Conociendo a Lara III
Lara y Giselle cuentan con la sumisión de Chris para disfrutar ambas. Chris completamente sumiso, acepta su condición porque para él lo más importante es el placer y la felicidad de Giselle.
Lara tomó a Giselle por la nuca devorándole la boca como si no hubiera un mañana, por su parte, ella no se quedó quieta, llevó las manos a los pechos contrarios, jugando con sus pezones por encima de su sostén. Yo asistía a aquel espectáculo completamente inmovilizado, tenía invitación para participar en el, pero únicamente como espectador, podía ver sus lenguas enroscarse entre ellas, mientras sus suspiros y ahogados gemidos llegaban hasta mí. No podía dejar de fantasear con tener mi miembro en medio de aquellas dos lenguas, que ambas siguieran enzarzadas en aquel combate, pero a través de el, podía incluso notarlas recorriendo todo mi glande, en esos momentos no había nada que deseara más.
Sin embargo, aquello no ocurriría, porque mi verga estaba encerrada en una prisión de la que pugnaba por salir, pero que era totalmente imposible, ni tan siquiera mis manos podían tocar y acariciar aquellos dos esculturales cuerpos, pero, aunque hubieran podido, no tenía permiso para ello. Aquello era como ver una película X en 3D, pero era mucho peor, porque no podía masturbarme, algo que deseaba con todas mis fuerzas, tan solo podía mirar, mientras la quemazón que las pinzas le provocaban a mis pezones se extendían por todo mi pectoral, uniéndose a la excitación de ver a mi chica, a mi mujer, devorándole la boca a otra.
Giselle se separó de Lara, podía ver la lujuria y el deseo dibujados en la boca de ambas, con una mirada pícara se desabrochó el sostén dejándolo caer sombre mi abdomen, sus pezones estaban duros como piedras, comencé a salivar, pero nada podía salir de mi boca, el dildo rozó mi campanilla, ya me estaba acostumbrando a tenerlo allí, pero mis ojos no eran los únicos que estaban fijos en los pezones de Giselle, los de Lara también los miraban con deseo, poco a poco se agachó llevando sus labios hasta ellos, cuando los besó me miró, me sonreía, ella era la ganadora, era la que se iba a llevar el premio gordo, mientras que yo no podría ni optar al premio de consolación, los gemidos de Giselle cuando Lara comenzó a pasar la lengua en círculos por la aureola de sus pezones me hicieron levantar la mirada a ella, tenía el cuello echado hacia atrás, los ojos cerrados y las mejillas sonrosadas fruto del calor que comenzaba a sufrir.
Llevó una mano a la cabeza de Lara, la enredó en su pelo, manteniéndola pegada contra ella, mientras la otra mano se apoyaba en mi abdomen, sus uñas se clavaban ligeramente en mi piel, sus gemidos iban en aumento a la vez que Lara movía su cabeza alternándola entre un pecho y el otro, entre un pezón y el otro. De vez en cuando su cabeza me tapaba la visión, en esos momentos podía escuchar perfectamente como los pezones de Giselle eran succionados, como ella volvía a cerrar los ojos de nuevo y como sus uñas se hundían ligeramente sobre mi piel. Giselle, soltó la cabeza de Lara llevando la mano a su entrepierna, no podía verlo pero estaba completamente seguro de que sus dedos estaban acariciándose, volando sobre su clítoris por encima de sus braguitas.
Algo que ella solía adorar era correrse con su prenda íntima aun cubriéndole el coño, empapándola bien para después quitársela y metérmela en la boca, aunque éste último paso hoy no sería posible, pero su subconsciente le hacía actuar de la misma forma. Sus gemidos aumentaron a la par que aumentó la velocidad con la que Lara movía su lengua, lo hacía de tal forma que me dejaba el campo libre para que pudiera ver como su lengua pasaba sobre su pezón una y otra vez, sin duda alguna buscaba excitarme y desde luego lo había conseguido, mis pelotas estaban duras, pero mi miembro seguía flácido en su prisión, mientras que mi mente no dejaba de fantasear sobre cuál sería mi papel en aquel trío de no estar completamente atado y a su merced.
Los gemidos de Giselle iban en aumento, cada vez su cuerpo se movía más, cada vez sus gemidos eran más sonoros y audibles, levanté la mirada escrutando su hermoso rostro, rostro que comenzaba a descomponerse fruto del orgasmo que se avecinaba. Conocía muy bien, como era este proceso, demasiado bien como para saber que ya había alcanzado el punto del no retorno. Buscó la boca de Lara, ella, al igual que yo, amaba correrse con su lengua en el fondo de mi boca, claro que ese día un falo se lo impedía, por el cual buscó la boca de quien le daba placer, de quien le estaba llevando al clímax con su lengua, aunque realmente éste fuera fruto de sus dedos, pero sin embargo había sido la boca de Lara la que la había excitado tanto.
No pude disfrutar de los gemidos de su orgasmo, pues estos se ahogaron en la garganta de ambas, no obstante, aunque apagados llegaron hasta mí, pero si pude disfrutar de sus uñas clavándose en mi abdomen, pese a sentir una punzada de dolor, cuando rasgaron ligeramente mi carne. Comencé a mover mi cuerpo queriendo desatarme, pretendiendo que me desataran y me dejaran follármelas a las dos, aquella tortura ya había durado demasiado, pero lo único que conseguí fue que el dildo se clavará aún más en mi garganta y que la correa se tensara tirando del collar, estrangulándome. Por lo que tuve que desistir y quedarme lo más quieto posible.
Cuando el orgasmo de Giselle concluyó Lara se sentó sobre mi abdomen, con una pierna a cada lado de mi cuerpo, mi preciosa mujer se puso tras ella desabrochándole el sostén, después apretó con firmeza los pechos de Lara juntándolos.
-¿Verdad que son preciosos?- Dijo dirigiéndose a mí, comenzando a besarla en el cuello mientras sus dedos hacían rotar los pezones que estaban entre ellos, poniéndolos duros, tan duros, que estaba seguro de que podrían haber rayado un diamante. En seguida noté la humedad en mi abdomen, su coño se estaba encharcando a una velocidad de vértigo, sin ninguna duda sus pechos eran una de sus zonas erógenas más sensible. No pude verlo, pero Giselle había aprovechado su orgasmo para estando completamente mojada sentarse sobre el dildo, me di cuenta cuando noté la presión que el arnés hacía sobre mi verga y cuando el dildo que tenía en mi interior, se me clavó aún más por su peso. Esto me hizo sentir un ligero placer en aquel lugar que ya había sido follado tantas veces por mi preciosa mujer. Sin duda alguna había apartado sus braguitas a un lado, pues de habérselas quitado, yo lo habría notado.
Su diestra descendió desde el pecho de Lara hasta su pubis pasando despacio por su abdomen, rasgándole ligeramente con sus uñas, separándole las braguitas continuó deslizando la mano por dentro de ellas, hasta tener su clítoris a su alcance. Yo trataba de levantar la cabeza para verlo, pero la correa me lo impedía, lo único que podía ver eran los turgentes pechos de Lara, la mano con la que mi mujer jugaba con ellos y el rostro de placer de la primera, pero este desapareció cuando inclinó la cabeza hacia atrás, permitiéndole a Giselle tener un mayor acceso a su cuello, por un fugaz instante pude ver como una ligera marca comenzaba a florecer en su delicada y tersa piel, eso me hizo sentir envidia, desear que fuera mi cuello el que fuese marcado, el que fuese devorado por aquellos labios que tantas veces me habían hecho sentir a mí lo que ahora le estaban haciendo sentir a otra.
No pude evitar recordar cuando era ella quien se ponía el arnés doble, uno parecido al que tenía yo ahora en la boca, pero con un dildo algo menor que el otro, metiéndose el mayor ella en su interior, obligándome a penetrarme con el otro, algo menor, aunque no mucho, que el que ella tenía alojado dentro, me hacía penetrarme de espaldas a ella, negándome así la posibilidad de poder verla, de poder tocarla o acariciarla.
Cuando lo tenía completamente dentro de mí, ella rodeaba mi cintura con sus piernas y me torturaba los pezones, besándome en el cuello a la vez, obligándome a moverme para darle placer. Así hasta que se cansaba de tener un orgasmo tras otro, masturbándome en ese momento, en el momento que ella se daba ya por satisfecha, hasta que me corría en su mano, en sus dedos, llevando dicha mano a mi boca para que me lo tragase todo y la limpiase bien. Susurrándome entonces al oído.
-Tu semen es mío, no lo olvides, pero de vez en cuando me gusta compartirlo contigo, me gusta ver como mi zorrita se lo traga, aún recuerdo las caras de asco y las ganas de vomitar de las primeras veces, sin embargo, amo ver la cara de deseo y de placer que pones ahora, en las contadas veces que te permito ser tú quien se lo trague. Eres tan putita que creo que incluso te gusta tanto o más de lo que me gusta a mí.-
Todas estas palabras me las susurraba despacio, alternándolas con pequeños mordiscos en el lóbulo de la oreja, o introduciendo su lengua en el interior a la par que pasaba la palma de la mano por mi lengua, la cual yo ya sabía debía de dejar fuera, o bien metía los dedos en mi boca. En otras ocasiones, llevaba su mano a sus labios, siendo ella quien lamía mi semilla, bajando la otra mano a mi miembro, masturbándolo con fuerza antes de que perdiera su rigidez, esto unido a lo sensible que estaba por la reciente eyaculación me provocaba un dolor inhumano, dolor que solo desaparecía ligeramente en el momento en el que me corría nuevamente. Y cuando esto ocurría ella apretaba fuerte el glande con sus dedos haciéndome aullar de dolor.
G: -¿Quién es tu dueña? ¿Quién decide cuando recibes placer y cuando obtienes dolor?-
C: -Tú mi señora, solo tú puedes decidir cuándo y como debo obtener placer, cuando y como debo dároslo y cuando y como sentiré dolor.-
G: -Así me gusta zorrita, más te vale no olvidarlo jamás, porque de hacerlo, dejarás de recibir placer hasta que me supliques que te perdone, perdón que no será fácil de obtener. Tus orgasmos me pertenecen, todo tú me perteneces-
Sus palabras resonaban en mi interior tan alto como si las estuviera escuchando en esos momentos, estaba tan absorto en ellas que había perdido de vista la realidad, lo que pasaba frente a mí, hasta que un sonoro y fuerte bofetón me sacó de mis pensamientos haciéndome volver al presente.
L: -No te hemos invitado a la fiesta para que te evadas de ella, idiota, procura prestar atención o el próximo golpe lo recibirán tus pelotas.
A modo de castigo quitó las pinzas de mis pezones, gesto que agradecí, aunque mi agradecimiento duró poco pues pronto sus dedos los apretaron con fuerza, haciéndome cerrar los ojos de dolor, ya que no podía gritar. Su zurda me golpeó la cara de nuevo en repetidas ocasiones aunque más despacio que la vez anterior.
L: -Esos ojos los quiero bien abiertos, no tienes permitido cerrarlos.-
Podía escuchar los gemidos de Giselle a la vez que notaba su cuerpo moverse mucho más rápido, pronto los de Lara se entremezclaron con los de ella, sin duda Giselle no solo había aumentado los movimientos de sus caderas, sino también los de los dedos que tenía sobre el clítoris de su rival. Escuchar a aquellas dos hermosas y calientes hembras gemir de aquella manera era música celestial para mis oídos, hasta que recordaba que eso era lo único que podía hacer ver y escuchar, y entonces la frustración se mezclaba con mi excitación, excitación a la que me estaba llevando Lara con sus dedos, había dejado de apretar mis pezones para jugar con ellos, para torturarlos, sonreía divertida, sabiendo que aquel placer que sentía no culminaría en un orgasmo, mi cuerpo se convulsionaba, aunque ya había aprendido que no podía hacer gestos bruscos, para que la correa no tirara de mi collar.
La miraba a la cara, cuando su rostro se crispó, cuando sus dedos se separaron de mis pezones clavándose en mi pectoral, cuando sus gritos alcanzaron el máximo tono, pero no solo los de ella, también los de Giselle, cuando un torrente de flujos impregnó mi abdomen. Cuando ambas se corrieron llegando al orgasmo a la vez, sin duda alguna, Giselle, toda una maestra del sexo había sincronizado sus movimientos para que ambas llegaran a la vez
Lara se dejó caer hacia atrás y Giselle forzó la postura de su cuello para fundirse ambas en un largo, apasionado y húmedo beso, las uñas de la primera aflojaron la presión sobre mi pecho, mientras sus caderas se movían humedeciendo todo mi abdomen, podía notar sus fluidos escurrir por mi cintura, separándose ambas de mí tras unos instantes.
G: -Te has portado muy bien mi señor, te mereces un premio.- Ella no me llamaba así como signo de sumisión, sino por la diferencia de edad.
Ambas se quitaron sus braguitas de encaje, braguitas muy sexys, tanto, que no sabría decidir si alguna de ellas me excitaba más que la otra. Lara apretó contra mi nariz la parte más húmeda, sonriendo al hacerlo.
L: -Debes acostumbrarte pronto a mi olor y a mi sabor, ya que las braguitas de Giselle no serán las únicas que tengas en la boca a partir de ahora.-
Su olor era más acre y más penetrante, mientras ella pasaba su prenda íntima por mis fosas nasales, aflojando la presión de vez en cuando para que pudiera respirar, embriagándome completamente con su aroma cada vez que lo hacía, Giselle pasaba sus braguitas húmedas por mi rostro, frente, mejillas, párpados, cuello.
G: -Desde hoy, únicamente olerás a nosotras solecito, tienes prohibido salir de casa sin haberte pasado nuestras prendas íntimas, húmedas y sucias por toda tu cara, por todo tu cuello. No sé qué harán los hombres, o como reaccionarán, pero te aseguro que las mujeres sabrán lo que están oliendo y entenderán lo que significa.-
Lara colocó las prendas de ambas sobre mi nariz, asegurándose de que pudiera respirar, pero asegurándose también de que, al hacerlo, todo el aroma de ambas me invadiría.