Confesiones en la biblioteca

Como puede alguien meter la pata… y pagar por ello.

Confesiones en la biblioteca

Como puede alguien meter la pata… y pagar por ello.

Iba hacia clase con mi amiga Marta hablando como cada lunes de lo que habíamos hecho ese fin de semana. Ella hablaba sin parar de la gente a la que había conocido y yo estaba especialmente callada. Marta se dio cuenta pero como tenía mucho que decir no parecía importarle.

Cuando llegamos al hall de la facultad me dijo que tenía que recoger unos libros de la biblioteca que la acompañara. Me llevó hasta la última estantería y me dijo:

Está bien. Me rindo. Dime que te pasa. Ahora estamos solas.

La verdad es que en la biblioteca no había mucha gente y a ese pasillo no iba nunca nadie, o eso pensábamos nosotras. A Marta la encantaba que nos hiciéramos confidencias allí, decía que era como en las películas de espías. Pese a nuestros 24 años, Marta tenía la cabeza llena de pájaros.

Nada

Venga, por favor. Dímelo.

Este sábado me acosté con Juan el del gimnasio. – Dije tremendamente avergonzada.

¿QUÉ? ¿CÓMO? ¿DÓNDE?

En el gimnasio en el vestuario. Voy a dejar el gimnasio. Tendré que apuntarme a otro

¿Pero que pasó?

Lo de siempre, ya sabes

¿Lo de tus pechos?

Sí. – Dije instándola a callarse.

No puedo entenderlo, Sara. Es que es muy raro.

Yo no sé porque es. Pero no puedo controlarme.

Deberías ir al médico.

¿Y que le digo? "Disculpe doctor es que cada vez que un tío me toca los pechos y me aprieta los pezones comienzo a excitarme tanto que no puedo controlarme". Tía en serio, como voy a decir eso.

Supongo que tienes razón, pero baja la voz.

Venga vamos a clase… es tarde.

A la siguiente hora el profesor llegó tarde. Lo cual era toda una novedad. Era un profesor joven, tendría unos treinta, parecía agradable y físicamente no estaba mal, pero era frío y duro como el acero.

Buenos días, chicos… He estado pensando que algunos deberíais hacerme un trabajo. Individual y de unas 100 páginas, si queréis estar en disposición de aprobar. - Un ¿Eh? Generalizado invadió el aula. – Deberéis pasaros por mi despacho. Cada tarde os citaré a uno en el despacho y veremos sobre que deseáis hacer el trabajo. Las prácticas que me entregasteis algunos son tan malas que deberíamos hacer una hoguera con ellas, pero he decidido daros otra oportunidad… ¡Miguel Martín!

Si.

Preséntese a las 5en mi despacho.

Pasaron 5 o 6 clases sin que citara mi nombre, pero por fin llegó y fue toda una sorpresa porque aquella asignatura se me daba realmente bien y me gustaba. Así que fui al despacho a las 5. Él llegó cinco minutos tarde y me encontró esperando allí de pie apoyada contra la pared pues la falda que llevaba no me había permitido sentarme en las escaleras. Me hizo pasar delante y me indicó que tomara asiento mientras él cerraba la puerta y colgaba su abrigo tras ella.

Se sentó al otro lado de la mesa y comenzó a explicarme las cosas que tenía mal. Tras unos momentos se levantó y se acercó a la estantería.

Venga, quiero enseñarle algunos libros.

El espacio entre la mesa y la estantería era reducido, muy reducido. Tras enseñarme algunos libros algo golpeo mi tobillo y me hizo perder levemente el equilibrio él me sujetó con un brazo dejando caer el libro que sostenía. Su olor me embriagó y la situación me dejó paralizada un minuto. Eso fue todo cuanto necesitó, cuando me vio turbada puso su mano libre sobre mi seno derecho. Sus labios comenzaron a besarme y su mano me acariciaba con maestría.

Empecé a notar como la humedad crecía en mí y como su brazo me apretaba contra su cuerpo y su mano incrementaba mi deseo. No podía pensar, solo notaba mis senos contra su pecho y su cuerpo contra el mío. Su mano libre arrancó mi blusa y sin miramientos liberó mi seno. Me sentó sobre la mesa y comenzó a besarme los pechos y a succionar mi pezón. Un gemido de placer arrancó desde la base de mi garganta.

De golpe y como sin inmutarse me giró sobre la mesa apoyando mi torso sobre ella y haciendo que mis pechos notaran el frío metal, bajó mi falda y mis braguitas empapadas de un tirón. Sus manos me agarraron de las caderas y me penetró con tal fuerza que me hizo arquear la espalda, oí un clic pero no le di importancia. Solo podía pensar en como me penetraba. De pronto comenzó a inclinarse sobre mí sin dejar de moverse y noté como sus manos recogían mis pechos y los apretaban como si los fueran a ordeñar.

Comencé a gemir y ronronear como siempre que está apunto de sucederme un orgasmo y él quitó una de las manos de mis pechos para taparme la boca justo a tiempo para impedir que un grito de placer recorriese la facultad. Noté como él se deshacía dentro de mi pocos segundos después.

Se sentó en su sillón de cuero y me sentó en su regazo sin dejar de acariciarme los senos y besármelos. Comencé a excitarme de nuevo pero traté de disimularlo.

Vaya, nunca imaginé esto señorita.

De pronto me di cuenta de lo que había hecho. ¡Me había tirado a un profesor!

Te, te, tengo que irme – Logré balbucear intentando recoger mi ropa.

No, no lo creo. – Dijo él con una sonrisa aviesa.

¿Qué?

Que aún no he acabado contigo. Así de sencillo.

¿De que está hablando? – Dije con una mirada cínica

De que quiero que vayas esta noche a mi casa.

No. Lo siento. Esto ha sido un error y no debería volver a pasar.

Una carcajada me dejó paralizada en el sitio.

Te equivocas. Esta noche irás a mi casa. Serás mía siempre que lo quiera y harás lo que te diga.

¿Qué? Está loco.

Tengo varios ases en la manga: Primero puedo arruinar tu carrera si digo que has venido aquí a intentar seducirme para aprobar. Segundo tengo grabado lo que ha sucedido aquí y estoy seguro de que tus compañeros sabrán apreciar un buen video amateur y tercero no deberías hablar de tu secreto en la biblioteca… Podrías acabar en los brazos de cualquiera

Me quede estática, sin palabras, temblando.

Ven aquí, ¡vamos!

Obedecí

Así me gustan las niñas buenas.

Volvió a cogerme los senos en sus manos, no le cabían y apenas lograba cubrirlos.

Me encantan estos pechos y a partir de ahora vas a obedecerme… Mira empezaremos por algo sencillo. Vístete, vete a casa y haz una maleta. Solo quiero que traigas tu lencería y tu ropa más provocativa. Te vendrás a mi casa una temporadita… Así que te espero a las 9 allí. Te aconsejo que no llegues tarde. Quiero enseñarte un montón de cosas