodón empujaba y sujetaba dentro de mi coño el vibrador para que no se cayera. Me recolocó la falta y volviendo a agarrarme del brazo me sacó de allí mientras los gemidos y gritos de alguien corriéndose en la cabina se disipaban en mi cabeza.
Al salir de allí, me llevó por la calle atada, pegada a su lado como si fuésemos una pareja normal. Lo que cualquiera entendería como una pareja cariñosa, me llevaba dándome tiernos besos en la frente, por las sienes, a la vez que me susurraba.
-eres una zorra viciosa, debería haberte dejado en el sex shop. Dejarte con las tetas al aire y que esos cerdos pajilleros de las cabinas se corriesen sobre tus tetas- la simple idea me excitaba aún más. –y hasta podría cobrarles 5 euros por lefada y con eso pagar tus juguetitos-
En la esquina de un callejón, me apoyó de espaldas contra la pared, aprentándose contra mi cuerpo, pude sentir su polla apretando, empujando contra mi clítoris. No pudimos resistirnos ninguno de los dos, el roce de nuestros labios, nos atizábamos mordiscos mutuamente hasta acabar devorando su boca, atrapar su lengua dentro de mi boca…
Pero el muy hijo de puta siempre sabe como joderme, mientras nos besábamos bajaba sus manos por mis brazos, agarrarme de las muñecas, al ir a colocarse la polla dentro del pantalón me arrancó el vibrador del coño… cabrón, le mordí el labio inferior hasta hacerle sangre, el sabor metálico se mezcló entre nuestras leguas sin dejar de besarme. Notaba un terrible vacío en el coño, y unas ganas locas de sentirme follada con fuerza, que me follara contra esa pared, que me pusiera a cuatro patas y me destrozara.
En lugar de eso, con la sangre goteando de la boca y con toda la serenidad del mundo, me desató y sin alterarse lo más mínimo me dijo que ya podía volverme a mi casa, que ya me avisaría.
Al llegar a mi portal, no pude esperar al ascensor, subí las escaleras de dos en dos hasta llegar a mi piso, ni era capaz de encontrar las llaves en el bolso de lo que me temblaban las manos. Cuando por fin conseguí abrir la puerta y aunque lo tenía prohibido, me tiré sobre la cama, me abrí de piernas y con las manos libres, me masturbé furiosa, con fuerza, no necesité ni veinte segundos para que mis dedos frotando el clítoris y la otra mano metiéndome un par dedos me corrí salvajemente. Grité como nunca, la tensión acumulada desde la cafetería, recordar cada momento me hicieron tener el orgasmo más grande de mi vida.
Aún temblorosa sobra la cama, empapada y atontada del esfuerzo, suena el teléfono. Es él, mierda, sabrá que me he masturbado si contesto va a notar mi agotada respiración. Qué le den, este momento es mío.