Confidencias maternales (II)

Sigue el relato de mi madre contándome su aventura con nuestros dos vecinos. Nuestro grado de intimidad también va creciendo a medida que el relato se hace más excitante.

Los besuqueos y arrumacos a los que mi madre es tan dada, en aquel contexto de confidencias íntimas en el que estábamos, nos había llevado a darnos un beso con lengua; un beso que se inició como los otros piquitos que nos habíamos dado mi madre y yo pero que acabó como todo un morreo de lo más caliente. Sin duda ese beso fue un punto de inflexión tras el cual continuó la caliente conversación y las confidencias de mi madre haciéndome partícipe de su rollete con nuestros vecinos.

-¿Si, hijo, de verdad te parece bien cómo me estaba portando con Rafa y Mario? ¿Te parece bien que me besara de esa manera con los dos y… bueno… que me dejara meter mano y eso? –Me preguntaba ella, sin duda buscando mi aprobación y complicidad, antes de proseguir con su relato.

-Pues claro, mamá. No sólo bien; me parece estupendo. Y me está gustando mucho que me lo cuentes. Sigue, por favor.

-Bueno, pues como puedes imaginarte pronto me tuvieron en bragas y sujetador y… Bueno, esas prendas tampoco duraron mucho, ji, ji, ji… Rafa me quitó el sujetador y tras deshacerse en elogios hacia mis tetas, y mira que no las tengo grandes y de hecho ya están bastante caídas, me las empezó a chupar. ¡Qué gusto me daba el condenado chupándome los pezones! Luego me empezaron a chupar una teta cada uno y yo, bueno, además de sentirme una zorra por estar dejándome chupar las tetas por dos hombres a la vez, la verdad es que me sentía en el séptimo cielo. Parecía que mis tetas eran las que más les gustaban del mundo y como te decía antes ni son muy grandes ni las tengo ya tan duras como cuando era joven, ya ves ¿verdad?

-Bueno, mamá, no te las veo, no, aunque no me importaría porque yo también creo que las debes tener muy bonitas. –Me atreví a decirle yo, aunque enseguida me entró una cierta aprensión y temor a la reacción de mi madre. A ver si por haberme propasado diciéndole mi madre  que no me importaría verle las tetas se iba a cortar aquel momento y con él el excitante relato de su aventura con los vecinos…

Pero no. Mi madre estalló en una carcajada y abriéndose un poco la blusa y mostrando su canalillo, me dijo:

-Bueno, hijo. No me digas que tú también quieres verle las tetas a tu madre... Aunque claro, después de estarte contando todo esto supongo que no importa que me las veas, ¿verdad?

-Claro, mamá, así que anda, enséñamelas, para que vea por qué les gustan tanto a Rafa y a Mario y sigue contando, anda.

-¿De verdad quieres vérmelas, hijo? ¿Aunque sean las tetas de tu madre? –Preguntó de manera retórica pues era evidente que me las iba a enseñar.

-Precisamente por ser las tetas de mi madre tengo más ganas de verlas, te lo aseguro.

Mi madre sonrió con coquetería ante mi respuesta y acabó de abrirse la blusa del todo. A continuación se sacó los pechos por encima del sujetador dejando ante mis ojos sus fabulosas tetas. Estas son más bien redondas, no muy grandes pero de un tamaño más que respetable, con unas areolas marrones también de tamaño contenido y unos pezones oscuros y muy salidos. Me excitó mucho vérselas y tuve que contenerme para no lanzarme yo también a chuparle las tetas como habían hecho mis dos vecinos según ella me estaba contando. A mí me apetecía vérselas colgando libres así que le sugerí que se quitara por completo el sujetador y ella sonriendo, y hasta cierto punto con cierta sorpresa para mí, accedió sin problemas. Así que se quitó la blusa por entero y luego el sujetador dejando sus bonitas tetas colgando ante mi vista. Yo también se las piropeé con ganas y le dije que entendía perfectamente que nuestros vecinos se las hubieran magreado y comido a tope porque tenía unas tetas muy apetitosas. Mi madre rio complacida y seguidamente, ante mis requerimientos, siguió narrándome su aventura erótica con nuestros vecinos pero dejando sus tetas al aire ya permanentemente ante mi vista para mi completa excitación y sin que pudiera apartar mi mirada de ellas.

-Bueno, pues como te decía, hijo, me estuvieron chupando las tetas los dos un buen rato y me pusieron…bueno, ya sabes, cachonda a tope, como te puedes imaginar. Así que cuando Mario me quiso quitar las bragas no me opuse y claro, enseguida estuve completamente desnuda delante de ellos y con todo el felpudo al aire. Me seguían besando y yo disfrutaba una barbaridad de aquellos besos de los dos, me magreaban todo lo que querían y me tocaron incluso el coño, que se me puso como un bebedero de patos, claro. Hijo, no te lo vas a creer de tu madre pero yo estaba tan cachonda que hasta me atreví a tocarles a ellos la polla por encima del pantalón mientras ellos me sobaban el coño, el culo y todo lo que se les antojaba. Después de que yo les toqué un poco los cipotes ellos se quitaron la ropa y se quedaron tan desnudos como yo, con todos sus gordos cipotazos al aire allí delante de mí. Hijo, ver sus pollas tan duras ya me puso a cien. Les hubiera dejado hacerme de todo, como te decía pero la verdad es que me causó una buena sorpresa cuando Mario me acercó la polla a la boca y me dijo que se la chupara. Hijo… -Y mi madre dudó un poco.

-Sigue, mamá, que no me voy a asustar por lo que me vayas a contar ahora. De hecho estoy seguro de que me va a gustar oírte contármelo. –Y en ese momento sí que me atreví a acercar mis manos a sus tetas y rozar muy brevemente con los dedos el pezón de su teta izquierda. Ella sonrió aceptando mi caricia y continuó:

-Bueno, para ti, que eres joven y habrás tenido tus líos con chicas de ahora, que son tan lanzadas, te parecerá normal pero te puedo asegurar que a mí me sorprendió bastante que me dijera que le chupara la polla. No es que sea una mojigata y ya se lo que es eso, claro; pero me sorprendió porque eso no se lo he hecho nunca ni a tu padre, fíjate. Sin embargo, y aquí viene lo bueno, yo estaba tan cachonda que no sólo no me importaba sino que hasta me apeteció, fíjate. Pensarás que tu madre es una guarra, hijo.

-Pienso que eres estupenda, mamá. E hiciste bien si se la chupaste, sobre todo si te apetecía y porque a él le encantaría que se la mamara una hembra tan maciza y buenorra como tú, mamá.

-Ja, ja, ja… -Rió mi madre divertida y complacida por mis palabras-. ¿Sí, hijo, te parece bien que mamá haga esas cochinadas? Bueno, pues eso, lo hice. Se la mamé.

-Bien hecho, mamá.

-¡Ay, si es que ahora al decirlo así en voz alta me da no se qué! –Decía mi madre pero riendo divertida más que realmente avergonzada.

-Me encanta que mi madre haga cochinadas y que me las cuente –Le dije yo riendo para animarla a que siguiera con su relato. Y de paso le di un nuevo piquito, esta vez sin lengua, y le volví a acariciar su teta izquierda, ahora con más decisión que la vez anterior en la que apenas le habían rozado un poco el pezón, sin que a ella mi caricia le molestara en absoluto.

-Ja, ja… Gracias, hijo. Pues bueno, como te decía, lo hice. Y aunque era la primera polla que me metía en la boca en mi vida, no lo debí hacer mal a juzgar por lo que me decía Mario mientras se la chupaba. Fíjate, me empezó a llamar mamona y hasta puta y ¿puedes creer que no me molestaba que me dijera esas cosas? Casi me calentaba todavía más que me llamara zorra y cosas así mientras se la chupaba. Yo notaba que le estaba gustando lo que le hacía y a mí eso también me gustaba y me calentaba. Además, mientras tanto, Rafa no se estaba quieto y me estaba tocando las tetas y  toda la raja y poniéndome a cien. ¡Qué gustazo me estaba dando el cabrón metiéndome los dedos en el conejo, que yo tenía completamente húmedo y baboso! No te lo puedes ni imaginar. Después se cambiaron y yo pues como te puedes imaginar se la chupé también a Rafa y hasta le tocaba los huevos mientras se la mamaba. Mario entonces me empezó no solo a tocar el coño sino que se agachó entre mis piernas y no te lo vas a creer, hijo, pero me empezó a chupar el chocho; ¡como lo oyes! Me pasaba la lengua arriba y abajo por toda la raja y yo bueno, yo creía que me derretía de gusto. Tu padre nunca me ha hecho una cerdada semejante, claro, y estaba que me deshacía del gustazo que me daba el muy cabrón. Y entonces me vino el gustazo o el orgasmo, que creo que es como lo llamáis ahora ¿no? Fue tremendo y hasta tuve que dejar de mamarle la polla a Rafa y eso que me gustaba tenerla en la boca y estársela chupando.

Mi madre se paró un poco en su relato y me miró con una sonrisa inquisitiva. Yo entonces le dije:

-Mamá, es estupendo que te hayas portado así con esos dos chicos. Me alegro mucho de que disfrutaras con ellos a tope y ellos y de ese orgasmo que tuviste con la lamida de chochito que te hizo Mario. ¡Hay que ver qué bien se lo tuvieron que pasar contigo! ¿Eh? Que no se disfruta todos los días de una verdadera hembra maciza como tú. Pero sobre todo me alegro muchísimo de que tú lo disfrutaras tanto como cuentas. Eso es lo mejor de todo, mamá.

-¿De verdad, hijo? ¿Te está pareciendo bien todo esto que te estoy contando? ¿No te parezco una zorra indecente?

-Me está pareciendo estupendo, mamá. De verdad. Y sobre lo de si me pareces una zorra indecente ya hablaremos luego, ya. Que igual también me parece bien que lo seas.

-¡Ay, qué pillo estás hecho tú también! –Respondió ella con un evidente brillo de satisfacción en la mirada y mientras soltaba una risita de satisfacción por mis palabras. –Y entonces fue ella la que se inclinó un poquito hacia mí para darme un besito, y fue ella la que se acercó ya con la lengua fuera así que yo respondí de la misma manera y nos dimos un nuevo morreo, aún más largo que el anterior y durante el cual yo aproveche ya para acariciar completamente con la mano una de sus tetas sopesándola por completo, acariciándola en todo su volumen y sobándosela a conciencia.

Cuando nos separamos ella sonrió, nos dimos otro suave piquito y yo le dije:

-Anda, mamá; sigue contando, sigue.

Y mi madre prosiguió su relato.

-Bueno, hijo, pues como te decía, después de que me viniera el gustazo o el orgasmo o eso, ellos siguieron sobándome y besándome y bueno, que yo estaba como un horno así que como yo también hacía de las mías tocándoles las pollas, ellos ya me dijeron que me iban a follar. Y sólo con decirme eso creo que a mí me dio como una corriente en el coño, de lo calentorra que estaba, fíjate. Bueno, la cosa es que me pusieron a cuatro patas sobre el sofá y Mario se colocó detrás de mí y me empezó a pasar toda la polla por la raja del culo y del chocho hasta que en pleno delirio mío, porque yo no había estado tan calentorra en la vida, me la metió en el chocho haciéndome dar un grito de gusto y me empezó a follar. Yo me derretía del gustazo. Y mientras tanto, además, Rafa me apretaba las tetas, me morreaba y me acercaba la polla a la boca, bueno, que me hacía de todo para tenerme cachonda perdida. Claro, con esas cosas no tardé nada en que me viniera de nuevo el orgasmo y bueno, tuve un gustazo tremendo, pero tremendo de verdad y creo que hasta chillé como una loca mientras ellos decían “Mira a la muy puta como goza y cómo le gusta el rabo” y cosas así. A mí que me dijeran eso me hacía sentirme tan mujer que no me molestaba en absoluto, todo lo contrario, quería que me siguieran llamando puta, zorra, golfa y todo lo que se les ocurriera. No se si me explico… No se si me entiendes, cariño…

-Claro que te entiendo, mamá. Estabas disfrutando tan plenamente que no sólo no te importaba sino que te gustaba estar siendo una putona viciosa.

-Eso es, mi amor. ¡Hay que ver cómo entiendes a tu madre, cariño mío! –Y nuevo beso con lengua que me dio mi madre, bien denso, bien intenso. Y yo nueva sobada a sus deliciosas y colgonas tetas y también una buena sobada a uno de sus gordos muslazos.

-Sigue, mamá. Sigue contándome, que esa escena es estupenda.

-Sí, cariño; te lo cuento todo. Bueno, pues Mario siguió follándome y poco después me dijo que se iba a correr y que dónde quería que me lo echara. Yo le dije que no había ningún problema y que me lo echara donde quisiera porque como ya se me ha retirado la regla pues lo que es por eso puedo follar todo lo que quiera, que por eso creo que me he vuelto tan cachonda, por cierto, no creas. Bueno la cosa es que me dijo que me lo echaba donde yo quisiera y yo le dije que me lo echara dentro porque me apetecía la idea de que me soltara toda la lechada en el higo. Y así lo hizo el cabronazo; se corrió dentro de mi coño y en ese momento, cuando sentía sus descargas de lefa en mi chocho, me volvió a venir el gustazo y tuve otro de esos orgasmos pero bestiales ¿eh? Realmente tan intenso como no recuerdo otro.

A mi oírle contar todo esto a mi madre me estaba poniendo realmente a punto de correrme y si a ello añadimos que mientras lo hacía estaba delante de mí con las tetas al aire y el muslamen a la vista pues ya qué puedo decir. Le insté a mi madre a que siguiera contándome su aventura con detalle y ella así lo hizo.

-Bueno, hijo, pues después de ese polvazo fue Rafa el que me la metió. Y no veas el gustazo que me dio el cabronazo. Yo es que me derretía de gusto, de verdad. Casi no puedo explicar con palabras todo lo que sentía, lo excitada que estaba y lo que disfruté. Con Rafa tuve otro orgasmo y después de ese, y mientras él seguía jodiéndome a todo trapo, su hermano me metió la polla en la boca y yo se la empecé a mamar mientras él me tocaba las tetas estirándome de los pezones. Creo que los tres nos lo estábamos pasando en grande y así estuvimos gozando como cerdos hasta que Rafa se corrió y yo tuve otro de esos orgasmos y en ese momento también se corrió Mario echándome toda la leche en la cara y dejándomela toda perdida de lechada mientras me volvía a llamar zorra y golfa y cosas así y yo reía encantada con sus “piropos”.

-¡Qué bien, mamá!

-Después de correrse en mi cara Mario estuvo dándome besos, tanto piquitos como morreos, mientras me decía “Putita, putita”. Y también Rafa me dio después varios besos mientras me llamaba golfona y cosas así. Y mira, hijo, no se qué te parecerá pero a mí me encantaba que me llamaran golfa y putita una y otra vez mientras me besuqueaban.

-Me parece estupendo, mamá. Y que sepas que a mí también me gusta mucho que te portaras como una putita; estoy muy orgulloso de ti, mamá.

Mi madre rio divertida con mis palabras y concluyó diciendo:

-Y bueno, pues eso fue todo más o menos.

-¡Qué bien te lo tuviste que pasar, mamá, y sobre todo qué bien se lo tuvieron que pasar ellos, porque hacer esas cosas con una mujer tan maciza como tú...!

Mi madre reía complacida por mis palabras y su risa hacía que sus tetas se movieran de modo que mi excitación crecía y crecía.

-¿De verdad, hijo? ¿Te parezco una mujer maciza y atractiva? Si tú las tendrás a patadas mucho mejores que yo y sobre todo más jóvenes...

-Pues nunca me he tirado a una mujer como tú, mamá. Así, madurita, maciza y cachonda. Y no veas cómo me gustaría. Vamos, que les tengo una envidia a Rafa y a Mario que para qué te voy a contar.

Mi madre continuaba riendo complacida y me decía:

-¡Anda hombre! ¿De verdad te iba a gustar hacer esas cosas con una mujer como yo, que ya soy una vieja?

-Lo que eres es una tía cojonuda, mamá, y para muestra ahí están esas tetas que vamos, están para comérselas.

Y entonces, mientras mi madre reía y reía, me atreví a tocárselas de nuevo un poco. Mi intención era acariciarle una teta brevemente pero como al poner mi mano sobre una de sus tetas ella siguió riendo sin hacer el menor gesto por retirármela yo continué sobándole su pecho y me atreví ahora a poner mis dos manos sobre sus dos tetas. Se las acaricié y sobé a base de bien mientras ella reía complacida y sin mostrar el menor disgusto por mi atrevida acción. Al cabo de un rato de manoseo me dijo de manera coqueta pero sin querer poner fin a mi sobeteo:

-Cariño, ¿de verdad te gustan las tetas de mamá?

  • Ya lo creo, mamá. Y no sabes cuánto.

-No son unas tetonas de esas enormes que tanto os gustan a los hombres, son normalitas y ya un poco caídas…

-Son unas tetas cojonudas –rebatí yo mientras intensificaba mi manoseo en sus deliciosos pechos.

Como ella sonrió sin apartarse en absoluto, yo seguí sobándoselas y para dar una cierta continuación a nuestra conversación, mientras se las magreaba, le dije:

-Tienes que seguir haciendo cosas de esas con Rafa y con Mario ¿eh, mamá? La cosa es que te lo pases bien. Bueno, con Rafa y con Mario y con quien más quieras, que seguro que te puedes llevar al huerto a cualquier tío que te guste, mamá, que estás buenorra de verdad. A mi además me parece estupendo que lo hagas, desde luego.

-Ya veo, hijo, y me alegro.

-Bueno, entonces ¿cuándo va a ser la próxima vez que te cepilles a esos dos calentorros admiradores tuyos, eh?

-¡Ay, hijo, qué cosas tienes! Pero mira, te diré una cosa. Ellos ya me han dicho para quedar mañana a la tarde y lo que no sabes es lo que me han pedido. Bueno, la verdad que tengo que decirte que lo de estas medias no ha sido una equivocación sino que ellos me han pedido que me las compre porque dicen que les gustaría mucho verme sólo con ellas. Y no veas, también me han dicho que les gustaría mucho verme con el chocho depilado. ¿Qué te parece? Son viciosos, ¿eh?

-Bueno, con las medias estás de vicio, mamá. Así te lo digo. Y con el chichi depilado, si es que les gusta así, seguro que los pones como motos y te follan pero a base de bien y ya verás el gustazo que te dan así que...

-¿A ti también te gustan los coños depilados, hijo?

-Bueno, si te soy sincero, yo los prefiero un poco peluditos, pero entiendo muy bien que a algunos hombres les gusten las mujeres con el chichi depilado.

-Ya, no se… Es que yo no me voy a ponerme a afeitármelo. Vamos es que casi hasta me da miedo no me vaya a cortar. Y no se… Además, si me lo ve tu padre depilado bueno, no se qué le voy a decir...

-Bueno, mamá. Pues le dices que te lo has depilado para calentarlo más.

-Y eso que seguro que no tendría ni que inventarme nada porque tu padre me ve el coño de Pascuas a Ramos...

-Pues entonces... No hay problema por ningún lado. –Le decía yo mientras seguía tocándole las tetas con ganas y aparentemente con su completa aceptación.

  • No se, cariño ¿tú qué harías?

-Aféitatelo, mamá. Y verás lo gordas que les pones las pollas a Rafa y a Mario la próxima vez que te vean en pelotas.

-¡Hala, hijo! Así dicho parece que tu madre es... Bueno, y es que igual lo soy ¿no? Una viciosa calentorra que va por ahí follándose a tíos sin parar.

-Eso no tendría nada de malo, mamá. Es más, yo diría que eso tendría mucho de bueno…

-¡Ay, pero cómo eres, cariño! –dijo ella divertida-. No cabe ninguna duda de que te gusta que mamá sea un poco golfilla, ¿eh?

-Pues claro, mamá. Cuanto más mejor viciosilla y cachonda seas mejor para ti; tienes que pasártelo bien, que con eso no haces daño a nadie.

-Ja, ja, ja… Bueno eso de que voy por ahí follándome tíos sin parar desde luego no lo soy porque sólo lo he hecho con estos dos, pero lo de viciosa y cachonda, ja, ja, ja... Me parece que más de lo que yo misma imaginaba.

Mi madre se estaba reconociendo a sí mismo como una viciosa y una calentorra. Era increíble y tremendamente excitante. Nunca hubiera imaginado algo así, una confidencia de semejante calibre, y eso que mi madre y yo hemos tenido desde siempre una enorme confianza para contarnos de todo.

-Pues si lo eres mejor, mamá. –Apostillé yo reforzando aquel atrevido y excitante planteamiento suyo.- Y ojalá te tires a muchos otros tíos además de estos dos, que seguro que hay muchos deseando tocarte estas tetas tan ricas que tienes. –Y añadí con toda intención-: A mí por lo menos me está encantando.

-¿De verdad, cariño? ¿Aunque sea tu madre? Pues toca, hijo, toca –dijo ella riendo-. Tócale las domingas a tu madre, que no se las van a tocar otros y no mi propio hijo si es que de verdad te gustan tanto, cariño. Tú a mamá puedes tocarle todo lo que quieras, mi amor.

-Te tomo la palabra ¿eh, mamá? –Le dije yo en tono de broma pero completamente excitado por la idea de poder tocarle a mi madre su fabuloso cuerpazo de jamona sin ninguna restricción.

Ella hizo un mohín simpático y volvió al tema que sin duda le preocupaba:

-Bueno, entonces ¿me afeito el chocho o no? Es que yo... Bueno, me da mucho corte decirte esto, pero… Es que… Si me lo afeitaras tú ¿eh? ¿Qué te parece? Es que seguro que me lo haces mejor. Es que a mi hasta me da miedo cortarme, porque eso lo tendría que hacer con la maquinilla de afeitar ¿no? Fíjate que había pensado utilizar la de tu padre... ja, ja, ja… Encima de cornudo... ja, ja, ja…

Los dos reímos y yo entonces me ofrecí a afeitarle el coño a mi madre pues la sola perspectiva de verle el conejo ya me ponía completamente a mil.

-De acuerdo, mamá; te ayudo encantado. Pero… te voy a ver el coño…

-Uy, ja, ja, ja… ¿Después de todo lo que te he contado crees que va a importarme que me veas el chichi?… Y ya me estás viendo desde hace un rato las tetas y hasta tocándomelas, así que… No creas que voy a tener ningún problema en enseñarte el conejo. Es más, encantada y agradecida por tu ayuda, cariño mío. –Y nuevo piquito intenso de mi madre que casi hace que me corra.

-Qué bien, mamá, porque debo confesarte que estoy deseando vértelo. Además si te lo afeito yo, al menos al principio te lo veré con pelo, que a mí me gustan más. ¿Lo tienes muy peludito, mamá?

-¡Ay, hijo, qué cosas me preguntas! –Se rió ella-. No, no se… normal, supongo, ja, ja, ja…

-Seguro que muy bonito…

-Oye hijo, si quieres no me lo depilo –Me dijo entonces mi madre sorprendiéndome un tanto por su aparente disposición a complacerme a mí en cuanto a gustos estéticos sobre su coño.

-No, mamá. Que seguro que afeitadito también lo tienes muy bonito. Y además el pelo, crece. Y ya tendré oportunidad de volver a vértelo cuando vuelvas a tenerlo peludito, espero…

-Ay, qué pillo eres, mi amor –sonrió ella con picardía dando tácitamente por buena la idea de dejarme verle el coño de nuevo cuando volviera a crecerle el vello-. Bueno, pues venga, hijo. Si me lo haces tú, sí que me lo afeito. Y a ver cómo reaccionan ese par de viciosos cuando me vean con el chocho peladito.

Así que con mi polla llegando a extremos de erección nunca antes conocidos, le confirmé a mi madre mi disposición para rasurarle el conejo de modo que ella, entre risas pícaras se quitó la falda. Cuando iba a hacer lo propio con las bragas me dijo:

-Hijo, tienes razón; es que voy a enseñarte el coño... Bueno, quiero decir que ponerme toda espatarrada delante de ti siendo mi hijo... no se. A mí no me importa pero igual tú piensas que tu madre es demasiado zorra ¿no?

-¡Ah, es eso! Vaya, mamá. Pensaba que ibas a decirme que no querías enseñarme el chichi y ya me estabas dando un disgusto. Mira, mamá; te diré una cosa. Nunca pensaré que eres demasiado zorra y ¿sabes por qué? Pues porque a mí siempre me gustará que seas todavía más zorra si es que puede ser, que así es como tú te lo vas a pasar mejor. Y si además lo compartes conmigo pues ni te digo.

Los dos estallamos en una carcajada mientras mi madre ya se quitaba las bragas dejando ante mi vista su frondoso conejazo, que por cierto, me pareció el más excitante que he visto en mi vida. Peludo y frondoso pero sin exageración, con un vello negro que empezaba a ser menos denso en la zona superior más alejada de la raja. Una preciosidad de chocho, en suma.

-¡Mamá, la verdad es que tienes un chocho precioso, eh! ¡Pero qué buenorra estás, maciza! Y lo tienes bien peludito ¿eh? Aquí hay trabajo para la maquinilla y para las tijeras primero.

Y entonces me atreví a ponerle una mano encima del chocho a mi madre acariciando su abundante pelambrera. Quería ver cómo reaccionaba ante mi atrevimiento pues una cosa era ayudarla a depilarse el coño y otra sobárselo así, por las buenas, pero su reacción no pudo ser mejor pues sin oponerse en absoluto a mi atrevidísima caricia y  sonriéndome con malicia me dijo:

-Bueno, hijo. ¿Entonces también te gusta tocarle el chichi a tu madre?

-Es que lo tienes precioso, mamá, precioso. Peludito y atractivo a más no poder.

-Ya veo que te gustan los chochos con pelo, hijo. Ja, ja, ja… Antes, cuando era más joven, lo tenía aún más frondoso y denso; un buen felpudo, vamos, ja, ja, ja… Ahora ya no es tanto pero sigue siendo peludito, ¿a que sí, cariño? ¿De verdad te gusta el chichi de mamá?

-Muchísimo –Y entonces mi madre me agarró de la cara, me acercó a la suya y me dio un beso sacando la lengua que casi hizo que me corriera allí mismo.

Luego le dije que iba a por mis útiles de afeitado. Cuando volví al salón ella se había quitado la blusa de modo que estaba prácticamente en pelotas llevando sólo aquellas excitantes medias.

-Es por si me la mojo. –Me dijo con malicia a modo de explicación sobre la ausencia de su blusa.

La verdad es que mi madre estaba para hacerle muchas más cosas que afeitarle el coño. Sus fabulosas tetas, sus muslazos y su peludo chochazo allí plenamente exhibido ante mi invitaban a hacer con ella un buen montón de guarradas. Y el hecho de que se tratara de mi madre aún me excitaba y calentaba más para hacerle de todo a la muy golfa.

-Bueno, mamá. Le dije mientras agitaba la espuma. ¿Te lo afeito enterito o te dejo unos pelitos así en la parte superior?

-Hijo, pues no sé. Házmelo como a ti te guste ¿no? Si a ti te gusta cómo me queda el chichi a mí también me va a gustar, cariño.

Yo le expliqué entonces que por mi le dejaría un pequeño triangulito de vello en la zona superior del pubis descubriendo, eso sí, toda la zona de los labios vaginales. Ella me contestó que le parecía bien pero me dijo que así no estaba afeitado y que de hecho, de pie quizá pareciera que estaba sólo arreglado y que entonces de qué serviría tener bien afeitada toda la zona de la raja.

-Pues hombre, mamá. Así estará bien para que cuando te espatarres delante de un tío él te lo pueda chupar a base de bien y darte un buen gustazo con la lengua sin tener que comerse ningún pelo tuyo ¿no?

-¡Ay, hijo, qué cosas le dices a tu madre! –Dijo mi madre disimulando un cierto escándalo pero con una evidente voz llena de picardía-. ¿Entonces a ti también te parece bien eso de chupar ahí abajo?

-Pues claro, mamá. Es un sitio fabuloso para pasar la lengua. Y si se trata de un coñazo tan bueno como el tuyo pues ni te digo.

Los dos reímos de nuevo y yo ya me dispuse a llevar a cabo el depilado del coño de mi madre.

-Primero te voy a recortar con la tijera un poquito, mamá, para que luego con la máquina de afeitar haya que llevarse menos pelo y te resulte más agradable.

-Hazlo como quieras, cariño. Hazme lo que quieras ahí abajo que a mí me va a gustar.

-¿Lo que quiera, lo que quiera...? –Pregunté yo con sorna y picardía mientras empezaba a rebajarle con la tijera su abundante pelambrera púbica.

-Lo que quieras. –Respondió ella remarcando sus palabras y acompañándolas de un guiño y una sonrisa maliciosa-. Cualquier cosa que tú me hagas me va a gustar, cariño, puedes estar seguro.

Los dos nos miramos con una sonrisa cómplice y maliciosa y yo continué con mi tarea.

Después de recortarle con la tijera cuanto pude su vello púbico, me eché espuma de afeitar en una mano y se la fui extendiendo, con gran excitación, todo hay que decirlo por su chocho. Le había dejado un breve y estrecho triangulito muy rebajado en la parte superior del coño y esa fue la única zona que no impregné de espuma. Con extremo cuidado le fui rasurando el conejo hasta dejárselo completamente afeitado a excepción del mencionado breve triángulo en la parte superior.

Cuando lo tuvo afeitado le retiré los restos de jabón, se lo limpié bien con una toalla y mirándoselo con detalle le dije:

  • Mamá, tienes el chocho más apetecible del mundo, está para comérselo.

Ella se lo tocó para comprobar que el afeitado era completo y me dijo:

-Hijo, ¿de verdad crees que apetece comérselo? Es un coño... es el coño de tu madre...

-Pues precisamente por eso mamá.

Y entonces, sin pensarlo más, me acerqué con la boca a su limpio conejo y le pasé la lengua por toda la raja encontrándomela humedísima.

-Mamá, lo siento... Igual no debía...

Ella, según estaba sentada en el sofá, echó la cabeza hacia atrás, exhaló un hondo y quedo gemido, contenido seguro más por la vergüenza y el pudor, que por otra cosa y dijo:

-Bueno, hijo, bueno. Si te ha apetecido hacerlo… Por mí no hay problema. Yo lo único que puedo decir es que me alegro de que te guste de esta manera el coño de tu madre, cariño.

-Es que no he podido resistirme… Verte así, con las piernas abiertas y toda esa rajaza ahí, tan apetecible…

-Ja, ja, ja… ¿Te gusta ver a mamá con esta postura de golfa, toda espatarrada, cariño?

-Claro; estás preciosa. Y con ese chichi tan atractivo… No pensaba que me fuera a gustar así afeitadito, pero… Está para comérselo; ya has visto, je, je… No he podido contenerme; espero que no te haya molestado…

-¿Molestarme? Desde luego me ha gustado mucho. Igual es que le estoy cogiendo gusto a eso de que me pasen la lengua por el higo...

-Bueno, pues eso no está mal, ya te digo. Yo también lo decía porque siendo tú mi madre...

-Bueno, si tú ya has dicho que no te importa que sea así de... así de zorra, a mi no me va a importar que tú también me hagas cosas como esa; todo lo contrario, me gusta mucho. –Y luego añadió con un gesto un tanto compungido:- ¡Ay, por Dios! ¿Seré zorra? Mira que decirle eso a mi propio hijo…

-Mamá, es maravilloso que me digas que te gusta que te chupe el chichi.

-¿De verdad, cariño?

-Pues claro, y a mí me encanta que me dejes chupártelo, que te parezca bien.

-Hombre, ya sólo faltaba que tu madre se abra de piernas y se deje hacer de todo por otros hombres y que si a ti, siendo mi hijo, también te apetece, no te deje ¿no? Además, con lo bien que usas la lengua... ja, ja, ja.

-La verdad es que la lengua da mucho gustito en esos sitios ¿verdad?

Entonces mi madre reaccionó como yo no me esperaba y dijo:

-Mira, tengo una idea. Tú, como parece que te gusta, me chupas ahí abajo y yo, si me enseñas la polla te la chupo también ¿te parece, hijo?

Yo creo me quedé unos cuantos segundos sin respiración, anonadado y sorprendido y luego musité:

-Bueno, mamá, qué quieres que te diga.

-Pues dime que te apetece meterle la polla en la boca a la zorra de tu madre, que cuando estoy con el coño al aire y así de cachonda, me encanta oír esas cosas, ja, ja, ja…

Mi madre me sigue contando sus cosas…