Conociendo a la perrita Sara
Sara se entrega a su amo y la primera cita quiere en un lugar público, que inocente.
CONOCIENDO A LA PERRITA SARA
La había conocido en el chat, se llamaba Sara, se sentía atraída por la sumisión y quería ser educada como una buena sumisa, después de unos meses de sesiones ciber y de contactos telefónicos y virtuales, al fin la perrita se había ganado el derecho de conocer al Amo. El la había citado en un restaurante y la había dado unas ordenes muy estrictas en cuanto a maquillaje, aspecto físico, vestuario y peinado.
Había escogido bien el restaurante, con sumo cuidado, para no ser molestados y además para que tuvieran una completa tranquilidad pero a la vez que pudiera ordenarla alguna cosa siendo discretos y no comprometiéndola. Pero la reservaba una sorpresa que ella no se esperaba. El había llegado antes al local y se había sentado en la mesa a esperarla. La pudo ver a través de los ventanales como venía .
Iba enfundada en una blusa negra, una mini también negra, unas medias del mismo color muy elegantes y sobre unos zapatos con un vertiginoso tacón. Entró al restaurante y preguntó a una camarera por la mesa, la camarera la acompañó hasta donde estaba él. El no se levantó y la pudo observar como llegaba, Sara se dio la vuelta como si quiera que él comprobase la mercancía. La verdad es que la perrita estaba enrabietadamente guapa, no se había maquillado y llevaba el pelo recogido en una cola de caballo como le había sido indicado.
Se sentó al lado de su Amo dando la espalda a la pared, a su derecha había un biombo tan cerca que nadie podía ni verla ni acercársela por ese lado, el Amo que lo había elegido a posta la hizo que levantase la minifalda y se sentase en contacto la piel con la silla, empezaron picando algo, el Amo la ordenó quitarse el tanga negro que llevaba lo que hizo, ese movimiento realmente podía verse desde la mesa de enfrente pero ella pensó que la mujer que estaba sentada en ella no estaba observando pero se equivocaba.
Era una Ama amiga de su Amo y estaba todo pactado, de hecho era la dueña del restaurante y la camarera que la había recibido era su sumisa. La Ama no quitaba ojo, el Amo ordenó a Sara que abriera las piernas al máximo, él observó el gesto imperceptible de la Ama de que tenía buena visión del coño de la chica.
Sara al principio se sintió sumamente avergonzada pero ahora con el vino se iba desinhibiendo y mojándose cada vez más. Con tanto vino tenía ganas de orinar y le pidió a su Amo permiso que él se lo concedió, la camarera estaba esperando en una habitación que se usaba como almacén para poder observar cuando Sara bajaba al baño.
Sara entró en el baño, entró en una de las cabinas y se levantó la minifalda, dejó la puerta abierta como la había mandado su Amo, primero pensó en cerrarla, la avergonzaba que alguien la pudiera ver pero pensó en que quería de verdad ser una sumisa y que su Señor estuviera orgulloso. Comenzó a orinar cuando la camarera se puso delante y mientras la observaba se iba desnudando y entrando en la cabina la dio un gran beso en la boca que Sara respondió entregándose a la chica.
Veo perrita que obedeces a tu Amo--- la dijo él.
Las dos sumisas miraron y allí estaban el Amo y la Ama observando la escena, la sumisa terminó de orinar y la otra perra la secó con la lengua. La Ama entró y colocándola una correa y su correspondiente collar la hizo retirarse y llevándola a una esquina del baño abrió una puerta disimulada. El Amo puso a Sara también el collar y fue detrás de la otra Ama, les condujeron a una gran estancia transformada en mazmorra.
La Ama metió a la camarera sumisa en la celda y ató el collar a una argolla en la pared. El Amo entonces le ordenó a Sara que le desnudase. Sara primero se acercó se arrodilló, le lamió los pies descalzándole y luego con una inclinación de cabeza le pidió permiso. Comenzó a quitarle la chaqueta del traje, luego la corbata, seguidamente la camisa. Entonces le quitó el cinturón y le soltó la cremallera y el botón de arriba para dejar caer el pantalón.
Ya estaba desnudo, ahora la Ama soltó a su sumisa y la hizo desnudarse para hacer de asistenta en la sesión. Luego la perrita ayudó a Sara a quitarse la ropa, la quitaron también el corsé que llevaba. Ahora la ataron a la pared a unas anillas que había y colocándola bien tensa. El Amo cogió una fusta y la empezó a dar azotes en las nalgas, luego probó con una caña y por fin con una paleta.
La liberó de las ataduras y la acompañó al sillón donde estaba la Ama y la otra sumisa la ayudó a tumbarse sobre sus rodillas, la Ama comenzó a darla azotes con la mano abierta dándole un color rosa chicle a la piel blanca de la muchacha. Cuando hubo terminado el Amo la cogió y la llevó hasta situarla atada a una cruz de San Andrés. La Ama y la otra sumisa se retiraron a otra habitación y les dejaron solos.
Ahora perrita vas a comprobar como tu Amo consigue aplacar tu rebeldía--- dijoél.
Se acercó a la boca y la dio un beso profundo, ella intentaba introducir su lengua en la boca del Señor pero él no la dejaba hasta que en un momento dado la dejó y con la mano la magreó las tetas diciéndola al oído que la iba a usar como un objeto sexual, como una muñeca hinchable, cada palabra humillante arrancaba del coño de la chica una gota de excitación que mojaba su conejito cada vez más.
Recogió una vela que estaba encendida y la acercó hasta la cara de ella para que viera la cera licuándose y brillando, había escogido una vela de color rojo, dejó caer una gota en el pecho de ella y la sumisa gimió de dolor, recibió un pellizco en el pezón por la queja, luego echó una serie de siete gotas y Sara se mordió los labios para no quejarse, quería que su Amo se sintiera orgulloso de su entrega. La fue llenando de cera los pechos y parte de la tripa.
La soltó y la hizo tumbarse en un artilugio en la que a modo de potro se ataba a la chica a cada esquina en forma también de aspa para cuando estuviera bien fija estirar hasta estar bien tensa y a un metro del suelo, echó cera en la tripa, los muslos y parte del pubis, cuando consideró que había cubierto la piel de la perra como si de un traje de látex se tratara, la dio la vuelta y cubrió sus nalgas de la misma sustancia.
Sara estaba casi completamente roja, el Amo cogió una fusta y con ella y a base de golpes certeros pero no demasiado fuertes para no llenarla de cardenales la fue desprendiendo la cera, la sensación de la chica era de dolor pero de un dolor que hacía que se excitase todavía más. Cuando casi él había retirado toda la cera la soltó y la acompañó hacia una mesa donde la ató las manos al frente y metió los pechos de la perrita en unos agujeros especiales donde colocó en los pezones unas pinzas de las que colgaban unas pequeñas pesas, en el coño también colocó unas pinzas con pesas, en estas pinzas pasó unas pequeñas cuerdas, sus cabos los ató a un anillo metálico que se había puesto el Amo en la base de la polla con lo que cada vez que se alejaba de ella Sra sentía un pequeño tirón de su coño que la causaba un pequeño dolor. El Señor cogió un consolador y se lo metió de golpe en el coño poniéndolo a vibrar para luego y sin avisar la sodomizó comenzando a follarla. La advirtió que no se podía correr hasta que él se lo indicara. Ella aguantaba, siempre había sido de orgasmo fácil y hoy estaba haciendo verdaderos esfuerzos para contenerse. El Amo la estaba follando de una forma casi salvaje hasta que notó que iba a eyacular y estirándola del pelo la dio permiso yéndose ella muy rápidamente en un gran orgasmo acompañado de un gemido en un tono altísimo.
Este relato es imaginario pero va dedicado a una grandísima chica y a la vez sumisa que me hace pasar grandes ratos. Si queréis podéis escribirme a: