Conociendo a Diego
Esta es una historia completamente real.He cambiado nombres y detalles, pero es la historia de cómo conocí a mi actual pareja, y de nuestras primeras sesiones de sexo. Aunque el primer relato no es muy caliente, a medida que avance se tornará mucho más porno.Me gusta el cerdeo, por si hay sensibles
Empezaba a trabajar en la empresa de mi padre, después de largos años de infructuosos estudios. La empresa se dedica a la distribución de alimentos al por mayor, pero llevaba un par de años bastante malos, así que mi padre había despedido a la mayor parte de la plantilla. Solo quedábamos 2 empleados mi padre y yo.
El primer día lo pasé sentado en la oficina haciendo papeleo, pero no pude evitar fijarme en el trabajador más joven, Diego. Tenía mi edad, pero parecía mucho más joven. Casi imberbe, muy moreno, de cara simpática y agradable y, no pude evitar fijarme, un cuerpo y un culo de escándalo. Siempre estaba bromeando, incluso conmigo, al que conocía de muy poco tiempo.
Pasaron un par de semanas, y yo buscaba cualquier excusa para trabajar junto a él a cada rato, hasta el punto en que nos hicimos muy amigos. Ni mi padre ni yo somos jefes bordes: nos vamos de cañas de vez en cuando con ellos, los ayudamos en lo que podemos… Así que poco a poco empezamos a pasar más tiempo juntos. Es entonces cuando fui conociendo aspectos de su vida privada detrás de esa fachada de bromista. Le iba muy mal con su novia, el sexo con ella ya no lo excitaba como antes… Yo no quería estropear nuestra relación tonteando con él, pero cada vez me resultaba más difícil resistirme. Además, con la llegada del verano vestía un buzo de trabajo directamente sobre el cuerpo desnudo y unos calzoncillos. Cada vez que hacía calor y se bajaba la cremallera, enseñando el torso, mi polla se endurecía en un segundo, y cuando llegaba a casa me pajeaba furiosamente, muchas veces corriéndome en mi propia boca e imaginando que paladeaba el semen de Diego.
Un día, alrededor de un mes después de que yo entrase a trabajar, estuvimos muy ocupados hasta casi la hora de comer. Mi padre y yo nos fuimos a casa, cuando me di cuenta de que me había dejado el móvil en la taquilla. Dejé a mi padre esperando con el coche en marcha y volví a entrar en el almacén. Subí las escaleras hasta los vestuarios cuando vi luz. Pensando que podía pillar a Diego cambiándose me asomé con sigilo por una rendija de la puerta. Lo que vi llenará mis pupilas para siempre: a Diego sentado con unos calzoncillos en la cara, medio metidos en la boca, y masturbándose sin bajarse los suyos. Una segunda mirada me hizo darme cuenta de que los calzoncillos que estaba lamiendo tan feliz eran los míos propios. Abría la puerta de golpe, abrió los ojos y se enderezó rápidamente, con la cara muy roja.
-Yo… lo siento Miguel, de verdad, lo siento…- Parecía a punto de echarse a llorar.
-Eh, tranquilo, pero ¿no eras hetero? ¿no tenías novia?
-Sí, pero no sé qué me pasa, cada vez me excito más con los tíos, veo porno gay a todas horas. ¡Tú me pones! ¡No se lo digas a tu padre, por favor!- Decididamente se le estaban saltando las lágrimas, pero no yo no podía apartar la vista de su calzoncillo, empapado alrededor del glande.
-Tranquilízate –me acerqué a él.- No le voy a decir nada a nadie. Me has alegrado el día y la vista.- Abrió mucho los ojos, con expresión casi asustada.
Le agarré la polla enfundada en los calzoncillos y se la apreté un poco hasta que salió una gota de precum. La recogí con un dedo y me lo metí en la boca.
-Nos vamos a divertir mucho. Hasta mañana.
Y, guiñándole un ojo, salí del vestuario.