Conocí a mi ama en una web de relatos (8)
Si no has leído los anteriores capítulos empieza por el primero. Dominación, humillación, sexo en grupo...
Abrí los ojos, me sentía mareada.
Lo último que recordaba es que después de haber sido usada por el «amigo», de mi novio, atada a una farola, los hijos de mi ama me metieron en el coche y me ofrecieron un botellín de agua que apuré hasta el final. Habían conducido un buen trecho y yo debía haberme quedado dormida.
—Hay que ver cuanta sed acumula la perra —bromeó Rubén.
—Y lo vaga que es, mira que siesta se ha echado —apostilló su hermana.
—Yo creo que tiene hambre, ¿por qué no le damos de comer? —respondió Rubén.
—Buena idea, desabróchame el pantalón, así podrá mamármela de camino. —Mauricio fue quien dio la orden.
—Estoy mareada —murmuré.
—Seguro que mi polla te calma, amórrate perra.
No podía negarme, bajé hasta la cinturilla, saqué su miembro flácido y me puse a engullirlo. Seguía manteniendo el regusto a semen y a mi propio culo de principios de la noche.
—Sube al asiento y deja ver tu culo por la ventanilla, ponte a cuatro patas perra —ordenó Tamara.
—¿No será peligroso? —pregunté.
—Limítate a obedecer.
Me desabroché el cinturón y me coloqué como pedía, ella bajó la ventanilla, para que mi culo desnudo, junto con la joya anal, salieran por ella.
Mientras seguí intentando que a Mauricio se le pusiera dura.
Paramos en un semáforo y sentí una mano acariciándome un cachete.
—Menuda puta —Exclamó el propietario.
—Si quiere follársela se lo hace gratis —respondió Mauricio.
—Voy tarde que si no le tomaba la palabra...
—Pues tenga mi tarjeta. —Se metió la mano en la camisa y se la tendió—. Cuando la necesite llámeme.
—Le tomo la palabra. —Ni siquiera le vi la voz al motorista, que aprovechó y me penetró el coño con sus dedos enguantados. Me estaba humedeciendo—. La tiene chorreando.
—Es muy perra, llámeme, no se arrepentirá.
—Lo haré. —Aquella promesa implícita empujó otro dedo en mi interior y yo gemí saboreando la polla que comenzaba a reaccionar en mi boca.
El semáforo cambió de color y el motorista me dio una última acometida antes de dar gas. Me dio igual que de camino me sobaran, me magrearan o me llamaran puta. Era feliz. Mauricio apoyó su codo en mi cabeza encajándome contra su pubis. Noté que me atragantaba al rozarme el glande la campanilla. Hice un aspaviento para levantarme, pero no me dejó.
—Shhh, perra, quédate ahí.
Respirar se me estaba haciendo una odisea.
El coche se volvió a parar y una voz se coló en el interior del habitáculo.
— Paniuelos, paniuelos , dos paquetes un euro. Dos paquetes un euro, senior.
—Buenas noches —lo saludó Mauricio.
—Buenas noches, senior. —Por el acento diría que se trataba de un africano de los que vendían pañuelos de papel en los semáforos.
—No tengo un euro pero sí esta puta. ¿Te apetece follártela a cambio de dos paquetes? —Intentaba relajarme, pero Mauricio apretaba un poco más y a mí me regresaban las náuseas.
—¿Follar? —Preguntó el hombre.
—Eso he dicho. Aparco ahí mismo y te la puedes tirar por dos paquetes. ¿Hay trato?
—Me gustan los hombres senior.
—No pasa nada, te puedo ofrecer su culo, será como tirarte a un hombre.
—Si me deja que se la chupe a usted, mientras tanto, acepto. —Oí como Mauricio reía.
—Espero que la mames bien.
—Mucho mejor que su puta.
—De acuerdo, voy a aparcar.
Detuvo el motor y cuando me desencajó de su entrepierna tosí buscando el aire. Tiró de mi pelo hasta acercarme a su boca y escupió varias veces en ella.
—Traga. —Lo hice.
—Menuda guarra estás hecha. Voy a sacrificarme por ti. Porque necesitas en tu culo una polla negra. Así que espero que seas bien agradecida.
—Lo seré —dije relamiendo sus babas.
—Muy bien. Chicos, bajad podréis mirar de cerca esta vez.
Los hijos de mi ama salieron al igual que nosotros. Estábamos en un descampado, por donde podía pasar cualquiera.
—Vamos perra, a cuatro —ordenó Mauricio—. Rubén graba y asegúrate de sacar buenos planos y tú saca fotos —le dijo a Tamara—. Nos servirán para el catálogo.
—¿Qué catálogo? —pregunté.
—El de putas. Vas a ser nuestra estrella del mes, ahora ponte ahí, frente a los focos del coche, para que se te vean bien.
Una vez ubicada, miré al hombre que me iba a poseer, era alto, de piel muy oscura y edad indeterminada. Sus dientes se veían muy blancos y tenía unas manos concordes a su estatura. Vestía un pantalón ancho y una camisa de las que suelen llevar los vendedores ambulantes. Lo primero que hizo fue sacársela por la cabeza mostrando un físico delgado y atlético.
—¿Te gusta, perra?
—Es muy atractivo —me sorprendí respondiendo.
—Lo, es —admitió Mauricio. El negro se relamía mirando la polla blanca que seguía erecta fuera de los pantalones—. Cómesela un poco para que pueda follarte. —Me puse de rodillas y el negro sacó su gigantesco miembro que se descolgó treinta centímetros.
—¡Es enorme! —aullé.
—Pues ya puedes abrir bien la boca, no quiero nada fuera.
Un vello rizado y crespo se enroscaba alrededor de la base. En cuanto me acerqué arrugué la nariz. Olía fuerte, mucho y me tiraba para atrás.
—¡Chupa! —Me instó Mauricio. Pasé la lengua de la base hasta la punta varias veces y Mauricio se dedicó a lanzar escupitajos sobre el miembro para que yo lo fuera lubricando. Le costaba mucho excitarse—. Cómele los huevos y el culo. Rubén graba.
Me dispuse a hacerlo, los tenía grandes y pesados. Sorbí e intenté metérmelos en la boca, apenas me cabían, los pelos y el olor me repugnaban. Las arcadas me sobrevenían, mientras Mauricio seguía con la ráfaga de escupitajos, algunos impactaron contra mi cara.
—El culo —me recordó. Bajé la lengua y fui atrás para lamerle el ano. El negro gimió. Si hubiera podido verlo me habría dado cuenta de que él y Mauricio se estaban besando, y eso lo excitaba más que mis lamidas.
—Métele la lengua en el culo, fóllaselo con ella —me azuzó Tamara. Así lo hice, hurgando en él jadeante. Cada vez me gustaba más su olor y su sabor intenso.
Los sonidos de placer masculino y el mío propio me estaban excitando. Ahondé todavía más las penetraciones separando los cachetes del negro. Estuve así un buen rato, con mi entrepierna manando jugos, hasta que me ordenaron parar y volver a ponerme a cuatro. Le dieron mi correa al negro quien tiró de ella para posicionarme.
Ya estaba excitado y aquella monstruosidad casi estaba completamente erecta. Me quitó el tapón anal sin miramientos y me lo puso en la boca.
—Para que muerdas.
Después escupió varias veces en mi ojete dilatado y lleno de semen para enterrarse por completo.
Chillé como una cerda, pues no se detuvo en momento alguno, hasta llegar al final y hacer tope con mi culo.
—Mmmm, tienes el culo muy lubricado.
—Lleva un par de corridas dentro —informó Mauricio, lo que lo hizo embestir contra mi culo varias veces mientras yo gritaba sin control. Dolía muchísimo.
—Qué gusto, pocos hombres pueden con mi polla.
—Mi puta es de cinco estrellas.
—Quiero comérsela —le dijo el negro a Mauricio.
—Primero fóllala un poco más, duro, fuerte salvaje. Me la menearé para que te excites.
Dicho y hecho. El negro se puso a bombear con tanta fuerza que tuve miedo de que me atravesara. No podía dejar de llorar y gritar, aunque me excitaba el dolor nublaba mi capacidad de complacencia.
—Grita como una cerda en el matadero —anotó Rubén sonriente.
—Después de esta polla le entrará cualquiera. Es un buen entrenamiento.
El negro estuvo bombeando cerca de quince minutos y yo notaba mi afonía. Apenas me quedaban gritos cuando vi que la hija de mi ama se ubicaba entre mis piernas y se ponía a comerme el coño con hambre.
Jadeé quedándome sin aire. Lo que era dolor, se estaba convirtiendo en placer extremo, sobre todo cuando ella comenzó a colarme dedos sin dejar de atender mi clítoris con la lengua.
—¡Hostia puta! Métele uno más hermanita y le entierras el puño. El aire era un bien escaso. Mis jadeos rebotaban en el cielo de mi boca cuando el quinto dedo me penetró y empujó hasta enterrar la muñeca.
—Ahhh, sí, sí, sí, folládme, no paréis —chillé. Puño y polla se friccionaban, separadas por una fina capa. Estaba volviéndome loca.
— Senior... —Le recordó el negro. Mauricio se ubicó sobre mi espalda para que el negro pudiera mamársela.
El aroma a sexo y fluidos se enfatizó en cuanto Mauricio soltó el primer gruñido.
Rubén quiso unirse a la fiesta y sin dejar la cámara me metió la polla en la boca para que se la chupara.
¡Joder! Éramos una puta orquesta. No podía dejar de temblar, gemir, estremecerme y mamar.
Mi cuerpo hormigueaba y me exigía más, cada vez más, mi excitación se multiplicaba por mil.
Quería ser su puta para siempre, no quería volver a mi vida anterior, me sentía tremendamente agradecida cuando el orgasmo recorrió mi espina dorsal e hizo que descargara en la boca de la chica.
—¡La perra se está corriendo! —gritó ella.
—Muy mal, perra, no tenías permiso —protestó Mauricio—Mereces un castigo. La hija de mi ama dejó de lamer y se puso a golpear con saña mi coño con la mano libre. Mientras seguía bombeándome con el puño.
Quise gritar, pero la polla de Rubén me lo impedía. Él me cogió por el pelo y se puso a follarme la boca muy violento, al mismo ritmo que el negro, dándome la sensación de que sus pollas se tocaban en mi interior.
La primera descarga inundó mi garganta. Rubén me apretó con tanta fuerza que el oxígeno no entraba por mi nariz. Los golpes que torturaban mi coño lo estaban inflamando a lo bruto y mis jugos salían disparados.
—¡Qué bien la mamas cabrón! —aulló Mauricio—. Me voy a correr.
—Yo también, senior .
—Córrete en su coño.
La polla abandonó mi culo, el puño también y la polla larga y gruesa se internó en mí para llenarme de leche hasta el cérvix. El negro aulló mientras Mauricio le llenaba la boca de leche.
—No te la tragues.
Ambos descargaron con abundancia y cuando terminaron Mauricio le dijo algo al oído del negro, quien salió de mi interior para venir a mi boca y darme la leche de Mauricio.
Lo besé con ganas, alimentándome de su corrida, mientras alguien volvía a colocarme el tapón en el culo. Y volvían follarme con el puño dejándome a punto de caramelo.
—Suficiente —nos cortó Mauricio. El negro se separó de mis labios y la mano de mi coño se alejó empapada para colocarse frente a mi boca. Era la hija de mi ama quien me la ofrecía sonriente.
—Toma un poco de leche de pantera. —Chupé cada uno de sus dedos como una loca, ella se levantó la falda y me ordenó que se lo comiera hasta correrse. Lo hice. Aquel coño me volvía loca, tan apretado, tan virginal. Ella se restregó poseída hasta que ya no pudo más y lanzó sus fluidos a mi garganta junto con un grito.
Rubén se acercó a ella y la besó.
—Ha sido precioso, hermanita —la felicitó.
— Senior , sus paniuelos. —Le ofreció el negro.
—Dáselos a la perra. Los va a necesitar esta noche y gracias por la mamada, ha sido la mejor que me han hecho en mucho tiempo.
—Cuando guste, siempre estoy por aquí.
Nos despedimos del negro y subimos al coche. Mauricio me miró con el ceño fruncido.
—No mereces nuestro aprecio. Te has corrido sin permiso. —Agarró la correa y se puso a fustigar mis tetas—. Separa las piernas, perra de mierda—. También golpeó mi coño hinchado.
—Lo siento, señor, no volverá a ocurrir. —Mi cuerpo se estaba llenando de marcas rojas.
—Más te vale, o te abandonaré a tu suerte en cualquier cuneta —concluyó golpeándome varias veces más—. Y ahora espero que no nos avergüences en el club .
—No lo haré señor, se lo prometo.
—Está bien. ¿Tenéis los vídeos y las fotos?
—Sí, respondieron los mellizos.
—Bien, subidlos a la web, a vuestra madre seguro que le gustan.
—Y ahora vamos al club .