Confidencias 20 Alberto me prueba
-No voy a poder detenerme Oriol. -No lo hagas. Comenzó a frotar sus labios corriendo sobre los míos dándoles cortos besos.
Y Alberto me sedujo con su delicadeza y amabilidad…
Toda la mañana desarrollé una actividad inusitada para calmarme, porque los nervios me mataban de impaciencia. Aproveché para adelantar unos trabajos y buscar información en la web, corrí una hora con Dulce por el parque y comenzó a llover, no me preocupaba mucho por mojarme porque al final terminaría en la piscina, pero mi perrito mojado y con esas lanas me inspiró lástima y suspendí la carrera.
Como tenía planeado me pegué un baño para terminar de realizar mis ejercicios, estaba Eduardo andando en la cinta, se tomaba en serio las recomendaciones de sus médicos y en eso les hacía caso.
La casa permanecía en silencio, sin operarios y en esa parte solo entraban para hacer la limpieza, el resto del tiempo solamente Tomás o los invitados especiales podían permanecer allí y de eso me di cuenta muy pronto. Era una zona particular y reservada de la casa, muy probablemente el enfado de mamá vendría de que sus habitaciones estarían en el otro lado excluyéndola de esa zona tan particular.
Edu se mostraba alegre y cuando estaba fuera del agua atendía numerosas llamadas por su móvil, no entendía que un sábado pudiera tener tanto trabajo. Debía notar mis nervios.
-¿Te sucede algo?, te noto nervioso e inquieto. No cabía en mí mentirle.
-Es por lo de la tarde, el haber quedado con ese chico.
-Si no te agrada no vayas, puedes disculparte.
-Bueno, es que si que quiero. Me miró muy serio.
-Sí, ya lo noto, es la primera vez que te veo de esta manera. Ya te dije que lo invitaras a casa.
Edu no se daba cuenta de que ese resultaba verdaderamente el problema, ¿cómo le explicaba a Alberto mi relación con él?, podría decirle que era mi tío y vivía a su lado, y hasta cuando se soportaría la mentira.
O serle franco. “Mira Alberto, yo no soy lo que imaginas, vivo con un hombre que es mi amante y cuando me necesita me usa para satisfacerse en el sexo, suyo o de sus amigos”.
Esta sería la mejor idea y así se terminaría todo, pero no quería que acabara, tuvo que haber sido el primer día cuando debí negarme el pensar en él.
-Tu padre se ha puesto en contacto conmigo, quiere verte y estar contigo para hablar un rato, me he negado, ha caído muy bajo para dejarte en sus manos.
-A mí también me lo pide, Edu, él es mi papá y puede ser lo peor del mundo pero le quiero, entiéndelo, no me causaría daño y no tiene que ser mucho tiempo, es solamente para un rato.
-Lo pensaré, esta semana tienes que hacerme un favor con un amigo, ya te confirmaré cuando será, y es posible que tengas razón con lo de tu padre, por lo menos para que no le moleste a tu madre con mandatos judiciales.
Eduardo me recordaba mi condición y para lo que estaba allí, sabía que me quería pero también se aprovechaba de la situación y no podía quejarme, a cambio de que yo le sirviera él cedería en lo que papá quería.
Comimos y marché a mi habitación para prepararme, había dejado de llover pero el agua volvería y estropearía el paseo. Sin darme cuenta me estaba preparando con más esmero que otras veces, lavándome y aseándome con detalle, escogiendo la ropa que mejor me sentaba aunque tendría que llevar una chaqueta para el agua y escogí una con capucha, impermeabilizada de color rojo. Una vez preparado busqué a Edu para despedirme.
-Estas precioso, ese chico caerá rendido ante ti. Me besó en los labios y sentí cierta molestia por que necesitaba que fueran los de Alberto los que me besaran y ahora me sentía sucio.
Damián estaba esperándome ante las escalinatas de la entrada principal de la casa, y unos minutos antes de lo acordado se detenía ante el semáforo, Alberto ya me esperaba, con un paraguas en la mano, al menos ahora no llovía.
-¡Hola! Le saludé, su paraguas estaba mojado y eso que no llovía en este momento.
-Creía que no vendrías. Le notaba inquieto moviéndose y me di cuenta de los pies tan grandes que tenía, o la zapatillas que llevaba le estaban grandes, sobresalían más al llevar unos pantalones ajustados negros que delinean sus piernas hasta la rodilla, El resto lo tapaba una chaqueta larga de color teja.
-He llegado minutos antes de la hora que quedamos. Me miró atónito abriendo la boca en un “O”, como asustado, llevaba barba de varios días y el pelo alborotado y loco. Nos pusimos a reír.
-Llevo más de media hora paseando por la calle, impaciente de que llegaras no podía estar en casa y tuve que salir para calmarme. Parece que le sucedía lo mismo que a mí.
Estábamos en la acera quietos mientras hablábamos.
-¿Dónde me vas a llevar? ¿Tú conocerás esto? No dejaba de mirarme.
-¡Oh! Sí, claro, mi casa está cerca y conozco perfectamente esto, perdona. Vamos hacia el río, hay un parque muy bonito que frecuentan los padres con sus niños aunque hoy será difícil verles jugar.
Señalaba el cielo cubierto de nubes con el paraguas y además hacía un ligero viento que refrescaba el ambiente. Comenzamos a caminar y a veces giraba la cabeza para mirarle con disimulo, él debía hacer lo mismo y alguna vez coincidíamos.
-Parece que nos estamos estudiando. Hablé por decirle algo aunque a los dos nos asomaba la risa.
-Yo te miro porque no puedo creer que haya un chico tan guapo y que además vaya a mi lado. Consiguió que la cara se me pusiera roja, acostumbrado como estaba a escuchar siempre lo mismo.
Llegamos a la ribera del río, había muy poca gente paseando, algunos por obligación para sacar a sus mascotas, y comenzó a caer agua, no eran gotas, era niebla microscópica y que mojaba, me subí el choto de la chaqueta para taparme la cabeza. Y Alberto abrió el paraguas.
-Ven, cobíjate conmigo y no ocultes el cabello tan lindo que tienes. Me coloqué a su lado e hice lo que me pedía.
-Sujétate a mi brazo para estar más cerca y que nos cubra a los dos. Otra vez obedecía su mandato o más bien ruego.
El parquecito era bonito pero los pocos que quedaban huían de la lluvia, que impulsada por el viento hacía inútiles los paraguas para la parte baja del cuerpo.
-Nos vamos a mojar toda la ropa, es mejor que vayamos a un bar hasta que esto pase.
-¿No tenías tu casa cerca? Si a tus padres no les importa podríamos ir y permanecer aunque sea en el garaje o la cocina, si tu quieres. El chico comenzó a reír apretando mi brazo que pasaba bajo el suyo.
-Por eso no hay problema, vivo solo, pero la casa está hecha un desastre, te lo advierto, no he hecho la cama ni recogido los cubiertos del desayuno y de la comida de mediodía, no te va a gustar.
-No importa así puedes hacerlo mientras hablamos. Pensaba para mí que también sería para curiosear como vivía y descubrir algún posible secreto.
-Vale, vayamos pero luego no me valores por lo que veas.
Realmente estábamos cerca, creó que habíamos pasado por el edificio durante nuestro fracasado paseo. Llegamos ante un anodino edificio de cinco plantas pintado de gris perla, con enormes ventanales cuadrados y no practicables, no eran ventanas, resultaban como lucernarios. Destacaba en la cumbre de la esquina del edificio donde tenía la entrada, una estatua de Mercurio, el mensajero de los dioses. Parecía un edificio industrial o de oficinas y negocios.
El edificio era enorme, entrando había un gigantesco patio cuadrado con jardín en el centro, le rodeaban balaustradas en cada una de las plantas y a cielo abierto. Cogimos un ascensor que nos llevó hasta la Cuarta planta y salimos a la galería que corría los cuatro frentes, se detuvo en la puerta marcada con el número siete.
-Aquí vivo. Abrió la puerta y se apartó para dejarme que pasara primero, luego cerró cuando él entró.
Era un salón de unos veinticinco o treinta metros cuadrados, con mobiliario muy sencillo y de líneas rectas excepto los sofás de tres y dos plazas que eran estilo chéster, modernos y tapizados en tela, la pared de enfrente era una inmensa vidriera con cortinas que bajaban desde arriba del todo, de esas que se recogen en el techo, algunas bajadas hasta el suelo y otras a medias.
En otra pared tenía ventanas que daban a la galería y al patio y allí tenía una inmensa mesa de estudio con cantidad de carpetas y papeles con su portátil, colocado todo ello para sufrir una inspección, tenía una puerta abierta por la que se veía la cocina y al lado otra cerrada. Una escalera de caracol subía hacía donde supuse que estaban los dormitorios.
Me gustó, resultaba un pequeño loft acogedor y luminoso, sencillo y vistoso a la vez. Me vio observándolo.
-¿Qué te parece?
-Muy bonito y no veo el desastre que me anunciabas. Reía mientras caminaba hacia la puerta de la cocina, abrió el paraguas y lo dejó en una esquina para que se secara. Ahora entendía que todo estuviera perfectamente ordenado y el desastre de la cocina resultaron ser unos platos, una taza y un vaso en la fregadera sin limpiar.
-¿Te ayudo a recoger este terrible desastre de hombre solitario?
-¡No, no! por favor, lo haré después yo, dame tu chaqueta y la cuelgo para se seque. Me la quité y él hizo lo mismo.
-¿Quieres tomar algo? Para ser exactos, ¿quieres agua o cerveza?
-Un vaso de agua es suficiente y ya me lo pongo yo.
Volvimos al salón, él con una cerveza de lata algo grande que se había abierto y yo con el vaso de agua. Curioseé caminando despacio aunque había pocas cosas que ver hasta que llegué a la mesa de trabajo.
Tenía varias fotografías enmarcadas y allí estaba él, arrodillado en el suelo pasando el brazo por los hombros a un chico y una chica más jóvenes que él, sentados en un sofá, a su lado, un hombre y una mujer. Una foto de familia feliz.
Había otra donde estaba él y un muchacho que parecía o aparentaba mayor, quizá por las gafas que llevaba, le pasaba el brazo por los hombros en actitud cariñosa y los dos reían. Analizando la foto resultaban espectaculares los dos, pero aquel chico era el sumo de la varonil belleza.
Cogí el marco en mis manos para apreciar los detalles, parecían dos personas muy amigas por la alegría y el cariño que expresaban, y juraría que enamorados ante el sometimiento amoroso que apreciaba en Alberto ante el abrazo del otro.
-Formáis una bella pareja. Sin violencia me quitó el cuadro de la mano y lo colocó dado la vuelta, boca abajo, sobre la mesa.
-Sí, lo fuimos, pero eso queda lejos. Me apartó cogiéndome del brazo. Nos sentamos en el sofá de tres plazas un poco alejados.
-¿Quieres ver una película o un programa de televisión? Se estaba muy bien y con el calor adecuado.
-Lo que tú quieras, no tenemos tanto tiempo. Entonces se quedó callado.
-¿Alberto por qué me persigues? Me miró directamente a los ojos, casi no se le veían al tenerlos semi cerrados y cubiertos por las larguísimas pestañas.
-Me gustas, no puedo dejar de pensar en ti, por eso. Dejó la lata sobre la mesa y se acercó hasta que nuestros cuerpos entraron en contacto. Se me ocurrió pensar en el muchacho de la foto que le abraza los hombros, y en lo que pudo haber pasado para que aquel lazo se rompiera.
-Deseo besarte y no quiero que te asustes y pienses que te he traído a mí casa para eso. Me había cogido la mano y el agua que quedaba temblaba en el fondo del vaso.
Lo deposité sobre la mesa para que no se derramara o rompiera.
-Hazlo Alberto, bésame como aquel día. Me miró absorto e incrédulo, y con timidez me sujetó los brazos y se fue acercando mientras tiraba de mí. Sentí su aliento muy caliente sobre mi cara y como se iba acercando a mi boca.
Cerré los ojos y esperé temblando más que lo que le notaba a él. Posó los labios como una mariposa que simplemente te roza y me sentí estremecer. Fueron unos segundos tan cortos y abrí la boca, y los alientos se fundieron en uno, me impulsé y el contacto se volvió consistente, sus labios finos rozaban los míos jugosos y carnosos. Se detuvo un momento para susurrar.
-No voy a poder detenerme Oriol.
-No lo hagas. Comenzó a frotar sus labios corriendo sobre los míos dándoles cortos besos.
Saqué la lengua para que la notara al pasar por los labios y abracé su cuello, su lengua se abría paso y yo la dejaba que me invadiera hasta tenerla entera en mi boca jugando con la mía como si fueran conocidas compañeras.
-Me encanta como besas Alberto.
-A mí me gusta como sabe tu boca, te deseo Oriol, desde aquel momento en que por poco me matas, ahora no podré vivir sin besarte y abrazar tu bonito cuerpo, pienso en ti continuamente y no me dejas dormir.
Me apretaba hasta hacerme daño y aplastaba los labios en mi cara queriendo traspasarme la piel. Caí de espaldas a propósito y le llevé conmigo para sentir nuestros cuerpos pegados mientras nos besábamos sin cesar, besos sonoros y otros sin ruido y así estuvimos mucho tiempo, más del que debíamos y no podíamos parar sintiéndonos excitados, con los bultos de nuestras entrepiernas frotándose deseosas de encontrase sin ropa.
Me mordía la oreja mientras le abrazaba el cuello apretándolo contra mi pecho para que no se me escapara. Metió la mano debajo de mi camisa y me miró suplicante.
-¿Puedo? Me pedía permiso para acariciarme, no lo podía creer.
-¿Quieres que follemos?
-No, follarte no cariño, quiero que hagamos el amor. Fue mi permiso tácito para que comenzara a quitarme la ropa inquieto e impaciente, lleve la mano para tocarle el miembro viril sobre el pantalón, estaba sumamente excitado y gruñó como si le hubiera hecho daño.
Me había quitado la camisa y lamía mis tetillas, y se apartó para mirarme intranquilo.
-¿Lo has hecho alguna vez? Asentí con la cabeza.
-¿Y tú? Sonrió con suficiencia. La imagen de su amigo de la foto volvió a mi cabeza.
-Sí amor ya he follado algunos culitos y también me lo han hecho a mí. Me sorprendió lo extensa de la respuesta, pero él no cesaba de lamerme el pecho hasta llegar al abdomen donde se detenía lamiendo los ligeros desniveles de los abdominales, y comenzó a tirar de mis pantalones muy ajustados como los suyos.
-Espera, ya me los quito yo. En un momento estaba desnudo ante él que miraba el conjunto absorto, mi pene apuntando hacia su cara y me di la vuela para que viera el conjunto, por detrás y por delante.
-¡Eres como una diosa! Maravillosa y divina. Me abrazó y empezó a lamerme la polla sin tocarla con la mano, solo la lengua la rozaba el glande sin terminar de salir del prepucio y ya con una gota de flujo en el agujero de la uretra.
-Deja que te denude Albero, quiero verte. Se quedó parado esperando mi acción.
Acaricié su cintura antes de deslizarle la camiseta que llevaba puesta para ver ese delgado cuerpo con músculos estirados y duros, su abdomen era soberbio y marcado aunque fuera flaco, una densa capa de vellos le ocultaba el ombligo subiendo un par de centímetros, no tenía un pectoral de película como los de Pablo y Erico, el suyo no tenía los cuadrados marcados, incluso tenía algo de tetitas con grandes aureolas morenas y pezones pequeñitos adornados con algunos vellos formando un circulo curioso, como si fueran adoradores del centro vital de sus pechos, de sus sobacos le salían largos y duros pelos.
Su hermosura y perfección no podía compararse con las mi primo y Pablo pero me enamoraba y cohibía al mismo tiempo, Adri, sentía mareos con solo verle deseándolo.
Saqué su camiseta alborotándole más el pelo, no me pude contener y lo abracé para lamer con dulzura sus tetitas y enredar la lengua en los pelitos adoradores, él solamente pasaba las manos por mi desnuda espalda hasta las caderas en un sobeteo constante y delicioso.
Me arrodillé ante él en postura de adoración con la vista elevada para mirarle a los ojos, como si fuera un dios y comencé a tirar de la cintura de su pantalón, era de tiro bajo y deslizaba sus dos prendas a la vez, el pantalón y su bóxer.
Temblaba expectante para ver su carne que adiviné con mi mano cuando lo acariciaba, los pelos de su ombligo bajaban hasta unirse con los de su pubis más abundantes y negros, el bóxer le marcaba toda la figura de la polla muy larga y gorda dirigida hacia la izquierda.
Me detuve ante la sorpresa, Adri, mi amor, su pene era un compendio de los de Pablo y Erico, larga como la de Pablo y gorda como la de mi primo, no pude reprimirme y la sujeté por la base para sentirla latir, y acerqué mi cara para sentir como olía, a semental puro y como si tuviera restos de semen de alguna eyaculación anterior.
La punta del capullo se le veía roja, un poco estrangulada por el prepucio que no le dejaba salir al esplendor de la luz, muy inclinada hacia arriba y la izquierda, la quise nada más verla, la olía y la pasaba por mi cara, por el cuello, por la nariz una y otra vez, adorando aquel músculo de carne impropio de su cuerpo tan delgado, me subyugaba el olor y esa dureza tan férrea y la suavidad de la piel.
Creo que le gustaba al verme entregado a su falo, y sonreía dichoso, y orgulloso de ser poseedor de ese sublime pene de macho que yo adoraba besándolo.
-¿Quieres que subamos a la habitación? Su voz era una invitación lujuriosa por la sonrisa que lucía, como todo macho no podía ocultar su gozo y había notado mi sometimiento de hembra sumisa a una verga digna de admiración y reverencia.
-Sí, vamos. Antes terminé de sacarle la ropa, los calcetines blancos de algodón con bandas azules que calzaba. No me había equivocado cuando le vi calzado, sus pies eran grandes y huesudos, preciosos pies de hombre con pelitos negros y duros en las falanges. Quise tener tiempo para entretenerme lamiendo y comiendo esos dedos, esos pies tan hermosos.
Subimos las escaleras, yo detrás de él, admirando sus bellos y colgantes cojones que iban dejando el olor que desprendían, su culito hendido y con pelitos que le salían de la rajita entre las nalgas.
No tuve tiempo de apreciar su dormitorio, caímos en la cama en un revoltijo de cuerpos y ropa, Adri, me sentía loco queriendo chuparle la verga y tenerla dentro de mi culo en el mismo instante.
Nos revolcábamos luchando para besarnos los cuerpos hasta que sentí la yema de sus dedos meterse con mucha suavidad entre mis nalgas, pasarlas de arriba abajo hasta llegar a mi ano y allí detenerse para hacer círculos sobre su fruncida entrada.
Mi pene crecía y se endurecía más y más poniéndoseme duro, tuve un impulso de marchar, escapar y dejar lo que solo nos haría desearnos sin poderlo soportar, pero también quería seguir pegado a él, que siguiera tocándome y algo más.
Me ardía la piel, mis pezoncitos se me erectaban, el ano me ordenaba continuar a su lado para ser ocupado por la verga deliciosa.
Miraba su sonrisa luminosa, sentía el perfumado olor de su aliento en mi boca, en mi rostro, en mis labios. Y tuve que pedírselo, como una putita sumisa y deseosa.
-Alberto métemela, penétrame por favor, te lo suplico, te deseo. Y Alberto reaccionó como cualquier otro macho semental cualquiera al sentir a su rendida hembra entregada.
Me follaba en largas y profundas estocadas que me hacían suspirar, y gritar cuando también me dolía al tocar algo en lo más profundo de mi ser, luego volvía el gozo y el placer si no llegaba a meter todo su palo en mi culo.
Lo tenía muy duro y sería por eso, el de Yasin siendo más grande no me dañaba de esa manera, pero no importaba, hasta el dolor era disfrutado y un gozo.
-Me voy a correr amor, donde quieres la leche, tiro mucha.
-Báñame la cara, en la boca, envuélveme en tu semen. Continuó bombeando mi ardoroso culo hasta que la sacó y se acercó pajeándose a mi cara. No mentía, eran interminables chorros de lava blanca que salían salpicando indiscriminadamente en todas las direcciones, en mi cara, por encima de la cabeza, en la boca y era de tal nivel el placer que eyaculé sobre su culo y la espalda elevando la pelvis como si fuera a follarle.
-Pensarás mal de mí. Hablaba y besaba mis tetitas pasando la barbita para acariciarlas con los pelos.
-¿Qué es lo que piensas? Le preguntaba sujetando su rostro para que me mirara.
-Que creerás que te he tendido una trampa para estar contigo en la cama.
-¿Y si así hubiera sido?, qué más da. Yo lo he querido, en mi interior deseaba que esto sucediera.
El tiempo había transcurrido, más rápido de lo que los dos deseábamos, la hora de ir a la fiesta había pasado y Damián llegaría en poco tiempo donde tenía que recogerme.
-Siempre andas corriendo y con el tiempo medido. Qué razón tenía, era tiempo regalado por Eduardo mi dueño.
Nos duchamos con rapidez, no había tiempo para más, arriba tenía un baño y otro dormitorio además del que nos había servido para gozar el uno del otro.
El tiempo seguía igual y llovía pero ya no importaba, iba feliz y triste al mismo tiempo, feliz por haber estado esas horas con ese chico, divino, amable y bueno que despertaba en mi algo más que el deseo sexual y a quien debía despedir ahora con desgarros en el corazón y muriendo de pena.
El semáforo estaba cerca y el coche esperaba con las luces de peligro encendidas, como un mortífero aviso de nuestra separación.
-Oriol, ¿nos podremos ver algún día de la semana, un minuto para darte un beso?
-Alberto, esto se terminó, no quiero que me vuelvas a llamar, ni enviar mensajes, ni intentar contactar conmigo de cualquier manera.
Se detuvo tirando de mi chaqueta.
-¿Qué dices? Ahora que… No le dejé que siguiera.
-Ahora que hay tiempo, ahora que podemos olvidarnos, ahora que puedo evitar causarte daño y que no sea tan terrible para los dos.
Y corrí hacia el coche, el venía detrás de mí y no logró alcanzarme. El coche arrancó y le vi por la ventanilla trasera, con los hombros tan anchos encogidos, derrotado e inclinado hacia el suelo, como si la tormenta que yo era hubiera descargado toda mi furia sobre él, indefenso árbol crédulo de la bondad de la naturaleza.
Me encogí sobre mi mismo en el coche y lloré con amargura Adri, lo hice hasta llegar a la gran puerta, limpie las lágrimas para que nadie las viera, el que llorara y sintiera tampoco se esperaba de mi.
No hubo alguien que me recibiera, ni Dulce estaba en la puerta y necesitaba un ser que me quisiera, a quien poder abrazar…, miento, estaba Tomás que me siguió hasta la habitación y le cerré la puerta en las narices.
Me calmé para ir a cenar, estaba solo, Eduardo tenía una cena fuera de casa según Tomás que me atendió, la cocinera y Alicia estaban de fiesta, y comencé a sonreír al ver la carita triste de Dulce contagiado de su dueño.
Abracé el suave cuerpo de mi perro después de jugar un rato con él, el cariñoso animal no tenía culpa de lo que a mí me pasaba.
Esa misma noche recibí dos mensajes de Alberto que no quise mirar y a la mañana llegaron otros dos.
No quería comenzar a llorar de nuevo y decidí que los vería más tarde, esperaba a Rubén.
Mi primo vino para pasar el día a mi lado, el tiempo había mejorado y solo caían algunas gotas en ciertos momentos, cuando llegaban las nubes arrastradas por el fuerte viento del mar.
Corrimos entre juegos por el parque los dos con Dulce, y Berta nos ofreció unos fritos de pescado como aperitivo, Alicia seguía de fiesta y Eduardo llegó tarde a la noche y no se levantaba.
Hablamos sobre lo de ayer, lo que tuve con Alberto y mi escapada.
-Entonces es que se ha enamorado de ti, te envidio Oriol, mis chicos solo piensan en follar y en como cogerme los dos pero lo hacen muy bien.
-¿Y qué que se haya enamorado? No voy a poderle corresponder, Eduardo me permitirá estar con él para follar y nada más, soy suyo Rubén, no termináis de daros cuenta.
-Pero…, pero, algún día terminará lo tuyo con Eduardo y podréis estar juntos, como con ese novio de internet que tienes, ¿ahora ya no lo quieres? Hizo un gesto de fastidio.
-Tampoco vas a poder estar con él, será más difícil aún que con Alberto, está en un lejano país y no vendrá a buscarte, se quedará en simples intenciones. Puedes seguirle el juego y disfrutar lo que puedas con él.
-Al final será todo un juego, lo del uno y lo del otro, a Alberto lo tienes cerca y podrás verle a veces. También puedes contarle la verdad, Adrian lo sabe todo de ti y no le importa, puede ser que con Alberto tengas la misma suerte y lo entienda.
Hasta ahí llegaba el razonamiento de Rubén incluyendo verdades que yo no deseaba ver, y sugerencias que no terminaban de sugestionarme.
-Engañarle no me parece leal ni justo, lo mejor sería decirle la verdad y no me atrevo, Adrián me dejó claro desde el principio lo que él piensa y lo liberal que es su vida.
-También Alberto te ha confesado que ha tenido encuentros con otros chicos, puede entender lo tuyo y no lo sabrás si no haces la prueba.
Comimos con Eduardo que se había levantado y a la tarde nadamos y seguimos parloteando como chiquitas tontitas hasta que pedimos un taxi para que lo llevara a su casa.
Tenía tantas cosas que hablarle, y enseñarle tus últimos escritos y reírnos de mi aventura con mi perrito, quiere hacerlo él también y saber lo que se siente, probar de todo es su lema y mejor antes que después, pero no lo hicimos por falta de tiempo.
He leído tu nota y de verdad disfrutaste el fin de semana más que yo, ya se nota que empiezas a cogerle el gusto a tener algo metido en el anito, el vibrador es mejor.
Y lo de tu perro fue genial, gozaste con él y no me has dicho si probaste su semen.
Después con tu ex novia, tuviste que perder un kilo de peso por el semen que tiraste y me alegro que lo pasaras tan bien, solo espero que mañana puedas levantarte sin que las piernas te tiemblen.
De momento te dejó, besos cariño lejano e imposible, como dice mi primo, vivamos los sueños aunque no se materialicen nunca.
Respuesta:
Mi bebita que envidia…
¡Vaya, mi vida!
Pero sí, veo que has disfrutado tu encuentro con Alberto, claro, veo que con un final no de novela, pero tu distracción con él te ha resultado de maravilla, yo supongo.
Te noto triste por esto que te ha sucedido, pero créeme que has tomado una buena decisión, porque sí, tú la verdad lo amas pero no puedes estar con él, y será mejor el estar separados y alejados en todo sentido.
Llego también a pensar que como te ha dicho Rubén, yo estoy lejos, te amo y te deseo, tu sabes mi problema para poder ir donde estas y por fin reunirme contigo para vernos frente a frente, pero es cierto, yo estando al otro lado del mundo y solo pudiendo hablar por este medio, me parece de alguna manera que tiene razón.
¿Tú me amas aunque este yo lejos?, sabes que yo aquí lo que hago es para cubrir mis necesidades, y solo tú eres uno de los que saben mis gustos, no me escondo de mi verdad, solo que estoy al frente ahora de una familia y una compañía que esperan que los saque a flote.
Mi padre espera que cuide a la familia si el faltara, y también espera que dirija la compañía que creó con su trabajo durante años, estas responsabilidades no las provoqué, solo me las han impuesto por ser el único heredero de todo lo que han creado.
Yo deseo ser uno contigo, pero de todas estas maneras la lógica de Rubén es de una forma lo más honesto que te ha dicho, su razonamiento es muy sensato, yo creo que en poco tiempo podré estar contigo, ya que podre viajar a España para arreglar tratos de negocios, así me podre mover con facilidad por tu país.
La verdad me he divertido el fin de semana, claro que me tiemblan las piernas después de tanta labor de sexo, lo sé, el sexo no lo es todo, pero que bien se siente, jajaja.
Hoy he dejado descansar a mis dildos para que mi culito se me tranquilice y poder pronto auto violarme de nuevo en algún momento, el semen de mi perro no lo probé del todo, aclaro que hasta ahora solo he ingerido los míos, y en poco tiempo los tuyos, jijiji.
No sé, la verdad, el semen de mi perro me da un poco de asco probarlo, pienso que son de un animal y mi mente no me deja hacer eso, pero algún día súper caliente lo haré, jajaja.
Sé que lo nuestro hasta ahora han sido solo fantasías y experiencias entre nosotros, jejeje, más experiencias tuyas que mías. Yo sé que no soy tan tierno como lo desearías, pero seguro que pronto haremos una historia juntos, solos tú y yo, sin ninguna restricción.
Te pregunto, ¿qué tal si ya que usamos este medio para comunicarnos fabricamos un relato en esta web? ¿Te gustaría? ¿Dime bebé?, la verdad sería como una fantasía o relato gay, pero seguro que provocaríamos que muchos nos envidien, jejeje.
Besos mi amor, deseo que te diviertas más para olvidar la tristeza que te ha llegado.