Confía en mí - Lena y Alex
Capítulo de la novela erótica ¿Confías en mí?. Lena piensa en su encuentro con Alex y decide dar rienda suelta a sus fantasías por sí misma.
Lena entró en su pequeño apartamento con prisas, dejó la gabardina y el bolso colgados del perchero de la entrada y fue corriendo a su habitación a cambiarse. Necesitaba una ducha. Notaba todo el polvo adherido a su pelo y a su piel.
Empezó a desnudarse en la habitación y a recorrerla con la ropa a medio quitar seleccionando bragas limpias y una camiseta de dormir. Buscando calcetines, se encontró con su reflejo en el espejo y se miró. Aun así, con el pelo encrespado y tiznajos de polvo por la piel tenía un aire sexy y salvaje. La camisa le llegaba apenas para taparle el culo, por lo que dejaba ver ligeramente sus nalgas y su tanga negro. Llevaba un botón desabrochado, por lo que además se veía discretamente su pecho y el sujetador de encaje. Suspiró, se quedó unos segundos pensativa y con un movimiento de cabeza tiró al suelo la ropa limpia que llevaba en los brazos.
Con cierta dificultad arrastró el espejo desde la esquina de la habitación hasta situarlo en frente de la cama de matrimonio que dominaba la estancia. Se apartó dos pasos y examino su trabajo quedando convencida del resultado. Sin prisa dio un par de pasos más hacia atrás y se sentó en el borde de la cama sin dejar de mirar su propio reflejo.
Delicadamente se fue desabotonando la camisa hasta dejársela totalmente abierta, mientras la Lena del espejo le devolvía una mirada oscura y juguetona. Con un par de movimientos se deshizo de su ropa interior que cayó al suelo a pocos metros de la ropa limpia que había tirado. Su respiración comenzó a agitarse pensando únicamente en lo que iba a hacer, las ganas que tenía de hacerlo y, sobre todo, de las ganas que tenía que fuera Alex el que se lo hiciera.
Con una mano se acarició un pecho de manera delicada, hizo un círculo con el dedo sobre el pezón y se lo pellizcó levemente. En el espejo vio cómo su boca se abría levemente para dejar escapar un leve quejido. Separó las piernas y vio como sus labios se separaban dejando entrever su clítoris que se empezaba a hinchar, se chupó el dedo índice y con delicadeza se lo pasó por él, humedeciéndolo en círculos suaves. Cerró los ojos y se mordió el labio inferior mientras notaba como la tensión de la tarde se encogía y se soltaba por todo su cuerpo. Estaba muy húmeda, desde que Alex se había marchado de la tienda lo notaba, e inconscientemente no había podido parar de pensar en las ganas que tenía de llegar a casa para aliviar la tensión sexual que le había producido la visita de aquel hombre. Se dejó caer de espaldas sobre la cama y subió los pies. Con los ojos cerrados y en esa posición ya no veía su reflejo, pero sí se veía reflejada, en su imaginación, en el verde de los ojos de Alex. Se imaginó que lo tenía ahí delante, como si pudiera verla a través del espejo. Se imaginó que la estaba mirando, con sus ojos ávidos de poseerla, mordiéndose el labio con ganas de tocarla y de darle placer. Volvió a gemir mientras aceleraba los movimientos que su mano. Decidió que si en algún mundo paralelo, cabía la posibilidad de que Alex la estuviera mirando realmente a través de ese espejo, entonces, estaba dispuesta a darle un gran espectáculo. Se introdujo dos dedos mientras notaba como un gran orgasmo le empezaba a nacer en su interior. Tenía que ser ya, tenía ganas de correrse ya, tenía ganas de que apareciera Alex de la nada y la tomara en ese preciso instante. Quería que la besara y le mordiera los labios. Con las imágenes de Alex devorándola y un último movimiento de muñeca, el orgasmo que llevaba 2 horas anhelando explotó en su interior. Arqueo la espalda haciendo rebotar sus rizos sobre la cama y dejó escapar un gutural gemido que salió de lo más profundo de su ser.
Con la respiración agitada se quedó unos segundos con los ojos cerrados tirada en la cama intentando recomponerse después de esa descarga de endorfinas. Se incorporó pesadamente y miró su deshecho reflejo. Cada vez presentaba peor aspecto. Necesitaba una ducha ipso facto. Se iba a levantar a recoger toda la ropa que había dejado tirada en el suelo cuando algo en su propia mirada le llamó la atención. Se quedó mirando su pelo desmelenado y las curvas de su cuerpo. Cerró los ojos y se acordó de esa mirada verde, de la electricidad que había fluido entre los dos aquella tarde y sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo desde los pies hasta la cabeza. Volvió a abrir los ojos y se descubrió con cierta sorpresa acariciándose de nuevo el clítoris.
Parecía que esta noche tendría que sacar la artillería pesada para poder acabar saciada: porno y vibrador. Lo que tenía claro es que lo que realmente le apetecía, era acostarse con el motorista que había aparecido esa noche por su tienda. Con el tiempo había aprendido que seducir a un hombre era relativamente fácil, por eso en ese preciso instante, mientras se quitaba la polvorienta camisa y se dirigía desnuda a la ducha, decidió que quería acostarse con Alex Lindberg y que tarde o temprano sería suyo.