Conociendo a Julia 5 (El trio)

Aun disfrutabamos de nuestras vacaciones y una noche Julia descubre que una mesera no deja de mirarnos.

Luego de la intensidad con la que habíamos vivido esos últimos días, estábamos una noche sentados en el pequeño restaurant del hotel, hacía un frío de muerte. Para la cena Julia había ordenado un vino rosado aceptable, no era muy conocido que se diga, más bien barato, pero la camarera nos lo recomendó. Nos resultó muy rico e íbamos por la segunda botella.

Julia estaba muy risueña y yo disfrutaba de sus bromas, sobre todo hacía hincapié en nuestras últimas sesiones sexuales y se divertía recordando detalles, lo que me tenía muy cachondo.

Julia deslizaba su mano debajo de la mesa y me acariciaba la polla sobre el pantalón, me tenía con una terrible erección, me decía que con una botella más de vino estaba pronta para meterse bajo el mantel y mamármela. Me excitaba la idea, pero no me parecía conveniente dado que la chica que nos atendía, al igual que el encargado, no dejaba de mirarnos, dado que éramos los últimos clientes del restaurant.

Julia parecía ajena a sus miradas y no dejaba de estimularme, y me prometía una noche de pasión desenfrenada. Debería darme cuenta de que tenía algo más en mente. Con gran habilidad desprendió mi pantalón y sacó mi polla fuera, para continuar acariciándola con sus suaves dedos, me derretía de placer.

Con su mano libre le hizo una seña a la chica la cual se acercó a la mesa, sin dejar de acariciar mi verga, le preguntó si nos podría llevar un postre a nuestra habitación. La chica se ruborizó instantáneamente, no me quedó dudas de que sabía lo que Julia tenía en la otra mano.

Qué desea señora? Preguntó la camarera. Una chica de unos veinte años, agraciada de cara, con un poco de acné juvenil, pero unos buenos pechos y un culito parado.

Me gustaría algo caliente. Dijo entre seductora y divertida.

Pues, tenemos un postre que se sirve con una crema caliente.

Pues vale, lo que sea, pero caliente. Dijo Julia haciendo énfasis en esa última palabra. Nos los llevas a nuestra habitación cuando termines aquí, linda. OK?

Si, señora. Algo más? Preguntó la chica con una tímida sonrisa.

Solo eso, gracias amor. Dijo con naturalidad.

La chica giró sobre sus talones y la vi irse contorneando sus caderas, no entendía nada, pero el vino me hacía sentir alegre y la mano de Julia me mantenía excitado.

Qué fue todo eso, amor? Pregunté.

No te has dado cuenta como nos mira desde que llegamos, esa chica quiere divertirse. Respondió Julia mientras bebía de su copa.

No me di cuenta. Cómo pretendes que razone si no me dejas ni pensar con tus caricias.

No te excita la idea de compartirla conmigo, juegos, caricias, besos, devorarla entre ambos?

Pues, si a ti te apetece no veo por qué no. Te gustan las chicas?

No tanto como tú, pero un trío contigo y ella me excita de sobremanera, me gustaría hacer un par de cositas que tengo en mente. Sus ojos adquirieron el brillo de lujuria que tanto adoraba, luego sacó de su bolsa un pastillero, allí tenía las viagras, lo sacudió sugestivamente y reímos al unísono.

Empinamos nuestras copas y nos retiramos a nuestra habitación, vi que Julia se dio vuelta y alguna seña le hizo a la chica, no le quise preguntar nada, era mejor descubrirlo en los hechos.

Nos cepillamos los dientes, la vi como se maquillaba, luego se calzó una medias 7/8 y un corpiño, que dejaba sus infantiles senos al aire y tenían liguero al cual ajustó a sus medias, se puso una tanga a tono que se sostenía apenas con unos hilitos. Estaba hermosa, super sexy, se subió a unos tacones exquisitos y tomó asiento en el sofá. Yo no sabía muy bien qué hacer, y ella me dijo que me desvistiera y me acostara, que si todo salía como ella pensaba la pasaríamos a lo grande. Me ofreció una viagra y se tomó otra con un vaso de agua, con la chica o sin la chica, íbamos a follar como locos.

Unos minutos después oímos unos golpes suaves en la puerta. Julia se levantó y abrió un poco la puerta, apenas lo necesario para que la viera de cuerpo entero.

Pasa amor, te estábamos esperando. Dijo mientras la chica entraba tímidamente con una bandeja con dos postres humeantes, sin poder dejar de a Julia.

Julia tomó la bandeja y la dejo en una mesita. La chica la miraba con cara de asombro y luego me miró a mi desnudo con una firme erección, por un momento pensé que Julia se había equivocado.

Julia la atrajo hacia sí y le estampó un tremendo beso. Dos segundos después vi como la chica la correspondía con ganas. Las manos de Julia bajaron por su espalda y le levantaron la falda, mostrando unas nalgas blancas y firmes, separadas por un hilo negro fino.

Era impresionante ver esas dos hembras besándose, Julia se encargó de desvestirla con su conocida habilidad. La dejó en ropa interior en menos un minuto. Glenda, así se llamaba, era una rubia rozagante, con muy buenas curvas, excelentes piernas, buen culo y hermosos y voluminosos pechos. Tenía una cara juvenil con un poco de acné que disimulaba bastante con su torpe maquillaje.

Glenda la dejaba hacer a Julia que le metía mano por todos lados, y cada tanto también se animaba a acariciar a Julia con tanto deseo como curiosidad. No sé si era su primera o enésima vez con una chica, pero a Glenda se le notaba cómoda, lo que me tranquilizó bastante.

Al cabo de unos besos más ambas cayeron en la cama, y entre risas, besos y caricias terminaron abalanzándose sobre mí. Mientras Glenda agarraba mi polla con ganas, Julia me metía mano en los testículos y me besaba con pasión. Julia guió la cabeza de Glenda hacia mi verga y empezó una rica mamada. Pude ver como Julia se metía entre sus piernas y le mordisqueaba la tanga, para luego bajársela despacio y empezar a lamerle el coño. Glenda suspiró sobre mi polla sin dejar de chupar.

Julia tomó a chica por el pelo, y arrodillada sobre la cama, guió su boca hasta su entre pierna. Glenda empezó a mordisquear su tanga y Julia se la bajó, dejando su polla al aire, semi-erecta, La sorpresa fue mayúscula y no se lo tuvieron que pedir, se la metió en la boca y empezó a mamarle. Yo me tendí en la cama, y me metí entre sus piernas y empecé a chuparle el coño, me lo agradeció con un gemido gutural sin dejar de mamar la polla de Julia. Pronto vi como Julia a su vez se las arreglaba para empezar a comerse mi polla con su consabida experiencia, brindándome un place exquisito.

Luego cambiamos posiciones, liderados por Julia y mientras yo me comía su polla, ella se comía el coño de Glenda y ésta le hacía honores mi polla. Vi las intensiones de Julia de inmediato, le empezó a trabajar el culo mientras le lamía el coño, haciéndola revolver de placer. Supe que había logrado su objetivo, cuando me indicó que me pusiera boca arriba y ayudó a Glenda a sentarse en mi polla enhiesta.

Hacía meses que no follaba un coño, me pareció extraño, flojo, pero suave y tibio, de todas formas Glenda se ensartó totalmente y se movía con gran clase, haciéndome experimentar un rico placer. Julia se ubicó a sus espaladas y supe que le penetraría por el ano. Su cuerpo se inclinó sobre el mío, por un instante no se movió y dejó que Julia la ensartara con suavidad. Pareció costar un poco, pues la cara de Glenda expresó un cierto dolor, pero luego como que se acostumbró y me entró a besar con ganas.

Julia empezó sus movimientos mientras Glenda y yo tratabamos de seguirla. Poco a poco logramos coordinar y el movimiento se tornó placer para los tres. Cuando Julia empujaba Glenda se ensartaba en mi polla, la miraba disfrutar, era como un animalito en celo. Sus ojos cerrados, su boca entre abierta, como si experimentara un tremendo placer por única vez. Pronto la armonía y coordinación de movimientos se transformó en jadeos, suspiros y gemidos. Glenda era maravillosa, sin dudas una hembra espléndida, a pesar de sus jóvenes años.

Por espacio de unos 10 minutos follamos con pasión, dominados por la lujuria, hasta que la excitación nos hizo perder coordinación y ya Julia solo se preocupaba por embestir, Yo hacía otro tanto, como podía desde abajo, y la chica iba y venía como podía entre los embates desesperados de nuestras pollas. No sé quién se corrió primero, pero los tres lo hicimos en medio de groseros jadeos y gemidos.

Cuando no dio para más, Julia sacó su polla del ano de Glenda y ésta se pudo bajar de mi polla. Luego Julia me hizo limpiar su culo y coño con la lengua, yo lo hice gustoso, Y la chica lo disfrutó como la puta que era.

Nos fumamos un cigarrillo cada uno, desnudos, o casi desnudos, pues Julia seguía con su corpiño y medias y Glenda con su sostén puesto, no tuvimos ni idea de sacárselo. Se los comenté y ambas rieron como locas. Glenda estaba al medio y se sacó el sostén dejando al aire unos senos grandes, suaves y con unos pezones largos y rosados con unas grandes aureolas de igual tono.

Pronto Julia y yo empezamos a acariciárselos y Glenda a suspirar. Julia los pellizcaba con firmeza y yo me chupaba el mío, el que tenía a mi alcance para ser más gráfico. Julia me invitó y siguiendo su ejemplo empezamos a comernos a Glenda despacito. La tomamos cada uno por un pie y nos lo metimos en la boca, la cara de nuestra víctima era un espectáculo, nos miraba a medio camino del deseo y el agradecimiento.

Cuando sus pies estuvieron húmedos con nuestra saliva, empezamos a subir por las piernas, besos, succiones, mordiscos, con suavidad e intensidad, la hacíamos gemir de placer. Su cuerpo temblaba, sus piernas eran de gelatina entre muestras manos y bocas. Al llegar a su entre pierna la hicimos girar y mientras yo le chupaba el ano Julia le succionaba el coño. Le manteníamos una pierna arriba, de forma de disponer de total libertad en nuestra faena.

Glenda nos repetía "gracias, así, me encanta" palabras inconexas, producto de el placer que le brindábamos. Parecíamos unos animales repartiéndose o peleándose, según se mirara, por su porción de la presa. Julia se ocupó de conducirnos una vez más y luego de separarle las piernas mientras la hacía recostarse en la cama, me indicó que la montara a lo misionero.

No me lo tuvo que pedir dos veces, tenía la polla tan dura que sería un alivio follarme aquella ricura de la forma más convencional que existía. Cuando la penetré y me preparaba para empezar a bombear, sentí los delgados y fríos dedos de Julia que empezaban a ponerme gel en mi ano. Me quedé muy quieto mientras ella hacía su trabajo, no me dilató ni nada parecido, fallábamos tanto últimamente que ya tenía mi culo acostumbrado a su hermosa verga.

La vi arrodillarse detrás de mí y sentí la punta de su polla apoyarse en mi esfínter por enésima vez desde que nos conocíamos, me encantaba como me follaba, deseaba tanto que me lo hiciera como yo penetrarla a ella. Me parecía ideal, perfecto, placer puro, completo, disfrutable. Todo lo que viniera de ella me encantaba, me subyugaba profundamente.

Sentí la presión de su polla en mi ano y traté de relajar mi esfínter, entró como de costumbre, suavemente, sin problemas, pronto sentí como me llenaba con su carne, firme y tibia. Dudé si moverme o esperar por ella. Pero oí como me susurraba al oído que me moviera, que ella me acompañaba. Así lo hice, nuca antes había estado en el medio de un sándwich, era tan excitante tener la polla metida en alguien mientras otra persona llenaba tu culo, que me sonreí de alegría y excitación. Glenda que no sabía que pasaba por mi mente, pensó que la sonrisa era para ella y me devolvió una hermosa sonrisa de niña traviesa.

Me moví lento al principio, se la metí profundo, y cuando volvía hacia atrás sacándola un poco, sentí como Julia me la metió toda a fondo, instintivamente me fui para adelante metiéndosela toda a Glenda, cuando volvía hacia atrás nuevamente, Julia me la metió toda de nuevo, era impactante, me encantó. Funcionaba muy sencillo, solo debía meterla y luego al regreso, no necesitaba más impulso, Julia me ponía en posición nuevamente. Lo hice despacio al principio, disfrutando de igual forma cuando iba hacia adelante como cuando volvía hacia atrás.

No os podéis imaginar la perfección de funcionamiento y el placer que se obtiene cuando el que está detrás de ti sabe lo que hace. Podría también estar al medio y follarse a los dos, luego lo comprobé con Julia al medio en otras ocasiones, y la muy demonio nos enloqueció con su juego infernal de caderas. Si sabes moverte te follas la polla a tus espaldas con tu culo y con la tuya al que esté a tu frente, al menos Julia lo logra, a mí me falta aun para llegar a ese punto.

Siguiendo con la historia, todo se resumió en que Julia sabía lo que hacía, y cada vez que yo se la sacaba a Glenda, ella me la ensartaba a fondo, por lo que yo volvía instintivamente a meterla a fondo. Julia se divirtió conmigo, y todos gozamos como locos. Yo me sentía como un títere, en vez de manejarme con hilos lo hacía con su fantástica polla. Sus secas estocadas me lanzaban adelante y me volvía a recoger una y otra vez, con una precisión única, producto de una gran habilidad.

A veces me pregunto qué tanto habrá follado para llegar a tener tanta solvencia, o si será su condición natural. No me la imagino haciendo otra cosa que follando. No sé cuanto duró el trance, pero si se que Julia hizo un sacrificio por mí, e indirectamente por Glenda. Solo se preocupó por guiarme con su verga, adaptándose a mis respuestas, dándome una cogida espectacular mientras yo lo hacía con la chica.

No se preocupó por correrse en mi culo, solo que yo follara, que marcara el ritmo que me quedara cómodo a mis necesidades, que ella me daba lo mismo en mi culo, así que en determinado momento sentí la necesidad de mandar mi verga más profundo y más rápido mientras ella me acompañaba con iguales embestidas.

Cada vez que retrocedía Julia me empujaba con firmeza y precisión metiéndomela toda, arrancándome gemidos de placer que se unían en coro a los de Glenda. Me desesperé frente al orgasmo que nacía en mi interior y pisoneé como loco dentro de ella, mientras Julia se afirmaba en mi culo por lo que sentía el doble placer. Me corrí sin remedio, de forma electrizante, una vez más Julia me daba otro orgasmo demoledor. No sabéis lo que es correrse dentro de alguien cuando tienes una verga en el culo que te trabaja ano y próstata, acaricia tu interior y llena de morbo los sesos.

Casi grité, apenas pude contenerme, me descargué dentro de Glenda como un surtidor, no sé de dónde salía tanto semen, tampoco me importaba. Cuando me detuve agotado, sentí como Julia me daba una cojida fenomenal, embestidas cortas y profundas, taladrándome el interior, me sacó los restos de semen que quedaban en mis testículos, sentí como aun largaba más, no sé cómo, pero su verga hacía maravillas en algún resorte oculto en mis entrañas y ahí sí no pude reprimirme y solté un grito de placer combinado con esa grata sorpresa de placer remanente.

Cuando Julia terminó de correrse dentro de mí, me sacó la polla y me lamió el culo, era tan rico, que sensación indescriptible, me podría haber quedado así toda la noche.

Esta vez yo quedé al medio y ambas hembras se abrazaron a mí. Más caricias y besos, deseaba que esa noche no terminara más.

Cigarrillo por medio repasamos cada instante vivido, cada sensación experimentada. Glenda estaba sumamente emocionada, nunca había experimentado un trío tan caliente. Yo no dije nada, era mi primera vez en algo así. Julia reía con nuestros comentarios y sus ojos brillaban de alegría.

Glenda nos confesó que nos deseaba desde el segundo día que nos vio, que notó la sensualidad que nos seguía como una aurea en todos nuestros movimientos, que sintió envidia de lo que imaginaba eran nuestras relaciones sexuales. Que no imaginaba que Julia tenía una polla tan rica, y menos que era capaz de desdoblarse de esa manera en la cama. Admitió su condición de bisexual y que eran pocas las oportunidades que tenía, dado que el pueblo donde vivía era muy conservador.

También nos dijo que no lo esperaba, que solo soñaba con una señal de nuestra parte, y que finalmente cuando vio que Julia me acariciaba la polla bajo la mesa, mejor dicho lo intuyó, se imaginó que esa podía su noche soñada, y por suerte se le dio como esperaba.

Julia le dijo que ya tenía sospechas por la forma en que nos miraba furtivamente, y que aquella noche me agarró la polla descaradamente para evaluar su respuesta, y que no se había equivocado. Yo me sentí un tonto, dado que no me di cuenta de nada, pero me callé la boca para no parecerlo.

Glenda se excusó, dijo que lamentablemente debía irse, que tenía un hijo que la esperaba en casa de su madre y que esta última debía de estar furiosa a estas horas. Primero besó a Julia con pasión y luego lo hizo conmigo, se levantó, fue al baño, se lavó, se arregló lo mejor que pudo y se vistió, se fue a llevar la bandeja, pero yo se lo impedí. Tenía hambre y Julia también. Nos prometió volver esa misma noche, pues ya era de madrugada cuando se marchó.

Comimos el postre, frio, pero no nos importó, estaba muy rico, igualmente el postre caliente lo habíamos disfrutado instantes antes.

Julia me hizo una mamada hasta que me corrí en su boca, era imposible negarse a una experta como ella, después entre risas, me indicó que me pusiera en cuatro patas, pues su polla necesitaba descargarse una vez más. Admiré su energía sexual inagotable, su entusiasmo contagioso, su lujuria sin freno, me encantaba aquella chica de ojos color cielo, pelo rojizo como un atardecer y aquel cuerpo de mujer infartante con una polla pronta para satisfacer al afortunado hombre que la poseyera

Me folló con ganas, me rellenó el culo a embestidas, no menos de 20 minutos, siempre cuidando el ángulo de entrada para sacarme todo el placer que habita en mis entrañas, como un músico virtuoso logra una melodía armónica ejecutando su instrumento. Me hizo correrme de nuevo. No nos lavamos, terminamos rendidos, nos dormimos desnudos, abrazados debajo los mantas, dichosos de tenernos el uno al otro.

Continuará