Confesiones de una lectora: maria
María descubrió en casa de sus abuelos, que contestar mal a los mayores, tienen sus consecuencias. Nueva serie de relatos sobre las vivencias de lectoras que me han contado como fueron castigadas.
En esta nueva serie de relatos os contaré las vivencias que me han contado algunas lectoras, de cómo fueron castigadas y humilladas. Si queréis participar en esta nueva saga de relatos, podéis escribirme a gatocorso@gmail.com y entre los dos daremos forma a vuestras historias.
--- MARÍA ---
Maria es una joven que durante el confinamiento por el Covi19 sus padres la mandaron a casa de sus abuelos en la sierra. No había tenido mucho trato con sus abuelos, ya que nunca salían del pueblo y sólo los había visitado un par de veces de pequeña. Ya os podéis imaginar el infierno que podía ser para una pija de ciudad, un pueblo sin internet y casi sin cobertura. Antes de marchar su tía le aconsejó que evitase enfadar al abuelo, que no anda con bromas. La joven no entendía a que venía ese consejo de su tía, hasta el cuarto día en esa casa.
¡María a la mesa! – gritó su abuela desde el comedor. - ¡María!
Ya estamos otra vez con esta niña. -dijo su abuelo ya sentado en la mesa. – No hace nada en todo el día y encima nos hace esperarla para comer.
Tranquilo Paco, es una chiquilla. – intentó tranquilizarlo la abuela de María.
El hombre se levantó de la mesa enfadado y fue a buscar a su nieta por la casa. María se encontraba en una salita en la segunda planta ignorando a su abuela, ya que por fin había encontrado un poco de cobertura y quería mirar el whatsapp. La joven inconsciente de lo que estaba provocando, escuchaba sin hacer caso como su abuelo la iba llamando, mientras se acercaba a la salita donde estaba ella.
¡María! – gritaba su abuelo por el pasillo. – Aquí estas. ¿Qué pasa no me escuchabas?
Si, si, ya voy. – le contestó a su abuelo.
¿Cómo que ya vas? – su abuelo enfadado se acercaba a ella.
Tranquilo, que solo estaba mandando un mensaje. – le contestó Maria yendo hacia la puerta.
¡Encima me contestas!
Su abuelo agarró a la joven del brazo y la arrastró hasta una silla en una esquina de la salita. Había pillado a María totalmente por sorpresa y no entendía que hacia su abuelo sentándose en la silla. Con una sola mano levantó a María y la echo sobre sus rodillas, sin que la joven pudiese resistirse.
- ¡Te voy a enseñar a no contestar a tu abuelo!
Un fuerte azote cayó en el indefenso culo de María, únicamente protegido por unos leggins, que hizo dar un grito a la joven. Antes de que pudiese recuperar el aliente, el siguiente azote golpeó de nuevo el culo de María, que con solo dos azotes ya le estaba empezando a doler y arder.
¡Paraaaaaa! – gritó María mientras intentaba librarse de su abuelo.
Estate quieta. – le dijo su abuelo mientras le retorcía el brazo para que no se escapase.
Los azotes seguían cayendo y María lloraba suplicando piedad. Para la joven la mano de su abuelo le parecía enorme, con cada azote notaba casi todo su culo en llamas.
Paaa.. para, me… me haces daño. -dijo Maria entre llantos. – ¡Se lo… voy… voy a decir a mi… padre!
¡Y te atreves a amenazarme!
María sólo con escuchar el cabreo de su abuelo, sabía que acababa de empeorar las cosas. Su abuelo de un tirón le bajó los leggins y su culo quedó indefenso, ya que el diminuto tanga que tenía puesto no le iba a proteger nada.
- Mírala, como las guarras con unas bragas que no le tapan el culo. – le dijo cada vez más enfadado su abuelo.
María tenía el culo totalmente rojo, pero eso no hizo apiadarse a su abuelo, que continuó azotando a la joven sin piedad. Cuando su abuelo se cansó de azotar a su nieta la dejó caer delante de sus pies como si fuese un muñeco de trapo.
Si me vuelves a contestar, no te castigare con la mano. – le dijo mientras se quitaba el cinturón. - ¿Me has entendido?
Si… si, perdón. – le contestó Maria aterrada al ver a su abuelo con el cinturón en la mano. – No lo… no lo volveré a hacer.
Muy bien, ahora baja a comer, que tu abuela está esperando.
María se subió los leggin y bajó al comedor limpiándose las lágrimas que le caían por la cara. El culo le ardía con cada paso y el simple roce de los leggins en su piel le dolía. La joven acababa de recibir los primeros azotes de su vida y que sin duda nunca olvidará. En el comedor les esperaba su abuela, que miró a María con una sonrisa.
Al final se ganó que le calentasen el culo. – comentó su abuela mientras le servía la comida.
No tiene ninguna educación la niña. – contestó su abuelo como si ella no estuviese delante. – Y encima viste como una guarra.
¿Cómo? – se sorprendió su abuela, que miró a María enfadada. – Cuando termines de comer me vas a enseñar toda la ropa que has traído.
Hacía mucho que no tenía que dar unos buenos azotes. – dijo su abuelo masajeándose la mano. – Pero aun estoy en forma para educar a otra niña maleducada.
Al escuchar estas palabras María comprendió que su tía también había recibido azotes de su abuelo y por eso le había dado ese consejo antes de venir. María no se atrevía a mirar a la cara a sus abuelos y no sabía como sentarse sin que le ardiese el culo en aquella silla de madera.
El confinamiento en casa de sus abuelos se le hizo muy largo, ya que por cualquier excusa era azotada, no solo por su abuelo, sino también por su abuela, pero el odio que le ardía fue dejando paso a otros sentimientos que María no se esperaba.
Una noche tumbada en su cama frotándose el culo, después de la visita de su abuelo con el cinturón para darle las buenas noches, empezó a excitarse. Casi sin darse cuenta, su mano dejó de frotar su dolorido culo y empezó a acariciar su tierna entrepierna. No era la primera vez que se masturbaba, pero esta vez había sido mucho más intenso, que le hizo mojar el pijama.
Mi os gustado este relato, intentaré animar a María para que nos cuente más cosas de su confinamiento en casa de sus abuelos.