Confinamiento. 1ª Parte.
Sexo en familia en tiempo de confinamiento en casa. El aburrimiento se combate manteniendo situaciones morbosas entre los miembros de una misma familia formada por el matrimonio, los dos hijos y el padre de la esposa.
CONFINAMIENTO. PRIMERA PARTE
María gritó de placer corriéndose a la vez que Roberto lo hacía en su interior.
Me encanta cuando me cabalgas, dijo este. Estás hecha una perfecta amazona.
Menudo escándalo debemos de haber provocado, caballito mío. Habremos despertado a medio vecindario. Y seguro que a mi padre y a los chicos también.
María saltó de la cama, sacando de su vagina la polla todavía morcillona de Roberto, su marido. Al instante, un chorro de flujo vaginal y de semen, todo mezclado, salió por su cuidado coño comenzando a deslizarse por su entrepierna.
María, se dirigió al único cuarto de baño del piso familiar que tenía la luz encendida. No se equivocaba, su padre estaba despierto y se encontraba en el baño orinando. A su edad solía ir varias veces en una misma noche a aliviar la vejiga. Normal en un hombre de 76 años.
María entró completamente desnuda y con total naturalidad en el baño. Desde pequeñas las cuatro hijas de Paco habían sido educadas para tener una concepción de la desnudez y del sexo muy liberal. Paco y su difunta esposa nunca tuvieron reparos para andar desnudos por la casa, e incluso, a la hora de mantener relaciones, no solían esconderse de sus hijas si estás se despertaban a media noche y los sorprendían haciendo el amor en el dormitorio conyugal o en cualquier otra parte que se terciara. Tanto a Paco como a Luisa, su mujer, les encantaban los juegos eróticos de aquí te pillo aquí te mato. Este mismo modelo de educación sexual fue el que decidimos dar a nuestros hijos, a pesar de que yo en mi familia, por desgracia, no había recibido de mis padres.
Hola papá -balbuceó en voz baja María para no despertar a sus hijos. Roberto y yo, te hemos despertado con tanta actividad sexual.
No te preocupes hija, os he oído, pero el problema no son vuestros jadeos. Tu madre y yo como bien sabes tampoco estábamos mudos a la hora de hacer el amor. El confinamiento que tenemos en casa, unido a mis problemas de próstata, son motivos suficientes para que conciliar el sueño sea difícil.
María sin dejar de hablar con su padre se inclinó hacia donde estaba el papel higiénico para limpiarse los fluidos que inundaban sus labios vaginales y gran parte de su muslo. Al inclinarse, sus pechos quedaron a la altura de la cara de su padre que exclamó sin pensarlo: son idénticos a los de tu madre.
Tú crees –dijo María- la forma quizás pero los míos son más pequeños. Y sin mediar palabra acerco la mano de su padre a su pecho derecho para que lo apretara y así pudiera comparar el tamaño con los de su esposa.
Puede que tengas razón –desplazando su mano hasta a su pecho izquierdo para corroborar su afirmación.
Realizada la comparación de pechos entre madre e hija, Paco añadió: sabes lo escaso que esta el papel higiénico en estos días, deberías lavarte en el bidel abriéndote los labios menores para que fluya el semen de la corrida de Roberto.
Tienes razón, y sin pensarlo dos veces se sentó en el bidel quedando la vagina de María totalmente a la vista de su padre, que observaba con detalle el fluir por la vulva de su hija.
Para que baje antes, si quieres, mientras te lo abres yo puedo dilatarte la vagina con mis dedos. Solía hacerlo con tu madre y daba resultado.
De acuerdo, si eres tan amable. Paco introdujo hasta tres dedos en la vagina de su pequeña.
Al cabo de unos minutos, María decidió que lo mejor sería ducharse. Paco sacó sus falanges del coño de su hija y siguió sentado en el váter mientras esta se daba una ducha reparadora.
Paco miraba a su hija ensimismado cuando esta le daba la espalda. Era cierto el parecido con Luisa, hasta tenía el mismo lunar justo donde nace la raja del culo, donde se juntan los redondos cachetes de María.
María, preguntó a su padre si había podido orinar, al tiempo que se secaba dentro de la ducha con una toalla a la espalda, realizando suaves vaivenes de izquierda a derecha, haciendo oscilar sus caídas tetas que desafiaban la gravedad.
Aún no hija, tengo una erección provocada al recordar el tremendo parecido que tienes con tu madre. De las cuatro hermanas, tú eres la que más te pareces a ella.
María, se envolvió en la toalla y salió del baño mostrando la parte inferior de sus cachetes y diciéndole a su padre que aliviara esa situación cuanto antes y se fuera a dormir que era muy tarde.