Confinado con Tía Carmen 8

Desayuno y baño con la viciosa de Tía Carmen

Gracias a las atenciones y curas de tía Carmen mis pobres y doloridas nalgas no tardaron en sanar y las marcas de su zapatilla desaparecieron de mi piel en tan sólo unos pocos días. No volvió a profanar mi ano ni a vestirse de enfermera, pero me daba crema un par de veces por día. No podía contenerse y la cosa acababa en sexo. Mi juventud y vicio y su ninfomanía multiorgásmica conspiraban para que tuviéramos tres o cuatro encuentros sexuales cada día. Estos seguían siendo variados, perversos y fetichistas.

(...)

Desperté, como cada mañana del confinamiento, en la cama de tía Carmen. Mi primer estimulo del día fue olfativo pues la cama desprendía aun el aroma del sexo de la noche anterior y al del maduro cuerpo de mi tía.

Me levanté, estaba desnudo. Fui al baño y volví al cuarto. Iba a vestirme cuando tía Carmen apareció en la habitación. Apenas puede decirse que fuera vestida. Llevaba una camiseta interior de algodón blanco. Era de tirantes y estaba muy vieja, dos factores que no ayudaban a cubrir sus dos ubres talla 140. rebosaban el escote y la tela transparentaba por lo que sus gigantes pezones eran bastante visibles. Las bragas eran color carne, de mis preferidas. El vello púbico sobresalía por sus ingles. Llevaba la melena castaña recogida en un improvisado moño.

-Buenas días Carlitos… espero que hayas dormido bien. - La voz adoptaba el acostumbrado tono entre infantil y lascivo.

La tita vino hacia mi y me cogió la polla. La apretó. La otra mano la puso en la nuca y me estrechó contra ella. Antes de darme cuenta ya tenía su lengua en la boca. Pegó su cuerpo al mio y frotó las tetas en mi pecho. En apenas unos segundos el pene creció en la palma de su mano, quedándose empalmado.

-Esta mañana no hace falta que te vistas que la tita va a darte el desayuno… y vas a ensuciarte…

Me llevó a la cocina agarrándome del pene. Me hizo sentar en una de las sillas. Encima de la mesa tenía un trozo de cuerda que ya debía tener preparado de antemano. Me ató las manos por detrás del respaldo de la silla, dejándome indefenso. No protesté y me dejé atar. Cuando me tuvo bien amarrado a la silla se sentó en mis piernas, con las suyas abiertas. Su barriguita y la camiseta se rozaban en mi empinado pene.

-La tita se ha levantado muy mala esta mañana. - Dijo. Había empezado a frotarme el pezón. Escupió en mi pecho y con la yema de un dedo lo puso tan duro y erecto como mi polla. -Me apetece hacer guarradas… y hacerte un poco de daño.

Con las últimas palabras me retorció el pezón. Sentí una punzada de dolor y dejé escapar un ruido. Ella se rió de mi reacción. Por lo visto por eso me había atado, así me tenía completamente en sus manos para hacerme lo que quisiera. No hubiera necesitado hacerlo pues yo me plegaba a su viciosa voluntad fuera cual fuera la nueva perversión pensada. Pero aún así, estar atado, le añadía morbo a la situación. A ella le encantaba dominarme y a mi que me dominara.

-La tita te ha preparado un poco de papilla… perfecta para los niñitos viciosos como tú. Pero antes vamos a divertirnos un poco.

El divertirse de tía Carmen iba a concentrarse en hacerme sufrir un poco. En la mesa de la cocina, al alcance de su mano, tenía las pinzas de tender la ropa. Cogió una, pellizcó un trocito de carne y pezón y me la colocó allí. Serré los dientes para contener la queja por el agudo dolorcillo que eso me provocó. Repitió la operación con el segundo pezón. Primero me lo endureció con dos dedos y saliva y después lo pellizcó con la pinza. Al acabar le dio unos golpecitos con el dedo, provocando una nueva oleada de dolor. Era soportable e incluso me gustaba aquella sensación. Sobre todo porque también apoyaba su entrepierna en mi falo y se refrotaba. Las bragazas no podían contener el calor que emanaba de su gran coñazo.

-Ahora voy a jugar con tu polla y voy a ponerte muy pero que muy cachondo,… pero no puedes correrte ¿Entendido? Si no la tita va a enfadarse y va a sacar la zapatilla a pasear.

-Si tita. - Respondí como un sobrino obediente.

Pensar en la zapatilla de Tía Carmen me producía sentimientos encontrados. Por una parte me daba miedo aquella explosión de dolor con la que acababa mi culo pero por otro me encantaba ser castigado. Era una sensación ambivalente, contradictoria y compleja. No tuve mucho tiempo para pensar en ello porque tía Carmen me cogió el pene y retiró la piel del glande. Con la yema del dedo humedecida de saliva empezó a frotar el capullo y a darle golpecitos.

-¿Te gusta lo que te hace la tita? - Usaba el tono infantil y maternal que tanto me ponía.

Asentí, con la garganta demasiado seca para contestar. Continuó jugando con mi pene. Mis ojos alternaban entre el escote y sus tetas que se transparentaban en la camiseta de tirantes interior y su perversa sonrisa. Dejó de jugar con el glande para masturbarme directamente, pero lo hizo de una manera lenta y meticulosa, haciendo que a cada segundo se incrementara mi excitación de manera exponencial. Los muslos, que soportaban su peso, se me dormían pero no importaba pues estaba disfrutando de lo lindo. Los pezones, con las pinzas pellizcándolos, dolían, pero eso sólo hacía que incrementar las sensaciones de mi entrepierna.

-¿No irás a correrte tan pronto? - El mohín de pena de tía Carmen era impostado. Era ella la que controlaba mi falo y lo haría correrse cuando quisiera. - La tita aún tiene que darte la papilla de los niños viciosos. Toma, un aperitivo.

Me soltó el pene, me cogió la barbilla para abrirme la boca y me escupió dentro un enorme salivazo. Engullí sus babas, sediento de todo lo que tuviera ver con ella. Ahora que ya me tenía cachondo más allá de toda razón ya podía hacer lo que quería. Se levantó, aunque antes retorció con fuerza una de las pinzas de los pezones, y fue a buscarme el desayuno.

Había preparado una típica papilla de cereales para niños pequeños. La mantenía caliente en un bol que cogió. Volvió a sentarse en mi falda con el bol en una mano y una cuchara en la otra. Su entrepierna aplastaba mi falo y se acomodó, frotándome la polla en sus bragazas de vieja. Llenó la cuchara de papilla y la acercó a mis labios. Me la comí.

-¿Está buena la papilla? - Preguntó infantilizándome.

-Si tita. -Respondí al instante.

-Déjame que la pruebe… - Tía Carmen se llevó la cuchara a la boca y la probó. - … quizá está un poco sosa. La tita va hacer que sea mucho más rica.

Escupió varios salivajos en el bol mientras removía la papilla, mezclándose completamente. Aquella guarrería me encantaba y estaba deseando que me diera más. Me complació y llenó la cuchara y la llevó a mi boca. Objetivamente la saliva de Tía Carmen no había cambiado el sabor de la papilla, pero saber que estaba llena de sus babas la convertía en algo deliciosamente morboso. Engullí varias cucharadas que ella me dio, alimentándome como si fuera un niño pequeño. Pero mi erecto falo no era precisamente de niño y esté lo iba frotando y aplastando con sus bragas y barriga. Para que no “disfrutara” tanto de vez en cuando retorcía una de las pinzas de mis pezones.

-Uy… que torpe soy… - Tía Carmen había dejado caer deliberadamente una de las cucharadas de papilla en mi pecho. Estaba caliente y espesa y se deslizó por mi vientre.

Se levantó de mi regazo y se inclinó para lamer la papilla. Estaba caliente pero nada comparado con su lengua y labios que eran puro fuego en mi piel. Mantuvo la papilla en la boca y me la dio escupiéndome directamente en el interior de la mía.

-Creo que la papilla de mi niño sigue estando un poco sosa. -Dijo con la mezcla de tono infantil y vicioso que tanto me ponía.

Dejó la papilla en la mesa de la cocina. Rebuscó en un cajón unas tijeras. Se quitó las bragas, dejándome ver su peludísimo coñazo. Con las tijeras empezó a recortar un poco de aquel vello, solo las puntitas y las dejó caer sobre el bol con la papilla. Lo mezcló bien, asegurándose que su vello púbico quedara bien incorporado a la mezcla. Al terminar se metió dos dedos en el coño. Conociendo a tía Carmen su entrepierna ya debía estar caliente y su sexo rezumando flujos. Efectivamente, sacó los dos dedos brillantes y empapados. Los metió en la papilla, los impregnó bien de la mezcla y los llevó hasta mi boca.

-Mi niño guarro… mi niño vicioso… - Tía Carmen sonrió al ver como sacaba la lengua y le limpiaba los dedos.

Me los puse también en la boca y los chupé, dejándolos bien limpios. Ahora si que había cambiado el sabor y predominaba el de los flujos de mi tía. Los pelitos púbicos recortados me hacían cosquillas en la lengua y me los tragué junto con el resto de la mezcla. Tía Carmen volvió a meterse los dedos en el coño, cogió más papilla y me la puso en la boca.

-Ya sabía yo que no podrías resistirte a la papillita especial de la tita. ¿Te gustan mis pelitos?

Asentí mientras relamía sus dedos pringados de papilla, saliva, flujos y pelos del coño. Algunas gotas caían por mi pecho pero me esforzaba para que fueran las mínimas. Tía Carmen iba repitiendo la operación: primero se metía los dedos en el coño, después en la papilla y finalmente los llevaba a mi boca para que pudiera chuparlos y lamerlos. Así me terminé mi desayuno.

-Que sobrinito tan bueno. Te has terminado toda la papillita y por eso tendrás un premio.

Tía Carmen se quitó la camiseta, quedándose tan desnuda como yo. Se arrodilló enfrente de la silla. Con las manos se separó las gigantes ubres y escupió una buena dosis de saliva entre ellas. Aquello sería el lubricante pues mi pene acabó entre ambos senos. Cerró las dos estriadas y algo caídas tetazas con mi falo en medio, haciéndolo desaparecer entre la carne. Empezó a sacudirse las berzas, arriba y abajo. Gemí, sintiendo el placer de tener mi pene rodeado de trémula carne.

-¿Te gusta sobrinito? ¿Quieres correrte en mis tetas?

No le pude responder pues estaba demasiado excitado y demasiado cerca del orgasmo. El clímax llegó con un estallido de semen que se pringó sus tetas, su cuello y su pecho. Tía Carmen continuó pajeando con los senos, llenándolos de mi espesa esperma. Cuando terminé de correrme se apartó, se cogió una teta y empezó a sorber algunas de las gotas de semen. Era imposible que pudiera limpiarse toda la superficie del seno de aquella manera. Yo también estaba sucio de gotas secas de papilla que habían caído de sus dedos. Se miró, me miró y dijo.

-Vamos a la ducha.

Tía Carmen me quitó las pinzas de los pezones. Estos respiraron aliviados después de tanto rato con las pinzas puestas. No me desató del todo, sólo de la silla. Dejó mis manos amarradas detrás de la espalda, cosa que indicaba que quería seguir jugando en el baño.

Me dejé llevar por la tía hasta la bañera. Me sentó y ella se quedó de pie dentro. Abrió los grifos para llenar la bañera pero la limpieza no era su primera prioridad. A la altura de mi cara quedaba su coñazo y a través de la negra selva de su vello púbico vi que estaba hinchado y mojado. Lo comprobé de primera mano cuando me cogió la cabeza y la llevó hasta su entrepierna.

Empecé a lamer. Para mí el sentir vello púbico de Tía Carmen en mi lengua era sumamente excitante. También el fuerte sabor del néctar que desprendía la raja de su carnoso coñazo. Al tener las manos atadas detrás de la espalda no podía ayudarme de ellas por lo que todo el trabajo lo tenían que realizar los labios y la lengua. Me tenía que hundir en aquella raja y traspasar el tupido matojo para llegar a sus partes más sensibles. Ella misma me ayudo apretándome la cabeza contra ella.

-Ogh… sobrinito… así… que rico… come pelo… come coño… - Empezó a gemir.

A medida que estaba más caliente fue volviéndose más agresiva. El cunnilingus derivó en otra cosa pues lo que realmente estaba haciendo era masturbarse con mi cara. Me restregaba el coño por la boca, por la nariz, por las mejillas,… yo intentaba comerle el sexo pero realmente mi rostro era poco más que un juguete sexual con el que masturbarse. Me ahogué en pelo, carne y flujos. Por suerte aquella mujer de sexualidad abrumadora llegaba al orgasmo muy rápido y no tardó en correrse en mi cara, dejándola pringada y pegajosa.

-¿Te ha gustado verdad? Viciosillo… - Dijo al ver que mi pene volvía a estar completamente empalmado.

Tenía razón, me encantaba que me usara de aquella manera brusca y dominante. Estaba atado, a la competa merced de tía Carmen, y ella quería seguir disfrutando de ese poder. Un sólo orgasmo no era suficiente por eso, cuando el agua de la bañera me llegaba hasta el pecho, cerró lo grifos y empezó a limpiarme sin desatarme. Eliminó los restos de papilla de mi cuerpo con las manos, disolviéndolos en el agua.

Ya limpio, pero aún atado y sentado en la bañera, estaba perfecto para seguir siendo el juguete sexual de mi tía. Sin decir nada se sentó a horcajadas sobre mí. Agarró el pene con una mano para encararlo en la entrada de su cueva y se dejó caer, empalándose ella misma. El falo la penetró con suma facilidad por lo húmeda que estaba. El interior de su coño era un volcán de flujos vaginales en plena erupción y las paredes se contraían ante la presencia de mi erecto miembro. Empezó a cabalgarme, con fuerza, agarrándome por los hombros para ayudarse en la follada.

-Ohg… sobrinito… la tita… va a follarte… hasta dejarte… seco… -Gimió. -… ahora… coge aire…

Aunque me avisó no pude hacerle mucho caso pues no me esperaba lo que hizo a continuación. Sus manos en mis hombros me empujaron hacia abajo, obligándome a bajar con su superior fuerza. Intenté resistirme pero llevó una mano a mi cabeza y la hundió por debajo del agua. Dejé de respirar mientras ella seguía follándome como una posesa.

Me tuvo unos segundos con la cabeza debajo del agua. Sentí como me faltaba el aire, como me ahogaba,… pero eso aumentaba las sensaciones de mi pene penetrándola una y otra vez. Cuando pensé que me quedaba sin oxigeno tiró de mi pelo hacia arriba y pude respirar, toser y escupir el agua tragada. Observé sus viciosos ojos y supe que volvería a hacerlo por lo que cogí aire con una profunda bocanada antes de que de nuevo me metiera la cabeza debajo del agua con un fuerte empujón en la cabeza.

Estaba siendo follado y ahogado por mi tía. No podía moverme, atado y aplastado por su peso. Las sensaciones eran increíbles y creí que iba a correrme de un momento a otro pero tía Carmen llegó primero al orgasmo. Sentí como su coño entero se contraía y explotaba en flujos vaginales. Disfrutó del clímax manteniéndome la cabeza debajo del agua hasta que no me quedaba ni una pizca de oxigeno en los pulmones. Volvió a sacarme a la superficie con un tirón de pelo.

-Cof… cof… -Tosí, boqueando aire e intentando recuperar el oxigeno y la respiración.

-Ogh… mi pobre sobrinito… - Se burló tía Carmen. -¿Esta la tita siendo muy mala contigo? - Preguntó con su tono vicioso e infantilizante. - Pues te jodes.

Antes de que pudiera coger aire volvió a meterme la cabeza debajo del agua. Pataleé, intenté luchar, zafarme de su peso y las ataduras,… pero era un esfuerzo inútil que sólo conseguía agotar las últimas reservas de oxigeno de mis pulmones. No dejó de follarme y así me corrí. Fue un orgasmo intensísimo que llenó su coño de mi leche caliente. La falta de aire aumentó el placer del orgasmo dejándome casi inconsciente de lo fuerte que fue, además de la ausencia de oxigeno. Ella, al sentir como su sexo se inundaba de semen me izó por última vez con un postrero tirón de pelo. Pude recuperarme poco a poco.

Tía Carmen me desató y me ayudó a levantarme pues me temblaban las piernas por las intensas sensaciones. Terminamos de ducharnos y lavarnos, nos secamos y fuimos al cuarto a vestirnos. Ni siquiera habían pasado dos horas desde que me había levantado y ya me había corrido dos veces. Empezaba bien el día.

Continuará…