¿ Conoces Todorelatos ? 2ª parte, 4

Continuación de la gran historia escrita por MadridRelatos.

CAPITULO 4

La semana siguiente pasó sin sobresaltos, aunque los días de la clase de cocina, pasé de ir a echarme cervezas y me fui para casa, llegando a una hora en la que cenaba con Lucía. Charlábamos o bien de cosas intrascendentes, de nuestro hijo Pablo o de nuestros trabajos respectivos.

El viernes al mediodía quedé con otra amiga y nos dimos un buen revolcón. Esta vez llegué a mi casa de noche, pero no de madrugada. Cuando entré en casa, Lucía estaba tumbada en el sofá viendo la tele. Me miró extrañada. Le di las buenas noches y me fui presto a dormir. Me quité la ropa, me puse el pijama, me lavé los dientes y cogí toda la ropa usada para dejarla en el cesto de la ropa sucia de la solana. Ya Lucía estaba metida en su cuarto con la puerta cerrada.

Al día siguiente me desperté y fui en pijama a desayunar a la cocina. Iba descalzo y no hacía ruido cuando llegué a la cocina, la vi a ella oliendo mi camisa del día anterior.

  • Buenos días – le dije mientras disimuladamente cogía una taza para prepararme un café, como si no la hubiera visto.

  • Buenos días Pepe – Dijo ella mientras rápidamente tiraba la camisa al cubo de la ropa sucia. - Tienes cruasanes en el armario para desayunar. Yo salgo a comprar algunas cosas que necesito para el almuerzo de mañana.-

El domingo habíamos quedado con Pablo y su novia en casa. El chaval, aprovechando que sus padres vivían bajo el mismo techo, quiso comer con los dos y así no tener que estar alternando con uno u otro. Su madre hacía el primer plato, yo me ocupaba del segundo y Pablo y la novia del postre. Por la tarde estábamos ambos manos a la obra. Ella iba a prepararle a su niño una crema de espárragos blancos. No tenía gran dificultad pero sí que era muy engorrosa de hacer. Yo iba a preparar unos canelones con pollo y espinacas y cúrcuma.

Cocinamos juntos y lo pasamos bien. Ella no paraba de decirme lo sorprendida que estaba viéndome en la cocina y todo lo que era capaz de hacer. Alucinaba cuando le pedía que probara los rellenos. Me dijo que tenía una mano increíble para la cocina. Terminamos, recogimos la cocina y estuvimos viendo un rato la televisión hasta que nos quedamos fritos frente al televisor. Me despertó ella, diciéndome que nos fuéramos a la cama a descansar, que si no mañana íbamos a estar destrozados.

Me levanté temprano y me fui a correr unos 10 kilómetros. Tantas horas seguidas con ella en casa no me convenían. Últimamente, cada vez me venían más recuerdos de nuestros comienzos y la parte bonita de nuestra relación. Y yo no podía olvidar cómo acabó todo. No podía y no quería, coño.

Llegué a casa. Me di una ducha relajante y me fui al despacho a organizar la agenda del día siguiente. Era una forma de quitarme de en medio y hacer tiempo hasta la hora del almuerzo. Lo mío estaba hecho. Solo necesitan unos minutos al horno. Lucía se encargó de preparar la mesa y tenerlo todo dispuesto para la llegada de la pareja.

Cuando sonó el timbre de la puerta de casa, yo ya estaba en la cocina poniendo mi bandeja de canelones al horno. Lucía abrió la puerta a su hijo y su nuera y les dio un abrazo de bienvenida. Yo salí de la cocina y también abracé a la pareja. Anna había preparado un coulant de chocolate.

La crema de espárragos estaba sensacional. Pero eso no era nuevo, Lucía la bordaba. Mis canelones no le fueron a la zaga, y sobre todo Lucía no paró de alabarlos. Mi hijo y mi nuera ya habían probado otros platos míos y estaban acostumbrados. El coulant quedó de restaurante. La sobremesa estuvo divertidísima recordando las trastadas de Pablo cuando era pequeño. Hubo un momento en el que todos hablaban que me quedé mirándolos y sentí una emoción que casi hace que derrame unas lágrimas. Disimulé yendo a la cocina a llevarme los platos y cubiertos usados.

  • ¿ Estás bien Pepe ? - Sin darme cuenta Lucía me había seguido hasta la cocina trayendo lo que quedaba en la mesa-

  • Si, si, claro...Quería aligerar un poco la mesa y poner el lavavajillas – Le dije excusándome.

  • A mi también me ha emocionado – Me dijo y sin más se volvió al salón. La cabrona me conocía perfectamente y no se le había escondido que ese momento me había tocado la fibra sensible.

Ya era tarde y la velada se dio por concluida. La pareja se despidió pidiendo repetirlo porque lo habíamos pasado de miedo. Cuando nos quedamos solos, me senté a ver la tele y Lucía terminó de recoger la cocina. Salió y dirigiéndose a mí me dijo

  • Gracias Pepe. Ha sido un día maravilloso. El mejor día en mucho tiempo en mi vida. Me ha traído muchísimos buenos recuerdos. Que pena… - Y en ese momento se quebró. Se llevó las manos a la cara gimoteando y despacio se fue a su dormitorio y cerró su puerta.

Sentí que yo también me rompía. Volví a recuperar el sentimiento de familia que había perdido desde que ella me abandonó. Y hoy por unas horas, lo había vuelto a disfrutar. Había sido un día mágico.

El lunes por la mañana Lucía me llamó al trabajo para decirme que la inmobiliaria la había llamado para comunicarle que en tres semanas, tendrían el apartamento listo para ella. El desahucio se iba a ejecutar en esa semana y necesitarían al menos otras dos para ponerlo a punto. Le di las gracias por informarme y que no tuviera problemas, que a mi no me molestaba en casa.

Ese fin de semana no tuve ningún plan e inclusive el sábado por la noche cenamos juntos. Ya me había acostumbrado a tenerla en casa y ciertamente, sin darme cuenta, mi casa empezaba a parecer de nuevo un hogar familiar. El viernes de la siguiente semana se produjo un hecho que cambió radicalmente mi vida en todos los sentidos.

De forma inesperada, el jueves por la tarde me propusieron para que fuera el nuevo Director General de la empresa ante la inminente jubilación del actual. El que realmente tendría que haber sido designado, declinó su nombramiento debido a la repentina enfermedad de su mujer, un cáncer que no auguraba un final feliz.

El viernes en el Consejo de Administración celebrado me nombraron nuevo Director General. Estaba exultante. Y lo primero que hice fue contárselo a mi hijo que se llevó una alegría inmensa. Posteriormente comencé a llamar a algunos de mis íntimos, quería ir a celebrarlo por ahí. Pero a todos los que llamé, ya tenían compromisos. Obviamente se lo dije a Laura que me dio la enhorabuena y me dijo que estaba muy orgullosa de mí, pero tampoco podía.

Cuando llegué a casa, mucho nombramiento pero no tenía a nadie con quien celebrarlo. Abrí la puerta y aunque era viernes por la tarde y temprano ya Lucía había llegado a casa.

  • Enhorabuena Pepe. Me alegro mucho por tu nombramiento. Te lo mereces. Has trabajado mucho – Me dijo muy risueña Lucía.

  • Gracias Lucía. Ya veo que las noticias vuelan – le dije sorprendido de lo rápido que trabajaba radio macuto.

  • jajaja...Si. Me ha llamado corriendo tu hijo y Laura para contármelo – Me decía con una risilla en la cara.

  • Oye Lucía, ¿ querrías celebrarlo conmigo ?. Sin compromiso, si tenías algún plan por mí no hay problemas – Le pregunté expectante.

  • Encantada de celebrar este ascenso tuyo. ¿ Qué quieres cenar fuera o nos preparamos algo en casa, Pepe? - Me preguntó

  • Pues la verdad que estoy más a gusto en casa. Espera que voy por algunas cosas al super y nos preparamos algo rico. - Y sin más me levanté y salí a la calle.

Volví al rato con unas gambas de huelva, unos cigalas, unos percebes, salmón ahumado, queso peccorino, que es un queso italiano trufado y un plato de jamón ibérico de bellota de Joselito cortado a mano, como mandan los cánones. De beber y para brindar por mi nombramiento, compré 2 botellas de champagne Billecart Salmon que tenían frío en su conservador. Llegué y nos dispusimos a prepararlo todo.

Nos duchamos y arreglamos y nos sentamos a cenar. Durante la cena hablamos de los cambios que se avecinaban en mi vida. Ahora tendría que viajar bastante para visitar las sedes que la compañía tenía repartida por todo el país.

Con los preparativos casi nos habíamos bebido una botella de champagne. Terminamos la cena y lo que quedaba de la otra, metida en una cubitera con hielo y agua, la cogimos y nos sentamos más cómodos en el sofá. Cuando me vi sentado con ella, el uno frente al otro, y ella con ese brillo en los ojos, aparte de lo guapa que se había vestido, aquello auguraba lo que tenía que ocurrir. Me estaba diciendo Lucía:

  • No sabes lo que me alegro por ti. Y que hayas querido compartir este momento conmi… - No la dejé terminar, me abalancé sobre ella y empecé a besarla. Ella sin dejar de besarme dejó su copa en la mesa, igual que hice yo. Se sentó a horcajadas sobre mí, me cogió la cabeza con las dos manos y empezó a morrearme como si no hubiera un mañana.

Yo le acariciaba la espalda y llevé mi mano derecha a su pecho, que empecé a tocar por debajo de la camisa. Me paró, se desabotonó la camisa, se la quitó y la tiró a un sillón y cogió mi polo y me lo sacó por encima de la cabeza y empezó a comerme la boca otra vez.

En esa postura que estábamos, aproveché para quitarle el sujetador y me lancé hambriento a lamerle los pezones.

  • Pepe, como lo necesitaba – Decía gimiendo con los ojos cerrados.

Me la quité de encima y cogiéndola en brazos la llevé a mi dormitorio. La dejé en la cama, que ya había sido testigo de guerras pasadas y le quité los zapatos, los pantalones y las bragas. Me descalcé, me bajé los pantalones y los calzoncillos mientras Lucía me miraba excitadísima. Me puse encima y empecé a comerme sus pechos de nuevo.

Después de un rato me bajé a su sexo directamente y empecé a lamer sus labios como a mi me gusta hacer. A mi Lucía ni le gustaban mucho los preámbulos ni tampoco el sexo oral. Pero allí estaba disfrutando y con las piernas bien abiertas. Terminé sorbiendo como un loco su clítoris y la hice estallar en un violento orgasmo.

  • Dió un largo gemido. Quedó con los ojos cerrados y con la respiración acelerada mientras se recuperaba. Me incorporé y de rodillas me puse al lado de su cara, me acerqué y le comí la boca y abriendo ella los ojos le acerqué mi masculinidad a su boca. Ella sabía lo que tocaba y aunque no era muy santo de su devoción, hoy no me iba a negar nada.

La cogió con la mano y empezó a lamer a lo largo del tronco para terminar por metérsela entera en la boca y muy profundo, lo que me sorprendió. Y así empezó a pegarme una mamada que me estaba dejando asombrado. Muy enseñada la tendría el hijo de puta de Antonio. El hecho de verla tan resuelta practicándome sexo oral, la verdad que me jodió porque conmigo jamás se había esmerado de esa manera. Fueron muchísimas más las veces que se negó a las que me las hizo.

Se la saqué de la boca y furioso como estaba le dije que se pusiera a cuatro patas y se la metí de golpe, sin pararme a comprobar su lubricación. Estaba furioso recordando la mamada que me estaba dando. Metí la sexta marcha y la transporté al Olimpo.

  • Pepe, por Dios, que me haces, que bueno - No paraba de gemir.

Seguía dándole vueltas al coco. Lo de la mamada me recordaba que ella había estado con Antonio, que fue por quien me dejó y por lo que vi, a ese cabrón le había dado en dos años lo que a mi casi me había negado. Y en ese momento me las cobré todas.

Debía haberse corrido ya porque había bajado el nivel de gemidos. Me salí de ella y chupándome un dedo se lo metí en el culo.

  • Pepe, por favor – Me suplicó.

Y yo empecé un furioso metesaca. Cuando lo vi dilatado le metí otro e hice lo mismo. Y Lucía otra vez.

  • Pepe, por favor...Por ahí….-Me volvía a decir nerviosa

No la dejé acabar le saqué los dos dedos y le puse el glande en el ano y empecé a empujar sin echarme jamás atrás. Estuve tentado de metérsela de golpe, pero no soy tan hijo de puta como para provocarle un desgarro. Ella solo emitía quejidos, pero ya no me dijo nada más. Se la enterré hasta el fondo y empecé poco a poco a entrar y salir.

Lo que para ella al principio eran quejidos, se fueron convirtiendo poco a poco en gemidos. Le ordené que se masturbara mientras yo la penetraba analmente y comenzó a dedearse el clítoris. Y yo cada vez le daba más fuerte y mas profundo.

  • Me estás partiendo en dos, Pepe!!!! Sigue, sigue, sigue y no pares!!!

Encima la muy puta lo estaba disfrutando, lo que quería que fuera un castigo se había convertido en el placer máximo para ella. Pero es que yo estaba enajenado. Por un lado comprobar que la cabrona había mejorado sus prestaciones en la cama y por otro lado ser la primera vez que la enculaba, no me permitían parar esa locura y que se quedara a dos velas. Bueno, a dos velas podría quedarme yo, porque ella al menos había tenido un par de orgasmos. Con lo que aumenté el ritmo para terminar de una maldita vez. Hasta que exploté.

Me vacié dentro. Con el último disparo, me salí y me fuí al baño a darme una ducha. Y allí me maldije por haber caído en la tentación. No fui lo suficiente fuerte para evitar lo que había sucedido. ¡Mierda, mierda, mierda! Me gritaba internamente mientras el agua caía por mi cuerpo.

Estuve un buen rato en la ducha intentando tranquilizarme. No sabía como afrontar la conversación que tendríamos sobre lo que había sucedido. Me sequé, me puse un pantalón corto de pijama y salí para meterme en la cama. Cuando llegué allí, Lucía estaba plácidamente dormida. De su ano salía un leve hilo con mi semen. Me tumbé a su lado y la tapé con cuidado de no despertarla.

Me levanté muy temprano. La habitación estaba a oscuras y Lucía dormía plácidamente. En su rostro se reflejaba la paz que en esos momentos tenía. Mi cabeza bullía. Por un lado estaba cabreado porque habían vuelto los fantasmas de mi separación. Se me aparecía la cara del hijo de puta de Antonio dándole su polla a Lucía para que se la chupara. Y por otro lado, la miraba y recordaba a quien hacía unos años había sido la mujer de mi vida.

Con cuidado me levanté. Cogí mi bolsa de deportes, le metí unos vaqueros, un polo, ropa interior limpia y unos zapatos y sigilosamente salí de la habitación. Y me fui a la calle. Aproveché y me fui a desayunar a una cafetería que está al lado del gimnasio. Desayuné tranquilamente. Leí la prensa y fui a soltar la tensión al gimnasio.

Estuve cerca de dos horas que me dejaron fundido, pero era mejor eso que estar dándole a la cabeza. Posteriormente me metí en una sauna turca para quemar toxinas. Y por último me metí en el jacuzzi, que siendo sábado por la mañana estaba a mi entera disposición.

Cuando me vestí y salí del gimnasio eran las doce y media. Miré el teléfono y tenía una llamada perdida de Lucía que no respondí y varios whatsaap de mi amigo Quique. Quique me decía de quedar al mediodía a tomar un aperitivo y si se terciaba comer una buena carne en un asador cerca de su casa. Por supuesto, que me apunté a todo.

Al mediodía recibí otra llamada de Lucía. Me imagino queriendo saber si iba a comer en casa o no. Tampoco la respondí. Pasé todo el día con Quique y terminamos en su casa tomando copas. Cuando llegué a casa eran las diez de la noche pasadas. No iba pedo, pero si cargadito. Cuando entré en la casa y lo primero que vi a Lucía preocupada mirándome, no la dejé que me dijera nada.

  • Lucía, lo de ayer fue un error mio imperdonable. No tenía que haber sucedido nunca. Te pido perdón y por mi parte no volverá a suceder. Mañana domingo salgo de viaje y estaré fuera dos semanas visitando todas las sedes del resto del país para presentarme como nuevo Director. Te rogaría que agilizaras al máximo el alquiler de tu casa, sinceramente no me gustaría encontrarte de nuevo en mi casa cuando regrese – Le solté de sopetón y sin anestesia. La pobre se quedó anonadada. Iba a decir algo, pero prefirió callarse y cabizbaja se retiró a su dormitorio.

La vi marcharse. Y volví a sentirme mal. Peor. Me sentía fatal. Traía hambre de las copas, pero se me quitaron de golpe las ganas de comer. Decidí irme al cuarto y preparar la maleta. Muchas cosas tenía que meter. Eran dos semanas fuera de casa. Al pasar delante de su puerta, me paré e hice el ademán de tocar con los nudillos. Pero se impuso mi cordura o no, y seguí hacia mi cuarto. Terminé de hacer la maleta y me metí en la cama. No tenía que madrugar porque el vuelo salía al mediodía, pero quería estar descansado.

A la mañana siguiente, cuando me levanté, duché y fui a desayunar a la cocina, Lucía ya no estaba en casa. Me había hecho café y se había marchado. Joder, en ese momento me hubiera gustado verle la cara una vez más y despedirme de ella, pero pensándolo mejor con lo duro que había sido con ella ayer, mejor no verla.

Las dos semanas haciendo la tourné por todas las sedes fue emocionante pero agotador. Durante ese tiempo solo mantuve contacto con mi hijo y con Laura que quería saber por dónde andaba y como me encontraba. La verdad es que apenas pudimos hablar, porque o estaba reunido o almorzando o cenando con alguien. Quedamos que hablaríamos a mi vuelta.

Llegué un viernes a casa tarde y cuando abrí la puerta, tuve la misma sensación que cuando Lucía me abandonó. Se respiraba en el ambiente su ausencia. Dejé la maleta en la entrada y me fui directo a su dormitorio. Cuando lo abrí estaba vació. La cama hecha pero los armarios limpios. No quedaba nada. Me quedé un buen rato quieto. Sin pensar. Esto iba a ser de nuevo duro de asimilar, aunque no tanto como la primera vez, obviamente. Esta vez era diferente. La primera vez ella se fue de mi casa y de mi vida hastiada. Esta vez yo la había invitado a irse, vamos, que la había echado y ella intentaba que retomáramos de nuevo nuestra relación.

Después de dos semanas de viaje, venía con ganas de sondear el ambiente para salir a tomar algo, pero se me quitaron las ganas de todo. Vacié la maleta. Me pegué una ducha y me fui a la cama. Al día siguiente me levanté a desayunar y entonces lo vi. Había un sobre apoyado en la cafetera. Escrito a mano por Lucía y a mi atención.

“Hola Pepe. Cuando estés leyendo esta carta, yo ya no estaré viviendo en tu casa y habré salido casi de tu vida. Y digo casi porque no nos podemos olvidar que compartimos un hijo maravilloso.

Quiero volverte a agradecer que me perdonaras y me ofrecieras tu casa para vivir estas semanas. No se te esconde, que esa oportunidad que me brindaste, me la tomé como un reto para volver a conquistarte, enamorarte, como yo lo estoy de ti.

Una pequeña parte de mis pecados los redimí en esa casa, cuando te fuiste aquel fin de semana con una mujer y te confieso ahora que me quedé sola llorando tu ausencia los dos días. O aquel otro día que trajiste a otra por la noche y os escuché cuando teniais sexo. E inclusive un viernes que apareciste por la noche temprano y al día siguiente oliendo tu camisa, descubrí que habías retozado con otra o era cualquiera de las otras dos, que para el caso no importa.

No te puedes imaginar mi sufrimiento de imaginarte con otras mujeres. Pero era un precio justo a pagar y demasiado corto para todo el sufrimiento que yo te causé.

Poco a poco fuiste rompiendo tu coraza y compartiendo más tiempo conmigo, que me daba esperanzas de poder volver juntos, sobre todo el día que vino nuestro hijo a casa y vi como te habías emocionado al sentir a tu familia reunida de nuevo. Yo sentí el mismo gozo que tú y por eso lo compartí contigo.

Y ya el summum fue el viernes que celebramos juntos tu ascenso y volvimos a hacer el amor. Y pasé de gozar como cuando estaba casada contigo a pasar a gozar como la mujer que trajiste a casa, cuando decidiste hacerlo más rudamente. Me daba igual. De cualquiera de las formas, me transportaste a otra dimensión que sólo he conocido contigo.

Pero al día siguiente desapareciste. No contestaste a mis llamadas y empecé a darme cuenta que aquello sólo había sido un sueño, un maravilloso sueño del que me tenía que despertar aunque no quisiera. Y cuando llegaste por la noche, lo que más temía, sucedió.

Tu arrepentimiento y tu petición de que lo antes posible me fuera de tu casa. Me destrozaste. De golpe aniquilaste todas mis esperanzas y anhelos. Pero no te lo puedo reprochar. Tu no has hecho nada malo. Nada teníamos ahora y yo en su momento me porté contigo como una hija de puta porque eras mi marido, te fui infiel y te abandoné. No sabes lo que pesan en mi conciencia esos años horribles de mi vida, que me hicieron perder a la persona que más he querido, quiero y querré, a ti.

Ahora sé que me has perdonado, porque eres la persona más bondadosa que conozco y porque si no fuera así, jamás hubiera podido vivir contigo de nuevo estas semanas. Pero sé que no lo has olvidado. Y creo que no lo podrás olvidar jamás. Y por eso he decidido que no tengo derecho a intentar que me des otra oportunidad, porque no la merezco. Tu te mereces encontrar a otra mujer que te quiera, te haga feliz y nunca te traicione como yo hice.

Pepe, te querré siempre y no tengo dudas que serás siempre el hombre de mi vida. Que seas muy feliz”.

Lucía.

Me quedé bloqueado. Con la carta en la mano y con la sensación de que aquello era definitivo. Había echado de mi vida a Lucía para siempre y me sentía confundido. Tenía la balanza de mi vida con Lucia con los buenos momentos en un lado y los malos en el otro. En ese momento sonó mi teléfono y era Laura. Pero no lo cogí. Me podría derrumbar y no quería eso, me traería más problemas. Cuando me sosegué y estaba más calmado, le devolví la llamada.

  • Buenos días señor Director General – Me dijo con un tono muy solemne

  • Hola Laura, qué tal, cómo estás – Le dije con un tono fastidiado

  • ¿ Qué te pasa Pepe ? Te noto bajo – Me dijo preocupada

  • Nada, hombre, que va a pasar. Han sido dos semanas muy duras y estoy reventado – Me excusé con ella.

  • Déjate de rollos. A otro perro con ese hueso. Tu estás jodido y yo creo saber cual es la causa. Lucía, ¿ verdad ? - Me dijo sin titubear.

  • No digas tonterías Laura, que tiene que ver Lucía con mi cansancio – le respondí un poco enfadado.

  • Mira Jose, estoy al tanto de todo lo que ocurrió entre ustedes. Lucía me lo ha contado todo. No te puedes imaginar lo que nos ha costado sacarla adelante estas dos semanas. Está enamorada de ti hasta las cachas. Pero sabe que nunca tendrá una oportunidad contigo porque jamás olvidarás lo que pasó hace tres años.

  • Sólo te digo que sí, que se equivocó. Gravemente además. Pero en tu mano está olvidar y tirar para adelante con una persona que estoy convencida que jamás te volverá a fallar y pongo la mano en el fuego por ella. Tu decides. Sigue siendo una mujer hermosa y no le faltarán pretendientes. Y aunque tu seas su hombre, como está cansada de decirme, siempre habrá un roto para un descosido y puede que te arrepientas, porque ahora todo está en tus manos. - y terminó.

Me quedé callado, procesando todo lo que me había dicho Laura. No era capaz de replicarle. ¿ Tenía que darle una oportunidad a Lucía ? Cómopodría olvidarme de todo. Aburrido, insoportable y cornudo eran palabras que tenía grabadas a fuego en mi cabeza.

  • ¿ Sigues ahí Pepe ? - Me preguntó Laura

  • Si, Laura, aquí sigo pero no quiero hablar más de este tema. Me despedí y colgamos.

Me quedé tirado en el sillón. Intentaba cerrar los ojos y mantener la mente en blanco y no podía. Las palabras de Laura retumbaban insistentemente en mi cabeza. Me iba a volver loco. Era tal la velocidad a la que circulaban sus palabras en mi cerebro que me vencieron y me quedé totalmente dormido.

Habían pasado al menos cuatro horas cuando me desperté. Me encontraba sereno y con una calma que necesitaba. Y decidí que no iba a tener cambios en mi vida. Lucía era agua pasada. Fue la mujer de mi vida. Es la madre de mi hijo. Pero no podía olvidar su afrenta y me había hecho daño comprobar que sus gustos en la cama habían cambiado bastante desde que estuvo conmigo anteriormente.

La decisión estaba tomada. No más cambios. La vida que tenía ahora no me llenaba al cien por cien pero me había acostumbrado a ella. Echaba de menos la vida en pareja, estaba claro. Confiaba en encontrar a alguien parecido a mi con quien compartir mi vida. Sólo era cuestión de tener paciencia. En estos tres años ya había conocido a mujeres aunque ninguna era mi tipo. Pero estaba seguro que al final la encontraría.

Continuará...