¿ Conoces Todorelatos ? 2ª parte, 2

Continuación de la gran historia escrita por MadridRelatos.

CAPITULO 2

La verdad es que el relato de Laura me había calado hondo. Ni por asomo podría pensar que Lucía estuviera tan arrepentida de lo que me hizo. Y no sólo estaba arrepentida, sino que se había dado cuenta que yo era el hombre de su vida. Tenía una mezcla de subidón y de bajona que no sabría explicar. Subidón por el hecho de que mi ex pensara de mí que era su hombre. Y bajona porque todo esto efectivamente había trastornado mi existencia.

Tenía ya la vida encauzada. Mi trabajo. Mis clases. Mis polvos esporádicos con una buena agenda telefónica de mujeres. Me había acostumbrado a estar solo y hacer lo que me saliera de mis santos cojones. Por qué complicarme la vida. Por qué tenía que volver a ver a la persona que más daño me había causado y permitirle que me pidiera perdón. La misma persona que me humilló llamándome aburrido, insoportable y cornudo. Si si, cornudo. Recuerdo que la muy puta, el día que nos encontró a Laura y a mi en mi piso, cuando por sorpresa se apareció a buscar unos enseres suyos personales, nos dijo que nos afiláramos la cornamenta. Que éramos patéticos. Joder.

Llegué a mi casa, me fui a la cocina, me serví un ron Pampero Aniversario con dos piedras de hielo y media lata de coca cola zero, cogí el ordenador portátil, me metí en youtube y busqué Aqualung de Jethro Tull en el Madison Square Garden de New York en el año 1978, me puse los auriculares y me sumergí en el rock progresivo de esa maravillosa banda de rock con el inigualable Ian Anderson como vocalista y flautista, un auténtico showman. En ese momento trataba, no de procesar todo lo que me había contado Laura, sino todo lo contrario, lo que pretendía era evadirme precisamente de todo ello. No quería pensar en nada. Tras Aqualung un sin fin de canciones y grupos, Pink Floyd y su maravillosa Wish you were here, que oportuna canción para este momento, Génesis y esa obra maestra que es In the cage, Raimbow y Temple of the King, con el inigualable Ritchie Blackmore a la guitarra, king Crimson y su insuperable Starless, Supertramp y ese pedazo de canción Take the long way home, The Doors con el inigualable Jim Morrison y su Riders On The Storm.

Y todas esas canciones y grupos debidamente acompañados por copas y copas de Pampero. Lo último que recuerdo era estar de pie en la cocina con mi guitarra imaginaria en las manos, tocándola con los dientes, con la música de Hey Joe del mejor guitarra de la historia, Jimmy Hendrix.

Me levanté al día siguiente con la misma ropa del día anterior y una resaca de cojones, sin acordarme siquiera como pude llegar a la habitación.

El domingo vino a comer Pablo a mi casa y me trajo para presentarme a su novia. Yo sabía que andaba tonteando desde hacía meses con una pibita. Era de esperar que tarde o temprano me la terminara presentando. La susodicha se llama Anna y era una preciosidad. Dios, se llamaba igual que una de las diosas de Todorelatos. El cabrón tenía buen gusto. Digno hijo de su padre, pensé.

La velada fue amena y muy divertida. Yo estaba sembrado y no paré de contarle divertidas anécdotas de mi vida de joven de antes de conocer a Lucía. Y ahí les veía a los dos escuchándome, como se miraban, como les brillaban los ojos cuando se encontraban sus miradas y me retrotraje a la época en que conocí a Lucía y recordé con nostalgia todo mi maravilloso noviazgo con ella. Y en ese momento sentí una punzada en el estómago y por mi hijo, por mi pasado y sobre todo por mi, tenía que tener esa conversación con Lucía, saber en que le había fallado.

Cuando mi hijo se fue con su novia, llamé a Laura y en una muy breve conversación con ella le dije que estaba preparado y dispuesto a tener esa conversación con Lucía. Sorprendida, me preguntó si estaba seguro de ello. Le respondí que sí, que estaba completamente seguro. Se alegró muchísimo y quedamos que le diría a Lucía de vernos el viernes siguiente a las siete de la tarde después del trabajo en el Juli, un bar que estaba a camino de su trabajo y que era bastante rockero y con música de nuestra época.

La semana estuve volcado en el trabajo, matándome con mi entrenador personal al que le pedí que me diera entrenamiento de cuerpos especiales y las clases de cocina de los martes y jueves. Trataba de aislarme de todo y no pensar en el viernes. La cita me estaba provocando mucha ansiedad. Me imagino la que le estaría provocando a Lucía que encima era la que quería dar la cara para pedirme perdón.

Y ahí llegó el día que cambiaría nuevamente mi vida. Me puse un vaquero desgastado de Hugo Boss, mi polo de Hackett azul marino por fuera del pantalón, con una cazadora de tela verde de Silbon y mis zapatillas veja blancas y me presenté en el Juli. Llegué pronto y cogí una mesa del fondo que nos iba a permitir estar alejado de miradas indiscretas y nos daba más tranquilidad. Me sudaban hasta las manos de los nervios que tenía. No habían pasado ni cinco minutos de mi llegada y vi a Lucía entrando por la puerta, mirando alrededor y buscándome.

Si me preguntáis, como recuerdo el día que nos vimos en el centro comercial, os diré que no me acuerdo ni de cómo iba vestida, ni si estaba guapa o no ni de cómo llevaba el pelo. Hoy venía muy sencilla, pero a la vez muy guapa. Un pantalón azul marino, una camisa de cuello vuelto verde botella, una chaqueta de pata de gallo y unas botas de caña alta marrones. El pelo recogido atrás en un moño informal. Repito, estaba muy guapa. Me levanté y agité mi mano para que me viera. Me localizó y vino a mi mesa.

  • Hola Pepe – Dudó entre sentarse u ofrecerme la cara para los besos de rigor.

  • Hola Lucía – Yo viéndola tan nerviosa acerqué mi cara a la suya y le di dos besos. Era necesario para romper la tensión del ambiente.

  • Buffff, perdona, pero es que estoy muy nerviosa – Me decía frotándose con rapidez las dos manos por sus muslos.

  • ¿Qué quieres tomar Lucía? ¿Un café? Yo también estoy muy nervioso y creo que me voy a tomar un cubata, que si me tomo el café el corazón me va a salir por la boca. - Le dije mirándola con una tímida sonrisa.

  • Pídeme lo mismo, Pepe. Es una buena idea. A ver si nos calmamos ambos -

Pedimos y nos quedamos callados. Ambos mirando el teléfono móvil y repasando los mensajes de whatsaap. Entre ellos, uno de Laura deseándome suerte y diciéndome que me quería y estaba muy orgullosa de mí. Nos sirvieron las consumiciones y le pregunté a Lucía.

  • Bueno Lucía, querías verme, no???...Pues aquí estamos, tú dirás?...Mientras le daba un sorbo a mi copa para calmar más que la sed, los nervios que me tenían atenazado.

  • Si Pepe. Primero quiero darte las gracias por haber accedido a verme y a tener esta conversación conmigo. Sólo una persona tan generosa y valiente como tú es capaz de semejante acción. - Me soltó de corrido y sin dudar lo más mínimo.

  • No me regales tanto los oídos Lucía, te recuerdo lo que pensabas de mí hace tres años. Era un tío aburrido y además ya no me soportabas. Que ahora me digas las cosas tan bonitas que me has dicho, que no sé si inclusive las merezco, cuanto menos me dejan muy sorprendido. - Le interpelé mirándola con una sonrisilla irónica.

  • Pepe, perdón. Este era el primer motivo de esta charla. Te pido perdón por el daño que te causé. Nunca jamás te mereciste tal castigo. Me avergüenzo de lo que te dije y desde hace mucho tiempo, no hay un solo día que esas palabras martilleen mi cerebro una y otra vez y me arrepienta de haberlas pronunciado. Nunca fuiste aburrido, sabes lo que me divertía contigo. Y lo de soportarte, realmente lo que ocurría es no me soportaba a mi misma. Había caído en una especie de depresión, sin darme cuenta porque no sabía porque estaba tan apática. Sé que Laura te contó con detalle nuestra conversación y no voy a volver a repetirla, pero desde que nos encontramos en el centro comercial, mi vida se ha convertido en un infierno. Ahora me arrepiento tanto de todo, de haberte herido cruelmente y sobre todo de haberte perdido. -

Y en ese momento se quebró y comenzó a llorar llevándose las manos a la cara. Yo con la copa en la mano la miraba, no sé si con pena o con cierta nostalgia de tiempos pasados. Me parecía increíble estar teniendo ahora esa conversación con la que había sido mi esposa y que me había largado de su vida hacía tres años. Y yo no me iba a quedar con nada dentro, tanto si le hacía daño como si le resbalaba.

  • Lucía, ¿sabes como me enteré que tenías una aventura con otro? - Eso hizo que Lucía pasándose un pañuelo por los ojos para secarse las lágrimas me prestara atención y continué.

  • ¿Te acuerdas de aquel día que cenamos con Laura y que dijo aquello de que había leído un relato en aquella web de relatos eróticos y que estaba segura que se refería a alguna historia del curro de ustedes? Pues bien, el relato lo escribí yo. La historia me la habías contado tu, yo lo que hice fue cambiar nombres y poner algo más de mi cosecha para que nadie pudiera darse por aludido.

Por aquel entonces, y con tu evidente rechazo hacia mi persona, la única forma de calmar mis deseos sexuales, era leyendo relatos eróticos. Y aparte de ayudarme a descargar mi líquida hombría, también me entretenía, mientras tu ya te habías buscado a quien te aliviara tus bajas pasiones. - Ella agachó la cabeza y meneó su cabeza ligeramente a un lado y a otro, aceptando el puyazo que le acababa de meter y continué.

  • Tantos leí que hasta me arriesgué a publicar uno, que gustó a tenor de los comentarios recibidos y que fue leído por una parte importante de tu empresa. Y entonces Laura, encantada con el relato, intentó ponerse en contacto con el escritor, o sea conmigo, que en aquella cena le di las pistas para poderlo hacer.

Y empezamos a chatearnos. Cosa que no me costaba mucho hacer a tus espaldas, porque estabas deseando que hiciera cualquier cosa por la noche, menos meterme en la cama contigo para intentar echar un polvo.

Ese jueguecito con Laura, que no tenía ni idea de la identidad del escritor y esas charlas con ella subidas de tono, me servían para aliviarme las ganas de follarte. Y entonces un día me dices que te vas a visitar a Pablo a Milán, pero que previamente querías irte sola el fin de semana anterior a Roma, y yo confiado como estaba de ti, ni se me ocurrió sospechar. Además, me pareció un buen plan pasarme el fin de semana encerrado en casa y chateando con tu amiga para descojonarme de ella e intentar tener cybersexo.

Y estando ese sábado, que tu estabas con Antonio poniéndome unos cuernos tan grandes como los de la cabra hispánica, chateando con Laura con la cámara puesta, desnudos ambos, pero ocultando nuestros rostros, apeló a la ingenuidad de los hombres porque en esos momentos un esposo pánfilo, o sea yo, creyendo que su mujercita estaba de visita espiritual en Roma, en viaje para pasar una semana con su hijo que hacía Erasmus en Milán, realmente estaba abierta de patas y revolcándose con su amante, un compañero de trabajo que le estaría echando unos polvos impresionantes según ella.

Oír aquella confesión de Laura, me hizo dar un respingo y olvidándome por completo de la cámara, me levanté lo suficiente para que ella me descubriera. Me dijo que me vistiera y que fuera a su casa para hablar. Se sentía muy traicionada por mi y además te había descubierto a ti y se sentía fatal por ello.

No veas la hostia que me metió tan pronto entré en su casa. Tras confesarnos mutuamente, terminamos follando como cosacos, ambos dos estábamos muy necesitados. Lucía me miraba asombrada. Ella no tenía ni puñetera idea de nada. No sabía si aquello traería consecuencias en su amistad con Laura, pero yo no estaba dispuesto a dejarme nada dentro.

  • Yo, yo, la verdad, es que no sabía nada de esto. Pero bueno, tampoco cambia mucho. Yo ya te había engañado antes y en aquel momento estaba con Antonio en Roma – Me dijo balbuceando suavemente, sin que su voz transmitiera dolor al enterarse de nuestra infidelidad.

  • Cuando terminamos de follar, me preguntó que qué pensaba hacer contigo. Y yo le dije que nada. Que esperaba que sólo fueran ganas de sexo fuera de tu matrimonio, pero que esperaba que volvieras conmigo y continuar con nuestra vida. Yo estaba dispuesto a asumir tu infidelidad y perdonarte, porque eras la mujer de mi vida y te quería con toda mi alma.

Laura ante aquella confesión me preguntó si alguna vez te había sido infiel y le contesté que si como infidelidad contaba haberme masturbado mientras chateabamos la noche anterior, pues esa vez solamente, aparte claro está del pedazo de polvo que nos acabábamos de echar. Ella se quedó alucinada, me abrazó, me dio un beso y me dijo algo que en el fondo me dejó hecho polvo, que tú no me merecías, que cómo habías podido liarte con un compañero del trabajo, teniéndome a mí.

Pero tú ya habías decidido que lo nuestro estaba roto y de la forma más rápida, pero a la vez cruel y traumática finiquitaste nuestro matrimonio. Si quieres saber como nos enteramos que era Antonio y no un ficticio compañero de trabajo, como le habías mentido a Laura, te diré que el día que ellos se reunieron para ultimar los detalles de su divorcio, cómo se reunieron en una cafetería cerca de la casa donde estaba alquilado tu novio – Y me cortó muy seria Lucía.

  • Perdona, ya no es mi novio y no creo que nunca lo fuera, si ese noviazgo lo tengo que comparar con mi noviazgo contigo. No había color. Continúa por favor -

  • Pues como te decía, ese día que estuvo con Antonio y como él le había comentado que la urbanización era muy bonita, cuando se montó en el coche con lo cotilla que es, en vez de marcharse se dio una vuelta por ella, y cuando iba a pasar delante de la casa de Antonio vio un coche exactamente igual al tuyo. Se frenó y aparcó, hasta que te vio bajarte del coche y darte un pico con Antonio que te estaba esperando en el rellano de la escalera. -

En ese momento me callé, cogí la copa y le di un buen sorbo. Cogí mi teléfono móvil de la mesa, que lo tenía en silencio por si me entraba alguna llamada inoportuna y, esperé su reacción. Ella me miraba con un rictus triste, muy triste. Pero no me decía nada. Los segundos se hacían eternos. Debía ser duro estar procesando mi confesión. Lo de haberle puesto los cuernos con Laura, lo de como nos enteramos que era Antonio pero por encima de todo haberme escuchado que era tanto lo que la quería que hubiera perdonado su infidelidad.

  • Pepe, no tengo nada que reprocharte. Saber ahora que tú también me fuiste infiel no me quita culpas y además no alivia mi pena, que es enorme. Cuando te he dicho lo maravilloso que eras, no has hecho más que confirmármelo. Sólo una persona tan valiente como tu podría ser capaz de perdonar lo que te hice. Y esto hace que me empequeñezca ante ti y que crea que no merezca ningún perdón por tu parte – Y nuevamente empezó a sollozar.

  • Bueno ahora ya nos hemos confesado, ¿qué más quieres Lucía? - Le pregunté, pero no me dejó acabar.

  • ¿Qué más quiero Pepe? Quiero borrar los últimos años de mi vida, quiero que se conviertan sólo en una pesadilla, una maldita pesadilla de la que me levante contigo a mi lado. Quiero poder volver con el hombre que más he amado y a quien más daño he hecho, levantarme todos los días a su lado, y sentir sus abrazos, sus besos y sus palabras de amor. Quiero encerrarme con él y hacerle el amor hasta que terminemos extenuados. Quiero que nuestro hijo venga a nuestra casa con su novia y tener una bonita vida en familia, cuidar y malcriar mis futuros nietos contigo a mi lado, envejecer juntos y estar juntos hasta el día en que nos separemos para encontrarnos de nuevo en la eternidad.

Pepe, este último maldito año, me ha servido para darme cuenta de mi inmenso error, de lo equivocada que estaba y sobre todo, y ahora lo sé, de lo que te amo y que jamás podré querer a nadie como a ti. - Me miraba con desespero, con una angustia que me provocaba hasta ansiedad.

  • Lucía, lo siento, yo ya no estoy enamorado de ti. Te agradezco tus bonitas palabras, que me han servido para aliviarme, pero cómo poder olvidar de repente todo lo pasado. Te has ganado mi perdón y te perdono. Pero por ahora no puedo olvidar, lo siento -

  • Gracias Pepe, el que me perdones, aligera bastante mi sufrimiento. Muchas gracias, no sabes lo que me alivia. -

  • ¿Qué piensas hacer con Antonio? - Le solté de repente un poco por cambiar de tema. Me estaba arrepintiendo de haber sido tan duro con ella, sobre todo con lo de que no estaba enamorado, aunque fuera cierto.

  • Lo de Antonio está muerto y enterrado. De hecho ya tengo preparadas mis cosas para marcharme lo antes posible. Últimamente ya ni nos hablamos dentro de la casa. Somos dos auténticos extraños y aunque él no me ha pedido que me vaya, cada día que pasa se me hace más difícil vivir allí. El problema es que no encuentro nada que me guste para alquilar y Pablo no es una opción. Está feliz con Anna y yo no voy a fastidiarles su relación yéndome a vivir con ellos. - Me dijo tranquilamente y más calmada.

Y en ese momento, no sé si para bien o para mal dije una frase que en ese momento no sabía si al final me iba a tener que arrepentir.

  • Lucía, en mi casa tengo dos habitaciones libres. Ya las conoces. Puedes usar cualquiera de ellas. Así no tienes por qué seguir incómoda en esa casa. Mientras, con tranquilidad puedes ir buscando una casa que te guste. Obviamente no voy a cobrarte nada. -

A Lucía le cambió la cara, por primera vez esbozó una sonrisa y me dijo

  • ¿De verdad que no te importa que me instale provisionalmente en mi casa, perdón, en tu casa? - Me decía asombrada sin poder creérselo. Y la verdad, que yo tampoco me podía creer lo que le había propuesto. Pero seré gilipollas, pensaba mientras fingía una sonrisa más falsa que un duro sevillano

  • Si, en serio, no me importa. Encantado de hacer la primera obra social del día. -

Entre más hablaba, más gilipolladas me salían. Es que era para mear y no echar gota. Si se hace concurso de tontos a mi no me dejan participar por ser de categoría especial.

  • Pepe, gracias, no sabes lo que significa para mi – Me dijo con una cara de inmensa satisfacción.

Y en esos momentos saltaron todas las alarmas en mi cerebro. Que me quería decir que ese detalle significaba mucho para ella, que esto iba a ser el primer paso en nuestra reconciliación. Vamos, ni de coña. Tenía que dejarlo meridianamente claro. Perdono, pero no olvido. Y en estos momentos no se me pasaba por la cabeza ni por asomo, un intento de acercamiento mío hacia ella. Pero claro, mi hijo, Laura y yo que soy bueno de baba, es decir gilipollas por naturaleza, habían hecho que me metiera en un charco del que a ver como salía.

  • Lucía, no te equivoques. El tiempo que estés en mi casa, seremos solamente compañeros de piso. Yo en estos momentos no soy tu amigo y tu tampoco eres mi amiga. Eres mi ex-esposa a la que le brindo la oportunidad de salir de una casa en la que no se encuentra a gusto hasta que encuentra una donde vivir. Y ser compañeros significa que yo te alquilo, en este caso a precio cero una habitación. Nada más. Ni te voy a dar explicaciones de lo que haga, ni necesito que tu me las des. Yo haré mi vida y tu la tuya. Y si quiero traerme a cualquier amiga a casa, la traeré. Si estás dispuesta a esto que te cuento, mi oferta sigue en pie. Pero si te habías hecho otra idea sobre nuestra convivencia mejor será que declines mi ofrecimiento.-

Aunque inicialmente le cambió su cara de regocijo, Lucía se rehizo rápidamente y me dijo que todo estaba bien. Que entendía y aceptaba su rol en esta nueva convivencia. Me dijo que si me parecía bien, pasado mañana, o sea el domingo, se mudaría a mi casa. Yo le dije que no tenía planes ese fin de semana y que el domingo viniese a la hora que quisiese. Y sin más, llamé a la camarera, pagué la cuenta de ambos y me despedí de ella con la excusa de que había quedado con unos amigos. Lo cierto es que necesitaba salir de allí corriendo para no seguir metiendo más la pata.

El sábado una alucinada Laura me llamaba intrigadísima por el rumbo que estaban tomando las cosas. Le tuve que explicar que el ofrecimiento me salió de alguna parte de mi cerebro que escapaba a mi control. Que aún no conseguía explicarme cómo fui capaz de ofrecerle mi casa. Que ni yo mismo me lo explicaba. Ella me tranquilizó diciéndome que una vez más le demostraba lo buena persona que era y que el molde con el que me hicieron se rompió cuando nací. Que no me preocupara de nada, que hiciera lo que quisiese y no tuviera miramientos ninguno. Que a Lucía nadie la había obligado a venir a mi casa. Que fue su decisión. Me confesó que Lucía la había llamado contentísima, que aún no se lo podía creer y que esperaba con desesperación que llegara el domingo para que yo no me pudiera echar atrás.

El domingo al mediodía apareció mi ex-mujer con mi hijo, que la había ayudado en la mudanza, con un montón de maletas y bolsas. Eligió la habitación de invitados, la que estaba más cerca del salón y la cocina, que era la más alejada del dormitorio principal, donde yo dormía. Me imagino que no quería agobiarme eligiendo la otra que estaba casi pegada a la mía, pretendía darme mi espacio.

Vernos los tres otra vez en la misma casa en la que años atrás fuimos tan felices, me conmovió como supongo que a ellos también, aunque ninguno lo manifestábamos. Pablo permaneció con su madre todo el rato ayudándola a desempacar todas las cosas, mientras yo permanecía en el salón viendo la televisión con una cerveza.

Al cabo de una hora terminaron, justo a la hora de comer y les pregunté si les apetecía que pidiera algo de comer. Ambos declinaron mi oferta, no sin antes agradecérmela. Pablo había quedado a almorzar con su novia y los padres de ella y Lucía había quedado a almorzar con Laura y su novio. Me imagino que le habría pedido que la invitase, que ya el primer día estar en mi casa y tanto tiempo juntos podría ser hasta contraproducente.

La verdad que me alegré que no saliera ese almuerzo, hubiese sido muy tenso, pero yo no podía quedar mal con mi hijo. Lucía apareció ya por la noche, mientras yo veía una película en la tele. Me dio las buenas noches y se encerró en su habitación. Cuando acabó la película me fuí yo también a dormir.

El lunes me levanté muy temprano. Si mi memoria no me fallaba y si no le habían cambiado los horarios a Lucía, ella tendría que estar en su oficina a las nueve de la mañana. Y a mi no me apetecía encontrármela por la casa. Con lo que tras ducharme, afeitarme y trajearme, salí para mi oficina antes de que ella se despertara. Sabía que a partir de ese momento, sólo podría encontrármela por la noche, ya que al tener ella jornada partida, siempre comía en algún bar o restaurante cerca de su empresa.

Esa semana el horario con mi entrenador personal lo pasé a última hora de la tarde. De esa forma, y como el cabrón me dejaba como una piñata después de destrozarla a palazos, no tendría sino las fuerzas justas para ducharme y meterme en la cama. Y esa era mi excusa para no tener que socializar con mi ex.

Los martes y jueves, que eran las tardes de mis clases de cocina, aprovecharía la salida para ir a tomar alguna cerveza con mis compañeros y de paso ver si alguna se me ponía a tiro. Y tuve suerte con Olga, una separada cuarentona, pequeña pero con muy buenas formas, con la cual tuve que hacer equipo esa semana en una competición sobre masas para empanadas o empanadillas. Ganar no ganamos, más bien fuimos los peores pero es que no parábamos de hacer el ganso con la harina y el agua.

El jueves tras las clases y después de echarnos unas cervezas, me invitó a pasar el fin de semana en una casa que su ex-marido tenía en la costa y que nunca utilizaba porque odiaba la playa. Y por supuesto acepté. Decir que esa semana a Lucía sólo la veía por las noches, cuando llegaba o bien del gimnasio o bien de las cervecitas post clases. Pero le daba las buenas noches y enfilaba como un poseso a mi habitación.

El viernes, Lucía que de tonta tiene lo que yo de listo, como habéis podido comprobar, se levantó tempranísimo. Como no le había dado bola el resto de la semana, querría empezar a ser algo más que un objeto sospechoso dentro de mi casa. Cuando llegué a la cocina, ella ya estaba vestida con una falda, blusa y chaqueta de ejecutiva. Se había recogido el pelo atrás otra vez en un moño y se había maquillado levemente realzando las partes más bonitas de su cara, sus largas pestañas y sus labios carnosos. Joder, tuve que tragar saliva cuando la vi.

  • Buenos días Pepe. Hoy tenía que entrar más temprano y he aprovechado para preparar el desayuno. Tienes zumo de naranja recién exprimido y café en la cafetera. Si quieres te puedo preparar unas tostadas con pechuga de pavo y tomate, como a ti te gustan – Me dijo con una leve sonrisa en su cara, viendo mi cara de asombro.

  • Gracias Lucía. No tenías que molestarte. Esta bien, te compro esas tostadas – Le respondí con gratitud.

Ella se volvió para prepararme las tostadas y aprovechando que me daba la espalda me comentó.

  • Por cierto, Pepe, no hemos hablado nada de mi contribución en tu casa. Y ayer por la tarde aproveché, viendo lo que tenías en casa de comidas y bebidas para reponer lo que faltaba. También aproveché para comprar algunas cosas ricas y unas botellas de buen vino para agradecerte tu ofrecimiento. Si no vas a hacer nada este fin de semana, el día que quieras te lo preparo y comemos juntos. - Se calló esperando mi respuesta. Se había armado de valor para decírmelo, pero no con el suficiente para hacerlo mirándome a la cara. Debía estar muerta de vergüenza, la pobrecita.

  • Lo siento Lucía. No tenías por qué comprar nada. Además este fin de semana no voy a estar en casa. Esta tarde me voy con una amiga que me invitó a pasar el fin de semana en una casa que tiene en la costa. Invita si quieres a unos amigos a casa y aprovecha lo que compraste. No me importa. - En ese momento se volvió y vi una cara de desilusión que me llegó al alma. Pero rápidamente se recompuso y forzando una sonrisa me dijo

  • Ahhhh, nada. No te preocupes. Lo que compré no es de consumo inmediato. Ya lo haremos en otra ocasión. Bueno, te dejo que se me hace tarde. Disfruta tu fin de semana – Y salió a la carrera.

Cuando se giró para cerrar la puerta de casa, pude ver unas lágrimas rodando por sus mejillas. Si debería alegrarme por verla sufrir como ella me hizo, pues la verdad, que merecer se lo merecía, pero a mi no me proporcionaba ninguna satisfacción. Estamos hablando de la mujer con la que había compartido gran parte de mi vida y además la madre de mi hijo. Ella lo hizo horriblemente mal, es verdad. Pero sinceramente, no creo que le proporcionara felicidad haberme jodido la vida como lo hizo. No. Definitivamente no me alegraba, me dejaba mal cuerpo. Pero ella debería saber que cosas así ocurrirían si venía a vivir conmigo. E inclusive peores.(32)