Confidencias 25 David me folla borracho

Me separó las piernas, quería dormir, perderme en las negruras de la nada, me espabiló el sentir su verga en el ano y sin querer dejé escapar un gemido de dolor.

La fiesta y la sorpresa del encuentro…

Parecía un niño pequeño, no hacía más que pensar en la fiesta de la tarde, Pablo marchó para jugar el partido y después de terminar mis deberes Eduardo me preguntó si deseaba que fuéramos para ver cómo le había resultado, y la suerte que había tenido Pablo. Como si fuéramos una familia normal y corriente aunque mamá seguía en la cama después de su salida de la noche.

Estaban bastantes coches aparcados cerca del campo de fútbol en lugar de en el parking, todos tenían prisa para marchar cuando el partido terminaba. Nos colocamos junto a Rubén y mi tío, todo estaba decidido cuando llegamos y el partico estaba para finalizar con la victoria de nuestros muchachos. Los dos nos saludaron cuando nos vieron, sudaban a mares y tenían que limpiarse el rostro subiéndose la camiseta y mostrando sus impresionantes abdómenes y pechos, como si fuera un ritual preparado para que se exhibieran.

Celebramos el final sin que el marcador cambiara, a mi tío parecía que le iba la vida en ello disfrutando como un enano la victoria de Erico y su equipo. La nostalgia me invadió al recordar cuando era papá quien me llevaba y ahora era Eduardo el que ocupaba su lugar.

Cuando regresamos mamá estaba en el jardín con Tomás, cerca de las instalaciones de la piscina y el pabellón de verano, Eduardo se quedó en la casa y yo fui hasta donde se encontraba mamá. Estaba preciosa en su vestido vaporoso, impartiendo instrucciones a Tomás.

-Se lo tiene que pedir al señor, no puedo hacer lo que me pide sin su aprobación y creo que no le va a gustar, esos colores son los de siempre.

-Hablaré con él pero vaya encargando los arreglos. Exactamente no sabía de lo que hablaban pero Tomás la contradecía y no conocía la terquedad de mamá.

Me apretó contra ella sin llegar a besarme, olía a rosas y el día resultaba tan hermoso…, primeros días de la primavera y con veinticinco grados al sol.

Pablo llegó más tarde, ya era un muchacho independiente, con su moto y aspecto de chico díscolo aunque no lo era para nada.

Durante la comida pude entender la charla de mamá con Tomás. Quería que se preparara la zona de piscina y se hicieran algunos cambios en el pabellón.

-Aún no es el momento Ana, deja que llegue Junio. Eduardo la calmaba sin prestarla excesiva atención.

-Estoy de acuerdo contigo, pero deben comenzar ahora para tenerlo todo preparado, las obras llevan tiempo y las nuevas flores tienen que plantarse en pocos días.

-Está bien, tú te encargas de todo eso, ahora vamos a descansar para la noche.

Mamá sonreía satisfecha y victoriosa mirando triunfante a Tomás que escuchaba asintiendo, el pobre aunque digno servidor, dirigía el servicio y era lo que le preocupaba en ese momento.

Mamá ya había dispuesto en que situaciones y momentos se comería o cenaría en el comedor principal. Disfrutaba de sus primeras victorias y habría muchas más.

Realmente no le preocupaba en absoluto su separación de papá, y ahora volvía a encontrarse viviendo en su ambiente de niña rica y consentida como estaba de soltera con sus padres.

Antes de prepararnos para salir Eduardo vino a verme a mi habitación, estaba en el baño preparándome y se quedó observándome al salir de la ducha.

-Hoy va a ser un día importante para ti y para David, haréis una pareja ideal te lo aseguro, piensa bien en lo que te pida y no le niegues lo que desee.

Comenzó a ayudarme a secar las gotas de la espalda con la toalla.

-No te diré más, sé que harás lo que debes. En parte era un galimatías lo que quisiera decirme solamente me quedó una cosa clara. Tenía que aceptar todo lo que David me propusiera, o quizá fuera su madre...

Me despreocupé y él fue eligiendo la ropa que debía ponerme. Un poco seria, elegante sin ser llamativa.

Me parecía enorme la propiedad de los señores Salvatierra, más aún que la de Eduardo.

Mamá y Pablo se sentaban enfrente de nosotros en el coche, Pablo y yo mirábamos asombrados la enorme extensión del jardín por donde discurría el vehículo mientras a Eduardo y a mamá no parecía impresionarles.

Había muchos coches enormes y lujosos estacionados cerca de la entrada y no cesaban de llegar más.

Los salones estaban muy iluminados a pesar de no haber anochecido aún, a la entrada del primero, porque luego vería más, estaba David, con su padre y una elegante señora que supuse sería su madre.

¡Wauu! No llevaba puestas las gafas y vestía un traje de fiesta que no esperaba, como Eduardo y los hombres mayores, los jóvenes vestíamos informales comparados con ellos, resultaba guapísimo, como un príncipe rodeado de su corte de vasallos.

-¡Bien venidos! Saludó a Eduardo y Pablo estrechándoles la mano, a mamá la besó como si la conociera y a mí me besó en la frente con un casto beso de hermano pero muy sentido y dulce.

-Ven, te presentaré a mi madre. Me sujetó ligeramente del brazo para llevarme. El doctor su padre me sonrió al verme.

-Mamá, él es Oriol. Había esperado a que mi madre y Eduardo se saludaran con ella, tenía los mismos ojos que David y como primera impresión resultaba algo altiva, me sujetó la barbilla pasando los dedos por la mejilla.

-Realmente eres más bello que en las fotografías… No entendí lo que significaba su sonrisa y sin más se puso a hablar con mamá, entendí que se había despedido y tenía que atender otros compromisos.

Todo me llamaba la atención, una fiesta de mayores donde estábamos tres o cuatro chavales y bastantes jóvenes de la edad de David más o menos, y no dejaba de observar lo llamativo y elegante del lugar. A Rubén le sucedía lo mismo y a Pablo y a Erico era igual.

David nos dejó para atender a la gente que llegaba y más tarde volvió donde nosotros, Erico y Pablo habían comenzado a beber, y posiblemente para animarse, cogían una copa cada vez que pasaba un camarero portando una bandeja.

-Perdona, tengo que ir donde mi padre que quiere dar un anuncio, escúchalo, es importante.

Caminó por el salón como si estuviera en su reino y el público fueran sus vasallos, el doctor Salvatierra estaba subido en una tarima improvisada en el centro del salón, y a su espalda el mostrador donde los camareros recogían las bandejas, portaba un micrófono en la mano y tendía la otra hacia su hijo para que subiera a su lado.

-¡Amigos!, gracias por venir, solo espero que no os bebáis la bodega aunque os quiera ver alegres… Estallaron algunos aplausos.

-Ha llegado la hora de vivir y dejar de ser importante, os quería comunicar que cedo el testigo a mi hijo, David, al que todos conocéis. Se detuvo un instante al volver los aplausos y aprovechó para dar un abrazo a David.

-Seguro que no lo hará como yo, será mejor con vuestra valiosa ayuda. Más aplausos y algún silbido, y así continuó durante unos minutos.

Muchos de los que estaban eran empleados suyos. Dejaba ciertos aspectos de sus negocios en manos de David, no todos, especialmente lo referente a la red de clínicas.

Sirvieron una cena fría donde cada uno se servía lo que le apetecía y para comer se sentaban en pequeñas mesas móviles mientras los camareros no cesaban de ofrecer bebidas.

-Come algo para aguantar. David me ofrecía un plato con comida que no distinguía lo que era, se lo cogí de la mano y fuimos a una mesa donde Pablo y Erico charlaban con dos hermosas chicas mayores que ellos, observados por Rubén que se aburría.

Recogieron las mesas hacia los laterales del salón y el público comenzó a repartirse, habían abierto las puertas de la terraza que daba al jardín, la noche estaba preciosa y aunque la temperatura había descendido nadie lo notaba por la bebida que ingerían sin parar.

-Ven Oriol, te voy a enseñar mi casa, donde yo vivo. Atravesamos la terraza donde bailaban algunos para bajar al jardín, algunos chicos jóvenes se sentaban sobre el verde, pasamos la zona de baño con la piscina aún cerrada, detrás de ella, a unos metros se elevaba un alto seto, como una pared de verde podada irregularmente.

Detrás había un pabellón que hacía una ( L ) con dos partes rectangulares, el lado más pequeño tenía el tejado de cristal como si antiguamente hubiera servido de invernadero. Desde el seto había un camino de baldosas iluminado con pequeñas farolas de hierro y conducía a la puerta de entrada, en el ángulo donde confluían los dos edificios.

Se veía cierta tenue luz por alguna de las ventanas, abrió la puerta y varias luces se encendieron iluminando la fachada y también por dentro, no tuve tiempo de ver mucho y me llevó rápidamente a la zona del techo de cristal, era un enorme salón de estar y, como era de esperar, se veía todo el cielo, las noches de luna no haría falta la luz para ver dentro.

Resultaba todo muy bonito y extraño a la vez, sobre una mesa había un cubo metálico con una botella de champán y dos copas, parecía que lo terminaban de disponer en ese momento.

Estaba descorchada y David llenó las dos copas que rebosaron cayendo el líquido sobre la mesa y que origino que riera.

-Esto no es lo mío, está visto. Me ofreció una de las copas que llenó.

-Brindemos antes de que comience a venir el público joven. Dirigió la mirada alrededor.

-¿Te gusta el lugar? Mojé los labios en la bebida, más que nada para que dejara de escurrir por mi mano.

-Original y bonito sí, por lo menos este salón. Bebió media copa y la deposito en la mesa, se limpió la mano y me ofreció una servilleta después de retirarme la copa, me sujetó de la cintura y ahora sin pedir permiso se inclino para unir nuestras bocas.

-Este será nuestro hogar si me aceptas como novio. Me quedé en suspenso y creo que notó la rigidez de mi cuerpo.

-Oriol, ¿quieres ser mi novio? No sabía lo que decirle, lo que realmente sentía, solo sabía cuál era mi obligación y que mi respuesta debía ser afirmativa, hacer lo que todos esperaban de mi. Me abrazó más fuerte volviendo a unir nuestros labios esperando mi respuesta o animándome a que hablara.

-Sí, sí que quiero David. Sus nervios salieron a flor de piel y no cesaba de besarme y estrecharme contra él, me di cuenta de lo fuerte que era y el cuerpo tan fornido que escondía la ropa que vestía. Se fue calmando después de responderle a sus besos a veces tiernos y otras apasionados.

Comencé a escuchar voces que se acercaban por el jardín, y a llegar algunos camareros dirigiendo a la gente que llegaba detrás. Rápidamente dispusieron bebidas para que cada uno se sirviera, se marcharon y quedamos unas quince personas chicas y chicos, algunos desparejados ya que había más chicos.

Erico y Pablo están con las muchachas que los había visto antes, el resto eran desconocidos, amigos de David por la forma de comportarse ya que conocían el lugar. David dio unas palmadas para que le prestaran atención en el momento en que Rubén penetraba por la puerta.

-Tengo la mejor noticia que daros, aparte de la que escuchasteis a mi padre, me cogió de la mano y me abrazó con un solo brazo, en la otra mano llevaba una copa a medio llenar.

-Os presento a mi novio, Oriol para que los que no sabéis de él. Seguramente ya lo esperaban todos ellos, ninguno se asombró, y solo dieron algunos gritos pidiéndonos que nos besáramos, David apuró la copa y me elevó para dar gusto a sus amigos con un beso de dos minutos.

Me dejó en el suelo y varios fueron a abrazarle felicitándolo y lo mismo hacían conmigo.

-Oriol, tengo que hablar contigo. Rubén tiraba de mi mano para apartarme del bullicio que nos rodeaba.

-He visto a Alberto en la otra casa, acaba de llegar y hablaba con el padre de David. No quería que fuera verdad lo que me decía.

-El doctor le decía donde podría encontrar al público joven y vine adelantándome para que lo supieras.

Miré hacia la entrada del salón, allí estaba Alberto, con aire de cansado, abrazándose con David como si fueran los mejores amigos del mundo que no se habían visto en años, la escena me recordó la foto que Alberto tenía en su estudio.

David le pasó el brazo por el hombro y sentí que me buscaba barriendo el salón con la mirada. Cuando me vio sonreía dichoso haciéndome un gesto y comenzó a avanzar hacia nosotros.

Sujeté la mano de Rubén, me iba a desmayar de un momento a otro y entonces Alberto me vio, comenzó a sonreír y avanzar más deprisa hasta detenerse a cuatro pasos de distancia.

-¿Es un milagro? Alberto no dejaba de mirarme asombrado del encuentro insospechado. David le estrechó con su brazo y me sujetó por la cintura.

-Él es Oriol, mi novio, el chico del que te hable. Nos abrazaba a los dos con fuerza, como si fuéramos a escaparnos.

-Y Alberto, mi mejor y más querido amigo. Se confirmaban así mis sospechas de que Alberto era la persona de quien me había hablado David. Bajó la cabeza para volver a besarme, resultaba normal, yo era su novio y me presentaba a su mejor amigo que yo sabía que habían sido algo más.

Alberto se había quedado rígido, sin abrazarme que era lo que David pretendía que hiciera. Se deshizo del abrazo de mi novio y escapó andando rápido hacia la salida.

-¡Alberto!, ¿qué haces?, ¡espera! David le siguió, salieron del salón y de la casa, los veíamos Rubén y yo sobre el césped del jardín, David le sujetaba del brazo impidiendo que caminara, se abrazó a él, a pesar de las distancia sentía como los hombros de Alberto se estremecían y temblaban.

Se separaban. Discutían. Señalaban hacía el salón, me sentía apuntado por sus manos. David volvió a abrazarle cogiéndole la cara con las manos besándosela. No entendía nada de lo que sucedía, solo sentía que aquellos dos seres, de alguna manera, se querían. ¿Y yo que pintaba en todo esto? ¿Cuál era mi papel en la historia, en el drama?

Me abracé a Rubén temblando.

-Deberíamos marcharnos, volver y buscar a Eduardo.

-No, espera, tendrán que explicarlo de alguna manera. Volví la mirada al jardín.

Habían desaparecido. Todos los demás bebían y hablaban, alguno hasta bailaba sin enterarse de lo que sucedía a escasos metros. Nos sentamos en un sofá apartado.

-Espera ahora vuelvo. Me dejó solo. Había mucho ruido de voces y música pero no podía prestar atención a lo que sucedía a mí alrededor. Volvió con dos vasos en las manos y me alargó uno.

-¡Bebe!, te animará. Sin pensar lo que hacía di un largo trago sintiendo que la garganta me ardía pero no dejé de beber hasta terminar la bebida.

-Rubén, sigo pensando que este no es nuestro lugar, vamos a buscar a Eduardo a la otra casa. Ahora no me objetó nada, nos levantamos yo algo mareado por lo que hubiera contenido mi vaso.

Atravesamos el salón para salir, entonces entraban por la puerta de la calle. David sonriendo abrazando los hombros de Alberto. Se notaba que Alberto había llorado y no me dirigía la mirada.

-Oriol quiere que nos marchemos y vamos a la otra casa. David miró espantado a Rubén.

-¡Ohhh! ¡No!, venid un momento, tenemos que hablar. Les seguimos hacia la otra parte de la casa, abrió una puerta, era un dormitorio.

-Por favor, cuida de Alberto. Se dirigía a mi primo, soltó los hombros de Alberto y se lo entregó a Rubén, esté le abrazó la cintura y lo llevó hacia la cama. David cerró la puerta confiado en que mi primo le atendiera y se volvió hacia mí.

-Ven, vamos a hablar. Me cogió como antes hiciera con su amigo y me llevó al salón donde los invitados seguían bebiendo, bailando y algunos abrazados mientras se besaban como hacían Pablo y Erico con las dos chicas.

Nos sentamos en la butaca que habíamos dejado Rubén y yo. Hizo lo mismo que mi primo, buscar otra bebida que la iba a tomar aunque terminara borracho, lo que nunca había hecho.

-David. Comencé. David, Alberto y yo nos conocemos. Me abrazó y parte de la bebida se me derramó.

-Lo sé todo mi vida, Alberto me lo ha contado. Ha sido una casualidad increíble, enamorarnos los dos del mismo chico, de ti mi bello novio. En este momento pensé en que resultaba un poco manipulador recordándome lo que yo era para él.

-Me hizo el amor, follamos.

-Solo una vez, no me importa, Alberto es…, mi primer amor, mi hermano al que quiero como no sabría cuantificarlo. Sí mi vida, ha sido con quien comencé mis experiencias, sabremos quererle sin que lo nuestro peligre. No me preguntaba por mis sentimientos hacia Alberto, yo era suyo y había tenido alguna aventura sin importancia según él.

Me sentía mareado y empezó a besarme, me sacó la camisa del pantalón para acariciarme el pecho en un lento protocolo de apareamiento apretándome contra él. Lentamente sentía que la fiesta decaía y quedaba menos gente.

-Quiero hacerte mío Oriol. Aún me quedaba un rayo de lucidez.

-¿Aquí? ¿Ante todos? Hablaba sin saber cuánta gente podría haber.

-Tenemos cuartos para hacerlo pero no me importaría hacerlo aquí por las ganas que tengo, te deseo y necesito estar dentro de ti. Sus besos subían de grado e intensidad. Al cabo de un tiempo tiraba para levantarme y avanzamos, yo apoyado en él, nunca me había sentido tan mal.

Abrió la habitación donde dejamos a mi primo con Alberto, yacían los dos desnudos sobre la cama, en sus sueños mi primo abrazaba el pecho de Alberto y tenía su pierna cruzada sobre la virilidad dormida de éste.

Salimos una vez que David apagó la luz que tenían encendida, a pesar de mi mareo entendía lo que había visto, Rubén había degustado el cuerpo de Alberto y quizá también éste lo había disfrutado. ¿Era mejor así? Seguramente.

David me llevó a otra habitación, caí en la cama, él sobre mí sin dejar de besarme y lamerme la cara.

-Mi amor, mi vida, vas a ser mío, soy tu dueño. Me besaba sin dejar de hablar y comenzó a quitarme la ropa, me sentí expuesto ante él totalmente desnudo, con el cuerpo roto, tendido y abierto sobre la cama según él me iba dejando al retirarme cada prenda.

-¡Ohh! Que rico estas mi vida, eres precioso. Me miraba mientras se desnudaba, llevé las manos a mi sexo para cubrirlo de su vista. Le veía grande, inmenso, como una sombra de gigante inclinándose ante mí cubriendo mi cuerpo entero.

Me separó las piernas, quería dormir, perderme en las negruras de la nada, me espabiló el sentir su verga en el ano y sin querer dejé escapar un gemido de dolor.

-Ya no volverá a pasar mi amor, lo siento, ya estoy dentro, soy tu dueño vida mía, me aprieta tu rico culito. No sentía nada, solamente su peso cuando se dejaba caer sobre mi pecho y sus palabras sin ilación alguna en mis oídos.

Percibía los movimientos de mi cuerpo movido de un lado a otro, como una pesadilla, un sueño con tormenta incluida. Me tomo por delante, me dio la vuelta y me penetro por atrás, y de costado. El viento de su aliento resoplaba en mis oídos.

-¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! Mi linda hembra. Por instinto llevé mis manos a su espalda para estrecharle contra mí y acariciarle los lomos mientras se vaciaba convulsionando su cuerpo.

Luego la nada, el silencio.


No podía mantener los ojos abiertos y la luz me cegaba, la cabeza me daba vueltas. Intente incorporarme y caía de nuevo sobre la cama. Sentía un regusto agrio en la boca, necesitaba beber agua.

Me giré y encontré el cuerpo de un hombre tendido a mi lado, estaba tumbado boca abajo y parecía estar muerto, no se movía ni respiraba. Fui recordando la noche hasta donde podía hacer memoria. Aunque no le veía la cara ahora sabía que era David quien estaba junto a mí.

Era diferente el verlo vestido a como estaba ahora, tenía unas espaldas impresionantes, anchas y musculosas con un cuello fuerte donde la nuca parecía pequeña, no estaba muerto porque se le movía la cintura al tomar y expeler aire.

Sus nalgas altivas y gordas sobresalían al mirarlas en el horizonte como dos lunas apareciendo sobre el mar.

Alargué la mano para colocarla en su cintura y le moví.

-David, ayúdame a levantarme. Movió el cuerpo y abrió la boca bostezando.

-¿Qué prisa tienes bebé?

-Me duele la cabeza y tengo la boca seca, necesito ir al aseo.

Saltó de la cama y al moverla creí que estaba en un barco con la mar revuelta. Se inclinó y me cogió, parecía que no le costaba esfuerzo alguno. Me abracé a su cuello y comenzó a caminar conmigo en ese estado lamentable.

Temblaba además de gozar recibiendo el agua helada de la ducha.

-Déjame un cepillo para limpiarme la boca.

-Tenemos que ir al baño de mi habitación y estarán tu primo y Alberto, pero ya es hora de que se levanten. La habitación estaba vacía con la ropa de la cama revuelta, de alguna manera ellos ya se habían marchado. Tuve que lavarme la boca con su cepillo.

-David, ¿qué sucedió anoche? Habíamos ido a la casa de sus padres, no se apreciaba que hacia unas horas hubiera habido una fiesta con gran número de invitados, y solamente estaban algunas personas ultimando los detalles para que resultara impecable la visión de los salones.

Los colores le subieron a la cara.

-Bebimos demasiado. Tímidamente levantó la mirada.

-Hicimos el amor…, follamos…, te violé… Le costaba confesarse y le suponía un gran esfuerzo cada palabra que salía de su boca. No tenía palabras que decirle, no podía enjuiciar su actuación.

-Llévame a mi casa, tengo que cambiarme de ropa.

David se quedó a comer con Pablo y conmigo en el comedor pequeño, servidos por Tomás. Y a la tarde paseamos un rato por el parque que rodea la casa de Eduardo. Hablamos muy poco, cada uno pensando y seguramente el pensamiento era el mismo.

-Oriol, no soporto verte enfadado, siento no poder controlar mis arrebatos.

-Si no estoy molesto, sigo con el dolor de cabeza, nunca había estado borracho.

Le sujeté del brazo y busque sus ojos sin gafas, azules, hermosos, claros.

Respuesta:

Amor mío, perdóname por no contestar pronto, pero ya sabes mis razones, repito, perdóname.

Vaya que lo has pasado de cuerpo en cuerpo mi vida, te han dado duro y cruel por atrás, ¿cómo te aguantas tanto?

Ni siquiera yo podría, jajaja.

Veo que te agrada todo esto nuevo con David, pero la pregunta que tengo que hacerte es:

¿Ahora que somos tu y yo? Sé que lo hiciste porque era lo que todos esperaban, pero ahora te han tenido todo lo que desean, y volverán a tenerte.

¿Cómo es posible que funcione eso?, ¿no lo sabes?, pues yo creo que tampoco, me agradaría que me hagas saber todo lo que pase, sobre lo que el doctor Salvatierra y Eduardo pretenden.

Me fascina que seas aun así de libre pero, ¿qué ha sucedido con Alberto?, ¿solo cogió esa noche con tu primo?, ¿solo con él?, ¿no dijo nada de lo que le pasó con Alberto?

Espero que sigas así, y seas de frente todo lo que quieras, pero ya sabes, todo con medida, ¡jajaja!