Confidencias 26 Con David, ahora sin violencias

Con cada succión que le daba al glande apretado con la lengua contra el paladar sacaba un chorro de jugos de sus huevos llenando mi boca de sabores.

Rubén y su oportunidad…

-No sabía cómo era Alberto… Rubén colocó la mano sobre mi rodilla apretando ligeramente.

Estábamos en un descanso entre clases y me había sentado sobre la barandilla que separaba el porche del edificio principal con el patio.

-¿Cómo lo ves?, ¿no te importará si lo intento seducir? Puse mi mano sobre la suya.

-Me parece que ya has adelantado el camino, aunque estaba bebido el sábado os pudimos ver en la habitación de David, ¿qué fue lo que me diste para beber? ¡Ohh! Dios mío que dolor de cabeza cuando desperté. Rubén quitó la mano de mi rodilla y se la llevó a la boca para contener la carcajada.

-Lo que necesitabas en aquel momento que te encontrabas perdido. Mirábamos distraídos a los compañeros.

-¿Qué tal con David?

-Ahora que somos novios me parece extraña la situación aunque sigo sin ver diferencias en mi vida personal…, aquella noche me violó, se aprovechó de mi estado... Mi primo volvió a reír y apretó mi cintura con el brazo. Dejó de reír para mirarme, vio mi mirada preocupada.

-Fue la noche de las violaciones, también yo force que Alberto me follara. Él no estaba bebido, estaba peor que tú en otro sentido y necesitaba cariño, fue estupenda la follada que me dio, me enamoró, ¡a mí..., un libertino confeso!, aunque los nombres que le escuchaba salir de la boca eran el de David y el tuyo.

Era una de las pocas veces que veía a mi primo Rubén con la mirada soñadora.

-No le distraigas demasiado de sus estudios, está loco por terminar y empezar a trabajar.

-También quiero que estudie, necesitaré un hombre que me mantenga y me dé caprichos. Mi primo no perdía la ocasión de mostrar su descaro y quizá cruda franqueza, y ahora enmascarar lo que de verdad sentía.

-Entonces, sin pelearnos y como buenos primos nos los repartiremos, tú con David y para mi Alberto. Era imposible tomarle en serio, me arrancó la primera sonrisa del día.

-Como eres Rubén, me alegro que Alberto te guste y espero que él sienta lo mismo por ti en poco tiempo. Realmente, y aunque sin saber el motivo, me dolía en el pecho, pero prefería que Alberto estuviera con mi primo y no con otro.

-¿Tanto le amas Oriol? Me puse de pié para volver a clase, estábamos en aulas diferentes este año.

-Ya no sé lo que siento. ¿Deseo sexual? ¿Amor? Lo dejaremos en que le quiero, estoy en un mar de dudas, ¿lo que siento?, ¿lo que debo sentir?, ¿Alberto?, ¿David?... Me voy a clase.

Había comenzado a caminar y me volví, él continuaba de pie, sin moverse, viendo como me alejaba.

-Rubén, gracias por lo que haces. Dio unos pasos para acercarse y me abrazó.

-¡No!, gracias a ti que eres el mejor. David te ha escogido y tienes que ser paciente con él, amarle y servirle lo mejor que puedas y como todos esperan. Resultaba de una gran seriedad lo que me hablaba y de repente cambio de tono.

-Ya sabes cómo son estos hombres, siempre quieren mantener el tipo de poderosos sementales. Reía como si estuviera nervioso y ya nos despedimos hasta el otro descanso donde ya no hablaríamos del tema.


A la tarde todo transcurría normal, cuando llegué y después de merendar dos tostadas que Alicia me preparó mientras Berta la miraba, me puse a hacer mis deberes bajo la atenta mirada de Dulce.

A última hora de la tarde y por sorpresa apareció David, había terminado su trabajo y simplemente venía para pasar un rato a mi lado, me lavé la boca que aún no lo había hecho desde la merienda y le iba a ofrecer nadar o pasear un rato para hacer ejercicio cuando me abrazó, besando con ternura mis labios.

-Vamos a pasear para hablar un poco, nadar obliga a tener la boca cerrada. Quise creer que hablaba de broma y le miré fijamente. Ahora, muchas veces, cuando le veía no llevaba sus gafas puestas, como si pensara que a mí me molestaban. Vestía un pantalón negro ajustado y un polo blanco, con mocasines muy escotados de piel gris, todo ello muy sencillo aunque se notaba la calidad de la ropa.

Andaba por la casa como si fuera la suya, me di cuenta cuando salimos a pasear por el jardín y resultaba ante Tomás o Damián más familiar que yo mismo, había un Mercedes deportivo color plata ante la escalinata y Damián le preguntó si lo retiraba de allí para llevarlo a las cocheras.

-Me iré pronto pero si estorba puede retirarlo. Resultaba amable al hablar y sin embargo a Damián debía resultarle autoritario, porque simplemente inclinó levemente la cabeza asintiendo.

Anduvimos un rato, sobre todo jugando con dulce y lanzando alguna rama caída que él se apresuraba a recoger en una loca carrera, sin darme cuenta paseábamos cogidos de la mano, no supe en qué momento sucedió y solo lo aprecié cuando nos sentamos debajo de un magnolio en un banco.

-Oriol…, yo… Me sujetaba la mano y dudaba de continuar hablando. Pensé que a pesar de llevarme tantos años resultaba más tímido que yo.

-Sí, David, te escucho, dime ya lo que sea. En lugar de responder llevó mi mano a sus labios para besarme en la palma. Sin separar los labios elevó la mirada para mirarme a los ojos.

-Deseo que nos casemos…, si tú no te opones. La verdad, me llevé una gran sorpresa.

-David, si apenas nos conocemos, nos hemos visto en contadas ocasiones. No sé el por qué de mi contestación cuando resonaban en mi cabeza las recomendaciones de Eduardo de decirle siempre que sí a los que David me propusiera.

-Te equivocas, yo te conozco más de lo que tú crees, deseo que vivamos juntos, tenerte a mi lado el máximo tiempo que podamos. Se quedó en suspenso esperando mi contestación y le iba a responder con un sí, no solamente por lo que Eduardo me aconsejaba, me apetecía darle una respuesta afirmativa, pero habló él antes sin dejarme contestarle.

-Piénsalo, no hay prisa. Lleve mi mano a su cara para retirarle un mechón de cabello que tenía sobre la frente.

-Gracias David, lo voy a pensar, creo que soy muy joven aún y te diría que si desde ahora, pero si puedes esperar lo prefiero. Me estrechó entre sus brazos y a pesar de no haberle dado mi conformidad definitiva sentí un suspiro de alivio salir de su boca.

Esa escena me dejó muy contento, su deferencia para darme tiempo, y el que a pesar de desear mi respuesta supiera esperar sin forzarme. Impulsivamente elevé la cabeza para ofrecerle mis labios, me besó unos segundos y despacio apretaba hasta que abrí la boca y dejé que la llenara.

Le permití que acariciara mi lengua, que lamiera mis labios y jugara entrando y saliendo sin hacer nada, solo sintiendo, comparando, dejándome estremecer por las deliciosas sensaciones que me daba.

Sí, lo mismo que los besos de Alberto, también los de David me encantaban y entonces, después de hacerle esperar respondía a las caricias de su lengua.

Volví la vista para mirar el banco donde habíamos estado un largo tiempo, como dos enamorados, como dos amantes que se quieren, me sujeté a su cintura y así entramos en la casa.

Mamá estaba para la cena de esta noche, hacía tiempo que David había marchado después de estar hablando con Eduardo.

-Me dice David que te ha hecho una proposición. Eduardo dejó de comer para fijar la mirada en mí, no solamente él, también mamá, y Pablo, y hasta Tomás suspendió su caminar sirviendo la cena para esperar mi respuesta.

-En realidad me ha pedido que lo piense, sin prisas. Mamá dejó los cubiertos y cogió la copa de agua, estaba nerviosa y el agua se agitaba.

-No tenías que pensar nada, debiste decirle que sí a David cuando te lo pidió. No entendía su malhumor repentino cuando hacía un momento estaba contenta. Eduardo la miró censurándola.

-Deja tranquilo a Oriol, si David ha creído que así es lo correcto, se hará como él piensa que debe hacerse. Llevé la mirada hasta Pablo, había vuelto a comer y tenía la vista en el plato.

Daba la impresión de que todos tenían más prisa que David en saber mi decisión, aunque sería más justo decir que esperaban mi respuesta y que fuera afirmativa.

Después de la cena Eduardo me pidió que lo acompañara, me llevó a la biblioteca, sabía que para él era importante lo que tuviera que decirme cuando lo hacía en ese lugar tan personal y de uso casi privado.

Se sentó en una butaca alta y me llevó para que me apoyara en sus piernas.

-No tienes que hacerle caso a tu madre, te estás portando como todos esperamos de ti y haciendo lo correcto. Estaba resultando muy amable pasando las manos en una tierna caricia por mis caderas hasta llegar a las nalgas.

-Iba a decirle que sí, que aceptaba lo que me pedía y no me dio tiempo de hablar, entonces me dijo que no había prisa y que lo pensara. Me alegró en aquel momento que me considerara. Eduardo me abrazó y me besó en la frente.

-Muy bien, dejemos que todo se calme. Si tu respuesta es afirmativa tendré que hablar con tu padre para que nos firme la autorización y renuncia sobre ti. Es posible que podamos darle un trabajo sin responsabilidad y que pueda salir de la indigencia. En mi corazón se abría una luz de esperanza, de alguna manera podía ayudar a papá.

-¿Harías eso por él Eduardo? Acurruqué la cabeza en su cuello.

-¡Gracias!, ¡gracias! Eres tan bueno. Palmeó mi espalda y me separó de él.

-Podemos hacerlo, pero David tiene que quedar contento, todos tenemos que ayudarnos.

-Le diré que sí, estoy de acuerdo, ya lo estaba…, pero te agradezco lo que puedas hacer por mi padre. Y de momento así quedó todo.

A la noche, abrazado a Dulce, no podía conciliar el sueño. Habían sido muchas emociones recibidas, muchas cosas que no entendía y se quedaban en mi cabeza como bombillas encendidas calentándola.

Me levanté de la cama, estos días por el calor reinante no se había encendido la calefacción y a la noche hacía fresco, me coloqué un batín y salí al pasillo cerrando la puerta para que dulce no me siguiera y abrí sin llamar la de Pablo.

Se encontraba ya en la cama aunque no debía de haberse metido hacía mucho tiempo, estudiaba hasta muy tarde sin perder sus costumbres, me hizo un hueco a su lado y me metí sin quitarme el batín para estar caliente. Coloqué el cuello sobre su brazo mirándole el perfil.

No hablamos hasta que pasaron unos minutos.

-¿Pablo?

-Dime pequeño…

-Ya no soy un niño, ¿por qué no me habláis y que pueda entender lo que está pasando? Colocó la boca pegada a mi oreja, sentía el calor de su aliento en el cuello.

-En algún momento te lo dirán, Eduardo, tu abuelo o David, alguno lo hará, yo no debo hacerlo. Mi interés aumentaba por lo misterioso que se comportaba y había nombrado a mi abuelo, el padre de mamá, el único que él conoce.

-Por favor, no lo diré y nadie sabrá lo que me digas, será nuestro secreto.

-Mira Oriol, en este momento pueden estarnos escuchando o grabando lo que hablemos, no estoy seguro de que no nos vigilen. Sentí como una corriente de intranquilidad bajando de la nuca por toda la columna.

-Me das miedo Pablo, no hay nadie que nos vigile, conozco el sistema de seguridad de la casa y en esta parte no hay cámaras ni algo parecido. Y entonces recordé el cuarto de seguridad, la habitación anti pánico de la biblioteca.

-Conozco un lugar donde nadie nos puede ver ni escuchar, ven, sígueme.

Avanzamos como sombras por los pasillos evitando los lugares vigilados por las cámaras, y que yo conocía, hasta llegar a la biblioteca, rogué por que el sistema funcionara como en la prueba que hicieron los técnicos.

El suelo se elevó como estaba previsto y se encendieron las luces del sótano, tiré de la mano de Pablo que se había quedado atónito mirando el rectángulo practicado en el suelo.

-¿Qué es esto? Le tuve que empujar para que bajara las escaleras.

-Ahora no hay tiempo para que te explique, baja de una vez. Cerré el acceso como Eduardo me había enseñado.

-Ya no hay posibilidad de alguien nos vea a no ser que lo queramos. Dime algo Pablo no tengo otra persona a quien acudir. Le rogaba llevándole a uno de los sofás que había en la estancia, enfrente de las pantallas que mostraban lo que las cámaras recogían, estaba todo en silencio y solo las luces de la entrada principal y algunas en el parque permitían ver las ramas de los enormes árboles siendo agitadas por el fuerte viento.

-Yo conozco muy poco y te va a resultar inverosímil, me vas a tomar por loco y no me creerás.

-Vale, pues lo poco que sepas cuéntamelo aunque sea una locura. Tragó saliva, la nuez de adán subía y bajaba en su garganta.


“Se trata de una organización… Una especie de Rosacruces pero diferente, y que se organiza jerárquicamente por países, miembros que se protegen y ayudan unos a otros sobre todo en lo económico y social. Tienen un director o maestro, un consejo, como si se tratara de una empresa y el cargo de Maestro supremo es hereditario.  –Hablaba en susurros como si tuviera miedo.

Todo funcionaba a las mil maravillas hasta que se supo que el hombre que debía heredar el poder resultó ser homosexual, gay, y no consentía en casarse con la muchacha predestinada, estaba enamorado de un chico amigo suyo.

Esa situación creó el clima adecuado para que los distintos grupos de presión e intereses comenzaran a moverse, deseando imponer su candidato para ser la pareja del ser supremo.

-¿Vas entendiendo algo? Pablo me miraba fijamente, sus ojos brillaban como si fuera a llorar, pero percibí que era por miedo.

-¿Y David es la persona de la que me hablas y yo el compañero elegido para él? Pablo, esto es una tomadura de pelo, no es creíble, estamos en el siglo veintiuno, esas cosas no se llevan ahora.  –Solté una risa nerviosa, necesitaba no creer lo que escuchaba.

-Te dije que no lo creerías, pero es la verdad. Piensa en lo que te ha sucedido desde el verano, como ha cambiado tu vida y lo que has hecho, en cómo te han amaestrado para que estés al servicio del líder, como todos los demás.

-El doctor Salvatierra es el gran maestre, a veces le llaman emperador, el líder de la organización y su puesto lo ocupará David. Tu abuelo, Eduardo, don Manuel son parte de un ala poderosa del grupo y pensaron en ti para coger más poder situándote al lado del líder. Todo lo que te viene sucediendo, desde hace más o menos un año, es una preparación para tu futuro. Tu enseñanza se le confió a tu padre que los falló y no entendió cual era su labor, comenzando a vestirte de chica y lo empeoró con su afición al juego, las drogas. Algo ya conoces, y decidieron que sería Eduardo el que lo dirigiera todo.

-Alberto era el chico a quien David amaba, vuestro encuentro resultó una rara casualidad que se dio, todo no sale exactamente como ellos quieren. El resto son únicamente detalles que ya no conozco o no son interesantes.

Esta es la autentica verdad aunque suene increíble. No te puedo decir más porque no lo conozco.”

Hicimos el camino de vuelta dejando todo como estaba, Pablo fue a su habitación y yo a la mía. Resultó una noche terrible y casi no pude dormir, Dulce notaba mi intranquilidad y a veces me lamía la cara. Todo lo que me había relatado Pablo no resultaba creíble, y sin embargo algunas cosas encajaban, mal, pero no podía dejar de pensar en cómo la madre de David me dijo que resultaba más guapo al natural, en persona, que lo que enseñaban las cámaras, y como David me dijo que él ya me conocía antes de verme en la consulta de la clínica.

Pero yo no podía hacer nada, solo cumplir lo que ellos querían de mí, y que ahora también deseaba, yo no era nada, un chico joven enseñado para obedecer a los que tenía sobre mí.


Al día siguiente estaba cansado en la clase de ballet, mejor dicho estaba cansado a todas horas. Resultó un día tranquilo y Rubén quiso que habláramos pero no tenía ganas, y además no conocía lo que él pudiera saber de lo que me confesó Pablo, si es que fuera verdad ya que a cada momento dudaba.

No tuve noticias de David, no quería meterme prisa para que tomara mi decisión que tenía decidida desde el momento que me lo propuso sentados debajo del magnolio. Sin pensar en la veracidad o exactitud de lo que Pablo me dijo David comenzaba a ocupar mis pensamientos y le analizaba en lo que era su físico que me gustaba y en cómo pensaba aunque le conocía muy poco. Si tenía que ser suyo, sería mejor que lo aceptara del mejor grado y no me resultaba difícil.

Se presentó de improviso, sin avisar, como estaba comprobando que había hecho anteriormente y era su costumbre. Estaba terminando mis deberes con la puerta de la habitación abierta y presentí a alguien en el umbral. Me estaba mirando, sin pestañear. Traía unos pantalones azul claro y una camisa de manga larga arremangada hasta los codos, estampada de diminutos motivos florales muy alegre, con mocasines azules oscuros. Como siempre sumamente elegante y sencillo. Me levanté para ir donde él.

-Continúa, estás precioso mientras te concentras en el estudio. Hicimos el camino a medias y me tendió las manos cuando estábamos al alcance de agarrarnos. Le veía guapo y varonil a rabiar, con ese pantalón que le marcaba las largas y robustas piernas y el bulto de sus genitales, los musculosos brazos al aire cubiertos de un ligero vello castaño.

Le abracé llevando sus manos con las mías a su cintura por detrás de él, las sujeté con mi pequeña mano, el no sé oponía y con la mano libre le retiré las gafas que traía depositándolas sobre el escritorio.

-Me gustas más sin gafas, quiero ver tus lindos ojos. La ternura me embargaba viendo su pasividad, o prudencia para no obligarme.

-Quiero David. Quiero vivir contigo, siendo tu marido o lo que tenga que ser. Su pelvis estaba sobre mi vientre ya que soy de menor estatura que él y separé el pecho para mirarle sin soltarle las manos que aprisionaba a su espalda, no le dejé responder y me puse de puntillas para llegar a su boca, y sus labios se fundieron con los míos.

El primer beso fue mío, los que siguieron de él y luego eran de ambos.

Probé el sabor cálido de su boca y mi vientre tembló como si tuviera mariposas que aleteando volaran. El cúmulo de sensaciones era inexplicable, como si inflara mi peche con su aliento que soplaba.

Al separarnos me miraba, de una forma tan dulce, tan delicada, como si temiera romperme y era justo lo que deseaba. Sin prisas, entre beso y beso fui desabotonándole la camisa, la abrí para admirar los cuadrados pectorales con sus lindas tetitas de diminutos pezones, pasé la mano por ellos y se endurecieron, tenía el abdomen marcado, le surcaba una profunda hendidura desde el esternón hasta el vientre.

Solté la cintura del pañalón y lo fui deslizando, cayendo de rodillas siguiendo la caída de la prenda hasta que mi cara quedó a la altura del bulto que se marcaba rotundo y duro en el bóxer. Las piernas eran columnas de endurecidos tendones y músculos. Una precisa máquina de carne y hueso.

Sujeté la cinturilla elástica de los bóxer y los fui bajando, apareció su pene que veía por primera vez, aquella noche pude sentirlo romper mi carne pero no llegue a verlo. El largo y el grosor no resultaban terribles, pero sus veinte centímetros me parecieron muy bellos y suficientes, el glande cubierto, en parte, era más grueso que el tronco, de color rosa fuerte, como chicle, cubierto de vello que le nacía en el talló unos centímetros por encima de su pubis y le pendía una bolsa escrotal de considerable tamaño envuelta en abundante vello castaño.

Miraba el detalle, el conjunto y me resultaba admirable, no pude dejar de llevar mis pequeñas manos para rodear su verga envolviéndola entre mis dedos, empujó ligeramente las caderas y empecé a acariciarle corriendo el pellejo para liberar el glande. Miraba el movimiento que hacía el pellejo al tirar de él, y la gota que licor que se iba formando en la punta de la polla, los testículos se movían siguiendo el movimiento de las manos.

La gota de precum creció y la recogí con la yema de mi dedo para llevarla a mi lengua, me gustó la suavidad y el dulzor y pensé como sería cuando su semen saliera de ese conducto para llenarme la boca.

Sujetó con delicadeza mi cabeza y la colocó sobre su pubis aplastando la verga contra su abdomen.

-Mámala Oriol, abre la boca. Y obedecí como se suponía que debía ser, no cabía duda alguna en mi cabeza y mi deseo me impulsaba a desearla tener en la boca.

Era delicioso el sabor que me inundó las papilas gustativas y lo disfruté hasta que comencé a chupar con ganas metiendo la mitad del falo en la boca hasta arrancar un ronco gemido de profundo placer de su garganta que sonaba como un lejano trueno, también yo gemía sin emitir los sonidos.

Dejé de mamar la verga para terminar de quitarle la ropa, dejándole desnudo ante mí como la estatua de un invencible guerrero grande y potente.

Me sujetó de los hombros y me elevó para comenzar a quitarme la ropa, yo le ayudaba en su labor impaciente y una vez desnudo me cogió en los brazos para llevarme a la cama, allí me dejó de rodillas, a cuatro patas con la cabeza hacía él y continué la labor interrumpida volviendo a chuparle la verga. Me guiaba con Las manos sobre mis hombros y las desplazó acariciando la espalda hasta alcanzarme las nalgas, me acariciaba los glúteos amasándolos y golpeándolos sin causarme dolor.

Me separó las nalgas e introdujo los dedos hasta llegar a la entrada del ano, me comenzó a girar quitándome su dulce y caliente falo de la boca y ahora estaba con el culo en alto ante él, me estremecí con agudos gemidos al sentir su lengua en el ano, no esperaba esto de David y comencé a mover el culo por el gusto que me daba.

Lamía mis huevos y la polla para pasar rápido a querer meterme la lengua por el culo, me contorsionaba moviendo las nalgas, apretando y abriendo el culo para dejarle meter la lengua.

-¡Ahh! David que gusto me das, sigue amor, continua comiéndome el culito, ¡ahh!, ¡ohh! Ummm, ¡que rico mi vida! Sentía estirárseme la suave piel del hoyito cuando empujaba los dedos para entrar en mí. Jugaba en la entrada utilizando los dedos y la lengua con destreza, como un chico entrenado en dar placer y conocer lo que debía hacer con un culo.

No me causaba dolor, y mi culo no extrañaba la penetración de sus delgados y largos dedos, soportaba perfectamente dos y tres entrando en mi cueva, sintiéndolos moverse en mi interior acariciándome el recto.

Me agradaba, me gustaba como sabía darme placer, tan distinto todo lo de la violación pasada, y ahora todo resultaba lindo y placentero, un acto de amor tan tierno preparando el macho a la hembra con delicadeza, para cubrirla y penetrarla con su hombría y dejarla preñada y satisfecha.

Tenía mi ano abierto, preparado y deseoso de ser invadido y penetrado por su dura y tiesa verga, abrí los ojos para mirarle y pedirle con la mirada que me follara de una vez, que ocupara el lugar que le correspondía como macho semental.

Supe que el momento llegaba cuando volvió a moverme y tumbarme con la cara hacía él, coloqué las piernas sobre sus hombros y elevé las caderas para alinear la entrada de mi culo con su verga, temblé un poco recordando la pasada noche, y fue cuando cogió su duro garrote y lo apunto decidido a hundirlo en mi carne.

-Perdona si te hago daño mi amor. Resultó su gesto más delicado y me relaje pare recibirle.

-Prepárate. Comenzó a entrar en mí, su glande resultaba de los más gordos que habían atravesado la puerta de mi culo, pero ya había estado en mí, una vez ya me había desvirgado y hubo como un mutuo reconocimiento entre ambos. Me mordí el labio ligeramente dolorido y la penetración resultaba lenta y continuada.

El ano se adaptaba perfectamente por su flexibilidad al grosor de su verga y lo notaba avanzar recorriendo mi vientre, entrando sin detenerse hasta que no pudo más. Lanzó un gemido de placer cuando los pelos de sus testículos acariciaron la entrada de mi culo y flexionó los brazos para apoyar su pecho sobre el mío.

-¿Te ha dolido? Musitó mordiéndome la oreja. Le sentía tan fuerte y posesivo apoyado sobre mí, dominado por ese férreo mástil atravesándome el cuerpo, que suspire de alegría y de gozo por el placer que me daba. Solté mis piernas para acariciarle la cabeza y los hombros fuertes y tensados para no caer del todo sobre mi pecho.

-David, estoy de maravilla pero estate quieto un momento, me encantas, ahora sí que te gozo. Le pedía que estuviera tranquilo y era yo el me movía para adaptarme a su tremendo pedazo que me abría en dos mitades.

Al moverme sentía el vello de sus testículos acariciándome el culo y por dentro la satisfacción de estar lleno, palpitaba mi ano estirándose y abrazando su polla como lo hacía su verga engordando por el bombeo de su corazón.

Era perfecto, el diámetro ideal para sentir su gordo glande avanzar cuando salía de mi recto, sin dolor, concentrado en el placer solamente, en mirarle ahora la cara cubierta de lujuria entrando y saliendo de mí, tomando posesión de su hembra.

-Sigue, continua follando mi culo. Le pedí cuando sudoroso se detuvo. Aceleró las embestidas logrando que chillara por el placer que me arrancaba y pasaba desde el culo hasta el cerebro viajando por todo mi cuerpo.

-Sí, sí, sí, fóllame mi amor, dame tu verga tan rica.

Las penetraciones se hicieron más rápidas y profundas y pegó su cuerpo al mío para entregarme sus postreras acometidas, sentí que me contraía y me mareaba comenzando a eyacular entre nuestros vientres como loco a la vez que él se vaciaba llenándome el vientre de leche.

Estaba temblando bajo él, sintiendo sus últimas contracciones y como su verga entraba hasta el fondo de mi ser vaciándose por completo. Le abracé muy fuerte dejando resbalar las piernas a sus costados, era tal mi confusión, la alegría que me daba que no sabía si llorar o reír.

Comencé a besarle la cara, los labios pasando la lengua para recoger las gotas de sudor que le bañaban. Al fin nuestras respiraciones se fueron normalizando y respondía a mis besos con los suyo.

-¿Me he portado bien?

-¡Ohh! David, así me gusta que seas. Te lo vuelvo a repetir, quiero ser tu marido, tu mujer, estar siempre así contigo, me gustas amor, por todo.

Nos duchamos, no podía dejar de mirarle, resultaba soberbio, magnífico y sentí que le quería. Me secaba con la toalla la espalda y me abrazó envolviéndome con ella.

-No había venido a que me dieras tu respuesta… Miré su reflejo en el espejo hasta encontrar sus ojos.

-¡Ah! ¿No?, ¿no te interesa?

-¡Tontito! Claro que sí, y ha sido la mayor alegría escucharte, pero solo quería saber si el sábado te apetece salir por la bahía a pescar, estar todo el día en el mar.

-No me gustan mucho los barcos pero si estoy a tu lado iré.

-Le he pedido a Alberto que invite a tu primo y así estaremos los cuatro.

Nos vestimos entre risas, jugando porque quería continuar acariciándome el cuerpo y no me dejaba poner la ropa.

-¿Te quedarás a cenar?

-Por supuesto, si me invitáis.

Era la hora y nos dirigimos al comedor donde nos esperaban como si supieran que íbamos a llegar en ese momento, vieron nuestras caras y supieron la respuesta sin preguntar. Pablo me guiñó un ojo, o quizá lo hizo para los dos. Mamá ya sonreía satisfecha y el que se mantuvo más frío y neutro fue Eduardo.

Respuesta

:

Mi vida...

¡Woow!, después de leerte y volverte a leer, veo que ahora tu decisión es definitiva, ahora serás parte de la vida de otro hombre, alguien especial, pero ahora serás suyo.

Me alegra que seas al menos feliz con él, lástima que se me ha adelantado a lo que yo quería, ahora sé que tendrás un marido por el resto de la vida y serán felices.

Me entristece saber que te puedo dar por perdida, ya que eres parte ahora de él, alma de alguien más, y que no hay forma de escapar a eso, y más porque tu ya has dado el sí, te deseo lo mejor, y creo que me has dejado como me decías, con las ganas y sueños solamente.

Ojala y cuando ya sea la boda con el joven Salvatierra, me invites para verlos unirse, con el deseo de uno por otro.