Conociendo a Julia 4 (El lado oscuro)

La relación con Julia progresa, pero ella parece desdeñar los límites, llevándome a experimentar placeres mós oscuros...

Después de todas mis nuevas experiencias con Julia, finalmente decidimos vivir juntos. Ella arrendó su casa a unos estudiantes y se vino a la mía, la que había sido decorada por ella y que fue el vínculo por el cual nos conocimos.

Es difícil explicar cómo vivíamos, ambos trabajábamos pero parecíamos dos animales en celo, nos desesperábamos por estar juntos, nos enamoramos perdidamente el uno del otro. Así que aprovechábamos cada instante, juntos, como si fuera el último. Eso incluía unas maratónicas sesiones de sexo donde no nos privábamos de nada. En el primer mes perdí unos 3 kilos de peso pero mejore notablemente mis habilidades en la cama. A su ritmo era imposible no aprender.

Parecíamos adictos y en el fondo lo éramos. Los fines de semana, para mejorar nuestro rendimiento tomábamos viagra, lo que nos permitía un desempeño excepcional, ambos éramos jóvenes y nos deseábamos con locura.

Julia se dejó crecer el pelo, solo un poco, y se vestía como chica cuando estábamos juntos, en su trabajo seguía vistiéndose igual, pues no quería afectar su relación con los clientes que tenía. Aunque en varias ocasiones pretendieron otro tipo de servicios adicionales, ella con gran solvencia los disuadía siempre.

Nos tomamos una semana de vacaciones, a modo de luna de miel, y decidimos irnos a un pequeño hotel en las montañas, si bien aún no había nevado, hacía bastante frío, aunque no tanto como para no permitirnos disfrutar del entorno natural y las bellezas que allí abundaban. Todas las mañanas salíamos de paseo, caminábamos varios kilómetros y elegíamos un lugar donde hacerlo, lejos de miradas indiscretas. Por lo general era algo rápido y concreto, una mamadita, nos bajábamos los pantalones y por turno disfrutábamos de nosotros. Nos excitaba el entorno, el hacerlo al aire libre, el que nadie nos veía, pero siempre existía esa posibilidad, mucha adrenalina y mas libido aun.

Regresábamos para almorzar y a veces íbamos a nuestro cuarto y la seguíamos allí, o a veces volvíamos a salir. Luego de la cena nos dedicábamos de lleno a disfrutar de nuestros cuerpos, a explorarnos completamente, a experimentar nuevas opciones. La creatividad de Julia no tenia limites y yo la acompañaba en sus iniciativas, no dejábamos nada liberado al azar.

Lo que para algunos podía ser considerado decadencia moral, para nosotros resultaba sumamente estimulante. De a poco descubrimos que el placer solo estaba limitado por nuestra imaginación.

Fue una noche, cuando luego de follarme duro en la ducha, mientras Julia permanecía con su polla en mi culo, jugueteando, abrazada a espalda, me dijo que necesitaba orinar. Yo le dije que lo hiciera y se echó a reír. Me preguntó si lo podía hacer dentro de mí. No lo pensé mucho, me excitó la idea y le dije que sí. Sentí como me abrazaba y pegaba su cuerpo bien al mío, y tras una espera de unos segundos comencé a experimentar una nueva y placentera sensación dentro mío. Mis intestinos se sintieron inundados por una calidez desconocida. Me estaba orinado, pronto sentí la presión del líquido al llenar mis entrañas, y ella lo debe haber percibido pues se aferró a mi cintura para que no escapase en caso que así lo deseara. No me escapé pero sentí como la presión se hacía más fuerte y me daban ganas de expulsar todo.

Julia me susurró al oído que aguantara todo lo que pudiera, y así lo hice. En determinado momento le avise que no podía más, que mi interior iba a explotar, sentí como me atacaban unas tremendas ganas de cagar, pero ella se aferraba a mi cintura con firmeza y yo no podía zafarme. Finalmente me dijo que había terminado y que nos preparáramos para la explosión. De golpe me soltó y sacó su polla de mi culo, que hasta ese momento oficiaba de tapón y sin proponérmelo mi culo expulsó todo el orín depositado, salpicándonos sin remedio.

Julia explotó en carcajadas, y yo también. Nuestras piernas y su abdomen están rociados de una mezcla de orina y algo de excrementos. Nos terminamos duchando nuevamente y lavándonos a conciencia. Pero a partir de ese instante comenzamos a hacerlo frecuentemente. Lo complicado era cuando la orina era mucha, pero era tan placentero, morboso y excitante que no nos importaba nada, solo disfrutábamos como dos niños traviesos.

Nuestras "travesuras" no terminaron allí. Julia estaba muy interesada en ver qué pasaba si cuando yo tena ganas de cagar ella empezaba a follarme. No me agradó mucho la idea, pero Julia era muy persistente y muy convincente cuando lo quera. Debo confesaros que me resultaba irresistible. As que ella estaba pendiente de mí, hasta que tuve que acceder.

Un día luego del almuerzo, ya en nuestra habitación, habíamos empezado con nuestros juegos y me vinieron ganas de ir al baño, nada urgente, así que me pareció que era mejor así. Julia me miró con una cara de lujuria que me dio miedo. Desnudos como estábamos, fue por un par de toallas, las puso en el centro de lla cama y me hizo acostarme en ellas. Me indicó que levantara las piernas y con un pote de gel comenzó a trabajar mi esfínter.

Tomando uno de sus pares medias de lycra, procedió a atar mis manos a la cabecera de la cama, no era algo nuevo, pero nunca cuando tenía ganas de ir al baño… Verificó los nudos y se sintió satisfecha. Un dedo delgado entró apenas y lo retiró sucio como imagináis, allí estaba todo pronto para salir. Liberé un par de gases, entre risas de Julia y mías, pero no fue suficiente, debía ir al baño ya. Vi como se untaba la verga con gel, luego de limpiarse el dedo con un pañuelo de papel, para agarrar mis piernas por los tobillos, colocarse entre mis piernas y apuntar su polla a mi hoyo.

Su glande se apoyó en mis pliegues anales y con una suave presión sentí como se deslizaba en mi interior. Cuando me la metió toda, se detuvo por unos segundos, para luego empezar un infartante mete y saca, suave, lento, profundo, firme, muy despacio. Me acariciaba el ano, la próstata y el interior de mis intestinos con una suavidad indescriptible, brindándome un placer profundo y creciente.

Guauuuu!!!! Era esplendido, me encantaba, pero al cabo de unos minutos las ganas de ir al baño se incrementaron, traté de calmarme, disfrutar el placer que Julia me ofrecía con su hermosa polla. La miraba y su rostro lujurioso y expectante me devolvía una mirada cargada de picardía y morbo.

Julia… intenté decirle, pero mis entrañas se revolvían de una manera inquietante, debía vaciar mi interior de urgencia. Julia apuró sus embestidas y apagué un grito de dolor mordiéndome el labio inferior. Era peor de lo imaginado, me dolía, no el culo, no sabría como explicarlo, era un dolor diferente, que se oponía al placer que experimentaba con la follada que mi hermosa Julia me estaba dando. Traté de zafarme, pero Julia me abrazó las piernas que descansaban en sus hombros e inclinó todo el peso de su cuerpo sobre ellas, de forma que no pude más que gritar entre dolor, placer y la follada que me daba.

Traté de soltar mis manos, pero los nudos estaban muy firmes y la lycra no se rompe con facilidad, solo logré que me dolieran las muñecas también. Mi posición era de indefensión total, julia manejaba el peso de su cuerpo sobre el mío, y sus brazos se cerraban sobre mis piernas, de forma que hacían vano todos mis esfuerzos por liberarme. Pensé en ese momento que así se debían sentir las víctimas de una violación, entre placer, dolor e impotencia. De no haber sido Julia la que me sometía de esa forma, os diría que estaba siendo violado violentamente.

Me sacudí cuanto pude, grite de dolor, gemí de placer, pero no pude liberarme de aquella tortura. Julia se mostraba muy hábil en manejar mis intentos y me follaba salvajemente. La miré un instante y la vi como poseída, gemía como loca, y su cuerpo se tensaba en su esfuerzo por follarme. El dolor pareció atenuarse por unos instantes y me relajé por un minuto, pero de inmediato sentí el inevitable llamado de la naturaleza y mis entrañas parecían un volcán a punto de una erupción. Luché como pude por mantener la calma.

Julia se afirmó en lo que parecían las embestidas finales, miré su rostro y parecía un animal salvaje, sus mandíbulas cerradas, sus labios apretados, los ojos cerrados en un gesto de esfuerzo supremo. Se corrió en medio de bufidos y gemidos apagados, mientras yo reventaba de dolor, no aguantaba más. Sacó su polla sin avisarme y sin dejar de sostener mis piernas miro hacia mi culo expectante por el espectáculo que se avecinaba.

Fue simultáneo, sacó su polla-tapón y sentí como mis intestinos se evacuaban. El placer inmediato fue mayúsculo, sentí la liberación como si fuera un orgasmo, no sé cuanto duró pero el placer fue indescriptible. La descarga fue mayúscula y Julia miraba todo con mucho interés, no quería perderse detalle. Su cara parecía la de un niño que descubre un nuevo juguete. Yo rea su juguete sin dudas, y ella el mío.

Estaba extenuado, el estrés de lo vivido me había dejado muerto, solo era capaz de respirar por mí mismo. Julia sonreía mientras me limpiaba cuidadosamente con toallas de papel húmedas, como si fuera un bebe. La dejé hacer, aun tenía mis manos amarradas y mi voluntad me había abandonado. La vi retirar las toallas llenas con lo vertido por mis intestinos, y me dejó bajar las piernas, también me había orinado, ni cuenta me había dado.

Julia me lo hizo notar, no solo orina, sino que me había corrido también y ni idea tenía.

Me desató y me ayudo a ir al baño, me acosté en la tina y Julia me lavó con una delicadeza impensada, teniendo en cuenta lo que me había hecho. Me cubrió la cara de besos, estaba feliz. También ella se lavó. Me dejó en la tina exhausto y se vistió. Llamó el servicio de habitación y pidió que cambiaran la cama, que había tenido un accidente, su voz sonaba avergonzada. Cambiaron la cama, y también ordenó de comer y beber.

Me ayudó a ir a la cama, las sabanas limpias me hicieron sentir mejor. Cuando llegó la comida, comimos y bebimos. Luego se desnudo y se acostó conmigo, me abrazó con una ternura infinita. Era tan confortante que me tratara así que por un momento me olvidé del demonio que me había sometido a tales vejaciones como las descritas.

Cómo estas? Me preguntó tímidamente.

Cansado, pero bien. Contesté, mientras me acomodaba para mirarla a la cara.

Te gustó? O más o menos? Preguntó indecisa.

No sé bien qué contestarte. Dije con sinceridad.

Pero te corriste. Dijo a la defensiva.

Sí, ni lo noté. El orgasmo mayor que tuve fue cuando sacaste tu polla, ahí sentí el placer. Dije riendo. Ella rio también.

Dime la verdad. Lo harías de nuevo? Preguntó julia, pero no pude saber si su expresión era de júbilo o temor.

Si, si tú lo deseas, claro que sí. Respondí, estaba razonando y debía aceptar de que más allá del dolor también había experimentado placeres que deseaba volver a repetir, es más, me sentía nuevamente excitado de pensar en ello. Eso era lo que Julia lograba de mí, demolía las barreras tras las que me resguardé toda mi vida con un simple soplo de su entusiasmo y me llevaba más allá de todo límite, me cautivaba, estaba perdidamente enamorado de ella, y estaba dispuesto a todo para satisfacerla.

Yo también quiero experimentarlo, quiero que me lo hagas así, que no aceptes mis protestas si las tuviera. Que me folles como un cabrón, que me partas al medio, quiero lo mismo y más. Te lo digo así pues a veces tu eres demasiado gentil conmigo. Quiero ser tu puta, que me violes, que me hagas tuya. Dijo, mientras sus ojos parecían arder de pasión.

Pues no será hoy. La chica que cambió la cama no lo entendería. Dije y rompimos a reír al unísono, cualquiera que nos observara creería que estábamos locos.

Me sentí tan excitado que no quise dejar pasar la oportunidad, la empecé a comer a besos, a lamerla, a morderla como a ella le gustaba. Recorrí su cuerpo como un explorador, la sentía encenderse con mis estímulos. Pronto su polla estuvo tan tiesa como la mía, giramos y nos dedicamos un 69 apasionado.

Pronto no me aguanté más, la hice ponerse boca abajo, le coloqué dos almohadas bajo su vientre, ella separó las piernas sin necesidad de que se lo indicara. Tomé el gel y le unté el ano a conciencia y luego hice lo propio con mi polla. Apunté mi polla a su esfínter rosadito y listo para recibirme. La sentí estremecerse bajo mi peso, cuando me recosté sobre ella. La abracé apretando sus brazos sobre su torso, empujé de una sola vez y se la metí hasta el fondo, mis testículos eran los únicos testigos de la sodomía que llevaba adelante. La oí apagar un grito con la boca contra el colchón.

Me sentía enajenado, excitado por todo lo vivido, apoderado por el deseo de adueñarme del aquel cuerpo hermoso, suave, firme, terso, que estaba a mi entera disposición. La llamé puta, y le dije que la iba a partir al medio, y así fue.

Empecé a moverme con fuerza dentro de ella, buscando el mejor ángulo para estimular su próstata, como lo había aprendido de ella. Julia gemía y a veces debía reprimir algún grito. No me importó si era de placer o de dolor, me sonreí pensando que quizás era parte de ambos.

La follé con ganas, no os puedo describir cuanta fuerza dediqué en cada embestida, pero su delgado cuerpo se estremecía y yo la abrazaba con fuerza para que no se moviera, para que no se me escapara, para que mi polla llegara al fondo de sus entrañas.

Le mordí el cuello, las orejas, los hombros la espalda, donde podía, lo que me quedaba a mano, ella trataba de revolverse, no sé si de placer o dolor como ya les dije, y eso me excitaba más. Mi polla era como un pistón taladrando aquel hermoso culito. Pronto entendí que a Julia nadie la dominaba, que ella era capaz de disfrutar todo, que era única en su especie, una devoradora de hombres, de pollas, de sexo, de violencia, de lo que fuera. Sentí como sus caderas se movían con gran esfuerzo buscando mi polla, para que se la mandara más adentro si era posible.

Increíble pero cierto, me sentí el hombre más afortunado del mundo. Me concentre en su culo y traté de dejarle el espacio necesario para que moviera las caderas, y así lo hizo, aumentando el placer, acelerando el desenlace de la mejor forma, disfrutando sin límites.

Sentí como se preparaba mi orgasmo, no podía detenerme, solo quería ir más adentro de su culo, era una necesidad imperiosa, Y como de la nada exploté en su interior, con una intensidad casi desconocida, fue como si un puño enorme me golpeara en seco, me corrí en medio de espasmos indescriptibles. Sentí como fluía la energía desde mi interior y me llenaba de placer, mientras también llenaba su culo con mi semen, 6, 7, 8, contracciones, perdí la cuenta, casi me paralicé tratando que durara por siempre.

Ya no empujaba, pero aun sentía unas tímidas contracciones que se negaban a abandonarme para mi fortuna.

Me dejé caer rendido en su espalda, liberada la tensión del orgasmo, era nuevamente una piltrafa. No recordaba que el placer de un orgasmo me demoliera de esa forma, era como embriagarme con el mejor vino, sin darme cuenta. Finalmente Salí de dentro de ella. Julia estaba muy callada. No se movía y me asusté, busqué su cara y vi como sus ojos celeste cielo, vidriosos, me miraban sin decir nada. Estaba llorando. ´

Traté de ayudarla y me lo impidió, se abrazó a mí como una boa constrictora, sus piernas y brazos en torno a mi cuerpo. Me beso, su beso sabía a lágrimas. Me susurró que jamás había sentido tanto placer como conmigo, que se sentía completa, que no sabía si era un sueño o no. Que lloraba de placer, de amor, de felicidad. No supe que decirle, solo la abracé. En momentos como esos las palabras sobran. Sentí como su verga aun mantenía algo de erección, se había vuelto a correr. Solo sonreí para mí mismo, contento de haber satisfecho a mi mujer.

Nos dormimos agotados, no recuerdo si soñé con algo, Me sentía feliz de tenerla entre mis brazos, su cuerpo parecía frágil pero vaya si sabía que no lo era ni por asomo.

Continuará