Conociendo a Bernardo Parte II
Es la última situación que vivo en KIEV! Y que buen recuerdo...jijiji
Me proclaman su asistente:
Os contaré cómo y porque fue esa proclamación de asistente.
Desperté la última esa mañana. Siempre era la última en aparecer. Tener contentos a todos esos hombres, tenía su trabajo. También diré que con todas las facilidades que me daban era más fácil y me sentía casi obligada. Me refiero a las cremas, maquillaje, perfumes, zapatos y ropa que me ofrecían. Bajé a la planta baja, después de dejar la maleta medio preparada ya que nos íbamos esa misma noche.
Al llegar abajo los tres me miraron y sonreí como la buena niña que soy.
-Buenos días.
-Buon Giorno, dijo Bernardo.
-Buen día.
-Buenos días. Siguieron el resto.
-¿Has dormido bien, Princesa? Dijo Bernardo, siempre tan caballeroso.
-Como una reina más bien. Dije sonriente
-Eso es genial.
Al intentar prepararme un café, Bernardo me cogió de la mano y me llevo a la silla haciéndome sentar muy amablemente.
-Yo te serviré, signorina.
Sonreí y espere a mi café. Ellos hablan y yo escuchaba atentamente. Comentaban alguna noticia de España. Iban de una cosa a otra. Deporte, política, parecía el telediario. Yo solo intentaba que no se notaran mis agujetas de los días anteriores.
Yo me sentía sin energía, estaba agotada de la noche anterior. Ese ritmo no podía ser bueno. Yo era muy poquita cosa y esos meneos y excesos me dejaban agotada.
Me sirvió el café al lado y me besó la cabeza como haría una madre a su hija pequeña. Bernardo era un sol.
-Y cuando cojas fuerzas, te daré nuestro último detalle. Dijo acercándome unas tostadas.
Mi cabeza era muy mal pensada; ya me imaginaba recibiendo leche de esos hombres por última vez. Sonreí y me tomé el café.
Dani, el hijo de Bernardo, me hablaba con su español más qué difícil de entender. El chaval, estaba fascinado conmigo.
-Podihas quédate conmigo. Aquí montañas ser más bonitas que ciudad y tu mejor aquí.
--Muchas gracias. Mi sonrisa no se borraba de la cara. Ese chico estaba buenísimo y unos halagos así me gustaba que me los dijeran. Estiró su mano
agarrando la mía dándome caricias. Yo dejé que lo hiciera, me sentía cómoda con ellos. Diego me miraba, yo le miré y parecía feliz.
-Bueno preciosa picola. ¿Vas a querer nuestro último detalle?
-Claro. Me levanté con la idea de empezar a mamar pollas de buena mañana. Serían cerca de las 10am. Que mejor manera de empezar el día que comerte 2, 3, o las pollas que sean.
Puse mi mano en la cintura de Bernardo. Pero no noté que Diego y Dani se inmutaran. Les miré y sonreían mirando a Bernardo. Cuando me volteé para ver a Diego sostenía una caja de regalo. La caja era la típica de joyería. Me quedé boquiabierta. La cogí y no sabía que decir.
-Toma para agradecerte todo lo que nos has hecho disfrutar y que tengas un buen recuerdo de nosotros. De lo vivido. Dijo Bernardo.
-Clarrro, serrá la manerras de que vuelvas pronto. Comentó Dani.
--Yo no tengo nada que ver. A mí no me mires, dijo Diego.
-¡¡¡Muchas gracias!!! Dije ilusionada.
Me dispuse a abrirla y apareció un collar. El collar. Era muy bonito. Lo que no vi fue el momento de llevarlo puesto. Era color carne, de un cuero duro, con dos argollas en las puntas. Estas argollas estaban enlazadas por un candado. Al lado del collar una cuerda del mismo cuero con dos llavecitas.
-¡¡¡Wwwaaaawwww!!! Pero no me veréis casi cuando lo lleve… me sabe fatal.
-No te preocupes. Es nuestro detalle para que tengas un buen recuerdo. Y siempre que quieras venir, ya sabes dónde nos tienes.
-Me lo pongo ¿no?
--No espero menos.
-Las llaves son para quien tú se las entregues. Dijo Dani. Tú decidirás.
--Qué bonito. Muchísimas gracias. ¿Quieres ponérmelo, Bernardo?
-Será lo más bonito que te haga después de estos días.
Agarré la caja. Bernardo abrió el candado con las llavecitas y pasó el collar alrededor de mi cuello, volviendo a cerrar el candado. Me iba perfecto. Sentía esa presión del collar, pero no me ahogaba.
-Ya eres una de nosotros. Ahora la entrega de llaves.
Dani golpeó la mesa como un adolescente nervioso. Su cara era de pura ilusión.
-La primera sin duda es para Bernardo. Su acogida, cuidados y enseñanzas valen más que esto. Creo que puedo decir que eres como mi amigo, mi consejero. Así que... se la extendí en su mano y me acerqué para besarlo. Le di un pico muy
sensual, y sentí sus labios pegarse a los míos. Fue algo muy excitante al saber que todos me miraban, besar a ese hombre en un momento así ¡¡¡me encantó!!!
Continué:
-Para la segunda llave... hay dos pretendientes... pero está claro que el individuo local tiene muchas más papeletas. Siempre es importante tener contactos en lugares como este. Pasé por detrás de Diego pasando mi mano por su pecho. Me puse pegadita a Dani, que no tardó en agarrarme del culo y pegarme más a él aún. Mis tetas quedaron en medio de su cara.
-¡¡¡Hahahahahaha!!! ¡¡¡Seeeeeehhhhh te quiero nena!!!
-Hizo que me sentara en sus piernas y le ofrecí la llave agarrándola con el índice y el pulgar. Él puso su mano y la puse en su palma.
-¿No beso para mí?
Puse cara de pensativa mientras se me escapaba la risa. Y me acerqué a sus labios para besarlos. Le di uno, dos, tres... fueron muy sensuales también. Pero Dani tenía ese sex apeel que me mojaba las bragas, (si llevaba), una barbaridad. Nos quedamos a escasos centímetros el uno del otro. Ahora fue el quién me besó.
-Qué pena que estén estos dos aquí...
Mi corazón latía cada vez más sangre. Dani se lanzó a mi cuello besando y lamiendo mi oreja. Yo tenía a Diego ahora justo delante, lo veía de pleno mientras Dani me poseía. Diego y Bernardo charlaban de la tienda donde habían comprado mi regalo y de los accesorios que había. Por qué no habían comprado más, etc. Yo escuchaba su conversación y las manos de Dani estaban cada vez presionando más mi carne por encima de la ropa. Pude notar cómo Dani estaba empezando a estar entonado. Su polla crecía debajo de su pantalón de deporte y chocaba contra la parte trasera de mi muslo. Al notar el bulto me vino un flashback de esa preciosa polla que tenía. Gorda, descapullada y de tamaño más bien gigante. Ahora ya sí que quería una polla para desayunar.
Miré de nuevo a Dani al separarse de mi cuello y nos empezamos a besar. El beso no era como el del principio, evidentemente. Nuestras lenguas estaban poseídas por el diablo o por algún habitante del infierno. ¡¡¡Que beso por Dios!!!
-Bueno, esta juventud no tiene ni un respeto para los adultos. Dijo Bernardo apoyando las manos en la mesa y dirigiéndose a nosotros.
Me detuve algo avergonzada y sequé mis labios con mis propias manos de la baba de Dani. Me levanté y fui a por un vaso de agua para calmarme.
Al acabar fui al lado de Diego que siempre era mi salvación. Me hizo hueco en su regazo y me senté en una de sus piernas. Diego acariciaba mi muslo. Yo iba ya necesitada de sexo, así que respiraba conscientemente para calmarme. Si seguía así no tendría más opción que arrodillarme a comerme alguna polla.
-Da, tendríamos que dejar preparadas las cosas que se tienen que llevar.
--¡Voy! Dijo levantándose. Cuando paso por mi lado apretó una de mis tetas. Y se marchó.
-Ese collar es mucho para nosotros Piccola.
--Lo sé, Bernardo.
-Estar al lado de Diego será bueno. Cuidaos. Entendido.
Miré a Diego sonriente. Y Diego me dio un par de palmaditas en el muslo.
-Tengo cosas que recoger.
--Claro.
Subí a la habitación y a cada paso para subir la escalera sentía mi coño mojado. Sentía que quería polla. Cuando llegué arriba solo atravesar el marco de la puerta alguien me agarró como si de un secuestro se tratara. Era Dani, que me tapaba la boca a modo sellado. Me soltó y me hizo el gesto de silencio poniendo su dedo índice en sus labios.
Sonreí y mordí mi labio, ansiosa. Dani sonrió y me besó cómo hacía unos minutos, un beso muy intenso. Su lengua estaba revolucionada revolcándose con la mia. Sus manos no paraban de sobarme el culo haciendo que nuestros cuerpos se pegaran. Una de sus manos se coló entre mi pantalón y bragas hasta llegar a mi coño. Rodeé su culo con las manos, suspirando con cada movimiento de sus dedos. Fue todo muy rápido. Dani estaban magreando mi coño y besándome en escasos segundos.
-Eres una fuente. Dijo, susurrando en mi oído.
Mi respiración de cachonda no me dejaba ni hablar. Solo podía disfrutar de ese momento.
Se arrodilló para bajar mis pantalones. No fue nada delicado, la verdad. Pero lo consiguió pese a su brusquedad y sin desabrochar siquiera el botón. Pero cuando mis pantalones dejaron suficiente espacio para meter su boca en mi coño, se pegó a él y empezó a chuparme. Apoyé la mano en su coronilla y mi espalda en la pared. Su intensidad hacía que sintiera cómo casi me levantaba del suelo. ¡Qué animal!
Pero Dani era de esos que no tienen mucho miramiento por los demás. Quiero decir que le importaba una mierda si estaba a punto de correrme, si me había corrido o simplemente si ni me estaba gustando. Que no era el caso.
Se levantó con la barbilla llena de brillo viscoso. Pegó su frente con la mia, invadiendo por completo mi espacio. Sólo podía ver sus ojos clavándose en los míos y escuché cómo se desabrochaba el pantalón. Dios que cachonda me ponía este cerdo. Esa situación era de lo más loco que había hecho nunca. Me agarró por la cintura y me levantó contra la pared. No le costó mucho la verdad, era dos veces yo. Yo era para él una muñeca a tamaño real. Esa muñeca que a pesar de tener la altura
de un niño pesa poco como un juguete. Se pegó a mí juntando nuestras caderas. Sentí cómo su polla buscaba mi agujero. Cuando lo encontró, sus manos se posaron en mi culo. Tenía la espalda totalmente en la pared y las piernas una vez me insertó la polla rodearon sus caderas.
No era muy intenso, pero si profundo. Pollazos cortos y profundos. Para evitar ser una gritona, mordí su trapecio. Me corrí entre sus manos y en volandas. ¡¡QUE MARAVILLA!! Ahora sí que estaba en el aire. Dani siguió un poco más en esa posición. Cuando me dejó aterrizar en el suelo de nuevo, metí sin darme cuenta un pie en su pantalón y me giró de cara a la pared. Al tener el pie metido entre el pantalón que está en sus tobillos el pie no giró con mi cuerpo y noté un CRAK...
-Aaahhhh!!!!
Se me escuchó más con ese gritito que con el gemido de mi orgasmo. Dani, como ya dije antes no era muy cuidadoso y me agarró de las caderas acomodándome para seguir follándome. Su intensidad aumentó por cien. ¡¡Que bestia!! Solo se podía escuchar nuestros cuerpos chocar. Y la respiración de Dani agitada. Al poco tiempo Dani se corría en mi coño dejando su polla lo más adentro posible y apoyando su cuerpo en el mío.
Descansó unos pocos segundos y sentí ese escalofrío que deja una polla cuando sale del coño. Nos miramos aliviados, los dos necesitábamos ese polvo, aúnque seguramente podría haber sido más detallado, ese polvo describía nuestra relación durante esos días.
Dani agarró mis mejillas con una mano. Sonreí mirándole a los ojos. Sin esperármelo, me arrojó a la cama después de agarrarme de la argolla del collar que me habían regalado hacía unos minutos. Se acercó a la cama y me dio una cachetada intensa. Subió su pantalón y salió por la puerta. Vi cómo se metía en su habitación. Suponiendo que se iría por donde se había metido para sorprenderme. Tal y como me quedé, acurrucada sobre un lado, sonreí malvadamente. Pensé en lo caliente que estaba poniendo a esos hombres durante estos días y me encantaba. Me vi muy zorra y eso me encantaba.
Pero no podía estar con el pantalón bajado por mis muslos y el semen a punto de salir, tirada en la cama. Así que subí mi pantalón apoyando los pies en la cama. Pero al apoyar mi pie en la cama para elevar el culo y poner el pantalón en su sitio, sentí el dolor en el tobillo. Me quejé suavemente y me levanté para ver la intensidad del dolor.
-Wwaaaaaaa. Joder...y ahora que digo hago. Dije hablando en voz baja para mi sola.
Fui hasta la puerta cojeando ligeramente, me asomé a la puerta y grite a Diego:
-Diego ¿puedes subir?
-¡¡¡Voy!!!
En pocos segundos estaba preguntando qué necesitaba. Sentada en la cama le expliqué que me había hecho daño en el tobillo.
Me lo examinó y localizó el punto donde más me dolía.
-Aaahhhh, sus ahí. Me quejé
-A ver.
Me agarró de la mano y me ayudó a levantarme. Cuando puse mis pies en el suelo sentí el semen de Dani escurrirse en mis braguitas. Parecía que Dani de había quedado a gusto por qué pude sentir ese calor viscoso deslizarse por la pierna de mi tejano. Caminé con un poco de cojera. Diego me hizo estirar en la cama y me trajo hielo para evitar hinchazón.
Si ya había sido una reina en toda esa estancia, ahora que me dolía el pie...
Salimos al atardecer