Confinado con Tía Carmen 7

Mi tía se disfrazó de enfermera para curarme el magullado trasero aunque lo aprovechó para hacerme una revisión anal en todo regla. Yo tampoco pude contenerme y horas después le daba lo suyo, tanto en su coño como en su culazo.

7.

Al día siguiente de la durísima zurra con la zapatilla tenía las nalgas amoratadas y no podía ni sentarme. A pesar de eso, recordándolo en perspectiva, había valido la pena. Tía Carmen, al ver mis heridas de guerra, aprovechó para preparar un pequeño juego de rol. Se disfrazó de enfermera y me llamó a su habitación.

Era como una de aquellas enfermeras antiguas: falda y chaquetilla blanca; aunque demasiado escotada para una recatada enfermera; pelo recogido en un moño, medias blancas y zapatos de tacón negros. Aprovechando la abundancia de mascarillas por la pandemia y para completar su disfraz se puso una. Era de estas azuladas, desechable. A su lado también tenía guantes de látex.

-No te preocupes, la enfermera Carmen va a curarte ese culito tan bonito que tienes. – Dijo con infatilizante y maternal tono mientras se ponía los guantes de látex. – Tendrás que desnudarte. – Añadió. Apenas tardé unos segundos en dejar toda mi ropa en el suelo y quedarme desnudo en frente a ella. –Que niñito tan guapo,… y todo depiladito.

Tía Carmen, o la enfermera Carmen, como prefieran, caminó hasta mí y me acarició el vientre. Al instante sentí el tacto del guante de látex sobre mi pene. Suspiré, pues aquel contacto terminó de excitarme y meterme en el papel de un joven paciente magullado. Ella continuó acariciando mi sexo, retirando la piel del glande, hasta que mi pene estuvo erecto y duro.

-La polla la tienes completamente sana por lo que veo… - Dijo mientras pajeaba. -… ahora sé un buen chico y ponte en la cama a cuatro patas que voy a ponerte un poco de cremita.

Me acompañó a la cama cogiéndome del pene como si me llevara de la mano. Allí me ayudó a acomodarme a cuatro patas con el culo en pompa y la cabeza apoyada en el colchón. Acariciándome el muslo se aseguró que tuviera las piernas bien separadas. En la mesita de noche tenía dos botes de crema, una sencilla hidratante y otra para los golpes y las magulladuras. Cogió esta última, se puso una generosa cantidad en la mano y empezó a esparcirla por mis heridas nalgas. En seguida sentí un agradable frescor que alivió el dolor sordo y constante que llevaba horas soportando. Se tomó su tiempo, no dejando ni una porción de piel sin cubrir. Lo hizo con paciente delicadeza, apenas presionando con los dedos.

Cambió de bote de crema. De reojo, apoyado en el colchón, vi como esparcía un montón de crema hidrante en sus manos. De nuevo la sentí en mi culo, pero muy cerca de la rajita. Segundos después su dedo ya presionaba suavemente la entrada de mi ano. Su otra mano me agarró el pene, que estaba colgando pero erecto. Empezó masturbarlo sin dejar de masajear la entrada de mi trasero.

-Voy a tener que hacer una exploración anal para ver que no hay daños permanentes, pero no te preocupes que se hacerlo de una manera que creo que te gustará. – Tía Carmen seguía en su papel de enfermera, a pesar de la paja que me estaba haciendo.

Tampoco me dejó demasiado tiempo para responderle pues al instante la falange de su dedo presionaba el ano y entraba en él. Di un pequeño respingo que ella recibió con una risita. Continuó empujando el dedo, poco a poco, metiéndomelo todo dentro. Empezó a moverlo, dilatando mi culo. Seguía pajeándome por detrás y con aquella doble estimulación no pude evitar gemir de placer. De hecho todo mi cuerpo se retorció, temblando.

-Veo que el tratamiento de la enfermera Carmen funciona. –Dijo. – Aunque tendré que hacerlo mucho más agresivo.

Mientras lo decía me metió un segundo dentro sin demasiada ceremonia. Simplemente empujó con los dos hasta que desaparecieron en el interior de mi ano. Empezó a follarme el culo con ellos, primero lentamente. Una vez dentro los movía, provocándome una mezcla de dolorcillo y placer que me hacían morder la almohada para no gritar. Obviamente su otra mano seguía ocupándose de mi polla y la sacudía al ritmo de la follada.

Iba a correrme cuando de repente paró. Me sacó los dedos del culo y sentí mi ano abierto y expuesto. Paró de pajearme, dejándome la polla durísima y el capullo rojo e hinchado. Se levantó y abrió el cajón de su mesita de noche. Rebuscó algo y sacó un ahusado y estilizado vibrador. Era un cilindro de color rosa chillón acabado en un punta, de unos 15 cm de largo y unos tres de grosor.

-Voy a tener que hacer una exploración mucho más profunda.- Me sonrió cuando levanté la cabeza para observar el aparato.

No era de extrañar que tía Carmen, conociendo su libido, guardara algún juguete erótico para apagar aquel furor sexual que la consumía. Por lo visto quería compartirlo conmigo y yo no tenía ningún problema con ello. Si sólo con los dedos, enguantados y llenos de crema, había sido capaz de darme tanto placer anal no podía ni pensar en lo bien que debía sentirse aquello.

Tía Carmen tiró más crema en mi culo y también la esparció por el vibrador, dejándolo lustroso y perfecto para deslizarse por mi ano. En cuando a este tía Carmen usó el nuevo chorretón de crema para masajearlo bien y terminar de abrirlo. Sus dedos entraban y salían con facilidad y los usaba para continuar ensanchando mis carnes. De pronto sentí la punta fría del vibrador en la entrada. Ella fue empujándolo lentamente, metiéndomelo poco a poco.

-Oh… - Gemí.

-No te he metido ni la mitad, ya verás cuando lo tengas todo dentro y lo encienda. – Lo dijo empujando el vibrador más hondo en mi trasero.

Segundos después ya tenía todo el aparato dentro. Y entonces tía Carmen lo encendió. El vibrador empezó a zumbar en mi ano, haciéndome desfallecer de placer. Aun estando de rodillas y bien apoyado en la cama casi caigo. La piernas me temblaron, todo mi ser se estremeció y ella volvió a agarrarme la polla para el que las sensaciones fueran casi perfectas.

-Tranquilo, que lo he puesto al mínimo. – Me dijo refiriéndose a la vibración del aparato. – Espera a que aumente un poco la intensidad…

Lo hizo. Mi trasero zumbaba al ritmo del vibrador. Ella me pajeaba, poco a poco, con la mano metida entre mis muslos. Con la otra movía el aparato, follándome con él mientras vibraba.

-Ogh… tita… dios mío… - Jadeé.

Las sensaciones eran tan intensas que ya apenas podía recordar el juego de rol, su disfraz de enfermera. Solo sentía la enguantada mano en mi polla y mi culo siendo profanado por el vibrador. Este, gracias al paciente trabajo de dilatación y lubricación anteriores, se deslizaba con facilidad por mi ano al ritmo que marcaba tía Carmen.

-¿Te gusta que te parta el culo? –Preguntó sonriente ante las reacciones de mi cuerpo.

-Si tita… agh… fóllame el… culo… - Le respondí como pude, sin aliento, sin capacidad de pensar, sin apenas poder contenerme.

Aumentó más la vibración y segundos después me corría. En sólo unos días mi tía me había demostrado que era capaz de proporcionarme unos orgasmos brutales. Ella siguió sacudiéndome la polla mientras el semen salía disparado hacia abajo, machacándome la polla con fuerza y sin dejar de sodomizarme con el vibrador.

-Así me gusta mi niño, córrete para mí. – Apenas la escuché, demasiado embargado por el orgasmo.

Me soltó la polla y me quitó el vibrador de dentro. Automáticamente dejé caer las piernas, quedándome tumbado en la cama y recuperándome.

-Descansa un poco, te lo mereces. – Dijo levantándose y sonriendo.

(…)

Descansé el resto de la tarde. Sabía que por la noche debería satisfacer a tía Carmen. Después de partirme el culo con el vibrador se había quedado cachonda y era mi tarea apagar ese fuego. Cenamos y al terminar me llevó hasta su cuarto.

Nos desnudándonos mutuamente. Lo hicimos de manera rápida y ansiosa, entre besos y magreos. Me aparte un poco para poder admirar el cuerpazo desnudo de mi tía. Aquella mujer alta y corpulenta, gordita y de carnes generosas, con las enormes tetazas caídas, estriadas y de pezones gigantes, muslos gruesos y gran culo, pubis poblado de una ensortijada mata de pelo,… me ponía muchísimo. Por eso yo estaba ya empalmado y ella me miraba la polla con vicio.

Cuando les he dicho que la sesión de enfermería y sodomía la había puesto muy caliente no les mentía. Cuando volví a abrazarme a ella y le pasé la mano por el matojo de su sexo el vello estaba empapado.

-Métemela de una puta vez… demuéstrame que no eres una nena marica que le gusta que le peten el culo… fóllame como un hombre… enséñale a la tita que eres todo un macho…

Puede que a mi lado sumiso le encantara que me hubiera follado el ano con el vibrador, pero la pulla surtió efecto en mi lado más masculino y viril. Si quería que le diera lo suyo iba a hacerlo. La empujé, tirándola en la cama. Ella continuó desafiándome con la mirada, llena de vicio y deseo. Abrió las piernas, con las rodillas dobladas, bien espatarrada. Se pasó la mano por el coño, separando pelo y labios vaginales para mostrarme el jugoso interior de su sexo. Fui hasta ella y me arrodillé en la cama. Me cogí el pene y lo encaré en su coñazo. Lo froté, pasando solo el glande por la raja. Jugué con la desesperación de mi tía. Ansiaba sentirse penetrada y continué provocándola, solo pasando el capullo por su vagina de arriba abajo sin meterle la polla del todo.

-Fóllame ya cabrón… - Jadeó.

La complací y se la metí, de un solo golpe. Tan solo unos días antes yo había sido un virgen inexperto. Ahora, después de tanto follar con tía Carmen, empezaba a saber lo que me hacía. El resto lo compensaba un entusiasmo desbordado. Viendo lo perra que estaba le di duro, con un ritmo alto y cierta brusquedad, con el entusiasmo del que les hablaba. Mientras me la follaba la observé. Tía Carmen estaba tumbada en la cama, con las piernas levantadas para que pudiera penetrarla lo más profundo posible. Tenía el pelo castaño desparramado y los ojos cerrados. Jadeaba fuerte, con la respiración entrecortada. Las carnes de la barriguita le rebotaban, así como las tetazas. La cogí por los muslos y las piernas para ayudarme a seguir empujando. Mi pene entraba y salía de su peludo y encharcado coño, chapoteando en flujos. Se agarró una teta y aprovechando la laxitud de la carne y piel la levantó para llevársela a la boca. Ella misma se succionaba el pezón con la misma avidez que hacía yo cuando me amorraba a sus ubres.

A pesar de usar la teta como una especie de mordaza aún se podían escuchar los gemidos y jadeos de mi tía. No tardó en llegar al orgasmo. El rollizo cuerpo tembló con el primer clímax de la noche. Empezaba a conocerla y sabía que con un solo orgasmo no tendría suficiente. Se la saqué para poder darle la vuelta, colocándola a cuatro patas sobre la cama. Volví a metérsela rápidamente y a percutirle el coño con mi polla. Aprovechando que tenía su enorme culazo al alcance le di un manotazo, agarrando y pellizcando una gran cantidad de carne.

-¡Así!... dame más… dame polla… oh Carlitos…

La miré por el espejo que tenía en el cuarto. Las tetas le colgaban, al igual que la barriguita. Su cara estaba deformada por el placer y resoplaba con cada una de mis embestidas. Viendo como estaba gozando di un paso más, cogiéndola por el pelo y tirándoselo hacia arriba. La otra mano la puse en su cintura, teniéndola bien sujeta para seguir dándole duro. Esa mano la usé para acariciar las caderas, subiendo por el torso y la barriga hasta agarrar una de las ubres. A Tía Carmen le encantaba que le estrujara las tetas, que las apretara en mi mano mientras la carne rebosaba por los dedos y eso es lo que hice. Era imposible abarcar todo el seno pero aun así lo intentaba. Encontré el pezonaco, que estaba totalmente empitonado, y lo pellizque, tirando de él. Le besé el cuello, le mordí el lóbulo de la oreja, le metí la lengua en el interior del oído…

-Que polla… más rica… mi niño… continua… no pares… fóllate… a la… tita… - Jadeaba. -… dale… a la puta… de tu tía…

Sin soltarle el pelo la tiré a la cama, apretándole la cabeza contra la cama. Apoyé mi peso en su trasero mientras seguía taladrando su coño. Ella tenía la mano entre los muslos y se tocaba, masturbándose a la par que yo la percutía. Y así llegó el segundo orgasmo. La multiorgasmia de tía Carmen era fascinante. Lo que disfrutaba la cabrona, con un orgasmo tras otro. La verdad es que les tengo algo de envidia a las mujeres como ella pues debe ser soberbio correrse seguido, sin parar, hasta perder la cuenta de los orgasmos sumida en un mar de placer y éxtasis.

Por mi parte, con este segundo clímax, decidí retirarme de su coño para atacar su otro agujero. No me lo pensé dos veces y sin cambiarla de posición me amorré a su culo. Le separé las nalgas con ambas manos y metí la cabeza en su raja. Lamí de arriba a abajo antes de abrirle el ano con la punta de la lengua. El cerito de mi tía cedió a la presión de mi lengua y pronto tuve una buena porción de ella dentro. Sabía salado, como a sudor,… me encantaba. Continué con el beso negro varios minutos, llenando el ano de saliva y babas. Me ayudé de un dedo, penetrándola con él para dilatarla. Lo movía, haciendo círculos cada vez más grandes, preparando el trasero para el grosor de mi polla. Me tomé mi tiempo mientras ella iba jadeando guarradas.

-Me encanta tener un sobrinito tan sucio… ahg… que bien que me comes el culo…

A eso me dediqué con ahínco y ganas. Si a ella le gustaba que se lo hiciera a mí me encantaba intentar meterle la lengua hasta el intestino. Quería preparar bien el trasero antes de empezar a sodomizar y creía que aun podía abrirle el ano un poco más, pero tía Carmen estaba ansiosa por tener mi polla en su trasero.

-Méteme la polla ya. A qué estas esperando para darme por el culo. –

Dicho y hecho. Me afiancé sobre las rodillas en la cama. Con una mano agarré su nalga, separándola y con la otra me cogí el pene para encararlo. Empujé con el cuerpo y fui deslizando el miembro al interior de su ano. Estaba aún un poco cerrado por lo que me costó un poco meterle toda la polla. A ella debía dolerle pero supongo que eso también le gustaba, sobre todo por los gemidos y gruñidos que emitía, fruto de ese dolor pero también del placer. Por fin se la metí toda.

Así la sodomicé, con ella a cuatro patas y yo dándole cada vez más duro mientras la agarraba por las caderas y el propio culo. Le dí incluso un par de fuertes azotes en la nalga que le dejaron las blandas carnes temblando.

-Dices de mí… pero tú eres una puta… y una zorra… de categoría… - Le dije, insultándola de la misma manera que hacía ella conmigo. -… mírate… gozando como una perra… con la polla de tu sobrino metida… en tu culo gordo…

-Si… tu tita es… una puta… pero no pares… marica…

Éramos tal para cual, igual de salidos los dos. Pensé que lo único de que debía lamentar mi tía de tener mi miembro en el culo era que no lo tenía en el coño y se me ocurrió una idea para remediarlo.

El mismo vibrador que me había sodomizado aquella tarde estaba limpio y guardado en la mesita de noche. Me levanté de la cama, haciendo casi ventosa con el rosado y expuesto ano de mi tía cuando le quité el pene. Abrí el cajón de la mesita y saqué el aparato. Tía Carmen adivinó mis intenciones y me sonrió con una mueca de desbocada lascivia.

Se tumbó en la cama de lado, levantando una pierna para que pudiera tener acceso a ambos agujeros. Primero le metí el vibrador en el coño y lo encendí a una potencia media. Después le metí el pene en el culo.

El mete saca era doble. Con la mano sujetaba el vibrador, deslizándolo y sacándolo de su coño con un furibundo movimiento de muñeca. Lo mismo hacia mi pene en su trasero y la sodomizaba con todas mis fuerzas. Tía Carmen se volvió loca al sentirse doblemente empalada. Tanto que se corrió otra vez. Su coño chorreaba de una manera increíble, incluso manchando la sabana de sus flujos.

-Agh… sí… Dios… - Gritó con el orgasmo.

No pude aguantar más y saqué tanto mi polla con el vibrador de sus agujeros. Empezé a pajearme encima de su cuerpo e instantes después la regaba con mi lefa. Me corrí encima de ella, dejándola llena de semen por la cara, los pechos, la barriga y dejando algunos grumos encima de su poblado bosque púbico.

Me derrumbé en la cama, a su lado, completamente exhausto. Mi tía se levantó para limpiarse un poco y desnuda como estaba se tumbó a mi lado. Ambos nos tardamos en quedarnos dormidos. Otro día de confinamiento con tía Carmen.

Continuará…