Conociendo a Andrés 5
Después de mis aventuras con el portero, conozco a Andrés, un tipo magnífico.
Sigo con mi relato, abandonado el portero, me introduzco en el mundo de Andrés, un tío de cuarenta años, en buena forma, velludo y alto como yo (1.80) que es vecino mío y al que parece que le gusto. ¡Gracias por vuestros comentarios y valoraciones, soy nuevo en esto!
No me arreglé mucho para ir a cenar con Andrés el viernes. Me puse un vaquero, unas zapatillas y una camiseta por eso cuando le vi a él aluciné. Llevaba una camisa de rayas muy finitas, un pantalón de traje y unos zapatos de borlas de color negro y parecía engominado.
“¡Qué arreglado!”
“Acabo de llegar de unas reuniones de mi nuevo trabajo ¿te gusta cómo voy?”
“Me encanta, si lo sé me hubiese arreglado más, por cierto ¿Qué pie tienes? esos zapatos parecen enormes”
“Un 45, te gustan los pies ¿eh?”
“Si, es un morbo de los muchos que tengo, ya los descubrirás…”
Pero no pude acabar la frase porque se acercó a besarme y lo hizo con tantas ganas que parecía que me quería comer. Me apoyó contra la pared y empezó a tomar la iniciativa, me chupaba la cara, el cuello sin parar de decir lo que yo le gustaba. No me metía mano, solo me apretaba contra la pared besándome frenéticamente.
Yo intenté desabrocharle la camisa, pero solo conseguí dos botones y ver algo de su vello porque me paró diciéndome que ya habría tiempo y que tenía preparada una cena riquísima que íbamos a acompañar con un vino muy bueno.
Mientras el se ponía un delantal, sin cambiarse, y se ponía a cocinar, yo me puse a cotillear su piso. Era más grande que el mío y estaba bien decorado. En su habitación pude ver el zapatero, todo con zapatos elegantes que parecían caros y alguna zapatilla, todos enormes. Me metí en el baño a mear y allí encontré el cesto de la ropa sucia…que morbo. Lo abrí y encontré una camisa de traje, unos calcetines azules largos, unos blancos de deportes y un slip blanco. Así descubrí que usaba cosas que a mi me ponía a mil. Me lo llevé todo a la nariz, y me resultó muy morboso hacerlo sin que él me viera. Su olor a tío me excitó, todo olía a su perfume que era Fahrenheit, un aroma fuerte, muy de macho.
Durante la cena nos fuimos conociendo, no mencionamos a Tomás el portero en ningún momento y nos reímos con las cosas que teníamos en común. Yo le conté que parejas había tenido y él las pocas relaciones que había vivido, cosa que me extrañó con lo atractivo que me parecía, después de su separación. También de su nuevo trabajo, de las ganas que tenía de empezar y de varias cosas más. Durante la cena, yo que ya estaba caliente, tocaba sus tobillos con los pies. El sonreía y se dejaba hacer hasta que se sobresaltó cuando puse mi pie en su entrepierna.
¡Epa! ¡qué vas muy rápido!
Yo me corté un poco pero el me sonrió, y apretó mi pie más contra su entrepierna permitiéndome palpar algo duro y grande dentro de su pantalón. Después de tontear nos fuimos al sofá y le pedí que me dejará desnudarlo. Mientras nos besábamos le desabroché su camisa y acaricié un pecho muy velludo, demasiado, según él, pero perfecto para mí. Me encantaba su olor, chupaba sus pezones y hasta lamí su axila algo que le encantó. Mientras lo hacía, yo le contaba todos mis morbos y el solo asentía y decía que con él los cumpliría.
Le quité cada zapato con delicadeza y me llevé sus calientes pies en calcetines a la boca, me entretenía con el dedo gordo, la planta, quería toda su humedad en mi cara. El me miraba con cara de vició y se bajó la bragueta para empezar a pajearse.
Lo que yo había intuido días atrás, al verlo vestido para correr, lo confirmé al ver su polla por primera vez. Era muy oscura, gruesa y rodeada de mucho pelo, me gustó porque, aunque no era un pollón era más grande que la mía y, sobre todo, más oscura y peluda. Sus huevos eran gordos y, aunque estaba sentado, parecía que le colgaban bastante.
Me deleité con sus cojones, que eran gordos y muy peludos. Metía la nariz entre ellos y olía su aroma a tío. Solo con olerlos, él ya respiraba fuerte y se limitaba a decir , así, así, sigue, sigue, me encanta como lo haces. Su polla se puso muy dura empecé a mamársela con unas ganas locas. La recorría con mi lengua, sentía sus venas, me la metía hasta la garganta, no me podía creer estar mamándosela a un tío tan atractivo. Visto desde abajo, con ese vello, engominado, mirándome a los ojos, ponía más ganas a lo que estaba haciendo. Me monté encima suyo y me la metí de golpe, nunca había sentido algo así, nunca había cabalgado a un tío y no sabía lo llenísimo que se siente uno cuando lo hace. A él se le salían los ojos de la orbitas y a mi cabalgar encima de una polla, con la mía rebotando para arriba y para abajo me proporcionaba un placer único. Además, así podía ver su cara mientras hacía fuerza para metérmela más adentro.
Él quiso cambiar de posición, y aun con los pantalones por los tobillos, con sus calcetines puestos, me puso boca abajo en el sofá y se puso a follarme violentamente, me empujaba con fuerza, pero con tacto, besándome el cuello, mordiéndome la oreja y mientras me follaba me confesó su morbo
“quiero que tengas el culo siempre dispuesto, con un suspensorio bien abierto, me gustaría follarte en todas partes, mi morbo es tu culo”
Yo solo gruñía, y contestaba que sí, me estaba follando a lo bestia y me estaba encantando. Estiré el brazo y me llevé uno de sus zapatos a la nariz. Eso lo embruteció aún más y con tres convulsiones, que casi me hunden en el sillón, se corrió abundantemente, nunca me había sentido tan lleno pero lo que me hizo correr fue que me dijera “me vuelves loco” mientras me besaba después de llenarme. Cuando me levanté mis piernas choreaban de su lefa. Se disculpó
“llevaba días sin correrme y verte tan sumiso, oliendo mis zapatos, mis sobacos, mamándola como la mamás…uf, me has puesto a mil”
“Follas muy bien, eres lo que se dice un empotrador”
“¿Me has escuchado antes? ¿Llevarás el culito preparado siempre?”
“¿Quieres que en serio que use suspensorios?”
“A todas horas, quiero follarte en un ascensor, en el baño de un restaurante, en mi futuro despacho, quiero oírte gemir y que me pidas más y más polla…pero una cosa, nunca te llamaré puta”
Se puso sus calzoncillos y se puso a recoger, así con los calzoncillos blancos que llenaba muy bien, en calcetines y despeinado me pareció increíblemente sexy. Le pedí quedarme a dormir, diciéndole que me encantaría sentir su cuerpo junto al mío toda la noche y le encantó la idea.
Ya en la cama nos volvimos a enrollar, pero en seguida nos dormimos. Yo me desperté antes que él y el bulto de su slip, que ya olía a macho después del día anterior, era prominente. Su erección matinal había hecho que su polla fuera un mástil, duro como una piedra e irresistible así que me lancé a hacerle una mamada para que lo que primero viera al despertase fuese mi cara en su entrepierna. Cuando abrió los ojos, me sujetó la cabeza y me empezó a follar la boca. Yo estiraba mis manos para acariciar su peludo pecho o las bajaba intentando llegar a sus enormes pies. él estaba salidísimo otra vez.
“Me quiero correr en tu boca” me dijo y yo aceleré la mamada mientras le estrujaba sus huevazos…avisándome , que va, que va, me llenó la boca de leche, pero literal, llena ¿Cómo era posible semejante corrida después de la descarga de la noche anterior”
“Deberías ser actor porno, tus corridas son brutales”
“Siempre ha sido así, soy muy… ¿Cómo dicen? Ah, sí, ¡lechero!, je je je”
Y nos empezamos a reír. No sé si es que me estaba enamorando, pues solo lo conocía de dos días, pero estaba tan a gusto con él que de repente solo me apetecía estar a su lado. El 40 y yo 28, esto podría durar.