Confinamiento. 2ª Parte.
María queda preocupada por ser el centro de atención de los cuatro machos de la casa. Su marido le anima a que no sufra por ello y que de dé rienda suelta a su imaginación.
María recorrió el pasillo envuelta en la toalla que dejo caer al suelo al entrar en el dormitorio conyugal. Roberto somnoliento se hallaba tumbado bocabajo en la cama.
María abrió el bote de crema corporal que había cogido del baño y procedió a untarse comenzando por la pierna que previamente había subido en la cama. Comenzó desde los tobillos hasta llegar a los muslos frotándolos en círculos para posteriormente pasar a masajear de forma simétricas sus dos cachetes redonditos.
Roberto que se había dado la vuelta al notar la presencia de su esposa, no podía apartar la mirada del cuerpo de su mujer mientras se daba crema siguiendo el balanceo de sus tetas a escasos centímetros de su cara.
María, a pesar de sus 51 años, y dos partos, uno de ellos por cesárea, el parto de Luis, su primer hijo, lucía un espectacular cuerpo, unas buenas caderas, propia de una milf, unas tetas de tamaño mediano, que aún conservaban parte de la tersura de antaño, y lo mejor de todo un espectacular culo, coronado por la marca sin broncear del tanga que usaba en la playa cuando no acudía a playas nudistas con toda la familia.
Cuando se daba crema en las tetas, y sin levantar la mirada, María se dirigió a su marido para contarle lo sucedido en el baño con su padre.
Mi padre ve en mí a mi madre, hasta ha destacado que tenemos el mismo lunar donde comienzan los cachetes y le he provocado una excitación que no ha podido disimular – dijo María.
En serio -dijo incrédulo Roberto- aún se le levanta al abuelo sin necesitar de asistencia farmacéutica. Bueno, con una hembra como tú en casa y que se parece a la esposa que tanto quería, no me extraña. Seguro que habrá fantaseado con tu cuerpo más de una vez. Además, piensa que llevamos aquí metidos casi tres semanas.
El imaginar la escena de su suegro contemplando a su mujer en pelotas en la ducha, unido a la desnuda figura de María que se veía reflejada en el espejo del dormitorio, le excitó aumentando la rigidez de su polla. Al inicio de su relación con María, estas situaciones le provocaban airados ataques de celos de los que hoy, después de haber madurado gracias a las explicaciones de María, se habría reído.
Roberto, crees que durante el tiempo que tengamos que estar en casa por el confinamiento, debería mostrarme algo más recatada en presencia de mi padre y de nuestros hijos- preguntó María. A fin de cuentas hasta ahora, solo tú y yo satisfacemos nuestro apetito sexual.
Roberto sin dudarlo ni un segundo le dijo: no creo que sea buena idea, al contrario, el sexo es una buena forma de sobrellevar esta situación.
- Ya, ya, pero solo tú me follas cada dos o tres días y ellos lo saben, replicó María. Ponte en su situación.
- Porque me pongo en su situación es por lo que te lo digo. Estaría para subirme por las paredes… puf… No tienen que llegar a follarte. Existen otras formas de ayudarles. No sé, brindándoles situaciones sensuales, vestuario, posturas, juegos….
- Vaya como ha cambiado el celosillo que conocí hace treinta años. Quien te ha visto y quién te ve -añadió María. Nunca me lo habría imaginado viniendo de ti.
Mientras discutían sobre el papel de María en la vida sexual de los miembros de la familia, Roberto se percató de que María estaba inconscientemente pellizcándose los pezones. Habían adquirido una dureza apreciable, los labios vaginales continuaban hinchados y nuevamente rezumaban flujos claramente visibles. El olor a hembra en celo inundaba la habitación.
Sin mediar palabra, Roberto abrió sus brazos, invitando a su esposa a fundirse en un 69 que les aliviase.
Ella, que captó de inmediato el gesto de su marido, no dejaba de pensar en la idea de ser el centro de atención sexual de los cuatro machos de su hogar.
Luis, el hijo mayor que había salido del cuarto a beber un vaso de agua, se detuvo en el quicio de la puerta del dormitorio de sus padres. No daba crédito a lo que estaba viendo: su padre, con la cabeza en el filo de la cama abriendo los cachetes de su madre para tener un más fácil acceso al coño de su esposa. No era la primera vez, pero dadas las circunstancias de encierro obligatorio, la escena se le hizo mucho más morbosa y excitante. No pudo contener el impulso de captar ese momento en una foto que sin duda formaría parte del “álbum privado” de la familia.
El coño de su madre tenía unos labios menores que sobresalían incluso sin estar excitada, cuanto más con los pensamientos lascivos en los que no podía dejar de pensar María. El clítoris también abultado era atendido por la diestra lengua de Roberto.
Roberto, a diferencia de su esposa que estaba en pompa respecto a su hijo, notó la presencia de éste, al que hizo un gesto de aprobación, animándole a que se acercará y contemplara a pocos centímetros el sexo de su madre.
Luis, no pudo contenerse, viendo a su madre tragarse la polla de su padre y se sacó la polla, tiesa como un mástil que empezó a pajear.
María fue la primera que se corrió. Tuvo un “squirt” sobre la cara de su esposo. Minutos después y casi al unísono, se corrieron padre e hijo. El primero en la cara y boca de su esposa y el segundo en el trasero de su madre.
Al sentir, el caliente y pegajoso liquido sobre su culo, María comprendió que algo se había perdido. Se dio la vuelta y se quedó sin palabras al ver a su hijo con la verga en la mano jadeante.
¿Qué está sucediendo aquí? – pregunto María.
Ya sabes como lo está pasando el chico aquí metido tanto tiempo. Ha tomado una foto de la escena que protagonizábamos, como en otras ocasiones. Nada de particular. Yo le he invitado a que se masturbara. El sexo es algo natural, así los hemos educado, ¿o no?
Perdona mamá. No he podido evitarlo – dijo Luis.
María, que tenía la leche de su marido recorriéndole la mejilla y bajándole por la comisura de sus labios, les dijo: no pasa nada, lo único es que no me gusta que me tomen fotos ni que eyaculen sobre mí sin mi conocimiento.
Luis abandonó el dormitorio de sus progenitores y se dirigió al cuarto que compartía con su hermano menor.
Cuando María se aseguró de que su hijo estaba en su habitación con la puerta cerrada, introdujo en su boca los dedos que habían recogido los restos de semen de su hijo que ya impregnaban su culo y su vagina.
Roberto interpretó aquel gesto como que se estaba pensando lo de ser la reina sexual del hogar. Lo celebró con una amplia sonrisa.