Confinado con tía Carmen 9

Recibimos un paquete con la ropa interior de mujer que tía Carmen había comprado para mí. Eso la puso bien cachonda y quiso jugar con su "sobrinita" con polla.

Cuando llamaron al interfono de la puerta me sobresalté. Era extraño recibir visitas en aquellos tiempos de coronavirus y yo llevaba ya más de tres semanas sin ver otro ser humano que no fuera mi tía. Estaba estudiando en mi antiguo cuarto y puse la oreja cuando escuché que mi tía abría la puerta y esperaba a ver quién subía a su pequeño pisito.

Era un repartidor y enseguida adiviné de qué se trataba. Era la ropa interior femenina que mi tía me había comprado por internet unos días antes. Nada más despedir al repartidor tía Carmen me llamó. Iba con una de sus vestidos de estar por casa, escotado e incapaz de contener sus gigantes tetazas talla 140, más cuando iba sin sujetador. La prenda era de color granate, de tirantes y larga hasta las rodillas. Llevaba el pelo castaño recogido en un moño detrás de la cabeza. En sus manos tenía un paquete.

-Supongo que ya te imaginaras lo que hay dentro. – Dijo. – Vamos a mi cuarto que no sabes las ganas que tengo de verte con todo esto puesto.

La seguí hasta su habitación. Dejó la caja encima de la cama, cerró la puerta y se giró hasta mí. Me empotró contra la pared para besarme y empezar a meterme mano. Su lengua era violenta y pasional y estrangulaba a la mía, enroscándose en ella como una serpiente. Sus manos también eran violentas y me tocaban con urgencia el pecho por debajo de la camiseta y el pene por encima del pantalón de chándal que llevaba. Antes de que me diera cuenta estas prendas desaparecieron y me quedé desnudo y empalmado, con tía Carmen agarrándome la erección y pajeándome.

-Hoy, a pesar de este bonito pollón que tienes, no quiero que seas Carlitos. Hoy voy a convertirte en mi sobrinita lasciva, en mi putita particular…

No le respondí, solo me dejé llevar mientras ella me lamía el pecho y seguía masturbándome. Paró para darme la vuelta usando su superior fuerza y corpulencia y tirarme encima de la cama. La observé mientras habría la caja y sacaba las primeras prendas: era un conjunto completo de lencería de encaje roja compuesta de un tanguita minúsculo y un sujetador pequeño pero que igualmente yo no podría rellenar por mi pecho plano. También había unas medias semitransparentes.

-Ven aquí sobrinita. – Dijo con una sonrisa perversa y lasciva en sus labios.

Me levanté y ella misma me vistió, empezando por las medias. Me las puso y aprovechó para acariciarme las piernas y los muslos, delicados, suaves y sin nada de vello. Después tocó el turno del tanga. Este era incapaz de esconder mi polla erecta que mantenía tensa la tela y hacía que mis testículos colgaran. Terminó por abrocharme el sujetador. Dio unos pasos atrás para mirarme, admirando su obra. Yo también me miré en el espejo. Me sentía rarísimo vestido de aquella manera, pero mi lado fetichista y degenerado había tomado el control. Convertirme por un rato en la sobrinita, en una putita para mi tía, me ponía cachondísimo. Incluso de una manera muy retorcida me sentía atractivo…

No tuve mucho tiempo para mirarme en el espejo pues enseguida tuve a tía Carmen encima, besándome y acariciándome todo el cuerpo. Una de sus manos se quedó permanentemente en mis genitales, jugando con mis huevos y frotándome la polla por encima del tanga.

-Que guapa. Mi niña bonita… - Susurró en mi oreja. - Mi sobrinita putita…

Aquella constante feminización por parte de mi tía me estaba empezando a convencer de que al menos durante aquel rato era precisamente una joven muchacha y su putita, aunque la tensión que se acumulaba en el tanga en forma de erección lo desmentía. Podría decirse que era su sobrinita, pero con una polla empalmada y dura.

Dejé que me llevara hasta la cama. Allí me tumbó boca arriba mientras ella estaba de rodillas. Una de sus manos no paraba de frotarme el paquete mientras que la otra se la puso en la boca. Se chupó los dedos y con ellos apartó la copa del sujetador y empezó a jugar con mi pezón. Cuando lo tuvo duro y tan erecto como mi falo empezó a retorcerlo y pellizcarlo.

-¿Te gusta putita? - Su vicioso tono de voz era imperativo y su pregunta sólo tenía una respuesta.

-Si tita… soy tu putita…

Ella sonrió. Apartó la mano de mi pecho para abrirme la boca y escupir un espeso salivajo dentro de ella. Tragué sus babas. La mano en mi pene amenazaba en hacerme correr en cualquier momento. Supongo que debió darse cuenta por lo que se apartó de mí antes de que estallara antes de tiempo.

-Vamos a por más… Veamos como te sientan estas…

De la caja Tía Carmen sacó unas braguitas que sólo puedo definir como que eran de niña pequeña. Eran de un rosa tan pálido que casi parecía blanco. En la parte del culo tenían un dibujo de Hello Kitty. Las sostuvo enfrente de mi rostro antes de dejarlas sobre la cama. Al igual que me había vestido me desnudó: el sujetador, el tanga y las medias. Levanté el culo para que pudiera ponerme las braguitas de Hello Kitty. Acomodó mi erección en ellas, acabando con la escasa libertad de mi durísima polla.

-Ven aquí sobrinita.

Tía Carmen me hizo ponerme de rodillas sobre la cama. Ella estaba en la misma postura, pero detrás mío. Me rodeó con un brazo, apretándome contra ella. Notaba sus gigantes ubres en mi espalda e incluso sentía sus pezonazos duros a través de su vestido. La otra mano fue obviamente a a mi pene para sobarlo, apretarlo y amasarlo por encima de aquellas infantiles braguitas. Mi falo se definía perfectamente y lo agarró, masturbándome aun con la ropa interior puesta. Su boca me chupaba y me lamía en cuello, su lengua se metía en el interior de mi oído e incluso aprovechó para también chupar y morder el lóbulo de mi oreja.

-Mi niña bonita. Mi preciosa y guarrilla sobrina con polla. Mi viciosa putita… -Me susurraba.

Estaba de nuevo a punto de correrme cuando tía Carmen paró de

restregar la mano en mi paquete

. Por lo visto ella también estaba caliente como la perra que era. Se levantó el vestido sin llegar a quitárselo, se bajó las bragas y se subió encima de mí. Sus muslos me cubrieron el rostro y ante mi boca sentí el espeso bosque de vello púbico que cubría su coñazo.

Apenas pude levantar los brazos para acariciarla por encima del vestido y empezar a comer coño. Mientras mis manos le estrujaban las tetas mi boca se abría paso por sus abultados labios vaginales llenos de ensortijado pelo. El fuerte sabor de sus flujos llenó mi boca y el matojo me hacía cosquillas en la lengua. Esta penetró la gigante raja, buscando el enorme clítoris y al encontrarlo mis labios se hicieron

con

él, chupándolo como el más delicado de los caramelitos.

-Oh… que buena… mi sobrinita… sabe como comerse… un coño… - Sus gemidos sonaban apagados por la abundante carne de los muslos que rodeaban mi cabeza.

Tía Carmen fue apoyando su peso en mi cara. Poco a poco fue aplastándome con su sexo mientras yo pugnaba para seguir comiéndolo. Me asfixiaba pero estaba borracho de sus flujos, obsesionado por producirlos y beberlos. Boqueaba como podía y continuaba chupando y estirando sus labios vaginales, metiendo la lengua entre ellos hasta el interior de la cueva y lamiendo el gran clítoris. Yo era su putita y como tal debía complacerla.

Por fin Tía Carmen se corrió en mi boca y pude ahogarme con su orgasmo. Cuando se levantó de mi cara estaba ebrio de su aroma y sabor. Con su superior fuerza me cogió y me colocó a cuatro patas sobre la cama.

-Como has sido tan buena putita comiéndome el coño ahora te voy a tratar como te mereces. A las niñas malas les encanta que se las follen por el culito y me parece que tú eres una niña muy mala…

-Si tita… soy una niña mala…

-Suplica para que te folle el culito.

-Te lo suplico tita…

Tía Carmen me bajó las braguitas sólo hasta debajo del culo, dejándolas tensas en mis muslos. Mi erección seguía presionando dolorosamente la parte delantera de la prenda. Menudo aspecto debía tener mi cuerpo delgado, pequeño, enclenque y depilado enfundado en aquellas braguitas rosadas de Hello Kitty, a cuatro patas sobre la cama y con el culo en pompa. Ella se estaba escupiendo en los dedos y sentí como me separaba las nalgas y empezaba a hurgar. Me metió dos dedos de golpe, forzando mi entrada trasera. No estaba preparado y me hizo daño. Me retorcí en la cama.

-Agh… tita… duele…

-Calla putita… si sé que te gusta que te follen duro.

Y eso es lo que hacía, me follaba el culo con dos dedos de manera brusca y violenta. Mi culo estaba empezando a acostumbrarse a sus dedos cuando los quitó y fue a penetrarme con algo mucho más grueso.

-Voy a violarte de verdad puta.

Tía Carmen me metió su vibrador, de golpe. Literalmente me abrió el culo pues normalmente se tomaba su tiempo dilatando mi ano y ahora no lo hizo. Sus dedos no habían sido suficiente y recibí el vibrador con dolor. Ni crema y sólo un poco de saliva tampoco era una lubricación adecuada. Pero el dolor de mi trasero era terriblemente placentero. No lo encendió pero empezó a follarme el ano con él. Su muñeca era rápida y violenta. El aparato entraba y salía, partiéndome el trasero.

-Como te gusta que te follen el culito, que zorra llegas a ser sobrinita.

-Si tita… soy tu puta… tratame como tal… - Casi se lo suplicaba. Estaba en trance, caliente como un perro. Movía las caderas, tanto acompasándose a la sodomización como para sentir mi glande frotarse en el algodón de las braguitas.

-Pues ahora vas a correrte para mi… ya veras como te gusta mi niña…

Dejó el vibrador encajado en mi culo y lo encendió máxima potencia. Vibraba y se movía en una intensidad que aún no había experimentado. Tía Carmen me subió las braguitas y dejó que la prenda mantuviera el aparato dentro del trasero. Con la palma de la mano empezó a frotar el bulto de mi pene.

-Venga,… correte como la putita que eres…

No pude soportarlo más de 30 segundos y me corrí en las bragas. Las llené de tal cantidad de esperma que sobrepasó la tela, manchando la mano de tía Carmen. Ella esperó a que terminara de correrme, dejando el vibrador encendido. Apartó la mano de la entrepierna y me la puso en cara. En la palma de su mano se había formado un charquito de esperma.

-Las buenas putitas limpian lo que ensucian. - Dijo agitando la mano enfrente de mi boca.

Como pude, pues en mi culo seguía zumbando el vibrador a máxima potencia, abrí la boca y empecé a lamer los restos de lefa.

-Eres una zorra de primera… - Dijo tía Carmen mientras le limpiaba la mano.

Sólo cuando su mano estuvo reluciente de mi saliva y no quedaba una gota de esperma tía Carmen apagó y me quitó el vibrador. Me dejé caer en la cama, exhausto, feliz y con el culo abierto.

No pude descansar mucho, sólo el tiempo suficiente para que mi tía llenara la bañera. Me quitó las braguitas manchadas y desnudo me llevó al cuarto de baño. Me bañó ella, arrodillada a mi lado. Iba pasándome la esponja por el cuerpo, limpiando los restos de lefa de mi entrepierna. La juventud y el morbo y deseo por mi tía hicieron el resto y aunque no me empalmé del todo mi pene empezó a recobrarse. Tía Carmen no dijo nada pero se percató al instante de que la sangre volvía a mi miembro. Yo me limité a disfrutar de como la esponja y su mano acariciaban mi piel y me dejaban el falo reluciente. De vez en cuando giraba la cabeza para posar los ojos en el escote de su vestido de estar por casa.

También fue ella la que me secó y me llevó de nuevo a la habitación. Antes de que me diera cuenta ya tenía en la mano otras bragas. Eran de encaje negro. Dejé que me las pusiera y descubrí que tenían una apertura transversal. Tía Carmen me guiñó el ojo, agarró mi morcillón pene y lo sacó por la apertura.

-Me parece que esta polla de putita no ha tenido suficiente. -Empezó a acariciarme de tal manera que la erección no tardó en aparecer.

-A mi me parece que est

e

coño gordo esta ansioso por estar lleno de lefa de sobrinita… -Le respondí metiéndole la mano por debajo del vestido y agarrando su peludo sexo.

La sonrisa viciosa de mi tía y la humedad y calor que desprendían su coño me confirmaron que no iba desencaminado. Le quité el vestido, dejándola completamente desnuda. Su voluptuoso cuerpo de mujer madura apareció ante mí en todo su esplendor. Sus ubres gigantes, carnosas, estriadas y caídas. Sus pezones y areolas, grandes como galletas. Su barriguita, sus muslos y su poblado monte de Venus,…

Era una visión embriagadora. Me abalancé sobre ella y acabamos los dos tumbados en la cama conmigo encima. Había agarrado una de sus tetas, la estrujaba y apretaba con cierta fuerza. El pezón acabó en mi boca y succioné de él con vicio, con necesidad y urgencia. Cambié de pezón, mamando de este con la misma obsesiva determinación. Tía Carmen me dejó gozar de sus ubres unos minutos pero necesitaba mi polla mi dentro.

-Si mi niño… mi niña… metémela ya…

Estaba ansiosa. Me tumbó en la cama y ella se sentó encima de mi pene. Era sorprendente la facilidad con la que mi polla se deslizaba entre sus abultados labios vaginales hasta desaparecer completamente. Gemí al sentir el miembro rodeado de la palpitante, caliente y húmeda carne de sus paredes interiores.

Empezó a cabalgarme con furia, saltando encima de mí. Todas sus carnes rebotaban, sobre todo las de sus tetazas venosas, caídas y estriadas. Mi polla chapoteaba en su flujo y se veía exprimida y estrangulada por el interior de su sexo.

-Que polla más… rica… tiene mi niña. - jadeaba. - mi sobrinita puta… con polla…

Seguía tratándome en femenino. No era para menos pues yo seguía vistiendo braguitas aunque mi polla sobresalía por la apertura de ellas y la empalaba una y otra vez. Yo no le contesté pues estaba demasiado concentrado en no correrme antes de su orgasmo, además de en cogerle las tetazas, estrujarlas, apretarlas, amasarlas,…

Después de unos minutos de cabalgada cambiamos de posición, aunque sin quitarle

el miembro de su interior

. Ella acabó tumbada, espatarrada en la cama con las piernas abiertas. Yo estaba encima, follándola con todas mis fuerzas.

Nos besamos. Le escupí en la boca como ella hacía conmigo. Le chupé la lengua y los labios. Ella respondía haciendo lo mismo en mi boca. Mis caderas se movían en un ritmo furibundo y sentí como tía Carmen se corría. Su segundo orgasmo de la tarde la dejó con los ojos cerrados y resoplando. Sentí como mi polla se empapaba de una nueva humedad proveniente de su corrida. Las paredes de su vagina se contrajeron y tuvieron varios espasmos.

-Así… correte para tu puta… - Le dije sin dejar de machacar su coño.

Continué follándola pues yo también quería correrme, llenarle el sexo con mi lefa. Tardé un par de minutos y las embestidas tuvieron que ser rápidas, bruscas y violentas. Ella recibía mi polla con más gemidos y jadeos, totalmente ida de placer.

Cuando me corrí, efectivamente llenando el interior de su coño con una abundante cantidad de

esperma

, gruñí y me liberé de la tensión. Dejé que su sexo exprimiera hasta la última gota de semen caliente y sólo entonces le retiré el pene de dentro. La miré unos segundos.

-Las buenas putas limpian lo que ensucian. - Le dije con mi sonrisa más viciosa.

Me amorre a su coño, que rezumaba flujos vaginales y esperma por igual. Empecé a lamer y tragar aquella mezcla. Le metí la lengua dentro de la raja y le chupé los vellos púbicos, dejándolos relucientes. Le metí dos dedos dentro y la masturbé mientras continuaba saliendo de allí semen y flujos que yo bebía con vicio. Estuve un buen rato, hasta que sólo quedaba el néctar que salía del interior del sexo y mi saliva. Finalmente me apoderé de su clítoris y con los labios le provoqué un tercer orgasmo que por fin la dejó satisfecha.

-¿He sido una buena putita? - Le pregunté cuando se recuperó de tanto placer.

-Eres la mejor putita Carlitos. - Respondió con una ancha sonrisa. Me cogió la cara y empezó a lamerla y besarla, limpiando su propio orgasmo con la boca.

Continuará…