Conocí a mi ama en una web de relatos (2)

Dominación lésbica, incluye exhibicionismo.

Continuación de Conocí a mi ama en una Web de relatos.

Se recomienda leer antes la primera parte.


Estoy nerviosa. Después de mandar mi foto desnuda he ido a mi habitación. Seleccioné tres vestidos de botones que tengo y sentí la necesidad de que mi ama escogiera cual tenía que llevar.

Les tomé una foto y se la mandé. Ella me dijo que el blanco y yo tragué duro, aquel, precisamente estaba muy desgastado de tanto lavarlo, si no lo había tirado era porque le tenía bastante cariño, fue un regalo especial de mi novio, decía que le ponía mucho verme con él puesto. Y reconozco que lo puse porque me excitaba la idea que fuera el elegido.

El simple roce de la tela me puso los pezones duros, era muy suave y tenía algo de encaje. Me apretaba un poco del pecho, cuando mi novio me lo regaló tenía una talla menos. Contuve el aire cuando vi mi reflejo. Tenía el pelo mojado, goteante y algo de agua se había desprendido sobre mi delantera haciendo obvia mi falta de sujetador.

Su orden al ver los vestidos fue clara.

—Quiero que te desabroches hasta el tercer botón del pecho y por abajo hasta el tercero de la falda. Mándame foto después. Quiero ver lo puta que pareces. —Hice la captura y se la mandé.

—Aquí tiene, ama.

Me gustaba pensar que al verla se excitaría tanto como yo, que al tomarla, que sentiría tantas ganas de poseerme como yo tenía de que lo hiciera.

—Mmmm, estás perfecta, puta. Ahora quiero que salgas a la calle y vayas a un centro comercial, cómprate unos zapatos que realcen esas preciosas piernas. Quiero que escojas una zapatería a la antigua usanza, que te prueben los zapatos y que te abras de piernas para la dependienta, que le enseñes ese coño jugoso y excitado por las órdenes de tu ama. ¿Lo has comprendido, puta?

—Sí, ama. —respondí notando como me humedecía.

—¿Dónde estás?

—En una urbanización, a las afueras de Barcelona.

—Bien, coge un autobús, no quiero que vayas en otro medio de transporte. No te sentarás te mantendrás de pie y si alguien gusta de mi puta, dejarás que te recorra el cuerpo sin llegar al orgasmo. ¿Entendido?

—¿Y si no me gusta?

—Te gustará, porque sabes que al cumplir mi orden me complaces a mí. ¿Entendido?

—Entendido, ama. —La orden era arriesgada, aun así tenía demasiadas ganas de hacer a mi ama feliz.

Fui hasta la parada, se había levantado aire y unas cuantas veces no pude controlar mi falda mientras pasaba gente. Me había puesto roja de la vergüenza pero eso no impidió que llegara a destino. Había una mujer que estaba leyendo un libro y un señor mayor, sentado a su lado. No había más espacio en el banco por lo que me quedé de pie, dándoles la espalda. El viento azotó y la endiablada falda hizo de las suyas, la bajé como pude. Esperaba que el hombre estuviera mirando hacia otro lado que no fuera mi culo. Reconozco que al imaginarlo mirándolo me humedecí. ¿Sería tan puta como decía mi ama?

El autobús llegó, iba bastante lleno, por lo que no me costó ir de pie, no había asientos libres. Me agarré a la barra con fuerza, había intentado no mirar las caras de las personas que estaban en el vehículo, pero me fue imposible. El conductor no dejó de fijar las pupilas en mis tetas cuando fui a pagar el billete, encima se me cayó una moneda y olvidé que no llevaba bragas. Al agacharme seguro que el hombre mayor que subía dertás de mí me había visto el ojete.

Enrojecida y llena de lujuria me agarré con fuerza para no caerme. El autobús arrancó y noté como alguien caía contra mi espalda y tenía que agarrarse a mí para no caerse. Colocó la mano bajo mi pecho y casi gimo. No le aparté la mano cómo habría hecho en otra ocasión y el desconocido de mi espalda tampoco la retiró. Pensé en las palabras de mi ama, tenía que dejar que me tocara si era su voluntad.

Pasamos unos segundos así antes de que la mano ascendiera cauta y el pulgar rozara mi pezón. Noté una descarga de placer de cabeza a pies.

El dedo se puso a trazar círculos y yo me relamí. Su cuerpo se pegó todavía más al mío y rozó con su miembro mi culo. Estaba empalmado y mi coño se estaba convirtiendo en un estanque. No dejaba de estimular mi pezón y yo me estaba poniendo enferma. Delante había un chico que estaba demasiado embebido en su móvil como para fijarse. Si lo hubiera hecho seguramente habría agachado la cabeza por la vergüenza.

Mi desconocido jadeó cerca de mi oído y su mano libre buscó colarse entre mis piernas. Masajeó mi culo y aprovecho para separar los labios de mi coño con avidez. Me mordí el labio. Mi móvil sonó y cuando vi quien llamaba tuve que contestar, pues era mi chico.

—Ho-hola, ca-cariño.

—Hola, nena, ¿cómo estás?

—Bien, bajando a Barcelona, necesito unos z.......aaaa...patos. —Los dedos del desconocido estaban embadurnándome en mi propio flujo.

—¿Estás bien? ¿Te oigo entrecortada?

—Es, es la cobertura —exhalé sintiéndole tantear la entrada de mi vagina.

—Vale, yo tampoco tengo mucha. Oye tengo muchas ganas de verte, he pensado en ir el fin de semana a verte.

—Mmmmmm, oh, síiiii, eso, eso, sería genial. —Los dedos entraban y salían a voluntad mientras mi pezón estaba siendo retorcido.

—Nena, ¿seguro que estás bien?

—Sí, ehm, sí, claro. —Estaba tan cachonda que el no correrme iba a ser un suplicio.

—Entonces te parece bien que vaya.

—Por supuesto, lo-lo estoy deseando.

—Yo también, no sabes cuantas ganas tengo de verte y de follarte.

—Ahhhhhhh —jadeé con mi vagina tironeando.

—¿Te estás masturbando?

—No, no, yo, es que alguien me ha pisado en el bus. Perdona.

—Vale, oye tengo que colgar. Nos vemos el finde entonces. Te quiero.

—Yo también —suspiré apretando los muslos para refrenar la corrida. Colgué y mordí con fuerza mi labio inferior.

—Quiero que te corras —susurró la voz de mi desconocido.

—No, no puedo, no puedo hacerlo. Por favor —murmuré.

—Me has enseñado el culo dos veces, sé lo que quieres zorrita. —Era el señor mayor el que me estaba manoseando.

—Solo quería excitarle —confesé.

—Pues lo has hecho.

—No voy a correrme, no puedo hacerlo.

—Pero si estás chorreando, tus jugos gotean hasta el suelo. —Era cierto, los notaba descender por mis piernas.

—No puedo porque, mi ama no me deja. —Terminé diciendo.

—Así que eres una zorra sumisa de esas, bien date la vuelta. —Lo hice. Me giré y él sonrió abiertamente. Había sacado los dedos de mi interior y los estaba saboreando.

—Tócame la polla.

—Lo siento, no tengo permiso para hacer eso.

—¿Y para qué tienes permiso?

—Para dejarme manosear a voluntad sin correrme.

—Bien, porque pienso tocarte tanto el coño que no vas a poder evitarlo. Separa las piernas. —El hombre debía rondar los sesenta, le faltaban varias piezas dentales y me miraba con lascivia—. ¿Sabe tu novio lo puta que eres? Te he oído hablar con él mientras te masturbaba el coño. —Negué—. Me lo temía. Bueno, ya sabes qué quiero, abre las piernas.

Introdujo su mano, seguro que los otros pasajeros nos estaban viendo. Solo el pensamiento hizo que quisiera gritar del gusto. Me desabrochó el cuarto botón de la falta, así se me veía el inicio del coño. A él le excitó verlo, su polla dio un brinco en la bragueta.

Después me acarició los muslos y volvió a masturbarme, mirándome a los ojos llevándome al borde del orgasmo una y otra vez. Estaba sudando, el calor y la excitación pegaban el vestido a mi cuerpo y hacía más visibles los pezones. Creía que iba a desmayarme de un momento a otro, no estaba acostumbrada a aguantar los orgasmos.

Lo hice, resistí solo por mi ama, necesitaba que estuviera orgullosa, daba igual que no me estuviera viendo, ella confiaba en mí y no iba a traicionarla.

Cuando llegamos a mi parada estaba a punto de desfallecer.

—Tengo que bajar, e-esta es mi parada —dije entrecortada.

—Tu ama es una zorra con suerte. Dale mi enhorabuena te agradezco el viaje, hacía tiempo que no tocaba un coño tan joven y jugoso como el tuyo. —Rechupeteó de nuevo los nudosos dedos antes de dejarme pasar.

Cuando pisé la acera me di cuenta de que por mis piernas corrían dos regueros de flujo. Me sentí orgullosa de ellos, de poder haber pasado esa prueba sin dudar. Ni siquiera me paré a abrochar el botón.

Crucé el semáforo y entré en el Corte Inglés, era el único sitio que conocía, donde todavía te probaban los zapatos.

Me miré en uno de los espejos de la primera planta y apenas me reconocí. Los ojos me brillaban, los pezones se me transparentaban y estaba segura que la raja del culo también. A cada paso el inicio de mi coño quedaba expuesto y el simple roce conmigo misma me daba ganas de culminar.

Me subí a las escaleras mecánicas, era la única manera de llegar a zapatería sin correrme. Escuché algún que otro comentario a mis espaldas.

—Mira que pedazo de culo que tiene, se le ve todo, la muy guarra no lleva bragas. —Tragué con fuerza. Era cierto así que no podía decir nada.

Llegué a la planta donde se suponía que estaban los zapatos y un mensaje resonó en mi móvil.

—¿Cómo va, puta? —Mi corazón saltó de la alegría  al ver que se trataba de ella.

—Bien, ama. Me he dejado sobar por un abuelo en el autobús, me estuvo masturbando todo el trayecto, incluso cuando me llamó mi novio. No me corrí, me dijo que le diera la enhorabuena por tener una zorrita tan obediente. Me desabrochó un botón más de la falda, no me lo he vuelto a atar y se me ve un poco el coño. En las escaleras mecánicas dos hombres han comentado que se me ve todo, que soy una guarra.

—¿Y como te hace sentir?

—Eufórica, nunca había estado más excitada.

—¿Crees que mereces mi enhorabuena?

—No, todavía no, ama. La mereceré cuando cumpla con el siguiente mandato y pueda hacerla tan feliz como me está haciendo a mí.

—Buena respuesta, puta. Cuando la dependienta te pruebe el zapato quiero que la fotografíes mirándote el coño. ¿Entendido?

—Sí, ama.

—Muy bien, cumple con mi orden.

Busqué unos preciosos zapatos de tacón y una dependienta que debía rondar los treinta y ocho, era preciosa, bonita figura y una elegancia natural que me hizo imaginarla desnuda entre mis piernas. Enrojecí al dirigirme a ella y pedirle mi talla. Para asegurarme que me calzaba le dije que me había hecho daño en la espalda y que si me ayudaría aprobármelos. Ella me ofreció una sonrisa cautivadora, contestó que por supuesto y muy amablemente me sugirió que me sentara.

Lo hice con la falda desabotonada y las rodillas separadas.

Agarré el móvil y me puse a mirarlo con disimulo. Cuando la vi aparecer anunciando que habían de mi talla me puse nerviosa, era la prueba de fuego.

—Veamos cómo te quedan. —Separé más los muslos y la vi arrodillarse ante mí para sacar uno de los zapatos de la caja. Mi garganta parecía esparto y mi coño una charca—. A ver ese pie. —Se lo ofrecí, mirándola con deseo, quería que viera cómo corría la excitación en mis ingles. Agachó la cabeza y la vi detener la mirada en mis labios enfebrecidos. Apreté el botón de la cámara y capturé el momento. Se la mandé a mi ama. La dependienta siguió mirándome  la entrepierna sin disimulo y después de varios segundos en los que el zapato seguía suspendido en sus manos alzó la vista y paseó la lengua por sus labios—. Tienes un coño precioso.

—Gracias. ­

—Siempre me han gustado depilados para comerlos mejor. ¿Y a ti?

­—No lo he probado

—Vaya, ¿Aún no te has comido ninguno? —preguntó curiosa.

—No.

—Pero veo que te excita enseñarlo —moví la cabeza afirmativamente.

—Mucho.

—Bueno, en algún momento ocurrirá, deja que te ponga el zapato, no hay nada más sexy que follarse un coño con zapatos de tacón.

En lugar de colocarlo en mi pie lo dirigió a mi coño, la miré perpleja mientras apretaba la suela contra mi clítoris y me metía el tacón dentro. Jadeé.

—Ahhhhh.

—Te gusta, ¿eh? Este modelo te sienta genial, creo que es ideal para ti. ¿Cómo lo sientes? —preguntó siguiendo con el masaje.

—Bien, muy bien.

—¿Quieres que te pruebe el otro?

—Por favor.

Cambió de zapato y volvió a masturbarme con él, había subido mi pie a su hombro y me estaba follando con la mirada puesta en mis ojos.

—Pellízcate los pezones. —Obedecí y jadeé con fuerza. Estaba perdida, demasiado excitada—. Sácate una teta, vamos ahora no hay nadie. —Desabroché un botón más y ambas salieron.

—Preciosas, eres una puta delicia. —Sacó el zapato y hundió su lengua en mi vagina. Casi grito del gusto. Dejé que mis flujos bañaran su lengua sin dejar de apretar mis tetas. Estaba al borde del orgasmo de nuevo.

—Para, por-por favor, tengo órdenes, no puedo, no puedo correrme. —Ella alzó la mirada, su pintalabios estaba corrido y lleno de fluido.

—Una lástima, estabas muy cerca.

—Lo sé. —Dejó de comerme el coño y se relamió.

—Entonces... ¿Te los envuelvo?

—Me los llevo puestos. —Su lengua lamió cada planta de mi pie antes de ponérmelos.

—Lista para el baile Putacienta. Deja que te ayude con el vestido. —Me dio un mordisco y chupetón en cada pezón antes de abrocharme el botón y dio una última lamida a mi coño—. A estos invita la casa.

—Gracias.

—A ti, espero que vuelvas pronto a por otro par.

—Seguro que sí.

Me levanté con las piernas temblorosas y me alejé un poco para hacerme una foto y teclear lo que acababa de ocurrirme. Cuando le di a enviar estaba sin aliento y con el cuerpo hormigueándome.

Fui al baño a refrescarme y allí recibí la respuesta de mi ama.

—Estoy francamente orgullosa, puta. Voy a darte una dirección, coge un taxi y ve hasta allí, cuando llegues di que eres la puta de Mistresspanther.

—¿Dónde voy a ir, ama?

—Ya lo verás cuando llegues. No hace falta que te diga que en el taxi deberás sentarte en medio del asiento trasero y tienes prohibido cerrar las piernas.

—¿Y si el taxista me dice algo?

—Sabrás como ingeniártelas. La única prohibición es correrte. ¿Entendido?

—Sí, ama.

—Pues ve a por ese taxi, puta.


Espero que os haya gustado y espero vuestros mails con comentarios.

¿Qué creéis que pasará? ¿Dónde la lleva Mistresspanther?