Conocí el amor por atrás
Le pregunté si acaso le gustaba mi cola y si deseaba tocarla. Esta vez me tocó con tanta ternura que me derretí. Ayudé a bajar mi braga y me incliné hacia delante para exponerme...
Me llamo Karina y tengo actualmente 19 años. Estudio ciencias políticas en Madrid. Quiero compartir con ustedes una experiencia sexual que me marcó la vida. Pero antes debería contarles un poco sobre mi pasado.
Soy de un pequeño pueblo de 6.500 habitantes que no quiero mencionar pero que atesora toda mi infancia y juventud. Crecí en una familia numerosa, con muchos hermanos, primos y tíos. Nos conocíamos muy bien. Desde el punto de vista de la moral no teníamos reparo en nada, cada cual era libre de pensar y actuar. Recuerdo extenuantes charlas sexuales entre los más jóvenes. Con 16 años perdí la curiosidad y dejé que un compañero tenga sexo conmigo. Nos escondimos entre unos arbustos. Los dos nos divertíamos y sabíamos que era la primera vez. Mi compañero terminó sobre mi blusa, antes de bajarme las bragas, y eso fue todo. Quedé sorprendida. En ese momento todo era un juego. Todas mis amigas y mis amigos del pueblo eran iguales. Nosotras molestábamos a los chicos, nos reíamos mucho, los provocábamos. Veníamos a la escuela sin sostén para que los chicos nos miren los pechos. A todas nos faltaba algún botón de la blusa que no arreglábamos nunca. Nos poníamos de acuerdo para ir sin bragas al colegio. Los chicos notaban esto y en un descuido nos tocaban la cola. En la fila provocaban desorden solo para manosearnos. Nosotras generalmente nos hacíamos las distraídas.
Una vez fui con una amiga a la casa de un chico guapísimo, con la sola finalidad de divertirnos. Muy pronto estábamos las dos desnudas sobre su cuerpo también desnudo. El chico lengüeteaba mi vagina mientras yo trataba de entender que es lo que le podría gustar tanto; mientras, mi amiga le chupaba y besaba el miembro. ¡Qué cuadro! De pronto este chico eyaculó todo su semen en la boca de mi amiga, fue repugnante. Nos separamos inmediatamente y salimos de su casa sin decir nada. Corrimos como locas.
Cuento corto, llegué a cumplir 19 años sin haber tenido sexo de verdad. Ahora que estudio y tengo que cuidar de mi futuro valoro mucho esta condición y de una manera sutil evito toda posibilidad de que ocurra algo en este sentido. Sin embargo pasó algo que les quería contar.
Vivo en un pequeño departamento con un balcón pequeñísimo, es mi mundo. Muchas veces nos reunimos allí con amigos a conversar y a estudiar. Preparando un examen bastante tedioso un chico me acompañó una tarde a tomar el té y luego preparamos unas tapas para cenar. El se comprometió a preparar todo mientras yo dejaba descansar la vista sobre la ciudad desde mi balcón. Al tiempo en que me encontraba sumida en un punto del horizonte mi compañero se acercó con una bandejita con la comida y sin hablar me tocó la cola. Me asusté y no sabía qué hacer. Le pregunté si acaso le gustaba mi cola y si deseaba tocarla. Esta vez me tocó con tanta ternura que me derretí. Ayudé a bajar mi braga y me incliné hacia delante para exponerme aún más. Logré decir que no me coja. Tocaba tan sutilmente mi ano y mis labios que pronto estaban completamente mojados. Sacudió su dedo sobre mi culito con tanta rapidez que perdí el control, me adormecí y creo me dilataba. El chasquido de mis jugos me distrajo por un instante mientras su dedo entraba sin dolor, sin resistencia. Apoyé un pie en la baranda del balcón porque quería sentirme más plena. Ahora sacudía su dedo de tal manera que pensé que me vendría, que me rompería el culo o que me haría caca.
Sus dos manos volvieron a abrir mis nalgas. Sentí un fuerte apretón en mi culito. Allí se detuvo tratando una y otra vez de meterme su glande, pero esto no era posible, estaba muy preocupada. En cada intento yo me cerraba más. De pronto sentí la necesidad de pujar aunque tenía miedo. Guió nuevamente su pene con la mano y en un segundo en que coincidimos entró, debo confesar que sentí un gran alivio. Comprendía ahora lo que debía hacer. En un primer momento solo me la metió un poco para que me acostumbre.
Instintivamente lo apretaba. Y cuando aflojaba, mi compañero me la metía profundamente. Me recosté hacia delante mientras tomaba mis nalgas con fuerza y me sacudía toda su carne. Sentí un enorme placer aunque no hubiera imaginado que esto fuera posible. Ahora se retiraba de mí y sin esfuerzo me volvía a penetrar. En cada movimiento me daba tiempo para dilatarme hasta llegar bien al fondo, luego retiraba su miembro. Yo podía guiarlo con mis manos. Le ayudaba para volver a meterlo y con una suave contracción retenía su cabecita en la entrada de mi culito, allí le provocaría más placer. Sentía cada centímetro de su miembro meterse una y otra vez hasta que eyaculó, sentía sus latidos. Lo atrapé con una fuertísima contracción. Lo quería retener.
Toda su leche estaba dentro de mí. Mi cola me dolía un poco pero estaba muy feliz. Observé curiosa su glande y lo tomé en mis manos. Estaba aún mojado y blando. Lo acaricié con ternura. Olía a semen. Dejé caer un poco de saliva en su punta y le dí un masaje. Le hice una pajita formidable. Derramó unas gotitas de semen muy líquido y transparente sobre mi mano.
Disfruté mucho y les recomiendo hacer esta experiencia si quieren permanecer vírgenes por un tiempo. Me encantaría que me escriban también a mi correo karina.stege@gmail.com.