Confidencias maternales (IV)
Mi madre vuelve a verse con sus dos amantes y esta vez no sólo está dispuesta a contármelo con todo detalle sino que no le importa que yo sea testigo directo del encuentro.
Al día siguiente, cuando llegué de la Universidad, sobre las 3 de la tarde, me encontré a mi madre en casa vistiendo una batita muy corta, una de esas que se pone en verano, con sus piernas enteramente al aire y por tanto con una pinta de lo más sugerente. Generalmente se pone esa prenda llevando debajo bien una falda, un pantaloncito o unas mallas para estar en casa, pero aquel día como mucho llevaría debajo unas bragas porque todos sus esplendorosos muslazos quedaban completamente a la vista ya que la batita en cuestión apenas le llegaba por debajo del culo. Como ella vio la cara de tonto con la que seguro que me había quedado contemplando sus rollizos muslos, se rió divertida y halagada y me preguntó a ver si la encontraba guapa. Por respuesta, además de deshacerme en piropos hacia ella, le metí mano en todo el muslamen, cosa que ella no sólo no me reprochó sino que me agradeció diciéndome:
-Te gusta sobarle las carnes a tu madre, ¿eh? Te gustan mis muslitos, ¿a que sí, cariño?
Mi repaso a su anatomía no se quedó en sus muslos sino que también le toqué el culo descubriendo que sí que llevaba bragas, aunque debían ser unas bastante pequeñas sin llegar a ser tanga, ya que metiendo la mano bajo la bata pude tocarle directamente y sin problema buena parte de sus preciosas y voluminosas nalgas. Tras esos arrumacos yo le pregunté:
-Bueno, mamá, ¿cuándo les vas a enseñar a tus amantes tu chochito depilado? Como tardes mucho, te lo van a ver otra vez con pelo…
-De eso quería hablarte, hijo. Verás, he estado hablando con Mario por teléfono esta mañana y bueno… lo cierto es que hemos quedado en que se pasarían por casa esta tarde sobre las 5…
-¡Estupendo, mamá!
-¿Sí? ¿Te parece bien, cariño?
-¡Pues claro! Lo único que espero que luego me cuentes lo que te han dicho y cómo han reaccionado al verte rasurado ese chochito tan bonito que tienes.
-Claro, hijo. Cuenta con ello. Ya sabes que mamá te lo cuenta todo.
Nos quedamos mirándonos unos instantes y yo me planteé comentarle a mi madre una idea que me rondaba y atraía brutalmente, aunque no tenía muy claro cómo hacerlo.
-Oye, mamá… -Empecé, pero me corté un poco. No sabía muy bien cómo exponerlo. Mi madre se había mostrado conmigo absolutamente abierta y cómplice al relatarme sus aventuras con los vecinos, pero quizá la idea que yo quería plantearle fuera excesiva y a ella no le pareciera adecuada.
-¿Sí, hijo? –Dijo ella con su encantadora sonrisa mientras se sentaba en el sofá cruzándose de piernas, quizá de una forma un poco exagerada, y mostrándome sin ningún pudor y por completo sus maravillosos muslos y caderas ya que al sentarse de aquella manera la corta batita se había quedado prácticamente en su cintura.
-Verás… Me gusta mucho que estés dispuesta a contarme después todo lo que hagas con Mario y Rafa, ya sabes… Pero… Bueno, yo quería decirte…
-¿Te gustaría verlo en directo, cariño? –Me cortó ella adelantándose a lo que yo quería plantearle-. ¿Te gustaría ver a mamá pasándoselo bien con esos vecinos?
-La verdad es que sí –respondí yo entusiasmado y en cierto modo aliviado porque hubiera sido ella la que hubiera puesto en palabras mis pensamientos facilitando de esa manera lo que yo estaba deseando pedirle.
-Y te gustaría ver la cara que ponen cuando les enseñe mi chichi peladito, ¿a que sí?
-¡Pues sí, mamá! –Respondí yo riendo y encantado con la actitud tan cachonda de mi madre con respecto a mis deseos de observarla en acción-. Pero bueno, ya se que quizá no resulta sencillo e igual tampoco es cómodo para ti.
-¡Todo lo contrario, mi amor! Si te digo la verdad, me pone cachonda perdida la idea de que mi hijo me vea portándome como una golfilla con esos dos hombres. Exhibirme como una puta delante de ti es una de las ideas más calientes que se me pasan por la cabeza, sobre todo después de haberte contado ayer lo que hice con estos vecinos y después de cómo reaccionaste ante mis confidencias.
-¿De verdad? ¿No te importaría entonces que os viera?
-Claro que no, hijo. Si ayer te conté todo lo que te conté, en cierto sentido es por eso, como te puedes imaginar. Me calienta mucho ser una calentorra con otros hombres, pero la idea que más cachonda me pone es que tú sepas que tu madre es una putilla. Y te diré una cosa: que encima te parezca bien y te guste y excite tener una madre así de golfa, me resulta tremendamente morboso, mi amor.
-Bueno, pues… ¿qué te voy a decir, mamá? A mí también. Y claro que me gustaría ver la cara que ponen esos dos cuando te vean el chichi, ya lo creo que sí. A ver si les gusta cómo te lo he afeitado o si tienen algún comentario y tengo que hacerte un arreglillo…
Los dos nos reímos divertidos y luego mi madre dijo:
-Si te digo la verdad, yo ya te iba a proponer que te quedaras y nos espiaras. Es un poco delicado porque igual a ellos no les parece bien o se sienten incómodos, así que de momento yo descartaría que te quedes con nosotros mirando en la misma habitación, quiero decir, delante de ellos.
Ya, ya, claro. Eso podría resultar muy violento para ellos y quizá también para ti, mamá…
-Para mí te aseguro que no –me cortó ella-. Ya te digo que me excita y me calienta mucho hacer cochinadas delante de ti, mi amor. Saber que te excito con mi actitud de golfa despendolada a mí me excita aún más. Pero es cierto que puede que para ellos sí resulte incómodo, y más sin habérselo comentado antes…
-Por supuesto. A mí con verte con ellos ya me vale. Si me puedo quedar escondido…
-Eso te iba a proponer; si tienes cuidado y eres precavido y sigiloso, a mí me encantará que nos espíes y veas todo lo que hacemos.
-¡Joder, mamá! Si es que me estoy poniendo cachondísimo de solo pensar que voy a ver cómo esos dos disfrutan de tu cuerpazo de jamona. –Le dije agradecido y dándole una palmada en uno de sus desnudos muslos
-Ja, ja, ja… -Rió ella complacida y divertida con mis palabras.
En el rato que quedaba hasta que llegaran nuestros vecinos, mi madre y yo pensamos en cómo podríamos organizarlo todo para que yo pudiera espiarles sin ser visto. Ella misma sugirió que les recibiría en la sala, donde probablemente se darían las primeras escenas amorosas, y que luego los llevaría a su habitación. En ambas estancias dejaría la puerta abierta o entornada para que yo pudiera atisbar sin ser visto. Yo esperaría escondido en mi habitación y una vez ellos en casa, ya saldría al pasillo para desde allí ver todo lo que ocurriera en la sala y después en el dormitorio de mis padres.
-Cuando nos vayamos a ir del salón al dormitorio, ya diré algo para avisarte con tiempo y que te puedas esconder de nuevo en tu habitación. Luego sales y podrás ver a mamá portándose como una furcia en su cama de matrimonio, ¿te parece, cariño?
-Me parece estupendo –le contesté yo para darnos a continuación un buen morreo como anticipo de todo lo que mi madre se aprestaba a vivir aquella tarde. Cuando finalizamos el morreo, mi madre me preguntó de forma coqueta y retórica:
-¿Entonces estoy guapa, cariño? –Y levantándose del sofá, se dio una vuelta sobre sí misma exhibiendo su generoso cuerpazo bajo aquella cortísima batita y ofreciendo un maravilloso espectáculo con sus muslazos desnudos.
-Estás preciosa, mamá. Estás para comerte por todos lados. Pero si me permites un consejo, yo te diría que aunque estemos en casa, te pongas unos zapatitos o unas sandalias con algo de tacón porque esas piernazas que tienes van a estar todavía más bonitas y apetitosas.
Mi madre se rió y agradeció el consejo dándolo por bueno. Se puso entonces unas sandalias de verano con un poco de tacón. Eran blancas y completamente abiertas por detrás y desde luego sus piernas ganaron en vistosidad gracias a los tacones apenas se las hubo calzado. La piropeé, le metí mano de nuevo en el muslamen y nos dimos un nuevo e intenso morreo. Justo cuando nos separábamos sonó el timbre.
-Ahí están. Escóndete, cariño; y baja la persiana de tu habitación para que se quede en penumbra y no se vea que hay alguien dentro. –Dijo ella. En aquel momento pude ver en su voz y en sus ojos la intensa excitación que en aquel momento sentía mi madre al ir a recibir a sus dos amantes.
Desde mi habitación, cuya puerta da casi enfrente de la de la entrada de la casa, pude ver cómo mi madre iba a abrir la puerta de la vivienda. Verla de espaldas, con su generoso culazo y sus anchas caderas bamboleándose sobre sus sandalias de tacón según se dirigía a la puerta de la entrada, ya casi era como para correrse. Les abrió y rápidamente entraron los dos hombres para que ningún vecino pudiera verlos. Al ver a mi madre con aquella exigua batita mostrando prácticamente por entero sus muslazos, ambos hombres se quedaron con los ojos como platos.
-¡Joder, Almudena; tú sí que sabes recibir a las visitas! Menudas pintas de golfa, con todas las piernazas ahí al aire.
Luego ambos la morrearon intensamente a modo de saludo mientras empezaban ya a magrear la generosa anatomía de mi madre, sobre todo los muslos que tan ampliamente exhibía, y también su culo. Con ella en el medio de los dos hombres, ellos abrazándola por los hombros y ella agarrándolos a ambos por la cintura, se dirigieron al salón. Una vez allí yo oí como seguían besándose y tras unos segundos de prudente espera ya me atreví a salir de mi habitación y dirigirme con extrema cautela hasta la puerta del salón. Mi madre la había dejado abierta y yo, tumbado en el suelo desde el pasillo, podía ver sin problemas toda la sala. Mi madre seguía entre los dos hombres, que la morreaban alternativamente mientras la piropeaban obscenamente. En un momento dado se sentaron los tres en el sofá y siguieron besándose y tocándose. Observé que mi madre no se estaba precisamente quieta y también les tocaba a ellos en la zona de la entrepierna por encima de sus pantalones. Para entonces Mario ya le había abierto la bata y había descubierto que mi madre no llevaba sujetador y que por tanto sus tetas estaban libres bajo aquella prenda. Se las empezaron a sobar y a chupar de manera bastante coordinada, la verdad; mientras Mario le sobaba las tetas o le chupaba un pezón, Rafa morreaba con mi madre y luego alternaban los papeles para ser Rafa el que le comía las tetas y Mario el que la besaba. Mi madre estaba encantada con aquella doble atención, desde luego, y así lo dejaba notar con sus continuos gemidos y sonoros besuqueos a los dos hombres.
Al poco tiempo de estar en ese plan, Rafa le quitó por completo la bata a mi madre dejándola por tanto sólo con las breves braguitas blancas que llevaba y con las sandalias de tacón.
-La verdad es que estás buena de cojones, Almudena –le dijo mientras le acariciaba los muslos y también la suave tripita que luce mi madre a la vez que Mario seguía sobándole las tetas y estirándole suavemente de un pezón.
-Tienes un cuerpazo para el vicio, zorrona –le dijo Mario dándole un morreo con las lenguas al aire mientras seguía estirándole del pezón.
-Sí, un cuerpo para el vicio y ya casi completamente desnudo, chicos, que sólo falta que me quitéis las bragas. Pero vosotros seguís vestidos del todo… Y eso no es justo, ¿no os parece? –Replicó mi madre con una voz a medio camino entre la coquetería y el zorrerío que era suficiente casi para correrse con solo oírla.
Los dos hombres rieron divertidos y, captando la indirecta, se deshicieron con inaudita velocidad de toda su ropa. Cuando tras quitarse los calzoncillos saltaron al aire sus ya más que morcillonas pollas, pude ver la cara de entusiasmo y casi diría de vicio de mi madre al contemplar sus herramientas. Lo cierto es que de hecho tanto uno como otro gastaban dos buenos pollones, grandes, largos y gordos. Mi madre enseguida se los acarició y les sonrió a ambos con lascivia mientras sus manos recorrían en toda su longitud el nabo de los dos hombres.
-Bueno, Almudena. Pues ahora a la que le sobra ropa es a ti, guapa. Así que venga, fuera esas braguitas.
Mi madre se puso de pie levantándose del sofá situándose frente a sus dos amigos y dejó que fueran los dos hombres los que le quitaran las bragas. No se las habían bajado ni siquiera hasta las rodillas cuando ya se percataron, claro, de que mi madre llevaba el chocho depilado y por tanto muy diferente a como se lo habían visto el día anterior cuando habían follado con ella.
-¡Almudena, pero qué chochete más bonito! –Dijo Rafa con evidente tono de excitación en la voz.
-Veo que nos hiciste caso, ¿eh, golfilla? –Le decía Mario mientras acababa de quitarle por completo las bragas y le empezaba a acariciar la raja con dos dedos.
-¿Os gusta, chicos? –Dijo ella coqueta.
-Ya lo creo que nos gusta, zorrita. Y bien que vas a experimentar tú lo mucho que nos gusta este chichi así, tan arreglado, ja, ja, ja… -Le dijo Rafa a la vez que se inclinaba para acercarse a su chocho y darle una primera lamida en toda la raja a mi madre que ella recibió con un sonoro suspiro de satisfacción.
A continuación mi madre, ya completamente desnuda, volvió a sentarse en el sofá entre los dos hombres y éstos siguieron magreándola y besándola. Me llamó la atención que Rafa se centraba en magrearle los muslos y también en acariciarle la suave tripita a mi madre. Eso me excitó a mí aún más si cabe pues la tripa, sin ser una zona erógena tradicional del cuerpo femenino, como puedan serlo las tetas o el culo, a mí también es algo que me gusta mucho acariciar, y desde luego la suave tripita de mi madre, propia de una mujer madura y rellenita, me gustaba una barbaridad, como al parecer, también a Rafa, que no dejaba de manoseársela mientras la morreaba alternando las caricias en la tripita de mi madre con deslizamientos de su mano hacia el chocho de la caliente mujer. A su vez Mario parecía haberle cogido gusto a estirarle de los pezones a mi madre y a ello se dedicaba mientras también la morreaba alternándose con Rafa. A mí madre aquellos pellizcos en sus pezones no parecían molestarle en absoluto sino todo lo contrario pues gemía muy sonoramente cuando Mario le aplicaba ese tratamiento en sus colgonas tetas.
Tras un buen rato de morreo y sobeteo que mi madre estoy seguro de que disfrutó mucho, pues le encanta el besuqueo mientras le meten mano, ésta se levantó del sofá y se puso de rodillas en el suelo frente a los dos hombres, que permanecían sentados. Entonces les agarró los nabos a ambos y comenzó a pajearlos suavemente. Para que sus pollas estuvieran más lubricadas, aunque probablemente no hiciera falta, mi madre escupió babosa y densamente sobre los prepucios de los dos hombres y continuó con su hábil manoseo de las dos pollas deslizando sus manos arriba y debajo de ambos falos con la lubricación extra de su saliva. Instantes después, y mientras ellos gemían como verracos, mi madre empezó también a darles suaves lamidas en los capullos aumentando así el delirio de los dos machos.
-¡Qué grandes y ricas las tenéis, chicos! –Decía ella con voz mimosa y morbosa a la vez mientras se recreaba en manosear aquellos pollones y en darles lamidas en la punta y pasarles la lengua por toda la longitud del nabo de los dos hombres.
Me llamó la atención cómo mi madre en un momento dado empezó a pasarse las pollas de los dos hombres por toda la cara, acariciándose con ellas la frente, las mejillas o el cuello. Sin duda disfrutaba de manosear y de tener a su disposición aquellas gruesas y grandes vergas. La mamada en las dos pollas se fue haciendo más intensa. Les daba chupadas más profundas cada vez y alternaba la mamada en una continuando con la paja a la otra y así, poco a poco, fue llevando a ambos hombres al borde del orgasmo. Enseguida se hizo evidente que los dos hombres no aguantarían mucho y de hecho, instantes después, fue Rafa el primero que anunció su corrida mientras mi madre se la mamaba y él la insultaba obscenamente. Mi madre recibió toda su andanada en la boca y buena parte de la leche del macho se escurrió por las comisuras de sus labios yendo a caer sobre los muslos del propio hombre y también algunos goterones sobre las tetas de mi madre.
-Eres una mamona cojonuda, Almudena. –Le decía él satisfecho mientras mi madre ya se centraba en la polla de Mario. Éste entonces, nada más sentir la lengua de mi madre jugando con su prepucio, también estalló en otro brutal orgasmo que le llenó a mi madre de nuevo la boca de lefa ante el entusiasmo de los tres y también mío, por cierto. A continuación mi madre les agarró las pollas a ambos de nuevo se las pasó por su cara extendiéndose por ella los restos de semen que habían quedado en los prepucios de los dos hombres y en sus propios labios y barbilla. La imagen de mi madre aplicándose sobre su cara aquella crema masculina con las pollas de los dos hombres, casi me hizo correrme sin ni siquiera tocarme. ¡Menuda puta estaba hecha mi madre! ¡Y hay que ver cómo le gustan las pollas!
A continuación mi madre volvió sentarse en el sofá y les dijo a sus amantes:
-Ahora es vuestro turno, chicos. Es el momento de que hagáis un buen repaso a mi coñito depilado y me digáis si lo tengo a vuestro gusto.
Los tres rieron y ellos no perdieron tiempo para empezar a comerle el chocho a mi madre. Mientras uno se lo lamía, el otro aprovechaba para morrear con ella o sobarle las tetas y así estuvieron dándole gusto a mi madre hasta que unos cuantos minutos después ella alcanzaba el orgasmo en un momento en el que era Mario el que le comía la almeja y Rafa el que morreaba con ella, por cierto, mientras no dejaba de acariciarle la tripita. Tras su orgasmo debido al cunnilingus conjunto de sus dos amantes, mi madre les dijo:
-¿Qué tal sabe un conejo rasurado, chicos? ¿Os ha gustado?
-Delicioso, putona. Así no nos hemos tragado ni un pelo, aunque a ti te lo comeríamos con pelo y sin pelo, golfilla.
Tras varios comentarios picantes y bromas en ese sentido, mi madre, que seguía sentada en el sofá, les indicó a ellos que se colocaran frente a ella de pie y entones les pasó la mano por entre las piernas para acariciarles el culo a ambos mientras comenzaba a chuparles las pollas alternativamente. Ellos mientras tanto le sobaban las tetas y le estiraban de los pezones y ella hacía gala de su habilidad con la lengua en sus pollas y de sus dedos en los culos de los dos hombres. Semejante tratamiento por parte de mi madre tuvo el efecto casi inmediato de provocar una nueva erección en los dos machos. En ese momento mi madre les dijo:
-Chicos, ¿qué os parece si vamos a mi habitación, que la cama de matrimonio es suficientemente grande y cómoda para los tres y allí me folláis bien con este par de ricos pollones, eh?
Su propuesta era a la vez una señal para mí, para que me escondiera de nuevo en mi habitación mientras ellos se trasladaban al dormitorio de mis padres.
-Una propuesta excelente –Dijo Mario. Pero antes de que salieran del salón mi madre les dijo:
-Pues venga. Pero antes dadme un beso cada uno, que ya sabéis que soy muy besucona, cariños míos. A ver esas lengüitas, chicos.
Con la propuesta del beso seguramente mi madre quería darme tiempo suficiente a mí para que me ocultara en mi habitación, pero no me resistí a contemplar aquel caliente morreo así que seguí atisbando y así pude ver cómo mi madre se acercaba a cada uno de sus amantes con la lengua fuera, casi babeando y con hilos colgantes de saliva para darse con ellos unos espectaculares morreos humedísimos y llenos de vicio, a los que mi madre es tan aficionada. Se morreó con los dos con verdadera pasión y calentura y su lengua húmeda jugó con la de los dos hombres en un denso intercambio de saliva de lo más cachondo. Contemplar sus besuqueos hizo que anduviera más apurado para esconderme pero aún así me dio tiempo a meterme de nuevo en mi habitación sin que nadie me viera. Desde allí pude observar cómo mi madre y sus dos amantes salían del salón; ella iba en el medio agarrada a ambos por la cintura, como cuando los recibió antes y su culazo era un espectáculo bamboleándose sobre sus sandalias y con una mano de cada hombre sobando cada una de sus gordas nalgas. Entraron en su dormitorio y, como antes hiciera con la del salón, mi madre se ocupó de dejar la puerta convenientemente abierta. Cuando oí que se habían tumbado en la cama salí de mi escondite y reptando por el pasillo me acerqué y me asomé al dormitorio de mis padres desde donde tenía una buena perspectiva de la cama donde ya estaban tanto mi madre como sus dos amigos sobándose y besándose. Pronto Rafa se situó encima de mi madre y ayudándose con la mano le ensartó su tremendo pollón en el chocho provocando un gritito de placer de ella. Empezaron a follar a buen ritmo pues ambos estaban sin duda muy calientes. Mi madre gemía y disfrutaba de la follada mientras, la muy puta, le agarraba también la polla a Mario, que estaba sentado a su lado acariciándole las tetas. Rafa fue aumentando el ritmo de sus emboladas en el coño de mi madre y así, tras unos minutos de intenso folleteo, acabó provocándole a mi madre un bestial orgasmo que ella hizo evidente dando un alarido que seguro que se escuchó por medio vecindario. El orgasmo del hombre fue casi simultáneo al de mi madre y éste se corrió dentro del chocho de ella mientras la piropeaba llamándole “putona”, “furcia”, “calentorra” y otras cosas por el estilo. Ella tampoco se quedaba callada y le decía:
-Vaya pollón que tienes, cabronazo. Qué gusto me das con él.
Nada más que Rafa sacó su verga del chocho de mi madre, ésta se abalanzó hacia la polla de Mario y agarrándola para darle unos rápidos lametazos, le dijo completamente salida:
-Y ahora tú, cariño, fóllame con este cipotazo, que necesito más polla en el higo.
-Pues la vas a tener, preciosa. –Le contestó él al tiempo que le indicaba a mi madre que se situara a cuatro patas para follarla por detrás al estilo perro. Mi madre entonces se las arregló para situarse tal como le pedía su amante pero de forma que ofreciera una perfecta visión lateral desde la puerta. Sin duda estaba pensando en mí y en que yo tuviera la mejor perspectiva para ser testigo del polvo que le iba a echar su amante. Una vez mi madre en posición, Mario no tardó en enchufársela en el conejo empezando a follársela también a buen ritmo agarrándose a las amplias caderas de la hembra. Mientras follaban, mi madre miraba con frecuencia hacia la puerta y sacaba la lengua en señal de vicio; una lengua húmeda y de la que colgaban hilos y gotas de saliva y que sin duda era un dedicatoria sexual hacia mí, dado que ella sabía que les estaría espiando desde el pasillo. Era delicioso y tremendamente excitante ver follar a mi madre así. Las emboladas que le propinaba su amante hacían que sus tetas se mecieran adelante y atrás, colgando como campanas, y que sus nalgas temblaran como flanes. Era todo un espectáculo ver a mi jamona madre follando y disfrutando de aquella manera mientras ponía unas caras de gusto que eran todo un poema dedicado al disfrute sexual. Mi madre también hizo un amago de acercarse con la boca a la polla de Rafa para mamársela pero los empellones de Mario follándola desde la retaguardia hacían que fuera muy complicado acompasar la follada con la mamada que le quería dar a Rafa, así que pronto ambos desistieron de ello aunque Rafa sí que le dio un par de muerdos con las lenguas al aire y se ocupó de sobarle bien las tetas. Mi madre y Mario estaban tan calientes que el polvo no duró mucho tiempo. Al de pocos minutos la calentorra de mi madre empezó a soltar unos sonidos guturales que anunciaban su orgasmo y así fue como lo alcanzó soltando otro buen chillido mientras a su vez su amante de turno le soltaba toda su ración de lefa en el coño emitiendo también un bufido de placer. También le dio una sonora palmada en una de las nalgas a mi madre mientras le decía lo mucho que había disfrutado follándose a una zorra de su categoría. Ella entonces se dio la vuelta y los dos de rodillas sobre la cama se dieron un intenso beso tras el cual mi madre se inclinó sobre la polla del hombre y se la metió en la boca unos instantes rechupeteándola para luego darle también un par de sonoros besos en el prepucio mientras le decía a su amante:
-Valla pollaza, cariño. Qué gusto me has dado con ella. -Y seguidamente se fundieron en un nuevo beso lleno de pasión y saliva.
A continuación los tres se quedaron sentados en la cama y mi madre les siguió dando besos a cada uno mientras ellos también la sobaban y besaban. Mientras descansaban Mario le preguntó a mi madre sobre el rasurado de su coño; cuándo se lo había hecho, cómo, si había temido cortarse… Entonces mi madre le respondió desvelando un detalle que probablemente nos sorprendió a todos, incluido a mí, y es que mi madre les dijo:
-Me ha ayudado mi hijo; bueno, de hecho me lo ha afeitado él.
-¡Joder, así que le enseñas el chocho incluso a tu hijo para que te lo afeite!
-Bueno, mi hijo y yo tenemos mucha confianza. Él siempre me cuenta cosas de sus novias y eso y yo también le cuento mis cositas. Tenemos mucha confianza y compartimos nuestros secretillos.
-Vaya, pues sí que tienes una buena relación de confianza con tu hijo incluso para estas cosas de sexo.
-Pues sí, y de hecho él no sólo no ve mal que su madre tenga alguna aventurita sino que hasta me anima a ello. A los jóvenes eso de la fidelidad no es algo que les preocupe tanto como a los hombres de mi generación. Ya os digo, mi hijo pone por delante el disfrute sexual de su madre antes que la fidelidad a su padre.
-¡Pues qué bien; qué liberales! –Dijo Rafa entre sorprendido y divertido con lo que mi madre le contaba sobre su abierta relación de confianza conmigo.
-Oye, y no le habrás hablado de lo nuestro… -Intervino Mario un tanto preocupado por ese detalle.
-Pues sí, pero tranquilo. No sólo es que se lo haya tomado bien; es que le parece una idea excelente que su madre disfrute del sexo todo lo que pueda. Ya os digo que me gusta contarle estas cosillas a mi hijo y que cuento con su total aprobación y lo que es más importante, con su discreción segura y total.
-Es estupendo que él sea así de comprensivo contigo, pero Almudena, somos vecinos; y ahora cuando nos crucemos con tu chaval por la escalera…
Ja, ja, ja… Tranquilos; ya os digo que a él le ha parecido muy bien. No va a haber ningún problema con mi hijo os lo aseguro. De hecho cuando me afeitó el chichi me decía riendo que esperaba que os gustara y lo disfrutarais mucho, ji, ji, ji…
-Ja, ja, ja… -Estallaron entonces los dos hombres en una carcajada-. Bueno, pues siendo así nos quedamos más tranquilos.
-Y si quieres puedes decirle cuando lo veas, que sí que nos ha gustado tu chochete depilado y que lo hemos disfrutado mucho, ja, ja, ja…
-Yo seguro que algo de vergüenza sí me paso la próxima vez que me cruce con él, pero bueno… -decía Rafa-.
Así estaban los tres riendo divertidos cuando entonces sonó el teléfono fijo de casa. Los tres se quedaron parados, especialmente Rafa y Mario. Mi madre les explicó que probablemente sería su marido, que siempre la llamaba a esas horas cuando estaba de viaje. El teléfono siguió sonando sin que mi madre fuera a cogerlo hasta que se agotaron los tonos y dejó de sonar.
-Luego volverá a llamar, pero tranquilos, que a mí marido no le explico que dos vecinos se ha pasado la tarde metiéndome sus dos buenas trancas en el conejo, ja, ja, ja… -Los tres rieron de nuevo con la broma de mi madre y en eso estaban cuando el teléfono volvió a sonar. Sin duda era mi padre que repetía la llamada pensando que mi madre no habría oído la primera vez o no había podido coger la llamada en el anterior intento.
Entonces yo, recordando lo que nos había gustado tanto a mi madre como a mí la conversación telefónica con mi padre del día anterior, tomé una decisión rápida, quizá atrevida, pero en todo caso muy excitante para mí. Mientras mi madre y sus amantes oían sonar el teléfono con una cierta aprensión y seguramente esperando a que los tonos se agotaran como la vez anterior, yo me deslicé a toda velocidad hasta la puerta de entrada de la vivienda, la abrí y seguidamente la cerré de un sonoro portazo, como si hubiera entrado en aquel momento en casa. A continuación me dirigí rápidamente al salón, donde está ubicado el terminal del teléfono fijo, y mientras saludaba con voz alta a mi madre iba diciendo:
-¡Hola, mamá! ¡El teléfono, está sonando el teléfono…! ¡Ya lo cojo yo!
Descolgué y en efecto era mi padre, me saludó y preguntó por mi madre, claro.
-Estará ocupada y no habrá oído la primera llamada. Ahora le digo que se ponga. –Le explicaba yo a mi padre todo en voz bastante alta para que me oyeran tanto mi madre como sus amantes desde el dormitorio de mis padres. Entonces dejé el teléfono y salí buscando a mi madre; me dirigí a su habitación y claro, al asomarme me la fui a encontrar con sus dos amantes, todos completamente desnudos y con una enorme cara de perplejidad, incluida la de mi madre. Yo enseguida traté de tranquilizarles a todos y para ello hice tres sencillas cosas: primero les dije en voz baja que no se preocuparan y que yo me ocupaba de todo, seguidamente asintiendo les guiñé un ojo a Rafa y a Mario y les hice la señal del pulgar hacia arriba indicándoles que por mí todo estaba bien, lo cual vi que en efecto les tranquilizó mucho, máxime tras lo que les había contado mi madre sobre nuestra relación de confianza ya que ellos vieron que mi actitud cuadraba perfectamente con ello. Para finalizar le di un beso a mi madre, un suave y rápido piquito de hecho, y le indiqué que me acompañara para contestar al teléfono añadiendo además “como hicimos ayer con papá”. Ella sonrió relajada y diciéndome que era un cachondo se bajó de la cama, se calzó sus sandalias, y se dispuso a acompañarme completamente desnuda, claro. Yo entonces le di un cachetito en una nalga y les dije a Rafa y a Mario con otro guiño:
-¿Qué? ¿Os ha gustado el chichi de mi madre? -Ellos se mostraron cortados y no supieron qué responder pero como yo añadí-: Espero que lo hayáis disfrutado vosotros y que le hayáis hecho disfrutar mucho a ella, que es lo importante.
Entonces ellos ya asintieron relajados y me guiñaron también asintiendo de forma cómplice.
-Creo que sí que lo han disfrutado, y yo también desde luego –Dijo mi madre riendo a la vez que les guiñaba un ojo a ellos y dándome a mí un nuevo piquito en los labios. Luego añadió:- Y ya les he explicado que a ti te parece bien que mamá tenga alguna aventurita así que pueden estar tranquilos aunque hayas aparecido tú aquí, ji, ji, ji…
-Claro que sí –volví a afirmar yo con un gesto de asentimiento hacia los dos hombres que acabó de tranquilizarlos definitivamente. Y añadí dirigiéndome a mi madre-: Por cierto, mamá estás guapísima enseñando ese cuerpo desnudo de jamona que tienes.
-Anda, tonto –Replicó ella coqueta dándome otro piquito-. Anda, vamos a contestar a tu padre, que se va a mosquear con tanta espera.
-Tú tranquila, mamá. Yo me ocupo. Tú estate a mi lado y sígueme el juego.
-Bien. -Dijo mi madre cogiéndome de la mano para ir hacia el salón. Y añadió dirigiéndose a sus amantes-: Acompañadnos sí queréis, que seguro que os divertís, pero máxima discreción y silencio total, ¿eh?
La conversación continúa en la próxima entrega.