Confesiones de una sumisa: Cristina

Cristina aprende que sus actos tienen siempre consecuencias y que si su madrastra descubre que anda chupando pollas en fiestas lo lamentará. Nueva serie de relatos sobre las vivencias de sumisas que me han contado como fueron castigadas.

En esta nueva serie de relatos os contaré las vivencias que me han contado algunas sumisas, de cómo fueron castigadas y humilladas. Si queréis participar en esta nueva saga de relatos, podéis escribirme a gatocorso@gmail.com y entre los dos daremos forma a vuestras historias.

--- CRISTINA ---

Cristina es una joven caprichosa, que cuando su padre se volvió a casar le dio a elegir: cambiarse al colegio donde trabajaba de profesora su nueva madrastra o un internado. Ninguna de las dos opciones le hacía gracia a Cristina, pero elegio cambiarse de colegio para poder seguir en casa y viendo a sus amigas. Su relación no era muy buena con su madrastra, ya que esta más de una vez había recomendado mandarla a un internado y convencía a su padre para que la castigase por sus malas notas.

Tras una fuerte discusión con su padre a causa de su comportamiento, sabía que estaba a un paso de irse para el internado y su madrasta no perdió la oportunidad para chantajearla. El primer día que su padre las dejó a las dos solas por un viaje de negocios, Cristina descubrió que su madrastra no era la tontita que ella creía, era una domina y que viviría en sus carnes los castigos de su madrastra.

Unos meses después de empezar a ser la esclava de su madrastra, Cristina ya había sido humillada, azotada en varias ocasiones y obligada a complacer a su ama. La odiaba desde lo más profundo por lo que le estaba haciendo, pero obedecía y no se lo decía a nadie, para poder seguir disfrutando de su estilo de vida. Pero el castigo que más marcó a Cristina llegó sin esperárselo, en una conversación de los más normal un fin de semana que se quedaron solas.

  • El otro día en el colegio, escuché una conversación a un grupo de amigas tuyas.

  • ¿Y que decían? – contestó Cristina sin darle mucha importancia.

  • Que te lo pasaste muy bien el fin de semana pasado en el cumpleaños.

  • ¿En el cumpleaños? – le preguntó Cristina intentando disimular su preocupación por lo que habría averiguado su madrastra. - ¿Qué dijeron?

  • En resumen, que se la chupaste a un chico. – Cristina se quedó sin habla al escuchar a su madrastra.

  • ¡Eso es mentira! – contestó toda ofendida Cristina levantándose del sofá. - ¿Quién dijo eso?

  • ¿Entonces no es cierto? – le pregunto con calma su madrastra.

  • Pues claro que no. ¿No me crees?

  • Con la cantidad de mentiras que han salido de tu boca, comprenderás que no tienes mi confianza. – le contestó muy fría su madrastra.

  • Lo dijeron por envidia, porque… - dudaba Cristina si continuar la frase. – Le besé con un chico en el cumpleaños, pero solo eso.

  • ¿Sólo te liaste con él? Pues déjame el móvil que vea las fotos.

Cristina sabía muy bien que lo que escuchó su madrasta era cierto, pero sin duda ella le daría una paliza con el cinturón por guarra. Tenía que seguir firme en su mentira si quería librarse de este castigo y recordó que en el móvil no tenía ninguna foto comprometida de aquella noche.

  • Toma, mira las fotos y ya verás como digo la verdad. – le dijo entregándole el móvil a su madrastra.

  • Muy bien, echaré un vistazo. Tu ve mientras a fregar los platos que aún no lo has hecho.

Cristina se marchó para la cocina convencida que se había librado esta vez y se puso a fregar los platos como le ordenó su madrastra. Al cabo de un rato entró su madrasta en la cocina y le entregó su móvil.

  • Ves, ya te dije que no había hecho nada malo.

Sin previo aviso una bofetada cayó sobre la mejilla de Cristina que la hizo caerse al suelo.

  • ¿Pero tú te crees que soy tonta? – le dijo muy enfadada su madrastra. - ¡Te di la oportunidad de decir la verdad y como de costumbre prefieres mentir!

  • Pero yo no hice nada. – le dijo Cristina llorando mientras se frotaba la mejilla caliente por la bofetada. – Vistes mi móvil, no tengo ninguna foto.

  • No miré las fotos, miré tu whatssap. – le contestó levantándola de un tirón del suelo. – Y me ha encantado tu conversación con Maca, donde le explicas con todo detalle cómo se la chupaste al chico en la fiesta.

Cristina no se lo podía creer, la habían descubierto y su madrastra estaba más enfadada que de costumbre.

  • Sube a tu cuarto y quítate la ropa, que ahora iré a darte tu merecido.

La joven subió corriendo para su cuarto sabiendo que esta vez sí lo iba a pasar mal. Seguro que la azotaría con el cinturón de piel de su padre, que es el que más duele o con la fusta que tenía por casa de cuando era niña y su padre la apunto a hípica. Se empezó a desnudar rápidamente como le ordenó su madrastra, para estar lista cuando ella llegase y así calmarla un poco. Cristina ya desnuda se colocó en el centro de la habitación delante de la puerta, esperando temblorosa a q apareciese su madrastra.

A los pocos minutos entro su madrastra por la puerta y para la sorpresa de Cristina no traía en las manos ni el cinturón, ni la fusta. La joven se quedó helada al ver que lo que su madrastra traía en las manos era un dildo de goma. Su madrastra sin decir ni una palabra dejo el enorme trozo de goma en la mesa y se dirigió hacia su presa.

  • ¡Date la vuelta! – Cristina obedeció y su madrastra le colocó unas esposas en las muñecas. - ¡De rodillas!

  • Por favor, perdóname no lo volveré a hacer. – suplicó Cristina.

  • ¿El qué, mentirme o chupar pollas? – le pregunto mientras agarraba el dildo de la mesa.

  • Las dos cosas. – le contestó sin atreverse a mirarla a la cara.

  • Tranquila, me voy a encargar de que no te vuelva a apetecer mentirme. – le dijo acariciándole los labios con la punta del dildo. – Y tampoco de meterte otra polla en la boca.

Pegó con la ventosa el dildo al espejo de la habitación e indicó a Cristina que se acercase.

  • Enséñame como le chupaste la polla a tu amigo.

  • No por favor. – le suplicó Cristina con lágrimas en los ojos. – Eso es enorme, no me entra.

  • Voy a ser muy clara, o cuchas ese dildo como la putilla que eres o te doy una paliza con el cinturón. – le dijo mientras abría el cajón donde Cristina guardaba los cinturones.

La joven con las manos esposadas a la espalda y los ojos llorosos empezó a chupar aquel monstruo de goma. Con miedo por lo imponente del tamaño que tenía empezó a darle lametones, pero sin atreverse a metérselo en la boca.

  • Si así fue como le chupaste la polla, me da pena el chaval. – le dijo su madrastra con un tono burlón.

  • Es mucho más grande. – contestó Cristina roja de vergüenza.

  • Pobre niñita, eso es que aún no has probado la polla de un hombre de verdad, pero tranquila que te ayudaré.

La madrastra agarro a la joven por el pelo y le empezó a empujar la cabeza, para obligarla a tragar el dildo. El monstruo de goma se abría paso por la boquita de la joven, que parecía que le desencajaría la mandíbula, hasta que toco la campanilla e hizo que tuviese arcadas. Su madrastra le seguía aguantando la cabeza, sin dejarla casi respirar por las arcadas y al liberarla Cristina empezó a toser para recuperar el aire.

  • Para… para por… favor. – le suplicó Cristina entre arcadas y recuperando el aire.

  • Pararemos cuando hayas aprendido a tragar ese pollón. – le contestó limpiándole las lágrimas de la cara. – Cuando seas capaz de tragártelo entero.

Sin más explicación volvió a agarrar del pelo a Cristina y la empujó hacia el dildo, pero esta vez la joven cerró la boca. Viendo su madrastra los intentos de Cristina de resistirse, le retorció un pezón, lo que hizo gritar a la joven, abriendo bien la boca. Esta vez le movía la cabeza para que el pollón entrase y saliese de la boca de la joven, provocándole arcadas cada vez que se acercaba a su garganta.

Cristina perdió la noción del tiempo que estuvo tragando aquel monstruo de goma, aunque de vez en cuando su madrastra le soltaba el pelo y le dejaba a ella hacer la mamada más despacio. Pero cuando bajaba el ritmo su madrastra se encargaba de animarla a tragar más profundo, retorciéndole los pezones cubiertos de las babas que le caían. La boca le dolía y sobre todo la garganta de las rozaduras que le estaba haciendo el dildo cada vez que invadía su pequeña garganta.

Su madrastra no estuvo satisfecha hasta que vio como la joven con los ojos llenos de lágrimas, era capaz de tragarse entero aquél dildo.

  • Muy bien zorrita, ahora ya sabes chupar la polla de un hombre de verdad.

Cristina se desmoronó en el suelo con la mandíbula casi desencajada y dolorida. Su madrastra cogió el dildo y lo limpio con las bragas que antes tenía puestas Cristina.

  • ¿Has aprendido la lección? – le pregunto mientras le quitaba las esposas.

  • Si… si… perdón. – le contestó Cristina entre lágrimas.

  • ¡Vístete zorrita! – le dijo tirándole las bragas empapadas a la cara.

Cristina pasó unos días con la boca dolorida y avergonzada por el castigo de su madrastra, pero para su sorpresa no perdió las ganas de volver a disfrutar de dura polla de un chico en su boca, aunque ya no era una novata en el tema.