Conociendo a Leti 2

Mientras unas buscan su futuro, a otras las alcanza su pasado

Algo ya tenía preparado mama, pero quise poner más ropa a mi gusto, cuando me acosté llamó Leti para decirme que tenía ganas de estar conmigo, yo también tenía ganas, por lo menos a desahogarnos la calentura, pero decidimos a esperar hasta el hotel.

Salimos temprano y llegamos al mediodía, el lugar era una maravilla y tenía todas las comodidades. Una playa que te llamaba y no éramos capaz de no hacerle caso

Estábamos cansadas, pero queríamos aprovechar, nos pusimos los bikinis y al agua.

No éramos las únicas chicas que estaban así en pareja, aunque no se hacían notar, se veía que estaban en la misma situación nuestra, también había parejas de muchachos, el sitio parecía especial para eso. Lo raro y que nos causaba gracia era que nos miraban más las mujeres que los hombres.

Cuando volvimos, no quisimos tentar el diablo duchándonos juntas, queríamos cenar frugalmente y venirnos a la cama, teníamos que descansar, después.

Mientras cenábamos la impaciencia nos mataba. Una pareja de dos mujeres como de treinta, nos miraba divertidas.

  • ¿Es la primera vez que salen en pareja? – nos pusimos coloradas, tanto se notaba

  • Sí, porque, ¿estamos haciendo algo mal? – pregunté

  • ¡No! qué va, es que se ven tan lindas, tan inocentes, dan la sensación que tienen mucho para aprender, algo les podíamos enseñar nosotras, digo, para que no se equivoquen

  • ¡No! gracias, - le contestó Leti - vamos a probar en aprender solas, - nos fuimos riendo a la habitación.

  • Me parece que te voy a tener que cuidar, en cualquier momento te roban

  • No creo que quisieran enseñarle a una sola, creo que es hora de aprender – entramos en la habitación y nos abrazamos, habíamos aguantado bastante, queríamos que este día fuera diferente, disponíamos de nosotras como dos mujeres echas y derechas por primera vez. Ese día nos íbamos a regalar nuestra virginidad, sabíamos que podía ser doloroso, pero tenía que ser. Ya éramos mujeres.

Pensábamos hacer como siempre, una sobre la otra, nuestras vulvas ya estaban acostumbradas, se encontraban solas, cuando estuviéramos por corrernos, usaríamos los dedos, en ese momento ni cuenta nos íbamos a dar.

Los besos cada vez eran más apasionados, estaba yo arriba y sentía que me iba descontrolando, no podía pensar, solamente sentir, Leti no la llevaba mejor, se apretó con fuerza de mi culo, y ahí ya no había dios que pudiera separarnos para meternos los dedos. Quedamos borrachas con nuestra saliva, el orgasmo había sido brutal.

– Lina. No era esto lo que pensábamos hacer.

  • No, pero tampoco estuvo tan mal – quedamos de costado mirándonos

  • Tenemos que hacerlo, ya no somos niñas, qué te parece si nos masturbamos y cuando nos vamos a correr lo hacemos.

  • Va a ser lo mejor, y lo hacemos al mismo tiempo – ya estábamos tan acostumbradas a masturbarnos mutuamente que conseguíamos corrernos al unísono. Fuimos mimando nuestros clítoris hasta llegar al punto donde nos corríamos sin remedio

  • ¡Ahora ya Lina que me corro! - Metimos los dedos traspasando esa tela que era el límite que nos separaba de niñas a mujeres. No fue el mejor de los orgasmos, pero fue el que más nos comprometió. Fue la ceremonia de un casamiento pagano que nos unía más que nunca.

Un hilo de sangre se escurría de nuestra vagina, nos levantamos corriendo para lavarnos, nos daba vergüenza llegar a manchar las sabanas, quien iba a imaginar las causas. Debíamos ser las únicas que iban a un lugar como ese siendo vírgenes.

Nos quedamos en el baño hasta estar seguras de que no sangrábamos más, volvimos a la cama, nos acostamos cruzadas.

  • ¿Te duele? – le pregunté

  • No, pero creo que mejor esperar a mañana antes de repetir.

  • Sí tienes razón, déjame ver si no estás lastimada – abrió las piernas, y no sé porque me pareció la cosa más preciosa, le separé los labios para ver esa perlita que tantas veces le había acariciado, era hermosa, no me pude contener y la agarré con mis labios, escuché su gemido, me estaba mirando como alucinada, pero abrió más las piernas, le gustaba, y yo estaba ahí para darle los gustos. Sentía ese sabor extraño que me deleitaba, las vibraciones de su vagina me trasmitían el placer que le estaba dando, metí la lengua en su cuevita succionando todos los jugos que brotaban de ella

  • Lina, Lina mi amor, me vas a hacer correr, cariño, estoy que me voy, no aguanto – no tengo la costumbre de hablar con la boca llena, así que no contesté y seguí en lo mío, sentí cuando se puso tensa y empujó el coño contra mi boca descargando la riada de un orgasmo como no había tenido nunca. No me importó, lo aproveché todo – mi amor, perdona, pero es que no me aguanté, fue maravilloso – se disculpó

  • Pues va a ser mejor que te acostumbres a no aguantarte, porque de lo que salió de ese coñito yo ya me volví adicta, mira que bien sabe – le hice una transfusión boca a boca de sus sabores

  • Pues entonces voy a ver si yo me vuelvo adicta a lo que sale de tu coñito – esta vez la que no pudo y no quiso aguantarse fui yo, me hizo gozar como una marrana

Habíamos dado otro paso en nuestra relación, aunque tuviéramos que ocultarlo de momento, ya nos podíamos considerar como novias.

Los dos días siguientes fueron maravillosos, descubrimos todo el placer que nos podían dar nuestros cuerpos, fuimos conociendo los puntos que más nos encendían, y los aprovechábamos hasta quedar rendidas.

Cuando volvimos enseguida empezamos a prepararnos para buscar un lugar cerca de la universidad, queríamos ir antes del comienzo de los cursos

Irene tenía conocidos en la ciudad, y por intermedio de ellos consiguió un departamento para alquilar. Un fin de semana fuimos con nuestras madres a preparar todo para mudarnos. El lugar era bien bonito, con dos habitaciones hasta quedaba lugar para recibir visitas, nosotras íbamos a dormir en una.

Llegó el día que por fin nos íbamos. A la estación fueron a despedirnos Sandra, mi mama y Irene que parecía que me tenía un aprecio especial, cuando llegó la hora de subir al tren, los besos y los abrazos se sucedían, parecía que íbamos a la guerra.

Nos dimos los últimos cariños entre lágrimas, Irene era de las que más lloraba, ya desde arriba del tren, me acordé de avisarle

  • Mama, dale a Irene los últimos libros que me prestó que me olvidé de devolverle.

Partió el tren llevándonos a una nueva etapa de nuestra vida. Éramos jóvenes, el mundo nos estaba esperando a lo que pudiéramos hacer con él, quizá no sería fácil, pero estabamos unidas por el amor que nos teníamos y eso nos hacía más fuertes.

Quedaron las tres mujeres viendo como el tren se perdía en la lejanía. Sandra que había traído a Leti, se fue en su coche.

Carolina quedó con Irene

  • ¿Te vienes hasta casa y te devuelvo los libros?

  • Es igual, me los das en cualquier momento

  • Pues cualquier momento puede ser este, después te alcanzo a tu casa, ¿vives sola?

  • ¡Sí! Papa me dejó la casa cuando se separó de mama, eran de mis abuelos así que no entraba en el juicio de divorcio.

  • Era grande, te pierdes en tanta casa.

  • la estoy dividiendo para alquilar una parte para turistas

  • Bueno llegamos, bájate que hablamos un poco de nuestras vidas, hacía tanto que no nos veíamos, ¿qué quieres un té o una cerveza?

  • Un té si no es molestia, - pasaron a la sala

  • Siéntate mientras lo preparo, ponte cómoda, ya vuelvo – mientras Carolina estaba en la cocina, Irene vio el retrato de Alina con la ropa del colegio, la miraba mientras una lágrima le corría por la mejilla, en el momento que Caro volvía con el té

  • Irene, ¿qué te pasa? Es una niña

  • Sí, es tu vivo retrato, así eras tú.

  • Así era yo, pero los años pasaron y mira como estoy ahora, estás enamorada de una fotografía, ella ya tiene pareja de su edad, olvídate de eso – la miró sorprendida.

  • Pero, ¿te crees que estoy enamorada de Alina?

  • Pues me parece que sí, por lo menos me lo hace suponer esas lágrimas.

  • Caro, te equivocas, la quiero porque tendría que ser mi hija también, la veo en esta fotografía y me hace acordar a la última vez que fui feliz, así eras tú.

  • Ven, siéntate; yo también la pasé mal, me casaron con un hombre mucho mayor que yo; tuve suerte, era un hombre maravilloso, sabía que no estaba enamorada pero siempre me trato con cariño y con respeto. Llegué a quererlo más que a mis padres, pero nunca pude amarlo.

  • Por lo menos tuviste una vida, una hija que te enorgullece, un hogar. Yo no tengo nada, estoy seca, nunca pude volver a querer a nadie, ¿sabes lo que es no poder sentir nada?

  • Pero Irene ¿qué es eso de no sentir nada? ¿me quieres decir que nunca una alegría?

  • Eso te quiero decir, nunca más un orgasmo, estoy vacía.

  • Oye, tú eras buena para arreglarte sola, tenías buena imaginación, cuantas veces nos masturbamos juntas. Me acordaba de los momentos que pasamos, te digo, buenos orgasmos me llegué a sacar, ¿qué te pasó a ti se te perdieron los recuerdos?

  • No se me perdió nada, lo que pasa es que en el momento de tener el orgasmo, aparece ella, como aquella vez, cundo nos pilló, gritándome que era una sucia, una puta, y todas las barbaridades que gritó ese día

  • Pero Irene, cuándo estabas en la universidad ella no estaba contigo, no me digas que no encontrabas un sitio para hacerlo tranquila, y ahora cuanto hace que no la ves.

  • No comprendes, está siempre ahí, al acecho esperando para no dejarme vivir, esté donde esté siempre aparece. Mira cuando te mandé llamar por Lina, te vi tan hermosa que me volvieron los recuerdos, te miraba y sentía que me estaba mojando, ese día no sé cómo aguanté hasta la salida, me fui corriendo a casa porque estaba segura que por fin me iba a poder masturbar; y sí, parecía que sí, pero en el momento dónde ya estaba por desahogarme, apareció nuevamente, insultándome, repitiendo todo lo que nos dijo aquel día, amenazándome con que me iba a internar por anormal – las lágrimas le salían a raudales, Carolina trataba de calmarla.

  • Tendrías que pedir ayuda, porque no fuiste a un psicólogo

  • Quise ir, pero ¿para qué? Me enteré que te habías casado, ya no importaba

  • Irene, el día que fui al colegio, me había arreglado para impresionarte, yo nunca me olvidé de ti, y cuando volví, yo sí, me masturbé, no pensando en cómo eras hace veinte años, sino en cómo estás ahora, estamos vivas, todavía somos jóvenes lo que pasó, pasó, tenemos que mirar para adelante

  • Caro, yo también quisiera poder mirar para adelante, pero no me deja; ya arruinó mi vida, ¿para que va a arruinar la tuya?

  • Déjame ver; esos labios no los veo arruinados, me parecen que están mejor que hace veinte años – se fue acercando, mirando la cara de susto y de deseo, se pegó a sus labios y volvió a sentirlos como antes – cielo, si tú quieres, no veo que pueda arruinar nada.

  • Ojalá pudiera hacerlo, pero sé qué en el momento va a venir; me odia, por eso mi papa se separó, ahora tiene otra familia; ella no sé, pero desde donde está me sigue haciendo la vida imposible, es como si no tuviera vida.

Caro le abrazó al mismo tiempo que le desabotonaba la camisa, le desprendió el sujetador, haciendo saltar unos senos llenos de vida, que se encargó de mimarlos a bocados, fue metiendo la mano bajo la falda corrió las bragas y encontró suficiente humedad para saber que no le era indiferente

  • Yo creo que por aquí hay vida, déjame buscarla – la sintió entregada, terminó de sacarle la falda llevando de paso las bragas, después de tantos años, volvió a oler ese aroma que tanto la enloquecía; la miró, estaba casi llorando

  • ¿No quieres?

  • ¡Sí quiero! Quizá tú puedas – abrió las piernas cerró los ojos y se tiró para atrás, sintió como dos dedos la penetraban, cómo una lengua se adueñaba de su raja acariciando con suavidad ese promontorio que hacía tantos años que no le daba una satisfacción – sí Caro, tu puedes mi amor, tenías que ser tú la que me liberara, me viene Caro, yaa – de pronto se puso rígida y se levantó de golpe gritando

  • ¡Hija de puta! ¡déjame vivir! ¿qué te hice? – Caro se separó asustada, viéndola llorar a mares – ves, ves, eso hace, está en mi cabeza y no me deja vivir, se metió el día que nos encontró haciendo el amor, y no la puedo sacar, va a estar ahí toda mi vida.

  • Bueno, calma, calma, - la cobijó entre sus brazos, le fue sacando las lágrimas – tienes que buscar ayuda, ahora estoy yo esperándote, quiero volver sentirte como antes.

Le besaba los ojos, el cuello, la acariciaba y se iba calmando

  • Sí, voy a buscar ayuda, pero no sé; viste ese día, yo estaba por llegar al orgasmo cuando apareció, y siempre pasa igual, cuando estoy por llegar, aparece, con esa cara de odio, de furia, gritándome. Por un momento pensé que a lo mejor tú no ibas a dejar que viniera, pero es más fuerte su odio.

La sentía destrozada, haría lo que fuera por liberarla de ese suplicio, pero si estaba en su cabeza, ¿qué podía hacer? Se le ocurrió una idea

  • Mi amor, vamos a ganarle, déjame probar; yo te voy a hacer el amor, pero tú no apartes los ojos de los míos, sientas lo que sientas sigue mirándome.

Volvió a besarla, se acordaba que el cuello era el punto que más la excitaba, lo besó, se arriesgó a dejarle algún chupetón, volvió a sus labios, y desde ahí emprendió el viaje por sus tetas buscando el camino hasta llegar a su vulva, la sentía estremecer de deseo, estaba llegando al clímax, la vio cerrar los ojos y tirar la cabeza para atrás, le gritó

  • ¡No! no cierres los ojos, mírame, estoy yo aquí, tócame – Irene abrió los ojos como lámparas, con las manos le iba acariciando la cara, medio doblada veía la lengua que le mimaba su almeja, sentía que se aproximaba el orgasmo, y era gracias a Caro, nadie se cruzaba entre su vista, empezó a temblar, sintió ese magnetismo que le exigía no apartar la mirada, los dedos que entraban y salían la acercaban cada vez más, a base de lengüetazos le estaba descapullándole el clítoris, se estaba derritiendo de gusto, tenía miedo, ¿volvería a aparecer su madre? Pero ella estaba viendo a Carolina; su Carolina ella iba a poder vencer ese maleficio, sintió los espasmos, ¿podría por fin pasar? y de golpe pasó. Gritó, gritó como no había gritado nunca, toda la tensión de sus músculos, se descargaron por su vagina, una laxitud se adueñó de su cuerpo, ya no importaba si cerraba los ojos, sentía como Caro se adueñaba de su coño, las oleadas de placer se sucedían; gemía, lloraba, pero ahora era de felicidad mientras la sentía escalar en su regreso besando todo su cuerpo, pasó por sus pezones endureciéndolos nuevamente, la esperó con una sonrisa boba. Se hizo dueña de esos labios que después de tanto tiempo le volvieron a traer el sabor de su placer.

  • Pudiste mi amor, solamente tú eras capaz de echarla.

  • Yo sola no, el orgasmo lo pusiste tú, y con los gritos que pegaste, no creo que tenga ganas de volver

  • Sí, pero gracias a ti, si supieras lo que es volver a sentir un orgasmo nuevo después de veinte años, ibas a ver si gritabas o no.

  • Mi vida, lamento contradecirte, pero me parece que ese no fue un orgasmo nuevo – la miró extrañada

  • ¿Te parece que eso no fue un orgasmo?

  • Un orgasmo sí, pero no creo que sea nuevo, creo que es el mismo que se te quedo atrancado cuando nos pilló tu mama – una sonrisa de felicidad se dibujó en su rostro

  • ¿Será que a ti no se te quedó nada atrancado? – le preguntó al oído

  • Uhm…si vamos a la habitación podíamos fijarnos – quiso juntar la ropa – después la juntamos, por ahora no creo que la vayas a usar.

Irene estaba solamente con la camisa y el sujetador enganchado, Caro la terminó de desnudar

  • Eh, que a ti tengo que revisarte si tienes algo atrancado

  • Es que quiero que me revises como cuando imitabas a la profesora de gimnasia.

  • Es que ahora yo soy profesora de verdad

  • Entonces te va a salir mejor

  • Señorita Cifuentes, súbase ahí arriba que tengo que revisar su higiene personal, a ver, como tiene esos senos, una buena gimnasta tiene que tener los senos bien aseados, uhm, a ver – le desnudo la parte de arriba, dejando dos magníficas tetas a su disposición, algo que no estaba dispuesta a desperdiciar, chupó con las mismas ganas que lo había deseado y Carolina se lo agradecía con gemidos, -  parece que por aquí está bien

  • Sigamos, a ver como trae el conejito – le fue sacando los pantalones, quedó con bragas nada más, arrimó la nariz – aquí hay un olor sospechoso, vamos a tener que sacarle las bragas a ver que hay ahí abajo, ¿y esto que es? ¿por qué está todo mojado? ¿no me diga que se hizo pis, a ver? Vamos a probar

  • Ay profesora que cosas me hace ¿dónde me quiere meter la lengua? Parece que me quisiera comer el coño, ay que horror, profe, profe nooo –  de golpe se dejó caer, desnuda como estaba se sentó en la cama – no Irene, no puedo, es inútil, pasaron veinte años no somos las mismas – Irene se quedó perpleja

  • Caro ¿qué te pasa? ¿no dijiste que me seguías queriendo?

  • Sí, te quiero, pero mis piernas no me aguantan parada, ven me vas a tener que comer el coño así – se acostó y se abrió de piernas lo más que pudo

  • Eres una bruja, que susto me pegaste, ahora estoy ocupada, pero me voy a vengar – diciendo eso, metió la cabeza en el lugar que le habían dejado libre. Que delicia tantos años soñando con eso, y ahora por fin podía disfrutar de esa miel que le regalaba su amor de siempre

Recorría ese sendero que tantas veces había degustado en años pasados, lo encontraba mejor, más rotundo, más gusto a mujer. El clítoris más voluminoso, bien desarrollado, con cuerpo para tomarlo con los labios y sorber como si de un pezón se tratara, escuchaba los latidos como si el corazón estuviera entre sus piernas. Quizá lo que latían eran sus labios gustando esa fruta que por tantos años tuvo prohibida.

Carolina gemía a gusto, ella no es que no había vuelto a tener orgasmos, pero los que le provocaba Irene, eran especiales. Después de tanto tiempo el gusto aún era mejor.

Volvió a sentir en el centro de su cuerpo sensaciones olvidadas, por fin estaba quien tenía que estar, y ese dulce arrebol que jugueteaba dentro suyo, iba buscando una culpable. La culpable que estaba esperando ansiosa el elixir de su corrida. Llegó y se entregó con toda su alma. Se buscaron y volvieron a besarse, y recordar viejos tiempos.

  • Te acuerdas cuando comprábamos unas porciones de pizza y íbamos a la escollera a besarnos sin que nos vieran, me dan ganas de hacerlo nuevamente.

  • Va ser difícil, ya no están los puestos, y la escollera está iluminada y con cámaras, pero cerveza tengo, la pizza la pedimos, y que te parece si nos besamos aquí hasta que se nos da la gana, que no nos ve nadie

  • Tienes razón, conque empezamos, ¿con los besos?

  • Pidamos la pizza, para los besos tenemos toda la noche, te doy una bata y vamos a la sala a preparar todo, que tengo hambre, y ya sé lo que me voy a comer de postre

Se quedaron en el sillón dándose besos mientras esperaban al muchacho de la pizza. Caro lo atendió en bata, no mostraba nada, fueron comiendo y bebiendo entre caricias

  • Irene, tenemos que recuperar estos veinte años

  • Va a llevar su tiempo, es mucho lo que perdimos

  • Se me ocurre algo, tú estás arreglando tu casa para alquilar una parte, podías decir en el colegio que estás pensando alquilar la otra parte si consigues donde vivir, y en dos o tres meses te vienes a vivir conmigo, sin que nadie sospeche ¿qué te parece?

  • Uhm…no sé, a lo mejor tienes razón – dijo sin mucho convencimiento

  • No, no te sientas obligada, pensé que te iba a gustar la idea, pero si te parece mal olvídala.

  • No es que me parezca mal, quizá tengas razón y sea mejor hacerlo así

  • Si no te gusta, ni lo pienses, era una idea nada más

  • Pero Caro, me acabas de decir que tenemos que recuperar veinte años, y ahora quieres perder tres meses

  • Está bien, si no quieres no hablemos más de eso, yo pen…¡¿qué dijiste?!

  • No sé, parece que tú no tienes apuro – se abalanzó a sus brazos

  • Te estás vengando de la bruja, ahora te voy a mostrar si tengo apuro o no – la llevó a la rastra a la habitación, le saco la bata al mismo tiempo que la de ella, y la tiro en la cama – tú de aquí no te vas más, nadie nos va a separar.

Se montó sobre ella en un sesenta y nueve espectacular

Fue una noche especial, volvieron a ser las jovencitas que un día la vida separó.

Reconocieron todos los cambios que el tiempo había hecho en sus cuerpos, como los ciegos, aprendieron a conocerse con las manos y los labios cada centímetro de su anatomía, hicieron el amor hasta terminar agotadas, y abrazadas se quedaron dormidas.

A la mañana se despertaron sorprendidas. No estaban seguras de no ser un sueño

Los labios le refirmaron que era todo real, reían como dos chiquillas. Tenían que recuperar el tiempo perdido, y ya nada podría separarlas

  • Caro, ¿y cuándo vuelva Lina, que le vamos a decir?

  • No te preocupes algo se nos va a ocurrir para decirle, ahora pensemos en nosotras

  • Se me ocurren hacer un montón de cosas en la cama, menos pensar

  • Pues vamos a hacerlas – ya estaban metiéndose mano y lo que fuera cuando sonó el móvil, era Lina.

  • Hola mama, te llamaba para avisarte que llegamos bien, no sabes la alegría de poder empezar a vivir juntas. ¿Y tú que estás haciendo a esta hora?

  • En la cama, no me da ganas de levantarme

  • No me digas que te levantabas por mi culpa, nunca te quedabas hasta esta hora ¿le diste los libros a Irene?

  • Sí, pero no los llevó, los va a leer aquí

  • ¿Cómo los va a leer ahí? Uhm…no me digas que es lo que pienso ¿volvieron a encontrarse? si es así felicidades y cuando la veas felicítala de mi parte.

  • Felicítala tú, está aquí a mi lado

  • ¡Mamaaaa! Que apurada, y aún en la cama, con razón aún están descansando.

  • No te creas, que ahora nos estábamos volviendo a cansar, mira mejor te dejo que cansarse lleva su tiempo. Un beso para las dos, de parte de Irene también – cortó- ¿Viste? Ya lo saben, algo se nos ocurrió. Sigamos que hay mucho para recuperar.

Es cortito, y dedicado a quien imaginó el final, ojalá les guste