Confidencias en el diván 2 - El Alumno tímido

4 relatos sueltos. Eran paran un proyecto de relatos hablados que parece no haber prosperado. Aquí una profesora cuenta como espabiló a una alumno apocado

Soy profesora de inglés en un instituto. Estoy, digamos, sobre la cuarentena. Mi pudor femenino me impide decir mi edad...jajaja. No soy una modelo, pero creo que no estoy mal como mujer. Me cuido y me mantengo en forma.

Mi manera de vestir no es muy llamativa. No porque no me guste, sino a la fuerza. Antes vestía más, digamos, ligerita, y los alumnos apenas atendían en clase. Me suelen tocar los rezagados, los mayores, eso que se creen saberlo todo. Los más lanzados iban, y siguen yendo, a por mí. Además, con mis...y tantos, ya no es cuestión de ir como una jovencita. Pero voy mona.

No me importa confesar que me he acostado con alguno que otro. Una no es de piedra y hay cada yogurín...Ummmmm. Si insisten un poco y están buenos, acabamos en la cama.

Pero suelen decepcionarme. Muy guapitos, de cuerpos fibrosos, creídos, pero jóvenes e inexpertos. Si quiero que me follen bien follada tengo que recurrir a hombres de verdad. Como Jaime, el profesor de educación física. Ese sí que sabe follar como es debido.

Un día lo sorprendí con dos alumnas. Tenía el pantalón del chándal bajado hasta las rodillas y las chicas estaban arrodilladas delante del él, chupándole la polla a la vez. Ellas, al verme, se asustaron y trataron de irse, pero Jaime las sujetó y les dijo que si querían aprobar, siguieran mamado.

Ellas siguieron con la mamada a dúo. No lo hacían mal. Jaime me miraba a mí, sonriendo, seguro de sí mismo. Mis ojos iban de los suyos a su polla, que iba de boca en boca. Yo me puse muy cachonda con la situación. A los pocos minutos su mirada me anunció su inminente corrida. Miré extasiada como bañó el rostro de las dos chicas con una abundante y espesa corrida. Jadeando, les dijo a las chicas que se limpiasen la una a la otra, con la boca.

Aquel hombre era un vicioso. Me gustaba. Ellas terminaron y se fueron corriendo. Jaime se quedó de pie, con la polla dura. Me acerqué a él, se la cogí y nos besamos con pasión. Me echó uno de los mejores polvos que recuerdo.

Ahora, cuando necesito un buen macho, acudo al gimnasio en su busca. Nunca me decepciona. Pero no es de Jaime de quien quiero hablar, sino de Paco.

Es un alumno de último curso. No es el más guapo. Pero desde que lo vi el primer día de clase me despertó ternura. Es apocado, muy tímido. Se pone rojo como un tomate siempre que le pregunto o tiene que leer en alto. Siempre hay murmullos, risas. El pobre lo pasa fatal. Hasta se le traba la lengua a veces de lo nervioso que se pone.

Nunca me mira a los ojos. Siempre la mirada baja. Pero a veces, cuando me giro, me está mirando. Enseguida aparta la mirada.

Un día, a mediados de curso, Paco estaba colorado como un tomate, leyendo en voz alta un pasaje de Otelo. Antonio, el macarra de la clase, que llevaba todo el curso intentando follarme sin conseguirlo, hizo burlas de Paco y todos se rieron. Vi como Paco temblaba. Aquel chico estaba a punto de echarse a llorar.

-Bueno, ya está bien - les grité - se acabaron las risas.

Los murmullos se apagaron poco a poco. Hice que otro alumno siguiera con la lectura. El pobre Paco no levantó los ojos de la mesa. Se frotaba las manos, tenso. Sudaba. Me dio mucha pena.

Cuando terminó la clase, los alumnos empezaron a salir en tromba. Me acerqué a Paco y le dije fuese en 10 minutos a mi despacho, que quería hablar con él. Asintió con la cabeza, sin mirarme siquiera.

A los 10 minutos, tocó y le dije que pasara. Le hice sentar enfrente de mi mesa.

-¿Estás bien, Paco? - le pregunté.

-Sí - respondió, apenas audible.

Si aquel chico no espabilaba un poco, el mundo se lo iba a comer.

-Siento lo que ha pasado. La gente puede llegar a ser muy cruel. Tienes que tratar de ser menos...ya sabes. Menos tímido.

Se puso otra vez rojo. Me levanté y me senté en la mesa, delante de él. Empecé a hablarle con suavidad, tratando de calmarlo, diciéndole que con esfuerzo su timidez podía ser vencida.

Entonces me di cuenta de que miraba furtivamente mis piernas. Ese día llevaba una falda hasta las rodillas y al sentarme en la mesa se había subido un poco, hasta casi medio muslo.

Me hizo gracia. Allí estaba Paco, rojo como un tomate, sin atreverse a mirarme a la cara, pero echando miradas a mis muslos. Bueno, al fin y al cabo era un hombre. Miré su pantalón y me di cuenta de que la tenía dura. Recordé entonces todas la veces que lo sorprendía mirándome en clase cuando me giraba hacia él.

Estaba claro que yo le gustaba. Eso me dio una idea. Iba a espabilar a aquel chico. Le iba a dar un tratamiento de choque.

-¿Te gustan mis piernas, Paco? - le pregunté

Dio un respingo y miró al suelo. Más rojo no podía estar.

-Sé que te gustan. Sé que en clase, cuando crees que no te veo, me miras. Dime... ¿Te gusto?

Empezó a temblar. Pobre.

-Tranquilo, Paco. Tranquilo. Mírame. Mírame a los ojos y dime que sí. ¿Te gusto un poquito?

Lentamente levantó su mirada. Era la primera vez que me miraba a los ojos tan de cerca. Eran unos ojos hermosos. Me dijo un sí que apenas oí.

-No te oigo, Paco. Dímelo más fuerte.

-Sí...me...gusta usted.

Abrí más las piernas. Desde su posición, Paco tenía que ver mis bragas al fondo. Cualquier otro hombre se abría abalanzado sobre mí ante tan clara invitación. Él no. Se quedó petrificado, mirándome. Las abrí aún más, acercando mi culo al borde de la mesa. Ahora veía claramente mis bragas blancas. Sus ojos se quedaron clavados en mi coño.

Me empecé a poner cachonda cuando vi como se mordía el labio.

-Paco...puedes tocarme, si quieres.

En sus ojos vi incredulidad, miedo y... deseo.

-Venga Paco... acaricia mis muslos. Se bueno.

Creí que no lo haría. Que no reaccionaría, pero me alegré cuando su mano derecha se acercó a una de mis rodillas. La empezó a acariciar, mirando de reojo hacia mi coño, que se estaba mojando cada vez más.

-Ummm, Paco, que dedos más suaves tienes. Sigue...no pares.

Llevó la otra mano a mi otra rodilla y lentamente, fue acariciando mi piel, haciéndome estremecer. Fue bajando por la cara interna de mis muslos, acercándose poco a poco a mi coño. Me miró, como pidiendo permiso. Yo asentí, sonriendo.

Agggg, sus dedos recorrieron la rajita de mi coño sobre las bragas. Empecé a gemir de placer. Y entonces hizo algo que me sorprendió. Se arrodilló en el suelo, acercó su boca a mi coño y lo besó.

-¡Paco!, ¡Eres un pillo!

Se asustó. Creyó que lo estaba reprendiendo y apartó la cara. Le sujeté la cabeza con una mano y se la volví a acercar a mi coño.

-Sigue, no pares.

Me empezó a dar besos. En las ingles, sobre el coñito. Noté su lengua recorrerlo de arriba abajo. Paco tomó la iniciativa. Apartó las braguitas, miró mi coño mojado y me lo empezó a comer.

Dios, y que bien lo hacía. Usaba su lengua, su nariz. Lamía a lo largo de los labios, atrapaba mi inflamado clítoris entre sus labios y sorbía.

-Aggg, Paco...Paco.... qué bien lo haces...no dejes de comerme el coñito....sigue....

Vaya si siguió. No aguanté ni un minuto más tanto placer y me corrí en su cara, en su boca. El se bebió con gula los jugos que mi coño expulsó. Y no dejó de lamerme, sujetándome por los muslos. Siguió y siguió hasta que me hizo volver a correr. Aquel chico era un come coños de primera.

A mi tercer orgasmo, le separé la cara de mi coño. Me miró. Con la cara brillante de mis jugos.

-Eres un....creí que nunca lo habías hecho.

-Yo...nunca...lo hice - respondió, volviendo a ruborizarse.

-¿Es la primera vez que te comes un coño?

-Sí.

-Wow, pues Paquito. Te aseguro que me acabas de hacer una de las mejores comidas de coño de mi vida.

Sonrió. Era la primera vez que lo veía sonreír.

Me bajé de la mesa y acerqué mi boca a su boca. Nos besamos. Paco no sabía besar muy bien, la verdad, pero en pocos segundos cogió el ritmo. Era sin duda un alumno aventajado.

Yo seguía cachonda. Me lo iba a follar. Iba a hacer un hombre de aquel muchacho. Llevé una de mis manos hasta su polla y se la empecé a acariciar sobre el pantalón. De repente, se puso tenso y tuvo una serie de espasmos. Se había corrido en los pantalones.

-Yo.... lo siento...lo siento.

-Tranquilo, no pasa nada, Paco. ¿Nunca lo has hecho, verdad?

-Nunca.

-¿Lo deseas? ¿Deseas... follarme, Paco? - le dije con suavidad sin dejar de sobarle la polla.

-Sí...lo deseo... Te deseo, Natalia.

Me encantó que me llamara por mi nombre. Hice que se pusiera de pie y lentamente me arrodillé a sus pies. Le bajé los pantalones y después los calzoncillos. Ante mi quedó su polla. Ummmm, y vaya polla que escondía Paquito. Hermosa, de un tamaño respetable. Estaba manchada con el semen de su reciente corrida.

-Uy, tienes la polla sucia. Deja que te la limpie.

El pobre no aguantó más de dos minutos la mamada. Se corrió a borbotones dentro de mi boca, gimiendo de placer mientras yo me tragaba toda su leche. Su polla no se bajó. Ummm, juventud, divino tesoro.

Me levanté, le cogí por la polla y lo llevé al sofá.

-Bien, Paquito. Ahora te vas a follar a la profesora. Me vas a meter tu preciosa polla en el coño y no vas a dejar de follarme hasta que te diga que pares... ¿Entendido?

Asintió. Se quedó mirándome mientras me quitaba la falda y las bragas. Me acosté en el sofá y abrí las piernas.

-Venga. ¿A qué esperas? Fóllame ya.

Uf, y de qué manera me folló. Con fuerza, con intensidad. Al principio torpemente, pero con mi guía aprendió a moverse de maravilla. Me llenaba el coño con su rica polla. Gracias a sus dos recientes corridas aguantó sin correrse. La que no aguantó fui yo. Me hizo correr varias veces, barrenándome con su dura barra, sin piedad. Creo que le dejé marcadas mis uñas en su espalda.

Me dejó agotada. No podía más y el no paraba de follarme sin descanso.

-Ummm, Paco...ya...ya....para por favor...no puedo más.

Se salió de mí y se sentó a mi lado. Me acarició con dulzura las piernas. Yo le sonreí, casi sin fuerzas. Me miró. Yo cerré los ojos para descansar un poco. Cuando los abrí, estaba de pie, a mi lado. Su polla cerca de mi cara. Se la meneaba. Y estaba rojo.

-¿Puedo...correrme en tu cara?

-Vaya, Paquito. Parece que se te está pasando la timidez. ¿Así que quieres llenarme la carita con tu lechita?

-Uf, sí... ¿Puedo?

-Claro. Déjame guapa. ¿Te saco yo la lechita?

-Sí…por favor.

Le estuve mirando y sonriendo durante los minutos que duró la paja que le hice sobre mi cara. Sólo los cerré cuando empezó a correrse. Me encantó como gemía mientras me bañaba la cara con su corrida. Mantuve los ojos cerrados.

Ummmm, que tierno. Se arrodilló a mi lado y me besó.

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Llevo dos meses follando con Paco. A diario. Ese muchacho es incansable y aprende rápido. Le encanta el riesgo. Más de una vez me ha hecho chuparle la polla en el baño de los chicos. Ha llegado incluso a follarme encima de la mesa de clase.

Él ya no se pone rojo. Lee tranquilamente y ya nadie se ríe de él. Ahora la que se pone nerviosa por sus miradas soy yo. Porque sé que después de la clase vendrá a mi despacho a follarme bien follada.

Me encanta Paco