Confidencias 27 Increíble cuarteto follando

Y Alberto sujetó a mi primo colocándole arrodillado en el suelo para sodomizarle desde arriba.

Hacia el amor y el deber…

Terminaba de preparar mis notas para enviarte cuando recibí noticia tuyas y que ahora te las comento.

No necesitas disculparte, se tus razones y falta de tiempo, bastante es que puedas leerme y tampoco sé hasta cuándo podré seguir comunicándome contigo.

Los acontecimientos se aceleran y David está decidido a hacerme su esposo y como consecuencia creo responder a tu cuestión sobre: “qué somos ahora tú y yo”.

Entiendo que somos amigos, confidentes, no podemos ser otra cosa, no lo permitirán nunca, y lo irás entendiendo con mi anterior escrito y con este.

Lo siento Adri, parece que mi vida llevaba tiempo siendo dirigida y orientada, no era libre y en pocos días estaré casado, y entregado en cuerpo y alma a un hombre que me mande para hacer lo que él deseé.

Ahora me debo a él, a David, tengo que atenderle, servirle y no puedo quejarme. Es relativamente joven, por ahora dice amarme y está cambiando la brusquedad por la dulzura delicada.

Espero y deseo que tú también entiendas mi postura y que debo cumplir con mi deber para con los míos.

Y preocupado por mis problemas olvido preguntarte por tu papá, ¿cómo se encuentra? Y por tu trabajo, supongo que cumpliendo con tus responsabilidades.

Seguiré enviándote las nuevas notas, hasta donde pueda y me permitan, desconozco como funcionaran las cosas en la casa de David y si restringirán mi libertad o no, Pablo y mis primos saben de tú existencia y en algún momento me pedirán que suspenda la comunicación que tenemos, debía hacerlo por propia convicción pero me produce un gran dolor decirte adiós.

Bien Adri, no pudo ser y creo que los dos sabíamos desde siempre que el final sería así, pero quiero que seas feliz y no dejes de buscar, en una chica o muchacho lo que te ayude a disfrutar lo mejor de tu vida.


Me esperaba Eduardo en el coche, no me había dicho que fuera a ser así y pensaba que vendría solamente Damián para llevarme a ballet. Dejé que entraran Rubén y Simón antes de pasar yo. Eduardo solo nos saludó cortésmente hasta que dejamos a mi primo y nuestro amigo en sus casas.

-Hoy no podrás ir a tu clase, he quedado en la notaría para firmar los documentos que necesito, tu conformidad para que el matrimonio se realice, tenemos que hacerlo por poderes en otro país y luego nos lo convalidarán en el Ministerio de Justicia. Tus padres han firmado ya tu emancipación, no creo que nos lleve mucho tiempo. Me acerqué para darle un beso que no me había dado, nunca lo hacía cuando había gente extraña y Simón lo era en ese sentido.

-¿Cómo está papá? Eduardo me apretó en un estrecho abrazo.

-No tienes que volver a preocuparte de tu padre, yo me ocuparé y tendrá lo que necesite, tú debes dedicarte a David, él debe ser lo más importante para ti, hacer lo que él te pida tiene que ser tu prioridad. Asentí dejando que me acunara en sus brazos.

Todos me recordaban mis deberes para con David cuando yo lo quería y deseaba servirle y atenderle, el mismo Rubén esta mañana no perdió la ocasión de recordarme lo importante que resultaba mi relación con mi novio.

-Me siento orgulloso Oriol, por ser tu primo y que hayas sido el elegido. Pasó su brazo por mis hombros buscando más cercanía.

-Nos llevarán a pescar, ¿te lo han dicho ya? Todos parecían estar contentos y que la fortuna les sonreía, yo también lo estaba, ¿por qué no?, pero de manera diferente.

Yo únicamente veía el cariño, ¿el amor?, que David me brindaba aunque temía las consecuencias y no ser capaz de cumplir con sus expectativas.

La estancia ante el notario resultó breve, cumplir las formalidades de leerme los documentos firmarlos y darle mi conformidad después de una serie de preguntas que me hacía.

Aceptar la emancipación que me concedían mis padres y dar autorización y poderes para que los abogados actuaran en mi nombre en todo lo que me concernía. Dentro de su profesional seriedad, en algún momento, sentía la mirada del notario expresando pena, o lástima hacía mí. Sobre todo cuando me insistía para que entendiera que dejaba mi libertad en manos de terceros.

De vuelta a casa Eduardo recuperó la sonrisa que perdió en la Notaría, molesto ante las insistencias recomendaciones y advertencias del señor notario.

-En breves días serás el marido de David y lo podremos celebrar como se merece. ¡Felicidades pequeño!… No le contesté, solo tenía ganas de ir a vivir con mi marido, y a la vez sentía miedo a lo desconocido aunque no podía ser malo estando a su lado. Sentía solamente el calor de su boca sobre la mía besando con dulzura mis labios.

Había perdido una clase pero también ganado tiempo para hacer mi faena de deberes, nadar una hora con Pablo, y pasear por el parque con Dulce esperando que David viniera a estar un rato conmigo, pero no fue así.

Durante la cena mamá parecía encantada con lo que Eduardo la informaba y me dijo que los abuelos se sentían orgullosos y contentos de su nieto, o sea de mí, no de mis primos que lo merecen más.


Rubén me hablaba de Alberto continuamente, o de mi relación con David. Esta mañana, mientras mirábamos el entrenamiento de fútbol, todo el tiempo estaba haciendo comparaciones de lo que le gustaba en particular de cada jugador, y que lo de Alberto era mejor. Se trataban entre ellos, más de lo que hago yo con David que siempre está ocupado.

Mi primo mayor Erico, junto con Pablo continuaban cuidándome y evitando que otros chicos se me acerquen. Sobre todo si son mayores y fueran a hacerme daño, como si yo no supiera defenderme aunque fuera gritando, ha cambiado el hecho de que ahora no me piden ir al baño para mamarles la verga o dármela por el culo.

Tampoco sé si han recibido nuevas instrucciones en su relación conmigo, pero parece que así es y yo no pregunto, me dejo llevar y hacer.


Estaba en la piscina después de estudiar, Pablo no quiso acompañarme y yo jugaba con Dulce en el agua. Eduardo recibía un masaje de su preparador cuando David llegó, me hizo una señal para que saliera del agua y fue a hablar con Eduardo, el preparador se alejo de ellos para que lo hicieran en privado.

Solamente tuve tiempo de salir del agua y coger el albornoz, y David llegó a mi lado, sin hablarme me dio un beso en los labios y me levantó cogiéndome en sus brazos. Me llevó apresurado por el pasillo hasta mi habitación. Abrazado a su cuello le besaba para compensar su inacción, tenía prisa por llegar y a veces mis pies rozaban las paredes del pasillo al llevarme de esa forma.

-David nos vamos a caer, déjame en el suelo, se andar desde hace años. Eso le decía y no quería que me soltara, él solo reía retirando la cara para evitar mis labios.

Me dejó en la cama y comenzó a quitarse la corbata, había venido con traje azul oscuro, seguramente de alguna reunión importante, abrí el albornoz para que me viera desnudo y eso le incitó a darse más prisa en quitarse la ropa.

-Mi amor los papeles están ya en Andorra, el lunes serás mi esposo si todo va bien. Esta vez se había quitado las lentes él mismo y le sujeté la cara para ver sus ojos tan bonitos y perderme en aquel mar tranquilo.

-David estás loco mi vida, lo mismo da un día más o menos tarde, como si fuera un mes. ¿Qué más da? Me quedé quieto mirándole, él acercaba la cara hasta que nuestras bocas intercambiaron los alientos.

-Si importa mi vida, quiero que estés cerca y no tener que desplazarme para verte. No pude responderle su boca se apoderó de la mía y con las rodillas apartó mis piernas para colocarse entre ellas.

-Te quiero Oriol y eres mío pequeñín, tengo que cuidarte y tenerte cuando quiera y se me antoje, a cualquier hora que pueda, soy posesivo, ¿no lo ves? Usar tu colita, gozarla y llenarla con mi semen. Sus palabras influían para elevar mi apetito sexual a un grado insospechado haciendo que la polla se me endureciera.

-David, me vuelves loco de deseo, te quiero maridito. No era solamente su calentura, también era el verlo tan poderoso y atractivo físicamente, tan hermoso que llegaba a desear morderlo entero.

Estaba encima de mí, con los pechos pegados, acogiéndole entre mis piernas, totalmente entregado a él, sintiendo su crecida verga, unas veces resbalando sobre la mía y otras pasando por el perineo punteándome la entrada del culo.

-Necesito meterla en tu culito vida mía, no aguanto más sin follarte. Brincaba de alegría mi corazón escuchándole pero tenía algo de miedo, por su gran excitación podría hacerme daño si la metía del golpe. No me dejaba mover dominado por su peso.

-Elévate un poco mi amor voy a abrirme el culito para ti. Entendió lo que quería, se subió sobre los codos y puede abrir bien las piernas y llegar hasta mi ano para lubricarlo y abrirlo.

-¡Ah! Se trataba de eso, perdona, no me doy cuenta. Mojó sus dedos en saliva y se ocupó de ir preparando mi ano para su enorme polla, algunas veces me los daba para que fuera yo quien se los ensalivara, hasta que pensó que ya que metía tres dedos era el momento de intentarlo con la verga.

Gozaba con la follada de los dedos que movía ágilmente moviéndolos circularmente y entrando y saliendo, pero no era comparable a sentir su duro miembro apretando en el hoyito hasta lograr meter el gordo glande, luego todo era fácil.

-Ya está todo David, lo siento tan largo que me ahoga. Soltó una risa sorda en mi cuello y me lo mordió un poco fuerte.

-Sí, ya te tengo mujercita, sintiendo el calor de tu coñito, avísame para empezar, quiero correrme y llenarte. Jugué estirando y apretando los esfínteres, moviendo suavemente las caderas, sintiendo en su plenitud el miembro viril que permanecía pulsando en mí recto esperando comenzar a funcionar, y David me besaba en el cuello jadeando impaciente.

No esperó a que le diera la señal, él mismo captó mi disposición al tirar mi cuerpo sacando unos centímetros el pene y volviendo a introducirlo, lancé un hondo suspiro y para él fue suficiente para comenzar a bombearme, primero con suavidad sacando la verga hasta el capullo y metiéndola con fuerza golpeándome con sus huevos en el culo.

Una y otra vez entraba y salía, logrando que me retorciera queriendo apresarle la polla para que fuera más lento, estaba en un estado de máxima tensión esperando explotar de un momento a otro, las sensaciones placenteras hacían que mi ano se abriera sin dificultad permitiendo la entrada de la verga y logrando que de mi recto salieran jugos que favorecían la cópula haciéndola más rica.

Me hacía jadear respirando muy fuerte, y morderme el puño para contener los gritos que deseaba sacar.

-Vas a hacer que me corra David, más lento amor. ¿Pero quién paraba aquella máquina desbordada de deseo y a punto de reventar, y expulsar lo que tenían sus huevos?

Intenté sujetarle tirando hacia mí de sus glúteos que se contraían apretando para hincar su virilidad en mi vientre clavándome sin piedad.

-¡Ahhhhhhhhhhhh! Amor…, me vengo. Síííí, síííí, toma mi leche. Temblaba como si un viento huracanado lo batiera, descargando los testículos de su preciosa simiente, llenándome en largas eyaculaciones, rozando su abdomen con mi verga que explotó regando las tripas de los dos con la leche que me salía a borbotones calientes.

Este era mi hombre, mi macho al que ya quería y deseaba aunque al principio me fuera impuesto. Abracé su ancha espalda y casi no llegaba con mis brazos, y su cintura con las piernas, trabando los pies para que no se saliera.

Que a gusto me sentía con él dentro de mí y aplastado por su peso; había sido una follada riquísima pero que había llegado a su fin, quedaba la ternura y el placer de poder acariciar esa montaña de músculos que temblaba encima mío, húmedo de sudor.

-Así necesito tenerte siempre que se me antoje, verte lo guapo que eres y desearte hasta cogerte y meterme en ti. Ya lo hacía, no le importaba que cualquiera supiera que cuando me cogía en sus brazos era para llevarme a la cama y allí follarme y hacerme suyo.


Las horas pasaban muy rápido, o muy lento según el momento que vivía, inquieto por mi aventura prometida de mañana en el mar con mi primo, Alberto y David.

Esa noche, volví a la habitación de Pablo, sin buscar el sexo, solo para que me abrazara un rato y sentirle como un amigo muy querido, más aún, como a un hermano.

-Os escuchaba follar mientras estudiaba, hacéis mucho ruido y gritáis vuestro placer, sentía envidia. Me volví hacia él para acariciarle la cara.

-¿Te molesta escucharnos?

-Para nada, solo era eso, envidia de lo bien que lo pasáis. Apoyé la cabeza en su hombro.

-He estado pensando en lo que me dijiste sobre el papel de David en la organización, y confieso que puedes tener razón, pero eso a mí no me afecta, David me quiere, me desea.

-Y eres feliz y lo serás más, seguro que sí pequeño. Estaba muy a gusto a su lado pero teníamos que dormir, además le notaba cansado y mañana tenía partido, me levante para ir a mi habitación donde Dulce me tenía caliente la cama, antes me abrazó con gran cariño y me besó tiernamente los labios.


Debajo de la ducha me movía inquieto, ya había preparado mi mochila con cosas que podría necesitar durante el día, sin olvidad una crema de protección solar, gafas de sol, tres bañadores, la toalla y otro montón de cosas, como hacen las chicas que quieren llevarse el armario con ellas para ir a un simple paseo.

Me lleve la sorpresa de encontrar en la cocina a Carmen.

-¿Mamá te ha dejado libre por un día? Olvidé decirle los buenos días.

-La cocinera y la muchacha tiene fiesta, Tu mamá y el don Eduardo siguen en la cama, ayer llegaron tarde y ya ves, ayudo al señor Tomás. No estaba nada mal, prefería sus desayunos a los de Tomás.

-Carmen, la cocinera se llama Berta y la muchacha Alicia. Era raro que no lo conociera.

-Ya lo sé niño, pero no me sale llamarlas por el nombre en tan poco tiempo, además de ellas hay otro personal y me han encargado dirigir la limpieza, esta casa tiene más trabajo que la nuestra, a pesar del numeroso personal.

Escuché el ruido de un motor y me asomé a la ventana de la cocina, inclinándome sobre el fregadero para mirar de soslayo la fachada principal.

-Es mi primo Rubén y un amigo, los tendrás que dar el desayuno. Mi primo y Alberto descendían de un coche granate que conducía este último, se dirigían a las escaleras de entrada de la puerta principal. Un minuto más tarde estaban en el pequeño comedor a mi lado.

-¿Qué queréis para desayunar? Carmen le preguntaba a mi primo y éste aprovechó para presentarle a Alberto, lo sujetaba del brazo al hacerlo y Carmen hizo un mohín con la boca al ver la actitud posesiva de Rubén hacía el muchacho.

-Nada, ya hemos desayunado cuando Pablo ha ido a recoger a mi hermano para ir al partido con mi padre. A pesar de su negativa Carmen colocó delante de ellos una jarra con zumo de naranja y dos vasos.

-Me ha dicho el señor Tomás que no necesitáis comida pero he encontrado algo que os gustará. Sacó de un armario dos paquetes de galletas, de esas crujientes de vainilla que me chiflan. La dirigí una sonrisa agradecido aunque mamá no me las deja comer por las calorías y ella lo sabe.

Poco después escuchamos el ruido de otro coche, corrí a la ventana y ahora era David con su mercedes deportivo de color plata. Nos abrazó y besó a los tres, llegaba alegre y por poco besa inclusive a Carmen.

Venía con pantalón corto mostrando sus potentes piernas, los demás también llevaban pantalón hasta las rodillas, lo mismo que lo que yo había decidido ponerme. Preguntó por Pablo y los dejé hablando para ir a lavarme la boca y recoger la mochila.

David les pidió que fueran en su coche, en el que habían llegado, llevaba la parte de atrás del suyo con la comida y alguna bolsa. Alberto sabía donde teníamos que ir y emprendió el camino primero, en la puerta tuvo que esperarnos para que la abriera David que disponía del mando.

Accedimos al puerto deportivo, se conocían con el portero que les facilitó el acceso, aparcaron los vehículos delante de una cafetería en un edificio de planta baja y un señor con aspecto de rudo marinero, con pantalón y camisa azul, se acercó.

-¿Esta todo preparado? Ante la pregunta de David el hombre encogió los hombros.

-He apretado todos los tirantes y el motor funciona perfectamente, pueden ir tranquilos.

Comenzaron a bajar lo que David llevaba en el asiento trasero y los seguimos a los pantalanes flotantes hasta llegar ante un pequeño velero blanco, un catamarán algo ancho.

-¿Quiere que los acompañe? Así se despreocupan de la navegación. David y Alberto se miraron y sonrieron.

-Por supuesto que no hace falta, no tenemos intención de salir a mar abierto y permaneceremos en la bahía. El hombre ayudó a meter los paquetes y se despidió después de dar algunos consejos sobre la radio si llegaban a necesitarla.

Los chicos se pusieron a la faena de sacar el catamarán del aparcamiento, dejando para nosotros el acomodar los paquetes. Dos cestas de comidas, dos neveras con hielo, una de ellas con bebidas, la otra solo con el agua helada en cubitos redondos y gruesos.

La cabina resultaba bastante amplia, con zona para descanso y una buena mesa abatible, un aseo y la cabina de mando al frente. Subí los cuatro escalones hasta la cubierta, salíamos del refugio de los muelles, dejando los rompeolas con sus faros ya apagados, a derecha e izquierda enfilando la bocana hacía la bahía.

Indudablemente los chicos sabían lo que hacían y como dirigir un velero, moviéndose rápidos después de apagar el motor, disponiendo los aparejos de las dos velas triangulares que la brisa comenzó a hinchar azotándolas en sordos chasquidos metálicos y el retumbar de la tela.

Sudaban cuando terminaron y cogieron el rumbo que querían, fueron bajando a la cabina, uno antes y después el otro para quitarse el pantalón y la camisa.

Estaban los dos para fotografiarles y eso era lo que hacía Rubén, dejar constancia de sus espectaculares y viriles cuerpos sudados.

Hicimos lo mismo que ellos pero nosotros nos cambiamos a la vez y le pedí a mi primo que me extendiera la crema protectora o terminaría achicharrado más por la brisa que por el sol.

Navegaron durante una hora de un lugar a otro, surcado lentamente la lámina de agua que apenas se movía, era un día tranquilo de mar sin olas, y la brisa era suave aunque nos alborotaba el pelo.

Encontraron el lugar ideal según ellos, para detener el barco, recoger las velas y tirar el ancla. Desconozco el criterio que seguían pero ese era el lugar idóneo donde pescaríamos.

Preparaban las cañas sin prisas, disfrutando de lo que hacían y discutiendo entre ellos. Otros barcos pasaban cerca aunque no se distinguían los rasgos de las personas que los ocupaban.

No tenía la más ligera idea de cómo se podía manejar una caña de pescar salvo lo que había visto a algún ocasional pescador, y en el cine o la televisión. Intenté varias veces lanzar el anzuelo como los veía hacer a ellos sin conseguir que llegara más allá de unos dos metros.

Veía la mirada condescendiente de David y en parte me irritaba no poderlo hacer como ellos, hasta Rubén resultaba ser mejor que yo.

Alberto dejó la suya en el soporte y se me acercó por detrás, me abrazó sujetándome las manos deslizándolas a los largo de la caña para que colocara las mías donde debían estar.

-Déjate llevar y no hagas fuerzas, vamos a probar despacio. Lo primero que sentí con el primer movimiento fue su pecho caliente apoyado en mi espalda, lo segundo la dureza de su miembro en mi culo a través de las telas de los bañadores, se había excitado al tenerme así abrazado.

A cada intento fallido David dejaba escuchar sus risas acompañado por Rubén.

-Perdona, es mejor que lo dejemos. Me soltó y dio un paso hacia atrás.

-¿Te has cansado de ayudarle? Escuché la irónica voz de David burlándose de él.

-Puedes hacerlo tú también, seguro que Oriol lo prefiere. A pesar de lo que decía Alberto no se retiraba más, es posible que pensara que se le notaría el bulto si se daba la vuelta.

-Venga, continúa no me reiré más de vosotros, además tú lo sabes hacer mejor. Volvió a pasar los brazos para repetir el lanzamiento y la dureza no había disminuido. Resultaba inevitable el roce, algunas veces muy fuertes a causa de los movimientos.

-Perdona Oriol, es totalmente involuntario. Hablaba en tono muy quedo cerca de mi oído.

Más o menos consiguió controlar el deseo y su polla se fue aflojando, ahora todo resultaba más natural y su enseñanza estaba dando resultado, consiguiendo de mi que el anzuelo llegara más lejos, lo suficiente para que se sintiera satisfecho y me dejara.

La mañana estaba resultando muy bonita, perfecta si no hubiera sido por ese incidente que lo abochornó sin motivo, a mi me encanto sentir su deseo, y su abrazo, y el roce de nuestros cuerpos.

Habían pescado un par de piezas cada uno y yo ninguna, la nevera se estaba llenando, empezaron a recoger los aparejos, yo no quería hacerlo, me sentía ofendido porque los peces se me resistieran. Rubén bajó a la cabina a buscar unos refrescos, se sentaron cerca de mí y me observaban.

-No te lo tomes como una cosa personal, todo es cuestión de suerte Oriol, otro día seremos nosotros los que no cojamos pieza. No se reían para no molestarme pero sentía que tenían ganas de hacerlo al ver mi cara de niño consentido al que se le negaba lo que quería.

-Id preparando vosotros la comida y yo me quedo con Oriol hasta que decida dejarlo. Alberto y mi primo desaparecieron con mucha prisa, se estaba retrasando la comida y todos teníamos hambre. David se colocó a mi lado pasando el brazo por mi cintura.

-Además de no pescar te vas a quemar la piel, ahora el sol calienta demasiado y lo refuerza la brisa marina. Se inclino para besarme en el pelo.

-Tú pelo quema amor, déjalo, seguiremos a la tarde. ¿A qué viene tanto empeño? Le miré frustrado y me pegué contra él.

-Está visto que nadie me quiere, ni los peces que son tontos. Soltó una carcajada tan estruendosa que Rubén asomó la cabeza para saber qué pasaba. Me abrazó y me retiro la caña de las manos, la deposito en el banco y comenzó a besarme la cara.

-No digas eso ni en broma, todo el mundo te adora, ¿notaste como Alberto se excitaba con solo tenerte abrazado? Me aparté lo que me dejó para mirarle suspicaz.

-¿Te diste cuenta? ¡Oh! Lo siento David. Me abracé a él para ocultar la cara que la tenía roja, por el calor y el sofoco de saber que había notado como se encontraba Alberto.

-No pasa nada, es normal estando a tu lado. Se separó y se tocó el bulto que lucía en su bañador.

-Mira, a mí también me pasa. Sonreía con picardía provocadora. Y volví a abrazarme a él.

-¡Oh! David, te adoro. No pudo responderme, la voz de mi primo nos reclamaba para que fuéramos a comer.

No sé quién le prepararía la comida pero no había un bocado que no supiera a gloria, alas y muslos de pollo frito, medallones de pescado blanco rebozado, ensalada, parecía un banquete de sabores deliciosos aunque también influía el hambre que teníamos y el movimiento sin parar de la mañana. Sobraba la mitad de la comida, también la bebida aunque bebieron varias cervezas, demasiadas, hasta Rubén bebió dos latas.

Recogimos lo sobrante devolviéndolo a las cestas y sacaron termos de café y té. Me sentí muy a gusto mecido por el suave movimiento del mar y me tumbé en uno de los asientos corridos laterales.

Alberto y David hablaban sentados mientras bebían en el banco de enfrente, mientras mi primo, tumbado igual que yo, apoyaba la cabeza sobre las piernas de Alberto. Creo que me adormilé o perdí la consciencia de lo que pasaba a mi alrededor.

Abrí los ojos, David se había trasladado a mi lado, Rubén mordía el bulto del pene de Alberto sobre el bañador, y este tiraba la cabeza hacia atrás mordiéndose el labio inferior. Moví la cabeza para mirar a David desde abajo, tenía la vista fija en lo que mi primo hacia, con la mano izquierda tapaba su propio bulto y con la derecha me acariciaba el pecho.

Se dio cuenta de que estaba despierto y apartó la mano del paquete que se mostraba tremendo, como para romper la tela del bañador de pata corta que llevaba.

Me miraba hipnotizante y vi la mancha de precum que manchaba el bañador donde se le marcaba la gorda cabeza del glande. Cogió uno de mis pezones con los dedos apretando hasta que sentí dolor y emití un quejido donde se mezclaba el dolor con el gozo.

Miré un momento a mi primo y cómplice me guiñó un ojo, con un obsceno gesto abriendo la boca simulando que comía la verga de Alberto. Me levanté para colocar la cabeza sobre los duros muslos de mi novio, con la cara pegada sobre la humedad de su bañador, al oler su aroma tuve una rápida erección.

Con la mano izquierda acaricié la dura polla arrancando un gemido de su boca, la fui sacando retirando el bañador con esfuerzo hasta lograr que el gordo capullo apareciera sobre la tela.

David no aguantó más y se colocó de pie bajándose bruscamente el bañador hasta los pies, se lo sacó y sujetó el pene con la mano, me lo acercó a la boca y su orden restalló como un latigazo en el aire.

-¡Cómela! La sujetaba por base apretándose los huevos hasta dejar la piel tirante, golpeó con la polla en mi cara y en la boca para que la abriera. Lo hice con gusto, encantado de obedecer la imperativa y dura orden.

Le aparté la mano para sujetarle con la mía derecha, palpitaba de excitación. Lo que le hacía mi primo a Alberto le había llevado al límite, la pasé por mis labios besando cada centímetro, por la cara pegándola e ella, por el cuello, por la oreja queriendo meterme el glande. Iba dejando un reguero de precum por mi piel que me volvía loco. Adoraba esta verga deliciosa, caliente y abrasadora, dispensadora de placer para mi boca.

Quería tenerla en todas partes, sintiendo su calor y suavidad, pero la llevé a la boca para comenzar a lamerla antes de meter el gordo glande y dejarlo pegado al paladar extrayendo su jugo delicioso.

Comencé a tirar de mi bañador para liberarme la polla, las dos cosas a la vez, chupar el caramelo caliente y gustoso de la verga de mi chico y una vez quitado el bañador acariciarme los huevos. Sentía la verga dura y sacando mis propios jugos resbalando por el fuste.

Mamé unos minutos metiéndola toda ella en mi boca, o simplemente el dulzón capullo disfrutándolo, rodeándolo con la lengua y moviéndolo en la boca, como un caramelo ácido que me forzaba a producir abundante saliva.

David no se movía de su altiva postura de pié ante mí, como si fuera una poderosa estatua, solo gemía y proyectaba la cadera cuando deseaba que mi boca le sirviera de vagina. Me sujetaba a sus duros glúteos gozando cuando los apretaba para hincar la verga en mi garganta.

Me tomó de los hombros y me tumbó sobre el banco, me abrí para acoger el cuerpo del hombre fuerte que me cubría por completo. Sentía necesidad de mi hombre, de la verga de mi semental enterrándose en mi cuerpo. No pensaba en los espectadores que teníamos, no me preocupaba nada en absoluto salvo gozar del perfecto cuerpo de mi amado.

Se colocó sobre mí y apoyo el pecho sobre el mío.

-Mi amor, te quiero. Sus palabras me sonaban como música celestial. Comencé a acariciarle la cara, el cogote y empuje de su nuca para que nuestras bosas se unieran.

-David, mi hombre, nunca he sentido algo semejante. Lo decía de verdad, sinceramente, sin pensar que hacía unas semanas me entregaba a otro hombre que teníamos al lado.

-¡Mi bella mujercita! Después de besarme el cuello y morderlo se elevó sobre los codos y llevé mis manos a su duro pecho para acariciarle los cuadrados pectorales y meter las manos en el vello de sus sobacos.

Sentía la punta de su dura verga buscándome el agujero, punteando como le sucedía a Dulce, el perineo, resbalando sobre él por la abundancia de los jugos que le salían de la polla. No me había dado cuenta y Rubén se nos había acercado, sujetó la verga del macho y la colocó en la entrada de mi culo, ocupando con el glande el hoyito entero.

David solo tuvo que empujar haciendo fuerza y yo relajar el ano para que comenzara a penetrarme. Lancé un grito de excitado gozo y apreté su cintura con las manos.

-¡Qué rico David! Mi vida. Sentía la mano de mi primo que seguía sosteniendo el largo falo hasta que entró por completo. La sensación resultaba increíblemente placentera, tener todo el rabo metido y la mano de Rubén acariciando la entrada estirada de mi ano.

-¡Me muero! ¡No! Rubén. Mi jodido primo no iba a parar de acariciar el entorno y en el momento en que David saco un poco la verga comenzó a lamer con la lengua, la polla que salía y entraba y la estirada piel de mi ano.

Me arrastraban a la locura y el mismo Alberto se aproximó por delante para besarme en la boca, la mía, la de David, eran tres bocas unidas por el deseo, el cariño, el placer. Y lo más inaudito, acercó su dura verga y David empezó a lamerle el capullo llevándolo con sus labios hasta encajar en los míos, estábamos los dos chupando la verga de Alberto, mientras recibía la dura polla de mi novio en el culito.

Resultaron unos minutos de delicioso placer compartido entre los cuatro, hasta sentir que mis huevos se contraían mientras mi primo los acariciaba y comenzaba a eyacular lanzando con fuerza el esperma. Poco después David dejaba toda la carga de sus testículos en mi culo, continuaba entrando y saliendo, desplazando la leche que resbalaba fuera de mí y que Rubén comía. Nos fuimos tranquilizando, aún lleno de la polla de mi novio.

Y Alberto sujetó a mi primo colocándole arrodillado en el suelo para sodomizarle desde arriba.

Tampoco tardaron mucho en que les llegara su momento de placer y explotaran, Alberto en el culo de Rubén y mi primo en el suelo. Se lamían entre ellos recogiendo con sus lenguas el esperma que habían derramado.

Seguía abrazado a David hasta que su verga salió de mi ano.

Acarició mis labios con su lengua mientras me miraba divertido, no entendía lo que había sucedido, de alguna manera habíamos hecho un cuarteto, cierto que ellos procuraron nuestro mayor placer pero también nosotros dos habíamos gustado la rica verga de Alberto.

-¿Qué te ha parecido mi amor?

-Sublime, me ha encantado. Descendió la cabeza y lamiéndome la oreja me dijo.

-A partir de ahora será así, y aún mejor. No me aclaraba lo que significaba pero resultaba fácil intuirlo.

Recogieron y guardaron los aparejos de pesca, y pasamos la tarde nadando alrededor del barco, el calor había aumentado por el viento sur y los negros nubarrones los advirtieron de que debíamos regresar a tierra.

Respuesta:

No la hubo.