Confinado con Fina y su gato 1 (Light)

En el confinamiento obligado no todo es malo, a mi me abrió una ventana a la felicidad de la mano de mi tía Fina y su gato. (Les aconsejo leer primero el Light)

**Amigos lectores, he querido hacer dos versiones del mismo relato, en la primera (Light) está vista desde el ángulo sentimental, sensible y tierno, en la segunda es (Hard) desde el morbo, me gustaría saber sus opiniones y preferencias, gracias.

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Lesaconsejo leer primero el Light)**

En el confinamiento obligado no todo es malo, a mi me abrió una ventana a la felicidad de la mano de mi tía Fina y su gato. **(

Lesaconsejo leer primero el Light)**

Aparte del motivo del confinamiento obligado, éste encierro me ha servido para conocer más a las personas de mi entorno.  Me explico…

Soy de un pueblo relativamente mediano y al acabar mis estudios elementales decidí orientar mi futuro sacando la carrera de fisioterapeuta, la idea no era mala, en mi pueblo no hay ninguno y cada vez la gente se mentaliza más para buscar a un profesional a la hora de cualquier tratamiento o rehabilitación.

El caso es que al tener que salir de mi casa mis padres barajaron varias posibilidades, la ciudad no estaba demasiado lejos pero el ir y venir en autobús (porque no tengo carnet todavía ) representaba un gasto y sobre todo una pérdida de tiempo importante pues los horarios no coincidían casi nunca, como última opción quedaba la menos apetecible, echar mano de favores y estos favores eran el de pedirle a mi tía Josefina que me permitiera hospedarme en su casa.

En principio parece fácil y de hecho alguno de mis compañeros lo hacen pero en mi caso era complicado porque mi madre y su hermana no se llevaban nada bien, yo no sabía el motivo pero desde que recuerdo la tía Josefina era casi tabú en mi casa.

Pero ante la necesidad, mis padres y sobre todo mi madre debía tragarse su orgullo y pedirle el favor.

Antes que nada me presentaré para que comprendan mejor el escenario… soy hijo único con diecinueve años recién cumplidos y no… no se hagan la idea de que soy un cuerpazo de chico, guapo, rubio y tal… no, soy todo lo contrario, flaco, alto de piel lechosa y pelo fino y poca barba, sobre todo poca barba, apenas un bigotito más parecido a una carrera de hormigas que llevo para parecer más mayor.

Desde que recuerdo siempre estuve enfermo de algo, creo que padecí todas las enfermedades posibles, hasta que me operaron de amigdalitis y desde entonces empecé a ser “persona”, esto al parecer fue un alivio pero el mal ya estaba hecho, mis padres, sobre todo mi madre me sobre-protegía para que no tuviera ninguna recaída de la lista de males.

¡Ah, me llamo José!, bueno en realidad así me llamo pero nadie me llama así, mis amigos y compañeros me llaman Jóse pero en mi casa desde siempre me llaman Pepito, por lo que para toda mi familia soy Pepito y me temo que siempre lo seré.

Cuando mis padres, en reunión plenaria, acordaron tragarse el orgullo ante su hermana soltera me hicieron mil recomendaciones antes de hablar con ella, me dijeron lo que podía y lo que no podía decir, no sabía el porqué, ni ellos tuvieron interés en decirlo pero tras una breve conversación por teléfono para allanar el camino fuimos a ver a mi tía Josefina.

No recordaba haberla visto alguna vez, las diferencias debían venir de lejos pero no me pareció tan ogro como la pintaban, era más joven que mi madre pero con la cara tan seria como ella, las dos venían de una educación muy severa y esto dificultaba las cosas.

Cuando se saludaron después de mucho tiempo sin hablarse las dos estaban en guardia, mi madre estaba dispuesta a bajar los humos pero hasta cierto punto, aunque mi padre quería quitar hierro al asunto y solucionar el tema del hospedaje pero mi madre lo hacía callar para tratarlo a su manera con su hermana.

Josefina vivía sola en un piso no muy grande en la ciudad y cuando se encontraron me dio la impresión de dos boxeadores tanteándose antes del combate, mi padre hacía de árbitro y yo… yo parecía el que le daba el agua para que se enjuagara la sangre de la boca a uno de ellos.

Estuvieron observándose por si había un mal gesto y romper la reunión antes de comenzar, lo cierto es que mi padre se quedó en un rincón y mi madre después de respirar hondo hizo el sacrificio (después de grandes rodeos) de plantear el tema.  Josefina se hizo rogar, era su ocasión y supo vengarse, después de casi poner de rodillas a mi madre dijo que sí, sin más pero dejando claro que lo hacía por Pepito (que era yo), a partir de ahí la conversación fue breve y simplemente se acordó el día en que me llevarían a su casa.

Ese día el trámite fue corto, subí la maleta donde llevaba mi ropa y la caja con mis libros y después de un millón de recomendaciones, se despidieron y me dejaron frente a frente con la tía Josefina.  Ésta lo primero que hizo fue “leerme la cartilla”, me marcó sus normas, bastante estrictas y luego me dejó sacar mis cosas en mi habitación.

Mi tía era algo llenita en carnes, un poco más baja que yo y con el pelo corto, abundante y moreno, hasta diría que no era fea si se arreglara un poco pero al verla de cerca no me pareció nada del otro mundo, mi madre, tengo que reconocerlo era más guapa que ella.

Yo siempre he sido muy obediente y me propuse acatar sus normas sin darle queja porque sabía que era mi única ocasión de estudiar y no le di problemas.

Cuando empezó el curso me dediqué a centrarme en los libros, sólo me reunía con mi tía a las horas de las comidas y siempre procuraba decirle que me gustaba todo y lo bien que guisaba, sin duda exageraba pero era mi papel.

En clase soy de los más aventajados y sobre todo de los más populares, bueno para que engañarles, soy el más ligón, se puede decir que en una clase adonde las chicas son mayoría, yo tengo el 60%, Héctor el 30% y el resto el 10 % restante, sin falsa modestia yo soy el primer sorprendido del porcentaje pero es debido a dos cosas, pese a ser desgarbado y poca cosa tengo una labia que hipnotizo a las chicas, además no tengo prejuicios.

Me gustan todas, no hago distinciones y eso a las chicas les gusta mucho, todas quieren estar cerca de mi o que yo esté cerca de ellas o mejor con ellas, mi otra “virtud” parece ser lo que llevo entre las piernas, las chicas se encargaron en correr la voz y eso incrementa el porcentaje cada vez más.  El otro competidor es mi amigo Héctor, él es todo lo contrario a mí, es guapo, atlético, deportista y con coche, a él se acercan las más “pijas” las niñas bien y el resto son las que no se interesan por ninguno de los dos.

Todo esto no lo digo por presumir, sino para explicar que estoy acostumbrado a estar rodeado de chicas y chicos, claro y después del golpe del cierre de clases y por consiguiente del confinamiento estoy en casa de mi tía como un león enjaulado.

Los primeros días los pasé organizando libros, quitando trastos de por medio etc. pero al tercero ya estaba que me subía por las paredes, no tenía humor para chatear con las chicas y eso que ellas están más o menos como yo y estaban generosas para mostrarme todo lo que les pedía, a la mayoría de ellas las conocía en “directo” y a las que todavía no ya sea por la lejanía o por la seguridad de la pantalla también se iban abriendo a mi “curiosidad”, lo cierto es que tuve varias “conversaciones” calientes con algunas.

Al cuarto día decidí salir de mi cuarto fuera del horario de comidas, necesitaba imperiosamente hablar con alguien y la única posibilidad era mi tía Josefina, la encontré en la cocina preparando la comida y esa fue la excusa para entablar conversación, sabía que le gustaba guisar y me interesé por lo que hacía y cómo lo hacía.

Parece que a ella le caí bien o menos mal que mis padres y me fue explicando cómo se hacían las comidas, yo ponía interés y eso le gustaba.  Otro punto de conexión fue que le gustaban los gatos, tenía dos, preciosos los dos y muy bien cuidados, el pelo les relucía como las modelos de los anuncios, yo no tuve nunca gatos en mi casa por si acaso tuviera alergia y quizá por eso no me di cuenta de que uno era gato en vez de gata, cuando se lo pregunté mi tía echó a reír a carcajada limpia y me dijo…

  • Pepito… ¿no sabes distinguir a un gato de una gata?
  • Pues no tía, nunca he tenido un gato cerca.
  • ¿Ni siquiera de lejos?
  • No, ya sabes que siempre estaba enfermo y no me dejaban acercarme a nada que pudiera ponerme malo.
  • Jajaja, vaya tontería, ¿entonces no sabes cómo se diferencian?
  • No tía no, es la primera vez que estoy a menos de 5 metros de uno.
  • Entonces tampoco sabrás en que se diferencia un hombre de una mujer, jajaja.
  • Sí, eso sí tía Josefina.
  • Pues los gatos igual, mira.

Cogió al gato y le dio la vuelta y luego a la gata, los huevos que llevaba pegados al gato eran enormes y me puse rojo, no de vergüenza sino de rabia por no haber caído en una cosa tan tonta, yo me refería que lo decía por el color como las aves.

  • ¿Ya ves la diferencia Pepito?
  • Sí, tía sí, no he pensado en una cosa tan obvia.
  • Pues sí que son obvios, sí, jajaja.
  • Vale tía, no te burles.
  • Perdona, lo siento, es que era lo último que podía esperar, ¿es que no hay chicas en tu clase?
  • Sí, tía claro, ¿de qué raza son?
  • Son persas, mira qué bonitos…
  • Sí, pero la gata parece más grande o por lo menos está más gorda…
  • Jajaja, ay Pepito, que inocente eres, es porque está preñada, está a punto de parir.

Mi tía parecía que se iba abriendo poco a poco y no me asociaba tanto con mi madre como antes y eso me gustaba.

  • ¿Y cómo llevas el encierro?  Imagino que os darán temas para estudiar en casa, ¿no?
  • Sí claro, pero ya estoy harto de mirar al ordenador, necesito distraerme, si quieres te ayudo a lo que quieras.
  • Pues no me vendría mal que me descolgaras las cortinas y las lavo, yo también me aburro y voy a aprovechar para hacer lo que siempre dejo para después.

Me sentí aliviado porque podría hacer algo diferente, fui a buscar la escalera y subí rápidamente, mi tía desde abajo me indicaba lo que tenía que hacer pero al no haberlo hecho nunca me costaba soltar los ganchos, después de mucho intentarlo pude soltarlas y se las di.

Al bajar la escalera en el penúltimo escalón creí que ya estaba abajo y caí de golpe torciéndome un tobillo, el aullido que di asustó a mi tía que no sabía el alcance del accidente y se apuró cuando le dije que no podía mover el pie sin que me doliera horrores.

Le pedí que le preguntara a mi madre lo que podía ponerme pero ella se negó, no quería contarle nada porque mi madre se pondría como una fiera y la llenaría de reproches, optó por ayudarme a acostarme y a dame unas friegas con alcohol, por la poca experiencia que tenía yo de fisio deduje que no había rotura y que se trataba de una torcedura o a lo sumo de un esguince, por lo que le pedí que me vendara solamente el pie.

A partir de entonces mi tía se desvivió por cuidarme y como compensación me hizo una cena de lo que más me gustaba, se sentía un poco culpable y se sentó a mi lado para hacerme compañía, le dije que si quería podía traer su cena y cenar juntos y lo hizo, sobre la sábana extendió un mantel y cenamos como si estuviéramos en el campo, cuando terminamos retiró todo y se tumbó a mi lado.

Empezamos a hablar y me di cuenta de que sus recelos respecto a mi por si le contaba algo a mi madre se disipaban y me cogió un poco de confianza, le conté alguna anécdota de la clase, al principio sin importancia pero fui dándole detalles de lo que hacía cuando iba a estudiar a casa de alguna compañera o de las “reuniones” que hacía los domingos con ellas.

A mi tía le hacía gracia que siendo tan enclenque tuviera tanto éxito, a veces no se lo creía pero yo le daba datos que claramente demostraba que no mentía, entre una historia y otra le pregunté por qué estaban tanto tiempo enfadas mi madre y ella, se mostró evasiva y no quiso aclarármelo pero yo insistí mucho hasta que me preguntó…

  • ¿Qué opinarías si tuvieras novia y te fueras a casar y tu mejor amigo te la quitara y se casara con ella?
  • ¿Qué quieres que piense?  Que me pelearía con él, eso no se hace.
  • Pues imagina que no es tu mejor amigo, que es tu propia hermana.
  • ¿Mi hermana, quieres decir, que mi madre te quitó el novio, y… qué hizo con él?
  • ¡Qué va a hacer, casarse y tener un hijo tonto que se llama Pepito, jajaja!
  • Jajaja, es verdad o sea que mi madre te quitó a mi padre y… ¡joder tía, qué putada!, ahora comprendo, entonces tú eres la ofendida, no mi madre.
  • Algo así, aunque ella le da la vuelta y dice que yo no quería a tu padre y estaba libre.
  • ¿Y mi padre que dice?
  • Ya lo ves, como hoy, en un rincón callado.
  • Joder con mi padre, que cabrón, ¿y por qué lo hizo él?
  • Porque tu madre es más guapa que yo y porque le dio…
  • ¿Qué le dio?
  • ¡Pepito, no me hagas decir lo que no debo!, le dio lo que tenemos entre las piernas…
  • ¡Qué puta es mi madre!
  • ¡Pepitoooo!
  • Perdón tía, se me escapó.
  • Me alegro que hayas comprendido mi postura y ¿sabes una cosa?, no me gusta que te llamen Pepito, yo te voy a llamar Jóse, ¿te parece bien?
  • Me encanta, estoy harto del Pepito y… ¿yo te puedo llamar de otra forma?  No me gusta Josefina.
  • Claro Jóse, llámame Fina a secas, sin tía ni nada.
  • Gracias Fina, me gusta.
  • Jóse, sigue contándome tus historias… me gusta oírte.

Seguí contando historias algunas de ellas inventadas, iba subiendo de tono en algunas y ella se ruborizaba con todas, por sus comentarios pude deducir que no tuvo más novio que mi padre y por lo que contó, mi madre se lo quitó por no follar con él.

Desde aquel día la relación con Fina fue cada vez más fluida, en una ocasión entró de pronto en mi habitación y casi me pilló con la polla en la mano, estaba viendo porno por el ordenador en la cama y me vino justo para taparme con la sábana y ponerme el ordenador sobre las piernas pero no pude apagarlo y aunque bajé la tapa los gemidos se siguieron oyendo por unos segundos.

Fina me miró sonriendo, yo estaba apurado porque sabía que era muy puritana y aquello era pasarse de la raya pero no dijo nada, al no poder salir a la calle y menos con el pie vendado ella era la que salía un momento justo a por el pan y volvía trayéndome algún pastel que nos comíamos entre los dos, descubrí que era muy golosa.

Los días pasaban y Fina ya no veía tanto la televisión basura, venía conmigo y hablábamos, le gustaba recordar sus tiempo de joven, me trajo fotografías de jovencita para demostrarme que también era guapa, quizá para convencerme que mi padre tampoco había obrado bien cambiando de hermana, le fui insinuando para que se arreglara más, porque desde entonces estaba desengañada de los hombres y no se pintaba siquiera.

Un día me sorprendió con los labios pintados, no era un color muy fuerte pero le cambiaba el semblante.  La elogié diciéndole que estaba más guapa que mi madre y que mi padre era un gilipollas, me dio un beso en la cara agradecida y salió canturreando de la habitación.

Por la mañana después de unos días de encierro vino gritando a mi habitación, yo no sabía que pasaba y cuando entró me enseñó lo que llevaba en las manos, vi a un gatito recién nacido, era una monería todavía con los ojos cerrados, desde aquel día me lo traía para enseñarme los progresos que hacía.

La gata no le hacía nada al cogérselo porque tenía más a los que darles de mamar, éste parecía el más desfavorecido y eso le dio lástima, a mi me recordó cuando yo era pequeño y aún ahora, mis brazos y mis piernas eran palillos, el gatito era más menudo que sus hermanos y más desvalido pero en cambio tenía los ojos muy vivos de color lila con una cabeza negra y grande.

Cuando ya tenía unos días lo trajo a mi cama, lo llevaba entre las manos y se subió a mi lado, me lo enseñó, tenía todavía la boquita blanca de leche y lo acarició, me dijo que lo tocara para que viera lo suave que era y el gatito se salió de sus manos y se coló por el escote al calor de su pecho.

Cumplí el deseo de mi tía y lo acaricié, le pasé la mano por el lomo y por la barriguita, por el cogote y por el hocico, hasta le estiré el rabo para ver lo largo que lo tenía, Fina me miraba a los ojos cuando mi mano se perdía debajo de su suéter, yo alababa la suavidad del felino tembloroso pero mis dedos tocaban más carne mamaria que gatuna.

El gato tenía frío y se coló entre las dos tetas de Fina, mis dedos lo siguieron y ella cambió de postura para que el gato “estuviera más cómodo” yo procuré separar las dos tetas para que se cobijara mejor bajo la mirada fija de Fina, llegué hasta notar la areola de aquella teta caliente, el sujetador de tela había quedado holgado y los dedos entraron suavemente sin presionar pero avanzando cada vez más.

Fina me miraba sin decirme nada pero me cogió la muñeca con dos dedos y tiró de ella hasta sacarme la mano, se levantó y con el gatito entre sus tetas se marchó sin decir nada.

Me sentí horrible, me di cuenta de que la había cagado, había abusado de la confianza de mi tía y había cruzado la línea roja, ahora volvería a ser todo como antes.

Cuando me llevó la cena a la cama no dijo nada al respecto y aunque no se le notaba enfadada tampoco dio muestra de amabilidad.  Al día siguiente cuando salió para comprar el pan me compró un pastel de merengue, era muy grande y le propuse compartirlo, ella aceptó enseguida y trajo dos platos y dos cucharillas, sobre la cama nos lo comimos mientras me contaba la poca gente que había en las calles, sólo vio a alguna persona paseando a los perros.

  • Tienes suerte Fina, a los gatos no hay que sacarlos con el frío que hace, me imagino al “enano” por la calle.
  • Es cierto, el enano que dices tú prefiere los sitios calientes, jajaja.

Me reí con ella y me alegré que de pasada sacara el tema a colación, me había recordado la aventura del gatito.  Luego de comer el pastel se tumbó a mi lado y jugó con el pequeñín, éste subía torpemente sobre ella hasta que descubrió de donde salía el calor y se fue acurrucando entre las solapas de la camisa de Fina.

  • Fina, ¿tú crees que al gatito le gustará el merengue?
  • No sé, dale que lo pruebe.

Con un dedo le di un trozo de pastel que quedaba y el gato lo olio y de un bocado se lo tragó, casi me muerde con sus dientes como agujas, al segundo pedacito que le di tuve cuidado y aparté los dedos para que no mordiera pero el trozo cayó adentro de la camisa y Fina abrió dos botones para que el gato lo cogiera, el gato metió a cabeza pero como la tenía gorda no llegaba y yo le ayudé, separé las dos tetas pero cada vez que separaba el trozo de merengue se hundía más y más.

Por el tacto primero y con la vista después me di cuenta de que el sujetador de mi tía no era el mismo del otro día, éste era muy bonito, de encaje azul celeste y muy suave, el gato buscaba ávidamente el pastel y yo hurgaba para que alcanzara, le hice hueco entre la carne y la tela y metió la cabecita.

Parece que lo encontró porque Fina se tapó los ojos con las manos y se echó hacia atrás con un gemido, separé la camisa y vi al gato que lamía el trozo de merengue que casualmente había quedado pegado al pezón de mi tía, la áspera lengua del gatito le estaba poniendo el pezón de un tamaño exagerado.

Cuando el gato terminó de lamer el pezón lo quité y pasé mi mano “limpiando” el pezón de saliva gatuna, estaba húmedo y caliente y sobre todo muy duro.  La areola estaba hinchada y llena de bultitos y al pasar por ella pude rodearla y darme cuenta de lo ancha que era.  Fina se encogió como un ovillo y me dio la espalda diciendo…

  • No Jóse, esto no está bien, no puede ser, no.
  • ¿Qué pasa Fina?
  • Nada Jóse, nada.  Déjame.

Mi tía estuvo un rato sin decir nada encogida con las manos en la cara y de espaldas a mí, yo no sabía qué hacer, si insistir y lograr que se enfadara o seguir los consejos de mi polla que estaba a reventar.

Al momento Fina se levantó y sin mirarme cogió al gato y se marchó, en la cena no hizo ningún comentario, fue tan normal como siempre y al otro día se fue a comprar al mercado.

  • ¿Jóse, quieres que te traiga algo del mercado?  Voy a comprar porque tenemos la nevera vacía.
  • No Fina, lo que tú quieras, todo lo tuyo me encanta.

Noté una leve sonrisa en Fina y se marchó, cuando cerró la puerta encendí el PC y busqué páginas porno, me di cuenta de que ya no me interesaban las que hasta ahora miraba de jovencitas, ahora busqué las de mayores, las de tías y las de “hecho en casa”, buscaba ideas para actuar cuando hubiera ocasión si es que la había. El resultado fue que me hice una paja pensando en aquel pezón que había lamido el gato y que yo descubrí por casualidad.

Cuando vino de comprar me contó que me traía una sorpresa, de Fina podía esperar de todo, le tenía mucha confianza y me gustaba cada día más su compañía, cuando trajo la comida a mi habitación preparó la mesita con todo detalle, hizo una comida especial y para postre me había comprado fresas, cuando las sirvió en una fuente grande sacó como un mago un tubo de nata montada y roció con el chorro a presión todas las fresas.

Subió el plato a la cama y sentados con las piernas cruzadas cogimos las fresas con las manos, mientras el gato dormía hecho una bola peluda en una esquina porque acababa de mamar. Cuando ya quedaban pocas fresas, el gato sin duda olió la nata y se acercó a nosotros, cogí un poco de nata y lo lancé contra Fina, ella hizo lo mismo y el gato se acercó a mí, la nata había caído sobre el chándal que llevaba puesto y el gato lamió justo sobre mi polla.

En un segundo el bulto que apareció fue espectacular, fina reía a carcajadas viendo cómo el gato quedaba en alto subido a la polla como en un toro loco.

  • Uff, este gato sabe lo que hace pero me está poniendo malo.

Quité el gato, que con las uñas se agarraba al pantalón y me clavaba la polla y bajé la cintura para ver si me había hecho sangre, la polla apareció tiesa como un palo y le bajé el prepucio, fina miró admirada y riendo tiró del pantalón hacia arriba escondiéndome la polla.

  • Jajaja, ¡anda tápate eso, qué barbaridad!, jajaja, si te lo ve el gato seguro que se lo come, jajaja.
  • Y eso que no lo ha visto todo, jajaja.

Como respuesta le eché nata al escote de Fina y el gato se lanzó a por él, trepó por el suéter que llevaba y clavando las uñas en las tetas llegó hasta la nata, ella se sacudía para quitárselo pero el gato estaba loco por comer la nata y se escurría hasta que se coló por el escote.

Le hacía un bulto entre las tetas buscando la nata y Fina hizo todo lo posible por sacarlo, al no poder bajó un hombro del suéter y luego el otro, pude ver el pecho de Fina, el nacimiento de las tetas rellenas y sin poder evitarlo me acerqué a ella y tiré del escote hacia abajo.

Encontré al gato entre el sujetador y las tetas pero lo que pude ver fueron los pezones de Fina, no lo pensé y me lancé a chuparlos, el gato saltó asustado y yo lamí uno y otro como si se fueran a acabar, Fina se cubrió los ojos con las manos murmurando…

  • Jóse, esto no está bien, no debe pasar, soy tu tía y tú mi sobrino.
  • Fina no me digas que no lo haga porque me muero, dime qué quieres que lo haga.
  • No Jóse, no, no está bien, ¡por Dios, qué boca tienes Jóse…!

Fina quería evitarlo, estaba arrepentida pero no se marchaba, se puso de rodillas con la cara tapada y yo frente a ella metí las manos por el escote amasándole las dos tetas a la vez, pellizcando las areolas y tirándole de los pezones, ella con la cabeza baja sin querer mirarme, con las manos en sus rodillas aguantaba sentada sobre sus tobillos, sólo movía la cabeza diciendo no y no pero murmuraba.

  • No, Jóse no, me haces recordar y sufrir.
  • ¿Qué recuerdas Fina?
  • Recuerdo cuando tu padre me hacía lo mismo.
  • ¿Mi padre también te acariciaba las tetas como yo?
  • Sí, igual que tú, lo haces igual.
  • ¿Quieres que siga?

No dijo nada, no quería que sufriera recordando malas épocas pero ella no decía que no siguiera y me bajé un poco el chándal, la polla salió un tercio pegada a mi barriga y ella con el pelo echado sobre la cara miraba sin decir nada.  Yo seguía con las manos en las tetas abarcándolas desde todos los lados.

  • ¡Por favor Jóse esconde eso, no me hagas esto!
  • No pasa nada Fina, quiero que la veas, es para ti si quieres.

Fina alargó la mano y tiró del pantalón y me cubrió la polla aunque el bulto seguía demostrando lo que había debajo, seguí con sus tetas, ella con la cara cubierta por el pelo casi la apoyaba contra mi pecho, bajé los pantalones hasta las rodillas, la polla saltó frente a ella y seguí con las manos debajo de su suéter.

Le bajé los tirantes del sujetador y las saqué, ahora las tenía completamente afuera y las tocaba como quería, ella alargó tímidamente la mano y cogió la polla un segundo, le bajó la piel descubriendo el capullo y soltó como si le quemara en la mano y me volvió a subir el pantalón.

Ya no podía aguantar más la situación y me quité del todo los pantalones y con la polla casi vertical me acerqué a Fina casi tocándola, su cara estaba a centímetros de mi capullo y ella jadeaba con mis caricias, volvió a coger la polla y la tuvo unos momentos en la mano, la cogía como si fuera a hacerme una paja y apoyó su cabeza contra mi pecho.

  • ¡Sigue, Fina sigue!, acaríciame la polla.
  • No Jóse, no quiero seguir, la tienes igual que tu padre.
  • ¿No decías que no follasteis?
  • No, a follar no llegamos, no quise, pero le acaricié muchas veces, él insistía que quería follar pero yo estaba empeñada en que sólo lo haría de casada, ¡que tonta fui!
  • ¿Y no le dejabas tocarte?
  • Sí, tocarme si, las tetas siempre y algunas veces el coño, fue así como nos pilló tu madre, él estaba muy caliente y me estaba acariciando el coño, me estaba corriendo porque tengo el clítoris muy sensible, tu madre nos vio y se calló, cuando tu padre la vio se estaba masturbando detrás de nosotros, tu padre me dejó y salió detrás de ella, la alcanzó cuando se escondía en su cuarto y allí…
  • ¿Allí, la folló?
  • Sí, la folló varias veces, desde mi habitación oí a tu madre correrse como una perra, es muy escandalosa y tu padre la llenó de leche varias veces, desde entonces no nos hablamos.
  • Pero… yo, comprendo que tú estés enfadada con ella pero… ¿por qué ella contigo?
  • Claro, se casaron pronto porque tu madre quedó preñada y cuando naciste acordaron ponerte de nombre Luis como tu padre pero en el último momento tu padre te registró con el de José.
  • ¿José, a santo de qué José?
  • Imagina… ¿cómo me llamo yo?
  • Josefina… joder con mi padre, él te quería pero a mi madre la folló y la preñó.
  • Claro y desde entonces tu madre no me habla, estuvieron mucho tiempo mal pero con el tiempo…
  • ¿Y tú, ya no tuviste novio?
  • No, con tu padre al lado no pude encontrar a otro que me gustara, sabía que me seguía queriendo pero no podía hacer nada, ni yo lo habría consentido.
  • Fina dame un beso, pero no como a mi padre, quiero que me lo des a mí.
  • Por favor, no me pidas eso Jóse.

Le robé un beso, apenas le rocé en los labios cuando le alcé la cara, me agarró la polla con la mano y apretó, la empujé y la tumbé sobre la cama, se tapó la cara con las manos y movió la cabeza diciendo que no, sobre ella seguí lamiéndole las tetas y con la polla empujé entre sus piernas aunque llevaba el pantalón vaquero.

Se escurrió entre mis brazos pero la alcancé cuando ya se iba a escapar y le bajé el suéter hasta la cintura, con las tetas sueltas me cebé en ellas, en sus hombros y en su cuello y orejas, ella seguía con la cara tapada negándose a consentir, al fin la dejé respirar y me tumbé a su lado con la polla vertical, la tengo delgada pero muy larga y con el capullo en punta como una de las fresas que nos comimos.

Ella jadeaba, de pronto se incorporó, se abrazó a mi pecho y fue escurriéndose hacia abajo, mi polla se dobló entre sus tetas hasta que su boca llegó a su altura, la atrapó con sus labios y la tragó, no veía su cara con el pelo cubriéndola pero su cabeza subía y bajaba hasta casi los pelos lisos de mi pubis.

Paró para respirar y dio la vuelta, quedó mirando al techo, no me miró para nada cuando despasó su pantalón, se había decidido de pronto y no lo dudé, no le quité ni las bragas color granate, me abrí paso ladeándolas y apoyé la verga en su coño, Fina volvió a cubrir su cara con las manos pero estaba vencida y empujé, noté una leve resistencia pero seguí, con tres empujones llegué hasta el fondo de mi tía, ella se abrazó a mi gimiendo clavándome las uñas en la espalda.

Me moví suavemente, comprendí que Fina necesitaba cariño y fui acelerando lentamente, abrió las piernas separando las rodillas hasta que me rodeó los riñones con ellas para que no me escapara, quedó abrazada y colgando de mi, con el culo elevado y sacudiéndose con el orgasmo más fuerte de su vida, la sostuve a cuatro patas colgando, ella me besaba en la cara, en la boca y en los ojos, lo hacía con desesperación.

Cuando se calmó soltó y volvió a la sábana, no quise cambiar de posición, quería follarla cariñosamente y me apoyé lo justo quedando con los codos y las rodillas, con las manos seguí acariciándole las tetas y con la polla clavándola despacio al salir y de golpe al entrar.

Volvió a correrse y levantó las piernas sobre su cabeza, me puse de rodillas pegado a ella y le metí la polla de golpe hasta adentro, los labios del coño eran carnosos y el vello solamente le rodeaba el pubis, vi el culo oscuro pero quise dejarlo para la próxima vez, notó que mi polla palpitaba con peligro y me miró por primera vez desde que empezamos...

  • ¡Córrete adentro Jóse!
  • No Fina, quiero que te olvides de mi padre, ahora lo haremos a mi manera, quiero que folles sólo conmigo, ¿podrás hacerlo?
  • Claro Jóse, ya hace rato que olvidé a tu padre.
  • Eres un encanto, pero esta vez me voy a correr en tus tetas, por ellas hemos podido llegar aquí.
  • Como quieras, tú mandas.
  • No, somos los dos igual, aquí no hay más que una voluntad.

Desde aquel día Fina fue a la farmacia, era de los pocos sitios permitidos y compró dos cajas de condones, luego cuando pudiera iría al médico y le pediría las píldoras anticonceptivas, desde entonces duermo en su habitación, follamos a cada momento y nos olvidamos de mis padres.

¡Ah, no puedo olvidarme del gato!, le bautizamos con el nombre de Pepito, hemos decidido quedarnos con él, a sus hermanos ya los tengo colocados entre mis compañeras de clase, en cuanto acabe la cuarentena los repartiré, Pepito se porta muy bien aprendiendo cada día y más haciéndonos reír con sus ocurrencias, duerme en nuestra habitación metido en una de mis zapatillas.

Fin.