¿Conocéis una web que se llama Todorelatos? (y 4)

Le amasé las tetas desde atrás mientras le mordía el cuello y restregaba mi polla entre los cachetes de su culo. Ella empezó a jadear. Soltándole una de las tetas, con mi brazo libre, le alcé su pierna izquierda y ella sacó ligeramente su culo hacia mí, dejándome vía libre para metérsela desde atrás

Me quedé de pie sin saber qué hacer. Me puse medio vaso de whisky de malta que ahora ya me podía beber sin complejos y aunque resulte patético, me quedé paralizado. No sólo había perdido a mi mujer, era la forma en la que se despidió. Ya no me quería. No me soportaba.

Ya es jodido que te lo digan pero es más jodido que te lo diga la persona con la que has convivido durante casi veinticinco años y aún más que ni siquiera hubiera habido alguna discusión gorda previamente. No había que darle muchas vueltas. Lucía se había enamorado de otro tío, todo había ocurrido en un plazo de unos cinco o seis meses, quizá menos. Ni  había tenido tiempo de reprocharme nada. Simplemente encontró a alguien que le hacía más feliz que yo y no se lo pensó.

Estuve completamente ido durante unas cuantas semanas. Iba a trabajar como un autómata y al volver, aunque en pleno mes de Enero oscurecía a las seis y no apetecía demasiado, me iba a correr para evitar estar en casa. Empecé a machacarme con muchos más kilómetros de los que solía hacer habitualmente con el único objetivo de llegar a casa reventado, caer rendido en la cama y no tener que pensar. Y al revés que el resto de los mortales, empecé a aborrecer los viernes porque representaban dos días por delante en los que no sabía que hacer yo solo, después de tantos años con Lucía.

Entre medias una tarde al llegar a casa, me dí cuenta de que Lucía había estado allí durante el día llevándose toda su ropa y sus cosas personales para terminar de joderme un poco más el ánimo. Ni siquiera había llamado para decírmelo.

Intenté hablar con ella varias veces pero me rechazaba las llamadas. Lo que dijo de que no me soportaba, era cierto.

También llamé a Pablo, quien me contó que había hablado con ella pero no le había dicho nada. Le conté lo que pasaba y le dije que no se preocupase y aunque no me lo creía ni yo mismo, le dije que lo arreglaríamos. Pablo como buen hijo varón y encima único, adoraba a su madre aunque creo que entre él y yo también había cierta complicidad. Aún así, de entrada sospechaba que era culpa mía y me preguntó si le estaba poniendo los cuernos a su madre. No le quise contar toda la verdad pero le comenté que yo pensaba que en realidad era ella la que tenía un amante, que había estado con él en Italia mientras le fue a ver y que sospechaba que se había ido a vivir con él pero que Lucía no me había querido decir nada. Pablo permaneció callado durante mi explicación. Supongo que le cuadraba lo que yo le estaba contado con la actitud que vió en ella durante la visita, porque además, supuse que a mi sólo me había contado parte de lo que él vio o intuyó. No quería que él notase que yo estaba jodido pero algo debió intuir, porque le noté mucho más cariñoso de lo habitual conmigo, con quien no solía comportarse así. Hasta propuso venirse un fin de semana a vernos e intentar poner paz pero le dije que no hacía falta. Que ya nos veríamos en Semana Santa.

Cuando colgamos, estaba furioso. Lucía podía no quererme y no soportarme pero lo que no era tolerable era que no le hubiese dicho nada a Pablo, que ya no era un niño precisamente por mucho que ella lo siguiera viendo así. Asumiendo que volvería a rechazar mi llamada, le puse un whatsapp: “Hazme el favor de hablar con tu hijo de una puta vez y de tener los santos cojones de explicarle que es lo que pasa”. Antes de enviar, lo releí pensando que igual me estaba pasando en el tono, así que cambié “tu hijo” por “nuestro hijo”.

Una hora después me entraron varios mensajes de Pablo: “Papá, ya he hablado con mamá”, “Perdóname pero ahora no me apetece demasiado hablar”, “Cuídate por favor”, “Te llamo pronto”.

Me eché a llorar pero esta, iba a ser la última vez. Se acabó. Lucía ya era parte del pasado. Era la madre de mi hijo y eso era todo. Había que asumirlo. Eran casi las diez de la noche y me levanté para ponerme un whisky pero me lo pensé un par de veces. No iba a beber. Me vestí de deporte y aunque acaba de empezar Febrero, no hacía demasiado frío así que salí a correr y me hice casi 15 kilómetros. Llegué de vuelta a medianoche. El portero de la urbanización y los vecinos con los que me crucé, debían de estar alucinando.

Un par de semanas después, por la mañana en el trabajo, recibí un whatsapp de Laura: “Jose, tenemos que hablar”. En esos días, no teníamos demasiado lío en la empresa, así que puse una excusa para no volver por la tarde y quedé con Laura para comer en nuestra zona, lejos de mi trabajo y del suyo que seguía siendo también el de Lucía a la que, después de casi dos meses, ya empezaba a considerar como “mi ex”.

Quedamos en el mismo sitio en el que solíamos organizar las cenas, que al mediodía estaba mucho más tranquilo. Laura apareció impresionante. No la veía desde la cena de antes de Navidad y venía vestida con falda ajustada, blusa, chaqueta y tacones. Nos dimos dos besos y pedimos unas cervezas antes de pensarnos el menú.

  • ¿Te cuento ahora o prefieres esperar a los postres? Me dijo Laura.

Yo me imaginaba de qué iba a ir la conversación, así que le advertí:

  • Si se me va a quitar el apetito, casi prefiero que lo dejes para el final y así disfruto de la comida y de tu compañía.

Era tontería. Con lo que conocía a Laura, me lo iba a contar ahora mismo, no sé porque me había preguntado.

  • Hace dos semanas, Lucía y yo tuvimos una conversación muy desagradable, me dijo. Creo que nuestra amistad ha durado, poco más o menos, lo que vuestro matrimonio.

  • Pero... ¿Qué os ha pasado?... No quiero parecer vanidoso pero espero que no haya sido por mi culpa.

  • Bueno… está todo mezclado, respondió Laura. ¿A qué no sabes con quien está viviendo Lucía?

  • Pues ni idea. Ella no me ha querido contar nada. De hecho ni siquiera me ha dicho que esté viviendo con otro. Tampoco me apetece investigarla ni seguirla ni nada de eso. Que haga lo que quiera. Lucía es la madre de mi hijo pero ya no es parte de mi vida. De todas formas me imagino que está con alguien pero sólo sé que su nombre empieza por “T”

Laura me miró con cara extrañada … y luego se rió:

  • Claro: Toño.

Ahora el que se quedó mudo fui yo. No conocía a ningún Toño

  • Joder Jose… Toño… Antonio… mi ex  ¡¡Qué pánfilos sois los tíos, coño!!

Escupí un juramento que invoca al todopoderoso y que sólo utilizo en ocasiones especiales, que hizo que las pocas mesas que estaban ocupadas se nos quedasen mirando. El camarero, que nos conocía bien, vino a tomarnos nota. Me disculpé con él pero no le dio importancia, éramos buenos clientes.

A lo largo de la comida, Laura fue contándome todos los detalles. Lucía le había estado mintiendo sobre su amante desde que ella se enteró que tenía un lío por un desliz en una conversación entre ellas. Le había dicho que estaba con un compañero de la empresa, también casado, al que Laura apenas conocía y no trataba. Por proteger a su amiga, nunca dijo nada en el trabajo, ni tampoco investigó si Lucía en realidad estaba con ese tío o con otro. Eran amigas y punto. Laura de hecho, había visto en la oficina a ese compañero que supuestamente estaba con Lucía durante la semana en la que ella estaba en Milán por eso cuando yo le había comentado que pensaba que el amante de Lucía no solo había estado con ella durante el fin de semana, como le había dicho Lucía a Laura, esta no me quiso dar más datos pensado que yo estaba paranoico.

Antonio por su parte, empezó a distanciarse de ella y Laura asumió que andaba con otra pero como no era la primera vez que le era infiel y como ella también le había puesto los cuernos otras veces, tal como ella misma me había contado por el chat, pues de forma más o menos amistosa decidieron separarse. Ellos ya no se querían y su matrimonio llevaba ya años, siendo puro teatro. Cuando Antonio se marchó de casa, Laura imaginó que tendría algo pero tampoco le dio más importancia porque el tema estaba roto desde hacía tiempo, con terceros o sin ellos. Y además, su divorcio no fue algo traumático. Los dos sabían que llegaría más pronto que tarde.

Pero en Navidad, y antes de que Lucía  se hubiese ido de casa, Laura se encontró en un centro comercial, con el compañero de trabajo con el que supuestamente Lucía estaba enrollada y que en realidad usaba como tapadera. El hombre iba con su mujer y sus tres hijos tan feliz. Laura, que no se corta y aunque no tenía ninguna relación con él en el trabajo, más que de verse, y no demasiado, en la oficina, se acercó a saludarles para ver si él se ponía nervioso al encontrarse con la mejor amiga de su amante. Pero no. “La tapadera” le dió dos besos, le presentó a su mujer y a los niños, le estuvo contando lo bien que lo estaban pasando y hasta le propuso tomarse un café con ellos… vamos... que aquello era muy raro.

Laura, llamó a Lucía para preguntarle pero según me decía Laura, por primera vez en los veintitantos años que se conocían, jamás había sido así de borde y desagradable con ella. No sólo no le quiso responder a lo que Laura le preguntaba, sino que le llamó cotilla, maruja y que se metiese en sus cosas.

Es verdad que en lo de cotilla y maruja, tenía razón pero… coño... que eran amigas…

Luego, cuando Lucía se marchó de casa, Laura intentó de nuevo hablar con ella para ver cómo estaba y aunque Laura no me lo dijo, pero conociéndola, imagino que intentando conseguir el máximo de información. Aquí, según contaba Laura, Lucía rompió definitivamente su amistad de tantos años. Le dijo que no iba a tolerar que se entrometiese en su vida y que prefería que no la agobiase ni le estuviera todo el día asediando con preguntas. Que cada una tenía su vida y que no llamase más.

Laura me dijo que no entendía nada, que se mosqueó muchísimo y lo primero que pensó es que Lucía se había enterado de que ella y yo habíamos estado follando. De hecho ató cabos y pensó que quizá la marcha de Lucía de casa se debía a eso, porque el único que podría haberle contado algo a Lucía era yo mismo, quizá en alguna discusión con ella mientras nos peleábamos por nuestras infidelidades. Laura pensó en un primer momento en llamarme, quedar conmigo y multiplicar por diez las hostias que me había soltado el día que se enteró que yo era el que estaba chateando con ella sin revelar mi auténtica identidad. Luego me dijo que pasó a considerarme otro hijo de puta más que había pasado por su vida y no se hizo más mala sangre. Si no hubiese ocurrido lo que pasó unas semanas después, probablemente no me hubiera llamado ni hablado nunca más.

Pero hacía unos días, Laura había tenido que quedar con su ex, Antonio, para firmar unos papeles de la hipoteca de la casa que tenían que cancelar como consecuencia de la separación. Como su ruptura había sido razonablemente amistosa, no se pasaban el día en abogados y los asuntos más simples los gestionaban entre ellos. Antonio se había alquilado un apartamento no demasiado lejos de nuestra zona y quedaron juntos en una cafetería cerca de su nueva casa. Mientras tomaban el café y firmaban los papeles, su ex le estuvo contando lo bonita que era la nueva urbanización donde vivía y le dió algunos detalles del sitio.

A Laura, le salió el espíritu cotilla y cuando se despidieron y cuando fue a por su coche, en lugar de volverse directamente hacia casa, se le ocurrió dar una vuelta a la manzana para ver la nueva urbanización de Antonio. Al pasar, le vio llegando a pie al portal pero vio también un coche idéntico al de Lucía, que tiene un Range Rover de color azul chillón muy fácil de identificar y que estaba aparcando en la puerta en ese momento. Paró en una esquina para que no la viesen y vio cómo Lucía salía del coche, le dio un beso en los labios a Antonio quien le pasó el brazo por la cintura y juntos entraron en casa.

Bueno… pues todo cuadraba. Le conté a Laura lo del aeropuerto y como, efectivamente, los hombres somos unos gilipollas tal como ella me había dicho por el chat.

Terminamos de comer y en los cafés, cambiando de tema, Laura me pregunto:

  • No has vuelto a subir nada a Todorelatos ¿No? El otro día entré en la página y no vi nada nuevo tuyo.

  • Mujer, le dije, estas semanas no he tenido cuerpo para ponerme a escribir. Me temo que si necesitas inspiración vas a tener que volver a leer “Evento de Trabajo”, me reí.

  • Prefiero que me inspire el autor, dijo ella poniendo carita de hacerse la interesante.

  • ¿Tienes trabajo esta tarde? Le pregunté.

  • Vete pidiendo la cuenta en lo que hago una llamada y cancelo una reunión.

Subimos a mi casa, que está a 5 minutos andando del restaurante. Y según entramos Laura se quitó la chaqueta que dejó tirada en el sofá y se desabrochó dos botones de la blusa para que pusiese asomarme a ese canal que me volvía loco. La abracé pegando mi cuerpo al suyo y después de besarla le propuse:

  • Es muy pronto, serán las tres o tres y media, y después de comer apetece una siesta, ¿No?

Me volvió a besar y fuimos abrazados y morreando hasta mi dormitorio. Nos desnudamos el uno al otro y nos tumbamos en la cama. Laura quedó encima de mí y mientras me besaba bajó su mano a acariciar mi pene mientras yo amasaba sus tetas. Bajó un momento y me la chupó hasta dejármela completamente dura, luego se volvió a subir a besarme y guiandola con la mano se ensartó en ella.

Su interior estaba húmedo y caliente y me aprisionaba la polla provocándome un placer que me llevó a lanzar un gemido que debió de oírse en todo el edificio. Ella se quedó quieta, clavándose lo más  posible en mí y tumbándose para apoyar su cabeza en mi pecho.

  • Te siento muchísimo, me dijo jadeando, me llenas toda Pepe.

No le respondí y me lancé a comerle las tetas, mordisqueando los pezones a la vez que empezaba a bombear dentro de ella. Laura empezó a gemir y a moverse para darse el mayor placer posible guiando el polvo ella misma. Alargué mi mano derecha para excitarle el clítoris con mi dedo pulgar mientras me follaba y ella, frenándome las embestidas, empezó a convulsionar gritando y anunciando su orgasmo.

Yo estaba al límite también y se lo dije:

  • Hoy quiero que te corras dentro, me dijo con la voz entrecortada por el placer

Volví a embestirla yo, levantándola en el aire con cada pollazo que le daba pero fue un momento porque empecé a descargar dentro de ella, mientras Laura volvía a besarme ahora de forma suave. Me salí de dentro suyo y me fijé en que parte de mi corrida estaba rebosando su coño y bañando mis huevos.

  • Joder, como nos hemos puesto, le dije riéndome

  • A ver si vas a tener el mismo problema que David, el de tu relato, dijo ella mirando hacia abajo y riéndose también, haciendo referencia a que el protagonista masculino de “Evento de Trabajo” tenía unas eyaculaciones muy copiosas

  • Esto es más simple… le comenté… creo que llevaba un mes como poco sin correrme.

  • Anda… dijo Laura… pero si Lucía se marchó hace ya dos o tres meses… ¿Qué pasa?… ¿Que te has estado haciendo pajillas, guarrillo?

  • ¿Tu que crees?, le respondí

  • Pues creo que eres idiota. Pudiste haberme llamado.

Volví a besarla con pasión, mientras la abrazaba apretándola fuerte contra mi cuerpo. Nos relajamos un momento y nos quedamos medio adormilados.

Durante el polvo, habían estado entrando whatsapps en mi móvil pero no me apetecía romper la paz del momento con la mierda del teléfono. Sin embargo me pareció oír una llave en la puerta de la entrada, como si alguien fuera a entrar en casa ¡¡¡Mierda!!! Sólo había dos personas, aparte de mi, que pudieran entrar en casa con llave y una de ellas, estaba en Milán.

Me levanté como un rayo, me puse los gayumbos y salí por el pasillo hacia el salón. Obviamente era Lucía.

  • ¿Qué coño haces aquí?

Ella pareció igual de sorprendida que yo. Me había estado mandando whatsapps diciendo que iba a pasarse a recoger unas cosas antes de que yo volviera del trabajo. Lo bueno es que esta vez había avisado. Lo malo era que yo no había leído los mensajes.

  • Tranquilo. Te había avisado pero como no contestabas, pensaba que estarías reunido en el trabajo y por eso he subido pero me marcho, no te preocupes. Ya volveré en otro momento.

Pero Lucía se fijó en la chaqueta que estaba tirada en el sofá e intuyo que sabía quien era la dueña. Seguían trabajando juntas, probablemente se habían visto por la mañana y sabían cómo iban vestidas.

  • Veo que estabas entretenido.

Estaba en calzoncillos, había una chaqueta de mujer en el sofá. Estaba claro.

  • No creo que tú, ni puedas, ni debas reprocharme nada al respecto, le contesté.

  • No, hombre, no… que os aproveche. La zorra de Laura seguro que te lo hace pasar muy bien. Me temo que sois los dos igual de pervertidos, dijo mientras se encaraba hacia la puerta para marcharse.

No quise contestar. Era una situación ridícula. Mi mujer se lía con el marido de su mejor amiga, me deja de la noche a la mañana sin darme ninguna explicación coherente, aparte de decirme que se aburre conmigo, y ahora se sentía ofendida porque yo estaba con otra.

Pero Laura se había vestido y apareció en el salón. Me temí lo peor.

  • Lucía, sólo una cosita antes de que te vayas.

Lucía se giró mostrando una cara de desprecio por la que había sido su amiga del alma hasta hacía un par de meses que me dejó a cuadros.

  • Antonio, me engañó varias veces durante nuestro matrimonio, le dijo Laura a Lucía mirándole a los ojos. Yo también le engañé, como sabes, pero ahora la que está con él eres tú. Átate los machos porque no creo que te dure mucho. Y por cierto... vigila tu cuenta corriente.

Lucía seguía mirando con desprecio y soberbia a Laura. Parecía estarle diciendo que ella era la hembra que había conseguido copular con el macho alfa de la manada. Ella, Lucía, era la hembra ganadora.

  • Os dejo que sigáis lamiéndoos las cornamentas. La próxima vez, me dijo Lucía mirándome, procura responderme a los mensajes. Así al subir no me encontraré con una situación tan patética como esta.

Me puse entre ambas, esperando un rifirrafe que afortunadamente no llegó a producirse.

  • Lucía, eres la madre de mi hijo, le dije. No te podría perder el respeto ni aunque quisiera. Haz el favor de marcharte de aquí.

Lucía salió dando un portazo y me abracé a Laura que estaba roja como un tomate por la ira acumulada.

  • ¿Por qué le has dicho lo de la cuenta corriente? Le pregunté ¿Habéis tenido algún mal rollo en el divorcio?

  • Que va… contestó Laura. Todo lo contrario. Antonio es un tío desprendido y jamás he tenido ni el más mínimo problema con él por el dinero. Se lo he dicho para joderla. Ahora va a pasarse una temporada paranoica, que la conozco de hace muchos años...

Me reí de la maldad de las mujeres y le propuse a Laura darnos una ducha. Yo estaba todavía pegajoso del polvo que habíamos echado. Nos desnudamos y nos metimos en la ducha lavándonos con gel mutuamente. Estando debajo del agua, Laura se me colgó del cuello y dándome un pico, me dijo:

  • Ahora sí que estamos como David y Marta, me dijo sonriendo y refiriéndose a los protagonistas de mi relato.

  • Sólo que David tenía veintitantos años y ya estaba palote de nuevo, le dije a Laura riéndome yo también

  • Pero como pensaba Andrés, el malo del relato, la experiencia es un grado y a veces la calidad es preferible a la cantidad.

Nos volvimos a besar, pero Laura me miró con una sonrisa pícara y me dijo…

  • Hoy ya no tienes excusa para que te recorte el vello…,.¿Donde tienes una tijeras?

Me eché a reír y le indiqué dónde podía encontrar unas tijeras en la cocina. No iban a ser una tijeritas de depilar pero con un poco de cuidado le servirían. Llegó con las únicas tijeras que a mi me sonaban, unas de cocina que la verdad, tenían pinta de que me podía cortar el rabo con ellas.

  • ¡¡Ten cuidado!! Le dije asustado.

Cerró el agua y se puso de rodillas a recortarme todo el vello e igual que en el relato, me hizo girarne para recortar por debajo del escroto y en el interior de las nalgas. Cuando terminó volvió a abrir la ducha para quitarme los pelos y limpiar el plato.

  • ¡¡Hala!! Mira que bien has quedado, dijo riéndose. Y menos mal que la tienes pequeñita y fofa porque si hubiera estado dura me lo hubieses puesto más difícil.

  • Que mala eres, le dije.

  • No… soy muy buena chica, me contestó volviéndose a arrodillar ante mi y cogiéndome la polla para metersela en la boca.

Con el trabajo de su lengua y de sus labios, se me volvió a levantar. Agachándome, cogí a Laura por las axilas para subirla a mi altura y poder besarla mientras frotaba mi pene ya erecto contra su coño, sintiendo como el poco vello que ella tenía allí, me hacía cosquillas en el glande. Luego la giré y pegando su espalda a mi pecho, le amasé las tetas desde atrás mientras le mordía el cuello y restregaba mi polla entre los cachetes de su culo. Ella empezó a jadear. Soltándole una de las tetas, con mi brazo libre, le alcé su pierna izquierda y ella sacó ligeramente su culo hacia mí, dejándome vía libre para metérsela desde atrás. Se la ensarté de forma un poco bruta lo que hizo que me llamase animal y que tuviera cuidado pero se le pasó pronto, porque enseguida se puso a gemir de nuevo.

Lo de follar en la ducha es muy excitante pero no es muy cómodo, así que me salí de ella con alguna queja por su parte. La cogí de la mano y después de secarnos nos fuimos hasta la cama.

Allí Laura se tumbó de espaldas y abriéndose de piernas me invitó a que la montase pero yo antes de eso, quería comerle el coño. Le volví a hacer una comida como la de la última vez pero ahora con el añadido de que ya habíamos estado follando un rato y ella estaba mucho más caliente así que conseguí mi objetivo de que entre convulsiones y apretándome la cabeza contra su entrepierna, Laura tuviera un orgasmo glorioso mientras yo seguía comiéndoselo.

Tras su orgasmo, me subí a besarla con furia compartiendo su flujo que esta vez me supo algo más amargo que la vez anterior pero aún así lo disfruté. Tras un momento de relax, yo quería correrme también e hice amago de ponerla en cuatro para follármela desde atrás pero ella no tenía esas intenciones. Se quedó tumbada boca arriba pero se deslizó algo hacia la parte de abajo de la cama, luego me pidió que me pusiera a horcajadas sobre ella con mi polla a la altura de sus tetas.

Metí la polla entre ellas, mientras Laura se las apretaba y las movía arriba y abajo haciéndome una cubana de infarto. Yo estaba a punto y se lo dije, entonces ella se soltó las tetas y bajándose un poco empezó a chuparmela. Estuvo un momento, porque se la sacó y me dijo que quería que le follase la boca.

Apoyé mi brazo izquierdo contra la pared del cabecero y con la mano derecha me sujetaba el rabo que apunté directamente a su boca mientras empezaba a bombear con cuidado de no pasarme y atragantarla. Aguanté un momento. Avisé a Laura de que me iba a correr pero ella no hizo ningún amago de retirarse así que descargué en su boca

Era la segunda corrida de la tarde así que fue bastante discreta, lo que no evitó que Laura subiese rápidamente a buscar mis labios para compartir el esperma.

Nos besamos con rabia, chupándonos para recoger hasta la última gota de leche que hubiera quedado en nuestros labios. Luego nos tumbamos juntos en la cama, con Laura apoyando la cabeza en mi pecho.

  • Eres increible, le dije a Laura.

  • No seas pelota, me dijo ella. Además… que no te crezca mucho el ego, pero me encanta como me follas. Lucía tiene razón en que somos dos pervertidos.

Nos reímos los dos con la ocurrencia y ella comentó:

  • Pero el más pervertido de los dos eres tú, que además escribes relatos porno, siguió riéndose.

  • Y tu los lees, no te jode, le contesté

  • A ver si te animas, dijo Laura y escribes otro, que ya sabes que me ponen muy, muy cachonda dijo cogiéndome la polla que la pobre estaba ya para el arrastre.

  • Pues sabes que te digo … le contesté… que me acabas de dar una idea. Voy a escribir un nuevo relato.

  • ¿Ah si? ¿Y de que va a ir? Preguntó Laura intrigada.

  • Pues va a ir de una pareja de amigas que trabajan juntas. Un día en una cena, una de ellas le pregunta a la otra y a su marido, que estaba cenando con ellas, si conocían una web que se llama Todorelatos…

FIN.