Conociendo a Laura

Dedicado a Charles Champ d´Hiers del cual es idea el relato y a todos aquellos que disfrutan y desean el placer de ver a su pareja con otro.

I

Dedicado a Charles Champ d´Hiers del cual es idea el relato y a todos aquellos que disfrutan y desean el placer de ver a su pareja con otro.

Aunque aquel vestido estaba ya viejo y descolorido aún le sentaba como un guante, marcando deliciosamente cada una de sus contundentes curvas. Puede que ya no se lo pudiera poner para salir a la calle, para desconsuelo de decenas de miradas indiscretas y pensamiento pecaminosos, pero aún hacía que el acto de verla fregar con él puesto, como era el caso, se convirtiese en una espectáculo de lo más sugerente.

Aquel pelo negro ondulado hasta los hombros, aquella cintura y aquel culo redondo y firme hicieron el resto. Faltaba más de una hora para que viniesen los invitados, la cena estaba ya en el horno, la cocina y el comedor estaban limpios y ordenados. Sí, valía la pena arriesgarse.

Sus manos se introdujeron por entre los pliegues del vestido de su esposa con la maestría que da la experiencia, una directa hacia sus generosos pechos y la otra, más abajo, directa a su entrepierna.

El súbito contacto de aquel par de manos hambrientas de ella sorprendió a Laura justo cuando estaba a punto de terminar de fregar.

  • ¿Pero qué haces?. No tenemos tiempo.

Un cálido y prolongado mordisco en su cuello terminaron por rendir sus escasas resistencias. El calor que empezaba a sentir proveniente de los suaves pellizcos en sus dorados pezones confluyó con el placer que aquellas caricias estaban levantando en su entrepierna.

Mientras el aliento de su esposo recorría, entre besos y sensuales mordiscos, su cuello, su nuca y los lóbulos de sus orejas, ella sentía como iba poniéndose cada vez más caliente mientras la tibia agua del grifo lamía sus brazos rendidos.

Un ligero temblor en sus piernas acompañó la primera caricia de los dedos de su marido en su vagina. Su clítoris, empapado en su propio calor, comenzó a latir al compás de los manoseos de aquellos amados y ágiles dedos.

Él, mientras arrimaba con placer su dura verga contra el fantástico culo de su esposa, comenzó a acompañar el masaje de aquellos húmedos labios inferiores con las suaves caricias de su otra mano sobre los carnosos labios de la boca de su mujer.

  • ¿Recuerdas las fotos que te hice la semana pasada mientras salías de la ducha?. - El susurro de su esposo bañó dulcemente su bonita oreja.

  • Sí. – Una sonrisa pícara se dibujó en su morena cara. Había sido divertido.

Sorprendida mientras salía de la ducha, fotografiada primero y luego follada después con toda la pasión y la excitación que aquellas fotos habían provocado en los dos.

  • Se las he enviado a todos mis amigos.

  • ¿Qué?. – Fue aquel destello de sorpresa el que emanó de sus ojos color miel el que habló por ella más que sus propias palabras.

No hubo más respuesta que la que le dio la mano derecha de su esposo, introduciendo dos dedos en su mojado coño. La sensación de enorme placer que invadió su cuerpo le llevó a cerrar los ojos durante unos instantes mientras, instintivamente, se mordía su labio inferior.

  • A todos. A todos mis amigos. A Luis, Carlos, Andrés, Juan…
  • La voz de su esposo sonó como una mezcla a partes iguales de excitación y perversión, empleando un tono tal vez algo dominante. Todos te han visto desnuda saliendo de la ducha. Todos.

  • Pero

Tres dedos se introdujeron en su boca callándola súbitamente, dejándola en silencio, sumisa ante los masajes de su esposo y sus tórridos susurros a su oído. El masaje de los dedos de su esposo en su vagina comenzó a acelerarse y a ganar fuerza y contundencia en sus acometidas.

  • Imagínate, todos mis amigos, todos esos cerdos que durante años te han dedicado infinidad de miradas obscenamente indiscretas, todos esos cerdos que te han desnudado mil veces en sueños, te tienen ahora en sus ordenadores, siempre desnuda, siempre dispuesta a protagonizar sus más obscenas pajas.

La voz de su esposo invadía su cabeza mientras iba notando como el calor del interior de su cuerpo aumentaba cada vez más deprisa. Pensando que era observada por decenas de desconocidos… o lo que era peor, de conocidos.

El orgasmo la invadió mientras se imaginaba a todos aquellos amigos de su esposo babeando frente a los monitores de sus ordenadores ante su bonito cuerpo desnudo. Sus piernas temblaron mientras un sonoro jadeo salió de su boca como un torrente, para, casi inmediatamente después, y mientras su cuerpo se relajaba poco a poco, notar como su marido sacaba con cuidado los dedos de dentro de sí, y separando sus muslos la penetraba por detrás. Apenas notarla dentro se corrió entre profundos y ahogados gemidos. Volvió a correrse cuando su marido descargo en sus entrañas.

No, no podía ser cierto. No podía haber hecho eso y estar ahora calzándose tranquilamente como si nada hubiera pasado. Mientras fingía elegir que vestido iba a llevar aquella noche poniendo frente a su cuerpo recién duchado y vestido únicamente con un par de medias negras un bonito modelo de terciopelo color vino, observaba como, tras su espalda, él se ataba los cordones de los zapatos con tal tranquilidad e inocencia qué parecía imposible que hubiera sido capaz de haber roto un plato.

Cuando le acercó un atrevido tanga color perla, su favorito, para que se lo pusiera aquella noche, ella se decidió por fin a preguntarle mirándole fijamente a los ojos mientras tomaba de sus manos la prenda.

  • No lo hiciste, ¿verdad?.

  • ¿Mmmm?. –su gesto distraído parecía exculparle de toda sospecha.

  • No enviaste esas fotos a tus amigos, ¿verdad?. Todo ha sido una mentira para excitarte y ponerme más cachonda a mí, ¿verdad?.

  • Sí, sí lo hice.

Aquella respuesta cayó como una bomba sobre el espíritu de Laura. Notó como sus rodillas temblaban ligeramente como si le hubiesen colocado un enorme peso sobre sus hombros.

  • Fue muy sencillo – seguía diciendo él, aunque a ella le llegaba a sus oídos un extraño pitido más que la voz de su esposo.

  • Creé una cuenta de correo electrónico con otro nombre, copié todas las direcciones de mis amigos y les mandé un mail diciendo que era un ‘amigo’ mío que quería vengarse de mí, diciendo que realmente yo, mi yo real, no era más que un pobre cornudo, que sin saberlo estaba casado con una calentorra, que había descubierto que tú no eras más que una puta que te acostabas con todo aquel que veías.

  • Es más, les dije que te había follado a pesar de que tú sabías que odiaba a tu marido, y para que se lo creyesen, como prueba, les mandé esas fotos…. Y aquella en que estas de rodillas chupando mi polla.

No podía ser cierto. Ella siempre había sido una mujer independiente, sí, y a sus treinta años, y tras seis de matrimonio, podía afirmar que nunca había vivido pegada a los pantalones de su esposo, pero de ahí a no haber sido una esposa sincera y sobretodo, fiel en todos los sentidos, iba un mundo. Jamás se le había pasado por la cabeza irse con otro hombre. Y de haberlo hecho, antes hubiera pedido el divorcio.

  • Pero… - balbucea ella

  • ¿Tú me amas?. – la pregunta de su esposo la interrumpió bruscamente.

¿Qué?, ¿Cómo? … Naturalmente que sí, cariño. Sabes de sobra que lo eres todo para mí.

  • Entonces – dijo su esposo mientras posaba sus manos sobre sus desnudos hombros con aire paternal - ten fe en mi, cielo, y pase lo que pase, no dudes que sé lo que me hago.

Laura no entendía nada. ¿Qué habría querido decir?. ¿Qué estaría tramando?.

Una ligera presión de las manos de su esposo sobre sus hombros le obligó a ponerse lentamente de rodillas hasta que su boca quedó colocada frente a la bragueta del pantalón de su esposo.

Soltó el cinturón del pantalón de su marido y lo desabrochó casi sin saber porque lo hacía.

¿Sería todo un juego?.

La punta del pene de su esposo besó sus labios. Casi quemaba. Ella se lamió los labios y, una vez los tuvo brillantes de saliva, comenzó a besarla lentamente.

El intenso sabor de aquel falo inundó su boca en cuanto se introdujo el capullo entre sus labios. Dentro de ella, su lengua siguió acariciando aquel miembro con una cada vez mayor excitación.

Sin embargo, en contra de lo que ella pensaba, no eran solo aquellos suaves mimos los que le estaban provocando los jadeos de su esposo. Al otro lado de la ventana, desde el bloque de pisos de enfrente, justo a su espalda, pero frente a su esposo, un afortunado vecino contemplaba toda la escena desde el anonimato de la distancia.

Aquella chica morena perfectamente curvilínea y con un culo precioso estaba haciéndole a su esposo una autentica mamada. No era la primera vez que se había fijado en ella, solía asomarse a sus ventanas para verla paseando por su piso, o incluso desnuda como hacía un rato, pero jamás la había cazado haciéndole nada a su marido.

Por un momento estuvo a punto de apartarse de la ventana. Le parecía imposible tener la suerte de poder contemplar aquel espectáculo sin que él se fijara en su presencia. Aunque claro, imaginaba, tampoco él en su lugar hubiera estado para fijarse en muchas cosas.

Cuando el placer de saberse siendo observado y las artes de su esposa le hicieron sentir en los albores del orgasmo, se separó dulcemente de sus labios y, acariciándose él mismo su pene, se corrió entre grandes, tal vez exagerados jadeos, frente a su mujer.

Los cálidos chorros de esperma fueron a caer al cuello de ésta, para luego, deslizarse lentamente a través del profundo y cerrado canal de sus turgentes senos, llegando finalmente hasta su precioso ombligo.

Lejos de él, en la ventana de enfrente, el falo de otro hombre se convertía también en idéntica fuente de esperma. Esperma sin destino, aunque manado por la misma mujer. Placer del furtivo que se cobra su pieza ante la ignorancia de los demás.

Continuara

II

De nuevo frente al espejo, ya arreglada, repasaba los últimos detalles de su aspecto.

Su figura alta y delgada dentro de aquel vestido de terciopelo color vino cobraba un aspecto casi mítico. No era provocador, aunque ceñía tanto sus senos y dejaba tanta porción de su espalda al aire que hacían inútil el uso de un sujetador. No era provocador, aunque ella, que se sabía bonita y sabía ponerse más guapa aún, dominaba con maestría el arte de saber provocar las miradas de jóvenes y adultos. Era una mujer hermosa, y le gustaba mostrarse como tal.

No llevaba mucho maquillaje. Un poco de rímel en las pestañas y una fina capa de barra de labios para resaltar su ya de por sí bastante sugestiva textura, nada más. Con un moño por peinado, cómodo pero lo suficientemente elegante como para recibir a sus invitados como una preciosa anfitriona, jalonó aquella obra de arte viviente.

Sin embargo, su imagen en el espejo no le trasmitía la habitual dosis de narcisismo que siempre le solía regalar. Estaba preocupada con lo que le había escuchado a su esposo, y aunque sabía que no debía, ya que él le había dicho también que sabía lo que se hacía, le era imposible no estarlo.

El timbre de la puerta sonó con la fuerza de mil cañones, o al menos eso le pareció a ella, sacándola de su sopor.

Se giró para ir a abrir mientras su esposo, que acababa de llegar para ajustarse el nudo de la corbata, le daba un suave beso en la mejilla diciéndole lo guapa que estaba como si no pasara nada.

Luis apareció al otro lado de la puerta con su eterna cara de niño malo. Sonrió a sus dos anfitriones y pasó a dentro del amplio piso de la pareja. Le dio un abrazo a su esposo y luego, con un tono jocoso, tomó la mano de Laura y le dio un sonoro beso en los delicados nudillos de la mujer.

Tal vez el beso le pasara desapercibido a su marido, pero ella pudo notar claramente como Luis, aprovechando la excusa, le dirigía una caprichosa mirada a su escote mientras se agachaba para besarla. Y sobretodo como empleaba la lengua y no los labios para darle el ósculo, dejando sobre su mano una sensación de horrorosa humedad.

Ella encajó el golpe lo mejor que pudo. Conocía ya de sobra la fama de bromista de Luis. Pensó que lo que debía hacer era tranquilizarse y esperar a que viniesen las otras dos parejas ya que entonces todo sería más ameno.

De nuevo sonó el timbre: esta vez era Andrés, que venía curiosamente solo.

  • Lo siento chicos, pero Marta no puede venir, tiene un fuerte dolor de cabeza. – Dijo excusándose.

  • No pasa nada, que se le va a hacer.

La voz de su esposo sonó sumamente tranquila. Evidentemente, pensó Laura, al él le importaba poco que no fuese su amigo quien fallara, sino la amiga de su mujer. Bueno, al menos quedaba Ana.

Volvió a sonar el timbre, ella corrió a la puerta esperando ver a Ana, cual fue su sorpresa al ver a Carlos y Juan solos.

  • Hola queridos. Ana no ha podido venir porque se encontraba fatal. Me ha pedido que me disculpe por ella.

Laura, como buena anfitriona, trató de encajar el golpe lo mejor que pudo, aunque no le hizo ni pizca de gracia descubrir que iba a ser la única mujer en aquella reunión de hombres. Unos hombres además, que posiblemente, no casi seguro, la hubiesen visto desnuda y lo que era peor, haciendo una felación a su marido, pero ellos no lo sabían, pues de él solo salía su pene mientras ella estaba al completo en la foto.

El mero hecho de recordar esto le provocó un ligero temblor en las rodillas y un frío sudor en la espalda.

¿Habrían visto sus fotos?. Seguramente sí, aunque aparentaban lo contrario, pero ella había vislumbrado en ellos una mirada especialmente torva. A excepción del pervertido de Luis, que tampoco era ya una novedad.

  • Vaya Carlos, lo siento, debe ser un virus, porque mi mujer estaba igual. – Confesó Andrés.

  • Un virus… no creo, eso del dolor de cabeza es algo que afecta a las mujeres desde que Dios las creó. – Dijo socarronamente Luis - Bueno, al menos no siempre les afecta a todas.

  • Es verdad, Luis. –Sonrió Carlos- Aquí está nuestra Laurita para animarnos la fiesta. – Dijo mientras propinaba un sonoro beso en su mejilla.

  • ¡Eh!, Déjame a mí un poco también. – Agregó Andrés dando otro sonoro beso en la otra mejilla de Laura.

  • No les hagas caso – le dijo Juan, el único soltero del grupo mientras le daba una palmadita en su culo.

  • Vamos, vamos, que es mi esposa. –Dijo fingidamente ofendido su marido mientras empujaba a sus cuatro amigos hacia el salón.

Unos perros. Eso es lo que eran, unos perros en celo, unos cerdos, pensaba Laura mientras se pasaba aprensiva una toalla por su cara para secarse la huella de los besos. Estaba sola en el cuarto de baño, a punto de llorar, y lo hubiera hecho de no ser porque le hubiera sido muy difícil después borrar las pruebas de sus lagrimas. Ahora estaba segura de que los cuatro habían visto sus fotos, segura.

No entendía que podía estar tramando su esposo y, aunque confiaba ciegamente en él, le costó mucho armarse de valor para salir de nuevo del baño mientras se veía otra vez entre aquellos amigotes de su esposo, besando su carita como si fuera pública y acercando sus manos descaradamente a su cuerpo, como si la fueran a desnudar de un momento a otro.

Estaba tan sumamente nerviosa, que cuando llegó al salón, se bebió la primera copa del vino rosado espumoso que ella misma había elegido para la cena de un trago. Era realmente bueno, y estaba muy frío. Luis le ofreció gentilmente otro, que también se bebió al instante.

Ya más sosegada, pudo comprobar como los cuatro amigos y su esposo charlaban tranquilamente sin hacerle más caso que el sencillamente cortés, lo cual terminó por tranquilizarla. Una copa más, ofrecida por Andrés, que ya sí, se bebió con toda la calma del mundo, la hicieron recuperar la esperanza en que todo aquello acabaría lo antes posible y tendría tiempo de exigirle una explicación a su esposo.

El pollo estaba en el centro de la mesa esperando a ser trinchado. Su esposo le pidió que hiciese los honores y ella, solícita, se levantó para trincharlo.

Tal vez fuera porque se levantó demasiado deprisa o tal por que el vino se le había subido a la cabeza, el caso es que cuando se puso en pie notó como se le iba un poco la cabeza. Aún así, hizo un esfuerzo por mantener la calma y comenzó a cortarlo ante las hambrientas miradas de aquellos cuatro hombres.

  • ¿Muslo o pechuga?. – Pregunto cuando hubo acabado de trinchar.

  • Pechuga. - El tono de voz de Luis sonó tan caliente que a ninguno se les escapó el matiz y una sonrisita se dibujó en las caras de todos, menos en la de su marido, que parecía estar en la luna.

Valor, Laura, pensaba mientras servía el pollo.

  • Este pollo esta muy bueno, Laura. – le dijo Luis en tono meloso mientras esta se sentaba un poco aturdida.

Ella se sentó, lo que ninguno pudo observar era como éste comenzó a darle unas ligeras palmadas en su muslo. Si bien, en condiciones normales, seguramente le hubiera respondido con un sonoro bofetón, pensó que su marido era consciente de lo que estaba pasando, por lo que se limitó a dar un ligero manotazo en aquella mano para quitársela de encima.

Sin embargo, lejos de amilanar a su compañero de mesa, el manotazo azuzó a Luis, quien volvió a dirigir la mano contra su anatomía, aunque pasando ahora de las palmaditas a las caricias sobre la rodilla. Confiaba en su esposo, pero por momentos le parecía que se estaba desentendiendo de ella, por lo que procuró llamar su atención pidiéndole que le pasara el salero, el aceite, lo que fuera.

A Luis le excitó el aparente desinterés de su amigo por su legitima esposa. Veía incrédulo como mientras él se aferraba a la rodilla de aquella mujer haciendo cada vez más atrevidas sus incursiones sobre los muslos de la guapa anfitriona, su esposo pasaba y pasaba saleros, vinagreras y demás sin mirar siquiera, absorto en no sé que estúpida conversación con Carlos, Andrés y Juan.

Mientras las caricias de aquel amigo de su esposo se contentaron con la parte superior de sus muslos, Laura aguantó estoicamente, tratando de que su marido se diese cuenta de una vez por todas de lo que estaba pasando bajo el mantel. Sin embargo, cuando los tocamientos llegaron a la cara interna de éstos, cerca de su tanga, comenzó a sentirse desfallecer.

Su marido debía de haberse dado ya cuenta de lo que estaba pasando. Ella debía tener fe en él, pero ya fuera por los nervios, ya por la bebida, o ya porque aparentemente nadie más se estaba dando cuenta de lo que estaba pasando allí, el caso es que Laura comenzó a sentir como su corazón comenzaba a latir con más fuerza y como un terrible calor comenzaba a apoderarse rápidamente de ella, impidiéndole seguir tratando de llamar la atención de su esposo.

Laura, en un intento de sofocar aquel tremendo calor se bebió de un trago el vaso de vino que tenia lleno y otro más para intentar calmarse. No se daba cuenta pero el alcohol la estaba deshinibiendo.

A Luis no se le escapó la aparente entrega de Laura a sus deseos por lo que volvió más atrevidas sus manos, no contentándose ya solo con acariciar los muslos y el tanga de su anfitriona sino que desplazando a una de las ingles aquella pequeña barrera de tela perla, comenzó a acariciar suavemente con las yemas de sus dedos corazón y pulgar el mojado clítoris de la mujer que se ofreció inflamado a sus deseos.

Laura hubo de hacer un esfuerzo por no ponerse a jadear como una loca allí mismo mientras a medio metro de ella su esposo departía con sus otros amigos sin darse cuenta de nada de lo que pasaba bajo el mantel. Su esposo. Valiente esposo. ¿Para esto servía tener fe en él?.

Cuando se sintió penetrada por los dedos de Luis no pudo evitar que sus ojos se cerraran. Se lamió los labios víctima de un placer como antes jamás había llegado a sentir y se dejó hacer. Y se dejó hacer, hasta que un prolongado y cálido orgasmo invadió todo su cuerpo.

  • Eres una autentica putita. – La voz susurrada de Luis a su oído sonó como un beso en su cerebro.

Continuara

III

El frío vino rosado bajó por su seca garganta como divina ambrosía. Necesitaba aquella copa después del orgasmo que había tenido. La necesitaba para volver en sí y para bajar un poco su temperatura corporal.

Fuera, en el mundo exterior, en aquella mesa, todo transcurría como si nada hubiera pasado bajo los platos. La conversación, bastante animada, prueba fehaciente de que el vino no solo le había hecho efecto a ella, trataba sobre algún tema de historia.

Dentro, dentro de su cuerpo, una vez retirada la viciosa mano de Luis, todo comenzaba a estar en su sitio, menos su tanga, que se había quedado hecho un empapado rebujo en su ingle derecha.

De pronto Luis propuso poner fin a la discusión acudiendo a la enciclopedia a consultar quien tenía razón. Como ya habían acabado de comer, todos menos Luis y Laura que, por razones obvias, apenas sí habían probado bocado, se levantaron los cinco de golpe rumbo a la habitación donde estaba la enciclopedia.

Al ver Carlos que Laura se iba a quedar sola, se disculpó ante sus amigos diciéndoles que al menos uno de ellos debía quedarse a hacerle compañía a la anfitriona.

Laura aún estaba demasiado anonadada con lo que le acababa de pasar que casi ni se dio cuenta de que se marchaban los demás y la dejaban sola con el esposo de su mejor amiga.

Carlos no es que fuera un hombre atractivo, más de una vez le había tomado el pelo a causa de su aspecto, calvo, regordete y siempre sudoroso.

De pronto a Carlos se le cayó la servilleta al suelo. Otro defecto que tenía es que era un hombre muy patoso y siempre se le caía algo de las manos. Laura agachó su cabeza instintivamente para indicarle donde estaba la servilleta y le vio casi pegado a sus rodillas contemplando como embobado su entrepierna.

Hubiera cerrado las piernas, que había dejado impúdicamente abiertas y estiradas buscando prolongar aún más los efectos de aquel pretérito orgasmo, pero Carlos adivinó sus intenciones en cuanto se vio cazado y le agarró con fuerza ambas rodillas.

Sin darle tiempo a cerrarlas deslizo sus dos rechonchas manazas hacia el conejito de la mejor amiga de su esposa.

Laura consciente de que estaba sola y de quien era él dio un respingo tratando de levantarse. Sin embargo, el vino le impidió ponerse en pie, haciéndole perder el pie y obligándola a caer de nuevo sobre la silla, un poco más fuera del asiento y un poco más cerca de la cabeza de Carlos que interpretó aquel brusco movimiento de la mujer como una rendición a sus deseos.

Ella se sintió igual que un corderillo cuando va a ser degollado mientras veía como la calva de aquel hombre se deslizaba por entre sus piernas abiertas en dirección a su entrepierna. Esta vez no iba a consentir que aquello ocurriese, comenzó a abofetear aquella enorme calva que se había apoderado de su intimidad con toda sus fuerzas. Golpeó y golpeó, sin gritar pues no quería que nadie se enterara, ya que, a fin de cuentas aquel era el esposo de su mejor amiga, hasta que la lengua de aquel hombre comenzó a hacer estragos en su espíritu.

Tal vez si ella hubiera gritado, él, asustado, se habría retirado inmediatamente, pero aquellos golpes, en lugar de amedrentarle, lo que hicieron fue azuzarle más, excitarle más aún. El cálido y húmedo aroma de aquel cuerpo recién profanado hicieron el resto en la libido de Carlos.

Lamió con fuerza, le succionó el clítoris con pasión, inconsciente de a quien pertenecía, de donde estaba, tan solo pendiente de pasar su lengua por cada milímetro cuadrado de aquella caliente vagina.

Pronto tornó Laura sus golpes en caricias hacia aquella caliente cabeza calva, invadida por un enorme placer proveniente de la punta de aquella lengua, que casi le parecía bífida por la maestría con que se movía dentro de ella. Ahora comprendía a Anita, la muy golfa. Ahora que apretaba con fuerza aquella cabeza contra su cuerpo.

Sola con él, y oyendo en la otra punta del piso los alaridos de su esposo y sus amigos, esta vez no se cortó y jadeó libremente cuando sintió llegarle el orgasmo, acompañando con vigorosos movimientos de su pelvis el buen hacer de aquel hombre, dejándose ser penetrada por aquella lengua maravillosa. Casi fueron gritos los que salieron de su boca cuando el temblor del placer se hizo con ella, aunque pronto una mano de Carlos la obligó a callar, tapándole la boca y haciendo de parapeto de todo el calor interior de su ser que manaba de entre sus labios.

De nuevo sus piernas se estiraron a ambos lados de la rechoncha figurilla de aquel hombre, tratando de retener en ellas el placer del orgasmo, mientras él le colocaba bien el tanga color perla que para entonces ya había adquirido una tonalidad acero oscuro gracias a la saliva de él y a los flujos de ella.

A continuación, una vez dejó el tanga a su gusto, se levantó mientras se frotaba en el pantalón el vaho de la mano contra la que Laura había apagado su orgasmo, y situándose de pies entre sus piernas abiertas colocó su paquete frente a la boca de ella y comenzó a desabrocharse los pantalones para, a continuación, dejarlos caer hasta sus rodillas.

Laura, asustada, comprendió claramente que quería Carlos. Una enorme verga apareció nerviosamente empinada ante sus ojos esperando que ella le devolviera el favor que le acababan de hacer. Ya era demasiado tarde para echarse atrás.

Le agarró el pene con su mano derecha y comenzó a acariciarlo de arriba a abajo mientras le lamía los testículos suavemente. Los dedos de aquel hombre comenzaron a enredarse en su peinado, desmadejándole su bonito moño.

  • Eso es, cómetela toda como una niña buena.

Bajó la verga hasta tener su roja punta apuntando a sus labios, acercó lentamente la boca y comenzó a introducirse aquel enorme falo con deleite. Al principio le costó, ya que era demasiado gordo, pero las manos de Carlos empujaron su cabeza hacia sí hasta que tuvo más de la mitad dentro.

Con tal palo en la boca le costaba mucho mover la lengua, pero eso no fue mucho problema para él, ya que en cuanto se vio dentro de la boca de aquella bonita mujer se corrió, lanzando hacia el interior de la mejor amiga de su mujer un enorme chorro de esperma que no solo no inundó completamente la cavidad de la mujer, sino que se salió por las comisuras de sus labios, mojándole toda la barbilla.

Laura jamás se había tragado el esperma de su marido, pero en aquel caso no le quedó más remedio que bebérselo todo ya que Carlos no parecía tener la intención de soltar su cabeza hasta que ella no hubiera libado hasta la última gota.

Cuando Carlos notó que ella ya se lo había tragado todo, soltó su despeinada cabellera y volvió a su asiento sin decir palabra mientras se subía los pantalones.

Laura también permaneció en su sitio, en estado catatónico, observando impávida como su vida estaba cambiando ante sus ojos de forma vertiginosa.

Continuara

IV

Al cabo de un par de minutos regresaron a la sala su esposo y sus amigos. Su pobre esposo. Luis sonreía triunfalmente mientras se frotaba las manos enérgicamente. Laura y Carlos estaban sentados en sus sillas, respirando un poco aceleradamente él y ella un poco despeinada, tal vez, pero tal y como les habían dejado, como si nada hubiera ocurrido allí.

  • Laura cielo, es que no tienes hambre, te sientes mal. – El tono meloso de su esposo sonó especialmente dulce.

  • No, cariño. – acertó a decir ella.

A Carlos le mudó el color cuando vio como Laura acercaba sus labios empapados en él hacia los de su esposo para propinarle un cálido beso.

  • Voy a recoger – dijo ella

Todos los hombres, escaqueados del trabajo desagradable de recoger la mesa, se fueron a la biblioteca a charlar y saborear unas copas de brandy.

Laura estaba agachada llenando el lavavajillas mientras en su mente se agolpaban los pensamientos, las imágenes confusas de todo lo que le había sucedido, en las propias narices de su esposo, en apenas unas horas.

Como ella había podido dejarse meter mano por los amigos, amigos depravados y desaprensivos, de su ignorante marido.

Absorta como estaba en sus pensamientos y adormilada por el exceso de alcohol tardo en percatarse que una mano estaba le estaba acariciando su espléndido culo. No había tenido tiempo de reaccionar cuando noto como sus bragas le eran bajadas y una lengua recorría su ano.

Se volteo para mirar y vio a Juan, el único soltero del grupo, intento balbucear algo pero el placer que le estaba dando el amigo de su marido solo le permitió separar más su magnificas piernas para facilitar la labor de Juan.

Laura había decidido que si a su marido no le importaba que sus amigos abusaran, mejor disfrutaran de ella, no iba a impedirlo.

La lengua y los hábiles dedos de Juan introduciéndose en su ano y vagina la estaban poniendo a mil, su cuerpo se dejo caer sobre la encimera abriendo mas y más las piernas.

Mientras, Andrés había ido a la cocina a echar una mano cuando se encontró con el espectáculo de Laura abierta de piernas y Juan agachado comiéndole el culo. Se apostó en el resquicio de la puerta.

Juan se incorporo, saco su miembro y sujetando fuertemente las nalgas de Laura la penetra por el culo. Laura dio un respingo.

  • ¿qué haces? – salió de boca como un susurro

  • Darte placer mí putita.

Laura, que nunca había sido enculada, o sea era virgen de ese espléndido y rotundo culo, quiso salir de esa situación pero hábilmente Juan la retuvo y a las pocas embestidas Laura comenzó a gemir de placer, un placer que para ella hasta ahora era desconocido.

Su mente, que apenas era capaz de pensar entre tanto placer, no podía creer lo que le estaba sucediendo en su propia casa. En apenas unas horas había pasado de ser la fiel esposa a ser poseída por los amigos de su marido, incluso enculada. Todo ello estaba despertando en ella unos deseos de lujuria como nunca los había sentido.

Andrés, que seguía en la puerta pero ya con su polla en la mano, se acerco a Laura haciendo un guiño a Juan, ella al ver la polla de Andrés que iba directa a su boca la abrió para recibir el dulce miembro. A esas alturas ya no le importaba ser poseída por dos hombres.

Durante varios minutos Laura, la fiel y abnegada esposa, era poseída como una vulgar puta. Ella que jamas había engañado a su marido ahora lo había hecho con todos sus amigos en apenas unas horas.

Juan la sujeto fuertemente por la cintura mientras descargaba su mana en el interior de ella, Andrés la sujeto y la obligo a tragarse su semen. Era la segunda vez que tenia que tragar el esperma de otro hombre puesto que nunca lo había hecha a su marido.

Ambos se vistieron dejando a Laura sola en la cocina, a esas alturas era incapaz de ordenar sus pensamientos, ¿qué pasaría sí su marido lo descubría?, ¿Era esa la confianza que él le había pedido?, ¿Tenia que haber llegado hasta ahí?, ¿Por qué su marido no había aparecido cuando ella mas lo necesitaba?

De regreso a la sala le dijo a su marido:

  • Me voy a dormir que estoy agotada -

Dio un beso de buenas noches a su marido, con esos mismos labios que habían degustado otras pollas.

  • Si, realmente has de estar muy agotada – le dijo socarronamente Luis

Los amigos la despidieron con un ligero mover de la mano, mientras en sus mentes sólo había una idea, como nunca se habían dado cuenta de lo terriblemente pervertida y puta que podía ser aquella mujer que era la esposa de su mejor amigo.

El tacto de las sábanas en su piel le sentó como una bendición. Estaba agotada físicamente, le dolía la cabeza, le quemaba su piel, pero sobretodo, estaba absolutamente desorientada, perdida. En tres horas había cambiado su vida completamente. Completamente. Se sentía igual que aquellos que después de un accidente sufren un ataque de amnesia.

El vino, el cansancio y el dolor de cabeza le hicieron quedarse dormida casi inmediatamente. Fuera, aún sonaban las voces de los amigotes de su esposo, pero a ella ya no le importaba. Ya no le importaba nada.

En la sala, la marcha de Laura, aunque al principio fue recibida con muestras de dolor, en el caso de Luis casi excesivas, permitió a los amigos cambiar sus temas de conversación por otros más propios de la ocasión.

Luis, que se encontraba cómodamente recostado en el centro del sofá, lanzó una pícara mirada hacia sus tres amigos mientras el marido de Laura les comenzó a hablar con un tono muy bajo, como si tuviera miedo de poder ser oído por su esposa.

No quiero que penséis que mi vida sexual es aburrida, ni nada por el estilo, pero debo confesaros un secreteo: desde hace unos meses me he aficionado a leer relatos eróticos en Internet.

Las caras de sus compadres se iluminaron sonrientes, detalle que a éste no se le escapó.

Bueno, veréis. El caso es que mi Laura, aunque es una mujer guapisima, es una santa, incapaz de atreverse a nada en el sexo más allá de lo puramente convencional… Pero bueno, no vayáis ahora a comentar nada de esto, ¿eh?

A Luis se le atragantó el trago de ron que se estaba llevando al coleto, comenzando a toser de forma nerviosa. Carlos comenzó a darle de tortas en la espalda, disimulando con su gesto un creciente rubor.

El caso es que hará cosa de dos meses –continuó el anfitrión cuando vio que su amigo se recuperaba- entré en una web llamada "Todorelatos punto com". No podéis ni imaginaros el montón de relatos que allí hay. Relatos para todos los gustos y escritos tanto por hombres como por mujeres. De verdad, alucinaríais leyendo alguna de las historias de Peli, Rosa Rosae, o Aliena del Valle, mi favorita por cierto, que describe unas –y para decir lo siguiente bajó mucho el tono de voz- mamadas que son "in-cre-í-bles". Y, no solo eso, es que todas sus historias son fabulosas. Incluso las que escribe poniéndose en el papel de un hombre. Es la leche, de verdad.

Sí –comentó Andrés- en una ocasión yo también visité una de esas páginas. Recuerdo que leí un relato muy bueno de un escritor de nombre francés… Charles Champolion, creo.

A sí –replicó el cornudo- con el desdén propio de quien ha bebido ya dos copas de más y comienza a escasearle tanto el buen gusto como la buena educación- sería Charles Champ d´Hiers. No me gusta nada: es un cursilón con aires de grandeza. Fíjate, hasta dice que es marqués. Un "pringao" es lo que es.

A Andrés no le hizo mucha gracia que descalificaran de una forma tan cruel e injustificada a quien a él le había parecido un gran escritor, y tal vez porque también él llevaba dos copas de más, se levantó muy ofendido y dando un bufido dijo que se iba al cuarto de baño.

Cerró de nuevo la puerta de la sala a sus espaldas, y con un paso más que inseguro, se dirigió hacia el servicio. Sin embargo, al pasar junto a la puerta entornada del dormitorio de la pareja, no pudo evitar la tentación de mirar en su interior.

El cuerpo de Laura, completamente destapado y cubierto tan solo con un fino camisón yacía boca abajo sobre la cama como si lo hubieran lanzado desde un sexto piso, iluminado con la tenue luz exterior que se filtraba a través de la ventana. ¿Podría ser cierto que aquella preciosidad fuera la ninfómana que le habían dicho en aquel mail?.

Cuando se quiso dar cuenta estaba frente a los pies de la cama observando el azulado cuerpo de perfectos trazos que respiraba profundamente ante sus ojos. Era realmente preciosa. Sus piernas eran infinitas, suaves y bien torneadas, su culo, redondo y macizo, y con aquellas braguitas de niña, parecía la fruta más tentadora que jamás hubiera visto. Su espalda, fina y suave, iba a terminar en un delicado cuello cubierto casi totalmente por aquella preciosa melena de pelo negro que aún dejaba ver restos de lo que antes había sido un moño.

Su cara, brillaba con luz propia en aquella constelación de belleza. Tenía una nariz delicada y respingona y unos labios sensuales y apetitosos que nada tenían que envidiar a aquellos ojos color miel que ahora permanecían sellados por el sueño.

No pudo evitar la tentación de pasar casi con devoción sus dedos por aquella indefensa piel cálida y suave. Su corazón latía con fuerza mientras sus dedos se deslizaban sobre las pantorrillas, los muslos, la espalda y el culo de aquella bella durmiente.

El cosquilleo que el tacto de aquellos dedos causó en Laura provocó que esta, inconscientemente, se diera la vuelta. A Andrés casi se le rompió el corazón, pero para su alivio, cuando ya estaba a punto de arrojarse al suelo, oyó como la sosegada respiración de la mujer recuperaba su cadencia normal.

El nuevo espectáculo que se presentaba ahora entre penumbras era, si cabe, aun más embriagador. Al moverse, el camisón había quedado desplazado, dejando a la vista un precioso pecho de perfectas proporciones, adornado por un bonito pezón.

Andrés tragó la poca saliva que podía quedarle en la boca y acercó sus dedos hacia aquel impresionante seno. Primero solo lo rozó, pero luego, loco ya de excitación, comenzó a sobarlo con más decisión.

Aquella impresionante burbuja de carne temblaba entre sus dedos mientras el pezón iba cada vez poniéndose más duro, acariciando servicial, la palma de su mano, cada vez más ansioso de asir todo el pecho entre sus dedos.

El contacto de aquellos labios no sorprendió a Laura, sino que al contrario, le agradó sobremanera. No entendía que pasaba, tal vez todo fuera un sueño, pero la sensación de aquella lengua explorando todos los rincones de su boca era demasiado agradable como para despertar.

A pesar de estar vestido, Andrés pudo notar el calor que emanaba del cuerpo de aquella mujer en cuanto se tumbó sobre ella. Su mano derecha, saciada ya de haber estrujado aquellos pechos, se lanzó a la carrera a liberar de las braguitas el dulce pubis de su confronte. Sus dedos cruzaron veloces por entre la tela y la piel y se sumergieron entre aquellos tórridos labios.

Laura ya no pudo seguir fingiéndose en un sueño cuando se sintió penetrada, aquello no podía no estar pasando. La imagen de la cara de Andrés apareció entre la luz azulada de la ventana jadeando por la excitación contra su barbilla. Un grito se ahogó en su garganta: el que le provocaron aquellos dos dedos dentro de sí. Suspiró profundamente. La excitación de aquel masaje y los efectos del vino la disuadieron de cualquier resistencia.

Sus piernas se abrieron lentamente dejando el camino expedito para su amante, después de que éste, tras curvar su felina anatomía, le ayudara a quitarle aquellas angelicales braguitas. Andrés no tardó en bajarse la bragueta del pantalón y penetrarla con fuerza tras verla quitarse el fino camisón para goce de sus ojos. Su verga entró por entre las paredes de aquella vagina con suma facilidad. Laura estaba completamente empapada.

Cuando sintió que los empujones de Andrés cobraban vigor contra su pelvis, arqueó sus piernas y las cruzo entre las de su amigo, acompasando los movimientos de su cuerpo a los suyos.

El orgasmo les alcanzó a los dos prácticamente a la vez. Primero a ella, que apagó su pasión en un frenético beso en la boca de su compañero, luego él, que tuvo la precaución de sacar su pene de dentro de ella para ir a correrse sobre su plano vientre con un sordo y callado jadeo.

Después, extasiado, cayo rendido a su derecha, sobre el lado de la cama que solía ocupar siempre su amigo.

¿Nos permitís el siguiente baile, princesa?

El tono socarrón de Luis sobresaltó casi tanto a Andrés como a la destinataria del mismo.

La voz de Laura intentó emitir un susurro suplicante, pero una lengua, aquella misma lengua que antes le había hecho sentirse en el paraíso, estaba de nuevo lamiendo con maestría cada recoveco de su intimidad.

Pero… ¿Qué hacéis aquí los tres?. –La voz de Andrés sonó casi más asustada por el temor a ser descubiertos que molesta por aquella intromisión en su intimidad.

Tranquilo, hombre, que hemos dejado a su "maridito" bien dormido y arropado. Nunca a sabido beber ese capullo.

El tono soberbio y chulesco de Luis causó un extraño efecto en Laura, que en lugar de sentirse ofendida al oír aquellas palabras, sintió como su libido se despertaba dentro de su cuerpo con todas sus fuerzas. Aquel "maridito" suyo era un cornudo, un gran cornudo, y estaba recibiendo el trato que se merecía.

La había dejado sola y desamparada. A ella, que jamás le había fallado. A ella, que le amaba con pasión.

Las manos de Laura se cruzaron tras la nuca de Luis y atrajeron su boca sedienta hacia sus labios descerrajándole un largo y prolongado beso de tornillo que volvió a encender los deseos de Andrés.

Luis notaba como los masajes de la lengua de su amigo Carlos hacían mella en aquella mujer, pues lo que había empezado siendo un espectacular y violento beso estaba pasando por momentos a ser un jadeo contra sus labios mientras sus manos iban perdiendo fuerza en su presión.

Juan sobaba, besaba y apretujaba los senos de Laura como si fuera la primera vez que lo hacia.

Andrés no pudo aguantar mucho la contemplación de la escena de aquella preciosa mujer entregada a los deseos de sus amigos, uno manoseando sus pechos, otro besándola con furia y el otro atacando enconado aquel conejito del que acababa de salir él mismo.

El vientre empapado de él mismo estaba hirviendo cuando deslizó su mano por él. Pasó la sábana para secarla, y una vez hecho esto, se lanzó a lamer aquel divino cuerpo en compañía de sus amigos. Parecían vampiros succionando la sangre de una hermosa doncella, sedientos de ella, arremolinados en torno a su anatomía.

El primero que la penetró fue Carlos. Su enorme tranca entró con facilidad por aquel cedido agujero, deslizándose hasta tocar con sus huevos el ano de su amiga. Una vez dentro, comenzó a bombear con fuerza, buscando correrse lo antes posible. Estaba tan excitado que no tuvo que esforzarse mucho, un par de minutos después arrojaba al interior de aquel cuerpo un cálido chorro de esperma que fue recibido con otro orgasmo por parte de Laura.

Cansado ya de lamer, Luis fue el siguiente en penetrarla, la volteo y sin preámbulos la metió directamente es su culo. Laura jadeaba como una posesa mientras su mano masturbaba con furia a Andrés. La verga de Andrés descargo con furia entre la mano de Laura inundando sé cara de semen que ella relamió. Luis separa las nalgas de Laurita dejando al descubierto su dilatado agujero. Saco su verga y la volvió a meter con furia. Laura gritaba, primero de forma ahogada, luego ya sin ningún tipo de pudor. Un chorro de esperma inunda sus entrañas.

Juan no se molestó en limpiarla, sino que se la metió directamente, sin más paliativos en el mismo sitio en que había estado Luis. Para entonces Laura estaba ya tan lubricada que no deseaba otra cosa que ser penetrada por todos sus agujeros sin pausa. Le parecía estar siendo saciada por una enorme verga sin fin dedicada tan solo a proporcionarla todo el placer que ella pudiese aguantar y que su cornudo maridito nunca podría darle.

La polla de Carlos apareció de pronto frente a sus labios. Ella sonrió con una cara de zorra impresionante, la besó y se la introdujo en la boca de un golpe. Jamás se había sentido tan caliente, follada por la boca y el culo como su fuera una cualquiera. Y encima por amigos de su esposo.

Carlos sacó su pene cuando lo sintió ya a punto de estallar de placer y, sin apartarlo de delante de la cara de aquella mujer, le lanzó un soberbio chorro de esperma contra la nariz y los labios. El contacto de aquel líquido espeso y caliente aguzó el placer que Laura estaba sintiendo en cada vez mayor medida desde su cintura, haciéndole sentir un nuevo orgasmo aún mayor que los anteriores.

Juan cayó rendido sobre su empapado cuerpo cuando se movió por última vez dentro de ella. Después llegó la calma.

El primero en levantarse fue Carlos. En un momento estaban todos en pie, estirándose las chaquetas de sus trajes, tratando de ver con la escasa luz exterior si estaban muy manchados, y comenzando a ser conscientes de lo que acaban de hacer.

Tan solo Andrés la besó antes de salir de la habitación. Luego, agotada, su cuerpo sudado y pringado de esperma, Laura escuchó como la puerta de la calle se cerraba por fin, dejándola sola en aquella enorme cama de matrimonio.

Su esposa estaba tendida sobre su lecho, convertido en un mar de sábanas revueltas y sucias del esperma de sus amigos y sus propios fluidos. Hacía rato que se había quedado dormida, rendida de agotamiento. Así estaba más guapa que nunca.

Su pelo, revuelto y sucio, cubría su cara y su cuello, su cuerpo desnudo, con el camisón hecho rebujo a su lado, lucía bajo los brillos azulados de la calle como si se tratase del de una estatua.

Se había propuesto dar un paso más. Ya no le valía con contentarse solo leyendo relatos eróticos. Ahora deseaba hacer de su vida y de la de su mujer un relato, su propio relato. Aquella noche, entregando a su mujercita a la lujuria de sus amigos, había dado el primer paso para hacer de su esposa una autentica pervertida dispuesta a todo, y a todos, pero… aún le quedaba mucho por hacer.

Besó la cara de su esposa y, sin desvestirse, se tumbó a su lado, disfrutando de su calor, disfrutando de su olor.

Serian cerca del medio día cuando Laura despertó inmersa en un tremendo dolor de cabeza, noto su cuerpo pegajoso y entonces cayo en la cuenta de lo sucedido la noche anterior. Su cuerpo estaba lleno de esperma reseca. Antes de que su marido despertara se fue corriendo al baño. Bajo la ducha caliente y reconfortante, su mente repasa lo acontecido, como poco a poco, ante la indiferencia de su marido, había sido manoseada primero y poseída después por todos.

Sin apenas darse cuenta su mano se deslizo a su clítoris, el recuerdo de la noche anterior, del placer que los amigos de su marido le dieron durante horas hizo que su temperatura aumentase. Sus dedos acariciaban su sexo, ella que nunca había hecho nada fuera de lo normal estaba masturbándose mientras las imágenes de sexo y lujuria invadían su mente.

Su marido despertó no mucho mas tarde y como era domingo lo dedicaron al ‘dolce far niente’.

Continuara

V

A la hora de comer, en realidad un ‘tente en pie’, Laura que apenas había cruzado alguna palabra con su marido pues su mente no paraba de mostrarle imágenes, como en una película acelerada, lujuriosas, de sexo sin freno. Por eso se sobresalto cuando su marido le pregunto

  • ¿lo pasaste bien ayer, querida? –

Asustada, creyó que su marido lo sabia todo, que la vio ser poseída por todos sus amigos.

  • Si, si muy bien – balbuceo sin saber muy bien que responder

  • Te veo cansada – le dijo su marido

Tras un breve silencio, que a ella le pareció una eternidad, le dijo a su marido.

  • Si, ayer fue un día agotador

  • Si, me imagino que si, tanta gente y al mismo tiempo, agotan a cualquiera.

Laura no sabia sí esas frases con doble sentido eran porque si, o bien porque sospechaba algo. Casi no prestaba atención a su marido pues su mente sólo repasaba una y otra vez, como una moviola, las imágenes de la noche anterior, fue deleitándose en aquellos momentos de mayor placer. Tal era su ensimismamiento que se sobresalto cuando los suaves besos de su marido la trajeron a la realidad.

La delicada mano de él se deslizo por debajo de sus bragas, él iba caliente desde hacia rato imaginando las escenas de sexo de su esposa con todos sus amigos. Lastima que no las había presenciado. Penso que la próxima vez buscaría la forma de verlas.

Laura estaba toda mojada y no por su marido, estaba tan caliente que sin apenas preámbulos le saco la polla a su esposo y le hizo una mamada increíble, él cerro los ojos y se imagino a Laura haciendo lo mismo a sus amigos.

Cuando parecía que la verga iba a desparramar el apreciado semen ella se aparto y apoyándose en la mesa ofreció su trasera a su caliente marido.

El sin pensarlo la penetro por detrás, dos rápidos movimiento y ambos estallaron en un largo orgasmo. Laura se agacho y limpio el esperma de su marido. Él penso que algo había aprendido la noche anterior puesto que eso no lo había hecho nunca antes.

Al día siguiente el marido de Laura recibió una llamada de Luis para agradecerle la cena del sábado.

Después de los saludo de rigor, Luis palideció al otro lado del teléfono cuando su amigo le pregunto a bocajarro

  • ¿os lo pasasteis bien, imagino?

  • si – balbucea un Luis que sé sentía sorprendido en una falta

  • Bueno te lo pasaste bien ¿sí o no?

  • Sí, si, sin duda. Tu mujer es maravillosa y te lo digo en todos los aspectos. – remarcando en todos los aspectos.

  • No te importa que le mande unas flores – siguió Luis

  • No, no, por supuesto. Mejor llévaselas tu personalmente que ella estará contenta de volver a verte.

Luis no estaba seguro de si su amigo sospechaba algo, así que se limito a decirle

  • Lo siento pero hoy no puedo puesto que tengo una cena con un cliente y no quisiera dejarlo solo

Si Luis hubiera adivinado las intenciones de su amigo quizás no habría hecho el comentario. O quizás sí. El rostro del marido de Laura se ilumino como el de los niños que tiene una genial idea.

En pocos segundos urdió un plan para conseguir que su adorada esposa Laura fuera poseída por su amigo Luis y su cliente. Que mayor placer que volver a sentirse cornudo y esta vez por un desconocido.

Luis sé sintió sorprendido de la propuesta de su amigo

  • Oye porque no vienes a cenar a casa esta noche, llevas a tu cliente y las flores. No admito un no por respuesta. Yo llegare a la hora de la cena. Ya le diré a Laura que os trate con mimo.

Nada más colgar Luis penso que su cornudo amigo era idiota, pues volvía a invitarle a su casa después de la orgía de hacia dos días.

Mientras el marido de Laura había llamado a su dulce y solicitada esposa para decirle que irían a cenar Luis y un cliente de él y que por favor fuera lo más amable posible son ellos sin escatimar nada.

Luis, de camino a casa de su amigo, le comento a su cliente, Pedro, con el que tenia confianza, la confianza que da el salir de juerga y compartir alguna que otra putita.

Luis puso al corriente de la orgía con la mujer de su amigo, una mujer que ninguno de ellos se imaginaba tan caliente. En palabras de Luis una ‘putita de cuidado’. Pedro con las explicaciones y detalles ya tenia su pene duro como la piedra

  • Estoy deseando follar esa putita de Laura – le dijo Pedro a Luis.

Al llegar a casa de Laura esta abrió la puerta, Luis le dio el ramo de flores mientras le daba dos besos en las mejillas y plantaba su mano en sus nalgas. Iba a soltarle alguna grosería pero vio a Pedro, un hombre que no estaba nada mal y puesto que su cornudo marido le había dicho que fuera amable decidió soportar estoicamente la grosería de Luis.

Laura había hecho firme propósito de que no se repetiría lo sucedido días antes con los amigos de su marido. Ella resistió todas las indirectas y manoseos de Luis.

Pedro, que estaba caliente desde que había llegado y que su único pensamiento era penetrar a la hermosa Laura, estaba en un tris de violarla. Su educación hacia que se contuviera, pero la carne es débil y el deseo mal consejero y Laura con esa falda con vuelo sólo hacia que agitar su calenturienta mente imaginándola sin bragas, sólo con las medias.

Laura preparaba una segunda tanda de bebidas, o quizás era la tercera, que Pedro no pudo resistir mas pese a su exquisita educación, se acerco por detrás y en un abrir y cerrar de ojos levanto la falda de Laura con una mano mientras la otra se introducía en su clítoris.

Luis al oír el grito de Laura corrió hacia ella, pero al ver la escena le dijo

  • Menuda puta esta hecha Laurita, hoy ya no te has puesto las bragas porque sabias que te follaríamos.

Mientras Pedro la sujetaba y la besaba en el cuello Luis la beso en la boca, fue un beso largo y caliente que desarmo a Laura, sus manos se desplazaron a los paquetes de Pedro y Luis.

No supo muy bien como pero se encontró de rodillas en la alfombra mamando sus vergas, mordisqueando sus genitales. Pedro no se pudo contener y potente chorro de semen se estrello contra su, hasta entonces, perfecto rostro. Ella lo relamió mientras una mirada de vicio fulminaba a Pedro.

A esa altura ya no le importaba ser follada pro quien fuera, pues seguramente el cornudo de su marido se lo merecía por dejarla sola en manos de unos depravados que le daban placer sin fin.

Luis se echo en la alfombra y ella se monta encima, sus movimientos eran lentos, disfrutando aquella polla en su interior. Primero unos movimientos rápidos, luego unos lentos. Sin prisas. Con placer. Mientras chupaba la polla de Pedro. Cuando esta estuvo en condiciones le dijo

  • usa mi otro agujero – su mirada, maliciosa, de puro vicio, excito aun más, si cabe, al pobre Pedro.

Pedro se acerco y con cuidado le hinco la polla en su culo. Las dos pollas eran demasiado. Laura se puso a jadear, gritar. Eso excitaba mas a los dos machos que la poseían. Pues eso eran Pedro y Luis para Laura, simplemente dos machos que tenían que darle placer, placer sin fin.

El marido de Laura observaba desde el resquicio de la puerta, como su adorable y fiel esposa, era follada como una puta. ¿Y si cobrara? Se pregunto.

Aquella visión le dio tal placer que se tuvo que masturbar al tiempo que Laura era follada sin compasión.

Todos se corrieron a la vez, pero el marido tuvo que salir corriendo temiendo ser descubierto en aquella obscena posición, pues que otra cosa podía ser si no obscena, cuando un cornudo como él disfruta de la visión de su amada follada como una puta. Además era lo que él hacia tiempo que deseaba, un deseo cada vez más enfermizo que le empujaba a pervertir a su dulce Laura, a convertirla en objeto de deseo de todos aquellos que la mirasen. Como cornudo sentía el placer de observar sin ser visto como su hermosa esposa follaba como una zorra, sin descanso. ¿y si hiciera de ella una putita de lujo? Se pregunto. No quizá eso era demasiado, pero que era ahora follada por cualquiera, se pregunto.

Salió de la casa y volvió a entrar haciendo ruido. Laura, Pedro y Luis había tenido tiempo de arreglarse, sobre todo ella.

Continuara

VI

Laura, sin saber muy bien porque o quizá porque deseaba excitar a aquellos hombres que poco antes la había llevado al éxtasis del placer, lugar al que deseaba volver, se puso un vestido que tenia para las grandes ocasiones, muy ajustado, con un gran escote y la espalda casi al descubierto. Dudo si ponerse medias o quizá un liguero, se decidió por medias que se sujetan al muslo por una banda elástica pues así con el vestido ajustado no se notaban. No se puso bragas pues deseaba facilitar la labor de los amigos de su marido y además si se ponía esta se marcaban en el vestido.

Al entrar en la casa beso a su esposa y al ver su espléndido aspecto le dijo

  • Estas maravillosa

  • Gracias

  • ¿Os ha atendido bien? – pregunto a Luis y su acompañante

  • Oh si, si, espléndidamente – respondió Luis

  • Si, Laura es muy complaciente – contesto su marido, remarcando la palabra complaciente.

  • Si, tu esposa en estupenda en todo – añadió Pedro con una ligera énfasis en la palabra todo

Laura penso que aquello era un dialogo de despropósitos, pero si a su esposo no le importaba que sus amigos y los amigos de sus amigos, y porque no, desconocidos, se la follaran, pues no iba a ser ella quien lo impidiera. Había descubierto un placer al que no estaba dispuesta a renunciar fácilmente. Se sentó en la mesa entre Pedro y Luis puesto que así se lo indica su marido.

El marido de Laura estaba dispuesto a disfrutar, esta vez si, de su condición de cornudo, así que durante toda la cena fingió beber en exceso.

Laura, al principio, un poco incomoda por estar entre Pedro y Luis, pronto se relajo, o quizá fue que el malévolo Luis aprovecho para acariciar suavemente su clítoris, o quizá se imaginaba en manos de sus dos amantes viendo el estado en que ya estaba su marido.

La cena transcurrió de forma distendida, aunque el marido de Laura lanzase, como quien no quiere la cosa, comentarios, indirectas, como si supiera o sospechase que su mujer era follada por otros. Luis tampoco se queda corto en las respuestas punzantes y con doble sentido.

  • El otro día leí que el sueño de la mayoría de mujeres es tener relaciones con varios hombres a la vez – soltó el marido de Laura

  • Pienso - prosiguió – que no todas las mujeres, la verdad es que, por ejemplo, no me imagino a Laura o a tu mujer Luis montándoselo con varios.

  • Si, me cuesta imaginarme a Laura, tan hermosa y delicada, en la cama con otros – añadió Luis al cual casi se le escapa la risa. - ¿no opinas lo mismo Laura?

  • Si, si claro – contesto aturdida – como podéis imaginar tales cosas. Jamas he engañado a mi marido. Ni se me ocurriría.

El marido de Laura casi suelta una carcajada al oír tal aseveración por parte de su mujer. Pedro disimulaba para no reír. Como el marido de esa hembra no se daba cuenta que lo que tenia por fiel esposa en realidad era una putita de cuidado, penso Pedro.

  • ¿tu que harías si descubrieras que tu mujer te engaña? – pregunto el marido de Laura a Luis.

  • ¡mmmmm!, no sé – respondió Luis – Disfrutar – añadió acto seguido

  • ¿disfrutar? – Pregunto Laura

  • Si, no me dirás que el morbo de saber a tu mujer en brazos de otro no os excita

  • ¿a ti no te excitaría? Pregunto Luis al marido de Laura

Sorprendido, casi se descubre

  • No, no, de ninguna forma me ha de excitar una situación así, seguramente a ti sí ¿verdad Luis? - dijo intentando desviar la conversación

  • Puede, es difícil responder a eso – sentencio Luis

  • Quizá Laura nos pueda ayudar – dijo Pedro con malicia

  • No, yo seria incapaz de una cosa así – Dijo muy seria.

Luis penso que menuda puta estaba hecha Laurita que era capaz de negar con frialdad cuando hacia menos de dos horas que había sido follada por ellos.

  • La verdad – siguió Luis - yo que te conozco, os conozco, hace años sé que una mujer, fiel y enamorada de tu marido, como tu eres incapaz de acostarte con el primero que pasa, vamos si alguien me lo dijera no lo creería.

  • Veo que Luis tiene un alto concepto de ti, Laura – Dijo Pedro con algo de sorna.

Laura pensaba en lo cínicos que eran los amigos de su marido, y lo imbécil que era él, que no se daba cuenta de que aquellos buitres estaban deseosos de volver a comérsela.

El marido de Laura estaba decidido a dejar el campo libre para que aquellas aves carroñeras ávidas de carne se lanzaran sobre su presa, su esposa. Se mentalizo para hacer su papel de borracho y poder retirarse a un lugar discreto y disfrutar, si disfrutar, del placer de ver a su Laurita follada sin compasión por otros hombres.

  • Disculparme – dijo el marido de Laura, levantando con dificultad – pero estoy cansado y mañana debo madrugar.

  • Espero, Luis, que trates bien a Laura - dijo

Dio un beso a Laura y le dijo

  • Trátalos bien, mi amor – y se fue hacia el dormitorio.

Se hizo un largo silencio esperando que se hubiera dormido, Laura se acerco al dormitorio y vio un bulto en la cama, no quiso entrar por si se despertaba. Luis apareció detrás de ella y puso algo en la puerta para que si se abría hiciera ruido.

  • Eres una putita – le susurro al oído Luis – Yo jamas engañare a mi marido – añadió con sorna – menuda zorra estas hecha.

El marido de Laura estaba escondido en un armario desde el que divisaba el salón y parte del pasillo donde se encontraba su esposa y Luis. Vio como el cabron de Pedro se había desnudado. Penso que la noche prometía.

Al entrar Laura en el salón y ver a Pedro desnudo con su aparato en posición de firmes exclamo

  • ¿Que es esto?. ¿Qué os figuráis?

Luis, sin darle tiempo a mas le arranco el vestido dejándolo hecho trizas. Pedro la obligo a arrodillarse en la alfombra y le metió su verga en la boca, Laura intento zafarse pero los lametazos de Luis en su clítoris y ano hicieron que se olvidara que iba a ser violada. Su marido observaba la escena asombrado de lo puta que era su mujer y sorprendido de lo poco que le había costado que lo fuera.

Laura, a cuatro patas en la alfombra, mamaba sin freno la polla, los huevos de Pedro. Luis se esmeraba en introducir su lengua en el ano, ora en el clítoris. Laura tuvo dos orgasmos antes de que Pedro se pusiera en el lugar de Luis y le clavara su polla directamente en el culo. Ella grita pero Luis le metió su polla en la boca mitigando sus gritos y jadeos.

El marido de Laura ya se había masturbado viendo aquella escena de sexo desenfrenado donde su esposa era enculada sin descanso.

Vio como Luis sujetaba la cabeza de Laura dando unos ligeros espasmos, comprendió que había soltado un chorro de esperma en la boca que el besaba. Vio como no la soltaba obligándola a tragar aquel semen que apenas cabía en su boca. La muy puta, penso, se traga el semen de otros y nunca el mío.

Laura relamió la polla de Luis mientras Pedro metía y sacaba su pene del culo de ella, Luis se sentó en el sofá, con su pene fláccido aunque no en exceso, contemplado le brutalidad con que era enculada la hermosa mujer de su amigo. Pedro se apoyó en el cuerpo de Laura y descargo toda su leche en ella.

Pedro se fue al baño y Laura sin dar apenas descanso a Luis se acerco a él y se puso a masturbarle, a besarle, a mamarle la polla. Esta no tardo en reaccionar a los expertos masajes de Laura, ella sin perder el tiempo se incorpora montando en aquella verga que la estaba esperando. Luis noto el olor a sudor y esperma de Laura y eso lo excitó aun más.

El marido de Laura no daba crédito a lo que contemplaba, su mujer follada sin tregua. Sentía un enorme placer al ver aquellas escenas de sexo en los que Laurita era la protagonista. Sus fantasías eran ya realidad. ¿Hasta donde seria capaz de llegar su mujer? Se preguntaba. ¿Hasta donde seria capaz él de empujar a su mujer en la depravación?

El calor del armario estaba haciendo estragos en la resistencia del marido de Laura, de todas formas ya había visto suficiente para saber que su mujer podía ser, era, una puta de cuidado. Sigilosamente salió y se fue al dormitorio.

Se despertó cuando Laura se acostó, debía ser ya de madrugada

  • ¿Ya se han ido? – pregunto a su mujer

  • Si – contesta ella mientras se acostaba

  • ¿te lo has pasado bien?

Si hizo un silencio, Laura por un momento creyó que su marido sospechaba algo.

  • Sí, muy bien – se limito a decir ella

  • Me alegro

El marido de Laura, caliente como estaba de los recuerdos de las imágenes vistas desde el armario, se acerco a ella y comenzó a tocarle el coño. Estaba mojado, mojado del semen de sus amigos. Laura hizo ademan de apartarte y al no lograrlo se puso boca abajo. Él había separado las sabanas y podía contemplar aquel cuerpo magnifico, que hasta hacia poco había sido suyo en exclusiva y que ahora era publico, o casi.

Él no estaba dispuesto a renunciar a follar su mujer, si otros lo habían hecho él también.

Acariciaba el culo de su mujer, hermoso, apetecible, ese culo que jamas había degustado y que cuando lo hiciera ya no seria virgen, puesto que sus amigos la encularon primero. Su agujero todavía tenia restos de semen de sus amigos. Seguramente esta dilatado, penso.

Se puso encima, con su pene entre las nalgas de ella

  • ahora no – musito su mujer

Él levanta un poco su cuerpo, busco el agujero y la enculo, como muy bien había pensado le costo muy poco puesto que poco antes su mujer, su adorable y puta mujer, había sido enculada. Ella intenta resistirse pero él la sujeta fuertemente.

Bombea con fuerza en ese culo primigenio para él, ese culo profanado, con su permiso, por otras pollas. Se corrió como nunca.

Continuara

VII

Al día siguiente, a la vuelta del trabajo, se encontró con Carlos que salía de su casa

  • ¿Hombre, tu por aquí? – pregunto el marido de Laurita

  • Nada, vine a recoger el encendedor que me deje el otro día en tu casa – respondió raudo Carlos – Bueno he de dejarte que me esperan. Chao

  • Ah – se limito a decir el cornudo del marido de Laura

Entro en casa y saludo - ¡Hola!

  • ¡Hola cariño! Estoy en el baño – respondió Laura

Vio que su mujer terminaba de tomar una ducha, se fijo en que la cama estaba algo revuelta, en ella había pequeños restos de semen todavía fresco, entonces comprendió que hacia su amigo Carlos en casa. Estaba seguro que su amada había sido poseída por su amigo. Penso que la cosa funcionaba, él era ya el protagonista de su propio relato erótico, de su propia infidelidad propiciada.

En la papelera encontró el vestido roto de su mujer, ese vestido que vio como era hecho trizas por sus amigos la noche anterior.

  • ¿Cariño, que le ha sucedido al vestido? – pregunto, aunque él ya sabia la respuesta

  • Nada, me lo he enganchado esta mañana y ya ves. Es una pena

  • Si – mientras pensaba en lo bien que mentía su esposa.

Durante una semana no sucedió nada digno de mención, ninguno de sus amigos llamo ni se presento en su hogar. Penso que su mujer, quizá, había perdido atractivo para sus amigos.

Sonó el teléfono, era su amigo Luis, charlaron un momento y entonces le dijo

  • Oye, dile a Laura que se ponga un momento que mi mujer quiere hablar con ella sobre la boda del próximo sábado –

  • ¡Laura! Al teléfono. Es Ana

Laura descolgó el teléfono del dormitorio, él iba a colgar cuando sintió curiosidad por oír lo que hablaban las dos.

  • ¡Sí! – dijo Laura

  • Hola – era Luis que seguía al aparato

  • ¡Ah! Creía que era tu mujer

  • No soy yo, espero que el sábado te pongas muy, muy sexy – continuo Luis

Laura no daba crédito a lo que oía, su marido tampoco

  • ¡Pero que dices! – Balbucea ella

  • He dicho que te quiero muy sexy, y sin bragas, lo has entendido cariño, o quizá mejor putita mía – le dijo Luis en un tono que parecía amenazante.

  • No pienso, cerdo – y colgó

Llego el sábado, Laura, recién duchada, se estaba vistiendo, y como manda la etiqueta tenia encima de la cama un precioso vestido largo color verde, el cual, una vez puesto, le dejaba a la vista sus preciosos hombros y un generoso escote, por la parte de la espalda quedaba cerrado hacia la mitad, que le confería una aire misterioso y perverso.

Laura estaba frente al espejo del armario mirando como le quedaban las ligas con las medias que se había puesto, eran negras, de seda, suaves. Él la miraba desde la puerta del dormitorio, penso que estaba preciosa, desnuda sólo con las medias y el liguero. Por su mente, en fracción de segundos, paso el recuerdo de la conversación con Luis. ¿Se estaba poniendo sexy para su amigo?. ¿O quizá estaba ya deseando ser follada por Luis y todos los demás?. Todos esos pensamientos hicieron que la viera más hermosa que nunca y que aumentara su excitación.

Se acerco por detrás y la beso con dulzura en el cuello, el olor del perfume y el contacto con su cuerpo lo excitaron aun más.

La volvió a besar mientras sus manos acariciaban sus pechos, luego acaricio su sexo, sus dedos le hacían pequeños masajes en su vulva. Laura se dejo llevar, ella también estaba caliente, pero no por las caricias de su marido sino por la perspectiva de ser follada por Luis, sus deseos, sus ordenes, la habían excitado.

Él la voltea y le dio un largo beso en la boca, sus dedos se introdujeron en su ya mojado clítoris. Al finalizar el beso las manos de su esposo sobre sus hombros la obligaron a ponerse lentamente de rodillas hasta que su boca quedó colocada frente a la bragueta del pantalón de su esposo.

Laura soltó el cinturón del pantalón de su marido y lo desabrochó casi sin saber porque lo hacía. Ultimamente chupar pollas era casi como una rutina.

La punta del pene de su esposo besó sus labios. Casi quemaba. Ella se lamió los labios y, una vez los tuvo brillantes de saliva, comenzó a besarla lentamente.

El intenso sabor de aquel falo inundó su boca en cuanto se introdujo el capullo entre sus labios. Dentro de ella, su lengua siguió acariciando aquel miembro con una cada vez mayor excitación.

Su esposo jadeaba, ella ignoraba que en la mente de su marido estaba ella chupando a otros y como siempre, al otro lado de la ventana, el vecino contemplaba toda la escena desde el anonimato de la distancia.

Aquella chica volvía a hacerle una mamada a su esposo, para desgracia de él no la había cazado ¿todavía? Con otro. Por un momento estuvo a punto de apartarse de la ventana. Le parecía imposible tener la suerte de poder contemplar aquel espectáculo de nuevo.

Su marido, al verse observado quiso regalarle al ignoto espectador una nueva visión. La incorpora y la puso contra la pared, de forma que el mirón tuviera una buena vista, separando sus muslos la penetra por detrás. Apenas notarla dentro se corrió entre profundos y ahogados gemidos. Volvió a correrse cuando su marido descargo en sus entrañas.

Lejos de él, en la ventana de enfrente, ante la visión primeriza de ver follada a la mujer de sus más oscuros deseos, el falo de otro hombre se convertía también fuente de esperma. Esperma sin destino, aunque manado por la misma mujer. Placer del furtivo que se cobra su pieza ante la ignorancia de los demás.

De nuevo frente al espejo, ya arreglada, repasaba los últimos detalles de su aspecto.

Su esposo que la observaba le dijo

  • Cariño te has olvidado las bragas

Laura, no sabia muy bien porque, estaba cumpliendo los deseos de Luis. Su marido hizo ademan de salir del dormitorio y ella aprovecha para hacer caso omiso a su esposo.

  • Veo que te has puesto muy sexy, cualquiera pensaría que pides ‘guerra’

  • Que tontería – le dijo Laura como si no le interesara la observación

Llegaron al lugar de la boda, un palacete con amplios jardines y que se alquila para este tipo de eventos. Una vez dentro, su marido no se separo ni un momento de ella, e incluso impidió que Luis se sentara a su lado. Su idea era que todos se fueran excitando, deseaba que su mujer fuera follada como nunca.

En la mesa deslizo su mano hasta su coño, noto que no se había puesto las bragas y estaba húmeda.

Después de la comida Luis se acerco al marido de Laura

  • Tu mujer esta preciosa hoy – le dijo a modo de cumplido

  • SI, pero ha tenido un pequeño percance -

  • Ah sí ¿cuál? – le pregunto curioso Luis

  • Se le han roto las bragas, pero sé discreto – le confeso en un susurro.

El rostro de Luis se ilumino, la zorra de Laura, penso, le había obedecido y el ingenuo de su marido pensaba que era un simple percance.

Luis, con una excusa tonta, se fue hacia donde estaba Laura.

  • Menuda zorra estas hecha - le susurro mientras le daba dos besos en la mejilla – Tu marido cree que se te han roto las bragas y yo sé que no te las has puesto por mí.

Luis la sujeto del brazo y la llevo hacia un rincón solitario del jardín, Laura, que hacia rato que estaba muy excitada, no puso excesiva resistencia, mientras, su marido observaba desde lejos la escena. Sin ningún tipo de disimulo Luis levanta el vestido de Laura para cerciorarse que efectivamente no llevaba bragas. Dio una vuelta alrededor de ella admirando sus largas piernas, el liguero, su culo, su coño recién afeitado, le puso su dedo anular en el coño, estaba chorreando. Dejo caer lentamente la falda a su posición original. Olió, su fuerte aroma a sexo.

  • Menuda putita eres – mientras la obligaba a chupar el dedo que había introducido en su clítoris

  • Seguro que tu marido no sabe lo guarra que eres en la cama ¿verdad? – prosiguió Luis mientras sobaba sus pechos.

Laura no contestaba, permaneció en silencio y con los ojos cerrados disfrutando del placer que le estaba dando Luis mordisqueando sus pechos.

El marido de Laura disfrutaba sintiéndose cornudo, contemplando como su adorada esposa disfrutaba como una zorra de las caricias, los besos y la polla de Luis. Se acerco cuanto pudo para mejor observar sin ser visto, Laura, nerviosa y temerosa de ser vista, tomo de la mano a Luis y lo llevo a un sitio apartado y discreto del jardín pensando que allí no seria vista pero con tan mala fortuna que su marido apenas estaba a mas de 3 metros, este se agazapo para no ser descubierto. Desde su posición podía ser testigo de primera línea de lo puta que era su mujer.

Laura se pone en cuclillas, y sin mediar palabra, le baja los pantalones a Luis. Su enorme verga sale disparada hacia la boca de ella que la recibe con placer. Su mamada hace que Luis se apoye en el tronco de un árbol, el placer que le produce Laura recorriendo con su lengua su polla, su glande, mordisqueando sus huevos hacen que no se pueda contener y chorro de semen se estampa en su hermoso rostro. Luis le acerca un pañuelo para que pueda limpiarse.

Iba ya a subirse los pantalones cuando Laura sujetándole fuertemente el miembro le dijo

  • Todavía no hemos terminado –

Su marido, que estaba escuchando y viendo todo, estampa un chorro de esperma en las cercanas plantas como si fuera a polinizarlas. Su Laurita ya era toda una experta chupando y él un perfecto cornudo. Absorto en sus calenturientos pensamientos no advirtió que su esposa estaba sin el vestido apoyada con sus manos a un árbol cercano y que su amigo del alma se esforzaba, con una gran dedicación, en encular a su amada. Luis le puso sus dedos en su boca para ahogar los gemidos de la zorra de Laura.

Ambos se vistieron y se incorporaron a la fiesta, me acerque a mi esposa y le pregunte

  • ¿dónde estabas mi amor?

  • En al baño ¿por qué?

  • No, por nada. Me había parecido verte en el jardín con Luis – Laura palideció

Desde aquella fecha soy el perfecto cornudo, mi dulce Laura es la putita de mis amigos los cuales se la follan casi todos los días.