Conociendo a Laura

La historia de un travesti y un curioso.

No sé exactamente cuándo topé por primera vez con Laura. Fue en un chat de mi ciudad, en el que entro hará casi dos años, desde que una aburrida noche de verano conecté y me atrapó la diversa fauna que se mueve en estos lares.

Laura emitía un mensaje muy simple en la sala general de mi ciudad, nuestra ciudad. Se limitaba a un escueto: “hola, que tal???”. Que repetía cada cierto tiempo en vista de que no recibía la atención deseada.

El problema, o lo que limitaba la atención que el resto de usurarios le prestaba a la susodicha era su apellido. Su nick era LauraTravesti.

Y también fue lo que llamó mi atención. No tardé nada en abrirle un privado, y preguntarle de todo. No tenía muchas dudas sobre lo que es un travesti, lo sabía de sobra. Tampoco me había planteado nunca si me daba realmente morbo y mucho menos dar un paso más. Me preguntaba qué podía buscar aquella señorita ocasional.

Laura, nombre artístico, es un hombre que se siente mujer. No hormonada ni operada, pero que viste con elegancia de mujer y cuya sexualidad siempre ha sido la de una mujer. Se mostraba muuuy recelosa, muy desconfiada. Buscaba, no sin muchas condiciones y sin estar muy segura, encuentros fortuitos con hombres en su casa.

Conocía bien al sexo masculino y concretamente al sector heterosexual. Y te ofrecía un encuentro de poco riesgo, subiendo a su piso en mitad de la noche, manteniendo las luces apagadas, decía incluso, que si lo deseabas se vendaría los ojos, para que no pudieses ser identificado de ninguna forma.

El encuentro se limitaba en principio a sexo oral, tomar una cervecita si gustabas y ella actuaría cuando quisieras, realizando una felación de esas que nunca olvidarías, porque según dicen y decía la protagonista, no hay nadie que mejor sepa succionar una polla que un poseedor de la misma.

Tan bien nos conocía, a los heteros, que disipaba todo miedo antes de que realizaras la pregunta. Ella no se empalmaba, ni mostraba sus genitales, mamaba y mamaba, al acabar, te ibas.

Y nada de dinero, aquello era puro vicio, morbo por sentirse utilizada, eyaculada encima.

Tras una breve charla con ella y comentarle mi curiosidad, nos pasamos nuestros messengers para charlar por esta vía. En su foto se podía apreciar un señor trasero, con un vestido ceñido rojo, mostrando por transparencia un tanga negro. La forma del precioso culo era muy femenino, con forma de pera, y pidiendo a gritos ser penetrado.  No tardé en hacerle saber la impresión que me daba su foto, y al parecer, animarla a cambiarla mostrando una variedad de fotos en varias posturas, hasta llegar a una donde se encontraba realizando sexo oral a un hombre. Puro morbo. Pero un morbo diferente, sentía una excitación distinta a la que siento habitualmente, una mezcla de excitación, emoción y dudas…

Pronto la conversación se volvió algo hostil por parte de Laura, odiaba especialmente a los hombres curiosos, como yo, que querían saber y saber: lo que buscaba era una polla urgentemente, y yo tenía mis dudas. Así que tras una charla de una hora, me dio largas, y me quitó de su Messenger. Lo que no me quitó fue una impresionante erección, casi dolorosa, que había ido provocándome con la charla y la novedad que suponía para mí hablar con alguien como Laura y plantearme un encuentro de este tipo. Aquella noche me masturbé con mucha energía, imaginando el encuentro, viéndome sentado en el sofá de una casa oscura en un lugar de mi ciudad, con la única luz de una farola próxima ( como ella te describía) y ella de rodillas, dejando restos de su carmín en mi polla, intentando tragarla hasta el fondo, pidiendo a gritos tragarse todo mi semen, hasta conseguirlo.

Pasaron meses en los que pensaba en Laura en mis momentos de máxima excitación, en mis polvos, en mis noches de borrachera cuando volvía  a casa solo…La buscaba por los chats, en esos momentos viciosos, sin mucho éxito, ya que era realmente astuta y recelosa, y yo demasiado caliente…

Recuerdo la noche como si fuera ayer, eran navidades. Salimos los amiguetes de toda la vida, que nos reuníamos en mi ciudad, para pasar las fiestas con la familia. Mucho alcohol, muchas risas, mucho tonteo, temperatura ambiente muy alta a pesar del gran frío y la intensa niebla. Fue cuando la niebla empezó a subir, al amanecer, cuando al llegar a casa conecté. Hacía unas semanas, había apuntado el teléfono de Laura, ya que lo había cazado en sus nombres del MSN, que podía leer, aunque nunca me apareciera conectada. Y que según entendí, estaba utilizando el Whatsup para contactar con sus “amigos”.

Por la gran excitación que traía, me decidí a escribirle. En principio me contestó bastante recelosa, como siempre, y por un momento pensé que la perdía. Pero antes de que se hartara de mí, le envié una foto de mi polla, en semierección, saliendo del vaquero mientras estaba sentado en mi sofá. Le di a enviar y sinceramente pensé que era ya el fin. Sin embargo la cosa se puso algo mejor, debió excitarse y de nuevo fluyó la conversación. Nos cruzamos varias fotos más, las mías de mi miembro y las suyas sobre su localización, estaba desayunando e iba a volver a casa. Las fotos mostraban la espesa niebla por las calles del centro de la ciudad. Bastante cerca de mi casa: la semierección desapareció, volviendo de nuevo a la erección dolorosa por el miedo y la excitación.  Con dicha erección atrapada en el vaquero salí de mi casa, en busca de las señas que me había dado Laura: me citó en una estrecha calle del centro, desde donde podría verme antes de decirme exactamente la casa.

Así lo hice, obedientemente. Por momentos me venía el arrepentimiento, no dejaba de ser algo peligroso, pero el alcohol en sangre y la excitación ganaron a la cordura y la sensatez y en unos minutos estaba plantado donde me había indicado, esperando su mensaje con la dirección exacta.

Allí me encontraba cuando recibí un escueto y conciso mensaje “sácatela”. Como no había un alma por la calle y no me gusta desobedecer a una dama, lo hice, recibiendo a modo de “respuesta tras la contraseña” las señas de su viciosa morada. Por seguir con la obediencia, llamé al telefonillo que me indicó y subí hasta el piso que me dijo. Una casa antigua, con pequeño balcón hacia la calle, desde donde me habría visto. La puerta entreabierta que no dudé en empujar. Y allí estaba, al fondo de una sala lúgubre, sentada con las piernas cruzadas, fumando un cigarro. Me planté enfrente de ella, con el corazón a mil y la respiración a doscientos. Viendo mi nerviosismo me indicó con la mano y con una vocecilla que trataba de ocultar su tonalidad grave, que me sentara en el sofá que tenía al lado.

Con largo pelo moreno, camiseta de tirantes con encaje, falda oscura y zapatos de tacón, con una altura parecida a la mía, sobre el metro setenta y cinco se mostraba la misteriosa Laura.  Siguiendo con la obediencia me senté en su sofá, y tardo varios segundos en acercarse. Sin hablar, se arrodilló y comenzó a desabrochar mi pantalón, bajando cremallera, y buscando el objeto de su deseo y de mi placer.

Fue asestándole varias lamidas con gran presión y agarrando de la base como me devolvió la dolorosa erección que había estado latente durante el trayecto hasta su casa. Se paraba a mirar mi pene, metiéndolo en la boca con fuerza, en todo momento apretaba fuertemente, masturbando con energía y succionando como si estuviera apurando un batido. Nunca me había mamado un hombre (aunque se sintiera mujer). Y creo que el secreto por el que ellos se atribuyen ser los mejores mamadores es que conocen exactamente la presión que se puede ejercer sobre una polla, y que la mayoría de las mujeres no alcanzan por miedo a hacer daño. Hasta el fondo, dejándome agarrar de los pelos, naturales y bien cuidados, comencé a penetrar su boca, provocando alguna que otra arcada. El alcohol nos produce muchas veces insensibilidad en la zona y retardo de la eyaculación, como estaba siendo mi caso. En un momento se me vino a la mente la imagen de su culo prieto, grande…y le lancé la proposición, con mi glande rozándole la campanilla y mis manos tirando de su pelo hacia mí: “quiero follarte”.

Le permití sacársela de la boca, cayendo sobre mi polla gran cantidad de saliva y flemas acumuladas en mis embestidas. Se retiró sin mediar palabra hacia una cómoda al otro lado del salón, momento que aproveché para ver su culazo y aumentar más si cabe mis ganas por penetrarlo. Como era de suponer y agradecer, trajo consigo un preservativo que me colocó y se arrodilló sobre el suelo del salón. Seguía sin mediar palabra, cosa que me embrutecía y excitaba sobremanera. Seguía colocándome el preservativo y ella apartó su tanga y aplicó gran cantidad de saliva y flemas que aún tenía, en su ojete, que por la oscuridad no aprecié bien, pero que cuando me dispuse a penetrar di fe de lo dilatado que estaba. Laura no se limitaba a mamar, era follada normalmente también. Mentiría si dijera que estuve mucho tiempo sodomizando a Laura, ya que los gritos que daba, intentando hacerlos los más agudos posibles pero consiguiendo un sonido pseudoafeminado que me enloquecía y lo prieto de su ano, hicieron que me derramara sobre ella al poco tiempo. Las embestidas eran duras mientras la sujetaba de los hombros y muy profundas hasta conseguir un intensísimo orgasmo.

Quedó en esa posición hasta que me fui, sin que mediara despedida alguna.