Conociendo a mi señor

Primer encuentro

Nunca había imaginado que cuando le conocí me atreviera a dar el paso, pero allí estaba, nerviosa, agitada como una hoja que cae de un árbol en pleno mes de otoño y que el viento empuja sin saber muy bien a dónde. Aunque yo sí que sabía dónde, a sus brazos.

Mi Señor me dio una dirección y unas premisas que seguir, debía llevar un vestido negro, corto, ajustado, que escogí con sumo cuidado, pues quería ser justo lo que esperaba. Botines de tacón fino, medias de liguero, sin sujetador, pero con tanga.

Mis pezones se erizaban a cada paso, ante la expectación de conocerle por primera vez.

Dije su nombre en la puerta y el maître me acompañó a la mesa, mi corazón iba a mil por hora, era extraño porque era como si le conociera de siempre, le había visto en fotos, o por lo menos algunos retazos que me había enviado.

Él me había visto desnuda y sin embargo jamás nos habíamos tocado.

Respiré profundamente al verle por primera vez, porque supe que era él en cuanto sus ojos impactaron con mi piel, en cuanto me sentí un regalo que pretendía ser desenvuelto, uno que esperas con ansias infinitas, porque así era cómo me hacía sentir.

Se puso en pie, con los tacones éramos casi de la misma estatura, me dio dos besos, no de esos que se lanzan al aire sin más, sino apoyando sus labios contra mi mejilla, saboreando esa ínfima porción de piel.

Mi pecho se anudó con ganas de más, de mucho más, pero solo sonreí y volví a sorprenderme cuando me tendió 2 regalos, unas flores y algo que haría mis delicias esa noche, un vibrador con mando.

El juego había empezado y yo no podía sentirme más excitada, me ordenó que cuando pidiéramos el vino y la comida, fuera al baño y me pusiera el huevo vibrador, entregándole el tanga.

Estaba nerviosa, pues mi tanga ya estaba mojado y me daba un poco de vergüenza entregárselo de ese modo, aun así, lo hice. En cuanto pedí fui al baño, lo dejé caer al suelo e introduje el huevo que entró sin mayor dificultad. Mis pupilas estaban dilatadas y los pezones erizados ante la expectación que me generaba esa noche.

Hice un ovillo con la prenda y regresé a la mesa dispuesta a cumplir cualquier cosa que me mandara. En cuanto regresé le tendí el mando, lo dejó sobre la mesa, a mi vista y tomó el tanga para presionarlo contra su nariz antes de guardarlo en la chaqueta, con esa mirada tan suya que despertaba mil emociones en mi vientre.

Cuando el camarero vino con los primeros, cogió el mando para guardarlo en el otro bolsillo, imagino que para pillarme por sorpresa cuando quisiera accionarlo.

Desde el principio me hizo sentir cómoda, charlamos distendidamente sobre nuestros gustos, hobbies, trabajo, temas personales, etc… Como haría con cualquier amigo, salvo por una diferencia, yo sabía que él era mi Señor, que él tenía el control, y así me lo hacía saber cada cierto tiempo accionando el mando. Me ordenó mantener las piernas abiertas siempre, a una distancia de rodilla a rodilla, la humedad escapaba de mi vagina haciéndome contener la respiración, mojándome los muslos y parte de la silla. De tanto en tanto no podía resistir el cúmulo de sensaciones, mis labios se separaban y gemía lo suficientemente alto para que él pudiera oírme. Y lo que más cachonda me ponía era ver su cara de satisfacción.

El camarero venía cada cierto tiempo admirando mi expresión de soslayo, viendo como mis manos se apretaban contra la servilleta y la mirada se me enturbiaba.

Me daba mucho morbo que quienes estaban allí pudieran intuir lo que ocurría y saber que él era el causante de mi mayor placer.

Cuando llegamos al final de la cena también sobrevino la temida pregunta ¿me iba o le acompañaba a su hotel?

Nunca le había sido infiel a mi marido, nunca, pero con él me sentía incapaz de decir que no, porque era lo que más deseaba en este mundo.

—Señor, yo sólo quiero y necesito complacerte y aceptaré lo que tú decidas —murmuré mirándole entre las pestañas.

— A, te dije desde el primer día que nunca pasaría nada que tú no quieras, dime, ¿Qué quieres ahora?

—Señor, quiero irme contigo al hotel, sentir tus manos y tu lengua por todo mi cuerpo, que hagas conmigo lo que quieras, cumplir tus órdenes y complacerte en todo. Solo quiero que me hagas vibrar tanto, que duela. Quiero ese recuerdo para el resto de mi vida. Por favor señor, concédeme ese deseo. —Y era así, le deseaba más que a nada, necesitaba atesorar, aunque fuera una única noche entre sus brazos.

— De acuerdo A, yo también lo estoy deseando y no quiero ninguna otra cosa ahora mismo.

Pagó la cuenta y nos dirigimos a mi hotel, que estaba a apenas a 10 minutos andando, aunque el camino se hizo mucho más largo.

No puedo describir con palabras lo que sentí cuando me tomó por primera vez de la mano, ni cuándo sus labios apresaron los míos empujándome contra la fría pared.

No me negué cuando su mano me tanteó bajo el vestido comprobando mi humedad, al fin y al cabo, le pertenecía.

No podía dejar de repetirle lo excitada que estaba y las ganas que le tenía, quería todo aquello que me prometía su mirada, me sentía avariciosa y no pensaba dejar escapar una maldita sensación que pudiera proporcionarme.

Cuando llegamos a la habitación me pidió que me quitara lentamente el vestido y me dejará solamente las medias y los botines, me quería rodillas, con las manos a la espalda y las piernas abiertas… Si supiera cuantas veces había imaginado esa misma escena…

Lo hice con gusto, lentamente, de algo tenía que servirme mi juventud como bailarina, aunque cada vez estaba más ansiosa y apenas podía contener la necesidad que sentía. Se acercó a mí por la espalda, para besarme el cuello, los lóbulos de las orejas, la espalda, acariciando todo mi cuerpo, mientras pellizcaba mis sensibles pezones incrementando la intensidad de los pellizcos.

Puso la nariz contra mi cuello e inspiró, como si pudiera absorber mi aroma y quedárselo para él. Después de unos minutos así, me ordenó que le desnudara despacio, y que fuera besando cada centímetro que dejara sin ropa.

Lo hice con absoluto deleite, porque yo también quería saborear cada centímetro expuesto. Cuando le tuve totalmente desnudo y excitado, me arrodillé ante mi Señor para meter su erección en mi boca, engulléndola con codicia, perdiéndome en su aterciopelada plenitud.

Traté de darle cabida, ahuequé las mejillas balanceándome sobre ella. Cuando ya no podía más me ordenó que me pusiera boca abajo en la cama, con los brazos y piernas completamente abiertos, me ató al cabecero y a las patas de la cama, y fue lamiendo y acariciando lentamente todo mi cuerpo, mientras jugaba con hielo que había cogido del congelador…, yo sólo gemía y pedía más, necesitaba más. Se levantó, abrí un cajón y cogió otros juguetes que había comprado para mí, llenándome de gozo.

Separó mis nalgas lubricando mi trasero, primero con un dedo y después con dos, provocando que suplicara más. Sorprendiéndome al introducir plug anal de buen tamaño. Se tumbó sobre mi espalda para morder mis orejas y decir muy sensual:

— Ahora A, mi pequeña sumisa, eres mía por un tiempo y sólo voy a follarte si me suplicas y me convences

— Por favor, señor, hágalo ya, lo necesito. —No había nada que quisiera más que sentirme colmada por él.

— Todavía no, aún es pronto y no me has convencido,

En ese momento, me desató, poniéndome boca arriba y volviendo a atar mis muñecas y tobillos, completamente abierta y expuesta para él, mi sexo chorreaba hinchado y anhelante, cogió un antifaz, y me lo puso sobre los ojos…

Se detuvo para contemplarme unos instantes con el placer dilatando sus oscuras pupilas.

Volvió a coger un cubito de hielo, y mientras me lo iba pasando por todo el cuerpo, alimentando mi deseo y convirtiéndolo en una tortura para mis pezones y aureolas, me iba mordisqueando, deslizando el cubito por mi estómago, para sorber el reguero con su lengua hasta llegar a mi coño. Lo quería ahí, justo ahí, sacó el huevo vibrador y cuando lo introdujo gemí con fuerza justo antes de que empezara a lamer mi coño y clítoris por primera vez, Daba pasadas profundas, combinándolas con mordiscos ligeros que me volvían loca, internando su lengua y bebiendo de mí sediento.

Mi cuerpo se arqueaba, quería más todavía.

—Por favor, señor fóllame ya, lo necesito

—Convénceme para hacerlo. —No sabía qué quería que hiciera, pero yo no podía dejar de temblar bajo su boca.

Cuando estaba a punto de correrme se detuvo, trepó hasta mi cara y de una estocada me metió la polla en la boca, bombeando lentamente, disfrutando de mis succiones. Él no dejaba de morderme, pellizcarme los pezones, enloqueciéndome por mementos, a la par que pellizcaba clítoris, rozándolo con intensidad.

—Por favor, señor no aguanto más, fóllame y déjame correr

—¿Quieres que te folle?

— Sí por favor, señor lo necesito

— A ver cuánto lo necesitas…

En ese momento me quito la venda de los ojos, desato mi mano derecha y me ordenó que con ella rozara mi clítoris sin correrme. Obedecí porque era él, porque me hacía feliz, no lo dudé ni un instante, necesitaba ver esa mirada de que lo estaba haciendo bien. Así me tuvo un rato y cuando consideró que era suficiente, me detuve y yo volví a suplicar.

— Por favor, señor, necesito tenerla dentro ya, no lo soporto,

Casi lloraba por la ansiedad, me desató, me dijo que me pusiera a cuatro patas y que le demostrara las ganas que tenía de ser follada por él.

—¿Cómo puedo demostrarlo, señor?

—Pues me voy a poner detrás de ti, y tendrás que ser tú la que se la meta dentro…

—De acuerdo, señor. Gracias señor.

Se colocó a unos centímetros detrás de mí, podía sentirle observando mi trasero abierto, con el plug insertado y mi sexo goteando tetas colgando, el flujo caía por mis piernas en una sublime decadencia. Trato de acercarme pero no puedo, lasmuñecas que siguen atadas no me lo permiten.

—Señor, no puedo, no llego

—Esfuérzate más mi pequeña sumisa…

Volví a intentarlo rozando la cabeza de su polla erecta, levanté más el trasero para poder llegar más adentro

—Por favor, señor, dame más

—Quiero que me lo demuestres mejor…

Juro que traté de hacerlo, el sexo me ardía igual que las muñecas y en ese momento él empujó duro embistiéndome de un golpe para después detenerse, le suplico que no lo haga, ahora no.

—Por favor, fóllame duro y no pares, quiero y necesito correrme ya

—¿Quieres correrte, A?

—Sí, por favor —Mis ojos lagrimean ansiosos.

—Sólo voy a dejar que te corras cuando me folle ese precioso culito vicioso que tienes…

—Por favor, señor hazlo ya, no aguanto más, NECESITO CORRERME YA!!!! —Le quería dentro, le necesitaba dentro.

—De acuerdo sumisa, te voy a premiar, te lo mereces…

Me desató por completo dejándome libre y se tumbó en la cama.

—Ahora, fóllame tú a mí, mete mi polla en tu culo y cabálgame. —Era la mejor orden que podía darme, él no lo sabía pero era una de mis posturas predilectas.

—Gracias señor,

Me saqué el plug y la metí sin dificultad, notando como pasaba cada anillo de músculo, estaba en mi estado más salvaje, completamente desatada y ansiosa, mi clítoris golpeaba contra su pelvis lanzando miles de sensaciones que estallaban en mi vagina.

Me detuvo para sacar un succionador de clítoris del cajón, aunque no lo necesitaba para correrme, estaba lo suficientemente excitada para ello, pero más me ponía obedecer. Lo coloqué en mi coño empapado, deseando su orden.

—Ahora con mi polla dentro de ti, y con el succionador haciendo su trabajo, dame lo qué es mío, dame ese orgasmo… —No podía más

—Sí, señor, Grac………. ME CORROOOOOOOOOO!!!!!!!!!!

Follamos como locos apurando toda la necesidad que teníamos dentro.

—Gracias señor, lo necesitaba ya

—No, gracias a ti, preciosa, lo mereces todo, gracias por existir y por lo que me has dado y me llevas dando estos meses...

Así nos quedamos un par de horas abrazados en la cama, hasta que le dije que tenía que ir a casa, volver a mi realidad. Me pidió que nos diéramos una ducha juntos y no me pude negar. Volvió a follarme y yo a desearle como desde el primer momento que hablé con él. Aunque esta vez se corrió en mi boca premiándome con su simiente. Le pedí que se quedara allí que no me siguiera mientras me vestía, no soportaba la idea de la despedida, de no volverle a tener.

Cuando llegué a casa, todavía con su sabor en la boca, con las emociones erizando cada poro de mi piel, le mandé un mail.

De A:

Para: Mi, Señor

Gracias, señor. Confío plenamente en ti 6xx xxx xxx

Hoy era el principio de algo más, mucho más…