Conociendo a Julia, la confusión (1)

Como la súbita ruptura con mi novia me lleva a conocer a un extraño decorador de interiores que le dará una vuelta de tuerca a mi vida.

Ese día andaba apurado y mi novia Marisa me estaba dando la lata. Estábamos en la nueva casa que yo había comprado, esperábamos casarnos en un par de meses, la estábamos decorando a nuestro gusto, pero tenía que irme a aprontar mi maleta, pues a la tardecita salía mi vuelo para asistir a un congreso de seguridad de redes informáticas, que era en lo que yo trabajaba.

El decorador eran un joven de unos 25 años, delgado, muy amanerado, pelirrojo, con cara de niña y la verdad que tenía un culito firme y paradito, si no os fijabais bien sin duda los confundías con una chica, pero eso no era mi gusto. Mi novia lo había contratado por un trabajo que él había hecho en casa de otra amiga.

Marisa insistía en un color de cortinas y él le sugería otro, yo mediaba para marcharnos cuanto antes. Finalmente pudimos marcharnos y Marisa no paraba de hablarme de la casa y lo bien que estaba quedando.

Apronté mi equipaje, me duché, Marisa me la mamó a modo de despedida y tomé mi taxi rumbo al aeropuerto. Despaché el equipaje y me instalé en el salón VIP, leía un periódico mientras saboreaba un whisky escocés. Embarcamos y me ubiqué en mi butaca de primera clase, preparándome para un viaje de unas 2 horas, de allí al hotel, una buena cena y a descansar para empezar al día siguiente.

Luego de 2 horas se nos comunicó que el vuelo se cancelaba por desperfectos mecánicos, etc. El mal humor se apoderó de mí, se retrasaba hasta la mañana siguiente. Iba a llamar a Marisa, pero se me ocurrió darle una sorpresa. Compré un ramo de flores y me tomé un taxi. El portero de la noche me saludó y tomé el elevador. Al llegar abrí sin hacer ruido, y me desplacé a oscuras por la sala, me pareció ver dos vasos y una botella en una mesita, pero no les presté atención. Al aproximarme a nuestro dormitorio oí unos susurros y me quedé de una pieza. Marisa gemía y un hombre le elogiaba el culito apretadito que tenía.

Me descalcé y avancé sin hacer ruido, la puerta estaba abierta y allí vi a Marisa desnuda, en cuatro patas, y a Nacho, mi socio, en traje de Adán fallándola por el culo. Entre sin hacer ruido, me detuve a dos metros de ellos. La estaban pasando bomba. La ira dio paso a la decepción y los observé follar como conejos. En un momento Marisa giró la cabeza, entre gemidos, para mirar a su amante y su cara reflejó miedo y sorpresa, fue solo un segundo, luego gritó como una posesa y saltó de la cama, se cubrió su desnudes con las manos y empezó a disculparse. Nacho, con su polla tiesa no entendía nada, trató de avanzar hacia mí con sus palmas adelante, luego optó por cubrirse y también ensayó unas disculpas.

Los observé en silencio, deseaba matarles, pero no era mi estilo, así que les concedí 5 minutos para dejar el piso, les di la espalda, fui a la sala, me serví un whisky y encendí la TV.

Nacho pasó como una exhalación y desapareció por la puerta. Marisa, ya vestida, trató de disculparse. Era una mujer hermosísima, cabello negro azabache, ojos celestes cielo, un cuerpo formidable y una voz angelical. Llevábamos 2 años viviendo juntos, pensábamos casarnos, pero se había rebasado un límite y no había retorno. Le indiqué la puerta con mi mano libre. Empezó a llorar desconsoladamente, me levanté, le abrí la puerta y esperé. No quería hablarle, temía quebrarme frente a ella, o arrepentirme de mi decisión, así que solo le dije que le enviaría sus cosas a la casa de sus padres. Finalmente salió y yo me senté a beber.

Unos 15 días después, mi mente funcionaba nuevamente. Estaba en mi oficina, mi secretaria me había traído la correspondencia y mientras fumaba un cigarrillo, mirando la ciudad, tomé una decisión. Vendería mis acciones de la empresa y empezaría de nuevo, lejos de Marisa y de Nacho.

Tenía una seria ventaja, era el socio mayoritario, Nacho me debía dinero, y yo era el cerebro de la empresa. Hacía 6 años habíamos empezado la empresa juntos, desarrollábamos software para seguridad de redes y otros servicios para empresas mayores. Nacho era de los que gastaban más de lo que ganaban, por lo que me había vendido una parte de sus acciones, cuando empezamos a cotizar en la bolsa, y luego me había pedido más dinero. Como era mi mejor amigo, siempre le ayudaba y no pedí nada a cambio, así era que le había dejado las ventas a su cargo, pagándole un muy buen salario.

Haría cuestión de un mes habíamos recibido una gran oferta de una empresa a la que le brindábamos servicios, pero yo la había rechazado, ahora vendería todo mi paquete y consumaría mi venganza. El dinero que Nacho debía era de la empresa, así que lidiaría con un nuevo dueño. Arreglé la venta en menos de 10 días, me exigieron quedar como gerente general por 3 años, cosa que acepté, y Nacho sería despedido, esa fu mi exigencia.

La bomba explotó el viernes a la tarde, y yo apagué mi móvil y me instalé en un hotel. El sábado a la mañana fui a ver las obras de mi nueva casa que se habían detenido cuando me separé de Marisa, allí estaría el decorador con el cronograma final de trabajo, según me dijo quedaban unas dos semanas de trabajo. No me interesaba nada en particular, solo quería mudarme de una vez por todas, no soportaba más mi piso, la visión de Marisa enculada me consumía, ni en mi cama dormía ya. Pensar que nunca me había dejado hacérselo por detrás, vaya bruja que era.

Ese día me enteré cual era su nombre, Julio, así se llamaba el afeminado pero aparentemente talentoso decorador. Me llamó la atención su cuerpo, parecía una chica moviéndose, sus gestos, su cuerpo delgado y hasta sexi. Me reí con mis pensamientos.

Me senté en una silla en la espaciosa y luminosa cocina a analizar la propuesta final, mientras Julio se sentó en la mesada. Observé con atención el diseño de las habitaciones que restaban, eran hojas impresas a color. Ya no me importaba mucho, aunque debo reconocer que tenía talento. Levanté la vista y vi que había cruzado las piernas y me miraba expectante. Llevaba unas sandalias sin tacón de mujer y las uñas pintadas con algún brillo o algo así, eran unos pies femeninos y sexys. Sostenía su mentón sobre su mano, con un codo apoyado sobre una de sus rodillas, y el otro brazo desenfadadamente cruzado sobre el regazo. Vestía unos pantalones celestes hasta la mitad de sus pantorrillas, suelto, pero que marcaban su figura, y una camiseta blanca que apenas llagaba a su cintura, la cual me pareció que exageraba su orientación sexual pero allá él.

Traté de clarificar mi mente, no podía estar mirando a ese putazo de esa manera. Miré una vez más los papeles. Julio me preguntó que me parecía, lo miré y se me encogió el corazón. Sus ojos celestes me miraban directamente y me sentí fascinado por su mirada, luego miré su cabello rojizo, que apenas cubría su nuca, cortado como una chica, que le caía a un costado despreocupadamente, y sus facciones tan femeninas y atractivas, nariz recta, labios delgados pero demarcados, unas pecas salpicaban sus mejillas.

Creo que Julio percibió la profundidad de mi mirada, pues me preguntó si estaba de acuerdo con el tiempo y los precios, dándome la oportunidad de salirme de aquella inesperada situación.

Contesté que estaba todo bien, que comprara lo que fuera necesario para terminar el trabajo, y saqué la chequera. Le extendí un cheque con lo necesario, y quedamos que el lunes empezaba.

Me sentía torpe, así que le extendí la mano para disponerme a huir de allí. El contacto con su mano suave, de dedos finos y delicados fue electrizante, sentí como mi verga reaccionaba en forma inexplicable. Me solté como pude y me retiré lo más rápido posible.

Julio me llamó y me señalo la chequera, me la olvidaba. Me la alcanzó y me sonrió, nuevamente me sentí casi mareado. Cada vez que lo miraba me parecía estar ante una chica sumamente atractiva, no entendía que me pasaba. Quería huir de allí y no podía mover mis piernas.

Julio lo percibió claramente, y se cruzó de brazos como una chica, apoyando sus palmas en sus brazos, mientras se recostaba sobre la mesada de la cocina, en una pose sumamente sexy.

Miré hacia abajo, tratando de romper el hechizo y me encontré con sus pies, eran tan sexys… Sus tobillos delgados, sus pantorrillas firmes. Seguí subiendo la mirada, sus caderas redondeadas, su cintura esbelta, su vientre liso y el pequeño ombligo que al cruzarse de brazos la camiseta se subió lo necesario para exhibirlo. Finalmente sus ojos, celestes, profundos.

Me sonreía, una sonrisa que invitaba a mucho más, no supe explicarme como terminé tomándolo por su talle y estampándole un beso. Me correspondió al instante, y en el próximo segundo estábamos besándonos apasionadamente. Mi verga se puso tiesa como un hierro y Julio se apretaba contra mí perdiéndose en mi abrazo.

Yo mido casi un metro noventa, soy corpulento, con una buena masa muscular, producto de haber practicado rugby en mi juventud, él sin embargo apenas pasaría el metro sesenta y era delgado y mis manos comprobaron que tenía cuerpo de mujer. Nalgas duritas, caderas redondeadas, cintura estrecha, carnes firmes. Mi mano fue debajo de su camiseta, acariciaba su espalda, suave y tersa, Julio suspiró. De pronto el encanto desapareció. Me separó con delicadeza y me miró con seriedad.

Tu nombre es Andrés. Correcto? Pues aun no te has presentado. Dijo con una voz suave pero firme. Asentí como un tonto.

No quiero que te equivoques conmigo, conozco a tu chica y es muy hermosa, vosotros os vais a casar pronto y no quiero verme envuelto en algo así. Soy un profesional en lo mío y no quiero perder trabajo por un momento de calentura. Había cierto furor en sus ojos. Lo miré desapasionadamente, era hermoso, hermosa, ya no sabía cómo definirlo, mi mente buscaba escusas para lo que había hecho, pero no las encontraba.

La dejé hace una par de semanas, quizás más, me engañaba con mi socio y mejor amigo. Dije con cierta tristeza.

Y quieres vengarte conmigo? Preguntó sonriendo.

No, para nada. Solo sentí una atracción extraña hacia a ti. No sé que me pasó, pero fue espontáneo. No miento, lo que aquí paso fue real, no lo puedo explicar… Y me callé sin saber que más agregar.

Suenas sincero, pero no quiero que te arrepientas, ya sabes lo que soy, y no pareces de los que gustan de los de su mismo sexo, más bien pareces de los que sois irresistibles a las chicas. Dijo sonriendo con un dejo de amargura.

Oye, sea lo que sea, hace años que no me sentía tan atraído por nadie en particular. Dije con sinceridad, hasta a mí me sorprendieron mis palabras.

Crees que podrías seguir adelante con lo que empezaste, o ya te diste un baño de realidad… Preguntó en un tono neutro.

Pues… No me arrepiento, y pensándolo bien,… me gustaría experimentar un poco más… casi me muerdo la lengua, me sentía entre avergonzado y excitado, no quería perderme una oportunidad que sabía nunca más se me daría, es decir, calentarme con alguien así. Además, no creía encontrar a nadie que en esa ambigüedad sexual me excitara hasta el punto de querer tener sexo con él.

Pues, hagamos un trato. Ve a tu casa, te lo piensas bien, y si aun lo quieres, te espero en casa. En la carpeta, en la cubierta, encontrarás mi dirección y teléfono impresos. A las 9 estaría bien, te esperaré hasta las 10, si no regresas sabré la respuesta. A partir de allí solo mantendremos una relación pura y exclusivamente profesional, y siempre será delante de los obreros.

Asentí, vi como tomó su cartera llena de planos y fotografías, la cerró, y girando sobre sus talones salió por la puerta de la cocina. Miré el contornear de sus caderas al caminar, su esbelta y femenina figura, y experimenté una erección. A último momento, giró su cabeza y sus labios me tiraron un beso. Vaya follón en el que me había metido

Me retiré, subí a mi coche y fui al hotel, me di una ducha y me quedé desnudo, sentado en un sillón frente a la TV, bebiendo un whisky y tratando de entender que me había pasado. Me ruboricé con mis pensamientos, no podía querer follarme a ese marica. Repasé las imágenes en mi mente y una maldita erección me asaltó. Mi verga que es de unos 18 cm no me dejaba en paz. Con qué estaba pensando, con mi cerebro o con mi miembro? No lo sabía, pero empecé a sonreír mientras saboreaba mi whisky. Ya había decidido que hacer.

Continuará