Conociendo a Marta

Cómo fue que conocí a Marta y todas sus puertas. Una fue un estreno que me sigue dando mucho placer.

CONOCIENDO A MARTA

Hola lectores: hoy les voy a contar cómo conocí a Marta, que luego fue mi amante por varios años. Increíblemente, siendo los dos médicos ginecólogos, nunca nos cruzamos en los años en que trabajé en Buenos Aires, aunque quizás si nos hubiésemos conocido no nos hubiéramos interesado uno en otro.

Luego de mi divorcio me fui a vivir a Mendoza, tenía más tiempo libre y empecé a prestar atención a mi PC y a internet. Así fue que me registré en un sitio frecuentado por colegas de todo el mundo.

Al tiempo recibo un e-mail de Marta diciendo que le interesaba conocerme por ese medio, ya que le habían llamado la atención algunos artículos que publiqué en la página web. Al tiempo nos escribíamos casi todos los días, y no sólo tratábamos temas de la profesión sino que nos fuimos contando nuestras vidas. Inexpertos en el manejo de la PC nunca nos enviamos fotos, pero a los tres o cuatro meses ella sabía mucho de mí y yo de ella. Me resultaba una mujer interesante.

Algunas veces me dijo que le gustaría venir a Mendoza a pasear y de paso conocernos, desde ya que no me opuse.

Y llegó el día, me llamó por teléfono contándome que estaba cansada y stressada, y preguntando si me parecía bien que viniera el sábado siguiente para no interferir en mi trabajo. Le sugerí que viajara en avión, ella pensaba hacerlo en su auto, pero aquí tendríamos el mío si queríamos pasear.

Su vuelo arribaba a las 9:30, llegué media hora antes al aeropuerto, Me había descripto como vendría vestida para que la reconociera, y al verla bajar del avión me desilusioné un poco. Yo andaría entonces por mis cincuenta y seis años y ella cuatro menos, pero parecía de más edad, rostro bastante arrugado. De cuerpo parecía estar bien, pollera cortona, caderas anchas y buen culo; las tetas se veían bien pero con mis años de profesión no me engañaban, eran de las que fuera del corpiño aparecerían chicas y caídas, las piernas no estaban mal, aunque algo chuecas.

Me acerqué al desembarco y nos besamos en las mejillas, tomé su maleta y nos fuimos en mi auto al centro de la ciudad, tomamos café en una confitería mientras poníamos al día nuestra charla. Almorzamos y salimos a recorrer un poco la ciudad y sus lugares de interés. Me pidió que la dejara en un hotel porque quería bañarse y cambiarse de ropa. Más tarde pasé a buscarla para ir a cenar. En la cena seguimos charlando, Marta se había divorciado unos siete años atrás, desde entonces había tenido algunos amantes, y la ruptura con el último era la causa de su stress. Al salir del restaurante vimos un poco de la noche de Mendoza, seguimos hacia las afueras y estacioné al pie de un cerro cercano para contemplar el cielo. Conversando un poco de todo sin proponérmelo le tomé la mano, y ella respondió buscando mi boca con la suya. Pocas veces una mujer me besó con tanta pasión, parecía que no podía desprenderse de mi boca, estuvimos besándonos casi una hora, hasta que me desprendí y volví a marchar con el auto. Le pregunté que quería hacer y me respondió que qué quería yo; le contesté que quería acostarme con ella; accedió entonces quise saber si su habitación del hotel le parecía bien y si tenía cama de dos plazas, respondió que sí a las dos cuestiones.

Ya en la habitación volví a besarla y empecé a sacarle la ropa, al sacar el corpiño confirmé la impresión de mi primera vista: dos tetitas chicas y fláccidas pero con los pezones bien duros y parados. Por debajo, llevaba aún las pantys puestas, un gran culo y un par de buenos muslos. Me quedé en boxers y la llevé a la cama, la besaba y le chupaba las tetitas mientras trabajosamente le iba quitando las pantys, al conseguirlo su carne se derramó un poco, se sentía blanda al tacto; pero lo que me interesaba de esta mujer era su personalidad más que sus atributos físicos.

Una vez desnudos los dos trabajé su concha con mis dedos hasta ponerla al borde, allí le hice dos preguntas de rigor: SIDA? Embarazo?, para saber si era necesario que me pusiera un forro, por suerte me dijo que ninguno de los dos, no me gusta coger con forro. Me tocaba la pija con admiración que expresaba: - La tenés muy grande y muy dura. ¿No me vas a lastimar?- La tranquilicé diciéndole que ella sabía bien lo flexible y adaptable que es una vagina. En el momento adecuado la puse boca arriba con las piernas abiertas y me coloqué sobre ella con mi verga de muy buenas dimensiones apuntando a la entrada de su concha que ya estaba perfectamente lubricada, se la apoyé con suavidad y empecé a empujar, entraba con dificultad pero seguí paciente hasta que estuvo toda adentro, me movía con lentitud mientras Marta gemía y yo sentía sus orgasmos uno tras otro. La estuve cogiendo así unos cuarenta minutos retardando a propósito mi venida. Me decía: - Cogeme bien cogida, llename de tu leche, ponémela toda, bien adentro.- Y yo le contestaba: - Te estoy cogiendo con mucho gusto y te voy a llenar la concha de leche.-

Cuando ella iba por su enésimo orgasmo la levanté del culo para apretarla contra mi verga y le anuncié mi leche, en dos bombazos más la estaba inundando. Esa mujer me calentaba más de lo normal, no era una belleza ni mucho menos, no era muy experta en el arte de coger, pero ponía una pasión y un empeño que me hacían volar; era de verdad muy pero muy caliente, y se ve que le gustaba lo que hacía. Se la saqué y fuimos a lavarnos al baño.

Al volver pedí una botella de Whisky y un balde de hielo, bebimos, fumamos y seguimos la charla inagotable. Me dijo que le había gustado mucho como la cogí, que tenía la pija más grande que había probado. Me la comenzó a tocar hasta que se me paró de nuevo, ambos de costado tocábamos nuestros sexos con las manos, le masajeaba el clítoris con mis dedos y ella me sobaba la pija con sus manos huesudas de dedos largos y finos. Pronto le coloqué una mano sobre la cabeza obligándola a bajar hasta mi verga. Me lamía el glande, se lo metía dentro de la boca; no era tampoco experta en el mamar, le fui explicando cómo debía hacerlo, lamer la punta, todo el tronco hasta los huevos, meterse cada huevo en la boca chuparlo y acariciarlo con la lengua, luego volver a subir por el tronco y al llegar a la cabeza metérsela en la boca y chupar mientras pasaba la punta de la lengua. Le hice hacer un buche con whisky y enseguida chuparme la cabeza de la pija, era agradable el escozor que se sentía. Le pregunté si quería que le acabara en la boca, me dijo que no, no sabía lo que se perdía, pero la dejé, no era conveniente apresurar las cosas ya que parecía que iba a ser una relación larga. Así que se la saqué de la boca y se la volví a poner en la concha que estaba super mojada, esta vez entró con facilidad, es increíble lo rápido que se adaptan los órganos a nuevas dimensiones. La di vuelta y seguí cogiéndola por la concha desde atrás, así podía ver bien como se movía su culo a cada bombazo. Fue un polvo largo igual que el anterior. Después de llenarla nuevamente de leche nos lavamos, tomamos otro whisky y nos quedamos dormidos.

Habrían pasado unas tres horas y me despierto con la verga bien dura apretada contra el cálido culo de Marta, fue mi perdición, le empecé a sobar el culo, abriéndole las nalgas y rozando su agujerito, hasta que se despertó y dándose vuelta me besó con pasión, yo seguí tocando su culo bien a fondo, cuando quise probar con un dedo adentro intentó quitarme la mano de atrás de ella, le dije que me dejara porque eso era lo que quería. Asustada confesó que nunca se lo habían hecho por allí, su marido lo había intentado pero nunca pudo meterla, también tenía miedo del tamaño de mi pija. La tranquilicé diciéndole que si le dolía yo no iba a seguir. Busqué en mi maletín un pomo de gel que siempre llevo por si acaso, la puse de costado y le unté con suavidad la puertita, metiéndole de a poco un dedo, se estremeció, pero no se quejó, trabajé un poco y puse otro dedo y luego otro, ya con tres dedos su culo se estaba dilatando bien, yo trataba de introducir el gel en su culo para facilitar después la penetración. Me bañé la verga con gel y le puse la punta contra el ano, si pasaba del esfínter con la cabeza todo iba a ir bien, empujé un poco dilatando el anillito muscular, cuando se quejó no pregunté nada e hice lo que sabía que se debía hacer en estos casos: empujé con todo hasta pasar con la punta de mi verga la estrecha entrada sabiendo que ya adentro habría más espacio. Marta dio un gritito y ahí sí me volví dulce y pregunté si le dolía, me contestó que ya no, que había sido solamente al entrar; se la seguí metiendo hasta sentir que ya estaba toda dentro, me quedé quieto para que se fuera acostumbrando a la barra de carne que le había roto el culo, le puse una almohada debajo para que el culo le quedara bien parado. Y mientras le hablaba bajito - ¿Te gusta Mi Cielo? Yo te siento entera, apretame la pija con tu culo. -¿Te duele?-

Y me contestaba: - Me siento extraña, pero es la primera vez y no me desagrada-.

Le abrí las nalgas para poder entrar un poco más y empecé a moverme lento, le sacaba un pedazo de pija y lo volvía a poner, hasta ver que se deslizaba con facilidad, y se la hacía correr despacio por toda la extensión de su recto, mientras con las dos manos le acariciaba las tetitas y el clítoris, cuando mis maniobras la calentaron bien se empezó a mover aumentando mi placer al infinito. Cuando sentí que no aguantaba más a causa de sus orgasmos seguidos, la apreté por las caderas y me vacié en su culo recién estrenado, mientras ella tenía el orgasmo más intenso de toda la culeada.

A partir de allí dormimos hasta el mediodía, el resto no presenta variantes, estuvimos tres días cogiendo a tiempo completo.

Así fue como Marta se convirtió en mi amante de muchos años, ella venía a Mendoza o yo iba a Buenos Aires. Ella me daba mucho placer, y gracias a ella conocí a otras mujeres que también me lo dieron. Ya les conté algo, y les seguiré contando.

S.