Confesiones prohibidas 1: el comienzo de todo.
El comienzo de mis confesiones que cuentan como pasé de ser una joven mujer tímida y reservada al juguete sexual de mi marido.
La seguida de relatos que estoy a punto de confesar ante Uds. narran mis más profundas e íntimas experiencias vividas, fantasías y conflictos. Todos estos vienen acompañados por cierta sensación de liberación y desahogo, puesto que no siempre me he mantenido al margen de lo incorrecto, es más, son muchos los inocentes que se ven involucrados en mis turbias perversiones: tramando y entretejiendo siniestros planes he ideas y manipulando los instintos básicos de todo ser humano. Por lo que heme aquí, recurriendo a esta página de relatos para alivianar mi sobrecargada conciencia con la estimulación de los sentidos de todo desconocido que disfrute de este tipo de contenido, lo cual, siendo honesta; también despierta cierto morbo en mí el hacer que estas historias salgan a la luz de este modo, algo cobarde… lo sé, oculta entre las sombras de falsa seguridad que brinda el anonimato de internet.
Cabe recalcar que el mayor de mis conflictos en cuanto a la sexualidad lo sufro con mi amado esposo, y la visión completamente opuesta que tenemos sobre ésta. Mientras que yo con mis 24 años abogaba por una vida más conservadora, moral y tradicionalista. Él con sus 30 era un lujurioso empedernido, sobrecargado por años de llevar una intimidad demasiado pasiva y apagada; puesto que se dedicó todo este tiempo a complacer la vida de mujer pudorosa que yo llevaba junto a mi desinterés por lo sexual, lo que terminó por convertirlo en una bomba de inseguridades, pasiones y lujuria a punto de estallar.
No me queda más que recalcar que no soy una gran escritora, pero me esfuerzo mucho en lograr algo de calidad; poniendo especial importancia en expresar mis relatos de la forma más fiel a lo vivido y a las sensaciones que despertaron al momento de estar ocurriendo, tratando en todo momento de crear algo fácil y cómodo de leer. Me disculpo de antemano por cualquier falta o error en la escritura.
Quedo a merced del lector; abierta a cualquier comentario, critica o sentimiento que hayan despertado al leer mis humildes confesiones.
Junio 2021. Otra noche de insomnio, otra noche interrumpida por mi mente que no calla, una y otra vez me recordaba mis problemas y lo mal que estaban las cosas en casa, pero no podía culpar a mi subconsciente; al final, tenía razones de sobra para no querer lidiar con mi cobardía. Fueron suficientes vueltas en la cama, cada una más inútil que la anterior, pero el sueño simplemente no llegó a mí cuerpo. Me puse de pie con el mayor cuidado posible de no alterar el dormir de Iván, mi esposo; que se encontraba durmiendo junto a mí. Partí rumbo en escape hacia el baño, pero antes me quedo observándolo unos segundos, simplemente observándolo dormir, deseando poder entrar en sus sueños y volver a encontrarme a ese hombre tierno y preocupado; y ser la mujer que algún día fui para él.
Una vez llegué al baño procedí a lavar mi cara, estaba desecha; todo esto me tenía desecha, mi clara piel; más clara aún de lo habitual casi como fantasma, con unas marcadas ojeras evidencia de mis malas noches, cada vez más flaca; ya ni ejercicio hacía como acostumbraba. ¿Dónde quedó mi figura, la que tanto me elogiaban? Ahora entiendo la preocupación de todos a mi alrededor, preocupación que solía responder con gesto de incredulidad y exageración. Necesitaba algo de beber con urgencia.
Llegada a la cocina bebí unos vasos de agua para remojar mi seca garganta, pero lo que necesitaba remojar en realidad; era mi mente, así que fui por algo más fuerte, sería el vino que sobró de la última cena familiar que dimos en nuestro departamento el que cumpliría bien esta función. Fui por una copa y tomé la más grande, batallé un largo rato intentando abrir la botella con mis débiles manos; terminando victoriosa al fin, pero exhausta. Comencé a servir la copa, mis manos temblaban demasiado, por la dura batalla contra el inerte objeto, mi titubeante moral y la inseguridad de estar haciendo o no lo correcto. Para cuando me di cuenta la copa se había llenado por completo, quedando a punto de rebalsarse ¿se debía llenar solamente hasta la mitad? Que más da, no tenía mente para preocuparme en ese momento de convencionalismos ni modales.
Tomé asiento, lo único que estaba a mano era una vieja libreta y un bolígrafo con poca tinta; comienzo a escribir. Garabatos sin sentidos aparecieron, los que lentamente se comienzan a transformar en nombres, aparecen los nombres de mis padres; los rayo con furia, aparece el nombre de mi marido y nuestra criatura; los encierro en un corazón, aparece mi nombre; arranco la hoja y termina en el basurero. Hoja nueva, oportunidad nueva para cagarla, como si en lugar de estar con un bolígrafo estuviera usando una navaja.
Lentamente comienzo a atreverme a escribir de mis problemas, quizás por la valentía que provoca el alcohol en el cuerpo de una pésima bebedora, o quizás por la necesidad desesperada de arreglar mis errores. Mi mente viajó al pasado unos momentos, a los tiempos antes de haberlo conocido, recordaba mi falta de autoestima y mi timidez severa, que, a pesar de tener al mundo siempre gritándome que estaba bien; que era una hermosa chica, mi personalidad de patito feo siempre me llevó a encerrarme, alejarme de todos y refugiarme en la sobreprotección de mi infantilizadora madre. Las cosas comenzaron a ser distintas recién cuando conocí a mi mejor amiga; en nuestra adolescencia, la cual fue la única que se atrevió pacientemente a sacarme de a poco al mundo real, gracias a ella conocí a mi hombre… Una vez unimos nuestras jóvenes vidas en matrimonio a nuestros míseros 18 y 24 años, una nueva versión de mí nació, atrevida, sin miedos, capaz, sin importarle lo que fueran a decir de mí. Construía paso a paso a la mujer que quería ser para mi hombre, para mi futura familia y para mí misma. Para cuando llegó nuestro pequeño; 2 años después de habernos casado, era una mujer completamente distinta, independiente, al punto que fue mi propia familia la que rechazó rotundamente mis cambios, no soportaron que dejara de ser la niña que dependía en todo de ellos, pero seguí con mi vida, avancé. Desgraciadamente en un punto cambié nuevamente, volví a ser el patito feo aterrada del mundo nuevo que la rodeaba, buscando el cobijo de mis padres, ¿Por qué? No lo sé, la presión del trabajo, las responsabilidades, los cambios bruscos, vida de madre, muchos miedos, honestamente no lo sé.
Poco a poco esta vieja libreta se va convirtiendo en una especia de diario íntimo en el que desahogo mis penas. Intento explicarle a que se debe lo mal que están las cosas con Iván, como fue que pasamos de ser una tierna joven pareja feliz; viviendo la vida al máximo, a una pareja a punto del quiebre, y como fue que pasamos de vivir de nuestro lecho de amor a este tempano de hielo imposible de romper y derretir.
¿Como darle explicación al abandono en el que tenía sumergido a mi hombre? ¿Cómo explicar que podían pasar temporadas enteras sin intimidad, sin muestra alguna de vida sexual o afecto alguno; y que para mí fuera algo normal? ¿Cómo explicar que mi hombre se aferró a mí solamente por la lealtad, amor y respeto que le quedaba por la familia que formamos, más no por lo que tenía que ofrecerle como su mujer? Me hubiera gustado sufrir algún tipo de enfermedad o impotencia que justificara mi falta de libido, pero sería el camino de la cobarde, o culpar a la sobre infantilización que pase y sigo pasando con mi familia; paro los que no soy más que una simple niña vulnerable e inmaculada. Eso hubiera simplificado mucho las cosas, pero la verdad, simplemente era que lo abandoné, de la peor manera que se puede abandonar a una persona; haciendo una presencia ausente, y no tenía justificación para eso. Estaba a punto de perderlo, y era mi completa responsabilidad.
Cual sesión con el mejor terapeuta del mundo; a medida que iba escribiendo en estas viejas páginas comencé a sentir nuevos aires; aires esperanzadores, y lo que no me había atrevido a conversar con nadie de mi circulo; escribiéndolo burdamente en esta libreta me brindó el mayor de los desahogos, como si estuviera hablando conmigo misma (¿Quién diría que sería la inspiración para subir relatos a internet?). Así fue como decidí enmendar las cosas, hice un juramento; por mi familia, que volvería a ser la mejor versión de mí; y que haría lo que fuera para complacer a mi hombre con el que bien endeudada me encontraba.
Volví al lugar donde pertenecía, junto a él en nuestro nido. Nuevamente en extremo silencio y disimulo regresé a mi lado de la cama. Me quedé mirándolo dormir, no había perdido su toque que me encantaba, su cabello castaño algo largo, su piel clara, y su cuerpo robusto de años de trabajo duro, con sus manos grandes, firmes y pesadas que hacían parecer las mías como las de una niña; de hecho, su 1,83 me hacían parecer por completo una niña ante él. Esta vez no me conformé simplemente con mirarlo; y robo un decidido profundo beso de sus incrédulos labios que habían olvidado el sabor de los míos, pero en esta ocasión era mi lengua la que invadía su boca y no al revés como pasadas costumbres. Despierta desconcertado; dudando si en realidad está consciente o si se trata de un sueño cruel que juega con sus pasiones, le doy un cálido abrazo y le pido perdón por todo el tiempo que lo abandoné, se toma unos preocupantes segundos en responder; y termina envolviéndome con sus enormes y firmes brazos, algunas lagrimas imposibles de contener caen por mis mejillas.
Adornamos la noche con arrumacos, caricias olvidadas y besos por doquier, sin preocuparnos por el mañana; habíamos vuelto al comienzo de nuestro matrimonio, a ser la pareja que algún lejano día fuimos. Entre caricia y caricia apegamos más y más nuestros cuerpos, y me llevo la grata sorpresa de que su miembro se encontraba completamente erecto bajo su bóxer, con sus labios y manos tan calientes era evidente que quería algo más, pero el miedo que dejaron mis incontables rechazos le quitaron el valor de tomar la iniciativa. Esta era mi oportunidad de demostrarle que las cosas eran distintas y no la desperdiciaría, por lo que mientras lo besaba apasionadamente; mi mano comenzó a rozar su abultado paquete, y por su parte, él comenzaba a realizar leves movimientos pélvicos al ritmo de mis caricias.
Lentamente voy despojándolo de su bóxer, hasta dejarlo completamente desnudo; se veía y sentía muy rico, no había perdido para nada sus atributos que me hacían perder la cabeza desde que nos conocimos. Mi mano esta vez comenzaba a frotar directamente su pene al natural; el que, con los movimientos que proporcionaba se veía descubierto de su escroto, dejando expuesto su suave y sensible glande; solo para verse cubierto por este nuevamente, en otras palabras, era como una masturbación muy lenta y delicada. Sus manos algo temerosas de tocarme jugaban en mi cintura y bajaban ocasionalmente para agarrar mi culo; el cual le encantaba desde la primera vez que me vio, ya que siempre he tenido buen trasero. Comenzaba a elogiarme como antes, diciendo lo mucho que le encantaba mi cuerpo y lo locamente obsesionado que seguía con él; después de todo este tiempo ¿Quién diría que seguía gustando de mí? Con sus enormes manos masajeaba con firmeza mis pequeños senos, y daba lamidas y chupadas en mis sensibles pezones alternando entre ellos; estimulándolos maravillosamente.
Sentía la incontrolable necesidad de ser tocada donde él siempre quiso y yo nunca se lo permití por mi paranoia obsesiva con la higiene intima. En esta oportunidad tomé su mano y llevé sus gruesos y toscos dedos hasta mi boca; para lamerlos y dejarlos bien mojados, luego llevarlos hasta mi zona vaginal, para lo que removí levemente mis infantiles calzones y así hacerle un espacio en mí. Delicadamente pasó sobre mi pubis levemente poblado y separando un poquito mis labios comenzó a acariciar suavemente la zona de mi clítoris; hasta que dio de lleno con él, cuando eso pasó un golpe de placer casi eléctrico me recorrió de pies a cabeza, y se alojó intensamente en mi sexo, no podía dejar de lamentarme enormemente el nunca haberlo dejado jugar a sus anchas con mi órgano femenino; la verdad es que se sentía exquisito.
Quito por completo mi ropa interior y abro lo más que puedo mis piernas para él; que empezaba a llevar sus dedos hasta la estrada de mi vagina, y entre susurros extasiados me dice: —Estás empapada ahí abajo —y tenía razón, mis fluidos brotaban e inundaban mi entrepierna; bajaban por mis nalgas hasta quedar marcados en las sábanas de nuestra cama —¿quieres probar? —le pregunto caliente a más no poder —¿segura? —me pregunta, a lo que respondo agitando mi cabeza de arriba abajo con una expresión de excitación estampada en mi rostro. Por lo cual se dispone a hacer lo que le encantaba; y fueron muy pocas las veces que se lo permití y a regañadientes. Ahora fue mi propia mano posada en su nuca la que lo guío hasta su destino, el cual no dudó un solo segundo de realizar su cometido. Se recuesta entre mis piernas; alzándolas y abriéndolas desde la parte trasera de mis muslos con ambas manos; dejando mi sexo expuesto por completo, se toma unos segundos para apreciarla en detalle mientras mordía su labio inferior en señal de deseo morboso, se acerca lentamente y hace el primer contacto con unos tiernos besos en mi pubis e ingle que me provocan pequeños espasmos, para luego comenzar a usar muy delicadamente la punta de su lengua que se pasó a mi clítoris. Mis abundantes fluidos comenzaron a combinarse con su rica saliva que dejaba en mi vagina, convirtiendo mi entrepierna en una cascada de placer orgásmico. Me tenía en el paraíso, mi clítoris era cien veces más sensible de lo que recordaba; quizás por la larga temporada de absurda abstención autoimpuesta y el largo tiempo sin contacto alguno, o quizás era el deseo mutuo porque sucediera, fuera como fuera me tenía a puertas del orgasmo, y recién acabábamos de comenzar.
Entre gemidos y más gemidos le indico que lo consiguió, sin mayor esfuerzo me dio el orgasmo más delicioso e intenso que había sentido en la vida; y él tuvo la dicha de sentirlo en su boquita, las contracciones de mis labios vaginales y el abundante chorrito de fluidos que lo siguió; fueron un espectáculo que disfrutó increíblemente. Desesperada le rogué que me penetrara, para lo que se preparó sin demora, acercó su grueso pene erecto a más no poder y hace contacto suavemente con mi entrada al templo del placer, estaba tan excitada y dilatada que sentía literalmente como mi vagina se contraía y extendía rogándole que la penetrara hasta el fondo. Con una certera estocada carnal me penetra con firmeza, con lo que no puedo evitar soltar un intenso gemido de placer absoluto, que me hace exclamar a los cuatro vientos; sin poder controlar mis gritos, era presa del placer que me brindaba mi hombre. Se recuesta con cuidado sobre mí mientras separaba mis piernas todo lo que pudiera para recibirlo; y lo envolví con mis brazos quedando pecho con pecho. Comienza a penetrarme enérgicamente; cual semental penetrando a su yegua, haciendo unos movimientos circulares con su cadera que me hacían sentir como me abría de lado a lado; para luego volver a penetrarme recto y llegar hasta el fondo de mí; chocando con parte de mis nalgas y nuestros pubis, haciendo sonar cada golpe de nuestras intimas zonas con cada penetración más enérgica y acelerada, No podía parar de gemir fuertemente mientras él lamía lo que alcanzaba de mi oído, estábamos locos de pasión y calientes a más no poder.
No duró mucho, pero fue la relación más intensa y satisfactoria que habíamos tenido, su pene le regaló otro orgasmo gigantesco a mi vagina que me remeció hasta el vientre, y como si estuviera orinando; un fuerte chorro sentí salir golpeando su zona púbica. No lo podía creer, mi vista se nubló y mi cabeza daba vueltas sin parar, me sentía flotando en una nube de placer. Mientras su delicioso miembro se volvía poco a poco cada vez más flácido, grandes cantidades de su semen combinados con mis fluidos salieron desde mi interior, dejando imposible nuestro lecho, pero nada de eso importaba, ni la hora, ni los vecinos, ni las responsabilidades del nuevo día a punto de llegar, solo importaba nuestro amor y el enorme potencial de nuestro deseo mutuo. Escondimos bajo una toalla la gran posa en el centro de nuestro colchón, y caímos rendidos como un par de bebés envueltos el uno con el otro hasta el siguiente día.
Al llegar el amanecer tocaba retomar las responsabilidades rutinarias, habían quedado atrás esas mañanas de amargo e incómodo silencio, ahora la vida había retornado a nuestro hogar. Sonreíamos, nos acariciábamos, nos besábamos y nos dedicábamos amor absoluto en cada oportunidad que teníamos; como el los viejos tiempos que parecían revividos. Se levantó desnudo y entró al baño a orinar y yo lo seguí detrás. Su expresión de sorpresa fue gigante, ya que se suponía que no me gustaba que compartiéramos el baño, tampoco me gustaba que me viera usándolo ni mucho menos me gustaba verlo a él, de hecho, no me gustaba estar bajo ningún motivo juntos ahí, pero ya no quería más absurdo recato, ni vergüenzas, ni tabúes. Solo sonreí mientras observaba como realizaba su asunto, tenía una expresión radiante, como si hubiera renacido casi. Cuando terminó, rápidamente me quité la toalla con la que había envuelto mi desnudes; tomé lugar frente a él y afirmándome de sus muslos comencé a hacer pipí. Los privados y prohibidos olores de nuestras orinas se combinaron en uno solo que alteraba por completo nuestras hormonas, él nunca me había vivido en la intimidad del sanitario ni yo a él. No podía dejar de mirarme y eso me calentaba más y más, quería que me viera, quería que violara mi pudor y mi timidez.
Tenía su pene apuntándome directo a la cara a unos pocos centímetros, se notaba que al igual que a mí; le excitaba demasiado el verme en tan privada situación; y me lo confirmaba su miembro creciente. Comienza a acariciar mi cabeza, yo lo tomo de los testículos y cuidadosamente lo acerco a mí masajeándolos, le encantaba, pero le encantó aun más cuando comencé a darle pequeños besitos en su pene a media erección; me advirtió que estaba cochinito por lo que había sucedido anoche pocas horas atrás, pero hice caso omiso a su advertencia, y me lo introduje de un bocado por completo, intenté metérmelo hasta el fondo, pero chocaba con la parte trasera del interior de mi boca, por lo que retrocedía para volver introducirlo lo más adentro que pudiera. Sabía a gloria, sus íntimos sabores y aromas mesclados con los míos me ponían muy morbosa. En lo que entraba y salía lo tomé para hacerle una paja, sentía su erección palpitante crecer en mi mano y boca, mientras que con mi otra mano agarré firmemente una de sus nalgas y le empujaba levemente hacia mí. Tomó mi cabello con ambas manos e improvisó una coleta con él mientras me tomaba desde mi cabeza haciendo presión hacia su cuerpo, rápidamente entró en confianza y comenzó a penetrar mi boquita; como si se tratara de mi vagina, pequeñas cantidades de líquido pre seminal escapaban de su agujerito; tenían un sabor a gloria que me encantaba y me puso como loca de placer.
Se lo chupé bien rico por unos minutos, hasta que me tomó intempestivamente de mis brazos y me apoyó de cara contra la pared del baño, con ambas manos me tomó de la cadera y arqueó mi espalda para dejarme con el culito parado, se arrodillo en mi retaguardia y enterró su cara entre mis nalgas. Su lengua buscaba desesperadamente la entrada de mi vagina que aún estaba mojadita con pipí, pero eso hizo que le encantara todavía más; hasta que la encontró mientras sentía su nariz rozando en mi ano, lo que me fascinó. Separó mis nalgas con ambas manos firmemente y me escupía toda la zona —¡chúpamelo mi amor! — le suplico vuelta loca entre gemidos —¡¿Qué cosa?! —me pregunta —¡Mi ano mi amor por favor! —al escuchar eso se volvió un animal salvaje, y comenzó a pasar su lengua reiteradamente por mi orificio anal, haciendo círculos y tratando de meterme la punta de su lengua, estaba demasiado apretadito como para lograrlo, pero el que lo intentara se sentía divino. Lamía por completo la rajita de mi culo mientras no dejaba de masajear mis nalgas abriéndolas y cerrándolas en todo momento, no lograba entender como algo tan inadecuado y desviado podía ser tan intenso y delicioso. Entre lamidas y chupadas se tomaba el tiempo de elogiar mi culo que tanto le encantaba, y volvía a lamer mi ano, loco de lujuria se pone de pie, y me clava su pene en mi vagina hasta el fondo de golpe, me hacía chocar las nalgas contra su cuerpo, mientras que de entre mis piernas levemente separadas caían abundantes gotas de mi vagina al suelo, dejando todo muy mojado, me posa una mano en mi cintura y la otra en mi hombro y comienza a penetrarme a máxima velocidad. No podía creer que podíamos repetir lo de la noche anterior, mi órgano sexual estaba en llamas, mis piernas no paraban de temblar y mi vientre se contraía y expandía con mi acelerada respiración. Ambos gemíamos desquiciados, y terminamos juntos nuevamente en una explosión de placer, ahora era el piso del baño era el que pagaba las consecuencias, volteo mi rostro para besarle, o mejor dicho lamer literalmente su lengua, mientras su pene acabado seguía botando gotas de semen que salen de mí vaginita toda dilatada y abierta, en serio, me sentía muy abierta de mi genital. Terminamos besándonos por varios minutos sintiendo la humedad que quedó en ambos. Finalizado nuestro pecaminoso acto, procedimos a tomar nuestro primer baño de tina juntos, aprovechando antes que despertara nuestro retoño. Definitivamente una mañana magistral.
El día continuó su rumbo natural, y nos dolió tener que separarnos, por lo menos, contábamos con la tecnología que nos mantenía en contacto desde nuestros trabajos. Estuve todo el día repasando una y otra vez lo sucedido en mi mente y recordándolo, en especial cuando fui al baño y me llevé la sorpresa de encontrar en mi calzón su rico semen que aun salía de mi vagina, por lo que tuve que hacer uso de una toalla sanitaria, para evitar manchar mi uniforme.
No podía creer los rasantes niveles que habíamos alcanzado y mucho menos todo lo que disfruté haciéndolo. Pretendía dejar atrás el pudor, frialdad y desinterés sexual, pero estaba segura que esto no sería más que el comienzo.