Conociendo a la rubia del gimnasio

Cuando te quedas sin trabajo, hay que aprovechar bien el tiempo libre

Hay que tener amigos hasta en el infierno, aunque mi amigo Fernando no era precisamente el diablo.  Trabajaba en el departamento de personal de mi empresa y al ver la cara que traía cuando pasó a buscarme para el café de media mañana empecé a pensar algo malo. Ya sentados delante de dos tazas de café me lo soltó de golpe.

—     José, te tienes que ir de la empresa.

—     Así por las buenas, ¿Porque?

—     Ya sabes que la empresa lleva tiempo intentando aligerar la plantilla, ahora mismo están con el plan de "bajas voluntarias" pero no está funcionando y ya pidieron una autorización para hacer un Expediente de Regulación de Empleo y vistas las cuentas de los últimos meses lo van a autorizar seguro.

Ya conocía el plan de voluntariado, habían ofrecido despidos con la indemnización que establecía la ley y un plus de 5.000 Euros, pero tal y como estaba la economía casi nadie se había animado a irse a no ser algún afortunado que había encontrado otra cosa y había aprovechado para irse con un dinero extra.

—      ¿Y eso que tiene que ver conmigo?

—     Mira te lo voy a decir claro, las listas para el ERE ya están hechas y tu nombre está ahí, ahora mismo tienes 2 opciones, te vas voluntario rápidamente y te llevas una indemnización decente o te vas forzoso en un par de semanas o tres con la mitad de dinero. Te estoy diciendo esto porque somos amigos hace años, pero si mi jefe se entera me cuesta el trabajo, ni se te ocurra comentarlo con nadie, di que has encontrado otra cosa o que te quieres tomar un año sabático o lo que se te ocurra, pero vete pronto, como amigo te lo digo.

Me quedé pensativo.  Confiaba en Fernando, fue de mis primeros amigos en la empresa cuando llegue y después de más de diez años y de muchos cafés y quizás incluso más cervezas, confiaba en él plenamente, y si me decía eso estaba seguro de que era lo mejor para mí.

No pude más que darle las gracias, luego empecé a darle vueltas al tema.  Me salían unos 40.000 euros de finiquito, y mi situación económica era buena: cuando murieron mis padres me dejaron en una buena situación, no es que fuesen unos potentados ni mucho menos, pero habían trabajado mucho y gastado poco, me dejaron su piso que ahora tenía alquilado, una casa en su pueblo natal con algunas tierras y una cantidad de dinero en el banco.  Además, nunca fui una persona de grandes gastos y el hecho de no tener pareja me permitía administrarme a mi manera.

Al final de la mañana lo tenía decidido y al día siguiente me ofrecí voluntario.  No me pusieron ninguna pega, es más me regalaron una semana extra de vacaciones mandándome a casa a los pocos días.

Los primeros días fueron lo que se podía esperar, vida de vago total: levantarme tarde, acostarme tarde, mucha tele, mucho ordenador y poco más.  Pero llega un momento que te levantas y te miras al espejo, te ves ojeroso, con barba de varios días y notas que los pantalones te aprietan, entonces tienes que empezar a plantearte como organizar tu vida porque vas por mal camino.

Y me organice ….

Paso primero: me apunté a un gimnasio cerca de casa. Tampoco es que quisiera ponerme como un armario, pero mantenerme y mejorar un poco siempre va bien.  Además, podía ir por las mañanas, poca gente y algunas mamis que iban mientras tenían los niños en el cole que siempre alegran la vista y motivan, marcando cuerpo con sus modelitos ajustados.

Paso segundo: vida más sana en casa. Llevaba años preparándome la comida, pero siempre cocina de “supervivencia”: fritos, precocinados, congelados….  Compré algún libro, vi muchos videos de YouTube y la verdad me gustó el tema.  En poco tiempo y después de unas cuantas meteduras de pata ya me podía considerar un cocinillas y disfrutaba preparándome la comida y sobretodo comiéndomela.

Ya tenía mi rutina hecha, levantarme, desayuno y gimnasio, a la vuelta hacerme la comida y después de comer una buena siesta, y las tardes para vaguear y las faenas domésticas que me tocaban.

Poco tiempo después se confirmó lo que me había dicho mi amigo Fernando, mi antigua empresa lanzó un Expediente de regulación y despidió un montón de gente, unos cuantos amigos y muchos conocidos se encontraron en la calle sin trabajo y con una indemnización miserable por parte de la empresa.

Mi vida estaba ya ordenada, comía bien, dormía bien, me cuidaba y me aburría como una ostra, sin pareja y con casi todos mis amigos casados tampoco tenía con quien quedar, pero no eran amigos lo que más necesitaba ahora, lo que necesitaba era sexo, y si era duro mejor, así como fantasía empecé a pensar en alguna candidata.

La primera que recordé fue Asun mi última pareja, estuvimos saliendo seis meses y al final lo dejamos no sé muy bien porque, se quejaba de mis gustos y de las cosas que le hacía, pero la verdad es que cuando estábamos en faena disfrutaba como una perra, creo que le daba vergüenza reconocerlo, no estaba preparada para reconocer lo guarra que podía ser.

La segunda se llamaba Luisa.  La había conocido en el gimnasio y enseguida me llamó la atención, a mí y a todo el mundo.  Era una cuarentona exhuberante y con una cara de vicio que te hacía tener ideas perversas, además le gustaba provocarme.  Aparte de los modelitos que siempre llevaba pegados al cuerpo como una segunda piel, se inclinaba delante de mí con cualquier excusa marcando su culazo o te plantaba el escote delante de la cara luciendo algo más que canalillo, realmente no se si buscaba algo más o era simplemente una calientapollas, pero me apetecía averiguarlo.

Al día siguiente estuve pendiente de cuando llegase, la verdad es que era muy puntual y siempre llegaba sobre las 11 de la mañana y cuando nos cruzamos le di un poco de conversación.

—     Buenos días Luisa que guapa vienes hoy.

—     Uy que amable estás, se ve que hoy has empezado bien el día.

—     Ni bien ni mal, pero mis ojos se han alegrado al verte entrar.

—     Jajajajajaja, anda no te pases.

Lo cierto es que venía explosiva, con unas mallas negras superceñidas y un top negro que le resaltaba las tetas una barbaridad y le dejaba la tripa al aire, la melena rubia recogida en una coleta le daba un aire juvenil.

A partir de ahí seguimos cada uno por nuestro lado concentrados en la rutina del gimnasio, pero me di cuenta de que de vez en cuando me miraba y cada vez que pasaba cerca cruzábamos algunas palabras.

Un buen rato después y ya terminada mi rutina diaria, pase a despedirme de ella.

—     Yo ya me retiro, por hoy he cumplido

—     Flojeras eres, si has estado un ratito de nada.  A mí todavía me queda un poco más, todavía no he hecho mi rutina de pecho.

—     Pues ánimo con esa rutina que el efecto es espectacular- eso ni me lo pensé, me salió del alma con los ojos clavados en sus tetas.

Luisa se dio cuenta más que de sobra, pero no dijo nada, sólo me miro con una sonrisa en la cara.  Se notaba que estaba acostumbrada a los efectos que causaban sus tetas en los hombres.

—     Mañana nos vemos Luisa, a ver si vienes tan guapa como hoy.

—     Oyeee que yo siempre vengo guapa jajajaja

—     También es verdad, sobre todo cuando te pones ese top blanco que tienes.

—     Anda ya, lárgate pesado.

Me marche camino de las duchas con una sonrisa, podía decir lo que quisiera, pero se veía que le gustaba que le adulasen, como a todos.  Bueno como a todos no, a ella más. Quería ser el centro de atención y que estuvieses pendiente de ella.  Ya bajo el chorro del agua caliente seguí pensando en como podía seguir avanzando nuestra relación y llevarla en la dirección que me interesaba.

Así cuando la ví entrar al día siguiente en el gimnasio vestida con el top blanco que le había dicho, tuve que taparme la cara para que no se me notase la satisfacción de ver que me había hecho caso.  Estoy seguro que todos los que estábamos en la sala en ese momento le pegamos un repaso con la mirada a la buena de Luisa. Aunque al que ella buscó con la mirada fue a mí, eso si con mucho disimulo, se creería que no me iba a dar cuenta.  De todas formas, me acerque a saludarla.

—     Buenos días guapa, si me permites decírtelo ese top te resulta especialmente favorecedor.

—     Se lo permito caballero, aunque me parece que no es precisamente mi vestuario lo que llama su atención- esto lo susurro en voz más baja para que solamente yo pudiese oírla.

—     Además, me encanta que me hayas hecho caso y te hayas puesto ese top.

—     No te crezcas tanto ha sido simple casualidad lo que tú me digas no me influye para nada.

—     Que pena y yo que había pensado en invitarte a tomar algo a la salida por haber sido tan “obediente”.

Se echó a reír y sacándome la lengua se marchó al otro extremo del gimnasio para empezar con su rutina diaria.  Yo seguí a lo mío, aunque tengo que reconocer que mi atención iba más hacia ella y lo que hacía que a las máquinas que me tocaba usar.

Cuando terminé el entrenamiento del día y mientras estiraba mis doloridos músculos fue ella la que se me acercó.

—     ¿Ya terminando flojeras?

—     Claro, ya he apurado mi dosis de sufrimiento por hoy.

—     ¿Sigue en pie esa invitación?

—     Por supuesto, soy un hombre de palabra.

—     Pues entonces espérame a la salida que enseguida termino.

Se dio la vuelta con una sonrisa y yo me deleite mirando el movimiento de su culo camino a los vestuarios.

“Enseguida” curiosa palabra en boca de una mujer, me dio tiempo a ducharme, cambiarme de ropa y ya en la puerta esperando a echarme unas partidas con el móvil, wasapear con algún amigo y aburrirme como una ostra antes de que acabase de salir. Cuando por fin salió vestida con unos vaqueros y una camiseta ya empezaba a temer haber echado raíces en aquella acera.

Nos quedamos cerca en un bar que conocía, y allí entre cerveza y cerveza y con unas buenas tapas empezamos a conocernos mejor, ahí descubrí que estaba casada con un piloto de avión que se dedicaba a largas distancias por lo que pasaba mucho tiempo sola, ni trabajaba ni tenía hijos, o sea que se pasaba la vida cuidándose y aburriéndose.  Ella tampoco se quedó corta en su “interrogatorio”, le hable de mi trabajo, que vivía solo, que no tenía novia, mis hobbies, mis manías.  El caso es que pasamos un rato muy agradable y se nos pasó el tiempo volando.

—     Jajajaja, sólo tengo un buen guardarropa —me contestó muy rápido, seguro que me estaba esperando.

—     Me cuesta mucho decidir sin vértelo puesto, vete probando cosas y me enseñas.

—     Uuuuufff, tardaría mucho en probarme todo.

—     Ok, te voy diciendo que probarte y vemos unas cuantas cosas.

Y fui eligiendo prendas para que se probase, el criterio pues lo que veía más pequeño o lo que pensaba le quedaría más provocativo, empecé a acalorarme con ese pase de modelos y me tuve que colocar la polla que ya estaba creciendo dentro del pantalón.

—     ¿Ya es suficiente, no? Que cambiarme tanto ya cansa

Ahí ya le mandé video llamada, y cuando contestó y la vi en directo llevaba un mono azul que se le pegaba a la piel como un guante.

—     Gírate que te vea de espaldas

El mono se le pegaba a las nalgas marcándolas de forma exagerada, daban ganas de coger esas nalgas y azotarlas, morderlas y hacer cualquier tipo de cosa que se te ocurriera cuando tienes delante un culazo como ese,

—   Estás tremenda con eso puesto, si te lo pones para ir al gym alguno te salta encima y te viola.

—   Anda ya exagerado.

—     De exagerado nada, te aseguró que hay por lo menos uno que lo haría.

—   ¿Sí, y que piensas que me haría? — la cara de vicio que puso y los pezones que se le marcaban me decían que Luisa se estaba poniendo cachonda.

—   Lo primero arrancarte el mono ¡Quítatelo!

El tono me salió seco, cortante y me pareció notar que Luisa respiraba más fuerte al oírlo, pero empezó a bajarse los tirantes despacio pronto mostró el sujetador negro que llevaba y que parecía contener a duras penas su abundante busto, seguí el recorrido de ese mono con absoluto interés, su tripilla, el ombligo, el mínimo tanga negro que llevaba para que no se le marcase, hasta que se agacho para desenredárselo de los pies y quedar frente a la cámara sólo con su lencería.

—   Bonito conjunto señorita Luisa, gírese y sáquese las bragas sin doblar las rodillas, quiero ver ese culazo sin obstáculos.

Se dobló por la cintura en ángulo recto para sacarse las bragas, en esa posición su culo me la puso completamente dura y empecé a acariciarme sin ningún disimulo, cuando volvió a encarar la cámara se notaba que quería más, su cara y su respiración agitada la delataban.  En ese momento me di cuenta de algo, Luisa vivía a 5 minutos de mi casa y estábamos jugando con la cámara, pensé en presentarme en su casa pero estando casada siempre podría haber algún vecino cotilla que fuese con el cuento. O sea que la solución era obvia.

—   Luisa, ponte un vestido y unos zapatos y vente a mi casa ahora mismo, tienes diez minutos para llegar. — Me dio el tiempo justo para ver su cara de sorpresa antes de cortar la llamada.

Era un riesgo sacarla de la seguridad de su casa y hacerle venir, estaba claro para que se lo decía, si venía era para follar y a pesar de lo bien que había ido todo entre nosotros nos conocíamos bastante poco.  Me había dejado llevar por mis instintos más que por la razón y era posible que ella pensase que era un salido que sólo quería follármela —Tampoco hubiese ido tan desencaminada la verdad.

Y en esos pensamientos estaba cuando sonó el timbre, y allí estaba Luisa cuando abrí la puerta, con un vestido de flores y un ligero tono rosado en las mejillas.

La tomé de la mano y la hice pasar, cerrando rápidamente la puerta a su espalda y no la deje decir ni hola, la pegué a mí y me puse a comerle la boca, viendo como respondió y como su lengua buscaba la mía es lo que ella esperaba y deseaba, acaricié todo su cuerpo sobre el vestido hasta llegar al culo y mientras lo recorría me di cuenta de que había venido sin ponerse las bragas. Me solté y la hice girarse para coger el dobladillo de su vestido y sacárselo por la cabeza, desabrochar el sujetador y dejarlo caer al suelo fueron unos segundos y ya la tenía en pelotas delante de mí.

Me pegué a su espalda y empecé a acariciar sus tetas, no eran unas tetas de veinteañera, eran unas tetas de mujer madura las sentía pesadas y suaves en mis manos mientras las amasaba con mis dedos, pero eran una maravilla, cuando empecé a acariciar sus pezones gimió, se le pusieron duros rápidamente y en ese momento los pellizqué con fuerza mientras le mordía el hombro.

—   Brutooo!

—   Calla perrita si te encanta —le contesté mientras ponía la mano directamente sobre su coño y me lo encontraba mojado y caliente.

La conduje por el pasillo haciendo que caminase delante de mí guiándole a mi dormitorio, cuando entramos la empuje sobre la cama dejándola sentada, me quité la ropa en un momento y ya desnudo me acerqué a ella que me miraba con una cara de viciosa que me la puso más dura todavía.

Cuando me aproximé ni se lo pensó, me agarró la polla y empezó a meneármela mientras me sujetaba los huevos con la otra mano, lo hacía muy bien se veía que tenía práctica y que controlaba la situación, y por mucho que me gustase como lo estaba haciendo no me gustaba dejarle el control, le aparte las manos y cogiéndola por el pelo incline su cara hasta dejarla enfrente de mi polla.

—   Chupa perrita, a ver si sabes usar esa boca de mamona y no se te ocurra usar las manos.

Obedientemente se la metió en la boca después de unas pocas lamidas y empezó a chupar, y como chupaba Luisa, a veces profundo, a veces concentrándose solamente en el glande, se notaba que había practicado mucho, me miro a los ojos y sonriendo me pregunto:

—   ¿Te gusta como te lo hace tu Luisa?

—   Ahora te voy a explicar como me gusta.

Empecé a follarle la boca rítmicamente y según se iba adaptando profundizaba un poco más hasta que ya ví que se estaba empezando a poner roja y sus ojos lagrimeaban, entonces la saque para golpearle las mejillas con mi rabo lleno de babas, volver a metérselo hasta la garganta y vuelta a empezar.

A este ritmo no iba a aguantar mucho, saqué la polla de la acogedora boca de Luisa y la hice ponerse a cuatro patas sobre la cama. Cuando empecé a acariciar su coño me lo encontré totalmente empapado, fue meterle 2 dedos en el coño y empezar a masturbarla y oír como empezaba a gemir y ya cuando empecé a acariciar su ojete con el pulgar ella misma empezó a moverse adelante y atrás buscando más profundidad en la penetración, le saqué los dedos y le metí la polla de un solo empujón, tengo que reconocer que perdí el control, me la follé como un mandril en celo dándole rápido y duro mientras azotaba su culo sin piedad, en poco tiempo tenía el trasero de un precioso color rojo y jadeaba sin control, el orgasmo le dejó sin fuerzas y se desplomó sobre el colchón, salí de su coño y con cuatro sacudidas me descargué en su espalda.

Me incliné sobre ella para darle un beso y cuando giró la cara para devolverme el beso vi felicidad en su cara.

—   Voy a ducharme —Me dijo levantándose de la cama.

Y allí me quedé tumbado en la cama sonriente, con las manos en la nuca y siguiendo con la mirada a la mujer desnuda que salía de mi habitación.

Este es mi primer relato, agradeceré mucho los comentarios y valoraciones que me envieis tanto aquí como en el mail, prometo contestar a todos.