¿ Conoces Todorelatos ? 2ª parte, 1

Continuación de la gran historia escrita por MadridRelatos.

¿Conocéis una web que se llama Todorelatos? (2ª parte) CAPITULO 1

PROLOGO

Este es mi primer relato en esta web. Me encantan muchas de las historias que se cuentan en esta página. He aprendido mucho y me he emocionado con muchísimos relatos que hay en esta web publicados. Autores como Lolabarnon, Sandra1282, Turista, Unidentified, Cvelarde, Akuaries y otros tantos, han dejado profunda huella en mi y me han dado el valor necesario para sentarme y escribir mi propia historia.

Esta historia es la segunda parte de un relato que me encantó y es de MadridRelatos. La he encuadrado en Hetero: Infidelidad porque allí estaba la original. No me he podido poner en contacto con él para pedirle permiso porque su mail no aparece visible.Espero perdone mi atrevimiento, pero cuando terminé de leer su magnífica historia, esperé su continuación, una segunda parte que aún no ha llegado y no sé si alguna vez se escribirá y eso me ha dejado un regusto amargo.

Su obra es maravillosa y les invito a que la lean para comprender esta segunda parte que aquí les dejo. Y aquí mi continuación de esta magnífica historia. Disculpen mis faltas de ortografía, que espero no sean muchas y no esperen descubrir en la redacción a ninguno de los genios que he nombrado más arriba. Es una humilde contribución a esta página que tantísimas horas de felicidad me ha proporcionado.

CAPITULO 1

Habían transcurrido más de 3 años desde la última vez que había visto a Lucía. Y fue en mi casa, el día que vino a buscar parte de sus cosas y me encontró con su ex-amiga Laura. Desde aquel día, sólo tuve contacto telefónico con ella una vez, para ponernos de acuerdo sobre el tema de la venta que me hizo de su parte del que fue nuestro hogar conyugal para finalizar nuestro matrimonio y finiquitar el divorcio. Ella se había ido a vivir con Antonio y yo, que no vivía con nadie, no me desagradaba la idea de que esa casa fuese mía. Y a pesar de todo lo sucedido entre ambos, seguir viviendo en el que había sido mi hogar los últimos veinte años de mi vida, no era para nada una mala opción.

No puedo decir que fuera una negociación tirante, más bien no hubo siquiera negociación. Yo valoré el inmueble en una cantidad que a ella le pareció muy razonable y enseguida nos pusimos de acuerdo en el precio. Eso si, ella, ya durante todo este tiempo, se había llevado de mi casa todo lo que para ella tenía un valor sentimental y yo tampoco quise discutirselo.

Salvo ese día, que hablamos para fijar el día y hora de la venta de su parte de la casa, nunca más volvimos a tener ningún tipo de contacto. Sigo sin entender como el hecho de pasar tanto tiempo compartiendo tu vida con tu cónyuge, no sea óbice para que éste te cuente los motivos para tomar una decisión tan drástica como una separación. Veinticinco años que al final se resumieron en un “eres muy aburrido y ya no te soporto”. Es duro, pero se puede hasta entender. Se le había hecho irrespirable estar al lado de una persona de la que ya no estas enamorada, cuando además lo estás de otra persona. Pero ¿por qué llegar hasta ese punto? ¿ No habría sigo más lógico cuando tenías síntoma de hastío en tu relación, hablar con tu pareja ?. ¿ Inclusive ponerte en manos de un profesional e ir a terapia de pareja y ver si juntos lo podéis superar ?.

Os preguntaréis si la vi en la Notaría el día de mi compra de su parte, pues bien, os diré que evitó el encuentro dándole un poder notarial a nuestro hijo para que la representara y así no tener que verme el hocico.

¿Y que ha sido de mi vida todos estos años?. Os estaréis preguntando si al final Laura y yo somos pareja, no?. Pues os diré que Laura y yo nos convertimos en un tiempo en follamigos y nos lo pasábamos de puta madre. Pero de ahí no fuimos a más. Creo que en el fondo, ambos teníamos miedo a iniciar una relación de pareja. Al menos yo. No estaba preparado y, aún creo no estarlo, para embarcarme en una aventura de pareja. Sin comprender que pasó en mi anterior matrimonio, como para querer empezar otra relación y que pueda terminar de la misma forma. Si al menos supiera en que fallé para no cometer los mismos errores, podría habérmelo pensado. Pero el miedo al fracaso me tiene atenazado. Es una forma de indicarme que no me he repuesto del trauma de mi anterior matrimonio.

Con Laura, con el paso del tiempo fuimos espaciando nuestros encuentros y desde hace algo más de un año y medio, ya no follamos. Ella ahora está iniciando una relación con un abogado y parece que ambos están entusiasmados. Yo me alegro mucho por ella. A pesar de conocerla desde hacía tanto tiempo, a raíz de mi separación y el volcarnos al principio el uno en el otro, hizo que la conociera mucho más en profundidad y me encontré con una mujer de los pies a la cabeza. A veces me pregunto si no hubiéramos tenido los dos una oportunidad para estar juntos. Eso sí, seguimos siendo muy buenos amigos. De hecho ella es mi mejor amiga y mi confidente. No veáis las risas cuando nos contábamos nuestros amoríos. Sigue siendo una calenturienta de cojones y no para de pedirme que publique algún que otro relato.

Todos estos años viviendo solo me habían servido para acostumbrarme a la soledad. Al principio fue durísimo, no os hacéis una idea de lo que es estar conviviendo con una persona que amas durante veinticinco años y que de la noche a la mañana coja su maleta y te deje tirado como a un perro. Pero con el paso del tiempo, aprendí a lidiar con ella y hasta a cogerle gusto. No tener que dar explicaciones a nadie de lo que hago, ni con quien voy ni cuando llego, también tiene su lado positivo.

Para que el desánimo no hiciera mella en mi y lograra que me abandonara en lo físico, me apunté a un gimnasio con un entrenador personal que me daba una caña que había veces que llegaba a casa prácticamente arrastrándome por el suelo. Me dolían hasta las pestañas. Eso, unido al hecho de cuidar mi alimentación, al menos entre semana, había logrado ponerme en forma de tal modo, que hasta años me había quitado de encima. La verdad, que el hecho de encontrarme físicamente como nunca, había subido muchísimo mi autoestima. También me apunté a clases de cocina y coincidí con un grupo bastante majo de hombres y mujeres, la mayoría más jóvenes que yo. Allí aproveché no sólo a aprender a cocinar, que era un auténtico tabú para mi, sino de paso socializar y echarle la caña a alguna ingenua aprendiz de los fogones para mi desfogue sexual. Con alguna fémina del grupo ya estuve la mar de entretenido algunos fines de semana aprovechando para practicar las recetas aprendidas y las posturas del kamasutra, que para todo hay tiempo siempre, sobre todo para lo segundo.

También conté, con la inestimable ayuda de mis amigos, la mayoría amigos de ambos, pero que al haber sido yo el abandonado, hizo que se volcarán mas en mi que en Lucía. Las mujeres no paraban de organizarme encuentros con amigas suyas solteras o separadas y de invitarme a cenas con citas a ciegas. La verdad, en eso no puedo tener queja. Lo único que no les permitía es que me hablaran de mi ex. No quería saber absolutamente nada de ella, sobre todo al principio. A estas alturas ya no me dolía, evidentemente, pero se hizo rutina el no hablar de ella. La norma de no decir nada de ella se hizo costumbre, por lo que, entre que yo no preguntaba y que ellos no me contaban, pues como dije al principio, no sabía nada.

Ni siquiera mi hijo Pablo me hablaba de su madre. Cuando terminó el año de Erasmus y además su carrera, rápidamente encontró trabajo en una multinacional italiana con lo que prácticamente ni volvió a nuestro país. Hace seis meses que lo han traslado a España y vive actualmente aquí, en la ciudad, pero decidió que se iba a vivir solo. Obviamente no iba a vivir con su madre y su pareja. Y con respecto a vivir conmigo, entendería que yo tendría mis ligues y si él viviera conmigo, no tendría la libertad de traer a casa a quien quisiera. Y lo mismo en sentido contrario.

En fin, que me había acostumbrado a mi nueva vida de soltero. Mi deporte, mis clases de cocina o cualquier otra actividad que me ocupara y me gustara y mis escarceos amorosos que fueron bastante más de los inicialmente previstos y me habían dado una impresionante seguridad en mi mismo. Aparte de enseñarme mucho en cuanto a todo lo que desconocía de la sexualidad femenina y su placer.

Estábamos en mayo y una tarde había acudido a un centro comercial a realizar unas compras. Quería comprarme unos polos, unas bermudas y zapatos de cara al verano. También quería aprovechar para comprarme ropa deportiva para el gimnasio. Era tanto lo que sudaba cuando iba a machacarme, que al mes prácticamente la tenía que tirar a la basura. A la salida de la tienda donde me agencié varios polos y un par de mocasines de ante, y, hablando y riendo como iba con el móvil hablando con mi amigo Mario, me encontré de frente a Lucía. Me disculpé con mi amigo al teléfono y saludé a mi ex.

  • Hola Lucía- Le dije fríamente y sin un ápice de alegría en mi rostro

  • Hola Jose- Me contestó ella dejando de lado la sonrisa con la que me recibió.

  • Pues por aquí, aprovechando para comprarme alguna cosita para el verano. ¿Como estás? - Le pregunté por educación, porque la verdad que me importaba tres cojones como se encontrara.

  • Bien, no me quejo. Pero a ti si que te veo bien. - Me contestó con una brizna de rubor en su cara.

  • Si, ahora hago mucho deporte- La e final la entoné un poco más larga jugando con el doble sentido de la palabra, en el plano físico y el plano sexual. Que no fuera a creerse que yo no follaba. Seguramente había follado más en dos meses, que en los últimos tres años de mi matrimonio.

  • Tienes prisa, si te apetece podríamos tomarnos un café y...-

No la dejé ni terminar la frase. Lo que me faltaba por oír. No quiso hablar cuando tuvo que hacerlo y ahora que pretendía. ¿Tener la conversación que nunca tuvimos?. ¿Echarme en cara que era un pésimo follador y que el Antoñito de los cojones si que sabía hacer gozar a una hembra?. La corté en seco y le espeté

  • Lucía, no voy a tomar ningún café contigo. Ya tú y yo no tenemos nada que hablar, salvo lo referente a nuestro hijo. El tiempo de hablar era hace tres años, cuando me abandonaste haciéndome sentir una puta mierda porque conmigo te aburrías y además no me soportabas. Es más, el tiempo de hablar era antes de que empezaras a ponerme los cuernos con el hijo de puta de tu novio o tu marido o lo que coño sea para ti. Ahora no pienso perder ni un segundo de mi preciado tiempo y desperdiciarlo hablando contigo de nada. Adiós.

Y sin más, seguí mi camino. Cogí de nuevo el teléfono y me puse a hablar con Mario, continuando con la conversación donde la habíamos dejado, y volviendo a las risas y las guasas.

Ya por la noche, cuando estaba terminando de prepararme la cena una llamada a mi móvil de mi hijo. A pesar que teníamos muy buena relación y estábamos en contacto frecuentemente, la llamada me mosqueó un poco. Primero me encuentro a su madre y la dejo con la palabra en la boca y ahora me llama el hijo.

  • Hola Pablo. Que tal todo hijo – le dije cuando descolgué el teléfono

  • Hola Papá. Nada. Para saber como te iba...¿Estás cenando?

  • Justo iba a sentarme a cenar cuando has llamado – le respondí

  • Ahhh, bueno, perdona te llamo en otro momento si no – Me contestó en un tono claramente nervioso.

  • Pablo, hijo, qué pasa. Has hablado con tu madre, no? - Le solté a bocajarro cuando intuí que en esa llamada mucho tenía que ver mi encuentro de la tarde con su madre.

  • Buenooooo, Papá. Si. No te voy a engañar. Mamá me llamó hace un rato bastante hecha polvo. Me contó que os encontrasteis en el Centro Comercial, que estuviste muy frío y que rechazaste su invitación al café y charlar un rato.- Me expuso el pobre chaval intentando salvar la situación y ver que le podía contar.

  • ¡Y qué debería haber hecho Pablo?. Dime. ¿Tú qué hubieras hecho?. Hijo, ya eres mayorcito. Eres todo un ingeniero. Un profesional que se gana su sueldo todos los meses y creo que va siendo hora que te cuente mi historia con tu madre. Al menos mi versión. No sé si ella alguna vez te ha contado la suya. Pero no pienso quedar como el malo de la película. Hasta los cojones.

Pablo, se que tu madre me estuvo poniendo los cuernos al menos seis meses antes de abandonarme. Por supuesto, cuando te fue a visitar a Italia, que a mi no me dejó acompañarla, se fue con su amante. Por eso la encontraste tan extraña la víspera de venirse y pasó tan poco tiempo contigo. Y estando ella en Italia fue como descubrí su engaño y no te voy a decir cómo, porque es una larga historia. No sabes lo traicionado que me sentí y lo jodido que me quedé. Fue un mazazo que ni por asomo me esperaba. Aún así no monté en cólera, ni la llamé ni le envié ningún mensaje. La quería y pensaba que si sólo era sexo, tarde o temprano se le pasaría, yo la perdonaría y volveríamos a nuestra vida.

A toro pasado me doy cuenta que fui un completo gilipollas. Nunca supe interpretar las señales que me llegaban. Tu madre y yo apenas teníamos relaciones sexuales los últimos años y su relación conmigo más que fría, era distante. Ella me rehuía y yo me fui acostumbrando. Me desahogaba con la mano y tiraba para adelante, porque a tu madre la quería mucho. Pero ya ves. Ella si tenía quien la desahogara y yo, como un completo zoquete, en Belén con los pastores.

El día que te volviste en Navidades a Italia, estuvo llorando en el coche de vuelta. Recuerda que esas navidades tu madre estuvo bastante apática y no quiso venir con nosotros a esquiar. Supongo que aprovecharía para esquiar en la casa de su amante. Yo en esas lágrimas veía a una persona que estaba confundida, que no lo estaba pasando bien. Soñaba con que se estuviera arrepintiendo. Pero cuando por la noche llegó a casa, se metió en el dormitorio, preparó una maleta y a pesar de volver a repetirle que la amaba y que no lo hiciera, me dijo que era muy aburrido y que ya no me soportaba, abrió la puerta y se marchó. No atendió los siguientes meses ninguna llamada que le hice. Y me dejó muy claro que entre nosotros ya no había nada, lo único que quedaba eres tú. Y ahora hijo, que te cuento mi historia, ¿crees que he hecho mal en no sentarme a charlar con un café con tu madre?

  • No Papá, está bien. Te entiendo perfectamente. Joder, yo de todo esto no tenía ni idea. Lo de que se había ido a Italia con el amante, ya lo sabía. Tú mismo me lo dijiste. Pero de como te abandonó y tus sentimientos hacia ella, de hasta perdonar su infidelidad, me dejas sin palabras. - Emocionado, el pobre Pablo terminó diciéndome.

  • Papá, no sabes lo orgulloso que estoy de ti y lo que te quiero. Hoy me he dado cuenta de lo grande que eres. Con todo lo que llevabas encima, jamás ha salido de tu boca ningún improperio hacia mi madre. Yo me voy a quedar fuera de todo esto. Y no voy a permitir que Mamá me vuelva a manipular. Esta es la vida de ustedes y yo los quiero demasiado a ambos. Gracias por habérmelo contado Papá. Si quieres comemos juntos el domingo. - Se despedía Pablo.

  • Gracias hijo. Yo también te quiero. Si. El domingo sin problemas. No tengo nada que hacer. El sábado nos llamamos. - Y me despedí de mi hijo, con desazón y pena. El chaval se notaba sobrepasado. No se esperaba para nada esa actitud de su madre conmigo. Se sentía como un idiota al que su madre había utilizado.

Habían pasado tres meses más o menos desde mi encuentro, más bien encontronazo con Lucía, cuando me llamó Laura. Quería verme y comer conmigo. Se me hizo extraño. Desde que estaba con su abogado, apenas nos veíamos y si quedábamos éramos los tres, almorzando o cenando juntos. Acepté y fuimos a almorzar a un italiano que estaba cerca de donde yo vivía. Yo le propuse si quería almorzar cerca de su trabajo, pero no me dio opción, que el italiano era perfecto. La verdad que eso también me llamó la atención. Almorzar los dos solos de nuevo y con mi casa tan cerca, la verdad, no sabía ni que pensar. En esos momentos se activó el cerebro de mi muñeco de abajo. Quedamos a las tres. Ella se presentó vestida muy elegante con un traje ejecutivo con falda, una blusa blanca con volantes pequeños en las mangas y unos taconazos negros. Sí señor, estaba estupenda.

  • Hola Laura. Pero qué guapa estás – Le solté de repente mientras le daba dos besos en sus mejillas.

  • Que adulador Pepe, tú también estás hecho un bombón. No me extraña… - Y se quedó callada, comiéndose la frase que me iba a soltar.

  • No te extraña, ¿qué? - le respondí yo intrigado.

  • Nada nada. Vamos a pedir. Yo quiero lo de siempre Tagliatelle con trufa negra y boletus. De entrante, me da igual, lo que prefieras. Aquí está todo riquísimo.

El maitre nos tomó la comanda y se fue. Conociéndola, sabía que no iba a demorarse al postre para contarme lo que me tenía que decir. Ella era así. Cotilla y desesperada.

  • Pues tu dirás, Laura...Esperando estoy a que me sueltes a qué viene este almuerzo – Le dije con una sonrisilla.

  • Como me conoces jodío, a ti no te puedo engañar. Pues si, venía a hablarte de Lucía – Me soltó sin contemplaciones y fijando su mirada en mí, esperando muy nerviosa mi reacción.

En todo el tiempo transcurrido desde mi separación, Laura, a pesar de trabajar en la misma empresa que Lucía, jamás me contó nada de ella. Ya no era sólo, que habían dejado de ser amigas, fue un pacto no hablado entre nosotros dos por el dolor que ello nos causaba. De hecho Laura me dijo que al estar en departamentos distintos pasaban meses y ni se encontraban. Habían cogido rutinas distintas para evitarse, como la hora del café de media mañana.

  • Algo importante me tendrás que contar de ella, cuando en estos más de tres años jamás la mencionamos – Le inquirí tranquilamente.

  • Verás, Pepe, te cuento...- Estaba sumamente nerviosa y no arrancaba. No sabía como empezar y aquello me estaba poniendo de los nervios. Empezaba a pensar que algo le ocurría a Lucía y a pesar de lo mal que se portó, yo a ella no le deseaba nada malo. - Lucía hace tres meses por lo menos, me pidió hablar conmigo – y siguió.

  • Estaba en mi despacho trabajando en unos pedidos que tenía que tramitar y tocaron en la puerta y cual fue mi sorpresa de encontrarme a Lucía cuando entraron en mi despacho. Hacía muy mala cara. Ojerosa. Sin parar de tocarse las manos. La invité a entrar y le pregunté qué le ocurría, que me sorprendía que después de más de tres años de retirarme el saludo, de pedirme que no la llamara más y además llamarme zorra en tu casa, ahora quisiera hablar conmigo. En ese momento explotó y rompió a llorar y me pidió perdón. Sinceramente, me quedé impasible ante su llantina y esperé a que se calmara. Y entonces en un tono seco le pregunté

  • ¿A qué has venido Lucía? ¿Qué quieres de mí? Por si no lo sabes y no se si te preocupa o no, yo no estoy con tu ex-marido.

  • Ya lo sé Laura. Y si hubieras estado con él no podría reprochartelo. Como podría, si yo me fui con el tuyo – Me respondió enjugándose las últimas lágrimas y con una vocecilla apenas audible llena de pena.

  • Y si vienes a que te diga de Antonio, te lo advertí el día que nos denigraste a tu marido y a mi en tu antigua casa. Ya sabías de qué pie cojeaba. En el fondo debo darte las gracias de que nos mandaras al carajo a mi y a tu ex. Me sirvió para poder conocer a Jose en profundidad, no sólo en el plano sexual, faceta de la que nunca me hablaste, sino como persona en conjunto. Y tengo que decirte asombrada que aún no entiendo como lo sacaste de tu vida. Es gracioso, divertido, ocurrente, gran conversador, excelente follador y sobre todo, una de las mejores personas que haya conocido. Aún me pregunto cómo no me enamoré de él. Creo que la respuesta es que no estábamos preparados para iniciar una relación seria. Y creo que él todavía menos que yo. Tu ruptura lo dejó devastado. - Le solté sin prisa, pero sin pausa. Con mucho aplomo y sin ninguna intención de hacerle daño, pero era lo que realmente pensaba. En ese breve espacio de tiempo, desde que había entrado en mi despacho ya me había dado cuenta que Lucía debía estar completamente arrepentida de la nefasta decisión de joder su matrimonio.

  • Lo sé Laura. Claro que lo sé y lo sabía. Ese nefasto periodo de mi vida, que aborrezco con toda mi alma, me llevó a perder a dos de las personas más importantes de mi vida. A la más importante, Pepe y a mi mejor amiga – Y diciendo esto rompió nuevamente a llorar. Esta vez sí que me conmovió. Que me mostrara su arrepentimiento por haber perdido a su mejor amiga, o sea yo, hizo que me levantara, me acercara a ella y cogiera su cabeza con mis dos manos apoyándola en mi estómago. Ella llorando más intensamente me abrazaba con fuerza y entre hipidos imploraba mi perdón.

  • Venga Lucía tranquilízate - le dije mientras le secaba las lágrimas que rodaban por sus mejillas y alzando su cara con las dos manos y mirándola fijamente le pregunté – ¿Qué te ocurre Lucía? -

Tras unos segundos donde Lucía se recompuso, me cogió las manos y dándome las gracias empezó a hablar débilmente y con un tono de pena que daba auténtica lástima.

  • No sabes lo que te agradezco la oportunidad que me das de volver a dejarme hablar contigo. Siento muchísima vergüenza de como te traté, de como te insulté y sobre todo de como me cargué nuestra vieja amistad. Te vuelvo a pedir perdón por ello. - Y levantando la cara, volvió a mirarme de nuevo con esos ojos que eran una oda a la tristeza. Asentí con la cabeza en señal de aceptar su perdón y prosiguió su relato.

  • Echo la vista atrás y sigo sin entender que me pudo ocurrir en aquella época. Los días me empezaron a parecer todos iguales. Me confesabas tus infidelidades. Me enteraba de los rolletes de nuestros compañeros en las reuniones de la empresa y todo aquello me parecía excitante. Entonces terminaba la jornada de trabajo y me iba para casa y aquello se convirtió un poco como el día de la marmota. Cada día igual. Y Pepe, sin darse cuenta, se terminó contagiando de la situación. Fueron muchos años juntos. El enamoramiento de juventud y su fogosidad, dio paso a un amor maduro y más reposado en todos los aspectos, derivando por último en rutina y en mi caso hastío. Te habrá contado Jose que creo que en los dos últimos años no creo que llegáramos a echarnos ni diez polvos, pero es que en el último año, no creo que fueran más de dos -

  • Ya, me imagino. Ya te tiraste una mitad del año follándote a mi ex para suplir esa carencia – Le dije con un sarcasmo que me salió de dentro y que a ella le hizo agachar la cabeza.

  • Fui una imbécil y en vez de hablarlo con Pepe, me lo callé. Empecé a pensar en nosotros. En lo que éramos. En qué nos habíamos convertido. Si una pareja. Si unos amigos o simplemente unos extraños. Me empecé a rayar mucho y para colmo Pablo se va de Erasmus a Milán y nos deja solos. Ahora si que no tenía excusas para no follar y aún así, lo rechazaba y el bueno de Pepe, no sé si lo entendía o no, pero no me ponía ni caras y me imagino que se aliviaría el solito. Y todo esto me hacía sentir cada vez peor. Y entonces, en uno de los viajes a Galicia coincidí con Antonio que iba por trabajo a La Coruña también. Nos sentamos juntos en el avión y estuvimos conversando todo el viaje.

Por aquel entonces, ustedes tenían su enésima crisis, pero él para nada me habló de ti. Fue un trayecto corto pero hablamos más que nunca. Me preguntó el tiempo que iba a estar allí y que si no tenía ningún plan, esa noche me invitaba a cenar. Y accedí. Esa noche con él fue genial. Me reí como hacía tiempo que no recordaba. El tiempo pasó muy rápido y a medida que pasaba el tiempo con él, empecé a mirar a ese hombre con la mirada no de una amiga, sino de una hembra. Fue muy caballeroso y después de tomar una copa en un pub me acompañó al hotel y se despidió con dos besos. Me preguntó cuanto mas me quedaría por allí y aunque supuestamente, al día siguiente debería haber vuelto, me las ingenié para que la empresa aceptara que me quedara dos días más con un burdo pretexto de unas mercancías defectuosas.

Se lo dije y quedamos al día siguiente para dar un paseo y luego ir a cenar. Esa noche fue la de la consumación de mi infidelidad. Por un lado me sentí dichosa, por volverme a sentir una mujer deseada, pero por otra parte el sentimiento de culpa me mataba. Estaba engañando al que hasta ese momento era el hombre de mi vida y también a mi mejor amiga. Cuando regresé de La Coruña, nada más llegar, lo llamé y le dije que lo que había ocurrido había sido un gravísimo error y que no podía ocurrir más.

Pero más tarde, entre que hablé contigo y me contaste los cuernos que le pusiste con el ejecutivo de aquella empresa papelera, que poco después también me informaste que Antonio se había ido de tu casa y entre tanto la situación en mi casa no cambiaba un ápice y mi relación con Pepe seguía igual de plana, Antonio, al cabo de un tiempo, me llamó para ver cómo estaba y sin más le dije que necesitaba verlo. Y ahí empezó todo. Por ti, ya no sentía pena. Tu y yo hablábamos y ya me decías que tu matrimonio estaba muerto. Sin embargo, con Jose era distinto. Todo seguía igual, pero él me seguía brindando todo su amor y cariño a pesar de mi apatía y casi desprecio hacia él. Me encontraba incapaz de hablarlo y afrontarlo. Sencillamente no podía. Fui una completa cobarde. Y tomé la decisión de dejarlo una vez Pablo se volviera a Milán después de las navidades.

Cuando me acuerdo de como finiquité mi matrimonio con una persona tan maravillosa como Jose, diciéndole que era un aburrido y que ya no lo soportaba...- En ese momento se volvió a quebrar Lucía con un llanto suave y sostenido y acabó su frase

  • No sé cómo pude ser tan cruel, como causé un daño tan gratuito a una persona que me había dado tanto y tan bueno en mi vida. Joder, pero que pedazo de hija de puta que fui. Y encima, corté todo contacto con él para evitar mis remordimientos y mis miedos que eran muchos...Sabes Laura, ayer le volví a ver. Había ido al Centro Comercial a tardear y me lo encontré. Desde la última vez que les vi a ustedes dos en la que fue mi casa, hace más de tres años, no lo había vuelto a ver. Iba andando y lo vi venir hacia mí a unos ciento cincuenta metros. A medida que se acercaba y lo veía más nítidamente, más embelesada me quedaba. Él hablaba con alguien por teléfono y miraba para adelante sin mirar y no se daba cuenta que caminaba hacia mi. Cuando llegó a mi altura, me reconoció y se detuvo y me salió una sonrisa del alma. No sé por qué pero estaba contentísima de encontrármelo y es que estaba tan guapo. Me saludó sin besarme y estuvo correcto pero muy frio conmigo y cuando le pedí de tomarnos un café y charlar si le apetecía, de muy buenas maneras me mandó a tomar por culo. Que ya no tenía nada que hablar conmigo, que eso tenía que haber sido no antes de abandonarlo, sino antes de que empezara a cornearlo.

Y allí me dejó. Volvió a llamar a su amigo y continuó su conversación como si no se hubiese interrumpido nunca. Me sentí ninguneada. Me sentí como una mierda, pero no se lo podía reprochar, sabía que era lo que me merecía y hasta muy generoso había sido conmigo. Y por eso llamé a mi hijo, para desahogarme y sin pedirle nada, me dejé caer para que intercediera por mí para que su padre hablara conmigo. Pero el tiro me salió por la culata. Pepe, que jamás le había contado nada a su hijo de nuestra separación, le contó a Pablo todo lo que ocurrió, que además era todo cierto. Como consecuencia de ello, mi hijo me ha prohibido terminantemente que le vuelva a pedir nada que tenga que ver con su padre. Estaba absolutamente decepcionado y abatido por lo que su padre le contó. Y eso me ha hundido aún más en la miseria.

Volviendo a mi historia con Antonio, creo que nunca fui totalmente feliz con él. Mis remordimientos y un algo, que en aquel momento no sabía interpretar, me impedían ser lo feliz que había sido con Pepe. Y más, cuando después de la fase sexual explosiva inicial de todos los comienzos de relaciones, se inicia la rutina de la vida de pareja. E inconscientemente empiezo a sacar comparaciones entre Pepe y él ante distintas situaciones cotidianas. Y sin darme cuenta empecé a derribar poco a poco la muralla mental que habitaba en mi cerebro y que sólo me permitía recordar mis últimos tristes años de matrimonio, y no los felices años anteriores. Y con el tiempo, poco a poco redescubrí el día que conocí a Pepe. Lo enganchada que estaba de él. Lo enamorado que estaba él de mi. Lo que me reía con él. Las primeras veces que hicimos el amor, como aquel loco fin de semana que nos encerramos en un hotel rural y lo hicimos 20 veces desde el viernes por la noche hasta el domingo al mediodía. Y empecé a darme de bruces con la realidad. Ese era el algo que no me dejaba ser feliz. Había colocado una loza de toneladas en todos aquellos felices recuerdos de mi relación con Pepe y ahora la había aniquilado y emergían esos maravillosos recuerdos y la inigualable figura de Pepe, como protagonista de todos esos bellos recuerdos.

Ya hace más de un año y medio que Antonio y yo sólo somos compañeros de piso. Él me respeta y me tiene cariño, pero nos comportamos como amigos nada más. Tengo constancia que al año, después de empezar juntos, ya me los estaba poniendo con una abogada de su competencia. De eso me enteré, hará poco más de un año y lejos de dolerme o enfadarme, me liberó. Como lo oyes, me sentí completamente liberada de cualquier vínculo emocional con él y desde entonces he vivido aletargada si entender que me ocurría. Como en tan poco tiempo, me había alejado de Antonio de quien supuestamente tendría que estar enamorada.

Y además, durante todo este tiempo, no me he querido complicar la vida buscando otra pareja. Me volqué en mi hijo, en los ratos que podíamos estar juntos y en alguna salida, sobre todo con algunas de las mujeres de nuestro grupo de amigos de siempre. Ellas jamás me hablaron de Pepe y yo por vergüenza tampoco les pregunté. Y con todo este potaje mental que tenía en mi cabeza, llega el fatídico día de mi encuentro con Pepe en el Centro Comercial y en ese momento, se me hizo la luz y me di cuenta de lo que me ocurría y que hasta entonces no entendía y peor aún, me di cuenta del terrible error que había cometido en mi vida. Me di cuenta que él era mi hombre, que él era mi vida, que él lo era todo para mi y que yo le había hecho un daño devastador y lo había perdido. Laura, sólo a ti puedo acudir para pedirte que intercedas por mi ante Pepe y acepte hablar conmigo. Necesito desesperadamente pedirle perdón. Necesito tener esta charla con él, la que le negué y que al menos me escuche. Sólo así podré encontrar algo de consuelo en mi atormentada existencia.- Terminó de hablar y agachó su cabeza esperando mi respuesta.

  • Lucía, esto no es fácil para mí. De entrada te digo que no. No quiero remover la conciencia de Jose. Lo pasó fatal y no es justo que ahora que está estabilizado y le veo feliz en su vida, le pida que hable contigo y vuelva a lidiar con los fantasmas de su pasado. Dame tiempo, que lo vaya madurando y encuentre el momento para tantearlo, pero no te aseguro nada -

  • Gracias Laura. Gracias por escucharme. Eres una persona maravillosa y no sabes lo que te he echado de menos – levantándose de la silla vino hacia mí y me abrazó con mucha fuerza y susurrándome al oído, me pedía nuevamente perdón con una lágrima en sus ojos.

  • ¿Querrás venir a tomar café conmigo alguna mañana como era costumbre? - Me preguntó

  • Claro, pocas cosas mejores que un buen café a media mañana con tu mejor amiga y un buen cotilleo – le dije con una amplia sonrisa en la boca.

  • Y así llevamos los últimos meses, Pepe. Hemos retomado nuestra amistad. He recuperado a mi mejor amiga. Ya inclusive se la he presentado a Eduardo y hemos salido a cenar los tres. Eduardo se quedó impresionado de la tristeza que emana de Lucía. Dice que la carga que debe llevar encima debe ser demasiado pesada. Le da pena porque salvo un milagro, ella nunca será feliz. Y esto es todo lo que tenía que contarte cariño. ¿ Qué me dices ?.- Y mientras sorbía su café, me miraba intrigada sobre mi reacción.

  • Joder, Laura, que quieres que te diga. Esto no me lo esperaba coño. - Y empecé a agitar nervioso mi cuerpo hacia delante y hacia atrás.

  • Jose María, tranquilízate. Ya oíste en la historia que te he contado, que no le di ninguna seguridad a Lucía de nada. Ni siquiera me comprometí a pedírtelo. De hecho me he tirado un mes rumiando la mejor forma de abordar todo este tema e inclusive si debía decírtelo o no. Y todo estos meses con ella, donde hemos vuelto a lo mejor de nuestra amistad, me ha empujado a hablar contigo. Y si me preguntas como amiga tuya que es lo que debes hacer, te digo sin titubeos que deberías darle la oportunidad de que te pida perdón. Y no sólo lo digo por ella, que soltaría lastre de su pesada carga, sino que ese perdón pedido por ella ayudará a cicatrizar las heridas que sigues teniendo abiertas en el alma.

  • De acuerdo Laura. Déjame que lo piense. Es mucho lo que tengo que procesar, demasiado diría yo. Y tengo que pensar en mi. Lo siento, pero ahora mismo yo soy lo más importante. -

  • Por supuesto Pepe. Tu eres lo más importante. Tómate todo el tiempo que necesites y si al final decides que no le vas a dar esa oportunidad, no te preocupes que yo mismo se lo diré. -

Pedí la cuenta, la invité yo. Pagué y me despedí de ella con dos besos. Cuando se marchaba se giró y me dijo

  • Piénsalo Pepe. Me gustaría que te vieras con ella. Sabes que te quiero y te deseo lo mejor y como amiga de los dos, sé que esa conversación pendiente os vendrá muy bien a ambos.

Continuará...