Confesiones Indecorosas
Gracias a mi calentura me gane tu amor.
Mi mente se puso a trabajar desde la primera vez que la vi. Típico en mí, no había pasado ni un minuto y mi mente ya había convertido las más tiernas e inocentes intenciones que podría tener, en sucias y bajas intenciones.
La verdad es que podría decir que ella tuvo la culpa, si bien no era su intención provocarme, lo lograba y sin siquiera esforzarse y Yo ya había caído completamente a sus encantos.
Admito que mis ojos se posaron primeramente en esas caderas pronunciadas y atrayentes, casi hipnotizantes. Basta decir que este era su atributo más llamativo pero no el mejor. Este era su rostro que pronto se convirtió en mi obsecion, el solo hecho de imaginarlo en las situaciones más indecorosas y vulgares me ponian como loco. Noche tras noche terminaba consumando ese deseo en la oscuridad de mi cuarto, acostado y soñando con el día en que eso fuera posible.
Afortunadamente y después de algún tiempo y esfuerzo todo lo que había sido una mera fantasia se convirtio en realidad.
Llego el dia, y despues de una tarde un tanto cursi, las cosas cambiaron de rumbo. Ya en la soledad de su jardín acostados mientras nos besabamos, el deseo reprimido en mi se manifestó. Preso del momento y sin poder escapar a mis instintos, comencé a tocar más de la cuenta, y en contra de lo que esperaba no obtuve negativa alguna.
Al ser consciente de ello mi lujuria se desató aún más, mis manos pasaron de unas moderadas pero atrevidas caricias a unos salvajes e invasivos sobeteos. Los besos más intensos y apasionados bien pudieron haber sido escuchados por toda la casa, de haber alguien, pero afortunadamente estábamos solos. Respirabamos copiosamente y los jadeos lo único que lograban, era prender aún más el asunto. Llevaba un vestido negro ese dia, no lo suficientemente corto para ser vulgar pero sí lo suficientemente accesible para no impedirme llegar a su más preciado rinconcito. Mis manos ya habían estado jugando con la barrera que representaba su ropa interior, ansiaba poder quitarla y meter mi miembro en su interior, pero aún era pronto, en su lugar me puse a besar su cuello a succionarlo y atacarlo a mordidas.
No cabía en mi cabeza otra cosa que no fuera la idea de hacerla mía, instintivamente ella correspondía a mis impulsos y eso me alegraba, me incitaba a más. Mis dedos pronto encontraron aquel botoncito, erguido lo suficiente para ser palpado aun sin verlo. Empecé a frotarlo un poco mientras aun la besaba y encontré un poco de fluido, buena señal de que iba por buen camino. Mis besos en su cuello fueron bajando poco a poco hasta llegar a su pechos, no me entretuve mucho en ellos pues no teníamos mucho tiempo, solo dedique un par de segundos para captar su forma con mi mano libre, mi interés aún estaba en su entrepierna, seguí bajando aún por su torso, inhalando, cada centímetro que bajaba grababa en mi memoria su aroma, me excitaba. Ella jadeaba conforme me aproximaba al lugar marcado, finalmente llegue, y aspire profundamente, su esencia llego a mi nariz y provocó en mi cerebro un estallido de lujuria. No me entretuve mas, levante un poco el vestido, deslice por lo largo de sus piernas el pequeño trozo de tela que me estorbaba y me deshice de el lanzándolo a un lado. Me meti entonces bajo su vestido y ataque ferozmente sus dulces entrañas, húmedas aún más y de un olor que me enervaba, dedique todo mi ímpetu en complacerla en hacerla explotar de placer, pero la impaciencia fue más fuerte y pronto ya me encontraba con los pantalones y los calzones hasta las rodillas, mi miembro ya se encontraba en condiciones incluso desde antes, me acomode un poco sobre ella y ayudado por lo mojado de su entrada, invadi de un golpe su santuario, quedándome quieto un poco para acostumbrarme a su interior, empezó el vaivén, lentamente volvía a salir de ella para meter fuertemente todo lo que era para ella. Volví a su boca y cuello, dejaba que la pasión me dejara actuar y mientras la penetraba impacientemente, mi boca intentaba captar su sabor, su esencia, queria hacerla mia de una manera que no podría describir, no habíamos articulado palabra alguna hasta ese momento y la verdad yo no quería hablar, pero de la nada y entre jadeos ella soltó un <¡te amo!>, yo no supe qué contestar y tarde unos segundos en reaccionar.
En verdad no lo esperaba, ya habia escuchado eso de sus labios pero ahora era diferente, sencillamente lo transformó todo en algo más que sexo, se convirtió en la situación perfecta, el momento en el que finalmente me sentí uno con alguien y lo único que vino a mi cabeza fue decirle <¡te amo!>, la bese intensamente y el acto culminó en un intenso orgasmo, a decir verdad nunca supe si ella había tenido alguno en todo el rato, y de verdad espero que haya sido así, nunca lo sabré, no me atreví a preguntarle, se había convertido en mi vida y no quería perderla. Supe en ese entonces que la amaría de por vida, Aun la amo y la amare de por vida.