Congreso universitario

En los congresos y reuniones universitarias suele pasar de todo. Las las largas jornadas de ponencias pueden acabar con un gran relax mas de una vez. Esto es lo que le ocurrió a Jaime. Tuvo su noche de relax absoluto.

Conocí a Irene de manera casual en una reunión sectorial de universidades. Teníamos unas jornadas de trabajo en Zaragoza en la que participábamos representantes de casi todas las universidades españolas. Las jornadas son como todas las sesiones de estudio: se presentan las novedades que vamos a aplicar, se discute sobre todo por pequeñas menudencias y se cuentan todos los problemas que tenemos en cada una de nuestros respectivos servicios para comprobar una vez mas que a todos nos ocurre mas o menos lo mismo.

El segundo día de trabajo, nuestro anfitriones nos obsequiaron con un pequeño lunch a las 8 de la tarde donde poder conocernos mejor y departir mientras tomábamos una copa. No demasiadas, que las cosas siguen sin estar boyantes para las arcas universitarias.

Mientras que nos movíamos por los corrillos que inevitablemente se forman, fui presentado a varios compañeros por otros amigos comunes. En uno de los momentos me presentaron a Irene que venía de la Universidad de Salamanca. Como yo conocía a otros jefes de servicio de allí enseguida le hablé de ellos y entablamos una conversación que se centró, como no, en nuestros respectivos problemas y las soluciones que se nos ocurrían. Enseguida nos caímos bien, y de una conversación profesional pasamos a hablar de cosas mas intrascendentes y personales.

Irene era una chica atractiva, no demasiado guapa, de unos 40 años bien llevados. Físicamente no tenía un cuerpo espectacular, pero el conjunto resultaba agradable a la vista. Su manera de vestir y de comportarse realmente me atrajeron mucho, y por lo que pude observar a ella tampoco le resultaba indiferente.

Terminada la reunión, algunos de los compañeros comentaron el ir a tomar una copa a un lugar cercano antes de irnos a dormir al hotel. Irene comentó que no le apetecía, que estaba mejor en la habitación de su hotel para descansar y ver un rato de tele. Le comenté que era una pena, que me hubiera gustado seguir charlando con ella y con los otros. Me miró con una media sonrisa y me dijo:

-Pues si quieres, después de que salgáis del pub, te vienes al hotel y tomamos una copa. Así estaré mas descansada. Mi habitación es la 412. Pégame un toque al móvil y bajamos al bar o nos la tomamos en el cuarto. Invito yo. ¿Cual es tu número para que lo grabes?

Me quedé sorprendido, gratamente sorprendido, mejor dicho. Le contesté que por supuesto, que la veía sobre las 11 en el hotel. Le di mi teléfono y me envió una perdida. Y allí que me fuí con los compañeros a tomar una copa rápida, porque en realidad me apetecía mas irme con Irene, pero no podía hacerlo tan descaradamente.

La hora que estuve en el pub se me hizo interminable. No veía la manera de quitarme de en medio sin que pareciera rara. Por fin vi la manera de largarme y conseguí salir de allí sin que se notara. Sinceramente estaba nervioso. No es que no tuviera encuentros con damas otras veces así, a la primera, pero esta vez Irene me había atrapado. Me gustaba mucho. Hice el recorrido pub-hotel en tempo record y cuando iba a entrar en la recepción me encontré con el jefe se servicio de gestión académica de Valencia, que era un antiguo conocido.

-¡Hombre Jaime! ¿Qué te cuentas? No te he visto en todo el día. ¿Te vienes a picar algo?, que he quedado con los de Cádiz y Málaga. Así charlamos un rato, que hace tiempo que no cruzamos historietas.

-Pues te lo agradezco Alberto, pero me voy a mi habitación -contesté improvisando una excusa. Me he ido a tomar una copa y me deben de haber dado garrafón porque tengo un dolor de barriga y de cabeza que vaya tela.

-No jodas! Que fastidio! Si lo mejor de estas reuniones son los ratos que pasamos juntos. ¿Seguro que no vienes?

-No, de verdad. No me encuentro muy bien. Mañana podemos quedar para comer si te apetece.

Vale. Te llamo que ya he quedado con los Madrileños y algunos catalanes. A ver si entre nosotros limamos asperezas. ¡Te llamo no lo olvides! Dijo despidiéndose.

Entré en el hotel y llamé a Irene.

-¿Irene?, hola soy Jaime. Estoy en el hotel. ¿Te espero en el bar?

-No Jaime, perdona. Estoy muy cansada. Mejor te pasas por mi cuarto. Habitación 412, recuerda. Te espero.

La llamada me puso mucho mas nervioso. No me había sentido así casi desde que era adolescente. Llamé a la puerta y, casi de inmediato, ésta se abrió e Irene me franqueó el paso.

  • Hola Jaime. Pasa y siéntate donde puedas. Estas habitaciones minúsculas son un coñazo.

-Mujer -dije yo-, para pasar la noche tampoco pretendas que tu rectorado te pague la suite nupcial.

-Pues no estaría nada mal. Una habitación así para poder estar cómodos -me soltó mirándome directamente a los ojos.

A todo esto no me había fijado en ella lo suficiente, pero ya me estaba dando cuenta de que se había puesto cómoda, muy cómoda. Vestía un pantalón corto de pijama, en seda o algún tejido de esos suaves que llevan las mujeres, y una camiseta blanca de tirantes finos. Por lo que me pude fijar no llevaba sujetador porque sus pechos se mostraban bastante sueltos. Naturalmente lo que estaba viendo me comenzó a gustar y mi reflejo galante empezó a funcionar por su cuenta, o por la mía claro. No tenía yo muy claro que es lo que iba a pasar, o para qué estaba allí, pero lo que estaba claro es que Irene me ponía bastante mal.

-¿Quieres una copa? ¿Un Whisky, un cubata? -me dijo abriendo el minibar-. A ver: tenemos JB, Beafetter o Bacardi. Coca-Cola, tónica y limón. ¿Que te pongo?

  • Pues si hay hielo un JB.

Irene sacó hielo del minúsculo congelador y puso un par de cubitos en un vaso, sirviendo el botellín de rigor en el vaso. Ella se echó una tónica en un vaso.

-¿No te tomas una copa? ¿No tomas alcohol?, le pregunté.

-Si, pero quiero estar fresca esta noche.

-¿Fresca? ¿tienes que hacer algo esta noche?

-Pues aún no lo se seguro, pero me da que voy a hacer muchas cosas.

La conversación, con sus dobles sentidos y sus insinuaciones, estaba yendo a un terreno mas que interesante. Estaba convencido que Irene quería algo más que una conversación, pero tenía que averiguarlo de manera fehaciente, no fuera a ser que me llevara un corte o que me hiciera la cobra si me acercaba demasiado.

-¿Y que cosas tienes que hacer, lo digo por si te puedo ayudar?

-¿Me quieres echar una mano entonces?

-Pues ya que lo dices, no me importaría.

-Estás tardando bastante. Que espesitos sois a veces los hombres. Ven aquí que no te voy a comer, bueno en parte sí.

Sonriendo, me agarró la mano y tiró de mi. Quedamos frente a frente y se acercó lentamente a mis labios para darme un beso. El beso en los labios se convirtió en un morreo en toda regla, cuando me introdujo su lengua y buscó la mía. Nos liamos un poco frenéticamente a comernos mutuamente los labios y las lenguas. Al cabo de un rato, Irene se separó de mí y dijo:

-Vaya, parece que teníamos ganas. No está mal para empezar.

Siguiéndole el juego le solté: ¿Empezar? ¿Es que habrá más?

-No lo dudes pipiolo. Mucho más. Me has encendido y esto sólo se puede apagar de una manera. Veremos si estás a la altura.

Se pegó mucho más a mi y sus pechos chocaron con el mío. Seguimos besándonos y, con unas hábiles manos que sólo tienen las mujeres, comenzó a desabrocharme la camisa hasta que consiguió quitármela revoleándola lejos. Yo, no iba a ser menos, y le agarré la camiseta por la parte de abajo subiéndola hasta taparle los ojos con ella dejando la boca libre y a mi disposición. Acerqué mi cara y la bese apenas rozando sus labios. Ella intentó apurar mas el beso, pero me retiré y volví a acercarme, dando comienzo un breve juego de intentar capturar la boca del otro, hasta que me fundí en su boca quitando la camiseta por completo. Sus pechos estaban ya a mi entera disposición y me acerque a soborearlos. Eran de un tamaño respetable, no enormes pero si grandes y muy bien formados. El pezón era pequeño, pero la areola destacaba por su tamaño y por un color muy oscuro que contrastaba con la blancura de su piel. Me dediqué a chupar un poco de uno de sus pechos y mientras acariciaba el otro con una mano dandolé pequeños pellizcos en el pezón.

-Ummm -gimió-. No pares que me gusta mucho. No pares, así, muérdeme delicadamente. Así, así. ¿no te importará que te hable?, porque yo soy mucho de hablar y de decir lo que me gusta.

  • Umpppf -me separé de su pecho izquierdo y contesté- Habla todo lo que quieras yo mientras sigo a lo mío si me lo permites.

  • Tonto, que eres tonto. Sigue, sigue un poquito mas.

Al cabo de un rato me separó estirándose y me volvió a besar con ganas.

-Hay que empezar con otras cosas -me dijo-. De momento estamos demasiado vestidos y esto hay que remediarlo.

Se retiró un poco hacia atrás, y con dos dedos en cada cadera, atrapó el elástico de sus pantaloncitos haciendo un movimiento de izquierda a derecha y comenzó a bajarlos. Quedó vestida sólo con un pequeño tanga de color negro que realzaba su pubis.

  • ¿Te gusta lo que ves?, pues espera que esto no es todo- dijo, dándose la vuelta y enseñándome su trasero.

-Estoy muy orgullosa de mi culito, ¿No te parece bonito?

  • Sin duda, lo tienes precioso. Ahora me toca a mi quedarme como tú ¿te parece?

  • Procede, procede, que tengo ganas de ver lo que escondes. Veo que al menos no eres un paleto que se tira encima de una tía y ya está. Al menos se puede dialogar contigo -me contestó-

Mientras ella hablaba me quité los pantalones y los calcetines y quedé vestido únicamente con los boxer, de color negro por si interesa saberlo. Asimismo me quité los calcetines.

-Menos mal que te has quitado los calcetines, porque si te los llegas a dejar te echo de aquí a empujones. Me gusta lo que veo y lo que veo es que estás empalmado. Espero que eso sea tuyo y no el viejo truco del relleno con algodón.

-No mujer, es todo mío. Pero vamos, una cosa normalita tampoco hay que exagerar. Eso si, reconozco que me has puesto a cien. Y desde que te conozco ya andaba yo bastante perjudicado. He tenido que ocultarme bastante en el pub.

-Vaya, me halagas. Pero, aunque soy de mucho hablar también me gusta la acción así que ven aquí que no me enfríe.

Me acerqué a ella y volvimos a besarnos de pie, cara a cara. Irene bajo su mano izquierda y tanteó mi paquete por encima del boxer, agarrando mi pene y apretándolo suavemente. Luego bajó hacia mis testículos y los sopesó discretamente para comprobar, supongo, su tamaño y proporción. Siguió acariciando por encima y metió un par de dedos por debajo del elástico inferior para tocar por dentro la base de mi pene y mis testículos.

Mientras seguimos enredados con nuestros besos furiosos yo también actuaba. Mi mano agarró su pubis y lo mantuve así unos momentos, notando un poco de humedad a través de la tela. Eso no estaba nada mal, nada mal. Que estuviera excitada me gustaba y a al vez realimentaba mi deseo por ella. Con dos dedos separé la tela del tanga y toqué sus labios que estaban ya muy húmedos y pegajosos. Empecé un lento movimiento tocando con suavidad toda la extensión de su rajita. Por como gimió, despacito y bajito, imagino que mis caricias le empezaban a gustar. Volvió a empujarme suavemente y me agarró el pene sosteniéndolo firmemente. Me dijo:

-Ven. Vamos a la cama.

Me dejé llevar, siempre agarrado suavemente por mis atributos y nos dejamos caer en la enorme cama de la habitación. Se puso encima de mi y comenzó a besarme con pasión en la boca y siguió dándome suaves besos y bocaditos en el cuello y en el pecho. Yo me dejaba hacer y la verdad es que estaba estaba disfrutando mucho. Me revolví para intentar tocarla, pero ella me paró con la mano y, mirando a mis ojos, dijo:

-Déjate hacer. Estoy segura que no te vas a olvidar de mi. ¿Quieres ponerte en mis manos?

-Si no me vas a pegar una paliza, claro.

-No te tocaré ni un pelo. Eso para más adelante. - Me sonrió con cara de pícara-

-Pues proceda usted, buena mujer.

-¡Callate y disfruta, tonto!

Se fue acercando poco a poco a mi entrepierna. Yo estaba ya al borde del colapso, deseando que por fin dejara libre mi anatomía e hiciera algo liberándolo de su prisión boxer. Sin embargo, después de un leve toque, pasó de largo y acarició la parte interior de mis muslos. Esa zona es muy sensible para mi, y bien acariciada es casi irresistible. Me revolví gimiendo. Se dio cuenta y comentó: - Veo que te gusta que te acaricien ahí. Me gusta eso - y siguió besando y acariciando mis muslos, hasta que una mano se posó encima de mi pene para acariciarlo suavemente. Como es natural mi boxer ya estaba húmedo debido al líquido preseminal que estaba saliendo. Con otra mirada directa a mis ojos, acercó su boca a mi pene y mordisqueó por encima de los boxer desde el glande hasta la base. Eso me volvió loco, tanto que le agarré la cabeza forzando un poco a que continuara ahí. Se levantó y me miró con dureza.

-Si me fuerzas así te largas. Déjame hacer a mi y estate quietecito.

-Pero es que yo también quiero tocarte y hacerte cosas.

-Tendrás tiempo después, confía en mi y relájate. Si puedes.- sonrió.

Me deje hacer. Ella siguió besando un poco por encima del boxer y decidió que ya podía liberar mi pene de su jaula textil. Allí estaba en todo su esplendor mi mejor atributo. Mi pene estaba en erección completa e Irene lo observó antes de agarrarlo con la mano derecha por la base y acercar su boca para lamer el glande. Me sentí en la gloria. Esperaba que después de esto introdujera mi pene en su boca, pero no. Siguió lamiendo el glande y después bajo por todo el tronco hasta llegar a mi pubis y volvió a subir por el otro lado. En ese momento se incorporó hasta quedar de rodillas dejándome ver todo sus cuerpo especialmente sus preciosos pechos que, libres de cualquier sujeción, se mantenían bastante firmes.

-No está mal. Las he visto mucho peores. Creo que se puede trabajar bien con este material.

-No me jodas. Deja de hablar y haz algo. No me dejes así, por favor te lo pido.

-Debes dejarme hacer, soy muy particular en mis gustos pero te aseguro que no vas a olvidar esta noche. ¿Sabes?, de momento no vamos a follar, ni siquiera te la voy a chupar más. Quiero contemplar tu polla y como te derrites cuando te toque. Te voy a a masturbar hasta que te corras cuando te diga y después haremos mas cosas.

-Yo preferiría algo mas profundo, vamos correrme dentro de ti..

-Lo harás, pero cuando yo te diga que lo hagas. Estas a mi merced nene. Quédate quieto y ni me toques ni te toques. Después te dejaré que hagas lo que quieras, pero ahora déjame que me de un capricho contigo. Las manos quietas y a los lados y sigue mis instrucciones.

Me dejé hacer mansamente. Ella se sentó sobre mis muslos mirando de cara y exhibiendo sus pechos con descaro. Quería que la viera y el espectáculo era realmente fabuloso. Continuaba con el tanga puesto en su lugar con lo que me ocultaba a la vista su pubis y su coñito. Comenzó con el dedo pulgar y el indice a presionar despacio mi glande. Bajaba y subía los dedos lentamente y los giraba de un lado a otro. Las sensaciones eran explosivas. El tratamiento que hacía en mi pene me estaba poniendo cada vez mas al borde del colapso cardíaco. Ahora, mientras sostenía mis huevos en una lenta caricia con la mano izquierda, con la derecha, poniendo los dedos como si fuera una pequeña y delicada garra, comenzó a rotar suavemente en la cabeza de mi pene. De arriba abajo y de izquierda a derecha. Todo muy lentamente. El placer era inmenso y no pude por menos de decirle que me estaba matando y que por favor terminara ya esa tortura, que necesitaba correrme. Ella me hizo callar con un gesto y me dijo que esperara, que me iba a hacer la mejor paja de mi vida. Y doy fe que lo hizo. Paro esos increíbles movimientos con la mano y con sólo su dedo indice empezó a frotar muy firmemente en mi frenillo. Era un masaje que producía unas cosquillas de placer tremendas y a la vez un deseo de terminar rápidamente. Me movía inquieto levantando mi pelvis para maximizar el roce y ella proseguía incansable masajeando mis testículos y con ese dedo increíble frotaba las partes mas sensibles de mi capullo, desde abajo hasta arriba y por los lados, en un continuo frotar que sólo podía llevar a una conclusión. Gritando muy fuerte que no podía mas y que me corría empecé a eyacular mientra ella, consciente del momento, me envolvía con su mano mi polla para, delicadamente, menearla y hacerme llegar a un orgasmo increíble. Me quedé hecho un guiñapo después de la corrida, gritando y respirando agónicamente aire. Estuve expulsando semen lo que a mi me parecieron varios minutos. Las palpitaciones de mi polla no cesaban y me encontraba en un estado de semi-inconsciencia. Ella sonreía y me miraba con ojos brillantes sabiendo que me había provocado un placer distinto pero muy intenso. Dijo:

-Por tu cara he de deducir que te ha gustado. Te dije que te dejaras hacer, que sería muy agradable para ti y para mi. Has echado toda tu leche, ahora, que estarás mas relajado, seguro que podrás follarme durante mucho tiempo que es lo que estoy deseando desde que te conocí.

-Joder, mujer, no lo dudes. Pero deja que me recupere durante cinco minutos porque ha sido increíble.

-¡Quiero esa polla tiesa ya! ¡Quiero que me folles muy dentro, muy duro y durante mucho tiempo! Y te voy a ayudar a ello. ¡Observa!

Miró su mano con fijeza, que estaba llena de mi leche, y fue acercándola a su boca para lamer con gula toda su mano. Agachándose hacia mi y con su mirada fija en mis ojos comenzó a lamer los restos que había en mi pene y todo lo que había en mis huevos y mi barriga. No desperdició ni una gota. Esta increíble escena hizo que me recuperara inmediatamente y que volviera a lucir en todo su esplendor. Viendo como estaba ya, Irene se levantó para quitarse el tanga y se acercó a mi con claras intenciones lascivas. Me dejó muy claro que quería sexo y lo quería ya. Se puso de rodillas encima de mi y agarró mi rabo con una mano para proceder a frotarse los labios del coño para, supongo, lubricar bien mi miembro. Sin mas preámbulos introdujo todo mi pene en su vagina hasta que mis testículos chocaron contra su perineo. Apoyando sus manos en mi pecho comenzó a cabalgarme suavemente al principio acelerando cada vez mas. En menos de un minuto comenzó a temblar y se corrió de manera estruendosa gritando con fuerza. Yo todavía mantenía mi erección así que decidí follarla yo en esa posición. Le pedí que se pusiera en cuclillas sin sacarse la polla y, separándola unos centímetros, comencé a mover mi pelvis arriba y abajo follándola cada vez con mas fuerza. Es una postura que me encanta y si la chica aguanta unos minutos en esa postura suele conseguir unos orgasmos tremendos.

-Joder, fóllame mas así. Que gusto, joder. ¡Mas rápido! Sigue. Voy a correrme cariño, hazolo conmigo, hazlo conmigo. Derrámate tu también. Lléname toda.

Incrementé mis embestidas y comencé a eyacular otra vez de manera incontrolada. Esta vez coincidimos con los orgasmos. Los dos nos corrimos a la vez. Fue increible.

Irene se recostó sobre mi pecho y así se quedo quieta sin sacar mi polla de su vagina, hasta que por su propia naturaleza mi verga decayó saliiéndose lentamente de su apretado coñito.

-¡Bueno, ha sido estupendo! Eres bueno en la cama. Me ha gustado mucho tu mete saca del final. Y digo mucho mucho. Ha sido una corrida bestial.

-Me alegro mucho que te haya gustado. Tu también has estado increíble. La paja que me has hecho ha sido memorable.

-¿Verdad? Creo que soy muy buena en eso. Mi marido siempre disfruta mucho con estas cosas. Le hago una paja tremenda y después me folla con mas calma. Así me garantizo un polvo satisfactorio. Otras veces se la mamo para relajarlo mientras que el me devora el coñito. También es muy bueno con eso. Pero la follada en cuclillas que me has hecho ha estado divina. ¿Te puedes creer que nunca me habían hecho esto?

-¿Estas casada, entonces le has puesto los cuernos a tu marido?

-Si, claro. Igual que el me los pone a mi con otras. En eso somos muy ecuánimes. Yo me follo a otros y el se folla a cualquier cosa que tenga coño y tetas.

En eso sonó su teléfono. Irene miró su movil y dijo -¡Anda que casualidad, es mi marido!

-¡Que tal maridito! ¿Como es que llamas tan tarde? ¡Ah, que has estado de juerga! Ya te vale. Te dejo un par de días y te largas de juerga con tus amigotes. ¡Venga ya! ¡Que te has enrollado con la pavisosa de Sabrina? ¡Joder con la mojigata, que oculto se lo tenía! ¿Y como folla, es un palo en la cama? ¡Ah que folla bien! Oye pues me alegro por ti. ¿Yo? Pues aquí en mi habitación. No, no he salido. Del congreso me he venido a la habitación del tirón. ¿Como? ¡No, claro que no! Acabo de tirarme a un compañero. Tenía ganas, la verdad. Ha sido muy bueno, en serio. Te rengo que enseñar una postura que me ha encantado. Nosotros nunca lo hicimos así. No, no. Me voy a ir a dormir ya. Mañana tenemos curro a las ocho y mi avión sale a las tres. Casi ni me va a dar tiempo a comer. Venga, adiós. Un besito a tu polla. Mañana te explico mas detalles amor, Que duermas bien.

-Joder, Irene. Que claritas tenéis las cosas. Estaba temiendo que me pusieras al teléfono con él para presentármelo.

-¿Quieres que lo llame y te lo presente? No creo que se haya dormido todavía.

-Ni de coña, guapa. Será mejor que me marche a mi habitación a dormir un rato, que, como dices, mañana tenemos curro.

Me vestí, mientras ella seguía tendido en la cama, y le di un pico de despedida deseándole buenas noches. Irene se agarró a mi cuello y me dio un largo morreo de depedida.

-Ha sido un verdadero placer. Espero que nos podamos encontrar en alguno que otro encuentro. Te aseguro que te buscaré.

UN MES DESPUES.

Estaba convocado a una reunión en el rectorado para tratar de la implantación de un nuevo software de gestión que ya funcionaba en otras universidades.

Al entrar en la sala de reuniones me encontré con mis habituales compañeros y la Vicerrectora se acercó a mi diciendo -Ven Jaime. Te voy a presenta a una compañera que viene en comisión de servicios para implantar el software nuevo. Irene, te presento a nuestro jefe de servicio Jaime Ramos. Jaime, te presento a Irene Salazar de la universidad de Alicante. Estará al cargo de la implementación del nuevo programa y de ayudarnos en la ejecución y aprendizaje del mismo.

-Hola Jaime. Encantada de conocerte. Estoy segura que nos vamos a llevar muy bien. Verás como funcionamos juntos perfectamente.

-No lo dudo, compañera. No lo dudo.

FIN