Confesiones de una jovencita viciosa

Soy una joven a la que le encanta el sexo, sería buena idea contar algunas de mis experiencias más calientes.

Me gusta el sexo, me vuelve loca, hay veces que me paso todo el tiempo excitada y cachonda y entonces necesito una buena polla, aunque tampoco le hago ascos a un coñito. Soy muy joven, tengo la edad legal apenas cumplida y tengo cara aniñada y sé que eso les pone a los hombres, siempre están deseando follarse a una colegiala, y yo me aprovecho de eso. Me gusta vestir provocativa, tengo unos bonitos pechos, grandes, redondos y blanditos con dos pezones duros y morenos que me gusta mostrarlos con mis escandalosos escotes; buen culo, caderas generosas y piernas largas, rellenitas y bien torneadas. Me gusta montármelo con cualquiera, aunque prefiero hombres maduros o quizá jóvenes, pero no los niñatos de mi edad.

Y siempre encuentro la ocasión para desahogarme sexualmente. Por ejemplo el otro día iba en el metro, con una faldita muy cortita. El metro iba lleno, y yo iba al fondo, cada vez que entraba gente nos empujaban más hasta que ya sólo había un hombre detrás de mí pegado a la pared. Al apretujarme sin querer, por las circunstancias, contra él, mi culo quedó pegado a su entrepierna. Él murmuró una disculpa y yo giré la cabeza y sonriendo le dije que no pasaba nada, pero a propósito aplasté un poco más mi culo contra su polla. La tenía justo a la altura de mi raja y noté como le crecía poco a poco. Así que le estaba poniendo cachondo. Vamos a ver qué tipo de hombre es, y me apreté un poco más contra su polla, esta vez de una manera descarada. El hombre entró en el juego, con una de sus manos empezó a acariciarme una pierna justo por debajo de la minifalda, de forma muy casual, como para ver cómo reaccionaba. Mi reacción se lo dijo todo: giré un poco la cabeza y le miré mordiéndome los labios de forma sensual.

Fue como la señal de ataque, al momento empezó a deslizar la mano por debajo de mi falda, con la intención de sobarme el culo. Cuál debió ser su sorpresa al descubrir que no llevaba bragas. Es algo que hago muy a menudo porque me excita. Así que empezó a tocarme el culo, después la raja, iba recorriendo mi raja con uno o dos dedos, hasta que metió uno de sus dedos en mi agujero trasero. Yo tuve que contenerme mucho para no dar un grito de placer. Siguió así un rato, luego, como pudo, deslizó su mano por delante de mí y me empezó a acariciar el coño. Me gusta llevarlo siempre depilado. La postura era incómoda pero consiguió meterme un dedo en mi raja. Eso ya empezó a ponerme muy cachonda y además seguía frotándome contra su polla. Así estuvimos dos o tres paradas. Cuando el vagón empezó a aligerarse de gente yo le di un último achuchón a su polla, y por el gemido que dio sé que se corrió allí mismo. Yo no me corrí pero disfruté un montón.

Así soy yo, supongo que algunos me llamarán putón o zorra, es verdad, soy un poco puta, pero es que me gusta el sexo. Voy a clase y trabajo a tiempo parcial en una pastelería. Un día tenía que llevar unos pasteles a casa de un cliente, es algo que tengo que hacer habitualmente. Llevaba una falda cortita y muy ajustada, unos pantys de color casi transparente y sin bragas, unas zapatillas tipo bailarina y una camiseta de tirantes que daba una vista estupenda de mis tetas. Parecería que no es lo más adecuado para trabajar tras un mostrador, pero es que a mi jefa le gusta verme así, ya os contaré por qué, y de paso toquetearme de vez en cuado. Además un delantal tapa mucho. El caso es que llegué a la dirección, llamé a la puerta y apareció un hombre de unos 40 recién salido de la ducha, solo con una pequeña toalla atada a la cintura.

La verdad es que físicamente no estaba mal. Se disculpó y me hizo pasar a la cocina. Me puse a desenvolver los pasteles y él no me quitaba la vista de encima. -¿Quieres uno de los pasteles? –Bueno. Le dije, adoptando ese tono de jovencita ingenua que tan buen resultado me daba con los hombres. Y me lo ofreció para que lo mordiera de su mano. Comí el pastel y le chupé los dedos para limpiarle los restos de nata. El bulto en su toalla estaba creciendo muchísimo. -¿Quieres otro? Me dijo con voz de auténtica lujuria. Me comí otro y un poco de nata cayó sobre mis tetas, así que empecé a frotármelas para limpiarme. En ese momento la toalla se le cayó y apareció ante mí una polla enorme totalmente erecta. Me acerqué sin decir nada, se la cogí con una mano, me agaché y me la metí en la boca. Se la estuve chupando un buen rato, él gemía y de vez en cuando me agarraba de la cabeza para que me la tragara entera. Le hice una mamada de campeonato, le chupé los huevos, que los tenía enormes, e incluso le metí un par de dedos en el culo, lo cual le gustó mucho, por los gemidos de placer que daba.

Creí que se correría en mi boca pero entonces se separó de mí y me dijo que me levantara. Se puso detrás de mí y empezó a sobarme las tetas mientras me chupaba el cuello, me las sacó por encima de la camiseta y me pellizcó los pezones. Yo estaba ya muy mojada y no paraba de gemir de placer. Metió una mano debajo de mi falda y me sobó la raja del coño y el culo.

Entonces me remangó la falda hasta la cintura, me echó sobre la mesa, me bajó los pantys de un tirón y me metió la polla en el coño de golpe. Pegué un grito de dolor y eso parece que le excitó más, porque empezó a follarme a lo bestia. Yo gritaba de dolor y de placer. Me la sacó y me la metió otra vez pero ahora en el culo, aunque esta vez lentamente. Yo gemía sin parar y mi coño no paraba de segregar fluídos. Me la clavó hasta el fondo y entonces empezó a follarme el culo, a meterla y sacarla de fuertes golpes. Me corrí del placer que me daba.

Él volvió a separarse y me dijo que me diera la vuelta, me senté en el borde de la mesa, me levantó las piernas, me quitó las zapatillas y me lamió los pies. Después me quitó los pantys y me chupó los pies otra vez, me pasaba la lengua por las plantas, me chupaba los dedos. Casi me corrí otra vez de gusto.

Y entonces me la volvió a meter en el coño. Me folló otra vez salvajemente, con mis piernas sobre sus hombros y sus manos en mis tetas. Me corrí otra vez. Cuando él estaba a punto, me dijo que me levantara y me arrodillara a sus pies, que quería correrse en mi boca. Me puse de rodillas, frotándome el coño irritado con una mano y con la otra acariciándome las tetas. Él se la estaba machacando hasta que se corrió. Una explosión de semen me inundó la boca, llegó de golpe hasta mi garganta, me llenó la cara entera y chorreó por mis tetas. Fue increíble, muchos hombres se han corrido encima de mí, porque me encanta, pero nunca había visto tanta cantidad.

Se puso a descansar un momento y yo mientras me restregaba la cara, las tetas y el cuerpo entero con las manos y me las chupaba para aprovechar hasta la última gota de su leche. Después me ayudó a lavarme un poco, a vestirme, me pagó lo pasteles y me dio una propina estupenda. Al despedirme me dijo que volvería a encargar pasteles más a menudo.