Conocí a mi ama en una web de relatos (5)

Dominación y humillación de una dómina a su sumisa. Se recomienda empezar por el primero.

Llegué a casa temerosa, pues eran ya las ocho de la mañana y a esa hora mi madre solía estar en pie.

Cuando abrí la puerta escuché su voz.

—Cariño, ¿eres tú? —me mordí el labio inferior.

—Sí, mamá. —Ella salió a mi encuentro desde la cocina y me miró de arriba abajo. No quería ni pensar en el aspecto que ofrecía.

—Cariño, ¿de dónde sales así vestida? Eso que llevas no es tuyo. ¿Y esos zapatos?

—Pues los zapatos los compré en el centro comercial, donde me encontré  unas amigas de la uni, nos liamos, salimos a cenar, de fiesta, una de ellas bebió demasiado y me vomitó encima. Me puso tan mal que fui al guardarropía para ver si me podían prestar algo y tenían esta camiseta, que he usado de vestido para volver. Tiré la ropa había quedado inservible.

—Pues menos mal que pudieron dejarte algo. Anda date una ducha y te preparo algo para que comas.

—Gracias, mami.

Por suerte mi madre era de lo más comprensiva e ingenua, aunque claro, yo nunca le había dado motivos para que no me creyera.

Encendí el agua y tuve la necesidad de mandarle otro mail a mi ama.

—Ya estoy en casa, voy a ducharme con su permiso. —Adjunté una foto, de rodillas con el agua cayendo detrás de mí. Recibí respuesta inmediata.

—Estás muy buena puta. Grávate mientras te aseas, hazlo con la ventana abierta y la cortina descorrida.

—Tengo vecinos —respondí temerosa de que me vieran.

—Pues mucho mejor así. Hazlo.

La ventana quedaba justo enfrente del plato de ducha, por lo que si les daba por asomarse, me verían de lleno. Coloqué el teléfono y me dispuse a asearme. Tenía manchas de semen reseco por todas partes, hasta en el pelo. El último cliente me había dejado llena de corridas y no tuve tiempo a limpiarme.

Me dio la sensación de ver una sombra pero cuando fijé la vista por la ventana no vi nada. Serían imaginaciones mías.

Acabé y le di a mandar video a mi ama, con un «gracias, ama».

Y recibí una contraorden.

—Hazte una foto con una camiseta húmeda, que se te transparenten los pezones. La colgarás en una web de contactos y quedarás con la primera persona que conteste a tu anuncio. Me da igual si es hombre, mujer, soltero, casado, viejo o joven. Quedarás donde te diga y te dejarás hacer lo que te pida. ¿Entendido?

—Sí, ama.

—Muy bien, puedes cumplir la orden e irte a dormir, estarás cansada.

—Gracias, ama. —Lo cierto es que estaba más excitada que agotada. Fui a mi cuarto, redacté el anuncio, me hice la foto y lo colgué. Después salí a la cocina  vestida con mi camisón ligero, para mi sorpresa la vecina estaba tomándose un café con mi madre.

—¿Ya estás cariño? Conoces a Lucía, ¿verdad? Me ha dicho que os visteis ayer en la piscina.

—Em, sí, nos conocimos ayer. —La vecina estaba guapísima, con el pelo recogido y una camiseta escotada que enmarcaba sus deseables tetas.

—Me decía que tiene mellizos y que llegan hoy, Lucía está separada y comparte la custodia con su exmarido. Quizá puedas echarles una mano para que se integren. Mi hija es muy sociable.

—Me di cuenta ayer, fue muy amable conmigo. —Me sonrojé al pensar en cómo nos dimos crema mutuamente—. Vendrán esta tarde, tiene un par de años menos que tú. Mi hija es algo tímida, le irá bien una amiga. Bajó la mirada hasta mis tetas que estaban algo erizadas. Después alzó la mirada y me sonrió.

—Mi hija acaba de llegar, ha estado con unas amigas de fiesta.

—Entonces come algo y vete a la cama, seguro que necesitas descansar y no la charla de dos mujeres maduras.

—No importa, no estoy muy cansada.

—Quien tuviera tu edad, seguro que has pasado la noche bailando y recibiendo piropos. Con esa cara y ese cuerpo tienes que tener a los chicos locos. —Volví a sonrojarme, sus miradas eran muy intensas.

Tiene novio —aclaró mi madre, como si eso supusiera ahora algo.

—No me extraña, aunque yo si tuviera su edad no me ataría y disfrutaría. Quien pillara los dieciocho. —Dio un trago a su capuchino y relamió sus jugosos labios. Me dio ganas de ser yo quien le quitara la espuma con la lengua.

—Anda, bébete el cola-cao y cómete la magdalena.

Las escuché charlar, mientras yo me recreaba en el timbre de voz de la vecina, me parecía de lo más sexi. En un par de ocasiones me pilló mirándole las tetas y deseando volver a tocárselas. Estaba desvariando.

Les dije que me iba a la cama y escuché como mi madre quedaba con Lucía para que trajera a sus hijos y me los presentara.

Antes de meterme en la cama sentí curiosidad y abrí el anuncio, ya tenía veinte respuestas, subí hasta la primera excitada. No tenía foto y escribía con pseudónimo, por lo que no tenía ni idea de quien se trataba.

Como yo pedía en el anuncio me daba una, hora y un lugar para quedar. Le respondí por privado que allí estaría ansiosa por complacerle. Mi coño volvía a estar húmedo y con ganas.

Cuando puse mi cabeza en la almohada caí rendida y me pasé mis seis horas de sueño follando con la vecina. Cuando me desperté tenía las tetas de punta y mi coño haciendo aguas.

Estaba muy acalorada, en la cocina mi madre me había dejado una nota. Tenía un tupper en la nevera con ensalada. Ella tenía que irse. Había quedado con Lucía que a las tres nos veríamos en la piscina. Salivé.

Comí la ensalada muerta de ganas de volver a encontrarme con Lucía, busqué mi biquini más minúsculo. Me daba un poco de pudor salir con él, lo compré online y se equivocaron de modelo, era de esos de cortina por delante, en la entrepierna y tipo tanga. Me miré en el espejo y se me marcaba todo, además era blanco y de una licra bastante mala. Seguro que se transparentaba.

Me calcé las chanclas, cogí las llaves de casa, el móvil y en lugar de bajar a la piscina tuve la osadía de llamar a la puerta de Lucía.

Ella me abrió envuelta en un batín de ir por casa.

—Hola, menuda sorpresa, pasa.

—Perdona, es que mi madre me dejó una nota de si íbamos juntas a la piscina igual te pillo mal.

—No, tranquila, estaba haciendo unas cosas de trabajo, me pongo el biquini y bajamos —anunció desatándose el batín. Estaba desnuda. Esa mujer tenía un cuerpo que derretía—. Me gusta mucho tu biquini, ¿de dónde es? —preguntó acercándose a mí para meter los dedos por la tela del sujetador, acariciarla y tocarme un pezón.

—Me lo mandaron por error.

—Mmmmm, pues bendito error. Ven, acompáñame y ayúdame a elegir el mío.

Entramos en su cuarto, lo tenía decorado con mucho gusto, con una cama de cuatro postes y espejos en el techo.

—Es una habitación preciosa.

—Sí, ideal para follar atada —se carcajeó mientras yo me sonrojaba—. No me digas que no lo has pensado.

—Lo he pensado —confesé.

—Ya verás, quítate el biquini y túmbate en la cama. —La miré cohibida—. Hazlo, no pasa nada, he cambiado las sábanas de seda esta mañana.

Me quité la minúscula prenda bajo su mirada atenta.

—Tienes unas tetas que son una delicia, y ese coño debe volver loco a tu chico.

—Sí, bueno, no tiene queja.

—Túmbate, estira los brazos, separa los muslos y flexiona las rodillas.

Obedecí, me sentía super sexy encima de aquellas sábanas negras. Lucía se subió conmigo y ató mis manos y tobillos a los postes con fulares blancos. Y murmuró en mi oído:

—Ahora dime que no te sientes excitada...

Bajó de la cama y me dejó ahí, atada, con la piel ardiendo, mi coño brillante y los pezones pidiendo guerra.

La vi revolver en el cajón. Me enseñó un par de biquinis.

—¿Cuál te gusta?

—El azul, —respondí al ver que era el más pequeño de los dos. Ella me sonrió y se lo puso.

—¿Cómo me ves?

—Espléndida.

—Yo a ti también. Si quieres que te preste mi habitación del placer para follar con tu chico solo tienes que pedírmelo.

Me desató y yo me sentí un poco frustrada porque creí que íbamos a acostarnos.

—Ponte en biquini y vamos a la piscina.

Bajamos en el ascensor charlando con tranquilidad, una vez llegamos a la piscina tiró de las lazadas de mi top sin preguntar dejándome con las tetas al aire, ella hizo lo mismo. Sacó el tarro de crema y se puso a embadurnarse. Me ofreció si quería y al contestar que sí me pasó el bote, Nada de caricias. Mi frustración crecía.

Estábamos solas, lo que acrecentaba mi deseo por ella. Le ofrecí darle un masaje en la espalda y aceptó. Me estaba poniendo mala dándole crema e incidiendo en los costados de sus tetas y por sus nalgas. Metí las manos entre sus piernas  y llegué a acariciarle el coño por encima de la tela.

—Mmmm, tienes unas manos gloriosas. Me has puesto hasta cachonda.

—Gracias —sonreí.

—¿Nos damos un baño?

No podía negarme a su invitación. Tenía muchísimo estilo nadando, había hecho cinco piscinas cuando la vi arrojar algo. Me fijé y ahí estaba, la parte de bajo de su biquini.

—¿Te animas? No hay nada como nadar desnuda. —Hubiera hecho cualquier cosa. Miré a un lado y a otro, nadie. La imité y arrojé mi biquini fuera—. Eso es, ahora nada conmigo.

Lo hice, me sentí libre como hacía tiempo que no me pasaba. El agua entraba y salía de mi coño y gozaba al ver sus tetas bajo el agua, nadamos así cerca de quince minutos y después me sugirió que nos sentáramos a tomar el sol en las escaleras.

Me senté a su lado en la primera.

—No me digas que esto no te gusta.

—Me gusta —confesé.

—Lo sé, llevas cachonda desde que me viste en tu casa esta mañana. Sé cuándo le gusto a una mujer.

—Perdona.

—No pasa nada, me gusta gustar. ¿Te ha puesto cachonda masajearme y que nadáramos desnudas?

—Mucho.

—Eres un cielo. ¿Tu novio sabe que te gustan los bollos? —negué—. Podrías decírselo, a la mayoría los pone muy cachondos ver a dos mujeres follándose.

—Mi chico es muy tradicional.

—Eso dicen todos hasta que los pillas viendo porno o tirándose a tu mejor amiga. No debería haber límites respecto al sexo. Todos seríamos más felices.

—¿Tú no los tienes?

—No, me encanta follar y me da igual si mi amante tiene polla o coño.

—Y... ¿Yo te gusto?

—Tú me pareces un dulce.

—Anda, tomemos el sol en las toallas, mis hijos estarás a punto de llegar.

Se levantó y sentí envidia del agua, cogió ambas bragas y se puso las suyas. Las mías se las guardó en la mano. Caminó hasta la toalla y se tumbó con mi braguita en el dedo.

Quería excitarla tanto como ella a mí, así que fui a la ducha para quitarme el cloro y acariciarme bajo ella, pellizqué mis pezones sin dejar de mirarla y me puse a masturbarme.

Ella se relamió y sonrió, abrió las piernas y descorrió la tela del biquini para que observara el suyo. Quise comerlo rebañarlo con mi lengua, pero me conformé con mirarlo mientras seguía pajeándome.

Las piernas me fallaban. Me senté en el suelo mojado y dejé el agua accionada para que golpeara mi coño abierto mientras iba introduciéndome dedos. Gemía abiertamente, mirándola sin complejos y ella seguía allí, postrada como una diosa, concediéndome el privilegio de tocarme sin dejar de mirarla.

—Métetelos todos —insistió, llevaba tres e iba a por el cuarto. Me esforcé para meterlo, sentía tanta lujuria que un minuto después tenía el quinto. Aullaba como una loba en celo—. Eso es, sigue, sigue... —Me jaleó. Estaba muy cerca, los ojos se me ponían en blanco mi coño lubricaba como nunca, empujé tan duro que logré enterrar el puño y me puse a bombear levantando la pelvis. El chorro de agua golpeaba mi clítoris erecto—. Para —ordenó. Apenas había escuchado la orden—. Te he dicho que pares, quiítate el puño y ven a cuatro patas.

La miré y la vi distorsionada, mi cuerpo me pedía liberación, pero ella me la negaba. Le hice caso y caminé a gatas por el césped hasta llegar donde estaba.

—Come —. Separó más la tela y yo me sentí premiada. Como una perra glotona me lancé a su coño y cuando iba a comérselo lo cubrió con la tela. Yo la miré frustrada y solo pude olerlo, pasé mi nariz arriba y abajo impregnándome de su aroma—. Ahora no me apetece, perra, chúpale los pies a tu ama.

Abrí los ojos desmesuradamente ante la palabra.

—¿Ama?

—Eso es puta, yo soy tu ama. —La alegría me invadió por dentro—. Y no me ha gustado nada saber que usaste otro nombre cuando me escribiste a través de la web.

—Lo-lo lamento ama, yo, no sabía...

—Me da igual, si sabías o no. Chúpame los pies. No tienes permiso para correrte.

Pasé la lengua por su planta y todos los dedos, seguía desnuda y mojada. Comerle los pies a mi ama era un privilegio y más ahora que sabía que se trataba de Lucía.

—Hola mami, escuché a mis espaldas. —Me sentí horrorizada. Los hijos de Lucía acababan de llegar, mientras yo estaba a cuatro patas, sin ropa y comiéndole los pies a su madre.

—Hola hijos, ¿qué tal el viaje? —preguntó como si nada.

—Bien —contestó una voz masculina pero joven.

—Anda desvestíos y daos un chapuzón que luego voy yo.

­—Sí, mami. —No había levantado la cara, estaba muerta de la vergüenza. Escuché cómo los hijos de mi ama se quitaban la ropa y vi caer calzoncillos y bragas. ¿No llevaban bañador? Después un chapoteo en el agua.

—Basta perra. —Me frenó mi ama—. Ven, adopta posición de sumisión sobre la toalla.

Me puse de rodillas mirando hacia la piscina. Allí estaban sus hijos, tan desnudos como yo, disfrutando del agua.

—Son hermosos, ¿verdad?

—Mucho, mi ama.

—Me alegra que te gusten, porque eres su regalo de vacaciones. Los dos son vírgenes y tú vas a ayudarlos a que dejen de serlo. ­

Admiré a los mellizos. La chica era rubia, delgada y con unas tetas muy pequeñas, no iba depilada. Él era fibrado y tenía una gran polla entre las piernas.

—Pero esta noche he quedado.

—Lo sé, vas a llevártelos, dejarás que miren mientras te follan y después dejarás que decidan qué quieren hacer contigo. ¿Entendido?

—Sí, ama.

—¿Qué es lo que más deseas?

—Complacerla, ama.

—Muy bien, porque eso es justo lo que yo quiero. —Se acercó a mi cara y me besó con lengua. Creí que iba a correrme al saborearla—. Buena perra, ahora guarda nuestras cosas mientras nos bañamos.


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